Aires de Libertad

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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Miér 18 Oct 2023, 19:29

      CANTO VIGÉSIMO

      ARO QUINTO: AVARICIA Y PRODIGALIDAD

      EJEMPLOS DE POBREZA Y DE LIBERALIDAD,
      HUGO CAPETO, I.OS CAPETOS, EJEMPLOS DE TOBPE AVARICIA,
      EL MONTE SE SACUDE POR LA LIBERACIÓN DE ÜN „LMA

      Al separarse del papa, los poetas rodean el quinto rellano del monte
      del purgatorio. Una sombra ensalza altos ejemplos contrarios a la
      avaricia. El doliente espíritu les revela que es Hugo, padre del
      primer Capeto, execra los vicios de sus descendientes. El mismo,
      explica la disciplina) moral de los avaros y de los pródigos donde se
      loan de día las virtudes contrarias, y reprenden de noche sus vicios.
      Un temblor de tierra hace estremecer la montaña, sigue un grito, y
      un cántico. EmociOn y curiosidad del poeta.


      Contra mejor querer, se lucha en vano;
      y por esto, la esponja aun no empapada,
      del agua retiré, no sin desgano. ¡¡
      «h guía, por la roca no ocupada,
      siguió, y yo tras él, cual se rodea
      una muralla estrecha y almenada; e
      Pues la gente que triste lagrimea
      Por el mal que en el mundo se congloba,
      Por el opuesto lado se codea. 3
      Que maldita seas tú, ¡ Oh vieja loba!
      ¡que tu nombre sin fin, entre las fieras
      más presas que ellas juntas come y roba! 12
      ¡ Cielo! que según dicen, tus esferas
      indican las mudanzas, ¿Qué momento
      para ahuyentarla de este mundo esperas? l3
      Seguíamos en tanto, a paso lento,
      y atendiendo a las sombras, percibía
      llanto piadoso y ecos de lamento. 1S
      Por ventura escuché: «Dulce María!»
      (Muy cerca de nosotros, voz de llanto,
      cual de mujer que en parto lloraría). n
      Y continuar: «Tan pobre fuiste, tanto,
      cuanto se puede ver por el hospicio
      do depusiste el tu fruto santo.» u
      Y en seguida escuché: «¡ Oh, buen Pabricio!
      la virtuosa pobreza has preferido
      a la riqueza que acompaña al vicio.» 27
      Estas palabras, gratas a mi oído,
      moviéronme a seguir con más certeza,
      al espíritu en pos de su sonido. 30
      El, hablando siguió, de la largueza
      de Nicolás, en pro de las doncellas,
      para salvar su juvenil pureza. ss
      «¡Oh, ánima,» dije, «de palabras bellas!
      ¿Quién fuiste? ¿Por qué sólo tu alabanza
      das a dignas acciones que resellas? 3 e
      «No quedará sin premio tu confianza,
      si vuelvo a recorrer la corta vía
      de mi vida, que al término se avanza.» 39
      Y él: «Lo diré movido a simpatía,
      respondiendo, sin premio, a gracia tanta,
      cual la que irradias vivo todavía.
      «Yo fui raíz de aquella mala planta
      de la cristiana tierra desolante,
      que rara vez con frutos se levanta.
      «Si de ella, Bruge y Duai, y Lile y Gante
      se quisieran vengar, el fallo acepto,
      que es justicia que a Dios pido anhelante.
      «Llamáronme en el mundo Hiigo Capeto;
      hijos míos, Felipe y Luis han sido,
      nuevos reyes de Francia con respeto.
      «De un carnicero de París nacido,
      cuando sus viejos reyes acabaren,
      menos uno de vil sayal vestido,
      «del gobierno las riendas empuñaron
      mis manos, y el poder que yo hice mío
      numerosos amigos sustentaron.
      «De la viuda corona, un hijo mío
      ceñido fué, y consagrada iguala
      mi raza, a la más alta en poderío.
      «Mientras duró la dote provenzala,
      mi progenie, sin ser de gran valía,
      sino hizo bien, tampoco cosa mala.
      «Después se dio a la fuerza y la falsía,
      y a la rapiña, y por su mal destino,
      tomó Poitou, Gascuña y Normandía;
      «y Carlos en Italia, a Conradino
      Por enmienda mató, y al cielo envía
      por enmienda también, al grande Aquino.
      «Se acerca el tiempo en que la Francia, un día
      a otro Carlos envíe, por probanza
      de lo que en sí su raza contenía. r2
      «Armado irá tan sólo de la lanza
      de Judas, y con punta tan filosa
      que de Florencia romperá la panza. T5
      «No tierras, sino fama vergonzosa
      conquistará, con el pecado grave
      de serle leve toda acción dañosa. 7S
      «El otro, sale preso de una nave,
      vende a su hija, su precio regateando,
      como sólo un corsario hacerlo sabe. 81
      «¡ Oh, avaricia! ¿ Qué más vienes buscando ?
      ¡Por tí mi pueblo, del honor perjuro,
      va con su propia carne traficando! B4
      «Veo, para agravar el mal futuro,
      que Alagna a flor de lis se ha sometido,
      y en su Vicario, a Cristo, en trance duro. 8r
      «Y le veo otra vez escarnecido,
      beber nuevo vinagre con sus hieles,
      y entre ladrones vivos ser herido. 90
      «Y otro Pilatos, de iras más crueles,
      que nada sacia, que sin ley alcanza
      hasta el sagrado templo de los fieles. 93
      «¡ Oh, Señor mío! ¿ Cuándo tu venganza
      en que se oculta tu ira bondadosa,
      responderá a legítima esperanza? 90
      «Tú me has pedido de la sola esposa
      del Espíritu santo, explicaciones,
      al invocar su esencia misteriosa: 99
      «Nuestro espíritu se alza en oraciones
      durante el día, y en la noche dando
      en vez de ruegos, duras maldiciones:
      «A Pigmalion entonces recordando,
      que fué traidor, ladrón y parricida,
      con avidez el oro ambicionando;
      «y la miseria del avaro Mida,
      castigado en el don que se le acuerda,
      que debe ser por siempre escarnecida;
      «y de Acham la renuncia se recuerda,
      que robó los despojos, a quien la ira
      aun de Josué parece que lo muerda;
      «y a su esposo acusamos con Tafira;
      loamos la coz que escarneció a Bliodoro;
      y voz de infamia por el monte gira.
      «¡Polinestor que mata a Polidoro!
      Y Craso, gritan todos finalmente:
      Dinos, pues sabes, como sabe el oro.
      «Y hablan así, más bajo o fuertemente,
      según la dura espuela los presiona,
      que hace andar más despacio o prontamente.
      «Este sentir a todos apasiona,
      y si a mí solamente has escuchado,
      es que entonces no hablaba otra persona.»
      El alma, atrás habiendo ya dejado,
      tratamos de llegar a la salida
      superando la vía por un lado,
      cuando sentí, cual mole derruida,
      temblar el monte y convertido en hielo
      quedé, como en las ansias de la vida.
      No más se estremeció la isla de Délo,
      cuando Latona en ella hizo su nido
      para alumbrar los dos ojos del cielo.
      De un grito general el estampido
      a mi guía trajera de mi lado,
      quien me dijo: «Serás bien conducido.»
      Gloria in excelsis Deo, fué entonado,
      por muchas voces, con amor intenso,
      en medio de aquel grito atribulado.
      Inmóviles quedamos, en suspenso,
      cual los pastores al oir tal canto,
      hasta el final de aquel temblor inmenso.
      Luego seguimos el camino santo
      entre sombras yacentes en la tierra,
      que proseguían en su eterno llanto.
      nunca dentro de mí sentí mks guerra,
      por descubrir arcano misterioso,
      si la memoria mía aquí no yerra,
      como en aquel momento pavoroso:
      el hablar me impedía el paso activo,
      y no pudiendo responder ansioso,
      con timidez seguía pensativo.




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      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Dom 22 Oct 2023, 16:48

      CANTO XXI


      [Canto XXI, ove si tratta del sopradetto quinto girone, dove si
      punisce e purga la predetta colpa de l'avarizia e la colpa de la
      prodigalitade; dove truova Stazio poeta tolosano.]


      La sete natural che mai non sazia
      se non con l'acqua onde la femminetta
      samaritana domandò la grazia,
      mi travagliava, e pungeami la fretta
      per la 'mpacciata via dietro al mio duca,
      e condoleami a la giusta vendetta.
      Ed ecco, sì come ne scrive Luca
      che Cristo apparve a' due ch'erano in via,
      già surto fuor de la sepulcral buca,
      ci apparve un'ombra, e dietro a noi venìa,
      dal piè guardando la turba che giace;
      né ci addemmo di lei, sì parlò pria,
      dicendo: «O frati miei, Dio vi dea pace».
      Noi ci volgemmo sùbiti, e Virgilio
      rendéli 'l cenno ch'a ciò si conface.
      Poi cominciò: «Nel beato concilio
      ti ponga in pace la verace corte
      che me rilega ne l'etterno essilio».
      «Come!», diss' elli, e parte andavam forte:
      «se voi siete ombre che Dio sù non degni,
      chi v'ha per la sua scala tanto scorte?».
      E 'l dottor mio: «Se tu riguardi a' segni
      che questi porta e che l'angel profila,
      ben vedrai che coi buon convien ch'e' regni.
      Ma perché lei che dì e notte fila
      non li avea tratta ancora la conocchia
      che Cloto impone a ciascuno e compila,
      l'anima sua, ch'è tua e mia serocchia,
      venendo sù, non potea venir sola,
      però ch'al nostro modo non adocchia.
      Ond' io fui tratto fuor de l'ampia gola
      d'inferno per mostrarli, e mosterrolli
      oltre, quanto 'l potrà menar mia scola.
      Ma dimmi, se tu sai, perché tai crolli
      diè dianzi 'l monte, e perché tutto ad una
      parve gridare infino a' suoi piè molli».
      Sì mi diè, dimandando, per la cruna
      del mio disio, che pur con la speranza
      si fece la mia sete men digiuna.
      Quei cominciò: «Cosa non è che sanza
      ordine senta la religïone
      de la montagna, o che sia fuor d'usanza.
      Libero è qui da ogne alterazione:
      di quel che 'l ciel da sé in sé riceve
      esser ci puote, e non d'altro, cagione.
      Per che non pioggia, non grando, non neve,
      non rugiada, non brina più sù cade
      che la scaletta di tre gradi breve;
      nuvole spesse non paion né rade,
      né coruscar, né figlia di Taumante,
      che di là cangia sovente contrade;
      secco vapor non surge più avante
      ch'al sommo d'i tre gradi ch'io parlai,
      dov' ha 'l vicario di Pietro le piante.
      Trema forse più giù poco o assai;
      ma per vento che 'n terra si nasconda,
      non so come, qua sù non tremò mai.
      Tremaci quando alcuna anima monda
      sentesi, sì che surga o che si mova
      per salir sù; e tal grido seconda.
      De la mondizia sol voler fa prova,
      che, tutto libero a mutar convento,
      l'alma sorprende, e di voler le giova.
      Prima vuol ben, ma non lascia il talento
      che divina giustizia, contra voglia,
      come fu al peccar, pone al tormento.
      E io, che son giaciuto a questa doglia
      cinquecent' anni e più, pur mo sentii
      libera volontà di miglior soglia:
      però sentisti il tremoto e li pii
      spiriti per lo monte render lode
      a quel Segnor, che tosto sù li 'nvii».
      Così ne disse; e però ch'el si gode
      tanto del ber quant' è grande la sete,
      non saprei dir quant' el mi fece prode.
      E 'l savio duca: «Omai veggio la rete
      che qui vi 'mpiglia e come si scalappia,
      perché ci trema e di che congaudete.
      Ora chi fosti, piacciati ch'io sappia,
      e perché tanti secoli giaciuto
      qui se', ne le parole tue mi cappia».
      «Nel tempo che 'l buon Tito, con l'aiuto
      del sommo rege, vendicò le fóra
      ond' uscì 'l sangue per Giuda venduto,
      col nome che più dura e più onora
      era io di là», rispuose quello spirto,
      «famoso assai, ma non con fede ancora.
      Tanto fu dolce mio vocale spirto,
      che, tolosano, a sé mi trasse Roma,
      dove mertai le tempie ornar di mirto.
      Stazio la gente ancor di là mi noma:
      cantai di Tebe, e poi del grande Achille;
      ma caddi in via con la seconda soma.
      Al mio ardor fuor seme le faville,
      che mi scaldar, de la divina fiamma
      onde sono allumati più di mille;
      de l'Eneïda dico, la qual mamma
      fummi, e fummi nutrice, poetando:
      sanz' essa non fermai peso di dramma.
      E per esser vivuto di là quando
      visse Virgilio, assentirei un sole
      più che non deggio al mio uscir di bando».
      Volser Virgilio a me queste parole
      con viso che, tacendo, disse 'Taci';
      ma non può tutto la virtù che vuole;
      ché riso e pianto son tanto seguaci
      a la passion di che ciascun si spicca,
      che men seguon voler ne' più veraci.
      Io pur sorrisi come l'uom ch'ammicca;
      per che l'ombra si tacque, e riguardommi
      ne li occhi ove 'l sembiante più si ficca;
      e «Se tanto labore in bene assommi»,
      disse, «perché la tua faccia testeso
      un lampeggiar di riso dimostrommi?».
      Or son io d'una parte e d'altra preso:
      l'una mi fa tacer, l'altra scongiura
      ch'io dica; ond' io sospiro, e sono inteso
      dal mio maestro, e «Non aver paura»,
      mi dice, «di parlar; ma parla e digli
      quel ch'e' dimanda con cotanta cura».
      Ond' io: «Forse che tu ti maravigli,
      antico spirto, del rider ch'io fei;
      ma più d'ammirazion vo' che ti pigli.
      Questi che guida in alto li occhi miei,
      è quel Virgilio dal qual tu togliesti
      forte a cantar de li uomini e d'i dèi.
      Se cagion altra al mio rider credesti,
      lasciala per non vera, ed esser credi
      quelle parole che di lui dicesti».
      Già s'inchinava ad abbracciar li piedi
      al mio dottor, ma el li disse: «Frate,
      non far, ché tu se' ombra e ombra vedi».
      Ed ei surgendo: «Or puoi la quantitate
      comprender de l'amor ch'a te mi scalda,
      quand' io dismento nostra vanitate,
      trattando l'ombre come cosa salda»




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      Mensaje por Maria Lua Jue 26 Oct 2023, 20:07

      CANTO VIGESIMOPRI'MERO

      ARO QUINTO: AVARICIA Y PRODIGALIDAD

      ESTACIO, CAUSA DEL TERREMOTO, ES'IJACIO Y VIRGILIO
      Al subir los poetas aparece una sombra que los acompaña. Virgilio
      explica su presencia y la de Dante . La sombra explica la causa mística del temblor, producida por la liberación de un alma. El alma
      rescatada es Estacio, quien hace mención de su vida y de sus obras,
      manifestando su admiración por Virgilio. Virgilio se da a conocer
      y Estacio le tributa su homenaje.



