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Lluvia Abril, Pascual Lopez Sanchez


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    José Emilio Pacheco (1939-2014)

    Pedro Casas Serra
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    José Emilio Pacheco (1939-2014) Empty José Emilio Pacheco (1939-2014)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 08 Sep 2022, 04:37

    .


    José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939- Ciudad de México, 26 de enero de 2014)​ fue un destacado escritor mexicano que publicó poesía, crónica, novela, cuento, ensayo, crítica literaria y traducción.

    Se le considera integrante de la llamada generación de los cincuenta o de medio siglo, en la que también se incluye a Juan Vicente Melo, Inés Arredondo, Juan García Ponce, Huberto Batis, Sergio Pitol, José de la Colina, Salvador Elizondo, Carlos Monsiváis, entre otros. Compartió la perspectiva cosmopolita​ que caracteriza a los literatos de esa generación, y los temas que abordó en sus textos van desde la historia y el tiempo cíclico,​ los universos de la infancia y de lo fantástico, hasta la ciudad y la muerte. La escritura de Pacheco se distingue por un constante cuestionamiento sobre la vida en el mundo moderno, sobre la literatura y su propia producción artística,​ así como por el uso de un lenguaje sin rebuscamientos, accesible.

    Biografía

    Desde edad temprana Pacheco comenzó su acercamiento a la literatura leyendo a autores como Julio Verne, Rubén Darío, Oscar Wilde, Manuel Payno, Amado Nervo, Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes y escuchando a los escritores que frecuentaban la casa:

       Su verdadero aprendizaje empezó en la casa paterna, a la que solía llegar un grupo de escritores que el niño José Emilio escuchaba, y siguió escuchando. Los nombres de ese grupo son fácilmente reconocibles: Juan de la Cabada, Héctor Pérez Martínez, Juan José Arreola, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, algunas veces Julio Torri, al que escuchaban —él y su amigo Carlos Monsiváis— Edith Negrín y Álvaro Ruiz Abreu.

    Comenzó a escribir en la adolescencia, época en la que publicaba en revistas estudiantiles y periódicos como Proa (de la Escuela Preparatoria, Centro Universitario, México, 1955), Diario de Yucatán, Diario del Sureste (ambos de Mérida, 1956-1958); las estudiantiles Índice (1957) y Letras Nuevas, la primera Facultad de Derecho y la segunda de la de Filosofía y Letras de la UNAM.

    Pacheco ingresó a la carrera de Derecho en la Universidad Autónoma de México, pero la abandonó a los 19 años para dedicarse a la escritura.​ Participó en diversas revistas y suplementos culturales, como México en la Cultura, Siempre!, Diálogos, Revista Mexicana de Literatura, Diorama de la Cultura, Ramas Nuevas, suplemento de Estaciones, donde trabajó con Monsiváis. Su consolidación como escritor se plasmó en sus publicaciones en La Cultura en México, de Fernando Benítez, “su guía, amigo y maestro”.​ Fue profesor en la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, investigador en el Departamento de Estudios Históricos del INAH, y miembro del Colegio Nacional desde el 10 de julio de 1986.

    Obra

    La obra de Pacheco abarca la narrativa, el cuento, la novela, la crónica, la poesía, la traducción y el ensayo. Existen características que unen sus textos, aunque cada uno de los géneros trabajados por el autor puede distinguirse de los otros por elementos particulares; una constante de su obra es la constante renovación o reescritura.​ Consideraba a la literatura como algo dinámico y cambiante, lo cual lo llevó a revisar y reescribir sus propias obras, en un afán de autocrítica. Su idea acerca de la reescritura incluye un diálogo con los textos anteriores (de autores modernos como Jorge Luis Borges, Ernesto Cardenal, y clásicos, como Catulo) y con sus propios lectores. Como ha explicado Oviedo, “su obra es, en cierta manera, una antología formada por la reescritura de sus lecturas –un nuevo texto que se sobreimprime en otros textos preexistentes.

    Narrativa

    La obra narrativa de José Emilio está representada por tres libros de cuentos —La sangre de Medusa (1958), El viento distante y otros relatos (1963) y El principio del placer (1972)—; dos novelas —Morirás lejos (1967) y Las batallas en el desierto (1981)— y por múltiples crónicas escritas en los suplementos y revistas en los que participó. Con respecto a sus cuentos, la autora Bárbara Bockus señala su carácter alusivo más que directo, su tendencia a la brevedad, y la escasez del detalle descriptivo o anecdótico.​ En ellos aparece de manera constante el tema del paso del tiempo y de la repetición de la historia; también son usuales los universos de la infancia y de lo fantástico.

    Los textos fantásticos se distinguen “porque en un universo ficticio cognoscible y manipulable para los personajes”​ ocurre un hecho insólito que no es posible explicar; así, en «Tenga para que se entretenga» (del volumen El principio del placer) encontramos a una madre (Olga) y a su hijo (Rafael) en el Bosque de Chapultepec en 1943 y de pronto, sucede lo insólito: "Rafael se entretenía en obstaculizar con una ramita el paso de un caracol. En ese instante se abrió un rectángulo de madera oculto bajo la hierba rala del cerro y apareció un hombre […] salió del subterráneo, fue hacia Olga, le tendió un periódico doblado y una rosa con un alfiler: -Tenga para que se entretenga. Tenga para que se la prenda". El origen del personaje misterioso y sus razones para presentarse ante la mujer y el niño no son explicadas de manera definitiva por ninguna ley (ni la del mundo ficticio en que habitan los personajes, ni mediante las leyes de un universo maravilloso).

    Morirás lejos “recrea la persecución de siglos que han sufrido los judíos hasta el holocausto”,​ y en Las batallas en el desierto se encuentran los temas de la destrucción de la ciudad y la infancia como un pasado en que el personaje descubre tanto el amor como el desengaño.

    La columna Inventario

    En relación directa con el tema de la historia se halla la crónica, género híbrido, “a mitad de camino entre la ficción y los hechos”​ donde Pacheco “encontró la expresión ideal y propia para contar el vasto horizonte de una época y de una sociedad determinada”. La columna Inventario del suplemento Diorama de la Cultura del periódico Excélsior, dirigido por Julio Scherer, desempeñó un papel importante en la creación y difusión de las crónicas de Pacheco; una relevancia similar tuvo la revista Proceso, proyecto al cual fue invitado el mismo Scherer en 1976. Allí “Pacheco empezó una nueva etapa de su trabajo de periodismo cultural, publicando notas, traducciones, artículos y crónicas”.​ El escritor mantuvo dicha columna por varias décadas, en la cual hizo revisiones bibliográficas en su particular estilo.​ No se limitó a la revisión de autores mexicanos, aunque hizo revisiones temáticas temporales (por año, como 1914, 1938 y 1950, por periodos como la Revolución mexicana o autores que tradujo, como Eliot).​

    La primera aparición de Inventario fue el 5 de agosto de 1973 en la página 16 de la sección Diorama.​ En ese medio alternó su aparición con la de Baulmundo de Gustavo Sainz, del español José de la Colina y el uruguayo Danubio Torres Fierro. Tras ausentarse seis meses, Pacheco la reinicia 1 de junio de 1975 con un artículo sobre Oscar Wilde y Alfred Douglas.​ Después de la destitución de la mesa directiva de Excélsior ocurrida al año siguiente, apoyó a Scherer y llevó su columna a la revista Proceso, donde apareció desde el primer número en noviembre de 1976 (donde escribió sobre Saul Bellow) hasta su muerte en 2014 (la última fue sobre el entonces reciente fallecimiento de Juan Gelman).​

    El accidente que sufrió previo a su muerte ocurrió en su estudio la noche del viernes 24 de enero luego de terminar su columna.​ Quedó pendiente la publicación de volúmenes temáticos con las cerca de 7 000 columnas,​ por sugerencia de Vicente Leñero, dada la negativa de Pacheco de reunirlos en un solo volumen.​ Inventario recibió el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural de 1980, que el escritor evitó recoger por propia mano del entonces presidente José López Portillo: "José Emilio se escondió, hizo creer que estaba fuera de México y me pidió, ya que al galardón se agregaba un diploma para el medio que lo publicaba, si podía ir a recogerlo a la ceremonia de Los Pinos. Y sí fui".

