Agustín Delgado (n. Rioseco de Tapia; provincia de León, 10 de agosto de 1941 - f. 11 de septiembre de 2012), fue un poeta español. “Entrañable lobo estepario”, como le llamara en un artículo José-Miguel Ullán, su trayectoria se ha caracterizado por la disidencia y la radicalidad, al margen de escuelas. Estudió en las universidades de Comillas, Barcelona y Complutense. Doctor en Filología Románica, residió en Toulouse, París y Bruselas.
Trayectoria
En su juventud fue miembro fundador y responsable de la revista Claraboya (León 1963-68), episodio fundamental en la renovación poética de los años sesenta. Escribió en Málaga sus primeros poemarios El Silencio, Nueve rayas de tiza, Cancionero civil, que fluyen desde un sentimiento nuevo de la realidad, y condensan un mundo poético inconfundible, de una espontánea narratividad, y de vertiente onírica.
Espíritu áspero
En la década de los años setenta residió en ciudades castellanas, como Valladolid y Burgos. Compuso allí Espíritu áspero, destacando la cantata de doce fragmentos con ese mismo nombre que constituye la primera parte del libro. Mirando con pupila expresionista de referentes artísticos centroeuropeos, quiso traducir al verso – en la fonética, la sintaxis y el significado- la aspereza y violencia física, la dureza de la atmósfera espiritual y el ámbito moral mesetarios, tal que metonimia de la España de ese tiempo de última posguerra, y aún más, como metáfora de aguda, insalvable, existencial desolación. Su continuación está en el poemario Discanto, en que el ejercicio de rigor y de indagación de la lengua poética se acentúan, sometiendo al texto a un mayor despojamiento.
Los sansirolés
Desde 1979 a 1991 vivió en Francia y Bélgica. El ciclo de los sansirolés, que arranca de esa época suya de existir foráneo, rompe a explorar, a partir de un grado cero de escritura, un territorio aparte de poetización, y de reflexión metapoética. Los sansirolés son ejercicios al límite, flechas disparándose permanentemente hacia un blanco invisible, o incluso disolviéndose en su vuelo. Escritura de conflagración, en anímica noche oscura, entre el yo poético y el fluir social. En la década de los noventa, viviendo ya en Madrid, este singular registro de los sansirolés se enriqueció con dos poemarios más: Mol y Zas. En ellos se yuxtaponen, en síntesis de sesgo cubista y arrastre de herencia surreal, excursos geográficos, estratos de biografía, cortes abruptos de tiempo y de la memoria, echando mano para ello de la misma creación verbal y radical experimentación lingüística. La intención que le guiaba era hacer estallar por dentro el discurso de la tribu, sea el consuetudinario o el moderno.
Luis Mateo Díez ha escrito sobre esta trayectoria poética: “Me parece que con este Discanto se cumple con creces no ya el reto del itinerario personal sino la muestra de una coherencia que lo ilumina desde su rastro subterráneo, como si la dirección en que el poeta construye su obra, escribe los poemas, fluyese en el sustrato de su necesidad: la voz imprescindible, la palabra precisa, el rumor del tiempo, la claridad de la conciencia, la contradicción de los sentimientos.”
Agustín Delgado fue durante varios años profesor de Literatura Española en los cursos de verano para extranjeros ”Merimée- De Sebastián” de la Universidad de Toulouse, con sede en Burgos. Fue fundador, con otros escritores, de la revista barcelonesa Camp de l´Arpa, y colaborador de la revista madrileña Trece de Nieve. Fue también comentarista de poesía de la revista Leer.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Algunos poemas de Agustín Delgado:
De El silencio (1965):
I
EL ALBA. SON LAS LUCES...
A Luiso Torres
El alba. Son las luces
Del alba. Es la luz. Te abandonas
Como si fuera tuyo este despertar.
Te pierdes
A la larga, por las sábanas,
Por las caderas plegadas de hiedra
Hasta que son las seis.
Nunca has conocido
Un solo fallo en este reloj. ¿Qué darías
Tú por un fallo? Sería maravilloso.
Pero está
En el pecho, a fuego, hasta puedes
Palpar las manecillas. Jamás
El error. Jamás una rendija
Para que el aire entre por la ventana.
Te levantas, te quedas
De pie, desnudo, como los hijos
De la mar, extraviado, acariciando
El anochecer del sábado. Qué corto
De corazón te hicieron.
Emprendes los enjuagues
Del agua, de la boca,
De la desolación
De salir a la calle con los ojos abiertos.
Y te peinas
Con rapidez y placer, como el atleta
Que está a punto de escuchar la salida.