      Esa sed natural, que no se sacia
      smo en el agua de la clara fuente,
      lúe a la Samaritana dio su gracia,
      trabaja, con ánimo impaciente,
      y por la obstruida vía me encamino,
      de la justa venganza condoliente.
      ^ual de Lucas lo trae texto divino,
      que apareció Jesús resucitado
      dos hombres en medio a su camino,
      apareció una sombra a nuestro lado,
      de pie sobre la turba allí tendida,
      que hasta entonces no habíamos notado. 12
      Y exclamó: «¡Dios os dé paz bendecida!»
      Nos volvimos de súbito, y Virgilio
      habló, señal haciendo, comedida: „
      «¡ Qué alcances beata paz en el concilio
      donde se hace justicia venerada
      que me relega al eternal exilio!» 18
      «¡ Cómo!» dijo, «con planta tan pesada
      si no sois dignas sombras celestiales,
      ¡venís! y jquién os guía en la jornada?» n
      Y el doctor: «Si contemplas las señales
      que el buen ángel guardián sólo perfila,
      verás que ha traspasado sus umbrales. 2i
      «Mas, aquella que en día y noches hila,
      aun no había la rueca devanado
      con que el destino humano Gloto enhila, 2;
      «su alma, que es de las nuestras un dechado,
      no podía venir arriba sola,
      porque en sombra su ser no ha trasmutado. 3o
      «Por eso fui sacado de la gola
      del infierno, a mostrar estos tormentos,
      como lo haré, cual puede una alma sola. 33
      «Mas dime: ¿Por qué el monte en sus cimientos
      desde su blanda base estremecido,
      ha temblado entre cantos y lamentos!» 36
      Esta pregunta había coincidido
      con mi deseo, y fiado en la esperanza,
      mi sed se había un tanto ya extinguido. 38
      El espíritu dijo: «No hay mudanza
      en el monte, según ordenaciones
      que corresponden a la eterna usanza.
      «Aquí no se producen variaciones;
      se da y recibe lo que el cielo lleve,
      y no más, sin extrañas conexiones.
      «Porque aquí, no hay granizo, lluvia o nieve,
      ni hay rocío, ni escarcha, cuando sube
      las tres gradas de entrada el alma leve:
      «tampoco espesa ni ligera nube,
      ni truenos, ni de la hija de Tahumante
      el arco iris que inconstante sube.
      «Ningún vapor se siente en adelante,
      después que las tres gradas se han pasado,
      do está el ángel de Pedro vigilante.
      «Más abajo, tal vez haya temblado
      mas los ocultos vientos de la tierra,
      no sé por qué, aquí, nunca han llegado.
      «Tiembla, sí, cuando el alma que ella aferra
      purificada surge, en el momento
      que entre gritos de gozo desentierra.
      «La voluntad da fe del sentimiento,
      y el alma libre, al trasmutar de estado,
      obedece a su propio movimiento:
      «Este anhelo latente, ha combinado
      la divina justicia providente,
      con el tormento junto del pecado.
      «Aquí echado, he penado yo doliente
      quinientos años, y ora resurgido
      Por voluntad, me muevo libremente.
      «Por eso tiembla el monte, y has oído
      de las almas el grito de alabanza,,
      que piden redención al Dios querido.» 7,
      Así habló, respondiendo a mi esperanza,
      mas cuanto es más la sed que nos devora:
      mayor goce bebiendo nos alcanza. u
      Y el sabio dijo: «Bien comprendo ahora
      como la red que os ata se desata,
      y al temblar goza el alma pecadora. 7S
      «pero di, por qué en pena tan ingrata
      por tantos, tantos siglos has yacido:
      de tí saberlo fuera cosa grata.» 81
      «Cuando Tito, del cielo protegido
      vengó la sangre del que el mundo adora,
      que Judas Iscariote hubo vendido
      la sombra respondió, «nombre que honora
      tenía yo en la tierra, algo famoso;
      mas la fe me faltaba salvadora. 87
      «Mi canto era tan dulce y melodioso,
      que a Roma fui, yo siendo tolosano,
      donde mi sien orlo mirto glorioso. 90
      «Estacio fué mi nombre, y al Tebano
      mis cantos di; después, del grande Aquiles
      con la segunda carga, pisé en vano. 93
      «De mi ardor, los destellos juveniles,
      se han encendido en la divina llama,
      que iluminó la mente de otros miles. 9 e
      «La Eneida fué mi numen, fué la mama;
      fué la nodriza que nutrió mi canto:
      sin ella no pesara ni una dracma, ss
      «y por haber vivido en algún tanto
      cuando vivió Virgilio, me estaría
      otro sol más, tendido en mi quebranto.»
      A estas palabras me miró mi guía,
      eomo diciendo: ¡Calla! más no puede
      la virtud cuanto quiere en su porfía.
      Risa o llanto, sucede o bien precede,
      a la pasión de que uno está nutrido,
      y lo sincero a sus impulsos cede.
      Sonriente, yo me doy por entendido,
      y la sombra su vista me endereza
      buscando en mi expresión algún sentido.
      «i Puedas lograr en bien tu grande empresa!
      Mas, ¿por qué tu semblaníe ha iluminado
      relámpago sonriente que interesa!»
      Me sentí doblemente conturbado:
      callar y hablar cada uno me pedía;
      suspiré: mi suspiro fué escuchado.
      «Habla sin miedo», me ordenó mi guía
      con bondad, «y al hablarle, di mi nombre,
      dándole la respuesta que quería.»
      Y de este modo hablé: «Tal vez te asombre
      el verme sonreír con tanto agrado:
      quiero asombrarte más con un gran nombre.
      «Este, que en las alturas me ha guiado,
      es el Virgilio, de quien tú aprendiste
      hombres y dioses a cantar osado.
      «Si otro motivo a mi sonrisa diste,
      bórralo de tu mente: estimulada
      tan sólo fué por lo que de él dijiste.»
      Viendo a la sombra medio prosternada
      «No lo hagas», dijo el guía prevenido:
      «Sombra soy y eres sombra: somos nada.»
      Y ella exclamó al erguirse: «Habrás medido
      lo inmenso del amor que el alma siente,
      pues nuestra propia vanidad olvido,
      «tratando a tu alma como a ser viviente.»




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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Dom 29 Oct 2023, 20:50

      CANTO XXII


      [Canto XXII, dove tratta de la qualità del sesto girone, dove si
      punisce e purga la colpa e vizio de la gola; e qui narra Stazio sua
      purgazione e sua conversione a la cristiana fede.]


      Già era l'angel dietro a noi rimaso,
      l'angel che n'avea vòlti al sesto giro,
      avendomi dal viso un colpo raso;
      e quei c'hanno a giustizia lor disiro
      detto n'avea beati, e le sue voci
      con 'sitiunt', sanz' altro, ciò forniro.
      E io più lieve che per l'altre foci
      m'andava, sì che sanz' alcun labore
      seguiva in sù li spiriti veloci;
      quando Virgilio incominciò: «Amore,
      acceso di virtù, sempre altro accese,
      pur che la fiamma sua paresse fore;
      onde da l'ora che tra noi discese
      nel limbo de lo 'nferno Giovenale,
      che la tua affezion mi fé palese,
      mia benvoglienza inverso te fu quale
      più strinse mai di non vista persona,
      sì ch'or mi parran corte queste scale.
      Ma dimmi, e come amico mi perdona
      se troppa sicurtà m'allarga il freno,
      e come amico omai meco ragiona:
      come poté trovar dentro al tuo seno
      loco avarizia, tra cotanto senno
      di quanto per tua cura fosti pieno?».
      Queste parole Stazio mover fenno
      un poco a riso pria; poscia rispuose:
      «Ogne tuo dir d'amor m'è caro cenno.
      Veramente più volte appaion cose
      che danno a dubitar falsa matera
      per le vere ragion che son nascose.
      La tua dimanda tuo creder m'avvera
      esser ch'i' fossi avaro in l'altra vita,
      forse per quella cerchia dov' io era.
      Or sappi ch'avarizia fu partita
      troppo da me, e questa dismisura
      migliaia di lunari hanno punita.
      E se non fosse ch'io drizzai mia cura,
      quand' io intesi là dove tu chiame,
      crucciato quasi a l'umana natura:
      'Per che non reggi tu, o sacra fame
      de l'oro, l'appetito de' mortali?',
      voltando sentirei le giostre grame.
      Allor m'accorsi che troppo aprir l'ali
      potean le mani a spendere, e pente'mi
      così di quel come de li altri mali.
      Quanti risurgeran coi crini scemi
      per ignoranza, che di questa pecca
      toglie 'l penter vivendo e ne li stremi!
      E sappie che la colpa che rimbecca
      per dritta opposizione alcun peccato,
      con esso insieme qui suo verde secca;
      però, s'io son tra quella gente stato
      che piange l'avarizia, per purgarmi,
      per lo contrario suo m'è incontrato».
      «Or quando tu cantasti le crude armi
      de la doppia trestizia di Giocasta»,
      disse 'l cantor de' buccolici carmi,
      «per quello che Clïò teco lì tasta,
      non par che ti facesse ancor fedele
      la fede, sanza qual ben far non basta.
      Se così è, qual sole o quai candele
      ti stenebraron sì, che tu drizzasti
      poscia di retro al pescator le vele?».
      Ed elli a lui: «Tu prima m'invïasti
      verso Parnaso a ber ne le sue grotte,
      e prima appresso Dio m'alluminasti.
      Facesti come quei che va di notte,
      che porta il lume dietro e sé non giova,
      ma dopo sé fa le persone dotte,
      quando dicesti: 'Secol si rinova;
      torna giustizia e primo tempo umano,
      e progenïe scende da ciel nova'.
      Per te poeta fui, per te cristiano:
      ma perché veggi mei ciò ch'io disegno,
      a colorare stenderò la mano.
      Già era 'l mondo tutto quanto pregno
      de la vera credenza, seminata
      per li messaggi de l'etterno regno;
      e la parola tua sopra toccata
      si consonava a' nuovi predicanti;
      ond' io a visitarli presi usata.
      Vennermi poi parendo tanto santi,
      che, quando Domizian li perseguette,
      sanza mio lagrimar non fur lor pianti;
      e mentre che di là per me si stette,
      io li sovvenni, e i lor dritti costumi
      fer dispregiare a me tutte altre sette.
      E pria ch'io conducessi i Greci a' fiumi
      di Tebe poetando, ebb' io battesmo;
      ma per paura chiuso cristian fu'mi,
      lungamente mostrando paganesmo;
      e questa tepidezza il quarto cerchio
      cerchiar mi fé più che 'l quarto centesmo.
      Tu dunque, che levato hai il coperchio
      che m'ascondeva quanto bene io dico,
      mentre che del salire avem soverchio,
      dimmi dov' è Terrenzio nostro antico,
      Cecilio e Plauto e Varro, se lo sai:
      dimmi se son dannati, e in qual vico».
      «Costoro e Persio e io e altri assai»,
      rispuose il duca mio, «siam con quel Greco
      che le Muse lattar più ch'altri mai,
      nel primo cinghio del carcere cieco;
      spesse fïate ragioniam del monte
      che sempre ha le nutrice nostre seco.
      Euripide v'è nosco e Antifonte,
      Simonide, Agatone e altri piùe
      Greci che già di lauro ornar la fronte.
      Quivi si veggion de le genti tue
      Antigone, Deïfile e Argia,
      e Ismene sì trista come fue.
      Védeisi quella che mostrò Langia;
      èvvi la figlia di Tiresia, e Teti,
      e con le suore sue Deïdamia».
      Tacevansi ambedue già li poeti,
      di novo attenti a riguardar dintorno,
      liberi da saliri e da pareti;
      e già le quattro ancelle eran del giorno
      rimase a dietro, e la quinta era al temo,
      drizzando pur in sù l'ardente corno,
      quando il mio duca: «Io credo ch'a lo stremo
      le destre spalle volger ne convegna,
      girando il monte come far solemo».
      Così l'usanza fu lì nostra insegna,
      e prendemmo la via con men sospetto
      per l'assentir di quell' anima degna.
      Elli givan dinanzi, e io soletto
      di retro, e ascoltava i lor sermoni,
      ch'a poetar mi davano intelletto.
      Ma tosto ruppe le dolci ragioni
      un alber che trovammo in mezza strada,
      con pomi a odorar soavi e buoni;
      e come abete in alto si digrada
      di ramo in ramo, così quello in giuso,
      cred' io, perché persona sù non vada.
      Dal lato onde 'l cammin nostro era chiuso,
      cadea de l'alta roccia un liquor chiaro
      e si spandeva per le foglie suso.
      Li due poeti a l'alber s'appressaro;
      e una voce per entro le fronde
      gridò: «Di questo cibo avrete caro».
      Poi disse: «Più pensava Maria onde
      fosser le nozze orrevoli e intere,
      ch'a la sua bocca, ch'or per voi risponde.
      E le Romane antiche, per lor bere,
      contente furon d'acqua; e Danïello
      dispregiò cibo e acquistò savere.
      Lo secol primo, quant' oro fu bello,
      fé savorose con fame le ghiande,
      e nettare con sete ogne ruscello.
      Mele e locuste furon le vivande
      che nodriro il Batista nel diserto;
      per ch'elli è glorïoso e tanto grande
      quanto per lo Vangelio v'è aperto»




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      Mensaje por Maria Lua Sáb 04 Nov 2023, 10:18

      CANTO VIGESIMOSEGUNDO


      SUBIDA AL AEO SEXTO:


      PECADO Y CONVERSIÓN; DE ESTACIO, PERSONAJES
      ILUSTRES DEL LIMBO
      ARO SEXTO: GULA
      ÁRBOL MÍSTICO, EJEMPLOS DE TEMPLANZA

      Coloquio entre Virigilio y Estado sobre sus almas. Estado explica
      cómo se halla purgando el pecado de la disipación que se castiga
      en el mismo lugar. Relata cómo se convirtió al cristianismo, inspirado por Virgilio y sus profecías de la VIa
      Égloga. Los tres poetas llegan al sexto circulo, donde se castiga la gula. Encuentran
      un árbol de pomas, dentro del cual resuenan voces que recuerdan
      modelos de templanza.


