Os homens amam a guerra
Os homens amam a guerra. Por isso
se armam festivos em coro e cores
para o dúbio esporte da morte.
Amam e não disfarçam.
Alardeiam esse amor nas praças,
criam manuais e escolas,
alçando bandeiras e recolhendo caixões,
entoando slogans e sepultando canções.
Os homens amam a guerra. Mas não a amam
só com a coragem do atleta
e a empáfia militar, mas com a piedosa
voz do sacerdote, que antes do combate
serve a hóstia da morte.
Foi assim na Criméia e Tróia,
na Eritréia e Angola,
na Mongólia e Argélia,
no Saara e agora.
Os homens amam a guerra
E mal suportam a paz.
Os homens amam a guerra,
portanto,
não há perigo de paz.
Os homens amam a guerra, profana
ou santa, tanto faz.
Os homens têm a guerra como amante,
embora esposem a paz.
E que arroubos, meu Deus! nesse encontro voraz!
que prazeres! que uivos! que ais!
que sublimes perversões urdidas
na mortalha dos lençóis, lambuzando
a cama ou campo de batalha.
Durante séculos pensei
que a guerra fosse o desvio
e a paz a rota. Enganei-me. São paralelas
margens de um mesmo rio, a mão e a luva,
o pé e a bota. Mais que gêmeas
são xifópagas, par e ímpar, sorte e azar
são o ouroboro- cobra circular
eternamente a nos devorar.
A guerra não é um entreato.
É parte do espetáculo. E não é tragédia apenas
é comédia, real ou popular,
é algo melhor que circo:
-é onde o alegre trapezista
vestido de kamikase
salta sem rede e suporte,
quebram-se todos os pratos
e o contorcionista se parte
no kamasutra da morte.
A guerra não é o avesso da paz.
É seu berço e seio complementar.
E o horror não é o inverso do belo
-é seu par. Os homens amam o belo
mas gostam do horror na arte. O horror
não é escuro, é a contraparte da luz.
Lúcifer é Lubel, brilha como Gabriel
e o terror seduz.
Nada mais sedutor
que Cristo morto na cruz.
Portanto, a guerra não é só missa
que oficia o padre, ciência
que alucina o sábio, esporte
que fascina o forte. A guerra é arte.
E com o ardor dos vanguardistas
frequentamos a bienal do horror
e inauguramos a Bauhaus da morte.
Por isso, em cima da carniça não há urubu,
chacais, abutres, hienas.
Há lindas garças de alumínio, serenas,
num eletrônico balé.
Talvez fosse a dança da morte, patética.
Não é . É apenas outra lição de estética.
Daí que os soldados modernos
são como médico e engenheiro
e nenhum ministro da guerra
usa roupa de açougueiro.
Guerra é guerra!
dizia o invasor violento
violentando a freira no convento
Guerra é guerra!
dizia a estátua do almirante
com a boca de cimento.
Guerra é guerra!
dizemos no radar
desgustando o inimigo
ao norte do paladar.
Não é preciso disfarçar
o amor à guerra, com história de amor à pátria
e defesa do lar. Amamos a guerra
e a paz, em bigamia exemplar.
Eu, poeta moderno ou o eterno Baudelaire
eu e você, hypocrite lecteur,
mon semblable, mon frère.
Queremos a batalha, aviões em chamas
navios afundando, o espetacular confronto.
De manhã abrimos vísceras de peixes
com a ponta das baionetas
e ao som da culinária trombeta
enfiamos adagas em nossos porcos
e requintamos de medalha
-os mortos sobre a mesa.
Se possível, a carne limpa, sem sangue.
Que o míssil silente lançado à distância
não respingue em nossa roupa.
Mas se for preciso um banho de sangue
-como dizia Terêncio:-sou humano
e nada do que é humano me é estranho.
A morte e a guerra
não mais me pegam ao acaso.
