***
HORACIO.- Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento.
En la época más gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso César
cayese quedaron vacíos los sepulcros y los amortajados cadáveres vagaron
por las calles de la ciudad, gimiendo en voz confusa; las estrellas
resplandecieron con encendidas colas, cayó lluvia de sangre, se ocultó el sol
entre celajes funestos y el húmedo planeta, cuya influencia gobierna el
imperio de Neptuno, padeció eclipse como si el fin del mundo hubiese
llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores
que avisan los futuros destinos, el cielo y la tierra juntos los han manifestado
a nuestro país y a nuestra gente... Pero. Silencio... ¿Veis?..., allí... Otra vez
vuelve... Aunque el terror me hiela, yo le quiero salir al encuentro. Detente,
fantasma. Si puedes articular sonidos, si tienes voz háblame. Si allá donde
estás puedes recibir algún beneficio para tu descanso y mi perdón, háblame.
Si sabes los hados que amenazan a tu país, los cuales felizmente previstos
puedan evitarse, ¡ay!, habla... O si acaso, durante tu vida, acumulaste en las
entrañas de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que vosotros,
infelices espíritus, después de la muerte vagáis inquietos; decláralo...
Detente y habla... Marcelo, detenle.
MARCELO.- ¿Le daré con mi lanza?
HORACIO.- Sí, hiérele, si no quiere detenerse.
BERNARDO.- Aquí está.
HORACIO.- Aquí.
MARCELO.- Se ha ido. Nosotros le ofendemos, siendo él un Soberano,
en hacer demostraciones de violencia. Bien que, según parece, es
invulnerable como el aire, y nuestros esfuerzos vanos y cosa de burla.
BERNARDO.- Él iba ya a hablar cuando el gallo cantó.
HORACIO.- Es verdad, y al punto se estremeció como el delincuente
apremiado con terrible precepto. Yo he oído decir que el gallo, trompeta de la
mañana, hace despertar al Dios del día con la alta y aguda voz de su garganta
sonora, y que a este anuncio, todo extraño espíritu errante por la tierra o el
mar, el fuego o el aire, huye a su centro; y la fantasma que hemos visto acaba
de confirmar la certeza de esta opinión.
MARCELO.- En efecto desapareció al cantar el gallo. Algunos dicen que
cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro
Redentor, este pájaro matutino canta toda la noche y que entonces ningún
espíritu se atreve a salir de su morada, las noches son saludables, ningún
planeta influye siniestramente, ningún maleficio produce efecto, ni las
hechiceras tienen poder para sus encantos. ¡Tan sagrados son y tan felices
aquellos días!
HORACIO.- Yo también lo tengo entendido así y en parte lo creo. Pero
ved como ya la mañana , cubierta con la rosada túnica, viene pisando el rocío
de aquel alto monte oriental. Demos fin a la guardia, y soy de opinión que
digamos al joven Hamlet lo que hemos visto esta noche, porque yo os
prometo que este espíritu hablará con él, aunque ha sido para nosotros mudo.
¿No os parece que dé esta noticia, indispensable en nuestro celo y tan propia
de nuestra obligación?
MARCELO.- Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en donde le hallaremos esta
mañana, con más seguridad.
cont
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