(Amal y Sada)
Amal.- ¿Quién eres tú, niña? ¡Cómo repican tus ajorcas!
¡Espérate un poquito!, ¿quieres? (Entra una niña).
Niña.- ¡No puedo, no tengo tiempo, es muy tarde!
Amal.- Ya lo sé. Pero, ¿no quieres esperarte? ¡Tampoco a mí me
gusta quedarme aquí!
Niña.- ¿Qué tienes, que pareces una estrella tardía de la
mañana?
Amal.- No sé; el médico no quiere que salga...
Niña.- ¡Ay, pues no salgas! Debes hacer caso de lo que te diga el
médico, porque si eres malo, se va a enfadar contigo. Ya sé yo
que te cansará mucho estar siempre mirando por esa ventana...
Deja que te la cierre un poquito...
Amal.- No, no la cierres. Ésta es la única ventana que hay
abierta...
Todas las demás están cerradas...
¿Quieres decirme quién eres tú? Me parece que no te conozco...
Niña.- Yo soy Sada.
Amal.- ¿Sada? ¿Qué Sada?
Sada.- Yo soy la hija de la vendedora de flores del pueblo. ¿No
lo sabías?
Amal.- Y tú, ¿qué haces, di?
Sada.- ¿Yo? Yo cojo flores en mi canasto.
Amal.- ¡Cojes flores! ¡Por eso tienes tan alegres los pies, y tus
ajorcas cantan tan contentas cuando vas andando! ¡Quién
pudiera irse por ahí, como tú!... Yo te cojería flores de las
ramas más altas, que ya no se ven...
Sada.- ¿De veras? ¿A que no sabes tú tantas cosas de las flores
como yo?
Amal.- Sí, tanto como tú. Sé todo lo de Champaca, el del cuento
de hadas, y sus siete hermanos. Y si me dejaran un momentito
siquiera, me iría corriendo al bosque aquel tan grande, y me
perdería; y en aquel sitio en donde el colibrí que chupa la miel
se mece en la punta de su ramita, me abriría yo como una flor
de champaca... ¿Quieres tú ser mi hermana Parul?
Sada.- ¡Qué tontísimo eres! ¿Cómo voy yo a ser tu hermana
Parul, si yo soy Sada, y mi madre es Sasi, la que vende flores?
¡Si supieras tú las biznagas que tengo que hacer todos los
días!... ¡Ay! ¡Que no me iba a divertir yo si pudiera estarme aquí
sin hacer nada, como tú!
Amal.- ¿Y qué ibas a hacer en todo el día, tan largo?
Sada.- ¡Pues poco que iba yo a jugar con mi muñeca Beney, la
novia, y con la gata Meni, y con...! Pero mira, es muy tarde, y
no puedo quedarme más; que si no, me voy a volver sin una
flor.
Amal.- ¡Espérate otro poquito, anda, que estoy tan bien contigo!
Sada.- ¡No seas así! Si eres bueno y te estás aquí quietecito,
cuando vuelva yo con las flores, me pararé a hablar contigo.
Amal.- ¿Y me vas a traer una flor?
Sada.- ¡No puedo!... Tienen que comprarse...
Amal.- Yo te la pagaré cuando sea grande, antes de irme a
buscar trabajo más allá de aquel arroyo que está allí...
Sada.- Bueno.
Amal.- Di, ¿vas a volver, cuando hayas cojido las flores?
Sada.- Sí, volveré.
Amal.- ¿De veras volverás?
Sada.- Sí, de veras.
Amal.- ¿Te acordarás bien de mí? Yo soy Amal, acuérdate bien...
Sada.- ¡Ya tú verás cómo me acuerdo!
(Sale).
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