Pero tú
No tienes salida.
No hay nadie
En el alba lluviosa de Frankfurt.
Nadie se fijará
En los rotos de tu chaqueta. Nadie
Te dirá que llueve. Toda la calle
Es un desierto de silencio.
III
¿QUÉ ME DICES, AMOR?
¿Qué me dices, amor?
¿Qué cuentas, de qué historia me hablas? ¿No ves
Que no tengo hambre,
Que no tengo sueño,
Que no tengo nada de nada?
¿No ves
Que no soy de tu país,
Amor?
Tú que crees
Que es todo igual,
Tú que tienes hambre
Y que nunca irremediablemente
Pasarás frío.
Y hablas y hablas
Como si te jugaras
En estola vida. Y te escucho
Y te escucho
Como a la lluvia cuando no soy feliz.
Pero sigue,
intenta a ver, juega
Un poco con las manos, a ver
Qué resulta, amor,
A ver
Dónde vamos los dos a parar.
Porque me temo
Que estés exponiendo
Tanto como yo. Que quieres
El placer, como yo,
Pero de lado, arrastrándote
Entre los escombros. Jugándote
Lo que te regalaron las humaredas
Y los obuses
y el silencio.
XI
MÍRALOS COMO COMEN...
Míralos cómo comen.
Están hambrientos. Fíjate,
No dan tiempo a nadie.
Pero ¿cómo es posible
En el país de la abundancia?
Fíjate,
No se miran, no piensan.
Sólo masticar.
Así cinco, diez minutos.
Y se acabó. ¿Qué pinto yo aquí?
Fíjate,
Te han dejado sin nada. ¿Qué quieren,
Que coma como ellos?
Mira qué barrigas
Y qué carrillos
Y qué felicidad
Porque te han dejado sin comer.
Yo que como
Muy despacio, dando tiempo
A la lengua y la sabiduría
Me he quedado sin comer.
Porque una comida
Son veinte minutos
O media hora en el sosiego
De mi corazón.
Y además
Compran su cerveza
Y se la beben
Eructando, como glotones.
¿Dónde está
La hospitalidad, el dominio
De esta gente, que te enseñaron?
Como manadas
Que no hablan
Pero que se ríen
Rabiosos, imbéciles,
Mientras tú, hoy, sin comer, contemplas
El comedor lleno de cadáveres
Y limpio, terrible,
El silencio te da en el estómago.
XII
GRIEGOS, TURCOS, DE NÁPOLES...
Griegos, turcos, de Nápoles,
De la Andalucía baja, de Castilla
La Nueva, vedlos
Arreando de su corazón, ved que llegan
Allá arriba, donde el sol es
Mucho menos cierto y los días
Más llenos de lluvia.
Con el saco al hombro,
Con la merienda del Sur y la lucidez
De las noches meridionales.
Llegan, notan los ojos
Cada vez má duros, no se fían, condimentan ellos
Su propia comida.
Pero son metidos
A presión en las máquinas.
Traen mucho miedo
Del Sur, van muy despacio, tiemblan
Una vez y dos y no acaba
De dárseles del todo, hasta que a la tercera
Ya mejor aunque en nada
Varía el acento de sus palabras.
Porque estos griegos,
Éstos que se agarran a lo que sale,
Que tiran del pellejo, saben
Que las palabras son su corazón. Y huelen
Que en medio de aquel infierno de ruidos
Anda el silencio. Por eso
Charlan todo el día y se ríen y vuelven
A coger el martillo.
Y aquellos otros, los turcos
Y los portugueses, los pobres, y nosotros
Venidos de Castilla y del Sur
Rompemos las mallas del silencio.
Si no esta vida
llegaría a desenganchar
Todos los arreos. Nos hundiría.
Por eso charlamos todo el día, nos metemos
En los ríos frescos de la patria.
De Nueve rayas de tiza (1966-1967):
DIEZ DE AGOSTO
Ahí queda
Esta primera parte de tu vida.
Bien poco ha sido.
Podrías compararla
A la noche solitaria,
Al fuego inaguantable de agosto.
La luz de la lámpara
Te enrojece los ojos, el libro abierto
Por la mitad, sin principio ni fin.
Seguro
Que es un libro sin héroes
Ni felicidad lo que lees. Algo
Lleno de aburrimiento.
En el piso de al lado
Hay música ye-yé y vienen gritos
Que ya no soportas. Fíjate.
Cuando niño
También dabas gritos.
Por eso hoy
eres un desesperado.
Pero para qué recordar
Una aldea, unos amigos
Y un país
Que nada te ha dado ni te dará jamás.
