621. DELIBERADO HOMENAJE A R.A(*). Autor: SALVADOR PÉREZ VALIENTE. Expone: PASCUAL LÓPEZ
Nosotros éramos los medio pensionistas,
los que empezábamos a odiar con cada día la historia de
nuestros padres
y uncidos mansamente, siempre de dos en dos, rezábamos en
la capilla las tristes oraciones.
Éramos los de en medio.
Seríamos
serios opositores con el tiempo,
empleados de Banca.
Cantando torpemente, inútilmente,
íbamos aprendiendo preceptiva.
Nos dijeron que el mundo está bien hecho.
(¡Aquél pan del recreo, sucio de chocolate y de periódico!)
Amábamos a Dios sobre todas las cosas,
nosotros, los de en medio.
¡Oh!, los tristes pupitres,
los últimos pupitres de la sombra
donde el pecado habita
y un beso se recuerda.¡Y aquel olor a orín, a col y a tinta!
Manejábamos
negros devocionarios,
largas jaculatorias milagrosas,
refulgentes estampas.
¿Podrías recordar quién escupía en todos los rincones?
De rodillas,
olvidando el rencor,
-jóvenes, seamos buenos-,
implorábamos humilde, tercamente,
mientras alguien cerraba las ventanas.
Asistíamos
al grito de los pobres.
Nosotros, los de en medio.
Maravilloso pasmo de una mosca, de un ala,
sobre la obstinación de los tinteros,
la terca contumacia de las cifras.
Y los últimos bancos sin remedio posible.
Íbamos ya sabiendo
desesperadamente.
Conocíamos, en los prohibidos libros,
la tristeza de nostálgicas vírgenes besadas por dinero,
la habitación donde se dejarían, a la hora de los trenes,
un pañuelo manchado.
Amábamos
la imposible sonrisa de una mujer casada y la muerte gloriosa.
De rodillas,
de rodillas nacieron nuestros padres.
Por los claustros llegaba la memoria de los asesinos a traición.
Ya empezaba a indignarnos
la mansa servidumbre de las cosas domésticas.
Un día,
cuando el miedo asomase tras las puertas,
poblando los pasillos de la casa,
el cuarto de los juegos,
cuando ya casi nadie
se atreviese a cantar violentamente
y el llanto acompañase las comidas
bajo una luz de miedo, de peligro,
alguien nos pediría que olvidásemos.
Mas éramos de cera, de pecado mortal,
adolescentes tímidos curados de locura,
pobres abandonados,
los hijos de familias bondadosas.
Es preciso
la cobardía de siglos,
la fiebre y el olor de las alcobas,
tanto tiro oxidado en las negras recámaras,
tanto sordo fusil,
para olvidar la historia.
Pero éramos los medio pensionistas,
los cuñados de los Procuradores
los hermanos
de aquellas jovencitas temerosas
guardadas por un ángel.
Nos hicieron del centro,
de los que no saben odiar,
de los que siempre pierden en la lucha.
Nosotros, los de en medio,
muertos tranquilamente en nuestra cama,
mientras el mundo gira
y algo primaveral, turbio, potente,
avanza.
(*) R.A : RAFAEL ALBERTI
Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Mar 06 Sep 2022, 23:48, editado 2 veces
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