Aires de Libertad

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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 4 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril 19.11.21 0:24

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    El desafío


    En la izquierda la guitarra,
    la navaja en la derecha,
    terciada la manta al hombro,
    la faja encarnada, suelta;
    la actitud provocativa,
    la mirada descompuesta,
    roja de rabia la cara,
    ronca la voz y algo trémula,
    así apostrofaba el mozo
    más rumboso de la aldea
    a cuatro o seis rondadores
    que invadieron la calleja
    donde el mozo le cantaba
    cantares a su morena:
    «¡Me caso en Reus! Los majos
    que asín de mí se moflean
    jechin el paso p'alanti
    como el que jabla lo jecha.
    Si alguno tiene asaúras
    y halbeliá más que lengua,
    jala p'alanti ahora mesmo,
    que al que de mí se grojea
    sé yo jaceli una raya
    pa embajo de alguna teta.
    Sos tengo bien advertío,
    por ajuyir de quimeras,
    que cuando yo jechi rondas
    a la vera de esta reja
    calli la boca quien pasi
    pa que le salga la cuenta
    y jaga que no m'ha visto,
    y andi agúo y no se güelva,
    que esta calli es pa mí solo
    dendi que Dios anochezca.
    Si en esi corru hay alguno
    que quie que le dé en la jeta
    y jaga un bochi y lo entierri
    al mesmo pie de esta reja
    pa cantali luego encima
    lo que él cantali quisiera
    a una mujer que le ajuyi
    y a ca minuto lo avienta.
    Si quie dil de golpe al bochi,
    eji el corru y acá venga,
    y si el humol no le ayúa
    y el miëo le jormiguea,
    ayuali los del corru,
    que pa tos acaso tenga.
    ¡Jala p'alanti los cinco,
    que aunque sin naide me vea,
    enjamás he rejilao
    ampié la ventana esta!»
    Así dijo el bravo mozo,
    y a saltos como un fiera
    lanzóse hacia los del grupo,
    que, sin grande resistencia,
    dejaron en un momento
    despejada la calleja.
    Tornó el mozo a la ventana
    de la muchacha morena,
    y la guitarra pulsando
    hirió con rabia las cuerdas,
    y al aire lanzó esta copla
    con la voz un poco trémula:
    «No le jurguis al león
    que anda alreor de la jembra,
    ni te enredis con el hombri
    que canta al pie de una reja.»


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 19.11.21 1:48

    "Seguiremos asín, como poamos,
    aguantando, aguantando lo que venga,
    jasta que ya se llenin las medías,
    ¡porque me gieri que el muchacho y ella
    no se puéan jartal de pan de trigo
    ni un torresnino pa colalo tengan!...»"


    Pues sí, amiga mía, entre el "castúo" y el "panocho" existen muchas similitudes... y si no que se lo pregunten a Don Miguel de Unamuno, que nunca se rio de ellas o a mi cuñao, Nando - el Tristán de Santomera- que ejercita y defiende el segundo como nadie antes lo había hecho.


    Gracias, lluvia.


    Besos.


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 4 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 2:25

    Bueno, tu cuñao Nando, lo encumbra, el panocho, y sabes cuanto me gusta escucharle, desde el primer día que lo hice, allá en Murcia. ¡Qué tiempo aquél!
    Besos.


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 4 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 2:28

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    Cara al cielo



    ¡Qué nochi tan rica!
    ¡Qué luna tan guapa!
    Cuantis llega esti tiempo, compadri,
    no me jago a dormil en mi casa.
    Me agino en el patio,
    me asfixio en la sala,
    los violeros me jacin ronchonis,
    me ajogan las mantas
    y p'alivio me pongo möorro
    cuando da en guarreal la muchacha
    y su madri en cantali al oído
    sin chispa de gana.
    ¡Y luego un bochorno
    que dan cuasi ansias!
    -¡No sigas p'lanti,
    que lo mesmo, lo mesmo me pasa!
    -¡Te digo que hay nochis
    que no pueo pegal la pestaña!
    Justamenti me queo traspuesto
    cuando va a clarear la mañana,
    ¡y asín me levanto
    con los ojos que escuecin que rabian,
    los güesos molíos,
    la cabeza que asín se me anda
    y una derrengueta
    que no pueo englestalmi en la cama!
    Pero n'amás que vieni el güen tiempo
    me esmonto de casa.
    La mujel se esconfía que ajuyo
    d'ella y la muchacha
    pa roncal ondi naide me espierti
    y ondi hayga frescanza;
    pero yo, pa si cuela, le igo:
    «¡Quedrás que en la cuadra
    se empocheza la pobri la burra
    u quedrás que se acabi de flaca!
    Bien de mal se me jaci de nochi
    jechal caminatas
    y aguantal con el cuerpo el recencio
    de por las mañanas;
    pero a vel: si embochamos la burra
    en el tiempo mejol pa que paza;
    me dirá que sigún es el cuido
    le jechi la carga...
    ¡Y así se la enreo
    cuando dici que ajuyo de casa!
    ¡Qué noche tan rica!
    ¡Qué luna tan guapa!
    No hay na que me sepa
    como estalmi tumbao a la larga
    mirando p'al cielo
    y escuchando cantar la caraba,
    los capachos, los bujos, los grillos
    y también las ranas,
    cuando cantan asín algo lejos,
    que ampié de las charcas
    me ponin möorro
    con aquel sonsoneti que arman.
    ¡Mia que está una nochi...
    jasta allí de clara!...
    ¿Quién habrá jecho aquello de arriba?
    ¡Mia que es cosa guapa!
    ¡Mentira paéci
    que no se mos caiga,
    porque mira que están las estrellas
    en el airi n'amás!
    ¡Y cuidiao que son unas pocas!
    ¡Y cuidiao que están todas altas,
    que si se cayeran
    bien nos estripaban!
    Y la luna también. ¡Mia que es cosa!
    ¡Qué bien jecha que tiene la cara!
    ¡Esa si que paeci imposibli
    que no se mos caiga,
    porque está como casi esprendía
    si te queas parao a mirala!
    ¡Mia que es cosa esa!
    ¿Quién dirás que la ha jecho!
    -¡Pus vaya
    con unas preguntas
    que jacis tan cándidas!
    ¿Pus quién jizu el mundo?
    ¡Pus Dios! No sé n'amás,
    porque estoy cuasi ya trascordao
    de cómo lo jizu, que bien lo galraba
    cuando anduvi de chico a la escuela
    aprendiendo esas cosas tan guapas.
    Pero tienis al mi Gelipino
    que ahora mesmo de golpi te galra
    qué jizu Dios hoy,
    qué jizu mañana,
    qué jizu el desotro...,
    y asín te lo acaba.
    Yo no pueo palralo seguío,
    porque ya la memoria me falla,
    y además se me enrea la lengua
    con tantas palabras.
    -¡Lo mesmo, compadri
    lo mesmo me pasa!
    Se me jaci un ñúo
    que no pueo siquiá meneala
    cuantis güeli que vienin en ringla
    dos palabras u tres de las malas.
    Pero mira, también yo me acuerdo
    de que altoncis asín lo enseñaban,
    y siempre se ha oído
    de que Dios jizu el mundo...
    -Y mos basta
    sabel quién lo jizu;
    eso sé yo n'amás.
    -¡Es que no falta genti de estudio
    que se poni a lleval la contraria!
    Mos estaba jerrando las bestias
    hogaño en la plaza
    don Silvestre, el albéital, pa dilnus
    a la Virgen del Valle, a pujala.
    ¡Juy, Dios, si lo oyis!
    ¡Juy, cómo galraba!
    Daba gusto oílo,
    pero daba tamién repunanza,
    porque jizu tamién de la Virgen
    asín como guasa.
    Yo no pueo explicalti el sentío
    de tantas palabras
    pero vinon a dal a que el mundo
    no lo ha jecho el de arriba y que n'amás
    que él solu se ha jecho,
    pero asín, sin que nadie lo jaga.
    ¡Mia que es cosa esa
    también algo parda!
    Entavia le dijo
    tío Prudencio con alguna guasa:
    «¡Jaga usted las bolas
    más chiquinas, que asín no mos pasan!»
    ¡Juy, cómo se pusu!
    Mos llamó genti bruta de rabia,
    y mos dijo: «¡El que puea, que aprenda,
    que yo tengo pa mí que me basta!»
    -¡Pus más le valía,
    ya que tanto jabla,
    aprendel a curalmos las bestias,
    polque a mí me queó sin pollanca,
    y a Ginio sin burro
    y a ti sin guarrapa!...
    -¡No la mientes, porque un gabarruño
    se me jacin las tripas de rabia!
    Di que no jue acuerdo,
    cuando tanto galraba en la plaza,
    pero ya verás tú si le igo
    cuantis yo me lo jechi a la cara:
    ¡No se jabla tan mal del de arriba
    pa jechalsi usté mesmo alabancias,
    que la genti tamién comprendemos
    lo que ca uno jaga,
    lo que ca uno envente,
    lo que ca uno valga.
    Y si no, ya ve usté, yo le pongo
    esta comparanza:
    ¡El de arriba mos da los ganaos
    y usté mos los mata!»