      Ya el ángel tras nosotros se ha quedado
      del sexto giro en la áspera pendiente,
      habiéndome otra letra más borrado: ¡¡
      y de los que justicia, en ruego ardiente
      piden con Beati et sitiunt plañidero,
      ya se ha perdido el eco balbuciente; „
      yo me siento tan leve y placentero,
      que sin fatiga, cruzo por la senda
      de las dos sombras, con el pie ligero. 9
      «Amor que en otro amor virtud encienda,»
      dijo Virgilio,, «dan el mismo efecto,
      por poco que su llama se trascienda.
      «Así, cuando cumpliendo alto decreto,
      Juvenal en el limbo fué sumido,
      a par mía, y hablóme de tu afecto,
      «benévola amistad por tí he sentido,
      cuanto es posible, aun vista la persona,
      y a tu lado me siento complacido.
      «Mas dime, y como amigo me perdona,
      si acaso mi palabra no refreno,
      y habíame como amigo que razona.
      «¿Cómo pudo encontrar dentro tu seno
      la avaricia lugar, si lo ocupaba
      la grande ciencia de que estabas lleno?»
      Estacio sonreía y le miraba
      en silencio, y después: «Me ha complacido
      tu afectuosa pregunta:» contestaba.
      «A veces, lo que no se ha discernido
      hace dudar, si la razón no busca
      lo que acaso verdad tiene escondido.
      «Tu pregunta me muestra, que te ofusca
      la idea de que avaro he sido en vida,
      por encontrarme en la caverna fusca.
      «Fué por mí la avaricia aborrecida:
      y si miles de lunas he penado,
      por otra causa fué mi alma punida.
      «Si tu acento no hubiera despertado,
      y es bueno aquí que tu atención reclame,
      la noble indignación con que has clamado:
      «¡A qué excesos no lleva, sacra fame,
      del oro, el apetito a los humanos!
      en el infierno yacería infame.
      «Pensé entonces que mucho abrir las manos
      eran males también, y arrepentido,
      como apetitos los miré ya insanos.
      «¡ Olí, cuantos, por no haber esto sabido,
      ante el juicio final irán pelados
      por no haberse en la vida corregido!
      «Pues debes de saber, que los pecados
      tienen contraria falta, y por lo tanto
      son por igual justicia marchitados.
      «Por eso he derramado amargo llanto
      entre esas pecadoras almas sórdidas,
      por lo contrario en que pecaron tanto.»
      «Cuando cantaste aquellas luchas hórridas
      de la doble tristeza de Jocasta»,
      dijo el tierno cantor de las Bucólicas,
      «que Clio acompañó con lira infausta,
      ninguna fe tu acento me revela,
      sin la cual ningún bien al hombre basta.
      «Y así ¿qué sol, qué luz que al cielo vuela,
      te alumbró, que tan firme navegaste
      derecho al Pescador tras de su vela?»
      Y él dijo: «Tú el primero me llevaste
      al Parnaso, a beber en fuente pura,
      y con amor divino me alumbraste.
      «Fuiste, como quien anda en noche oscura,
      con luz radiante que a la espalda lleva,
      que a otros alumbra, y que de sí no cura.
      «Tú anunciaste: ¡El siglo se renueva;
      retorna la justicia al mundo humano,
      y del cielo desciende raza nueva! n
      «Por tí yo fui poeta y fui cristiano,
      y para que contemples su evidencia,
      el gran diseño trazará mi mano. n
      «Ya penetrado de la vera creencia,
      el mundo estaba, la que fué sembrada
      por mensajeros de la eterna esencia. 7g
      «Y la palabra tuya, recordada,
      con los nuevos apóstoles, en tanto,
      se armonizaba así que era inclinada 8t
      «el alma, a ver en cada fiel un santo;
      y al ser por Domieiano perseguidos,
      mis lágrimas se unieron con su llanto. 8<
      «Fueron por mí en la tierra socorridos,
      y practiqué sus usos y sus ruegos,
      despreciando a los otros descreídos; 87
      «y antes que con mis cantos, a los griegos
      llevase a Tebas, fui yo bautizado,
      quedando en apariencia entre los ciegos, 90
      «al paganismo en público entregado;
      y esta tibieza mía, en desconsuelo
      cinco siglos de pena me ha costado. 93
      «Tú, que ante mí rompiste el denso velo
      que me ocultaba, lo que yo bendigo,
      dime mientras subimos, por consuelo: ge
      «¿En dónde está Terencio, nuestro amigo1?
      Cecilio, Varron, Plauto, refractarios,
      di, si sabes que sufren un castigo.» 99
      «Todos, con Persio, y yo con otros varios,»
      dijo el maestro, «están con aquel griego
      a quien la musa dio senos plenarios,
      «en el primer girón del mundo ciego,
      hablando con frecuencia de aquel monte
      que nos bañó con fecundante riego.
      «Eurípides está con Anacreonte,
      con Simonides y Agaton, que en Grecia
      el laurel coronó del sacro monte;
      «Antígone y Deifila con Argesia,
      y tu Ismenia, cual siempre contristadas,
      allí soportan penitencia recia.
      «Dafne, Isifil y Tetis, que cantadas
      fueron por tí, están acompañando
      a Deidamia y hermanas malhadadas.»
      Callaron ambos al seguir andando,
      fuera del paso que ya atrás quedaba,
      en torno suyo atentos observando.
      Cuatro siervas del día, revelaba
      la quinta en el timón del carro ardiente,
      que a la altura su cuerno levantaba,
      cuando el guía nos dijo: «Es conveniente
      seguir por la derecha con paciencia,
      el monte contorneando atentamente.»
      Aconsejados bien por la experiencia,
      confiados prosegiiimos en la vía,
      que señaló Virgilio con prudencia.
      Los dos delante, yo detrás seguía,
      oyendo de su boca las lecciones
      que el intelecto impregna en poesía.
      Mas, de pronto interrumpen sus razones
      ante un árbol en medio de la estrada,
      con frutos que dan suaves emisiones.
      Como abeto, la copa adelgazada
      de rama en rama, abajo achaparrado,
      creí que fuera imposible la trepada:
      de una parte el camino está cerrado,
      y cae de la alta roca un agua clara,
      que corre por sus hojas hasta el prado.
      Al árbol uno y otro se acercara,
      cuando grita una voz que allí escondía:
      «Si gustáis esta fruta, os será cara».
      agregando: «Cuidaba más María
      de la boda el manjar que otros gustaron,
      que de su boca, que os responde pía.
      «Los antiguos romanos no probaron
      sino agua pura, y de Daniel severo,
      los labios, torpe cebo despreciaron.
      «Del siglo de oro en el albor primero,
      la bellota fué el fruto más sabroso,
      dando el arroyo néctar lisonjero.
      «Miel y langostas, fué el manjar pastoso
      que alimentó al Bautista en el desierto;
      por eso fué tan grande y tan glorioso,
      «cual reza el Evangelio a libro abierto.»


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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Miér 08 Nov 2023, 19:15

      CANTO XXIII


      [Canto XXIII, dove si tratta del sopradetto girone e di quella
      medesima colpa de la gola, e sgrida contro a le donne fiorentine;
      dove truova Forese de' Donati di Fiorenze col quale molto parla.]


      Mentre che li occhi per la fronda verde
      ficcava ïo sì come far suole
      chi dietro a li uccellin sua vita perde,
      lo più che padre mi dicea: «Figliuole,
      vienne oramai, ché 'l tempo che n'è imposto
      più utilmente compartir si vuole».
      Io volsi 'l viso, e 'l passo non men tosto,
      appresso i savi, che parlavan sìe,
      che l'andar mi facean di nullo costo.
      Ed ecco piangere e cantar s'udìe
      'Labïa mëa, Domine' per modo
      tal, che diletto e doglia parturìe.
      «O dolce padre, che è quel ch'i' odo?»,
      comincia' io; ed elli: «Ombre che vanno
      forse di lor dover solvendo il nodo».
      Sì come i peregrin pensosi fanno,
      giugnendo per cammin gente non nota,
      che si volgono ad essa e non restanno,
      così di retro a noi, più tosto mota,
      venendo e trapassando ci ammirava
      d'anime turba tacita e devota.
      Ne li occhi era ciascuna oscura e cava,
      palida ne la faccia, e tanto scema
      che da l'ossa la pelle s'informava.
      Non credo che così a buccia strema
      Erisittone fosse fatto secco,
      per digiunar, quando più n'ebbe tema.
      Io dicea fra me stesso pensando: 'Ecco
      la gente che perdé Ierusalemme,
      quando Maria nel figlio diè di becco!'.
      Parean l'occhiaie anella sanza gemme:
      chi nel viso de li uomini legge 'omo'
      ben avria quivi conosciuta l'emme.
      Chi crederebbe che l'odor d'un pomo
      sì governasse, generando brama,
      e quel d'un'acqua, non sappiendo como?
      Già era in ammirar che sì li affama,
      per la cagione ancor non manifesta
      di lor magrezza e di lor trista squama,
      ed ecco del profondo de la testa
      volse a me li occhi un'ombra e guardò fiso;
      poi gridò forte: «Qual grazia m'è questa?».
      Mai non l'avrei riconosciuto al viso;
      ma ne la voce sua mi fu palese
      ciò che l'aspetto in sé avea conquiso.
      Questa favilla tutta mi raccese
      mia conoscenza a la cangiata labbia,
      e ravvisai la faccia di Forese.
      «Deh, non contendere a l'asciutta scabbia
      che mi scolora», pregava, «la pelle,
      né a difetto di carne ch'io abbia;
      ma dimmi il ver di te, dì chi son quelle
      due anime che là ti fanno scorta;
      non rimaner che tu non mi favelle!».
      «La faccia tua, ch'io lagrimai già morta,
      mi dà di pianger mo non minor doglia»,
      rispuos' io lui, «veggendola sì torta.
      Però mi dì, per Dio, che sì vi sfoglia;
      non mi far dir mentr' io mi maraviglio,
      ché mal può dir chi è pien d'altra voglia».
      Ed elli a me: «De l'etterno consiglio
      cade vertù ne l'acqua e ne la pianta
      rimasa dietro, ond' io sì m'assottiglio.
      Tutta esta gente che piangendo canta
      per seguitar la gola oltra misura,
      in fame e 'n sete qui si rifà santa.
      Di bere e di mangiar n'accende cura
      l'odor ch'esce del pomo e de lo sprazzo
      che si distende su per sua verdura.
      E non pur una volta, questo spazzo
      girando, si rinfresca nostra pena:
      io dico pena, e dovria dir sollazzo,
      ché quella voglia a li alberi ci mena
      che menò Cristo lieto a dire 'Elì',
      quando ne liberò con la sua vena».
      E io a lui: «Forese, da quel dì
      nel qual mutasti mondo a miglior vita,
      cinqu' anni non son vòlti infino a qui.
      Se prima fu la possa in te finita
      di peccar più, che sovvenisse l'ora
      del buon dolor ch'a Dio ne rimarita,
      come se' tu qua sù venuto ancora?
      Io ti credea trovar là giù di sotto,
      dove tempo per tempo si ristora».
      Ond' elli a me: «Sì tosto m'ha condotto
      a ber lo dolce assenzo d'i martìri
      la Nella mia con suo pianger dirotto.
      Con suoi prieghi devoti e con sospiri
      tratto m'ha de la costa ove s'aspetta,
      e liberato m'ha de li altri giri.
      Tanto è a Dio più cara e più diletta
      la vedovella mia, che molto amai,
      quanto in bene operare è più soletta;
      ché la Barbagia di Sardigna assai
      ne le femmine sue più è pudica
      che la Barbagia dov' io la lasciai.
      O dolce frate, che vuo' tu ch'io dica?
      Tempo futuro m'è già nel cospetto,
      cui non sarà quest' ora molto antica,
      nel qual sarà in pergamo interdetto
      a le sfacciate donne fiorentine
      l'andar mostrando con le poppe il petto.
      Quai barbare fuor mai, quai saracine,
      cui bisognasse, per farle ir coperte,
      o spiritali o altre discipline?
      Ma se le svergognate fosser certe
      di quel che 'l ciel veloce loro ammanna,
      già per urlare avrian le bocche aperte;
      ché, se l'antiveder qui non m'inganna,
      prima fien triste che le guance impeli
      colui che mo si consola con nanna.
      Deh, frate, or fa che più non mi ti celi!
      vedi che non pur io, ma questa gente
      tutta rimira là dove 'l sol veli».
      Per ch'io a lui: «Se tu riduci a mente
      qual fosti meco, e qual io teco fui,
      ancor fia grave il memorar presente.
      Di quella vita mi volse costui
      che mi va innanzi, l'altr' ier, quando tonda
      vi si mostrò la suora di colui»,
      e 'l sol mostrai; «costui per la profonda
      notte menato m'ha d'i veri morti
      con questa vera carne che 'l seconda.
      Indi m'han tratto sù li suoi conforti,
      salendo e rigirando la montagna
      che drizza voi che 'l mondo fece torti.
      Tanto dice di farmi sua compagna
      che io sarò là dove fia Beatrice;
      quivi convien che sanza lui rimagna.
      Virgilio è questi che così mi dice»,
      e addita'lo; «e quest' altro è quell' ombra
      per cuï scosse dianzi ogne pendice
      lo vostro regno, che da sé lo sgombra».