    Poesía

    Los dos primeros libros de poesía escritos por José Emilio Pacheco, Los elementos de la noche (1963) y El reposo del fuego (1966), tienen en común algunos rasgos y temas, lo cual permite considerarlos como parte de un primer periodo lírico; según José Miguel Oviedo, ambos coinciden en el influjo “del sector más depurado de la poesía española de este siglo (Cernuda, Salinas, Jorge Guillén), de ciertos motivos y símbolos de Jorge Luis Borges, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz”.​

    El tema del paso del tiempo aparece de manera recurrente en la poesía de Pacheco: la conciencia de lo transitorio de la vida y de los procesos de destrucción son eje de numerosos poemas. A ellos se les suma el de la posibilidad de la resurrección, y de un tiempo cíclico: la renovación incluye también a la poesía, un acto que puede resurgir, transformarse, pues “la palabra es la imagen misma del cambio.”​ En amos poemarios se halla presente la influencia de Heráclito: “embarcado en el rumbo heracliteano, Pacheco va alternando su conflicto vida/muerte con la contradicción agua/fuego”.​

    Con No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969) inicia un segundo periodo en su poesía: aunque conserva elementos hallados en los libros anteriores, el cambio ocurrido se debe a una perspectiva crítica muy marcada. En esta segunda fase Pacheco utiliza la ironía y la irreverencia crítica; las abstracciones disminuyen y el autor se centra en una preocupación ética y estética, ya que se formula la cuestión: ¿Qué sentido tiene y qué lugar ocupa la poesía en el mundo moderno? Se trata de una obra que reflexiona sobre la “propia materia de la poesía.”​ La perspectiva crítica de Pacheco continúa especialmente en Irás y no volverás (1973) y en Desde entonces (1980),​ obras en las cuales hay un interés especial en aspectos sociales, en la denuncia de las injusticias.

    Traducciones

    La traducción, para José Emilio Pacheco, se vincula estrechamente con su perspectiva acerca de la literatura, de la poesía en especial: la palabra se renueva, es posible y válido reescribir un texto de tiempos pasados o contemporáneos, de una lengua a otra. Un poema “puede ser escrito varias veces, lo que hace posible ‘traducir’[…] el traductor no es un traidor: es un creador”.​ Entre los escritores traducidos se puede citar a Samuel Beckett (Cómo es), Walter Benjamin (París, capital del siglo XIX), Tennessee Williams (Un tranvía llamado deseo), Harold Pinter, Oscar Wilde, Edgar Lee Masters, T.S. Elliot, Víctor Hugo, Walt Whitman, Truman Capote, Ernest Hemingway, William Faulkner y muchos otros.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Tres poemas de José Emilio Pacheco, de su obra Los elementos de la noche, 1963:


    LOS ELEMENTOS DE LA NOCHE


    Bajo el mínimo imperio que el verno ha roído
    se deshacen los días.
    En el último valle
    la destrucción se sacia
    en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
    La lluvia extingue
    el bosque iluminado por el relámpago.
    La noche deja su veneno.
    Las palabras se rompen contra el aire.
    Nada se restituye ni devuelve
    el verdor a la tierra calcinada.
    Ni el agua en su destierro sucederá a la fuente
    ni los huesos del águila volverán por las alas.



    PRESENCIA

    ¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
    sino esta llave ilesa de agonía,
    estas pocas palabras con que el día
    regó ceniza entre la sombra fiera?

    ¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
    esa daga final? Acaso mía
    será la noche fúnebre y vacía.
    No volverá a su luz la primavera.

    No quedará el trabajo ni la pena
    de creer ni de amar. El tiempo abierto,
    semejante a los mares y al desierto,

    ha de borrar de la confusa arena
    todo cuanto me salva o encadena.
    Y si alguien vive yo estaré despierto.



    ÉXODO

    En lo alto del día eres el que regresa
    a borrar de la arena la oquedad de su paso;
    el héroe imperdonable que escapó del combate
    y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
    el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
    para que el mar no arroje su cadáver a solas;
    el perpetuo exiliado que en el desierto mira
    arder hondas ciudades cuando el sol retrocede;
    el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
    y ahora escucha en el alba cantar un gallo y otro,
    porque las profecías van a cumplirse, atónito
    y sin embargo cierto de haber negado todo;
    el que abre la mano
    y recibe la noche.



    Nueve poemas de José Francisco Pacheco, de su obra No me preguntes cómo paso el tiempo, 1969:


    UN MARINE

    Quiso apagar incendios con el fuego.
    Murió en la selva de Vietnam
    y en vano.



    ÚLTIMA FASE

    Ningún imperio puede
    durar mil años.



    LAS VOCES DE TLATELOLCO
    (2 DE OCTUBRE DE 1978: DIEZ AÑOS DESPUÉS)

    Eran las seis y diez. Un helicóptero
    sobrevoló la plaza.
    Sentí miedo.

    Cuatro bengalas verdes.

    Los soldados
    cerraron las salidas.

    Vestidos de civil, los integrantes
    del Batallón Olimpia
    -mano cubierta por un guante blanco-
    iniciaron el fuego.

    En todas direcciones
    se abrió fuego a mansalva.

    Desde las azoteas
    dispararon los hombres de guante blanco.
    Disparó también el helicóptero.

    Se veían las rayas grises.

    Como pinzas
    se desplegaron los soldados.
    Se inició el pánico.

    La multitud corrió hacia las salidas
    y encontró bayonetas.
    En realidad no había salidas:
    la plaza entera se volvió una trampa.

    - Aquí, aquí Batallón Olimpia.
    Aquí, aquí Batallón Olimpia.

    Las descargas se hicieron aún más intensas.
    Sesenta y dos minutos duró el fuego.

    - ¿Quién, quién ordenó todo esto?

    Los tanques arrojaron sus proyectiles.
    Comenzó a arder el edificio Chihuahua.

    Los cristales volaron hechos añicos.
    De las ruinas saltaban piedras.

    Los gritos, los aullidos, las plegarias
    bajo el continuo estruendo de las armas.

    Con los dedos pegados a los gatillos
    le disparan a todo lo que se mueva.
    Y muchas balas dan en el blanco.

    - Quédate quieto, quédate quieto:
    si nos movemos nos disparan.

    - ¿Por qué no me contestas?
    ¿Estás muerto?

    - Voy a morir, voy a morir.
    Me duele.
    Me está saliendo mucha sangre.
    Aquel también se está desangrando.

    - ¿Quén, quién ordenó todo esto?

    - Aquí, aquí Batallón Olimpia.

    - Hay muchos muertos.
    Hay muchos muertos.

    - Asesinos, cobardes, asesinos.

    - Son cuerpos, señor, son cuerpos.