Estuviste después
Largos años metido bajo tierra
Porque te habían destinado
A muy altos designios. Me refiero
Al servicio de Dios.
Y el miedo, y el hambre
Y la soledad
Te llevaron por todos los rincones
Buscando a Dios.
Allí, sin embargo, aprendiste
A vivir con tu cuerpo,
A arrastrar tu cuerpo,
A acostumbrarte a tu cuerpo.
Pero un día
Saliste de debajo de la tierra
Y volviste a la tierra.
Dios debía andar lejos, como suele decirse.
Como la luna roja sobre el mar
Te abriste a las cosas
Y como la luna roja húndese en el mar
Te cerraste a las cosas.
Todo lo diste por vivir.
Todo lo perdiste. Hasta la tristeza.
Para no morir.
No sigas. Déjalo.
Pero en tu cerebro,
Cuando deja de recordar fechas
Y doctrinas y tanta historia
Sobrenada a veces cuando murió tu padre
O cuando -qué alegría-
Te regalaron un par de patines.
(Porque lo del primer amor
Es ya más complicado.)
Pero son
Como lagartos metidos en alcohol, como siglos
De murallas rociadas de olvido.
Más tarde, naturalmente,
Hiciste versos.
Aquéllos
De un villancico triste que decía:
"La brazada de paja,
Ámala, por la paja."
No te acuerdas de más.
Por eso
En esta noche, a diez de agosto,
Por una vez
Sin alcohol, por enésima vez
Distraído de esta lectura inútil,
Quisiera desearte
Un futuro brillante, pero me temo
Que todo será igual
O peor.
De todos modos
Aquí muere
La primera juventud de tu vida.
LA CANTANTE VISTA CON OBJETIVIDAD
En el centro del cuadrilátero. Un poco a la derecha
Para la estética del equilibrio. El círculo de luz
Se recibe de arriba
Y se mueve hasta sus zapatos. Fondo vacío.
Las manos de la cantante
Están en actitud de oración. Espera a que el público
La haya contemplado y se haga el silencio.
De repente
Las manos de la cantante se abren
Y la luz va subiendo hasta iluminar blos labios.
Da el primer alarido. Recordad
La llamada del indio en la selva. Los ojos,
Recordad los ojos de las diosas griegas.
La luz se extiende y vuelve a descender.
Después de perderse el alarido entre la multitud
Todos los focos saltan sobre sus muslos
Y sus muslos van moviéndose
Calientes, ciegos, más. La pantera
Camina de un modo parecido en la selva.
Miran insistentemente sus ojos.
Pronuncian la música. Recordad
La mirada de las diosas griegas.
Ahora
Los labios de la cantante se contraen.
Y debe ser terrible la canción.
La cantante canta en lengua extranjera.
Los focos recorren las paredes laterales
Porque tienen miedo. Pero ella
Tiende los brazos al público. Lo daría todo.
La cantante lleva un jersey rojo. Unos pantalones
De pantera. Recordad una pantera. Sonríe.
Los brazos de la cantante
Quedan a lo largo del cuerpo anonadados.
Cuando cesa la música
El público grita y ella lo besa mil veces.
Pero cuando abre los ojos
Ya no es lo mismo que las diosas.
Sus dos ojos
Se le han caído en las manos
Y ella los estruje y los pisotea.
En la cantante se ha hecho el vacío.
ES PARA VOSOTROS
Cuando vivías allí
Maldecías a tu ciudad. Y ahora
Que estás lejos
No la maldices, la desprecias.
Cuando eras niño
Andabas perdido por aquellas calles
Y ahora
Que andas solo por el mundo
Que feliz eres olvidándolo todo.
Amasta demasiado
Muros grises, hiciste
Leyenda de unas piedras
Que nunca han sido sino nido de víboras.
Qué triste, qué terrible
Es todo esto. A veces
Tienes noticias de que silban
O se lamen los pies. O que se enzarzan
En peleas ridículas. Qué miserables
te parecen ahora.
Y hasta aquellos
Que parecían hitos de dolor
Y que después descubres
Que no es sino venganza
O envidia de meterse donde nadie les llama.
En fin , sólo te queda
La juventud. Dile
A esa juventud
Que se cargue a los dioses, a esos dioses enanos
De tu ciudad.
Y que se ría-
Y dile
Que aquí tiene un amigo
Para deshacer
Y una ametralladora más
Para empezar.
Entretanto
Ríete, desprécialos.
ERNESTO CHE GUEVARA HA MUERTO.
NO PODÍA FALTAR EL HOMENAJE DE LOS POETAS.
