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William Cullen Bryant (Cummington, Massachusetts, Estados Unidos; 3 de noviembre de 1794 - Nueva York, 12 de junio de 1878), poeta, periodista y crítico estadounidense.
Obra
Se aficionó a la poesía en la vasta biblioteca paterna, en la que adquirió además una erudición poco común y aprendió idiomas, entre ellos el griego y el español. Entre sus más famosos poemas juveniles están Thanatopsis, To a Waterfowl, Inscription for the Entrance to a Wood, y The Yellow Violet. Cantó la majestuosidad de la Naturaleza en un estilo influido por los poetas lakistas del Romanticismo inglés con una personal simplicidad y dignidad. Tradujo Al Niágara del poeta cubano José María de Heredia.
En Nueva York fue crítico literario y editor asociado del New York Evening Post en 1826, y de 1829 a su muerte fue editor principal. Defendió los derechos humanos y abogó por la libertad y la abolición de la esclavitud. Fue un crítico literario notable y un teórico de los más importantes sobre poesía en aquella época. En sus Lectures on Poetry (compuesta en 1825 y publicada en 1884) y otros ensayos críticos valoró la simplicidad, la imaginación original y la moralidad. Otras obras suyas son The Death of the Flowers, To the Fringed Gentian y The Battle-Field. Tradujo la Ilíada en verso blanco en 1870, y la Odisea en 1872.
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*
Cuatro poemas de William Cullen Bryant:
EL SOL DE MAYO
El sol de Mayo envuelve en esplendores
Prado y selva, de nuevo floreciente;
Mas la que a honrar venía estos verdores
Con sonrisa aún más pura y más fulgente,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
En larga copia blancas flores bellas
Asoman del camino en las orillas;
La que con mano que envidiaban ellas,
Cogiendo iba y juntando florecillas,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
Los pájaros al aura brillad ora
Esparcen sus concentos matutinos;
La que con voz más dulce y más canora
Convidome tal vez a oír sus trinos,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
La música del año que amanece,
La florida estación me causa enojos;
Mi espíritu se anubla y entristece,
Las lágrimas asoman a mis ojos;
Que ella ¡ay de mí! reposa
Bajo la helada losa.
HIMNO DE LA CIUDAD
No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede a Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.
También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.
Tu luz, vertida a mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.
Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba o mar que brama.
Y a la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.
JUNIO (fragmento)
Allí, tras las largas, largas horas de verano
la luz dorada debería yacer
y espesas hierbas nuevas y ramas floridas
alzarse en el esplendor de su hermosura.
La oropéndola, hacer su nido y cantar
su cuento de amor, cerca de mi celda;
la mariposa que vaga
debería hallar reposo, y se oriría
a la abeja ajetreada y al colibrí.
¿Y qué si alegres gritos al mediodía,
que llegan desde el pueblo,
o canciones de doncellas, bajo la luna,
se mezclan con la risa de las hadas?
¿Y qué si en la luz crepuscular
los novios prometidos caminan junto
al monumento levantado en mi honor?
Me gustaría que en este lugar hermoso
no se vieran ni oyeran cosas tan tristes.
Lo sé, sé que no habría de ver
el glorioso espectáculo de la estación,
sé que sus rayos no brillarían para mí
ni fluiría ya su música silvestre;
pero si, alrededor de mi lugar de reposo,
los amigos que amo acuden a llorar
quizá no tengan prisa en irse.
Suaves melodías y canciones, y luz, y flores,
los harían detenerse junto a mi tumba.
Deberían llevar en sus corazones
el recuerdo de lo que ya pasó,
y hablar de aquel que ya no puede
compartir la dicha de este paisaje;
cuya parte en el fasto que llena
el circuito de las colinas en verano
es... que su tumba es verde;
y cómo se alegrarían sus corazones
si su voz sonara hoy de nuevo.
Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus
LA VOZ DEL OTOÑO
Murmurando a la contina
Sopla alada ventolina,
Y retostadas y rojas
Cual copos de luz, las hojas
Remolina.
Ya mustia campiña rasa,
Ya el árbol que el sol abrasa
Roza en blando movimiento;
Doquier de otoño el aliento
Corre y pasa.
Sobre el musgoso arroyuelo
Susurra, y saluda, al vuelo,
La última desierta flor
Que lánguida y sin color
Mira al cielo.
Y a rapaces bullidores
Llega, y besos voladores
Les da en ojos y mejillas,
Y deja atrás sus cuadrillas
Y clamores.
Y a lago y selva remota
Va triscando, y alborota
El más recóndito nido,
Do entre peñas escondido
Raudal brota.
Ni en la granja se guarece
Que alegre ninfa embellece,
Ni en concavidad repuesta;
Huye, y la cima traspuesta,
Desparece.
Di, ¿no te causa pesar,
Nunca haber de reposar,
Blanda brisa, ni en laderas
De los montes, ni en riberas
De la mar?
Perenne inquietud te asiste,
Para agitarte naciste,
Sin cesar, de Oriente a Ocaso;
Aura que detiene el paso,
Ya no existe.
Pienso que dejando lloras,
Mil formas encantadoras
Que, doquiera que resbalas,
Con tus levísimas alas
Mal desfloras.