    Los iban amontonando bajo la lluvia.
    Los muertos bocarriba junto a la iglesia.
    Les dispararon por la espalda.

    Las mujeres cosidas por las balas,
    niños con la cabeza destrozada,
    transeúntes acribillados.

    Muchachas y muchachos por todas partes.
    Los zapatos llenos de sangre.
    Los zapatos sin nadie llenos de sangre.
    Y todo Tlatelolco respira sangre.

    - Vi en la pared la sangre.

    - Aquí, aquí Batallón Olimpia.

    - ¿Quién, quién ordeno todos esto?

    - Nuestros hijos están arriba.
    Nuestros hijos, queremos verlos.

    - Hemos visto cómo asesinan.
    Miren la sangre.
    Vean nuestra sangre.

    En la escalera del edificio Chihuahua
    sollozaban dos niños
    junto al cadáver de su madre.

    - Un daño irreparable e incalculable.

    Una mancha de sangre en la pared,
    una mancha de sangre escurría sangre.

    Lejos de Tlatelolco todo era
    de una tranquilidad horrible, insultante.

    - ¿Qué va a pasar ahora,
    qué va a pasar?



    ALTA TRAICIÓN

    No amo mi patria.
    Su fulgor abstracto
    es inasible.
    Pero (aunque suene mal)
    daría la vida
    por diez lugares suyos,
    cierta gente,
    puertos, bosques de pinos, fortalezas,
    una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
    varias figuras de su historia,
    montañas
    -y tres o cuatro ríos.



    CRÓNICA DE INDIAS

    ... porque como los hombres no
    somos todos muy buenos...
    BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

    Después de mucho navegar
    por el  oscuro océano amenazante
    encontramos
    tierras bullentes en metales, ciudades
    que la imaginación nunca ha descrito,
    riquezas,
    hombres sin arcabuces ni caballos.
    Con objeto de propagar la fe
    y arrancarlos de su inhumana vida salvaje,
    arrasamos los templos, dimos muerte
    a cuanto natural se nos opuso.
    Para evitarles tentaciones
    confiscamos su oro.
    Para hacerlos humildes
    los marcamos a fuego y aherrojamos.
    Dios bendiga esta empresa
    hecha en Su Nombre.



    DISERTACIÓN SOBRE LA CONSONANCIA

    Aunque a veces parezca por la sonoridad del castellano
    que todavía los versos andan de acuerdo con la métrica;
    aunque parta de ella y la atesore y la saquee,
    lo mejor que se ha escrito en el medio siglo último
    poco tiene en común con La Poesía, llamada así
    por académicos y preceptistas de otro tiempo.
    Entonces debe plantearse a la asamblea una redefinición
    que amplíe los límites (si aún existen límites),
    algún vocablo menos frecuentado por el invencible desafío de los clásicos.
    Un nombre, cualquier término (se aceptan sugerencias)
    que evite las sorpresas y cóleras de quienes
    -tan razonablemente- leen un poema y dicen:
    "Esto ya no es poesía".



    MEJOR QUE EL VINO

    Porque mejor que el vino son tus amores
    SALOMÓN

    Quinto y Vatinio dicen que mis versos son fríos.

    Quinto divulga en estrofas yámbicas
    los encantos de Flavia.
    Vatinio canta
    conyugales y grises placeres.

    Pero, yo Claudia,
    no he arrastrado tu nombre por las calles y plazas de Roma.
    Y reservo mis ansias
    a las horas que paso contigo.



    MOSQUITOS

    Nacen en las pantanos del insomnio.
    Son negrura afilada que aletea.
    Diminutos vampiros, sublibélulas,
    pegasitos de pica del demonio.



    (SABOR DE ÉPOCA)

    Todo poema es un ser vivo:
    envejece.




    Nueve poemas de José Emilio Pacheco, de su obra Irás y no volverás, 1973:


    CONTRAELEGÍA

    Mi único tema es lo que ya no está.
    Sólo parezco hablar de lo perdido.
    Mi punzante estribillo es nunca más.
    Y sin embargo amo este cambio perpetuo,
    este variar segundo tras segundo,
    porque sin él lo que llamamos vida
    sería de piedra.



    MAR ETERNO

    Digamos que no tiene comienzo el mar:
    empieza en donde lo hallas por vez primera
    y te sale al encuentro por todas partes.



    VIDAS DE LOS POETAS

    En la poesía no hay final feliz.
    Los poetas acaban
    viviendo su locura.
    Y son descuartizados como reses
    (sucedió con Darío).
    O bien los apedrean y terminan
    arrojándose al mar o con cristales
    de cianuro en la boca.
    O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.
    O lo que es peor: poetas oficiales,
    amargos pobladores de un sarcófago
    llamado Obras completas.



    A QUIEN PUEDA INTERESAR

    Que otros hagan aún el gran poema,
    los libros unitarios, las rotundas
    obras que sean espejo de armonía.
    A mí sólo me importa el testimonio
    del momento inasible, las palabras
    que dicta en su fluir el tiempo en vuelo
    La poesía anelada es como un diario
    en donde no hay proyecto ni medida.



    OFICIO DE POETA

    Ara en el mar.
    Escribe sobre el agua.



    CAVERNA

    Es verdad que los muertos tampoco duran.
    Ni siquiera la muerte permanece.
    Todo vuelve a ser polvo.

    Pero la cueva preservó su entierro.
    Aquí están alineados,
    cada uno con su ofrenda,
    los huesos dueños de una historia secreta.

    Aquí sabemos a qué sabe la muerte.
    Aquí sabemos lo que sabe la muerte.
    La piedra le dio vida a esta muerte.
    La piedra se hizo lava de muerte.

    Todo está muerto.
    En esta cueva ni siquiera vive la muerte.



    EL PADRE LAS CASAS LEE A ISAÍAS, XIII

    Estruendo de multitud en los montes,
    como de mucho pueblo.
    Y traen los instrumentos de su furor
    para borrar del suelo a los opresores.
    Y los castigarán por su iniquidad
    y harán que cese la arrogancia de los soberbios.
    Y ya nadie se ocupará de la plata
    ni  seguirá codiciando el oro.




    LA FLECHA

    No importa que la flecha no alcance el blanco.
    Mejor así.
    No capturar ninguna presa,
    no hacerle daño a nadie,
    pues lo importante
    es el vuelo, la trayectoria, el impulso,
    el tramo de aire recorrido en su ascenso,
    la oscuridad que desaloja al clavarse,
    vibrante,
    en la extensión de la nada.



    PIEDRA

    Lo que dice la piedra
    la noche a veces logra descifrarlo.
    Nos mira con su cuerpo todo de ojos
    Con su inmovilidad nos desafía.
    Sabe mejor que nadie ser permanencia

    Ella es el mundo que otros desgarraron.





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    José Emilio Pacheco (1939-2014) Empty Re: José Emilio Pacheco (1939-2014)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 09 Sep 2022, 03:08

    .


    Once poemas de José Emilio Pcheco, de su obra Desde entonces, 1979:


    EN RESUMIDAS CUENTAS

    ¿En dónde está lo que pasó
    y qué se hizo de tanta gente?

    A medida que avanza el tiempo
    vamos haciendo más desconocidos.

    De los amores no quedó
    ni una señal en la arboleda.

    Y los amigos siempre se van.
    Son viajeros en los andenes.

    Aunque uno existe para los demás
    (sin ellos es inexistente),

    tan sólo cuenta con la soledad
    para contarle todo y sacar cuentas.