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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 2:29

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    Bálsamo casero


    Estamos perdíos,
    no hay que dali güeltas,
    que ya estoy mu jarto
    de jechal la cuenta,
    y ca ves que güelvo
    se me poni dolol de cabeza.
    -Quico, no te agines.
    -Paecis boba, Cleta;
    quedrás que me esponji,
    u que baile, u que jaga fachenda;
    mentris que la genti
    mos jaci esta cuenta:
    «Dies al escribano,
    dieciséis al tío Lucio Candela,
    nuevi a la comadri
    y ocho a tía Endelenceia,
    sin contal los caíos de hogaño,
    que entri to, pues, se arrima a sesenta...
    Y no miento al méico
    ni al jerrero, que ya se mos quejan;
    ni te meto la renta de hogaño,
    ni el trimestri, que ya se mos llega,
    que solo de costas
    un duru te cuesta.
    ¡Estamos perdíos...
    no hay que dali güeltas!
    U se vende el cachujo de casa
    y en cueros mos quean...,
    ¡u me ajorco y me ajorro de andalmi
    jechando más cuentas!
    -¡Vamos, no esvaríes,
    que ni en groma, ni en groma siquiera
    debin de mintalsi
    brutás como esa!
    Y más que las trampas
    tampoco te aprietan
    pa que asín te agines,
    pa que asín de ajogao te veas.
    Verdá que se debin
    toas esas gabelas;
    pero, mira, tenemos posibles
    pa pagal sin vendel la jacienda.
    Treinta duros quiciás la potranca
    te vali en la feria;
    tres guarrapos, a cinco, son quinci,
    y preñá la lichona mos quea;
    entri yo y la muchacha otros cinco
    mos ganamos jilando dos telas,
    que quiciás este ivierno poamos
    jilal dos y media;
    con los burros, a días perdíos,
    tú te sacas tres durus de güebras,
    y las miajas de rastras que faltan
    y el réito que sea,
    lo poemos matal con jornalis
    de la aceitunera,
    de los cavucheos
    y de la lavería.
    Si asperan un año,
    no se quea a debel una perra.
    Y en cuenta no meto
    lo primero que para la yegua,
    que está senteciao
    pa si al cabo se casa Teresa,
    que hay que jateala
    bien de ropa nueva.
    ¿No ves cómo sali
    pa salil de deudas
    sin mental la casa
    ni decilmos brutás como aquella?
    -¡Hora! Ya lo veo;
    no sé jechal cuentas,
    porque no pienso en esos rinconis
    que a ti te se acuerdan.
    Lo que jago es ponelme möorro
    cuando doy en quereli dal güeltas;
    y con estas que tú me has jechao,
    me has barrío el dolol de cabeza...


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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 2:30

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    Campos vírgenes



    En tierras de Extremadura,
    donde una raza se cría,
    toda vigor y frescura,
    nacieron Pedro y María,
    la fuerza y la donosura.
    Tuvieron amores rudos,
    de los hondos, de los mudos,
    de los ingenuos amores,
    de los amores desnudos
    que prometen más que flores...
    Ella, bella y montesina,
    y él, montesino y fogoso,
    eran el roble y la encina,
    la clara luna marcina
    y el sol de julio ardoroso.
    Antes de la sementera,
    cuando vecina ya era
    la ansiada fecha dichosa
    de aquella unión fructuosa
    que ya la pareja espera,
    estaba el ardiente mozo
    descuajando inculto trozo
    de rica tierra bravía,
    pensó en el trigo con gozo,
    pensó con fuego en María...
    ¡Y ved qué sabrosa cosa
    de pronto los dos gozaron!
    Por la senda polvorosa
    pasó la muchacha hermosa,
    y así a voces platicaron:
    -¡Adios, Pedro!
    -¡Adios, María!
    -Tierra bien jolgá y de sierra...
    ¡Lo que le jechis te cría!...
    -Y asín debi sel la tierra,
    y así la genti..., agraecía...
    ¡Oh, quién la dicha me diera
    de ver tras la venidera
    ansiada unión venturosa
    el hogar y la panera
    de la pareja briosa!




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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 2:31

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

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    La Cenéfica



    Yo no sé explicalo,
    porque a mi se me enrea la lengua
    con esas palabras que train los papelis
    dendi las ciudaes dondi los imprentan;
    pero he comprendío
    que la reina le ha dao a Plasencia
    una cosa asina
    como una «Cenéfica»,
    que es aspecia de un premio mu fino,
    porque jué mu güena
    cuando los soldaus
    vinon de la guerra.
    Yo no pueo explical lo que es eso
    que ha dau la reina;
    pero no habrá ciudá en toa España
    que más lo merezca.
    Que lo igan, si no, Juan Berruga,
    Goriu el de tía Petra,
    Gelipi el Coneju
    y el mediano de tía Macarena.
    Cuando los yanquisis
    mos robaron las tierras aquellas,
    p'allá estuvon estos
    pasando las penas.
    N'más que de oílos contar sus trabajos
    se queaba aginao cualisquiera.
    ¡Me caso en la luna
    qué jielis tan negras,
    qué ajogos tan grandis,
    qué vía tan perra
    se pasaron los cuatro enfelicis
    que tan güenos eran!
    Aquí se quearon
    toas sus querencias,
    aginás las madres y cuasi perdía
    la miaja e jacienda,
    que no da ni siquiá pa los pagos
    cuantis que se afloja de bregal en ella.
    Aquí, sin sabersi
    si muertos ya eran
    pa rezali siquiá un Padrinuestro
    u jechali un responso en la iglesia;
    y ellos, mentris tanto,
    pasando miserias,
    sufri que te sufri,
    pena que te pena,
    rabia que te rabia,
    brega que te brega...
    Cuasi esnúos y muertos de jambri,
    con el jato a cuestas,
    ¡vengan días sin miaja e descanso
    y nochis de vela,
    con el alma afligía de ansionis,
    con el cuerpo jechito una breva
    y la vía prendía de un jilo,
    abocaos ca instante a perderla!
    ¡Asín se quearon
    como sanguijuelas!
    Paecía mentira
    que ellos mesmos jueran
    los que andaban p'aquí más alegris
    que unas pascualejas,
    sanos, respingonis,
    coloraos y llenos de juerza.
    Daba gustu velos
    cargal las janegas,
    estronchal de tres golpis un leño
    con la segureja,
    amarral los novillos a uña,
    tiral a la barra los días de fiesta.
    Y vinon transíos
    con el propio colol de la cera,
    sin ganas de groma,
    sin chispa de juerza
    y dañaos de adentro los cuatro,
    que al mirarlos doblaba las penas.
    No traían ni un probi remúo,
    ni siquiá una perra
    pa mercal boticas
    u jacel una miaja merienda.
    ¡Juy, cómo llegaron
    los cuatro a Plasencia!
    ¡Cascan todos si no ven tan pronto
    la quería ciudad de su tierra!
    Unos señoronis
    que viven en ella
    los estaban al tren esperando.
    ¡Qué genti más güena!
    ¡Juy, Dios mío si tos los señoris
    juesin en el mundo como aquellos eran!
    ¡Juy, Dios mío, si toas las ciudades
    se golviesen igual que Plasencia!
    A tos los jeríos
    los curaban con cosas bien güenas,
    y tenían tamién camas finas
    p'acostal los maletos en ellas.
    Llamaban un méico
    pa que allí los viera,
    y le daban caldos
    de güenas pucheras,
    y le icían tamién muchas cosas
    pa quitali una miaja la pena.
    Y a los sanos tamién los trataban
    con delicaezas,
    y les daban tabaco y licoris
    de esos güenos que tanto calientan.
    Bien lo puee Plasencia decilo,
    que si no es por ella,
    más de cuatro sin vel a su madri
    cascan de cansera.
    ¡Qué bien jecho está eso que dicin
    que jaici la reina
    de dali esa cosa
    que llaman «Cenéfica»,
    porque no habrá ciudá en toa España
    que más lo mereza!
    ¡Juy, si tos los siñoris del mundo
    como aquellos jueran!
    ¡Juy, si juesin tamién las ciudades
    igual que Plasencia!
    ¡Vivan los soldaos!
    ¡viva nuestra tierra!
    ¡Vivan los señoris!
    ¡Viva la «Cenéfica»!