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      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Dom 12 Nov 2023, 08:47

      CANTO VIGESIMOTERCERO

      ARO SEXTO: GULA

      ASPECTO DE LOS GOLOSOS, F . DONATT, NELLA, REPROCHES
      A LAS DAMAS FLORENTINAS

      Sexto círculo. Castigo de los golosos, que padecen hambre y sed, con
      la vista do frutos. Encuentro del Dante con Foresto Donati. El
      poeta se admira de encontrarle en aquel lugar. Foresio explica que
      esta gracia la debe a tos ruegos de su esposa Neüa, piadosa y casta
      viuda. Invectiva contra las damas florentinas. El poeta cuenta su viaje y explica la. presencia de las dos sombras que le acompasan .

      Mientras mi vista, por la fronda verde
      vagaba, como suele quien espía,
      y en pos de un paj arillo el tiempo pierde,
      el que era más que padre, me decía:
      «Hijo querido, el tiempo señalado
      conviene aprovechar durante el día.»
      Volvíme a él, y a paso apresurado,
      a los sabios seguí, y cuanto oía
      hacía que el andar fuese aliviado.
      Sonó un canto quejoso en lejanía:
      ¡Domine labia mea! modulado,
      que dolor y delicia producía. l2
      «Oh, padre mío! ¿ Qué es lo que he escuchado ?»
      pregunto, y él: «Tal vez sombras errantes
      que desatan el nudo del pecado.» 15
      Tal como pensativos caminantes,
      que hallan en su camino gente ignota,
      lo prosiguen mirando unos instantes, 18
      de tal modo siguiendo su derrota,
      al dejarnos de lado nos miraba
      en silencio al pasar, turba devota. 21
      Eran sus ojos como oscura cava,
      pálida faz y tan enflaquecida
      que la piel con los huesos conformaba. 2i
      De Eresiíón no el hambre desmedida
      me figuro le diera tal magrura,
      cuando hizo de sí mismo su comida. v
      Yo me dije: «Es la gente sin ventura
      que se perdiera en Sión, cuando María
      en, el hijo picó su mordedura.» a0
      Sin gema anillo el ojo parecía,
      y el que en el rostro humano leyera: OMO,
      la Eme fatal en estas bien leería. S3
      ¿Quién pensaría que el olor de un pomo
      y el del agua, en las sombras produjese
      un hambre tal, a no saberse cómo? w
      Mas si el efecto solo percibiese,
      pues la causa no me era manifiesta,
      me preguntaba cuál la causa fuese; 39
      cuando, de lo profundo de la testa,
      una sombra miróme fijamente,
      exclamando: «¿Qué gracia me es propuesta?»
      No habría conocido al penitente,
      si lo que su apariencia me ocultaba
      la voz no lo dijera claramente.
      Su acento mi recuerdo iluminaba,
      y en aquel ser enjuto tan cambiado,
      el rostro de Foresio me mostraba.
      «No mires de mi ser descolorado,
      esta lepra que mancha su semblante,
      ni si me hallo de carnes despojado.
      «Dime en verdad», clamaba suplicante,
      «¿Quiénes son esos dos? ¿Quién te ha traído?
      ¡Ah! ¡no dejes de hablarme, ni un instante!»
      «Ante tu faz me siento tan dolido,»
      dije, al mirarle así desfigurado,
      «cual cuando muerto te lloré afligido.
      «Mas di, ¡por Dios! ¿Por qué tan extenuado?
      no se puede hablar bien, cuando fluctúa
      el alma presa de mayor cuidado.»
      Y él a mí: «La justicia que gradúa,
      da su virtud al agua y a la planta
      que queda atrás, y así nos extenúa.
      «Toda esa gente que llorando canta
      porque halagó su boca sin mesura,
      en hambre y sed, se purifica santa.
      «El deber y el comer más les apura,
      viendo en el gajo el fruto apetitoso,
      y el agua que se extiende en la verdura;
      «y al tornar a este sitio delicioso,
      girando, se refresca nuestra pena:
      digo pena; decir debiera gozo. ,2
      «La voluntad que el árbol enajena,
      es la que hizo exclamar a Cristo: ¡EU!
      al librarnos con sangre de su vena.» n
      «Foresio amigo»: yo le dije así:
      «Después que tú pasaste a mejor vida,
      cinco años no han corrido desde allí. r8
      «Si en el pecado sólo fué extinguida
      tu .voluntad, cuando llegó tu hora
      con el sano dolor que a Dios convida, S1
      «¿Cómo te encuentro tan arriba ahora?
      creí que estabas abajo detenido,
      donde el tiempo con tiempo se valora.» S4
      Y él repuso: «Hasta aquí me ha conducido
      a beber del martirio absintio grato,
      mi Nella, por su llanto socorrido; 8 T
      «por las plegarias de su amor innato,
      subir aquí me ha sido permitido,
      librándome del bajo cerco ingrato. 9o
      «Y tanto más querida a Dios ha sido
      mi viuda, de recuerdo tan amado,
      cuanto que sola y triste, buena ha sido; 93
      «pues la Barbagia de Cerdeña, ha dado,
      y más mujeres púdicas abriga,
      que la Barbagia donde la he dejado. os
      «¡Dulce hermano! ¿Qué quieres que te diga!
      Veo un futuro tiempo prometido,
      que a la hora del'presente pronto siga, 39
      «en que será en el pulpito prohibido
      a las desvengonzadas florentinas
      mostrar los senos sin cendal tupido.
      «¿Cuales bárbaras, cuales Sarracinas,
      fué preciso obligar, para ir cubiertas
      fuerza de espirituales disciplinas?
      «Si esas impuras estuviesen ciertas
      de lo que el cielo les depara aprisa,
      aullaran ya con bocas bien abiertas.
      «Si mi presciencia en vano no me avisa,
      han de llorar antes que asome el bozo
      en el niño que arrulla la nodriza.
      «Ora explica tu viaje misterioso:
      que asombrada cual yo, mira esta gente,
      ver que haces sombra al astro luminoso.»
      Y yo a él: «Si aun guardas en la mente
      lo que fuimos los dos en el pasado,
      pienso que grato no será el presente.
      «De la mundana vida me ha sacado
      el que delante va, cuando rotunda
      la hermana de ese os hubo iluminado.»
      Y el sol mostré. «En lobreguez profunda
      llevóme a ver los verdaderos muertos,
      con esta vera carne que él segunda.
      «Hasta aquí me han traído sus aciertos,
      subiendo alrededor de la montaña,
      que del mundo endereza los entuertos.
      «El me asegura que me hará compaña,
      hasta encontrarme de 'Beatriz al lado,
      dejándome al subir de la montaña:
      «ese es Virgilio, quien así me ha hablado:
      y el otro es un espíritu virtuoso,
      por quien esta montaña ha retemblado
      «al dejar vuestro reino doloroso.»




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      Mensaje por Maria Lua Vie 17 Nov 2023, 08:10

      CANTO XXIV



      [Canto XXIV nel quale si tratta del sopradetto sesto girone e di
      quelli che si purgano del predetto peccato e vizio de la gola; e
      predicesi qui alcune cose a venire de la città lucana.]


      Né 'l dir l'andar, né l'andar lui più lento
      facea, ma ragionando andavam forte,
      sì come nave pinta da buon vento;
      e l'ombre, che parean cose rimorte,
      per le fosse de li occhi ammirazione
      traean di me, di mio vivere accorte.
      E io, continüando al mio sermone,
      dissi: «Ella sen va sù forse più tarda
      che non farebbe, per altrui cagione.
      Ma dimmi, se tu sai, dov' è Piccarda;
      dimmi s'io veggio da notar persona
      tra questa gente che sì mi riguarda».
      «La mia sorella, che tra bella e buona
      non so qual fosse più, trïunfa lieta
      ne l'alto Olimpo già di sua corona».
      Sì disse prima; e poi: «Qui non si vieta
      di nominar ciascun, da ch'è sì munta
      nostra sembianza via per la dïeta.
      Questi», e mostrò col dito, «è Bonagiunta,
      Bonagiunta da Lucca; e quella faccia
      di là da lui più che l'altre trapunta
      ebbe la Santa Chiesa in le sue braccia:
      dal Torso fu, e purga per digiuno
      l'anguille di Bolsena e la vernaccia».
      Molti altri mi nomò ad uno ad uno;
      e del nomar parean tutti contenti,
      sì ch'io però non vidi un atto bruno.
      Vidi per fame a vòto usar li denti
      Ubaldin da la Pila e Bonifazio
      che pasturò col rocco molte genti.
      Vidi messer Marchese, ch'ebbe spazio
      già di bere a Forlì con men secchezza,
      e sì fu tal, che non si sentì sazio.
      Ma come fa chi guarda e poi s'apprezza
      più d'un che d'altro, fei a quel da Lucca,
      che più parea di me aver contezza.
      El mormorava; e non so che «Gentucca»
      sentiv' io là, ov' el sentia la piaga
      de la giustizia che sì li pilucca.
      «O anima», diss' io, «che par sì vaga
      di parlar meco, fa sì ch'io t'intenda,
      e te e me col tuo parlare appaga».
      «Femmina è nata, e non porta ancor benda»,
      cominciò el, «che ti farà piacere
      la mia città, come ch'om la riprenda.
      Tu te n'andrai con questo antivedere:
      se nel mio mormorar prendesti errore,
      dichiareranti ancor le cose vere.
      Ma dì s'i' veggio qui colui che fore
      trasse le nove rime, cominciando
      'Donne ch'avete intelletto d'amore'».
      E io a lui: «I' mi son un che, quando
      Amor mi spira, noto, e a quel modo
      ch'e' ditta dentro vo significando».
      «O frate, issa vegg' io», diss' elli, «il nodo
      che 'l Notaro e Guittone e me ritenne
      di qua dal dolce stil novo ch'i' odo!
      Io veggio ben come le vostre penne
      di retro al dittator sen vanno strette,
      che de le nostre certo non avvenne;
      e qual più a gradire oltre si mette,
      non vede più da l'uno a l'altro stilo»;
      e, quasi contentato, si tacette.
      Come li augei che vernan lungo 'l Nilo,
      alcuna volta in aere fanno schiera,
      poi volan più a fretta e vanno in filo,
      così tutta la gente che lì era,
      volgendo 'l viso, raffrettò suo passo,
      e per magrezza e per voler leggera.
      E come l'uom che di trottare è lasso,
      lascia andar li compagni, e sì passeggia
      fin che si sfoghi l'affollar del casso,
      sì lasciò trapassar la santa greggia
      Forese, e dietro meco sen veniva,
      dicendo: «Quando fia ch'io ti riveggia?».
      «Non so», rispuos' io lui, «quant' io mi viva;
      ma già non fïa il tornar mio tantosto,
      ch'io non sia col voler prima a la riva;
      però che 'l loco u' fui a viver posto,
      di giorno in giorno più di ben si spolpa,
      e a trista ruina par disposto».
      «Or va», diss' el; «che quei che più n'ha colpa,
      vegg' ïo a coda d'una bestia tratto
      inver' la valle ove mai non si scolpa.
      La bestia ad ogne passo va più ratto,
      crescendo sempre, fin ch'ella il percuote,
      e lascia il corpo vilmente disfatto.
      Non hanno molto a volger quelle ruote»,
      e drizzò li occhi al ciel, «che ti fia chiaro
      ciò che 'l mio dir più dichiarar non puote.
      Tu ti rimani omai; ché 'l tempo è caro
      in questo regno, sì ch'io perdo troppo
      venendo teco sì a paro a paro».
      Qual esce alcuna volta di gualoppo
      lo cavalier di schiera che cavalchi,
      e va per farsi onor del primo intoppo,
      tal si partì da noi con maggior valchi;
      e io rimasi in via con esso i due
      che fuor del mondo sì gran marescalchi.
      E quando innanzi a noi intrato fue,
      che li occhi miei si fero a lui seguaci,
      come la mente a le parole sue,
      parvermi i rami gravidi e vivaci
      d'un altro pomo, e non molto lontani
      per esser pur allora vòlto in laci.
      Vidi gente sott' esso alzar le mani
      e gridar non so che verso le fronde,
      quasi bramosi fantolini e vani
      che pregano, e 'l pregato non risponde,
      ma, per fare esser ben la voglia acuta,
      tien alto lor disio e nol nasconde.
      Poi si partì sì come ricreduta;
      e noi venimmo al grande arbore adesso,
      che tanti prieghi e lagrime rifiuta.
      «Trapassate oltre sanza farvi presso:
      legno è più sù che fu morso da Eva,
      e questa pianta si levò da esso».
      Sì tra le frasche non so chi diceva;
      per che Virgilio e Stazio e io, ristretti,
      oltre andavam dal lato che si leva.
      «Ricordivi», dicea, «d'i maladetti
      nei nuvoli formati, che, satolli,
      Tesëo combatter co' doppi petti;
      e de li Ebrei ch'al ber si mostrar molli,
      per che no i volle Gedeon compagni,
      quando inver' Madïan discese i colli».
      Sì accostati a l'un d'i due vivagni
      passammo, udendo colpe de la gola
      seguite già da miseri guadagni.
      Poi, rallargati per la strada sola,
      ben mille passi e più ci portar oltre,
      contemplando ciascun sanza parola.
      «Che andate pensando sì voi sol tre?».
      sùbita voce disse; ond' io mi scossi
      come fan bestie spaventate e poltre.
      Drizzai la testa per veder chi fossi;
      e già mai non si videro in fornace
      vetri o metalli sì lucenti e rossi,
      com' io vidi un che dicea: «S'a voi piace
      montare in sù, qui si convien dar volta;
      quinci si va chi vuole andar per pace».
      L'aspetto suo m'avea la vista tolta;
      per ch'io mi volsi dietro a' miei dottori,
      com' om che va secondo ch'elli ascolta.
      E quale, annunziatrice de li albori,
      l'aura di maggio movesi e olezza,
      tutta impregnata da l'erba e da' fiori;
      tal mi senti' un vento dar per mezza
      la fronte, e ben senti' mover la piuma,
      che fé sentir d'ambrosïa l'orezza.
      E senti' dir: «Beati cui alluma
      tanto di grazia, che l'amor del gusto
      nel petto lor troppo disir non fuma,
      esurïendo sempre quanto è giusto!».