    EXTRANJEROS

    Si te molestan por tu acento o atuendo,
    por sus términos raros para nombrar
    lo que tú llamas con distintas palabras,
    emprende un viaje,
    no a otro país (ni siquiera hace falta):
    a la ciudad más próxima.

    Verás cómo tú también eres extranjero.



    "LOS DEMASIADOS LIBROS"

    A cambio de las horas qaue no regresan
    se aumulan los libros,
    cajas de sueños, esperanzas, cóleras
    que (es muy probable)
    no leeremos nunca.

    Por todas partes libros en desorden,
    objetos de ansiedad, muro reproche
    de no haberlos abierto.

    Miedo a morirse
    sin hojearlos siquiera.

    Con qué cinismo,
    con cuánta desvergUenza o qué locura,
    después de todo estos no s ponemos
    a escribir otro libro.



    RETRATO DE FAMILIA

    ¿Quiénes son los extraños que nos contemplan
    desde el fondo gris del retrato?
    Dieciseis años son un enorme trozo de siglo:
    generaciones,vidas, historias.
    Broma pesada de cualquier moda:
    cómo ridiculiza al viejo presente,
    nos obliga a reírnos de nuestro aspecto.
    Qué jóvenes, qué niños parecen todos.
    Cómo han cambiado nuestros muertos.
    Ya llevaban su muerte a cuestas
    pero nadie vio la guadaña.
    El vendaval arrasó con todo.
    Todos envejecimos menos la abuela
    -más hermosa que nunca a sus ochenta años.



    NOMBRES

    El planeta debió llamarse Mar:
    es más agua que Tierra.



    ANTIGUOS COMPAÑEROS SE REÚNEN

    Ya somos todo aquello
    contra lo que luchamos a los veinte años.



    CERDO ANTE DIOS

    Tengo siete años. En la granja observo
    por la ventana a un hombre que se persigna
    y procede a matar un cerdo.
    No quiero ver el espectáculo.
    Casi humanos, escucho
    alaridos premonitorios.
    (Casi humano es, dicen los zoólogos,
    el interior del cerdo inteligente,
    aún más que perros y caballos.)
    Criaturitas de Dios los llama mi abuela.
    Hermano cerdo, hubiera dicho San Francisco.
    Y ahora es el tajo y el gotear de la sangre
    y soy un niño pero ya me pregunto:
    ¿Dios creó a los cerdos para ser devorados?
    ¿A quién responde: a la plegaria del cerdo
    o al que se persignó para degollarlo?
    Si Dios existe ¿por qué sufre este cerdo?
    Bulle la carne en el aceite.
    Dentro de poco
    tragaré como un cerdo.

    Pero no voy a persignarme en la mesa.



    FIN DE SIGLO

    La sangre derramada clama venganza.
    Y la venganza no puede engendrar
    sino más sangre derramada. ¿Quién soy:
    el guarda de mi hermano o aquel a quien adiestraron
    para aceptar la muerte de los demás,
    no la propia muerte?
    ¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
    a otros por lo que son o piensan?
    Pero ¿cómo dejar impunes
    la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
    No quiero nada para mí, sólo anhelo
    lo posible imposible: un mundo sin víctimas.



    DESDE ENTONCES

    Hubo una edad (siglos atrás, nadie lo recuerda)
    en que estuvimos juntos meses enteros,
    desde el amanecer hasta la medianoche.
    Hablamos todo lo que había que hablar.
    Hicimos todo lo que había que hacer.
    Nos llenamos
    de plenitudes y fracasos.
    En poco tiempo
    incineramos los contados días.
    Se hizo imposible
    sobrevivir a lo que unidos fuimos.
    Y desde entonces la eternidad
    me dio un gastado vocabulario muy breve:
    "ausencia", "olvido", "desamor", "lejanía".
    Y nunca más, nunca más, nunca, nunca.



    CARNADA

    Pasamos la vida llevando a cuestas un desconocido: nuestro cuerpo. Tomamos la parte por el todo y de él solo conocemos la superficie, el revestimiento.
    ....El verdadero cuerpo está por dentro, invisible. No adquirimos conciencia de su estar hasta que la enfermedad nos obliga a percibirlo. Antes nadie se imagina el corazón, el cerebro, los pulmones, el páncreas... secretas maquinarias que lo sostienen en vida y de cuyo arbitrio depende tanto como del azar exterior. Toda esa ordenación sin reposo será al final carne de la nada, carnada de la muerte.



    EL ÁRBOL

    El árbol que en su ostentosa perfección empleó quinientos años para acortar en veinte metros la distancia entre el cielo y la tierra quiere alabanzas. Nos ha dado tanto: oxígeno, frutos, sombra, belleza. Al sentir que nos acercamos piensa que hemos venido a elogiar el grosor de su tronco, la textura de sus nudosidades, el virtuosismo estilístico de sus ramas que se extienden en todas direcciones, sin aparente simetría pero con sabio orden interno. Quiere alabanzas. Las merece. ¿Cómo desengañarlo o pedirle perdón antes de abatirlo con nuestra sierra eléctrica?




    Dos poemas de José Emilio Pacheco, de su obra Los trabajos del mar, 1983:


    EL PULPO

    Oscuro dios de las profundidades,
    helecho, hongo, jacinto,
    entre rocas que nadie ha visto,
    allí, en el abismo,
    donde al amanecer, contra la lumbre del sol,
    baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe
    con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

    Qué belleza nocturna su esplendor si navega
    en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,
    para él cristalina y dulce.
    Pero en la playa que infestó la basura plástica
    esa joya carnal del viscoso vértigo
    parece un monstruo; y están matando
    / a garrotazos / al indefenso encallado.

    Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte
    por la segunda asfixia que constituye su herida.
    De sus labios no mana sangre: brota la noche
    y enluta el mar y desvanece la tierra,
    muy lentamente, mientras el pulpo se muere.



    STRADA DELL'ABBONDANZA

    A fuerza de explotar a los esclavos
    y robarse dinero público,
    hubo auge en los negocios. Así los ricos
    se volviedron más ricos, mientras los pobres
    redoblaban su hambre y su miseria. La ciudad
    desbordó sus antiguos límites, perdió sus rasgos
    originales, fue reconstruida
    según los lineamientos del imperio. También el habla
    se corrompió con los hablantes. Y el lujo
    entró como la hiedra en muchas partes.
    Combatieron el tedio con la droga.
    Nos legaron imágenes de sus actos sexuales,
    como extraño presentimiento
    de su fragilidad. Y entre robos
    y asesinatos dondequiera, el terror
    extendió su dominio. Miedo en la alcoba
    y pánico en la calle. Furia y pena.
    Sobre todo odio
    proliferante. Porque el bien camina
    pero el mal corre (y no se sacia nunca).
    Todo esto sucedió en Pompeya, la víspera
    del estallido del Vesubio.




    Un poema de José Emilio Pacheco, de su obra Miro la tierra, 1987:


    "YO" CON MAYÚSCULA

    En inglés "yo" es decir "I",
    se escribe siempre con mayúscula.
    En español la lleva pero invisible.

    "Yo" por delante
    y las demás personas del verbo
    disminuidas siempre.

    Por eso qué presunción decirle al mundo:
    "Yo soy poeta".
    Falso: "yo" no soy nada.
    Soy el que canta el cuento de la tribu
    y como "yo" hay muchísimos.

    Ocupamos el puesto en el mercado
    que dejó el saltimbanqui muerto.
    Y pronto nos iremos y otros vendrán
    con su "yo" por delante.