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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 3:28

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    La jedihonda

    - I -


    Asín jablaba la madri
    y asín el hijo jablaba:
    el hijo ajogao de aginos,
    la madri ajogá de lágrimas
    él jechao y ella encogía
    a la vera de la cama.
    -Si sigues asín penando,
    te mueris, hijo del alma,
    y si te casas con ella
    te jundis y a tos mos matas.
    ¿Ondi tienis la cabeza,
    ondi tienis las entrañas
    que no se te jacin migas
    de vel las jielis que pasa
    tu padri, que to lo sabi
    manque no te dici nada?
    ¿Ondi tienis tú los ojos
    pa no vel en lo que paras
    cuantis que logri enrealti
    la serpiente que te engaña?
    Pa ti no es eso aparenti,
    ni ella con tu genti encaja,
    ni a ti. Gelipe, te sali
    esí rumbo que ella gasta.
    Y entávia más malu que eso
    es que tieni mala fama
    y a tos los hombris los quieri
    y, como a ti, los jalaga;
    y acuerdáte tú, Gelipe,
    que pol jacel cosas malas,
    jasta el alcalde y el cura
    quisum del pueblo aventala.
    Una mujel que ha venío
    de alguna ciudá mundana,
    ¡qué habrá jecho pa estal sola
    sin naide de la su casta!...
    ¡Qué habrá jecho!, lo que dicin
    que jaci aquí: cosas malas,
    que a mí me cuesta decilas,
    pero a ella jacelas, nada.
    Bien sabis tú, que la genti
    la «Jedihonda» la llama
    porque dicin tos los hombris
    que endi lejos jiedi a mala.
    Y tú cieguinu a querela,
    y ella jaciéndote cara
    pa empicarti a su persona
    o calentarti la entraña.
    ¡Y bien que lo ha conseguío!
    ¡Y bien la genti lo jabla!
    ¡Y bien se agina tu madri
    por ti, Gelipe del alma!
    Dicir que bebel te ha jecho
    de una bebía mu mala
    que a los hombris entonteci
    pa hacelos querel sin gana.
    Y asín debí sel. Gelipe,
    Gelipe de mis entrañas,
    que tú eras bueno aninatis
    y nunca jielis nos dabas,
    y na del mundo sabías,
    y siempre quietino en casa,
    jasta te daba vergüenza
    si de novias te jablaban.
    Y jaci un año corrío
    que eris otro, hijo del alma,
    ajuyis de andi tu madri,
    duermis poco, no trabajas,
    comes como un pajarino
    y ya solino te encamas.
    To jué porque te empicaste
    a esa serpiente mundana,
    con la que, dici la genti,
    aunque te matin te casas.
    Imi si es cierto, Gelipe,
    pa yo morilme de ansia,
    pa que se ajogui tu padri,
    pa que se aflija tu hermana,
    pa dicilti que te jundis
    y deshonras la tu casta,
    porque esa mujer perdía
    endi lejus jiedi a mala.



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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 3:28

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    La jedihonda



    - II -

    Asín jablaba la madri,
    y el hijo asín contestaba:
    -Madri, me quieri y la quiero,
    manque dicin que es mundana.
    Ni pueo ejala a ella
    ni a usté quiero yo matala...
    ¡Ejalmi morir de queo
    y queáis iguales dambas!...



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    Mensaje por Lluvia Abril 21.11.21 3:31

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    La fabla del lugar
    (Improvisación)



    Cuando yo güelva al pueblo y me diga
    mi compadri Cerilo, el de Cleta:
    -Pero escucha: ¿pues andi has estao
    pa que asina vengas,
    fechendosu como un pavo güero
    que de puru fanfarria se encrespa?
    Pus hombri, paeci
    como si te hubieran
    jechu juez de estrución de repenti
    pa jacel fachenda.
    -Pus de Cáceres vengo, compadri
    ¿Te jaci algu e mella
    el pensal si yo tengu o no tengu
    genti de la güena
    pa si me ofreci
    metel enfluencias?
    Pues si estás rescocío por eso
    dati con manteca,
    porque naide te tieni la culpa
    de que un naide seas,
    que no sabis n'amás
    que ajuntar una miaja las letras,
    tratal con el burro,
    dirte a la taberna
    u charlal a bandujo de cosas
    que no tienin cuenta.
    -Homnbre, no te igo
    que ande bien de letra,
    porque es cosa que no me ha tirao
    ni siquiá cuando anduvi a la escuela,
    pero mira, tamién arrempujo
    si se ofreci metel enfluencias,
    porque el nuestro señol deputao
    cuando vino a los votos, ¿te acuerdas?,
    se jué de jocicus
    a mi casa mesma,
    y al marcharse me dijo: «Cerilo,
    pide lo que quieras,
    porque ya te he dicho
    que a ti te se aprecia.»
    -Calla, no me jablis
    de las cosas esas,
    que n'amás de oílas
    no me jaci coción la merienda;
    lo que tu deputao quería
    era que metieras
    dentro de la urnia
    la su papeleta.
    ¡Vaya unos quereris
    eus que me mientas!
    Los quereris de adentro, compadri
    son de otra manera...
    y me obliga a decírtelo n'amás
    que pa que lo sepas.
    Cuando yo a la ciudá jui ahora
    n'amás que quisiera
    que hubieras golío
    los convitis que me han jechu en ella,
    n'más porque dicin
    que sé algo de letra.
    Unos señoronis
    que jablaban más finus que perlas
    se ajuntaron, asín que me vieron,
    jablaron con priesa
    y le andaban diciendo a los otros
    en la calle mesma:
    «¡Señoris, señoris,
    a vel qué se piensa,
    que ha venío p'acá de las Jurdis
    un muchacho que sabi de letras,
    que jaci aleluyas,
    que jaci comedias,
    que jaci unas coplas
    jasta allí de güenas!»
    «¡Pus a convialo!
    Y que el hombri se jaga la cuenta
    de que aquí solamente hay convitis
    pa quien los merezca.»
    ¡Compadri, compadri!
    N'amás que quisiera
    que por un bujerinu bien chico
    golíu lo hubieras.
    ¡Juy, Dios, qué salota!
    ¡Juy, chico, qué mesas!
    ¡Juy, Dios, qué comías!
    ¡Juy, qué güenas bebías aquellas!
    ¡Juy, qué cigarronis!
    Los llamaban brevas
    como aquí nombran tos a los jigos
    más temprano que dan las jigueras.
    ¡Qué ricus, compadri!
    ¡Aquello es canela,
    y no los pitillos
    de las pitilleras,
    que paeci que sabin a istierco
    y a jiel de la tierra!
    ¡Y vengan cafesis,
    y vengan botellas
    que estrumpían lo mesmo que tirus
    y jacía el licol al verterlas
    un espumarajo
    que cocía de puru la juerza!
    Y luego, compadri,
    ¡qué lenguas aquellas
    pa brindal y ponel pol las nubes
    las cosas de letra!
    Ya no pueo explical lo que dijon,
    pero dijon tamién cosas güenas
    de las coplas que jice hogañazo
    pa imprentarlas en libro, ¿te acuerdas?
    ¡Compadri, qué gentis
    tan finas aquellas,
    qué gentis tan listas,
    y tamién qué güenas!
    Los quereris de aquellos señoris
    son quereris de adentru, ¿te enteras?
    Porque na te piden
    ni na de ti esperan,
    y n'amás te quierin
    porque dicin que sabis de letra,
    y como ellus son listos, les gusta
    que la genti sea lista y espierta,
    porque mira, pa brutos ya bastan
    entri güeyis, guarrapos y bestias.
    -¿Y tú qué decías
    cuando vías aquellas finezas
    que han jecho contigo
    pol sabel de letra?
    -Pus compadri, pal caso, ni chispa,
    polque yo pa decil cosas güenas
    paeci que me jacen
    un ñúo en la lengua.
    Pero mira, compadri, te digo
    que si yo te viera
    dil el río abaju
    con la genti aquella
    y a ti o a ellos n'amás
    sacalsus pudiera,
    te ajogas, compadri,
    como rata vieja,
    aunque mil gorgoritos jicieses
    pa querel conserval la pelleja...
    ¡aunque en crus me pidiese socorro
    la comadri Cleta!
    ¡Ya ves tú si vendré agraecío
    de la gente aquella!
    N'amás una espina
    me escarabajea
    pa en dentru, pa en dentru
    de las entretelas:
    no poeli habel dicho a la genti
    con palabras bien finas y güenas:
    «¡Señoronis, que yo no merezco
    toas esas querencias!
    ¡Que Dios vos lo pagui
    y que yo de verdá lo agraeza!»



