El Estado siempre fue todo en Rusia. Y la sociedad civil, tal como la entendemos,
nunca pudo organizarse delante de los poderes estatales.
Pedro se esmeró sobretodo en la represión de toda disidencia.
Durante su reinado, la censura fue más rigurosa que nunca (Rusia sólo estuvo libre
de censura en el breve interregno entre 1917, con la revolución, y 1921, cuando Lenin y
Trotsky prohíben toda disensión al interior del Partido Comunista).
Y con él, el montaje de una policía secreta, con redes de espías e informantes, llegó
a los bordes de la perfección.
Las prisiones arbitrarias y las ejecuciones sin juzgamiento, la tortura como
procedimiento normal, completan el cuadro de un sistema de opresión asfixiante.
Las ideas iluministas llegan a Rusia, pero sólo hasta sus camadas sociales más altas.
La emperatriz Catalina II, la Grande (1729-1796), se dio el lujo de tener como amigos
personales y correspondientes a filósofos liberales como Voltaire, Diderot y D’Alembert,
que defendían, en teoría, un mundo opuesto a todo aquello que representaba aquella Rusia
que Catalina heredara de Pedro, el Grande.
Ese mundo opuesto pronto sería realizado concretamente en Occidente por la
Revolución Francesa (1789), que llegó a Rusia bajo la forma de la invasión napoleónica.
Otra vez, “la conciencia vino de afuera”.
Pero napoleón, agente de los ideales de la Revolución Francesa (separación entre
Estado e Iglesia, secularización de la enseñanza, introducción de formas parlamentarias de
representación popular), fue derrotado por el invierno y por el genio del general ruso,
Kutuzov, hijo de un general de Pedro, el Grande. Y, sobretodo, por la bravura
específicamente rusa, la extraordinaria valentía del soldado ruso, siempre que el territorio
de la Santa Rusia es invadido (que lo diga Hitler). Aliocha Karamazov defiende con uñas y
dientes el único mundo que le da sentido.
Victorioso, Napoleón habría, ciertamente, introducido en Rusia parlamentos y
elecciones, enseñanza laica en manos del Estado, tribunales por jurado, una división de los
tres poderes –Ejecutivo, Legislativo y Judicial, independientes y soberanos, como en la
doctrina del enciclopedista Montesquieu.
Con la derrota de Napoleón, Rusia perdió su última oportunidad de modernizarse, al
estilo burgués, a través de reformas graduales e incruentas.
continuará
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