Inscrevo sua dupla efígie na pedra
como se o dado de minha sorte
já não rolasse ao azar,
como se passasse do branco
ao preto e ao branco retornasse
sem nunca me sombrear.
Que venha a guerra! Cruel. Total.
O atômico clarim e a gênese do fim.
Cauto, como convém aos sábios,
primeiro bradarei contra esse fato.
Mas, voraz como convém à espécie,
ao ver que invadem meus quintais,
das folhas da bananeira inventarei
a ideológica bandeira e explodirei
o corpo do inimigo antes que ataque.
E se ele não atirar primeiro, aproveito
seu descuido de homem fraco, invado sua casa
realizando minha fome milenar de canibal
rugindo sob a máscara de homem.
-Terrível é o teu discurso, poeta!
Escuto alguém falar.
Terrível o foi elaborar.
Agora me sinto livre.
A morte e a guerra
já não podem me alarmar.
Como Édipo perplexo
decifrei-a em minhas vísceras
antes que a dúbia esfinge
pudesse me devorar.
Nem cínico nem triste. Animal
humano, vou em marcha, danças, preces
para o grande carnaval.
Soldado, penitente, poeta
-a paz e a guerra, a vida e a morte
me aguardam
- num atômico funeral.
-Acabará a espécie humana sobre a Terra?
Não. Hão de sobrar um novo Adão e Eva
a refazer o amor, e dois irmãos:
-Caim e Abel
-a reinventar a guerra.
*****************************
Los hombres aman la guerra
Los hombres aman la guerra. Por eso
se arman alegres en coro y colores
para el dudoso deporte de la muerte.
Aman y no lo disfrazan.
Alardean ese amor en las plazas,
crean manuales y escuelas
alzando banderas y recogiendo cajones
entonando slogans y sepultando canciones.
Los hombres aman la guerra. Pero no la aman
sólo con el coraje del atleta
y el orgullo militar, sino con la piadosa
voz del sacerdote, que antes del combate
sirve la Hostia de la Muerte.
Fue así en Crimea y Troya
en Eritrea y Angola
en Mongolia y Argelia
en Siberia y ahora.
Los hombres aman la guerra
Y mal soportan la paz.
Los hombres aman la guerra, profana
o santa, lo mismo da.
Los hombres tienen la guerra como amante
aunque desposen la paz.
Y que arrobos, Dios mío! En ese encuentro voraz,
¡Qué placeres, qué gemidos, qué ayes!
Qué sublimes perversiones urdidas
en la mortaja de las sábanas, agostando
la cama o campo de batalla.
Durante siglos pensé
que la guerra sería el desvío
y la paz la hurta. Me equivoqué. Son paralelas,
márgenes de un mismo río, la mano y el guante,
el pie y la bota. Más que gemelas,
son siamesas, par e impar, suerte y pesar
son el uróboro-serpiente circular
devorándonos eternamente.
La guerra no es un intervalo
es parte del espectáculo, y no sólo es tragedia,
es comedia, real o popular.
La guerra no es cruel imprevisto.
Es reincidente vicio. Es un rito
lleno de riesgos. Por eso
es mejor que el circo:
es donde el alegre trapecista
vestido de kamikazes
salta sin red ni soporte,
se quiebran todos los platos
y el contorsionista se parte
en el Kamasutra de la Muerte.
Pero la guerra no es el revés de la paz,
es su cuna, y seno complementarlo.
Y el horror no es en el arte. El horror
no es oscuro, es la contrapartida de la luz,
Lucifer es Luzbel, brilla como Gabriel
y el terror seduce. Nada más seductor
que Cristo muerto en la cruz.
Por lo tanto, la guerra no es sólo misa
que oficia el sacerdote, ciencia
que alucina al sabio, deporte
que fascina al fuerte. La guerra es arte.
Por eso con ardor de vanguardistas
frecuentamos la Bienal del Horror
e inauguramos la Bauhaus de la Muerte.