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    Mensaje por Lluvia Abril 22.11.21 0:34

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    Plétora


    Yo no sé qué tieni,
    qué tieni esta tierra
    de la Extremaúra,
    que cuantis que llegan
    estos emprencipios
    de la primavera
    se me poni la sangre encendía
    que cuasi me quema,
    se me jincha la caja del pecho,
    se me jaci más grandi la juerza,
    se me poni la frente möorra.
    y barruntu que asina me entra
    como un jormiguillo
    que me jormiguea...
    ¡Y luego unas ansias
    que me ajogan de juerti que aprietan
    con arrempujonis
    de lloral sin querel, que me quean
    que cuasi reviento
    sin poel revental de la pena!...
    ¡Me dan unas ganas
    de metermi con cosas de juerza!...
    ¡Asín jundo el corti
    de la segureja,
    que lo mesmo ha caíu esta encima
    que si juesi de pura manteca!
    Yo no sé qué será lo que adentro
    me escarabajea
    cuantis llega esti tiempo tan güeno
    de la primavera...
    Digu yo que serán estos vahus
    que jecha la tierra,
    que güelin a ricos
    y paice que, asín que se cuelan,
    como que arrempujan
    de adentro pa juera,
    y levantan el pecho p'arriba,
    y entontecin de gustu que quean...
    ¡Juy, cómu me sabin!...
    ¡Juy, Dios, y qué juerza!
    Si viniese ahora mesmo aquí Gorio
    y quisiesi luchal una güelta...
    ¡Juy, Dios, qué Goriazo
    le jacía pintal en la tierra!
    Me gusta esti tiempo
    de la primavera;
    pero, ¡congrio!, me da mucha rabia
    no tenel una cosa que puea
    sacalmi del cuelpo
    el comuelgo n'a más de la juerza.


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    Mensaje por Lluvia Abril 22.11.21 0:35

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

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    El cantar de las chicharras


    - I -


    Que se queman los lugares,
    los azules olivares,
    los dormidos encinares
    y las viñas, y las mieses, y los huertos,
    bajo el hálito encendido
    que desciende desprendido
    como plomo derretido
    de este sol abrasador de los desiertos.
    Se han dormido las riberas,
    y las gentes de las eras,
    y las moscas volanderas,
    y los flacos aguiluchos cazadores;
    se han dormido en la hondonada
    la pacífica yeguada,
    la doméstica boyada,
    los mastines, el rebaño y los pastores.
    En los rígidos pimpollos
    de alcornoques y trepollos
    se recogen con sus pollos
    angustiados pajaruchos montesinos,
    y en los céspedes dormitan,
    y jadean y palpitan,
    se sotierran y crepitan
    anillados gusarapos mortecinos.
    Fuego radian los jarales,
    y los grises pizarrales,
    y los blancos pedernales,
    y los líquenes de oro de los canchos;
    se platean los rastrojos,
    se requeman los matojos,
    se retuercen los abrojos,
    y se azulan los aceros de sus ganchos.
    ¡Todo ha muerto en la comarca!
    Hierve el agua de la charca
    que el ijar del tono enarca
    y acentúa de la alondra las congojas;
    vibra el aire en la colina,
    zumba el tábano en la encina
    e hipnotizan la retina
    las metálicas quietudes de sus hojas.
    Yo los párpados entorno
    bajo el peso del bochorno
    viendo a medias en el horno
    de la tierra la agonía del paisaje,
    y me sueño con las frondas,
    con los ríos de aguas hondas,
    con las márgenes redondas
    de los lagos circuidos de follaje...
    La extensión indefinida
    de la tierra empedernida
    pierde el tono de la vida
    que en el seno solo vive de la idea...
    Es el sueño de un despierto,
    es la calma del desierto,
    es un vivo mundo muerto...
    ¡Es la ardiente Extremadura que sestea!...
    Y la aduermen esta nota
    monorrítmica que brota
    de mi pobre lira rota,
    que la reza bajo el palio de la parra,
    y el unísono rasgueo,
    y el isócrono goteo,
    el perenne martilleo
    del monótono cantar de la chicharra.


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    Mensaje por Lluvia Abril 22.11.21 0:36

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    El cantar de las chicharras



    - II -


    Vete lejos, linda Andrea,
    que el bochorno me marea,
    me emborracha, me caldea,
    me pervierte los sentidos perezosos...
    Vete lejos, criatura,
    ue en tus labios hay frescura
    y en mi sangre calentura,
    y en mi mente sueños árabes borrosos...
    Muchachuela: no son esos,
    no son risas, no son besos,
    son más graves embelesos
    los que encantan mis ardientes melodías...,
    sonsonetes de chicharra,
    sombra fresca de la parra,
    agua fría de la jarra,
    dulce holganza y uniformes canturías...
    Hondamente enervadoras,
    blandamente abrumadoras
    las quietudes de estas horas
    se recuestan en el lecho de mi mente,
    y el espíritu abatido
    que las vive adormecido
    va rumiando su sentido
    gravemente, suavemente, lentamente...
    ¡Qué flojera, qué flojera!
    ¡Qué pesada soñarrera!
    ¡Qué enervante borrachera
    de pereza los sentidos narcotiza!
    ¡Qué modorra, qué modorra!...
    ¡Qué penumbra de mazmorra...
    los contornos casi borra
    del premioso pensamiento que agoniza!...
    ¡Vete y vuelve, muchachuela,
    que me dejas una estela
    de frescura que consuela
    cuando pasas, cuando pasas a mi lado!
    ¡Trae la jarra, trae la jarra!
    ¡Qué se calle la chicharra!
    ¡Qué las hojas de la parra
    mueva el hálito del céfiro encalmado!
    ¡Pero no, que el fuego es vida;
    y bajo esta derretida
    lumbre roja desprendida
    de ese sol abrasador de los desiertos,
    vida incuban los lugares,
    sus azules olivares,
    sus dormidos encinares,
    y sus viñas y sus mieses y sus huertos!
    Y entre tanto, lira mía,
    tú con bárbara armonía
    de chicharra, dile al día
    los contrastes que me brinda la fortuna;
    de mañana, brisa y parra;
    en la siesta, la chicharra,
    y a la noche, la guitarra,
    las muchachas, los ensueños y la luna...