    Un poema de José Emilio Pacheco, de su obra Ciudad de la miseria, 1990:

    ADIÓS A LAS ARMAS

    Una tarde llegaron de una ciudad del norte,
    o acaso era del centro.
    No puedo precisarlo
    entre tantas mentiras de los años, la ficción
    que llamamos memoria y es olvido que inventa.

    María Elvira, Ana, Amalia; nombres del tiempo,
    hermanas casi idénticas,
    las tres bellísimas,
    las tres el sueño
    erótico y romántico de quienes
    no éramos siquiera adolescentes.

    Altivas por hermosas, quizás tímidas
    por ser recién llegadas, no nos miraron.
    Luchamos por llamarles la atención:
    acrobacias en bicicleta, escalamientos y equilibrios
    en barandales y cornisas,
    juegos de mano, juegos de pelota, peleas de box:
    todo inútil.

    Perdida la esperanza, Marco Vargas
    obtuvo no sé cómo su amistad.
    Y una noche la madre de las hermanas Armas
    nos invitó a su casa.
    Sandwichs de paté, Sidral Mundet,
    dos horas conversando en plena sala.

    Marco y yo
    salimos como nunca enamorados de Ana,
    María Elvira y Amalia.

    Pero al día siguiente
    las tres volvieron al lugar de origen:
    su padre mató a alguien
    o fue ascendido a un gran puesto.

    Nunca más volvimos a verlas.
    Aquella última noche fue el adiós a las Armas.




    Diez poemas de José Emilio Pacheco, de su obra El silencio de la luna, 1996:


    PREHISTORIA

    1

    En las paredes de esta cueva
    pinto el venado
    para adueñarme de su carne,
    para ser él,
    para que su fuerza y su ligereza sean mías
    y me vuelva el primero
    entre los cazadores de la tribu.

    En este santuario
    divinizo las fuerzas que no comprendo.
    Invento a Dios,
    a semejanza del Gran Padre que anhelo ser
    con poder absoluto sobre la tribu.

    En este ladrillo
    trazo las letras iniciales,
    el alfabeto con que me apropio del mundo al simbolizarlo.
    La T es la torre y desde allí gobierno y vigilo.
    La M es el mar desconocido y temible.

    Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano,
    habrá un solo Dios: el mío.
    Y no tolerará otras deidades.
    Una sola verdad: la mía.
    Y quien se oponga a ella recibirá su castigo.

    Habrá jerarquías, memoria, ley:
    mi ley: la ley del más fuerte
    para que dure siempre mi poder sobre el mundo.

    2

    Al contemplar por vez primera la noche
    me pregunté: ¿será eterna?
    Quise indagar la razón del sol, la inconstante
    movilidad de la luna,
    la misteriosa armada de estrellas
    que navegan sin desplomarse.

    Enseguida pensé que Dios es dos:
    la luna y el sol, la tierra y el mar, el aire y el fuego.
    O es dos en uno:
    la lluvia / la planta, el relámpago / el trueno.

    ¿De dónde viene la lumbre del cielo?
    ¿La produce el estruendo? ¿O es la llama
    la que resuena al desgarrar el espacio?
    (como la grieta al muro antes de caer
    por los espasmos del planeta siempre en trance de hacerse).

    ¿Dios es el bien porque regala la lluvia?
    ¿Dios es el mal por ser la piedra que mata?
    ¿Dios es el agua que cuando falta aniquila
    y cuando crece nos arrastra y ahoga?

    A la parte de mí que me da miedo
    la llamaré Demonio.
    ¿O es el doble de Dios, su inmensa sombra?

    Porque sin el dolor y sin el mal
    no  existirían el bien ni el placer,
    del mismo modo que para la luz
    son necesarias las tinieblas.

    3

    Ustedes, los que escudriñen nuestra basura
    y desentierren puntas
    de pedernal, collares de barro
    o lajas afiladas para crear muerte;
    figuras de mujeres en que intentamos
    celebrar el misterio del placer
    y la fertilidad que nos permite seguir aquí contra todo
    -enigma absoluto
    para nuestro cerebro si apenas está urdiendo el lenguaje-,
    lo llamarán mamut.
    pero nosotros en cambio
    jamás decimos su nombre:
    tan venerado es por la horda que somos.

    El lobo nos enseñó a cazar en manada.
    Nos dividimos el trabajo, aprendimos:
    la carne se come, la sangre fresca se bebe,
    como fermento de uva.
    Con su piel nos cubrimos.
    Sus filosos colmillos se hacen lanzas
    para triunfar en la guerra.
    Con los huesos forjamos
    insignias que señalan nuestro alto rango.

    Así pues hemos vencido al coloso.
    Escuchen cómo suena nuestro grito de triunfo.

    Qué lástima.
    Ya se acabaron los gigantes.
    Nunca habrá otro mamut sobre la tierra.

    4

    Mujer no eres como yo
    pero me haces falta.

    Sin ti sería una cabeza sin tronco
    o un tronco sin cabeza. No un árbol
    sino una piedra rodante.

    Y como representas la mitad que no tengo
    y te envidio el poder de construir la vida en tu cuerpo,
    diré: nació de mí, fue un desprendimiento:
    debe quedar atada por un cordón umbilical invisible.

    Tu fuerza me da miedo.
    Debo someterte
    como a las fieras tan temidas de ayer.
    Hoy, gracias a mi crueladad y a mi astucia,
    labran los campos, me transportan, me cuidan,
    me dan su leche y hasta su piel y su carne.

    Si no aceptas el yugo,
    si queda aún como recoldo una chispa
    de aquellos tiempos en que eras reina de todo,
    voy a situarte entre los demonios que he creado
    para definir como El Mal cuanto se interponga
    en mi camino hacia el poder absoluto.

    Eva o Lilit:
    escoge pues entre la tarde y la noche.

    Eva es la tarde y el cuidado del fuego.
    Reposo en ella, multiplica mi especie
    y la defiende contra la gran tormenta del mundo.

    Lilit, en cambio, es el nocturno placer,
    el mán, el abismo, la hoguera en que ardo.
    Y por tanto la culpo de mi deseo.
    Le doy la piedra, la ignominia, el cadalso.

    Eva o Lilit: no lamentes mi triunfo.
    Al vencerte me he derrotado.



    EL REY DAVID

    El rey David era ya viejo y estaba lastimado por los
    años, Lo cubrían con mantas y no entraba en calor.
    Entonces dijeron sus siervos: "Traigan a mi señor el
    rey una muchacha virgen que lo atienda y lo abrigue
    y duerma a su lado y le de calor". Tras buscar por
    todo Israel a la más hermosa, hallaron a Abisag, la
    Sunamita. Abisag fue llevada ante David. Y la joven
    era muy bella y le daba al rey el calor de su juventud.
    Pero David ya no fue capaz de entrar en su cuerpo.
    Libro primero de los Reyes I, 1-4

    Estas piernas no logran ya sostenerme,
    tan frágiles,
    tan quebradizos se volvieron mis huesos.

    Esta mano ya es incapaz de ser puño.
    Nunca jamás volverá a alzar la espada
    ni a disparar la honda contra el gigante.

    Mi boca ya no muerde.
    La abandonaron los dientes.
    Todo mi cuerpo es descenso,
    huída, caída
    hacia la tumba que me está acechando.

    Soy el pellejo colgado
    de un animal
    que cazaron hace mil años.

    En cambio qué tersura
    la de tu piel, Abisag.
    Qué esbeltez de tu talle
    y qué firmeza tus senos.