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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Lun 20 Nov 2023, 16:46

      CANTO VIGÉSIMO CUARTO

      ABO SEXTO: GULA

      F. DONATI, PICCARDA, DA LUCA, PAPA MARTIN IV, DALLA
      PILA, MÁRCHESE, GENTUCCA, C. DONATI,
      ÁRBOL MÍSTICO,
      EJEMPLOS DE GULA, ÁNGEL DE LA ABSTINENCIA
      Foresio dice que su hermana Picaü'da se halla en el cielo, y se aleja,
      mostrando otros personajes. Aparición de Bonaj'unta de Luca, que
      vaticina al Dante la simpatía de una joven luquesa, manifestándole su admiración al sentimiento poético que ha introdocido en el
      arte. Los tres poetas encuentran un nuevo árbol cargado de frutos. Una voz misteriosa cita ejemplos de la historia contra los golosos. Un ángel les muestra el camino del círculo superior, y borra
      la sexta P .


      No el decir el andar hace más lento,
      y razonando, van rápidamente,
      como nave impelida por buen viento. 8
      Y las sombras, remuertos símilmente,
      al ver a un vivo, admiración mostrando,
      me miran por sus hoyos hondamente. <¡
      Yo en tanto, mi discurso continuando,
      dije a Foresio: «Esta alma que se atarda,
      tal vez por otra causa va quedando. 9
      «Mas di si sabes donde está Picarda;
      dime si ves de nota una persona,
      entre esa gente que al mirarme, aguarda.» 12
      «Mi hermana, que virtud y gracia abona,
      cual la que más,» me dijo, «ha conquistado
      en el Olimpo, leda, su corona.» 15
      Dijo, y siguió: «Nombrarnos no es vedado,
      pues el hambre que a todos nos ayunta,
      la semblanza de todos ha mudado. 18
      «Este,» apuntando el dedo, «es Bonayunta,
      de Luca; y esa sombra demacrada,
      que de sus huesos muestra cada punta, 21
      «a la iglesia de Dios tuvo abrazada:
      vino de Tours, y purga en el ayuno
      la anguila con vernacha aderezada.» 2i
      Muchos otros mostróme, uno por uno,
      y todos se mostraban complacientes,
      sin torvo ceño en su semblante bruno. 2i
      Y entre los que por hambre mueven dientes,
      vi a Ubaldino de Pila; a Bonifacio,
      que pastó con roquete muchas gentes. 30
      Y vi a Marchesi, que por largo espacio
      bebió en Porlí, con boca más mojada,
      y que bebiendo, nunca estuvo sacio. 33
      Como entre dos objetos, la mirada
      se fija al fin en uno, así al de Luca
      mi atención por él mismo fué llamada. 3a
      Y un murmullo, nombrando a una «Gentuca»,
      sentía yo, salirle por la llaga,
      por donde la justicia lo machuca. 39
      «Anima,» díjele, «si hablar te halaga,
      pues pareces deseosa que te atienda,
      con tu palabra mi palabra paga.»
      «Mujer, que aun de mujer no lleva venda,»
      comenzó, «te ha de hacer más placentera
      mi ciudad, bien que alguno la reprenda.
      «Tú llevarás mi previsión certera:
      y aunque parezca que murmuro errores,
      el tiempo te dirá que es verdadera.
      «Mas dime: ¿Eres aquel que en tus albores,
      escribiste unos versos, comenzando:
      Mujeres que sabéis qué son amoresf»
      Y repliqué: «Yo soy uno, que cuando
      amor le inspira, con la mano traza,
      lo que en el pecho tiene palpitando.»
      «Ahora percibo el nudo que me enlaza
      con Notaio y Guittone, y me retiene,
      y que el estilo nuevo me retraza.
      «Veo que vuestra pluma se mantiene
      fiel al dictado del amor, segura,
      lo que en verdad la nuestra no sostiene.
      «Quien pretenda elevarse a más altura,
      no distingue un estilo de otro estilo.»
      Y terminó callando con cordura.
      Cual las aves que invenían en el Nilo,
      forman alguna vez bandada espesa,
      y en fila van en su volar tranquilo,
      así, toda la turba con presteza,
      vuelve la espalda, y sigue sin retraso,
      ligera, por querer o por magreza
      como quien de trotar se siente laso,
      se va de su compaña separando,
      y recobra el aliento, paso a paso,
      Poresio, sus pisadas retardando,
      me seguía, diciendo en voz dolida :
      «¿Cuándo, de nuevo nos veremos, cuándo?»
      «No sé,» repuse, «el plazo de mi vida;
      pero la vuelta no será tan presto
      como el deseo que a venir convida ;
      «Pues el destino me asignó mi puesto
      donde el bien cada día se despulpa.
      y a lamentable ruina está dispuesto.»
      «Anda;» dijo, «quien tiene mayor culpa,
      de un caballo a la cola va arrastrado,
      al negro valle donde no hay disculpa :
      «La bestia va por paso arrebatado,
      golpeándole por ásperas veredas,
      y le deja cadáver destrozado.
      «No mucho han de girar celestes ruedas,»
      y miró al cielo, «sin que veas claro
      lo que al presente comprender no puedas.
      «Quédate, adiós: el tiempo me es muy caro
      en este reino, y mucho ya he perdido
      platicando contigo, y me separo.»
      Gual jinete a galope, desprendido
      de un escuadrón, que busca valeroso
      el primer choque, por honor movido,
      así partió Foresio presuroso,
      y quedé con Bstacio y con mi guía,
      los dos maestros del cantar glorioso.
      Y cuando ya la sombra se perdía,
      y mi ojo su carrera acompañaba,
      cual sus palabras en la mente mía,
      otro árbol vi que el fruto recargaba
      en sus vivaces ramas, no lejano,
      a tiempo que a ese lado yo giraba:
      y gentes vi debajo, alzar la mano,
      y evitar no sé qué, cómo, ni dónde,
      (cual hace el niño antojadizo y vano,
      a un ruego que a su ruego no responde,
      y que le hace pedir la cosa ansiada,
      cuanto más se retira y más se esconde),
      y a la gente pasar desengañada;
      y hasta aquel árbol la atracción nos lleva,
      que ni a ruegos ni lágrimas da nada.
      El árbol que mordido fué por Eva,
      arriba está: seguid por vuestra vía¡
      este es renuevo del que allá se eleva.
      Entre las hojas, no sé quien decía;
      Virgilio, yo y Estacio, con pies cuitos,
      seguimos por el lado que ascendía.
      Y agregó.- Recordad a los malditos,
      que en las nubes formados, combatieron,
      con dobles pechos y hartos de apetitos;
      Y a los hebreos que a beber se dieron,
      que no quiso Gedeón como soldados,
      cuando en Madian al llano descendieron.
      Contra uno de los bordes, estrechados,
      seguíamos, oyendo los sollozos
      de la gula, en sus tristes condenados;
      ya por la vía libre, cuidadosos,
      mil pasos avanzamos, contemplando,
      cada uno en su mente, silenciosos.
      «Solos los tres ¿qué es lo que vais pensando?»
      gritó una voz que a mí me estremeciera,
      como bestia espantada, titubeando.
      Alcé los ojos para ver quien era,
      y no creo que de homo haya salido
      vidrio o metal que más rojizo fuera,
      cual uno, que decía: «Bienvenido
      el que busca la paz. Id adelante,
      la vuelta dad por donde habéis subido.»
      Cegado por su aspecto deslumbrante,
      encamíneme en pos de mis doctores,
      guiado por el oído hacia delante.
      Y como nunciatriz de los albores,
      sopla brisa de Mayo que acaricia,
      cargada del perfume de las flores,
      sentí como de un viento la caricia,
      a la celeste que mi frente orea,
      ambrosía esparciendo con delicia;
      y una voz exclamar: «Bendito sea
      el que la gracia alumbra, y no del gusto
      del paladar, el apetito humea,
      «y tan solo apetece lo que es justo.»



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      Mensaje por Maria Lua Miér 22 Nov 2023, 10:59


      CANTO XXV


      [Canto XXV, lo quale tratta de l'essenzia del settimo girone, dove
      si punisce la colpa e peccato contro a natura ed ermafrodito sotto
      il vizio de la lussuria; e prima tratta alquanto del precedente
      purgamento de' ghiotti, dove Stazio poeta fae una distinzione
      sopra la natura umana.]