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    Mensaje por Lluvia Abril 22.11.21 0:37

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

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    A Plasencia


    Toda ciudad es dichosa
    si tiene historia gloriosa,
    bellos campos, cielo hermoso,
    vida honrada y laboriosa,
    puro instinto religioso.
    Sabios hombres que admirar,
    joyas de arte que lucir,
    bellas mujeres que amar,
    patriotismo que sentir
    y caridad que imitar.
    ¡Vieja ciudad de los Fueros!
    Tu historia cuenta legiones
    de gentiles caballeros,
    sapientísimos varones
    y denodados guerreros.
    Tus bellos alrededores
    sembró la Naturaleza
    de cuadros multicolores,
    contrastes encantadores
    que hacen mejor tu belleza.
    Y eriales tienes baldíos,
    y olivares pintorescos,
    y peñascales bravíos
    y edénicos huertos frescos,
    y precipicios sombríos,
    y una vega amena y grata
    que riega amoroso el Jerte,
    cuya corriente de plata
    parece que se dilata
    por si en ella quieres verte.
    Y son en tan bella tierra
    tan hermosos cielo y suelo,
    que tu horizonte se cierra
    con un pedazo de sierra
    que es un pedazo de cielo.
    Plasencia: para expresarte
    lo deliciosa que eres,
    bastaba con recordarte
    tus bellísimas mujeres,
    tus maravillas del arte.
    Plasencia: tu historia honrosa
    me ha dicho que eres gloriosa,
    y mis ojos al mirarte
    me dicen que eres hermosa,
    que eres digna de cantarte.
    Mas yo no sé si hoy tu vida
    es la vida indiferente
    de todo pueblo suicida,
    o es vida sana y potente
    de ricas savias henchida.
    Vida pujante y briosa,
    con cultura vigorosa
    y actividades geniales
    ¡La vida brava y nerviosa
    de un pueblo con ideales!
    No sé si tú los tendrás,
    pero supongo que sí,
    pues no tan loca serás,
    que ignores adónde vas
    o mueras dentro de ti.
    Pueblo que duerme es suicida,
    y yo no puedo creer
    que estés pasando la vida
    lánguidamente dormida
    sobre tus glorias de ayer.
    ¡Sueño loco, sueño vano,
    del amor con que te mira
    un rimador castellano,
    que de su bárbara lira
    te hace oír el canto llano!
    Pueblo que tiene tu historia
    debe estar siempre despierto,
    y fresco está en la memoria
    el recuerdo de una gloria
    que dice que tú no has muerto.
    Un día..., ¡qué infausto días!...,
    la pobre Patria venía
    llorando horribles traiciones,
    con la bandera en jirones
    y el honor en la agonía.
    Loca, inerme, macilenta,
    llorando a gritos la afrenta
    que le hizo la iniquidad,
    llegó a tus puertas hambrienta,
    llamando a la caridad.
    Y un grupo de caballeros,
    heraldos de la hidalguía
    de la ciudad de los Fueros,
    oyó los sollozos fieros
    con que la Patria gemía.
    Y al frente de mucha gente
    de esa que trabaja y calla,
    de esa a quien llama canalla
    la casta más decadente
    que en las historias se halla,
    salió a tus puertas gritando:
    -¡Ábranse pronto esas puertas,
    que está la Patria llamando,
    y siempre han estado abiertas
    para el que viene llorando!
    Y abrió el amor en seguida
    tus puertas, noble ciudad,
    y entró la Patria afligida,
    que en brazos se echó rendida
    de tu hermosa Caridad.
    ¡Vieja ciudad de los fueros!
    Sin alardes pregoneros,
    han dicho bien lo que eres
    tus patriotas caballeros,
    tus compasivas mujeres.
    ¡Plasencia! La lira oscura
    de un rimador sin grandeza
    no intentará la locura
    de ensalzar tanta nobleza,
    de cantar tanta hermosura.
    Objeto tan sobrehumano
    como el de tus maravillas,
    es de un Himno soberano;
    no de las ruines coplillas
    de un rimador castellano.
    ¡Funde un genio de la Historia
    que eternice tu memoria
    y haga tu gloria completa!
    ¡Engendra el hijo poëta
    que sepa cantar tu gloria!
    ¡Plasencia: bien has ganado
    tu derecho de vivir!
    Tienes glorioso pasado,
    tienes un presente honrado:
    ¡Dios te dé buen porvenir!


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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:53

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

    EXTREMEÑAS




    Las represalias de Pablos


    - I -


    Dos peñascales horrendos,
    abajo un río que brama,
    y arriba el arco de un puente,
    que aquel precipicio salva
    cual cinta sutil de acero,
    sobre el abismo curvada.
    La blanca luz de la luna
    luchaba con la del alba;
    la de la luna, perdía;
    la de la aurora, ganaba.
    Un cielo que nada dice,
    un mundo en quien nadie habla,
    soledades de sepulcros,
    silencios hondos que alarman,
    quietudes inalterables,
    la plenitud de la calma;
    menos: la inercia absoluta
    de la vida desmayada;
    aún menos: la muerte misma,
    que sobre el mundo descansa;
    y si no zumbara el río,
    ¡todavía menos!..., la nada.



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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:54

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    Las represalias de Pablos



    - II -


    Era el sueño, no la muerte.
    No hay muerte, no muere nada
    mientras se sepa que el hálito
    de Dios por el mundo vaga.
    De los blancos peñascales
    surgieron como fantasmas
    dos hombres, que cautelosos,
    hacia el alto puente avanzan,
    como ciervos que ventean,
    como liebres alarmadas...
    Del puente en la embocadura
    cambiaron unas palabras;
    el uno apostóse fuera;
    el otro enfiló la entrada,
    pasó, y, en la lejanía,
    se perdió como un fantasma.


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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:55

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    Las represalias de Pablos



    - III -


    La blanca luz de la luna
    luchaba con la del alba;
    la de la luna, perdía;
    la de la aurora, ganaba.
    Misteriosa brisa fresca
    pasó batiendo las alas,
    vino del lado del día,
    de Oriente vino, y sus ráfagas
    movieron olores acres,
    frescuras de rociada.
    Cantó una abubilla necia
    tres veces. Alboreaba.
    Una raposa flexible,
    de cola encrespada y larga,
    blandos andares felinos
    y anchas pupilas de ámbar,
    llegó a un extremo del puente
    como sombra que resbala.
    ¡Dudó!, miró a todas partes,
    tomó vientos, recelaba;
    y cruel perro avergonzado,
    como ladrón que se alarma,
    entró en el estrecho puente
    y avanzó toda azorada...
    De pronto, cuando en lo alto
    del arco sutil estaba,
    en cada extremo del puente,
    oyó un silbido de alarma,
    y luego voces, y luego
    vio que el paso le cerraban,
    por ambos lados, dos hombres,
    blandiendo recias estacas,
    y oyó que la maldecían,
    y vio que la amenazaban...
    Despavorida, sin tino,
    la miserable alimaña,
    se puso, de un solo salto,
    sobre el pretil, aterrada...
    Vio el abismo; se detuvo,
    y aun miró atrás. ¡Se acercaban!
    Miró al cielo: ni una peña,
    ni una grieta, ni una rama...
    Y aun dudó..., pero llegaron,
    oyó zumbar las estacas...
    y allá fue, pataleando,
    por el abismo tragada,
    la de la cola espumosa,
    la de los ojos de ámbar,
    la de los blandos andares,
    que nadie los barruntaba.