    Todo mi ser es como campo en invierno.
    Tu juventud no me basta
    para incendiar este frío.

    Cómo es posible, mi niña,
    que no te diga nada la palabra Goliat
    y no sepas de mis hazañas.

    Desde antes que nacieras fui el viejo rey,
    no el adolescente
    elegido por Dios para salvar a su pueblo.

    ¿Puedes creer que era como tú
    y llegó a odiarme Saúl
    porque mi joven gloria amenazaba su reino?

    De mi triunfo en la guerra quedó la hierba
    que alimentan los muertos de la batalla.
    Se han olvidado mis salmos
    y mi salterio está cubierto de polvo.

    Es mejor que te vayas, Abisag.
    Déjame a solas con la muerte.



    UN REO BENDICE A TORQUEMADA

    Quien me da de beber asfixia
    quiere salvarme.
    El que enciende los leños de la hoguera
    lo hace por mi alma eterna.
    Los que calman mi hambre con la cicuta
    son agentes del bien.

    Gracias, hermanos.
    Diós premiará la suma de bondades.



    EL GRAN INQUISIDOR

    Señor, guarde silencio o le cerramos la boca
    de un latigazo.
    Se la inutilizaremos bajo el hierro candente.
    Con las tenazas de la Ley retorceremos su lengua.

    No nos haga llegar a los extremos.
    Guarde silencio. Cállese. No hable.
    Al juez no se le juzga.
    El imparte Justicia, decide todo.
    Es la Mente que piensa por nosotros.

    En cambio usted no es nadie, no sabe nada.
    Se llama simplemente el acusado.
    Qué soberbia aspirar a defenderse.

    ¿Supone que en el valle de Josafat
    se atrevería a increpar a Dios Padre
    por la forma tan justa en que creó este mundo?

    ¿Se da usted cuenta? Es el culpable de un crimen.
    No sabrá cuál, no sabrá cuál,
    morirá sin saberlo.
    Debe pagar por ello. Y de qué manera.

    No, no: no abra la boca. No interrumpa.
    Respete al Juez y su Alta Investidura.
    Es la Ley y está aquí para juzgarlo.
    Corre peligro de volverse reo
    de Lesa Majestad. Acepte y calle.

    ¿Desea, señor, que pierda la  paciencia?
    No me obligue a salir de mis cabales.
    Añadiré a su cuenta de pecados
    el delito nefando de blasfemia.

    No me venga con cuentos de derechos humanos.
    Usted ya no es humano: es el enemigo.
    Vea en esta faramalla solo un pretexto formal
    que disimula y cubre el expediente.

    Dentro de unos instantes ofrendaremos su cuerpo
    en el altar del Bien, la Bondad y el Orden Fraterno.



    ARMISTICIO

    Durante mucho tiempo combatimos sin vernos las caras. Ellos eran los otros, los enemigos. Los veíamos caer o volar en pedazos. Sus proyectiles nos daban muerte o nos mutilaban. Nuestras relaciones solo tenían tres nombres: miedo, odio, desprecio.

    Hoy se ha firmado la paz. Arrojamos las armas, avanzamos por lo que fue la tierra de nadie. Vemos las líineas de trincheras, los escombros, las fortificacione, los despojos. Los otros salen a nuestro encuentro con la mano extendida para mostrar que no ocultan armas.

    Alegría, asombro, reconocimiento. El enemigo no es un monstruo. Posee como nosotros una cara, un nombre, una historia que no existió antes ni se repetirá. Tiene padres, mujer, hijos, amigos, un pasado, un porvenir, un dolor, una vergüenza y cuando menos un recuerdo de dicha.

    Trágico error la guerra. Somos hermanos. Con ser tan distintos nos parecemos tánto. Brindamos con aguardientes miserables. Intercambiamos raciones agusanadas. La fraternidad les da sabor de ambrosía. Nunca más, nunca más nos volveremos a entrematarnos.

    De vuelta a casa, quienes nos esperaron y nos enviaban al frente regalos y cartas alentadoras, se nos muestran hostiles. Sentimos que nos reprochan haber sobrevivido y nos preferirían muertos y heroicos.

    Todo nos separa. Ya no tenemos de qué hablar. Donde hubo afecto hay resentimiento, rabia donde existió la gratitud. Los mismos a quienes creímos conocer de toda la vida se han vuelto extraños. Qué desprecio en sus ojos y cuánto odio en sus caras. Los nuestros son los otros ahora. Cambia de nombre el enemigo. El campo de batalla se traslada.



    OBEDIENCIA DEBIDA

    Dispare, me dijeron. Obedecí.
    Siempre he sido obediente. Por obediencia
    conquisté un alto rango.

    Es una inmensa dicha hacer fuego.
    Desde luego lo siento por los caídos.

    No soy un hombre bueno ni un hombre malo.
    Me limito a cumplir las órdenes.
    Pienso que es por el bien de todos.



    LA DIOSA BLANCA

    Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en su ausencia,
    la nieve vino a despedirme.
    Pintó de Brueghel los árboles.
    Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

    Imposible dar gusto a todos.
    La nieve que para mí es la diosa, la novia,
    Astarté, Diana, la eterna muchacha,
    para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
    Estorba sus labores y sus ganancias.
    La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
    La relacionan con el sudario y la muerte.

    A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
    que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
    Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
    Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.



    CHAPULTEPEC: LA CALZADA DE LOS POETAS

    En el Bosque de Chapultepec y cerca del lago
    hay una calzada en que se levantan monuentos
    de bronce a los poetas mexicanos.
    Guía de la ciudad de México

    Acaso más durable que sus versos el bronce
    y nadie alza los ojos para mirarlos.
    Aquí en el bosque sagrado,
    cerca del lago y la fuente,
    en medio de los árboles que se mueren de sed,
    por fin se encuentran en paz.

    La hojarasca de otoño les devuelve en la tarde
    palabras que dejaron sin saber para quién ni cuándo.

    Y perduran en bronce porque escribieron.
    (No para estar en bronce escribieron.)

    Extraña sensación esta vida inmóvil
    que solo se reanima cuando alguien los lee.

    ¿Qué leemos
    cuando leemos?
    ¿Qué invocamos
    al decirnos por dentro lo que está escrito por ellos
    en otro tiempo, incapaz
    de imaginar el mundo como es ahora?

    Algo muy diferente sin duda alguna.
    Se gastan las palabras, cambia el sentido.

    Aquí bajo el sol, la lluvia, el polvo, el esmog, la noche
    yacen los prisioneros de las palabras.



    ENEMIGOS

    Molestia de encontrarnos en todas partes
    porque desde hace tiempo no nos hablamos.

    No falta quien admire nuestro control.
    Primero la palabra se retira,
    después se vuelve transparente el cuerpo
    y al final invisible.

    Somos espectros uno para el otro,
    espejos incapaces de copiar al vampiro
    que llevamos por dentro
    y vive de la furia y los rencores.

    Se ha roto el hilo
    de palabras que ata a los seres.
    Bajo cuerda refluyen
    tantas cosas habladas en otro mundo,
    antes de ser fantasmas de aquella Atlántida
    que se hundió en la discordia de otras tormentas.