Pero sobre la carnicería no hay cuervos,
chacales, buitres, hienas.
Hay lindas garzas de aluminio, serenas
en un electrónico ballet.
Tal vez fuese la danza de la muerte, patética.
Pero no lo es. Apenas es otra lección de estética.
Por eso los soldados modernos
son como médicos e ingenieros
y ningún ministro de guerra
usa ropa de carnicero.
Guerra es guerra
—decía el invasor violento
violando la monja en el convento.
Guerra es guerra
—decía la estatua del almirante
con su boca de cemento.
Guerra es guerra
—decimos en el radar
degustando al enemigo
al norte del paladar.
Por lo tanto, no es preciso disfrazar
el amor a la guerra, con historias de amor a la Patria
y defensa del hogar. Amaos la guerra
y la paz, en bigamia ejemplar.
Yo, poeta moderno y el eterno Baudelaire,
yo y hasta vos, hypocrite lecteur
mon semblable, mon frère.
Queremos la batalla, aviones en llamas
navíos hundiéndose, el espectacular enfrentamiento
de mañana abrimos vísceras de peces
con la punta de las bayonetas,
y al son del culinario clarín
hundimos nuestras dagas en los chanchos
y adornamos de medallas
los muertos sobre la mesa.
Si es posible, la carne limpia, sin sangre
que el misil, lanzado a la distancia,
en silencio, no salpique nuestra ropa.
Pero si fuera preciso un "baño de sangre",
como decía Terencio: "Soy humano
y nada de lo que es humano me es extraño".
La muerte y la guerra, por lo tanto
ya no me agarran de sorpresa.
Inscribo su efigie en la piedra
como si el dado de mi suerte
ya no rodase al azar.
Como se pasase del blanco
al negro y al blanco retornase
sin ensombrecerme jamás.
Que venga la guerra. Cruel. Total.
El atómico clarín y la génesis del fin.
Cauto como conviene a los sabios,
primero gritaré contra ese hecho.
pero voraz, como conviene a la especie,
al ver que invaden mis huertas
de la hojas del banano inventaré
la ideológica bandera
y haré estallar el cuerpo de mi enemigo
antes que ataque.
Y si él no tira, ni viene, aprovecho
su descuido de hombre débil, invado su casa
realizando mi hambre de caníbal
rugiendo bajo mi máscara de hombre.
—¡Terrible es tu discurso, poeta!
Escucho a alguien decir.
Terrible fue elaborarlo,
ahora me siento libre.
La muerte y la guerra
ya no me pueden alarmar.
Como Edipo perplejo
las descifré en mis vísceras
antes que la dudosa esfinge
me pudiese devorar.
Ni cínico ni triste. Animal
humano, voy en marcha, danzas, rezos
para el gran carnaval.
Soldado, penitente, poeta
-la paz y la guerra, la vida y la muerte
me aguardan
-en un atómico funeral.
-¿Se acabará la especie humana sobre la Tierra?
No. Han de sobrar un nuevo Adán y Eva
para rehacer el amor, y dos hermanos:
-Caín y Abel
-a reinventar la guerra.
Traducido del portugués por Nahuel Santana
Fuente: Poéticas
» Joaquim Maria Machado de Assis
» PAULO LEMINSKI (1944-1989)
» CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
» CECILIA MEIRELES (7 de noviembre de 1901, Río de Janeiro/9 de noviembre de 1964, Río de Janeiro/Brasil
» Metáfora. Poemas de autores contemporáneos. Fina García Marruz. OH ÁRBOLES SAGRADOS (07-06-2023)
» 1992-05-13 CÓMO QUIERO YO QUE SEAS
» : POEMAS SIDERALES II: Sol, Luna, Estrellas, Tierra, Naturaleza, Galaxias...
» POESÍA INUI (Esquimal)
» Julia Uceda (1925-