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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:56

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    Las represalias de Pablos


    - IV -


    El remolino furioso
    que abajo formaba el agua
    cogió a la víctima débil
    que la traición entregara;
    y no la escupió a la orilla,
    ni sumergióla en sus aguas,
    ni la estrelló en un peñasco
    para el tormento abreviarla:
    sobre sus lomos de espuma
    cargóla con loca rabia,
    y condenóla al suplicio
    de girar con vueltas rápidas,
    isócronas, mareantes,
    que aturdían, que embriagaban.


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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:57

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    Las represalias de Pablos



    - V -


    Desde la altura del puente
    cayeron estas palabras,
    más horribles porque abajo
    no sabían contestarlas:
    «Dici Pablos que te iga
    que sigas con la ginasia,
    que mañana volveremos
    a velti jacel roangas!»


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    Mensaje por Lluvia Abril 23.11.21 0:57

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN

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    Las represalias de Pablos



    - VI -

    -¿Vamos, Pablo?
    -Vamos, Ginio
    -¿Cuándo golvemos?
    -Mañana
    -¿No más que mañana?
    -Y siempri,
    y hasta que no quedi casta.
    -¿Y luego?
    -Pos si me apuras,
    arrempujamos a Blasa,
    que cuela el puenti de noche
    cuando güelvi de las cabras.
    ¡Ya tengo ganas de vela
    jaciendo abajo roangas,
    que muchas jaci valsando
    con Meregildo Pardala,
    pa que me enrite de celos,
    pa que me ajogue de rabia!




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    Mensaje por Lluvia Abril 24.11.21 1:13

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    Fecundidad




    - I -






    Mucho más alto que los anchos valles,
    honda vivienda de la grey humana;
    mucho más alto que las altas torres
    con que los hombres a los siglos hablan;
    mucho más alto que la cumbre arbórea,
    llena de luz, de la colina plácida;
    mucho más alto que la alondra alegre
    cuando en los aires la alborada canta;
    mucho más alto que la línea oscura
    que hay de la sierra en la fragosa falda,
    donde empieza el imperio de las fieras
    y las conquistas del trabajo acaban...
    Allá, en las cumbres de las sierras hoscas,
    allá, en las cimas de las sierras bravas;
    en la mansión de las quietudes grandes,
    en la región de las silbantes águilas,
    donde se borra del vivir la idea,
    donde se posa la absoluta calma,
    su nido asientan los silencios grandes,
    el tiempo pliega sus gigantes alas
    y el espíritu atento
    siente flotar en derredor la nada...;
    allá, en las crestas de los riscos negros,
    cerca del vientre de las nubes pardas,
    donde la mano que los rayos forja
    las detonantes tempestades fragua,
    allí vivía el montaraz cabrero
    su tenebrosa vida solitaria,
    melancólico Adán de un paraíso
    sin Eva y sin manzanas...



    Las sierras imponentes
    le dieron a su alma
    la terrible dureza de sus focas,
    la intensa lobreguez de sus gargantas,
    las sombras tristes de las noches negras,
    la inclemencia feroz de sus borrascas,
    los ceños de sus breñas bravas,
    la indolencia brutal de sus reposos
    y el eterno callar de sus entrañas.



    Jamás movió la risa
    los músculos de acero de su cara
    ni ver dejaron sus hirsutos labios
    unos dientes de tigre que guardaban.



    Un traje de pellejo,
    que hiede a ubre de cabras
    y suena a seco ruido
    de frágil hojarasca,
    cubre aquel cuerpo que parece un diente
    del risco roto de la sierra parda.



    ¡Oh! Cuando tenue en las rocosas cumbres
    la aurora se derrama
    sus ámbitos tiñendo
    de dulce luz violácea,



    ya el solitario en el peñón la espera
    mirando a Oriente con quietud de estatua;
    viva estatua musgosa
    que siempre a solas con el tiempo habla;
    esfinge viva que plegó su ceño
    porque la vida le negó sus gracias,
    porque azotó la soledad sus carnes,
    porque el reposo congeló su alma...



    Y luego, cuando abajo
    se muere el día de tristeza lánguida
    y se ponen las peñas de las cimas
    tristemente doradas,
    y luego grises, y borrosas luego,
    y al cabo negras, con negruras trágicas,
    mirando hacia Occidente,
    desde aguda granítica atalaya
    recibe inmóvil el Adán salvaje
    la noche negra que la sierra escala...



    ¿No habrá creado Dios un sol que rompa
    la noche de aquel alma
    y en luz de aurora fructuosa y bella
    le bañe las entrañas?









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    Mensaje por Lluvia Abril 24.11.21 1:14

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    Fecundidad



    - II -


    Bajó una tarde de las altas cumbres,
    vagó errabundo por las anchas faldas
    y se asomó a la vida de los hombres
    desde la orilla de las breñas agrias.
    Subió otra vez a su salvaje nido,
    tomó a bajar a la vivienda humana
    y ya movió la risa
    los músculos de acero de su cara,
    y sus diente de tigre, descubiertos,
    dieron reflejos de marfil y nácar,
    y el hosco ceño despejó la frente,
    y se hizo dulce y mansa
    la dulzura feroz, brava y sañuda
    de aquel mirar de sus pupilas de ágata...;
    cortó un lentisco y horadó su tallo,
    pulió sus nudos y tocó la gaita,
    y oyó por vez primera
    la sierra solitaria
    música ingenua, balbuciente idioma
    que al hombre niño le nació en el alma.
    ¡Cantó la estatua al declinar la tarde!
    ¡Cantó la esfinge al apuntar el alba!



    Y una que trajo de color de oro
    mayo gentil espléndida mañana,
    con sol de fuego que arrancó resinas
    de las olientes montaraces jaras,
    e hizo bramar al encelado ciervo,
    junto al aguaje en que su sed templaba,
    e hizo gruñir al jabalí espantoso,
    e hizo silbar a las celosas águilas
    que por encima de los altos riscos
    persiguiéndose locas volteaban...;
    una mañana que vertió en la sierra
    toda la luz que de los cielos baja,
    todas las auras que la sangre encienden,
    todos los ruidos que el oír regalan,
    todas las pomas que el sentido enervan,
    todos los fuegos que la vida inflaman...;
    por entre ciegas madroñeras húmedas,
    por entre redes de revueltas jaras,
    por laberintos de lentiscos vírgenes
    y de opulentas madreselvas pálidas,
    y de bravíos vigorosos brezos,
    y de romero cuyo aroma embriaga,
    el solitario montaraz subía
    rompiendo el monte con segura planta
    y abriendo paso a la cabrera ruda
    que vio del monte en la fragosa falda,
    y fue a buscar a la vecina aldea
    cual lobo hambriento que al aprisco baja.
    En derechura al nido de la cumbre
    radiante de alegría la llevaba.
    Eva morena, de las breñas hija
    y de ella locamente enamorada,
    iba a la cumbre a coronarse sola
    reina de la montaña.



    Como membrudo corredor venado,
    rompe el cabrero las breñosas mallas;
    como ligera vigorosa corza,
    de peña en peña la cabrera salta.
    Corren así temblando de alegría,
    cuantas parejas por la tierra vagan,
    pero ninguna tan gentil y noble
    subiendo va cual la pareja humana,
    que amor le dice que la altura es suya,
    porque es del rey el elevado alcázar,
    y es para el lobo la maraña negra
    de la húmeda garganta,
    y es para el feo jabalí el pantano
    donde el camastro enfanga,
    y es para el chato culebrón la grieta
    de ambiente frío y tenebrosa entrada...