      Ora era onde 'l salir non volea storpio;
      ché 'l sole avëa il cerchio di merigge
      lasciato al Tauro e la notte a lo Scorpio:
      per che, come fa l'uom che non s'affigge
      ma vassi a la via sua, che che li appaia,
      se di bisogno stimolo il trafigge,
      così intrammo noi per la callaia,
      uno innanzi altro prendendo la scala
      che per artezza i salitor dispaia.
      E quale il cicognin che leva l'ala
      per voglia di volare, e non s'attenta
      d'abbandonar lo nido, e giù la cala;
      tal era io con voglia accesa e spenta
      di dimandar, venendo infino a l'atto
      che fa colui ch'a dicer s'argomenta.
      Non lasciò, per l'andar che fosse ratto,
      lo dolce padre mio, ma disse: «Scocca
      l'arco del dir, che 'nfino al ferro hai tratto».
      Allor sicuramente apri' la bocca
      e cominciai: «Come si può far magro
      là dove l'uopo di nodrir non tocca?».
      «Se t'ammentassi come Meleagro
      si consumò al consumar d'un stizzo,
      non fora», disse, «a te questo sì agro;
      e se pensassi come, al vostro guizzo,
      guizza dentro a lo specchio vostra image,
      ciò che par duro ti parrebbe vizzo.
      Ma perché dentro a tuo voler t'adage,
      ecco qui Stazio; e io lui chiamo e prego
      che sia or sanator de le tue piage».
      «Se la veduta etterna li dislego»,
      rispuose Stazio, «là dove tu sie,
      discolpi me non potert' io far nego».
      Poi cominciò: «Se le parole mie,
      figlio, la mente tua guarda e riceve,
      lume ti fiero al come che tu die.
      Sangue perfetto, che poi non si beve
      da l'assetate vene, e si rimane
      quasi alimento che di mensa leve,
      prende nel core a tutte membra umane
      virtute informativa, come quello
      ch'a farsi quelle per le vene vane.
      Ancor digesto, scende ov' è più bello
      tacer che dire; e quindi poscia geme
      sovr' altrui sangue in natural vasello.
      Ivi s'accoglie l'uno e l'altro insieme,
      l'un disposto a patire, e l'altro a fare
      per lo perfetto loco onde si preme;
      e, giunto lui, comincia ad operare
      coagulando prima, e poi avviva
      ciò che per sua matera fé constare.
      Anima fatta la virtute attiva
      qual d'una pianta, in tanto differente,
      che questa è in via e quella è già a riva,
      tanto ovra poi, che già si move e sente,
      come spungo marino; e indi imprende
      ad organar le posse ond' è semente.
      Or si spiega, figliuolo, or si distende
      la virtù ch'è dal cor del generante,
      dove natura a tutte membra intende.
      Ma come d'animal divegna fante,
      non vedi tu ancor: quest' è tal punto,
      che più savio di te fé già errante,
      sì che per sua dottrina fé disgiunto
      da l'anima il possibile intelletto,
      perché da lui non vide organo assunto.
      Apri a la verità che viene il petto;
      e sappi che, sì tosto come al feto
      l'articular del cerebro è perfetto,
      lo motor primo a lui si volge lieto
      sovra tant' arte di natura, e spira
      spirito novo, di vertù repleto,
      che ciò che trova attivo quivi, tira
      in sua sustanzia, e fassi un'alma sola,
      che vive e sente e sé in sé rigira.
      E perché meno ammiri la parola,
      guarda il calor del sole che si fa vino,
      giunto a l'omor che de la vite cola.
      Quando Làchesis non ha più del lino,
      solvesi da la carne, e in virtute
      ne porta seco e l'umano e 'l divino:
      l'altre potenze tutte quante mute;
      memoria, intelligenza e volontade
      in atto molto più che prima agute.
      Sanza restarsi, per sé stessa cade
      mirabilmente a l'una de le rive;
      quivi conosce prima le sue strade.
      Tosto che loco lì la circunscrive,
      la virtù formativa raggia intorno
      così e quanto ne le membra vive.
      E come l'aere, quand' è ben pïorno,
      per l'altrui raggio che 'n sé si reflette,
      di diversi color diventa addorno;
      così l'aere vicin quivi si mette
      e in quella forma ch'è in lui suggella
      virtüalmente l'alma che ristette;
      e simigliante poi a la fiammella
      che segue il foco là 'vunque si muta,
      segue lo spirto sua forma novella.
      Però che quindi ha poscia sua paruta,
      è chiamata ombra; e quindi organa poi
      ciascun sentire infino a la veduta.
      Quindi parliamo e quindi ridiam noi;
      quindi facciam le lagrime e ' sospiri
      che per lo monte aver sentiti puoi.
      Secondo che ci affliggono i disiri
      e li altri affetti, l'ombra si figura;
      e quest' è la cagion di che tu miri».
      E già venuto a l'ultima tortura
      s'era per noi, e vòlto a la man destra,
      ed eravamo attenti ad altra cura.
      Quivi la ripa fiamma in fuor balestra,
      e la cornice spira fiato in suso
      che la reflette e via da lei sequestra;
      ond' ir ne convenia dal lato schiuso
      ad uno ad uno; e io temëa 'l foco
      quinci, e quindi temeva cader giuso.
      Lo duca mio dicea: «Per questo loco
      si vuol tenere a li occhi stretto il freno,
      però ch'errar potrebbesi per poco».
      'Summae Deus clementïae' nel seno
      al grande ardore allora udi' cantando,
      che di volger mi fé caler non meno;
      e vidi spirti per la fiamma andando;
      per ch'io guardava a loro e a' miei passi,
      compartendo la vista a quando a quando.
      Appresso il fine ch'a quell' inno fassi,
      gridavano alto: 'Virum non cognosco';
      indi ricominciavan l'inno bassi.
      Finitolo, anco gridavano: «Al bosco
      si tenne Diana, ed Elice caccionne
      che di Venere avea sentito il tòsco».
      Indi al cantar tornavano; indi donne
      gridavano e mariti che fuor casti
      come virtute e matrimonio imponne.
      E questo modo credo che lor basti
      per tutto il tempo che 'l foco li abbruscia:
      con tal cura conviene e con tai pasti
      che la piaga da sezzo si ricuscia.









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      Mensaje por Maria Lua Vie 24 Nov 2023, 10:21

      CANTO VIGESIMOQUINTO


      SUBIDA AL AEO SÉTIMO


      TEORÍA DE LA GENERACIÓN, INFUSIÓN DEL ALMA
      EN EL CUERPO,
      ALMA Y CUERPO AÉREOS DESPUÉS DE LA MUERTE
      AEO SÉTIMO: LUJURIA
      EJEMPLOS DE CASTIDAD
      Suben los tres poetas por la vía que conduce al sétimo círculo. Dante
      pregunta a Virgilio cómo pueden enflaquecerse los espíritus. Virgilio pide a Estacio que le responda, y éste explica la generación
      del cuerpo humano, la infusión del alma en él por su propia virtud, y el modo de existir de ella después de la muerte. Llegados
      los poetas al linde del sétimo círculo, lo Hallan todo cubierto de
      llamas. En medio ven moverse a los lujuriosos que cantan, alabando ejemplos de castidad.



      Forzoso era subir: que el meridiano
      cedía el sol a Tauro, y traspasaba
      la noche opuesta al Escorpión lejano. 3
      Por lo que, como nada nos fijaba,
      cual sucede al que sigue a la ventura,
      necesidad los pasos impulsaba. e
      Y entramos del peñón por la abertura,
      uuo a uno trepando por su escala,
      que a quien sube, separa su estrechura. ,
      Cual pichón de cigüeña mueve el ala
      cuando intenta volar, y dentro al nido
      en vanos aleteos se desala, 12
      tal sentía, apagado y encendido
      el anhelo de hablar, que se suspende
      antes de articular algún sonido; I5
      mas, dijo el dulce padre: «Habla, y desprende
      la flecha que la lengua te sofoca
      y el arco de tu labio firme tiende.» 18
      Y entonces con firmeza abrí la boca:
      «¿Cómo puede un espíritu ser magro,
      donde alimento al alma no provoca?» 21
      «Si recordases bien, cómo Meleagro
      se consumió, mientras ardió una brasa,»
      respondió, «no hallarías que es milagro. 2l
      «Y si pensases, que el espejo traza
      la imagen, y acompaña al movimiento,
      comprenderás lo que a las almas pasa. 27
      «Mejor responderá a tu pensamiento,
      Estacio, a quien le pido y a quien ruego,
      cure de tu razón el sufrimiento.» 2o
      «Si la eterna venganza le desplego
      ante tí,» dijo Estacio al dulce guía
      «es porque a tu deseo no me niego.» 3 s
      Y continuó: «Si la palabra mía,
      hijo, escuchas y guardas cual se debe,
      tu mente alumbrará como lo ansia. 33
      «La purísima sangre, que no bebe
      de la vena la sed, sustancia es sana,
      que de la mesa queda en el relieve: 39
      «Va al corazón, y a la criatura humana
      le da su forma, en miembro al transformarse,
      por la corriente que en la vena mana:
      «Más pura sabe aun, (donde el callarse
      es mejor que nombrarlo, y en seguida
      en vaso natural va a derramarse):
      «Una sangre a otra sangre allí reunida,
      la más activa a la pasiva entona,
      de su nativa fuente resurgida;
      «y al mismo tiempo con vigor reacciona,
      coagulada primero, que se aviva
      por gestación que la materia abona.
      «Su virtud se convierte en alma activa,
      como una planta, un tanto diferente,
      porque una, en vía está, la otra está viva.
      «Y obra de suerte, que mover se siente
      como pulpo marino, y organiza
      la potencia que lleva en su simiente:
      «Se contrae, se dilata, y finaliza
      del corazón la fuerza generante,
      por la virtud que al cuerpo fecundiza.
      «Mas, como el animal se hace pensante,
      aun no lo puedes ver, porque es un punto,
      que a los más sabios deja vacilante,
      «Pues según su doctrina, no hay conjunto,
      entre el alma y armónico intelecto,
      por no ver a la mente órgano adjunto.
      «Abre tu mente al.de verdad concepto,
      y sabe que en el feto, aunque latente,
      del cerebro el poder, es ya perfecto.
      «Ya el Gran Móvil, contempla complaciente,
      tanto prodigio natural, e inspira
      un espíritu nuevo y eficiente, ra
      «que vida activa en su sustancia aspira;
      y forma un alma sola, que consciente,
      se mueve y vive, y en sí mismo gira. 75
      «Y a fin que mi palabra entre en tu mente,
      mira el calor del sol que se hace vino
      con la savia de viña floreciente. 78
      «Y cuando de Laquesis, con el lino
      la carne se consume, virtualmente
      lleva en sí con lo humano lo divino. 81
      «Entre mudas potencias, solamente
      inteligencia, voluntad, memoria,
      obran activas más agudamente. Cool
      «Sin parar, por virtud divinatoria,
      el alma llega a la una o la otra riba,
      y conoce su senda promisoria; 8r
      «Y en el lugar que Dios le circunscriba,
      potencia formativa irradia en torno
      cual sucedía con la carne viva. so
      «Cual aire cuando llueve, que en contorno
      otros rayos de luz en sí refleja,
      de variado color, que son su adorno, 93
      «así el aire a que pasa, la asemeja
      a la forma en que estaba modelada,
      reflejando el despojo que atrás deja. a«
      «Y luego, como viva llamarada
      que del fuego acompaña el movimiento,
      en espíritu se halla transformada. ¡>?
      «Sombra se Dama desde aquel momento,
      y en esta nueva forma que asumimos,
      se organiza de nuevo el sentimiento.
      «Y por eso aquí hablamos y reímos,
      y lloramos, suspiros exhalando,
      que oyes en este mundo en que vivimos,
      «Y según las pasiones van obrando,
      placer o afán, las sombras los figura,
      y es esto lo que admiras contemplando.»
      En el lugar de la última tortura
      estábamos, y vueltos a la diestra,
      nuestra atención otro cuidado apura.
      En la roca, una llama se nos muestra,
      que corre cual ballesta disparada,
      y que un viento, del borde la secuestra.
      Por evitar la ardiente llamarada,
      uno a uno seguimos por la vía;
      yo, temiendo caer en la hondonada.
      «En este sitio», dijo el sabio guía,
      «a la vista se debe noner freno,
      pues por poco, extraviarse uno podría.»
      Y Sunimoe Deiis clementim, desde el seno
      del incendio, las almas van cantando;
      y por mirarlas, mi temor refreno.
      vi sombras por las llamas circulando:
      sus pasos y los míos observaba,
      la vista entre unos y otros alternando.
      Y un himno entre .aquel fuego resonaba,
      el Virum non cognosco, ora elevado,
      que luego en voz más baja comenzaba.
      Y al fin: «Diana en el bosque se ha quedado
      a Calisto arrojando por impura,
      que el veneno de Venus ha probado.»
      Después, cantaban a la esposa pura,
      y a los castos maridos, arreglados
      a la ley que virtud les asegura.
      Y pienso que así irán estos penados
      por el tiempo que Dios los martiriza,
      conviniendo esta cura a sus pecados.
      en que el fuego sus llagas cicatriza.





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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Nov 2023, 18:30


      CANTO XXV


      [Canto XXV, lo quale tratta de l'essenzia del settimo girone, dove
      si punisce la colpa e peccato contro a natura ed ermafrodito sotto
      il vizio de la lussuria; e prima tratta alquanto del precedente
      purgamento de' ghiotti, dove Stazio poeta fae una distinzione
      sopra la natura umana.]


      Ora era onde 'l salir non volea storpio;
      ché 'l sole avëa il cerchio di merigge
      lasciato al Tauro e la notte a lo Scorpio:
      per che, come fa l'uom che non s'affigge
      ma vassi a la via sua, che che li appaia,
      se di bisogno stimolo il trafigge,
      così intrammo noi per la callaia,
      uno innanzi altro prendendo la scala
      che per artezza i salitor dispaia.
      E quale il cicognin che leva l'ala
      per voglia di volare, e non s'attenta
      d'abbandonar lo nido, e giù la cala;
      tal era io con voglia accesa e spenta
      di dimandar, venendo infino a l'atto
      che fa colui ch'a dicer s'argomenta.
      Non lasciò, per l'andar che fosse ratto,
      lo dolce padre mio, ma disse: «Scocca
      l'arco del dir, che 'nfino al ferro hai tratto».
      Allor sicuramente apri' la bocca
      e cominciai: «Come si può far magro
      là dove l'uopo di nodrir non tocca?».
      «Se t'ammentassi come Meleagro
      si consumò al consumar d'un stizzo,
      non fora», disse, «a te questo sì agro;
      e se pensassi come, al vostro guizzo,
      guizza dentro a lo specchio vostra image,
      ciò che par duro ti parrebbe vizzo.
      Ma perché dentro a tuo voler t'adage,
      ecco qui Stazio; e io lui chiamo e prego
      che sia or sanator de le tue piage».
      «Se la veduta etterna li dislego»,
      rispuose Stazio, «là dove tu sie,
      discolpi me non potert' io far nego».
      Poi cominciò: «Se le parole mie,
      figlio, la mente tua guarda e riceve,
      lume ti fiero al come che tu die.
      Sangue perfetto, che poi non si beve
      da l'assetate vene, e si rimane
      quasi alimento che di mensa leve,
      prende nel core a tutte membra umane
      virtute informativa, come quello
      ch'a farsi quelle per le vene vane.
      Ancor digesto, scende ov' è più bello
      tacer che dire; e quindi poscia geme
      sovr' altrui sangue in natural vasello.
      Ivi s'accoglie l'uno e l'altro insieme,
      l'un disposto a patire, e l'altro a fare
      per lo perfetto loco onde si preme;
      e, giunto lui, comincia ad operare
      coagulando prima, e poi avviva
      ciò che per sua matera fé constare.
      Anima fatta la virtute attiva
      qual d'una pianta, in tanto differente,
      che questa è in via e quella è già a riva,
      tanto ovra poi, che già si move e sente,
      come spungo marino; e indi imprende
      ad organar le posse ond' è semente.
      Or si spiega, figliuolo, or si distende
      la virtù ch'è dal cor del generante,
      dove natura a tutte membra intende.
      Ma come d'animal divegna fante,
      non vedi tu ancor: quest' è tal punto,
      che più savio di te fé già errante,
      sì che per sua dottrina fé disgiunto
      da l'anima il possibile intelletto,
      perché da lui non vide organo assunto.
      Apri a la verità che viene il petto;
      e sappi che, sì tosto come al feto
      l'articular del cerebro è perfetto,
      lo motor primo a lui si volge lieto
      sovra tant' arte di natura, e spira
      spirito novo, di vertù repleto,
      che ciò che trova attivo quivi, tira
      in sua sustanzia, e fassi un'alma sola,
      che vive e sente e sé in sé rigira.
      E perché meno ammiri la parola,
      guarda il calor del sole che si fa vino,
      giunto a l'omor che de la vite cola.
      Quando Làchesis non ha più del lino,
      solvesi da la carne, e in virtute
      ne porta seco e l'umano e 'l divino:
      l'altre potenze tutte quante mute;
      memoria, intelligenza e volontade
      in atto molto più che prima agute.
      Sanza restarsi, per sé stessa cade
      mirabilmente a l'una de le rive;
      quivi conosce prima le sue strade.
      Tosto che loco lì la circunscrive,
      la virtù formativa raggia intorno
      così e quanto ne le membra vive.
      E come l'aere, quand' è ben pïorno,
      per l'altrui raggio che 'n sé si reflette,
      di diversi color diventa addorno;
      così l'aere vicin quivi si mette
      e in quella forma ch'è in lui suggella
      virtüalmente l'alma che ristette;
      e simigliante poi a la fiammella
      che segue il foco là 'vunque si muta,
      segue lo spirto sua forma novella.
      Però che quindi ha poscia sua paruta,
      è chiamata ombra; e quindi organa poi
      ciascun sentire infino a la veduta.
      Quindi parliamo e quindi ridiam noi;
      quindi facciam le lagrime e ' sospiri
      che per lo monte aver sentiti puoi.
      Secondo che ci affliggono i disiri
      e li altri affetti, l'ombra si figura;
      e quest' è la cagion di che tu miri».
      E già venuto a l'ultima tortura
      s'era per noi, e vòlto a la man destra,
      ed eravamo attenti ad altra cura.
      Quivi la ripa fiamma in fuor balestra,
      e la cornice spira fiato in suso
      che la reflette e via da lei sequestra;
      ond' ir ne convenia dal lato schiuso
      ad uno ad uno; e io temëa 'l foco
      quinci, e quindi temeva cader giuso.
      Lo duca mio dicea: «Per questo loco
      si vuol tenere a li occhi stretto il freno,
      però ch'errar potrebbesi per poco».
      'Summae Deus clementïae' nel seno
      al grande ardore allora udi' cantando,
      che di volger mi fé caler non meno;
      e vidi spirti per la fiamma andando;
      per ch'io guardava a loro e a' miei passi,
      compartendo la vista a quando a quando.
      Appresso il fine ch'a quell' inno fassi,
      gridavano alto: 'Virum non cognosco';
      indi ricominciavan l'inno bassi.
      Finitolo, anco gridavano: «Al bosco
      si tenne Diana, ed Elice caccionne
      che di Venere avea sentito il tòsco».
      Indi al cantar tornavano; indi donne
      gridavano e mariti che fuor casti
      come virtute e matrimonio imponne.
      E questo modo credo che lor basti
      per tutto il tempo che 'l foco li abbruscia:
      con tal cura conviene e con tai pasti
      che la piaga da sezzo si ricuscia.









