Lúa Nova, 7
O PRINCIPIO
-¿De onde viña eu cando tí m´atopaches? perguntoulle o meniño a sua nai. Ela, a chorare i-a rire, respondeulle apreixándoo contro do peito:
-Estabas escondido no meu coraçon, coma seu anhelo, amoriño; estabas nas monecas dos xogos da miña infanza; e cando, cada mañán, formaba eu a imaxe do meu Deus con barro, facíate e desfacíate a tí; estabas no altare, c´o Deus do noso fogar, e, ao adorare a él, adorábate a tí; estabas en todal-as miñas esperanzas e en todol-os meus agarimos; viveches na miña vida e na vida da miña nai. Tí fuches creado, século tras século, no seio do espírto inmortal que rexe a nosa casiña. Cando meu coraçon adolescente abría as suas follas, flotabas tí, igoal que un arrecendo ao seu redore; tua tenra suavidade frolecía logo no meu corpo mozo como, d´antes de saire o sol, a luz no Ourente. Primeir amor do ceo, irmán da luz da alba, baixaches ao mundo no río da vida e ò fin acougaches no meu coraçón... ¡Qué misterioso desacougo me abraia ao te ollare a tí, meu fillo, que sendo de todos fixéchete meu, e qué medo a te perdere! ¡Así, ben apreixadiño contra do meu peito! ¡Ay! ¿Qué poder meigo tan añudado o tesouro do mundo a estes meus debles brazos?
(Vicente Risco, A Nosa Terra, nº 142, 15 de xuño de 1921)
¿De dónde venía yo cuando tú me encontraste? -preguntó el niño a su madre.
Ella, riendo y llorando, le respondió apretándolo contra su pecho: “ Tú estabas en mi corazón, como su ansia, amor mío. Estabas con las muñecas de juguete de mi infancia; y cuando cada mañana hacía yo la imajen de mi dios con barro, a ti te hacía y te deshacía. Estabas en el altar con el dios de nuestra casa; al adorarlo a él te adoraba a ti. Estabas en todas mis esperanzas y en todos mis cariños. Tú has vivido en mi vida y en la vida de mi madre. Tú fuiste viviendo, siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rije el hogar nuestro. Cuando yo era una muchacha y mi corazón abría sus hojas, tú flotabas en fragancia a mi alrededor. Tu tierna suavidad floreció antes en mis carnes juveniles, como el color en el oriente antes de salir el sol. Primer amor del cielo, hermano jemelo de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón…”
¡Qué embeleso me sobrecoje al mirarte a ti, hijo, que siendo todo te has hecho mío, y qué miedo de perderte! ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay! ¿qué poder májico ha enredado el tesoro del mundo a mis débiles brazos?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
O PRINCIPIO
-¿De onde viña eu cando tí m´atopaches? perguntoulle o meniño a sua nai. Ela, a chorare i-a rire, respondeulle apreixándoo contro do peito:
-Estabas escondido no meu coraçon, coma seu anhelo, amoriño; estabas nas monecas dos xogos da miña infanza; e cando, cada mañán, formaba eu a imaxe do meu Deus con barro, facíate e desfacíate a tí; estabas no altare, c´o Deus do noso fogar, e, ao adorare a él, adorábate a tí; estabas en todal-as miñas esperanzas e en todol-os meus agarimos; viveches na miña vida e na vida da miña nai. Tí fuches creado, século tras século, no seio do espírto inmortal que rexe a nosa casiña. Cando meu coraçon adolescente abría as suas follas, flotabas tí, igoal que un arrecendo ao seu redore; tua tenra suavidade frolecía logo no meu corpo mozo como, d´antes de saire o sol, a luz no Ourente. Primeir amor do ceo, irmán da luz da alba, baixaches ao mundo no río da vida e ò fin acougaches no meu coraçón... ¡Qué misterioso desacougo me abraia ao te ollare a tí, meu fillo, que sendo de todos fixéchete meu, e qué medo a te perdere! ¡Así, ben apreixadiño contra do meu peito! ¡Ay! ¿Qué poder meigo tan añudado o tesouro do mundo a estes meus debles brazos?
(Vicente Risco, A Nosa Terra, nº 142, 15 de xuño de 1921)
¿De dónde venía yo cuando tú me encontraste? -preguntó el niño a su madre.
Ella, riendo y llorando, le respondió apretándolo contra su pecho: “ Tú estabas en mi corazón, como su ansia, amor mío. Estabas con las muñecas de juguete de mi infancia; y cuando cada mañana hacía yo la imajen de mi dios con barro, a ti te hacía y te deshacía. Estabas en el altar con el dios de nuestra casa; al adorarlo a él te adoraba a ti. Estabas en todas mis esperanzas y en todos mis cariños. Tú has vivido en mi vida y en la vida de mi madre. Tú fuiste viviendo, siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rije el hogar nuestro. Cuando yo era una muchacha y mi corazón abría sus hojas, tú flotabas en fragancia a mi alrededor. Tu tierna suavidad floreció antes en mis carnes juveniles, como el color en el oriente antes de salir el sol. Primer amor del cielo, hermano jemelo de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón…”
¡Qué embeleso me sobrecoje al mirarte a ti, hijo, que siendo todo te has hecho mío, y qué miedo de perderte! ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay! ¿qué poder májico ha enredado el tesoro del mundo a mis débiles brazos?
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Hoy a las 02:54 por Pascual Lopez Sanchez
» POESÍA SOCIAL XIX
Hoy a las 02:16 por Pascual Lopez Sanchez
» LORENZO VARELA (1916 - 1978)
Hoy a las 02:06 por Pascual Lopez Sanchez
» ANTONIO GALA (1930 - 2023)
Hoy a las 01:06 por Pascual Lopez Sanchez
» POESÍA DE REPÚBLICA ÁRABE SAHARAUI
Ayer a las 23:56 por Lluvia Abril
» LA POESIA MÍSTICA DEL SUFISMO. LA CONFERENCIA DE LOS PÁJAROS.
Ayer a las 22:02 por Maria Lua
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Ayer a las 21:59 por Maria Lua
» 2012-03-04 ELLA HABLA
Ayer a las 18:00 por Amalia Lateano
» CÉSAR VALLEJO (1892-1938)
Ayer a las 16:22 por cecilia gargantini
» Metáfora. Poemas sobre cuadros. François Clouet. La carta amorosa (1570)
Ayer a las 15:23 por Edith Elvira Colqui Rojas