    SOLEDAD DE LA CAMPANA

    .....Soledad de la campana.
    Le dice adiós al tañido.
    .....Úlltimo son de su bronce,
    saeta,
    .....rumor ardiente.
    Vaga en busca de su eco
    .....-pero nadie le contesta.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 10 Sep 2022, 04:19, editado 1 vez


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    José Emilio Pacheco (1939-2014) Empty Re: José Emilio Pacheco (1939-2014)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 09 Sep 2022, 11:11

    Diez poemas de José Emilio Pacheco, de su obra La arena errante, 1999:


    LAS FLORES DEL MAR

    Danza sobre las olas, vuelo flotante,
    ductilidad, perfección, acorde absoluto
    con el ritmo de la marea,
    la insondable música
    que nace allá en el fondo
    y es retenida
    en el santuario de las caracolas.

    La medusa no oculta nada,
    más bien despliega
    su dicha de estar viva por un instante.
    Parece la disponible, la acogedora
    que sólo busca la fecundación,
    no el placer ni el famoso amor,
    para sentir: "­Ya cumplí.
    Ya ha pasado todo.
    Puedo morir tranquila en la arena
    donde me arrojarán las olas que no perdonan".

    Medusa, flor del mar. La comparan
    con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.
    Medusa blanca como la Xtabay de los mayas
    y la Desconocida que sale al paso y acecha,
    desde el Eclesiastés, al pobre deseo.

    Flores del mar y el mal las medusas.
    Cuando eres niño te advierten:
    "Limítate a contemplarlas.
    No las toques. Las espectrales
    te dejarán su quemadura,
    la marca a fuego que estigmatiza
    a quien codicia lo prohibido".

    Y uno responde en silencio:
    "Pretendo asir la marea,
    acariciar lo imposible".

    Pero las medusas
    no son de nadie celestial o terrestre.
    Son de la mar que nunca será ni mujer ni prójimo.

    Son peces de la nada, plantas del viento,
    gasas de espuma ponzoñosa
    (sífilis, sida).

    En Veracruz las llaman aguas malas.



    MEMORIA

    No tomes muy en serio
    lo que te dice la memoria.

    A lo mejor no hubo esa tarde.
    Quizá todo fue autoengaño.
    La gran pasión
    sólo existió en tu deseo.

    Quién te dice que no te está contando ficciones
    para alargar la prórroga del fin
    y sugerir que todo esto
    tuvo al menos algún sentido.



    EPITAFIO

    La vida se me fue en abrir los ojos.
    Morí antes de darme cuenta.



    HABLA

    Antes que el habla humana se escucharon
    el sonido del viento, el fragor
    del incendio, el grito
    del ave errante.
    Cuando ya no estemos
    descenderá para borrar nuestras huellas.



    PAISAJE

    Aquí riman las ramas.
    Su verdor es su música.
    El arte de la sombra lo pone el sol al filtrarse.
    El viento es la pintura de lo que ya no será.
    Todo está vivo en el museo de un segundo.
    La tierra no volverá nunca a ser
    la plenitu que fue en este instante.



    LA TEMPESTAD

    No me dejó dormir la tempestad. Temí que el viento fuera a acabar con el mundo. Al día siguiente pregunté a mis vecinos de edificio. Nadie escuchó el menor estruendo. Por la tarde hallé el origen de mis temores: había dejado abierto un sector mínimo de la ventana corrediza. Solo existió para mí la tormenta inventada por el vidrio, el metal y la colaboración fantasmagórica del viento.



    EL FUTURO PRETÉRITO
    (Nuevos poetas, 1925)

    En la ciudad hay temor. Estallan las bombas.
    Dejan por todas partes un reguero de muerte
    y de mutilaciones.
    En cada esquina se produce un asalto.
    Grupos innominados
    asesinan a alguien por lo que hizo o no hizo.
    Arde una guerra que no encuentra nombre.
    Unos contra otros, todos contra todos.
    reina el dinero que no vale nada.

    Sin embargo la vida continúa.
    Se habla mal de la gente,
    se hacen reuniones
    y se forman parejas.
    Se maquina un futuro
    que no será como lo imaginamos.

    El extranjero sale del hotel.
    Va por la calle entre los asaltantes,
    los mendigos ubicuos,
    los cambistas de dólares.
    Llega a una librería de otro tiempo, otro mundo.
    Aquí es donde terminan los orgullos.
    Cementerio de libros,
    posteridad promiscua en que conviven
    La guía del buen cristiano y La función del orgasmo.

    Entre tanta hoja muerta que amarillea quebradiza
    surge un libro con manchas sepulcrales
    -pero que nadie ha abierto.
    Estremece pensarlo: nadie ha abierto
    Nuevos poetas
    y han pasado casi ochenta años.
    Esos Nuevos poetas
    deben de estar ya hace tiempo muertos.

    Bajo hontanares de polvo
    cordilleras de tomos que ya nadie
    volverá a leer nunca,
    papel marchito por el mismo tiempo
    que antes de cancelarlo
    lo hizo semilla, árbol, madera, pulpa,
    hoja en blanco
    y novedad que un día olió a tinta fresca,
    lo esperaba una ruina intacta.

    ¿En dónde habrá aguardado tantos años el libro
    al impensable que vendría a su encuentro
    cuando él mismo
    se halla mucho más cerca de todo esto
    que del milenio ajeno amenazante?

    Compra Nuevos poetas
    y regresa al hotel y abre sus páginas.
    Lee la polémica
    que estremeció las letras nacionales
    a mitad de los años veinte.
    No se la explica:
    a la vuelta de casi un siglo
    todos escriben de manera idéntica.

    Lo que más le conmueve
    es que los polemistas se confien
    a un porvenir que hoy ya se hundió en el pasado.
    Se ha convertido en tiempo inconjugable:
    el futuro pretérito.

    De los Nuevos poetas de este libro
    no quedó un solo nombre, un solo verso.

    El extranjero ve su porvenir
    bajo esta cripta hecho polvo.



    INDESEABLE

    No me deja pasar el guardia.
    He traspasado el límite de edad.
    Provengo de un país que ya no existe.
    Mis papeles no están en orden.
    Me falta un sello.
    Necesito otra firma.
    No hablo el idioma.
    No tengo cuenta en el banco.
    Reprobé en el examen de admisión.
    Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
    Me desemplearon hoy y para siempre.
    Carezco por completo de influencias.
    Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
    Y nuestros amos dicen que ya es hora
    de callarme y hundirme en la basura.



    EL LIBRO DE LOS MUERTOS

    En recuerdo de José Luis González


    (Nuestras libretas telefónicas, decía Severo
    Sarduy, poco a poco se transforman en el
    Libro Tibetano de los Muertos)

    Intento la llamada
    pero no hay nadie ya que la conteste.

    El timbre suena a hueco en el vacío.
    Es la nada la única respuesta.
    Las cifras dan acceso al nunca más.
    Otro nombre se borra en la libreta
    o en la agenda electrónica.
    Así acaba la historia.

    Un día que ya figura en el calendario
    alguien también cancelará mi nombre.



    RITOS FUNERARIOS

    Le dice al muerto lo que siempre se dice:
    "Amigo, hermano mío, te adelantaste.
    Nos reuniremos muy pronto.
    Y te juro que no voy a olvidarte".

    Pero él lo observa desde el ataúd.
    Sabe que por muy breve tiempo fueron amigos.
    Poco después se odiaron como se odian,
    desde Caín y Abel, todos los hermanos.

    Sabe que a su pesar lo regocija
    no usurparle el sitio de honor
    en esta ceremonia de la fugacidad compartida.
    Sabe que nunca habrán de verse en el otro mundo
    (no hay otro mundo).

    Y que al salir del entierro
    no volverá a pensar en él hasta que le toque
    ser a su vez objeto de un culto fugaz
    en que siempre se dice lo de siempre.