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      Mensaje por Maria Lua Dom 26 Nov 2023, 14:37

      CANTO XXVI


      [Canto XXVI, dove tratta di quello medesimo girone e del
      purgamento de' predetti peccati e vizi lussuriosi; dove nomina
      messer Guido Guinizzelli da Bologna e molti altri.]



      Mentre che sì per l'orlo, uno innanzi altro,
      ce n'andavamo, e spesso il buon maestro
      diceami: «Guarda: giovi ch'io ti scaltro»;
      feriami il sole in su l'omero destro,
      che già, raggiando, tutto l'occidente
      mutava in bianco aspetto di cilestro;
      e io facea con l'ombra più rovente
      parer la fiamma; e pur a tanto indizio
      vidi molt' ombre, andando, poner mente.
      Questa fu la cagion che diede inizio
      loro a parlar di me; e cominciarsi
      a dir: «Colui non par corpo fittizio»;
      poi verso me, quanto potëan farsi,
      certi si fero, sempre con riguardo
      di non uscir dove non fosser arsi.
      «O tu che vai, non per esser più tardo,
      ma forse reverente, a li altri dopo,
      rispondi a me che 'n sete e 'n foco ardo.
      Né solo a me la tua risposta è uopo;
      ché tutti questi n'hanno maggior sete
      che d'acqua fredda Indo o Etïopo.
      Dinne com' è che fai di te parete
      al sol, pur come tu non fossi ancora
      di morte intrato dentro da la rete».
      Sì mi parlava un d'essi; e io mi fora
      già manifesto, s'io non fossi atteso
      ad altra novità ch'apparve allora;
      ché per lo mezzo del cammino acceso
      venne gente col viso incontro a questa,
      la qual mi fece a rimirar sospeso.
      Lì veggio d'ogne parte farsi presta
      ciascun' ombra e basciarsi una con una
      sanza restar, contente a brieve festa;
      così per entro loro schiera bruna
      s'ammusa l'una con l'altra formica,
      forse a spïar lor via e lor fortuna.
      Tosto che parton l'accoglienza amica,
      prima che 'l primo passo lì trascorra,
      sopragridar ciascuna s'affatica:
      la nova gente: «Soddoma e Gomorra»;
      e l'altra: «Ne la vacca entra Pasife,
      perché 'l torello a sua lussuria corra».
      Poi, come grue ch'a le montagne Rife
      volasser parte, e parte inver' l'arene,
      queste del gel, quelle del sole schife,
      l'una gente sen va, l'altra sen vene;
      e tornan, lagrimando, a' primi canti
      e al gridar che più lor si convene;
      e raccostansi a me, come davanti,
      essi medesmi che m'avean pregato,
      attenti ad ascoltar ne' lor sembianti.
      Io, che due volte avea visto lor grato,
      incominciai: «O anime sicure
      d'aver, quando che sia, di pace stato,
      non son rimase acerbe né mature
      le membra mie di là, ma son qui meco
      col sangue suo e con le sue giunture.
      Quinci sù vo per non esser più cieco;
      donna è di sopra che m'acquista grazia,
      per che 'l mortal per vostro mondo reco.
      Ma se la vostra maggior voglia sazia
      tosto divegna, sì che 'l ciel v'alberghi
      ch'è pien d'amore e più ampio si spazia,
      ditemi, acciò ch'ancor carte ne verghi,
      chi siete voi, e chi è quella turba
      che se ne va di retro a' vostri terghi».
      Non altrimenti stupido si turba
      lo montanaro, e rimirando ammuta,
      quando rozzo e salvatico s'inurba,
      che ciascun' ombra fece in sua paruta;
      ma poi che furon di stupore scarche,
      lo qual ne li alti cuor tosto s'attuta,
      «Beato te, che de le nostre marche»,
      ricominciò colei che pria m'inchiese,
      «per morir meglio, esperïenza imbarche!
      La gente che non vien con noi, offese
      di ciò per che già Cesar, trïunfando,
      "Regina" contra sé chiamar s'intese:
      però si parton "Soddoma" gridando,
      rimproverando a sé com' hai udito,
      e aiutan l'arsura vergognando.
      Nostro peccato fu ermafrodito;
      ma perché non servammo umana legge,
      seguendo come bestie l'appetito,
      in obbrobrio di noi, per noi si legge,
      quando partinci, il nome di colei
      che s'imbestiò ne le 'mbestiate schegge.
      Or sai nostri atti e di che fummo rei:
      se forse a nome vuo' saper chi semo,
      tempo non è di dire, e non saprei.
      Farotti ben di me volere scemo:
      son Guido Guinizzelli, e già mi purgo
      per ben dolermi prima ch'a lo stremo».
      Quali ne la tristizia di Ligurgo
      si fer due figli a riveder la madre,
      tal mi fec' io, ma non a tanto insurgo,
      quand' io odo nomar sé stesso il padre
      mio e de li altri miei miglior che mai
      rime d'amore usar dolci e leggiadre;
      e sanza udire e dir pensoso andai
      lunga fïata rimirando lui,
      né, per lo foco, in là più m'appressai.
      Poi che di riguardar pasciuto fui,
      tutto m'offersi pronto al suo servigio
      con l'affermar che fa credere altrui.
      Ed elli a me: «Tu lasci tal vestigio,
      per quel ch'i' odo, in me, e tanto chiaro,
      che Letè nol può tòrre né far bigio.
      Ma se le tue parole or ver giuraro,
      dimmi che è cagion per che dimostri
      nel dire e nel guardar d'avermi caro».
      E io a lui: «Li dolci detti vostri,
      che, quanto durerà l'uso moderno,
      faranno cari ancora i loro incostri».
      «O frate», disse, «questi ch'io ti cerno
      col dito», e additò un spirto innanzi,
      «fu miglior fabbro del parlar materno.
      Versi d'amore e prose di romanzi
      soverchiò tutti; e lascia dir li stolti
      che quel di Lemosì credon ch'avanzi.
      A voce più ch'al ver drizzan li volti,
      e così ferman sua oppinïone
      prima ch'arte o ragion per lor s'ascolti.
      Così fer molti antichi di Guittone,
      di grido in grido pur lui dando pregio,
      fin che l'ha vinto il ver con più persone.
      Or se tu hai sì ampio privilegio,
      che licito ti sia l'andare al chiostro
      nel quale è Cristo abate del collegio,
      falli per me un dir d'un paternostro,
      quanto bisogna a noi di questo mondo,
      dove poter peccar non è più nostro».
      Poi, forse per dar luogo altrui secondo
      che presso avea, disparve per lo foco,
      come per l'acqua il pesce andando al fondo.
      Io mi fei al mostrato innanzi un poco,
      e dissi ch'al suo nome il mio disire
      apparecchiava grazïoso loco.
      El cominciò liberamente a dire:
      «Tan m'abellis vostre cortes deman,
      qu'ieu no me puesc ni voill a vos cobrire.
      Ieu sui Arnaut, que plor e vau cantan;
      consiros vei la passada folor,
      e vei jausen lo joi qu'esper, denan.
      Ara vos prec, per aquella valor
      que vos guida al som de l'escalina,
      sovenha vos a temps de ma dolor!».
      Poi s'ascose nel foco che li affina.





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      Mensaje por Maria Lua Jue 30 Nov 2023, 17:04


      CANTO VIGÉSIMO SEXTO



      ARO SÉTIMO: LUJURIA


      DOS TROPELES DE LUJURIOSOS, EJEMPLOS DE LUJURIA
      GÜINIZELLI, DANIELLA
      Los poetas siguen al través del sétimo circulo, apartándose de las
      llamas de los condenados, quienes se asombran al ver que el Dante
      intercepta el sol. El Dante ve cruzar dos grupos de sombras, expiando dos especies de lujuria y que se dan un beso al encontrarse.
      El poeta Guido Guinieelli babla con el Dante y éste lo saluda, como a un predecesor. Guido señala otro poeta mas digno de reverencia. Este es Daniel, quien suplica al Dante en provenzal que lo
      auxilie con sus oraciones.