ERNESTO GUEVARA ES UN HÉROE.
LOS POETAS, TRATÁNDOSE DE UN HÉROE,
TIENEN SIEMPRE LA ÚLTIMA PALABRAS
Queridos amigos:
................................Guevara ha muerto
Y yo debería decir unas palabras en su memoria:
DESFILÓ
EN MEDIO DE LA NOCHE VEGETAL
REPARTIÓSE SU SANGRE EN MILLONES
DE PÁJAROS DEL TRÓPICO
EN LA BOCA CALIENTE DEL JOVEN
GUERRILLERO
ETCÉTERA ETCÉTERA
(El comienzo podría ser más o menos éste).
Pero queridos amigos
Nosotros no somos
América, la nieve, la dulzura del indio,
El corazón de hierro de Bahía y de Talca.
Nosotros somos unos cobardes.
O tus labios, salmista, tu voz
Que ha merodeado tanta tumba de prócer
Cuando debería ser ahora
Tierra de fuego donde la serpiente
Se calla por respeto a un cadáver amado.
Queridos amigos perdonad.
No tenemos derecho
A vender en este occidente asqueroso y lamentable
Posters del Che ni tampoco las niñas de París
Categoría suficiente.
Él venía de lejos
Hablaba con la ametralladora en la mano
Sus palabras caben en la funda de un paquete de cigarrillos.
Y escucha poeta, o salmista, o lo que seas
Su inspiración eran los árboles y los hombres
No tuvo tiempo
De escuchar música psicodélica.
Se conocía todos los textos
(Los necesarios)
Y para comprender
Una mirada le bastaba
Así como para huir
Tú necesitas levantar murallas de metáforas
Todos los días.
Queridos amigos, como veis
Se trata de preguntar
Qué hacemos emborronando cuartillas
Qué podemos decir
A Ernesto Guevara nosotros
Los poetas
Los que nos matamos por salir en los periódicos
Los que estaos continuamente haciéndonos la putada
Y nos vuelve locos una expresión feliz.
Comprended
Que así no se puede escribir un poema.
OTRA VEZ MÁS
Siempre quedan papeles llenos de metralla
Encima de alguna mesa.
Pero más triste es morirse de hambre
Y sin chaqueta y lejos de la patria.
Por eso hoy, Antonio Machado,
Rasgo todos los versos,
Todos los discursos de después de la comida
Y me quedo en mi cuarto
Mirando hacia afuera, mientras sigue la lluvia.
Por eso y porque es febrero,
Tantas veces cuajado de nieve
Pero tan pocas de copos de libertad.
Y porque el Volga
Se deshiela a estas horas y en el Mediterráneo
Llamean las aguas que te vieron morir.
Y también
Por los dos versos
Que encontraron en tu bolsillo y que dicen:
"Estos días azules
Y este sol de la infancia"
Por sobre todo, padre mío,
Porque estoy desnudo como los hijos de la mar.
NUEVE RAYAS DE TIZA V
CUANDO EN EL SIGLO IX...
Cuando en el siglo nueve
Un poeta en Calcidia
Escribió en las paredes de la cárcel
La palabra libertad
Recordé aquella mañana
En que estábamos solos, mirándonos, y el viento
Daba mucho más lejos
Allá donde las olas
En las suaves colinas de Síbaris.
Juré
Que ya nunca
Cuando una mano de hombre
Escribiera en las paredes la palabra libertad
Me sentiría solo
Y te miré a los ojos
Como si todavía fuera adolescente
Y juré
Que nadie perturbaría mi calma
A pesar de las olas
Y de estos momentos en que quisiera
Tenerte entre mis brazos por encima de todo.
Última edición por Pedro Casas Serra el Miér 18 Oct 2023, 11:53, editado 1 vez
Hoy a las 16:18 por cecilia gargantini
» Olga Orozco (1920-1999)
Hoy a las 16:11 por cecilia gargantini
» Manuel José Castilla- Poeta argentino (1918-1980)
Hoy a las 16:08 por cecilia gargantini
» 2020-10-27 COVID-19: UN SUEÑO
Hoy a las 15:43 por cecilia gargantini
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Hoy a las 15:07 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Hoy a las 15:05 por Maria Lua
» NO A LA GUERRA 3
Hoy a las 12:57 por Pedro Casas Serra
» EDUARDO GALEANO (1940-2015)
Hoy a las 09:24 por Maria Lua
» Khalil Gibran (1883-1931)
Hoy a las 09:17 por Maria Lua
» FERNANDO PESSOA II (13/ 06/1888- 30/11/1935) )
Hoy a las 09:14 por Maria Lua