    Tres poemas de José Emilio Pacheco, de su obra Siglo pasado (desenlace), 2000:


    PÁGINA

    Gracias, mil gracias, todo está muy bien.
    Celebro lo que hacen y lo agradezco.
    Me gusta mi laptop y mi laserprinter.
    Pero soy como soy y no son para mí
    poemas en pantalla ni a muchas voces
    ni con animaciones electrónicas.
    Me quedo (aunque sea el último) con el papel.
    La página no es, como se dice ahora, un soporte:
    es la casa y la carne del poema.
    Allí suce aquel íntimo encuentro
    que hace de otras palabras tu mismo cuerpo
    y te vuelve uno solo con lo que dicen tus letras.



    POESÍA

    Contra la noche oscura
    una pantalla que arde
    y una página en blanco.



    DESPEDIDA

    Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco.
    Pero en manera alguna pido perdón o indulgencia.
    Eso me pasa por intentar lo imposible.




    Algunos poemas de José Emilio Pacheco, de su obra Como la lluvia, 2009:


    TIERRA INCÓGNITA

    Dice dadá, se hace pipí, suelta pupú,
    Teme al guaguá y odia al miau.
    Y sin cesar hay que cambiarle pañales.

    Tomo el babero.
    Le limpio una vez más su boquita.
    Espejo de qué enigma sus pobres ojos.
    Cuánto dolor del mundo en el inocente
    Que por fortuna no se da cuenta de nada...
    O eso creemos, al vernos,
    Igual que él, de repente, un día.
    Nadie está a salvo.

    Y nuestro niño en su camino a la inversa
    Nació en la tumba para llegar a esta cuna.
    Volvió a la semilla.
    Perdió en el viaje su inteligencia implacable
    Y su ferocidad para burlarse de todo y todos.

    Nuestro bebé ultrasenecto
    Navegó el río feroz de la vida a contracorriente.
    Su victoria es ser de nuevo un recién nacido.
    Pero esta vez ha llegado al mundo
    En una tierra incógnita que llamamos Alzheimer.



    LAMENTO DE POL POT EN SU LECHO DE MUERTE

    Intenté hacer el bien, propagar la bondad,
    Sembrar la justicia, hacer la dicha de todos.

    Con tan noble propósito engañé,
    Asesiné, encarcelé, torturé, oprimí.
    Yo que era compasivo y solidario
    Me convertí en uno más de los monstruos.

    Ahora solo puedo pedir perdón.
    Y es en vano: los muertos no resucitan,
    Las heridas nunca se curan.

    Así al buscar la luz y la bondad
    Aumenté con la suma de mis crímenes
    El plural sufrimiento de este mundo.



    PECADO ORIGINAL

    Mientras caía Berlín y Hitler era aplastado
    Y el mundo se aterraba ante los campos de muerte,
    En la iglesia entre sombras la doctrina
    Para hacer la primera comunión
    Y refrendar las aguas bautismales
    Que nos absolverían, aunque no fuera para siempre,
    Del inmenso pecado original: estar vivos.

    En pleno genocidio ellos en vez
    De aleccionarnos contra el odio
    Y prevenirnos contra la crueldad,
    Nos enseñaban el terror al sexo:
    "Basta mirar con lujuria
    A una mujer para que se hunda otro clavo
    en el Divino Cuerpo de Cristo.
    Cómo sufre en la Cruz Nuestro redentor
    Con los actos terribles de sus hijos.
    Pero estos infelices no se imaginan
    Qué tormento hallarán en el infierno".

    Ninguno de nosotros a los seis años
    Sabía qué significaba la palabra lujuria,
    Ni tampoco por qué el haber nacido
    Nos iba a sentenciar al martirio eterno:
    Pailas de aceite hirviendo,
    Cuchillos que al cortar queman,
    La sed, el hambre, la ceguera,
    El sadismo
    De los nazidemonios que castigan
    Nuestra innata debilidad,
    Los inocentes cuerpos ya condenados
    Al sufrimiento, el Mal, la enfermedad, la vejez, la muerte.
    Y después el castigo eterno
    Por la vida que no pedimos.
    Pero antes, en nuestra veloz estación de paso,
    Un segundo en la lumbre del placer
    Sin conciencia de nada.

    Al salir veíamos a las niñas que esperaban su hora
    De entrar en el catecismo,
    Bien segregadas, del todo
    Incomunicables, prohibidas ya desde entonces
    Porque en sus cuerpos,
    Aun ni siquiera en flor todavía,
    Acechaba la tentación y el maligno
    Las iba a utilizar como armas contra nosotros
    En su Blizkrieg invencible.

    De aquella lejanía submarina de abismo,
    Agua del tiempo y mar de la memoria,
    Rescato el triunfo del demonio, la inmensa dicha
    De ver de paso a Tere, a Rosa, a Eugencia, a Susana,
    Las futuras bellezas de los entonces impensables años sesenta,
    Aquel breve imperio
    De la absoluta juventud y el talento.
    Pasó muy pronto. Hoy ya es
    Como si nunca hubiera existido.

    Si viven todavía aquellas niñas de entonces
    Estarán a punto
    De venir otra vez a decirme adión en ausencia
    Pues se acerca mi hora
    De conocer el Auschwitz de las tinieblas.



    DE SOBRA

    Al planeta como es
    No le hago falta.

    Proseguirá sin mí
    Como antes pudo
    Existir en mi ausencia

    No me invitó a llegar
    Y ahora me exige
    Que me vaya en silencio.

    Nada le importa mi insignificancia.
    Salgo sobrando porque todo es suyo.



    EN LA CIUDAD DE LOS PLACERES

    "Soy limpio, noble y bueno.
    Soy puro
    Y me propongo salvarlos.
    No dejaré que vayan a enfangarse
    En la ciudad de los placeres".

    Se creyó su mentira, puso la bomba
    Y voló el tren y convirtió en pedazos sangrantes
    A sus quinientos pasajeros.



    LA MAYORÍA DE EDAD

    La mayoría de edad
    No se alcanza por fecha de nacimiento
    Ni consta en los archivos oficiales.

    Nos graduamos de adultos nada más
    Cuando alguien nos deja.

    En plena juventud llega de pronto
    El sabor de la muerte.



    PAPÁ

    En el Jardin des Plantes,
    A la vista de todos y sin recato,
    Grita ebrio el Poeta Loco al gorila preso:

    "Papá,
    ¿Por qué al pararte en dos patas
    Y oponer el pulgar a los otros dedos
    (Te autonombraste Adán por haber cumplido esta doble hazaña
    Y dijiste estar hecho de arcilla roja
    Animada por el Gran Soplo Divino),
    Lo primero que hiciste fue aparearte
    Con otra simia o primata,
    Desgajar una rama para volverla mazo o lanza o espada,
    Asesinar a tu hermano el mono
    Y a tus otros hermanos los neandertales
    E imponer tu primacía?

    "Papá,
    Con tu acto fundacional
    Nos diste la certeza más perdurable:
    La gente mata, daña, veja, humilla, tortura
    Solo porque el hacerlo le da un placer infinito.

    "Papá,
    Mejor te hubieras quedado allá arriba en tus árboles
    en vez de poner en marcha,
    Con tu triste ambición de hacerte dios,
    Todo este gran desastre que no ha cesado
    Y acabó por hacernos lo que somos".


    JOSÉ EMILIO PACHECO, Tarde o temprano (Poemas 1958-2009), Tusquets, 2010.


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