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    Mensaje por Lluvia Abril 24.11.21 1:15

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    Fecundidad





    - III -


    Y vi una tarde el amoroso idilio
    sobre la cima de la azul montaña:
    un sol que se ponía,
    una limpia caseta que humeaba,
    una cuna de helechos a la puerta
    y una mujer que ante la cuna canta...
    Y el hombre en un peñasco
    tañendo dulce gaita
    que va trayendo hacia el dorado aprisco
    los chivos y las cabras...







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    Mensaje por Angel Salas 24.11.21 20:07

    Lluvia: Un placer disfrutar la biografia, JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN y algunos de sus poemas, digo algunos porque volveré para seguir disfrutando de sus Obras....


    Saludos
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    Mensaje por Lluvia Abril 26.11.21 0:59

    No sabes cuanto se agradece sentirse acompañados por estos lugares, Ángel.
    Muchas gracias y me alegra que lo disfrutes, además, merece la pena.


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    Mensaje por Lluvia Abril 26.11.21 1:01

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    Una nube


    No hay posibles hogaño pa eso
    -dijo el padre de ella;
    y el del mozo exclamó pensativo:

    «Pues entonces hogaño se deja
    porque yo también ando atrasao
    con tantas gabelas...
    Que se casen al año que viene,
    dispués de cosecha,
    y hogaño entre dambos
    le daremos tierra
    pa que el mozo ya siembre pa ellos
    esta sementera.»
    Y el mozo y la moza,
    rojos de vergüenza,
    lo escucharon humildes y mudos,
    sin osar levantar la cabeza.
    Y el mozo labraba,
    derramaba las siete fanegas,
    regaba su trigo
    con sudor de la frente morena,
    y en sus sueños lo vio muchas veces
    maduro en las tierras,
    cargado en el carro,
    junto ya en las eras,
    limpio ya en las trojes,
    blanqueadas tres veces por ella...
    ¡Agosto lejano!
    ¿No vienes, no llegas?
    Agosto ya vino;
    su sol ya platea
    los inmensos tablares de espigas
    que doblándose henchidos revientan...
    ¡Qué hermosa la hoja!
    ¡Contento da verla!
    ¡Qué ondear tan suave a los ojos!
    ¡Qué música aquella,
    la del choque de tantas espigas
    que la brisa a compás balancea!
    ¡La brisa!... ¡La brisa!...
    una tarde radiante y serena
    sopló más caliente,
    sopló con más fuerza,
    humilló las espigas al suelo,
    revolvió la tranquila alameda,
    levantó remolinos de polvo,
    trajo nubes negras
    que azotaron al suelo con gotas
    calientes y gruesas...



    Se pusieron los valles oscuros,
    se pusieron violáceas las sierras,
    y fatídica, ronca, iracunda,
    vengadora, cercana, tremenda,
    zumbó la amaneza
    vibró la centella,
    que rayó con su látigo el vientre
    de la nube cargada de piedra...
    ¡Y la nube en los campos inermes
    derrumbó aquella carga siniestra!...
    ¡Qué triste la hoja!
    ¡Pena daba verla!
    ¡Ya no pueden los mozos casarse
    cuando ellos quisieran!
    ¡Qué triste está el mozo!
    ¡Cómo llora ella!...
    Y es bueno que esperen,
    ¡que no es firme el amor que no espera!




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    Mensaje por Lluvia Abril 26.11.21 1:02

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS



    La espigadora




    ¿Vas a espigar, Isabel?
    ¡Cuánto siento, criatura,
    que bese el sol esa piel
    que tiene jugo y frescura
    de pétalos de clavel!



    Sé que espigar necesitas,
    porque, aunque al sol te marchitas,
    no es bueno que huelgue y duerma
    quien tiene cuatro hermanitas
    y tiene a su madre enferma.



    Mas díganme humanos ojos
    si te hizo Naturaleza
    para que en estos rastrojos,
    hieran tus pies los abrojos
    y abrase el sol tu cabeza.



    Entre pintados cristales
    de alcázares ideales
    hay cien reinas poderosas...
    ¡Para la más bellas cosas
    no tiene el mundo fanales!



    Isabel: no puedo amar;
    no puedo abrirte la puerta
    de mi pecho y de mi hogar,
    porque a otra Isabel, ya muerta,
    se los juré consagrar.



    Y eres tan bella, Isabel,
    que tengo duda cruel
    de si serás sombra bella
    de aquella eclipsada estrella
    que viene a ver si soy fiel.



    Lo digo por tus miradas,
    que parecen oleadas
    del piélago de la gloria
    y no pobres llamaradas
    de bella mortal escoria;



    lo digo porque me suena
    tu voz a salmo cristiano:
    lo digo porque eres buena,
    porque eres casta y serena
    como noche de verano.



    ¡Isabel: no puedo amar!
    Dios sabe que si pudiera
    partir contigo mi hogar
    ahora mismo te dijera:
    -No vayas, niña, a espigar,



    que cerca de ese desierto
    tengo una casa y un huerto
    que entolda un viejo parral
    donde estarás a cubierto
    del beso de mi rival,



    y si espigar necesitas...,
    ¡descanse mi reina y duerma!,
    que está en mis trojes benditas
    el pan de tus hermanitas
    y el pan de tu madre enferma.



    Mas ni estas puras y sanas
    consolaciones cristianas
    puedo pedir al amor...,
    ¡dijeran lenguas villanas
    que andaba en ello tu honor!



    Vete a espigar, moza mía,
    que si el mundo fuese honrado,
    como tu honor merecía,
    contigo a espigar iría
    quien sabe lo que es sagrado;



    contigo se fuera, hermosa,
    por el desierto ardoroso,
    quien tiene por cierta cosa
    que nadie mancha una rosa
    si no es un reptil baboso.



    En el rincón de ese ardiente
    desierto que el sol calcina
    tengo yo un prado riente
    con una pomposa encina
    y una purísima fuente;



    y bajo el palio frondoso
    que apaga el fuego del cielo,
    yo te dejara gozoso
    oyendo el decir copioso
    del agua del regatuelo,



    y yo, afrontando fatigas
    bajo ese cielo que arde,
    diera envidia a las hormigas
    para llevarte a la tarde
    rubias manadas de espigas.



    ¡No puedo, sol de mis ojos!
    Tendrás que ir sola, Isabel,
    para que en esos rastrojos
    hieran tus pies los abrojos
    y el sol mancille tu piel.



    Tendré que verte a la vuelta,
    cuando a tu pobre hogar vayas,
    la trenza del jubón suelta,
    rotas las pulidas sayas,
    la cabellera revuelta,



    con polvo y sudor pegado
    sobre las sienes el pelo
    y hundido el seno abultado,
    y el alto dorso encorvado,
    y el casto mirar al suelo.



    Y fuerza será que vea
    cómo el sol de los rastrojos
    tu piel de rosa broncea
    y cómo escalda y orea
    tus húmedos labios rojos.



    Mas vete sola, Isabel,
    que, aunque me cause dolor
    que el sol mancille tu piel,
    es más injusto y crüel
    que el mundo empañe tu honor.



    Mejor que un decir artero
    mil veces llorar prefiero
    bellezas que el sol se lleve...
    ¡Virgen de bronce te quiero
    mejor que Venus de nieve!




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    Mensaje por Lluvia Abril 28.11.21 2:22

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    La romería del amor





    - I -


    Declinaba la tarde lentamente.
    El sol enrojecido transponía
    las cumbres solitarias del Poniente
    tras un radiante y bochornoso día
    del sol sin nubes y de siesta ardiente.