WILLIAM CULLEN BRYAND
William Cullen Bryant (Cummington, Massachusetts, Estados Unidos; 3 de noviembre de 1794 - Nueva York, 12 de junio de 1878), poeta, periodista y crítico estadounidense.
Obra
Se aficionó a la poesía en la vasta biblioteca paterna, en la que adquirió además una erudición poco común y aprendió idiomas, entre ellos el griego y el español. Entre sus más famosos poemas juveniles están Thanatopsis, To a Waterfowl, Inscription for the Entrance to a Wood, y The Yellow Violet. Cantó la majestuosidad de la Naturaleza en un estilo influido por los poetas lakistas del Romanticismo inglés con una personal simplicidad y dignidad. Tradujo Al Niágara del poeta cubano José María de Heredia.
En Nueva York fue crítico literario y editor asociado del New York Evening Post en 1826, y de 1829 a su muerte fue editor principal. Defendió los derechos humanos y abogó por la libertad y la abolición de la esclavitud. Fue un crítico literario notable y un teórico de los más importantes sobre poesía en aquella época. En sus Lectures on Poetry (compuesta en 1825 y publicada en 1884) y otros ensayos críticos valoró la simplicidad, la imaginación original y la moralidad. Otras obras suyas son The Death of the Flowers, To the Fringed Gentian y The Battle-Field. Tradujo la Ilíada en verso blanco en 1870, y la Odisea en 1872.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
*
Cuatro poemas de William Cullen Bryant:
EL SOL DE MAYO
El sol de Mayo envuelve en esplendores
Prado y selva, de nuevo floreciente;
Mas la que a honrar venía estos verdores
Con sonrisa aún más pura y más fulgente,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
En larga copia blancas flores bellas
Asoman del camino en las orillas;
La que con mano que envidiaban ellas,
Cogiendo iba y juntando florecillas,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
Los pájaros al aura brillad ora
Esparcen sus concentos matutinos;
La que con voz más dulce y más canora
Convidome tal vez a oír sus trinos,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
La música del año que amanece,
La florida estación me causa enojos;
Mi espíritu se anubla y entristece,
Las lágrimas asoman a mis ojos;
Que ella ¡ay de mí! reposa
Bajo la helada losa.
HIMNO DE LA CIUDAD
No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede a Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.
También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.
Tu luz, vertida a mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.
Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba o mar que brama.
Y a la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.
JUNIO (fragmento)
Allí, tras las largas, largas horas de verano
la luz dorada debería yacer
y espesas hierbas nuevas y ramas floridas
alzarse en el esplendor de su hermosura.
La oropéndola, hacer su nido y cantar
su cuento de amor, cerca de mi celda;
la mariposa que vaga
debería hallar reposo, y se oriría
a la abeja ajetreada y al colibrí.
¿Y qué si alegres gritos al mediodía,
que llegan desde el pueblo,
o canciones de doncellas, bajo la luna,
se mezclan con la risa de las hadas?
¿Y qué si en la luz crepuscular
los novios prometidos caminan junto
al monumento levantado en mi honor?
Me gustaría que en este lugar hermoso
no se vieran ni oyeran cosas tan tristes.
Lo sé, sé que no habría de ver
el glorioso espectáculo de la estación,
sé que sus rayos no brillarían para mí
ni fluiría ya su música silvestre;
pero si, alrededor de mi lugar de reposo,
los amigos que amo acuden a llorar
quizá no tengan prisa en irse.
Suaves melodías y canciones, y luz, y flores,
los harían detenerse junto a mi tumba.
Deberían llevar en sus corazones
el recuerdo de lo que ya pasó,
y hablar de aquel que ya no puede
compartir la dicha de este paisaje;
cuya parte en el fasto que llena
el circuito de las colinas en verano
es... que su tumba es verde;
y cómo se alegrarían sus corazones
si su voz sonara hoy de nuevo.
Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus
LA VOZ DEL OTOÑO
Murmurando a la contina
Sopla alada ventolina,
Y retostadas y rojas
Cual copos de luz, las hojas
Remolina.
Ya mustia campiña rasa,
Ya el árbol que el sol abrasa
Roza en blando movimiento;
Doquier de otoño el aliento
Corre y pasa.
Sobre el musgoso arroyuelo
Susurra, y saluda, al vuelo,
La última desierta flor
Que lánguida y sin color
Mira al cielo.
Y a rapaces bullidores
Llega, y besos voladores
Les da en ojos y mejillas,
Y deja atrás sus cuadrillas
Y clamores.
Y a lago y selva remota
Va triscando, y alborota
El más recóndito nido,
Do entre peñas escondido
Raudal brota.
Ni en la granja se guarece
Que alegre ninfa embellece,
Ni en concavidad repuesta;
Huye, y la cima traspuesta,
Desparece.
Di, ¿no te causa pesar,
Nunca haber de reposar,
Blanda brisa, ni en laderas
De los montes, ni en riberas
De la mar?
Perenne inquietud te asiste,
Para agitarte naciste,
Sin cesar, de Oriente a Ocaso;
Aura que detiene el paso,
Ya no existe.
Pienso que dejando lloras,
Mil formas encantadoras
Que, doquiera que resbalas,
Con tus levísimas alas
Mal desfloras.
WILLIAM CULLEN BRYAND
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