    A medida que el astro moribundo
    sola dejaba la extensión del mundo,
    la tierra, adormecida
    de la pereza en el sopor profundo,
    resucitaba espléndida a la vida;
    y cual mujer hermosa
    que de los sueños de enervante siesta
    despierta triste, de vivir ansiosa,
    y se dispone a la nocturna fiesta;
    así Naturaleza despertando
    del hondo sueño incubador del día
    empezaba a moverse, preludiando
    la inmensa rumorosa sinfonía
    de una noche serena
    de brisas mansas y de luna llena.



    La tarde se moría,
    y a medida que el fuego se apagaba
    del sol fecundador, que ya se hundía,
    el monte melodioso se animaba,
    la vega se reía,
    se cargaban los aires de rumores,
    y temblaban las hojas de alegría,
    y en la atmósfera azul, rica en fulgores,
    la luz crepuscular se derretía...
    ¡Solo la de la tarde hay en el mundo
    que se pueda llamar bella agonía!



    El campo abrió sus pomas,
    y en las alas del céfiro movido,
    subieron y bajaron de las lomas
    y entraron por las puertas del sentido
    riquísimos aromas
    de ya agostada manzanilla enana,
    rosillas de gavanzos,
    toronjil, hierbabuena y mejorana,
    madreselva, poleos y mastranzos...



    Innominada pajarita albina
    entonó su cantata vespertina
    posada en los pimpollos del saúco,
    arrulló la paloma montesina,
    chilló el abejaruco
    clavado en la berruga de la encina,
    la atmósfera caliente saturaron
    de frescas humedades las riberas,
    las mieses ondearon,
    gimieron las choperas...
    y todo el gran paisaje
    teñido del misterio de la hora,
    moviendo el verde mar de su follaje,
    inició la canción susurradora
    que canta por las tardes su oleaje.



    Las sombras del crepúsculo amoroso,
    velos de muerte de la tarde quieta,
    cayeron sobre el valle misterioso,
    cayeron sobre el alma del poeta...



    Y del dulce, del grato
    seno profundo de la oscura fronda
    de fresnos y mimbrales del regato,
    romántica, alta y honda,
    purísima y vibrante,
    bizarra, magistral, insinuante,
    más cargada que nunca de dulzura,
    más henchida que nunca de armonía,
    más llena de frescura,
    más rica en poesía,
    más intensa y sonora,
    más que nunca feliz, más habladora,
    surgió la incomparable,
    surgió la peregrina
    primorosa canción inimitable
    que brota de la lengua cristalina
    del pájaro cantor de los cantores,
    cuando sabe que escucha sus primores
    en la rama vecina
    una enferma de fiebre incubadora
    que extática reposa sobre el nido
    donde el hondo misterio se elabora...
    ¡Sólo estando en amores
    saben cantar así los ruiseñores!




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    Mensaje por Lluvia Abril 28.11.21 2:23

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    La romería del amor



    - II -


    El riente lucero vespertino,
    y el hijo del crepúsculo y del día,
    ya en el cielo lucía
    circundado de un nimbo diamantino.



    Delante de la ermita un valle había,
    y en él alegremente
    bailaba todavía
    gran multitud de campesina gente.
    ¡Sones de tamboril, toques sentidos
    de la gaita dulcísima caídos,
    alegre repicar de castañuelas!...
    ¡Qué bien debéis sonar en los oídos
    de todas las mozuelas!



    Tocó a su fin la alegre romería;
    y tomando caminos y senderos,
    se dispersó con loca algarabía
    la feliz multitud de los romeros.



    Mansa luna redonda,
    surgiendo del perfil del horizonte,
    tiñó de blanco la movida fronda,
    y una dulzura honda
    se derramó por la extensión del monte.



    La alegre juventud, con sus cantares,
    llenó los encinares,
    y en amantes parejas separados
    caminaban por valles y cañadas,
    ellos enamorados
    y ellas enamoradas...



    ¡Dichosos ellos y dichosas ellas
    que unirse saben y decirse amores
    debajo de una bóveda de estrellas
    y encima de una sábana de flores!



    Solo el pobre poeta, el visionario,
    el hongo de los valles de la aldea,
    por los cuales pasea
    un dolor siempre igual y siempre vario,
    no tiene un alma amiga,
    un alma de mujer hermosa y pura
    que por él sienta amor y se lo diga
    con la voz empañada de ternura.



    La luz de plata de la luna llena,
    tibia, elegíaca, mística y serena,
    llenaba el mundo de apacible calma:
    la sangre hervía, se quejaba el alma,
    y el pobre rimador lloró de pena.



    ¿De qué le servirán al visionario
    los sueños de la loca fantasía
    si al tomar de la alegre romería
    nadie más que él camina solitario,
    mendigo de amor y la alegría?



    ¿Qué le vale la musa soñadora
    que le inspira sutiles creaciones?
    ¿Qué le vale la cítara sonora,
    si sus vagas románticas canciones
    son errabundas melodías muertas
    cuyo ritmo ideal, desvanecido,
    no llega enamorado ante las puertas
    de amante corazón y amante oído?



    ¡Qué artificio tan ruin le parecían
    sus doradas cantatas amorosas,
    muertas flores pomposas
    con senos de papel que no tenían
    polen fecundador ni olor de rosas!



    ¡Qué falsas vio pasar, qué mentirosas
    sus legiones de vírgenes sutiles,
    sus engendros de gasas y vapores,
    dislocadas bellezas femeninas
    que brindaban estériles amores!



    ¡Cuán pobre poesía,
    cuán helada, cuán pálida y vacía
    aquella que brotaba
    del cerebro genial que la creaba
    y en estrofas de mármol la vertía!



    ¡Oh!, por eso al romántico ingenioso,
    aéreo soñador artificioso
    de otro vivir enamorado ahora,
    le envadió la nostalgia tentadora
    del amor fructuoso,
    nutrimiento del alma soñadora,
    savia pujante del vivir brioso,
    el amor que en el monte se reía
    y en la ermita rezaba agradecido,
    y en el valle bailaba de alegría,
    y al fuego del placer enardecido,
    en ansias de vivir se derretía...;
    un amor fuerte y sano,
    tan fecundo en promesas, tan humano
    como el que en alas de esperanza ciega
    iba cantando por aquel camino
    la canción de la vida que se entrega
    en los brazos fecundos del destino.



    Si aquel amor su espíritu tocara,
    sus entrañas de hombre sacudiera
    y su mente de artista caldeara,
    ¡qué rica, qué sincera,
    qué llena de vigor su poesía!
    ¡La helada realidad qué poco fría!
    ¡Qué sabrosa y feliz la vida fuera!
    La música briosa sonaría
    de sus nuevas canciones
    a murmullos de plática vehemente,
    y a fogoso latir de corazones,
    y a rítmico alentar de pecho ardiente...



    -¡Más, más! ¡Más todavía!
    -gimió el poeta con doliente brío-:
    ¡Seré de una mujer, será ella mía
    y aun no seré feliz!... ¡Mas, más, Dios mío!





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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 4 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril 28.11.21 2:24

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN



    CAMPESINAS




    La romería del amor






    - III -


    ¡El poeta era yo! Sentíme fuerte,
    llena mi carne se sintió de vida,
    lleno de fe mi corazón inerte,
    llena de luz mi mente oscurecida...
    ¡Me alcé en la tumba y sacudí la muerte!



    Y tomando a la ermita abandonada,
    ya envuelta en la callada,
    tranquila y santa soledad serena
    de la noche ideal de luna llena,
    ante sus muros me postré de hinojos,
    al alto ventanal iluminado
    alcé mi corazón, alcé mis ojos
    y del fondo del pecho enamorado
    me salió esta oración. «¡Virgen bendita!,
    no volveré a tu ermita
    a rendirte misérrimos cantares,
    a poner con los hielos de la mente,
    ofrendas de artificio en tus altares,
    coronas de oropel sobre tu frente.
    ¡Volveré cuando traiga de la mano,
    para rendirlo ante tus pies de hinojos,
    un angelino humano
    que tenga azules, como tú, los ojos!...»







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