      Mientras uno en pos de otro iba en hilera,
      al borde del barranco, nuestro guía*.
      «Guarda y sigue mi ejemplo,» repitiera. ,¡
      El sol que mi siniestro flanco hería
      al descender radiante al occidente,
      el celeste color emblanquecía. „
      Retornaba mi sombra más rubente
      al parecer la llama; y a este indicio,
      vi a las sombras errantes, poner mente, 8
      sin poder aun formar del caso juicio;
      y a murmurar entre ellas comenzaron:
      «¡No parece el de aquél, cuerpo ficticio!» 12
      Y poco a poco a mí se aproximaron,
      observándome siempre con resguardo,
      y sin salir del fuego, asi me hablaron: 15
      «¡Oh, tú! que vas detrás con paso tardo,
      porque tu escolta esa atención merezca,
      respóndeme, que en sed y llamas ardo; 18
      «y tu respuesta, más que a mí se ofrezca
      a esta mesnada, que sedienta se halla,
      mas que el Indo y Etiope de agua fresca, a,
      «¿Por qué tu cuerpo forma una muralla
      al sol, cual si no hubieses todavía
      de muerte entrado en pescadora malla?» n
      Así me habló, y a dar me disponía
      ya mi respuesta, cuando fué cruzada
      por otra novedad que aparecía: 2Í
      por la senda de llamas, abrasada,
      gente venía en dirección opuesta,
      y fué por ella mi atención llamada. so
      Una banda hacia la otra marcha presta,
      cada sombra .se besa una por una,
      y sigue su camino en son de fiesta. ss
      Así entre medio de su tropa bruna
      se hocica confundida cada hormiga,
      que busca su camino o su fortuna. 36
      Después de una acogida! tan amiga,
      y antes que el paso cada cual recorra,
      una y otra gritando) se fatiga. 39
      Unos claman: «¡Sodoma con Gomorra!»
      Y otros claman: «En vaca trasformada
      Pasifae llama al toro que la acorra.»
      Como en los rífeos montes, en bandada
      vuelan las grullas por huir del hielo,
      y otras del sol la arena caldeada,
      así la doble turba va en su anhelo,
      y renuevan su canto, lagrimeantes,
      con gritos de dolor y desconsuelo;
      y hacia mí se acercaron, como de antes
      las sombras que me habían preguntado,
      con la atención pintada en sus semblantes.
      Yo que dos veces observé su agrado,
      a decir comencé: «¡Oh, almas seguras
      de alcanzar grata paz en otro estado!
      «No han quedado ni verdes ni maduras
      las partes de mi cuerpo, y aquí llego
      con mi sangre y mis propias coyunturas.
      «Vengo la luz buscando como ciego;
      santa mujer que me dispensa gracia
      trae el cuerpo mortal que aquí relego.
      «¡Que vuestra ansia mayor por siempre sacia
      alcance de los cielos la morada,
      donde el amor con plenitud se espacia!
      «Mas decidme una cosa, que anotada
      llevar quiero: ¿ Qué sois ? ¿ Qué la otra turba
      que de la vuestra marcha a la encongada ?»
      Tal como tosco montañés se turba
      cuando entra a una ciudad civilizada,
      y cuanto ve, le admira, y se perturba,
      así quedó la gente de asombrada;
      mas cuando el estupor hubo pasado,
      como acontece en alma bien templada, 72
      una me dijo: «¡ Ser afortunado,
      que al penetrar en nuestra triste vida,
      la experiencia en las sombras has buscado! 76
      «La gente que está aparte, va afligida,
      por lo mismo que a César, aun triunfando,
      Iteyna llamó la plebe consentida; 7fl
      «y por eso, ¡Sodoma! van gritando,
      reprueban en sí mismos su delito,
      su vergüenza las llamas atizando. 81
      «Nuestro pecado es doble, hermafrodito;
      pues violamos las leyes naturales,
      saciando bestialmente el apetito. 84
      «Y en oprobio a pecados tan brutales,
      en cada encuentro, el nombre pronunciamos
      de la que fué bestial entre bestiales. 87
      «Ya sabes el pecado que purgamos:
      Decirte nuestros nombres bien quisiera,
      mas, tiempo falta, pues de prisa andamos. 90
      «Empero, el mío te diré: yo era
      Guido de Guinicelli: aquí me purgo
      por buena contrición de hora postrera.» m
      Como en el triste caso de Licurgo,
      los dos hijos que hallaron a la madre,
      tal hice yo, si bien no a tanto surgo, on
      al escuchar el nombre de aquel padre,
      no sólo mío, de otros de más fama,
      a los que el nombre de poetas cuadre, 99
      verle de cerca mi deseo inflama;
      lo miro y lo remiro un largo espacio,
      sin dejarme acercar la viva llama.
      Cuando ya de mirarle estuva sacio,
      me ofrecí, respondiendo a su deseo,
      con las protestas de cordial regracio.
      Y replicóme: «Lo que escucho y veo
      hondo vestigio dejará patente
      sin borrarlo las aguas del Leteo.
      «Mas si habla el labio lo que el pecho siente,
      dime, ¿cuál es la causa del afecto
      que manifiestas tan amablemente!»
      «Es de tus rimas,» respondí, «el efecto,
      que mientras dure el uso más moderno,
      muestras caras serán del intelecto.»
      Y él: «Hermano, una sombra aquí discierno,»
      y con el dedo la mostró a mi alcance,
      «que fué el fabro mejor de hablar materno.
      «-En dulce verso y prosa de romance
      fué superior, aunque hayan repetido,
      que el Lemosín en gloria se le avance:
      «sin mirar la verdad, va tras el ruido
      el vulgo con sus vanas opiniones,
      ni dar a la razón o el arte oído.
      «Así también hicieron con Guitones
      los que antes le aclamaron como egregio;
      mas la verdad triunfó con sus razones.
      «Ya que gozas d.el amplio privilegio
      de subir hasta el claustro luminoso,
      donde Cristo es abad del gran colegio,
      «reza por mí de un Pater, fervoroso,
      la parte que conviene en este mundo,
      en que no hay tentador pecaminoso.» lla
      Después, por dar lugar, al que segundo
      muy cerca de él estaba, echóse al fuego,
      como un pez en un piélago profundo. 1M
      Al que hubo señalado le hablo luego,
      antes que con la llama siga y gire
      y su nombre demando en dulce ruego; 138
      y en lengua habló que no hay a quien no inspire:
      «Tan m' abellis vostre cortes ciernan,
      qu' ieu non me puesc, ni m' voil a vos cobrire: ia
      jeu sui Armautz, que plor e vay cantan-,
      consiros vei la passada folor,
      e vei jauzen lo joi qu' esper alemán. u*
      Ara vus prec aquella valor,
      que us guia al som sens freich e sens calina,
      sovenha vus atemprar ma dolor. ui
      Y al fuego se arrojó, que el alma afina.


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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Sáb 02 Dic 2023, 08:10

      CANTO XXVII


      [Canto XXVII, dove tratta d'una visione che apparve a Dante in
      sogno, o come pervennero a la sommità del monte ed entraro nel
      Paradiso Terrestre chiamato paradiso delitiarum.]


      Sì come quando i primi raggi vibra
      là dove il suo fattor lo sangue sparse,
      cadendo Ibero sotto l'alta Libra,
      e l'onde in Gange da nona rïarse,
      sì stava il sole; onde 'l giorno sen giva,
      come l'angel di Dio lieto ci apparse.
      Fuor de la fiamma stava in su la riva,
      e cantava 'Beati mundo corde!'
      in voce assai più che la nostra viva.
      Poscia «Più non si va, se pria non morde,
      anime sante, il foco: intrate in esso,
      e al cantar di là non siate sorde»,
      ci disse come noi li fummo presso;
      per ch'io divenni tal, quando lo 'ntesi,
      qual è colui che ne la fossa è messo.
      In su le man commesse mi protesi,
      guardando il foco e imaginando forte
      umani corpi già veduti accesi.
      Volsersi verso me le buone scorte;
      e Virgilio mi disse: «Figliuol mio,
      qui può esser tormento, ma non morte.
      Ricorditi, ricorditi! E se io
      sovresso Gerïon ti guidai salvo,
      che farò ora presso più a Dio?
      Credi per certo che se dentro a l'alvo
      di questa fiamma stessi ben mille anni,
      non ti potrebbe far d'un capel calvo.
      E se tu forse credi ch'io t'inganni,
      fatti ver' lei, e fatti far credenza
      con le tue mani al lembo d'i tuoi panni.
      Pon giù omai, pon giù ogne temenza;
      volgiti in qua e vieni: entra sicuro!».
      E io pur fermo e contra coscïenza.
      Quando mi vide star pur fermo e duro,
      turbato un poco disse: «Or vedi, figlio:
      tra Bëatrice e te è questo muro».
      Come al nome di Tisbe aperse il ciglio
      Piramo in su la morte, e riguardolla,
      allor che 'l gelso diventò vermiglio;
      così, la mia durezza fatta solla,
      mi volsi al savio duca, udendo il nome
      che ne la mente sempre mi rampolla.
      Ond' ei crollò la fronte e disse: «Come!
      volenci star di qua?»; indi sorrise
      come al fanciul si fa ch'è vinto al pome.
      Poi dentro al foco innanzi mi si mise,
      pregando Stazio che venisse retro,
      che pria per lunga strada ci divise.
      Sì com' fui dentro, in un bogliente vetro
      gittato mi sarei per rinfrescarmi,
      tant' era ivi lo 'ncendio sanza metro.
      Lo dolce padre mio, per confortarmi,
      pur di Beatrice ragionando andava,
      dicendo: «Li occhi suoi già veder parmi».
      Guidavaci una voce che cantava
      di là; e noi, attenti pur a lei,
      venimmo fuor là ove si montava.
      'Venite, benedicti Patris mei',
      sonò dentro a un lume che lì era,
      tal che mi vinse e guardar nol potei.
      «Lo sol sen va», soggiunse, «e vien la sera;
      non v'arrestate, ma studiate il passo,
      mentre che l'occidente non si annera».
      Dritta salia la via per entro 'l sasso
      verso tal parte ch'io toglieva i raggi
      dinanzi a me del sol ch'era già basso.
      E di pochi scaglion levammo i saggi,
      che 'l sol corcar, per l'ombra che si spense,
      sentimmo dietro e io e li miei saggi.
      E pria che 'n tutte le sue parti immense
      fosse orizzonte fatto d'uno aspetto,
      e notte avesse tutte sue dispense,
      ciascun di noi d'un grado fece letto;
      ché la natura del monte ci affranse
      la possa del salir più e 'l diletto.
      Quali si stanno ruminando manse
      le capre, state rapide e proterve
      sovra le cime avante che sien pranse,
      tacite a l'ombra, mentre che 'l sol ferve,
      guardate dal pastor, che 'n su la verga
      poggiato s'è e lor di posa serve;
      e quale il mandrïan che fori alberga,
      lungo il pecuglio suo queto pernotta,
      guardando perché fiera non lo sperga;
      tali eravamo tutti e tre allotta,
      io come capra, ed ei come pastori,
      fasciati quinci e quindi d'alta grotta.
      Poco parer potea lì del di fori;
      ma, per quel poco, vedea io le stelle
      di lor solere e più chiare e maggiori.
      Sì ruminando e sì mirando in quelle,
      mi prese il sonno; il sonno che sovente,
      anzi che 'l fatto sia, sa le novelle.
      Ne l'ora, credo, che de l'orïente
      prima raggiò nel monte Citerea,
      che di foco d'amor par sempre ardente,
      giovane e bella in sogno mi parea
      donna vedere andar per una landa
      cogliendo fiori; e cantando dicea:
      «Sappia qualunque il mio nome dimanda
      ch'i' mi son Lia, e vo movendo intorno
      le belle mani a farmi una ghirlanda.
      Per piacermi a lo specchio, qui m'addorno;
      ma mia suora Rachel mai non si smaga
      dal suo miraglio, e siede tutto giorno.
      Ell' è d'i suoi belli occhi veder vaga
      com' io de l'addornarmi con le mani;
      lei lo vedere, e me l'ovrare appaga».
      E già per li splendori antelucani,
      che tanto a' pellegrin surgon più grati,
      quanto, tornando, albergan men lontani,
      le tenebre fuggian da tutti lati,
      e 'l sonno mio con esse; ond' io leva'mi,
      veggendo i gran maestri già levati.
      «Quel dolce pome che per tanti rami
      cercando va la cura de' mortali,
      oggi porrà in pace le tue fami».
      Virgilio inverso me queste cotali
      parole usò; e mai non furo strenne
      che fosser di piacere a queste iguali.
      Tanto voler sopra voler mi venne
      de l'esser sù, ch'ad ogne passo poi
      al volo mi sentia crescer le penne.
      Come la scala tutta sotto noi
      fu corsa e fummo in su 'l grado superno,
      in me ficcò Virgilio li occhi suoi,
      e disse: «Il temporal foco e l'etterno
      veduto hai, figlio; e se' venuto in parte
      dov' io per me più oltre non discerno.
      Tratto t'ho qui con ingegno e con arte;
      lo tuo piacere omai prendi per duce;
      fuor se' de l'erte vie, fuor se' de l'arte.
      Vedi lo sol che 'n fronte ti riluce;
      vedi l'erbette, i fiori e li arbuscelli
      che qui la terra sol da sé produce.
      Mentre che vegnan lieti li occhi belli
      che, lagrimando, a te venir mi fenno,
      seder ti puoi e puoi andar tra elli.
      Non aspettar mio dir più né mio cenno;
      libero, dritto e sano è tuo arbitrio,
      e fallo fora non fare a suo senno:
      per ch'io te sovra te corono e mitrio»








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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Dom 03 Dic 2023, 07:09

      CANTO VIGESIMOSETIMO

      AEO SÉTIMO: LUJURIA

      ÁNGEL DE LA PUREZA, TRAVESÍA POR LAS LLAMAS
      SUBIDA AL PAEAISO TERRESTRE
      ULTIMAS PALACRAS DE VIRGILIO
      Un Sngel anuncia que par a seguir es necesario atravesar las llamas.
      El poeta trepida, pero Virgilio lo alienta, dieiéndole que del otro
      lado esta Beatriz. El poeta,! en compañía de sus dos guías, atraviesa las llamas. Un ángel de luz los llama . Sobreviene la noche, el poeta se adormece y tiene un sueño en que ve a Lía, cogiendo ílores en el Paraíso, quien hace alusión a la vida contemplativa
      de Raquel. Al amanecer, los poetas prosiguen y llegan al paraíso
      terrenal. Virgilio se despide del Dante y lo entrega a su libre albedrío.

      A tiempo que su rayo primo vibra,
      donde Jesús vertió su sangre pura,
      cayendo el Ebro bajo el alta Libra, 3
      y el Ganges hace arder desde su altura,
      estaba el sol; y al extinguirse el día,
      se apareció de un "ángel la figura. 6
      Alejado del fuego se tenía,
      el Beati mundo corde repitiendo,
      con sobrehumana voz en armonía. a
      Y luego: «Animas santas, id subiendo
      mordidos por la llama fuígorosa,
      y los cantos de allá siempre siguiendo.» I2
      Así dijo, y con alma temerosa,
      me sentí como el hombre condenado
      a ser vivo enterrado en una fosa. i6
      Alcé las manos, y pensé angustiado,
      mirando el fuego, en la terrible suerte
      de tanto cuerpo humano allá quemado. 18
      A mis guías volví mi rostro inerte,
      y Virgilio me dijo: «Hijo querido,
      tormento puede ser, pero no muerte. 2i
      «Acuérdate que bien te he conducido
      en hombros de Gerión, en otra empresa.
      Í Qué no haré por el cielo protegido 1 2i
      «Estar mil años puedes, con certeza,
      en medio de esa llama abrasadora,
      sin que pierda un cabello tu cabeza. 2r
      «Y si pensaras que te engaño ahora,
      pon la mano en la llama, y ¡a evidencia
      tendrás de que las carnes no devora. 3o
      «No temas del peligro la apariencia:
      acércate con animo seguro.»
      Y yo inmóvil, pugnando mi conciencia. 33
      Cuando me vio tan inactivo y duro,
      «Hijo mío,» me dijo algo turbado,
      «entre BeatriK y tú, se halla ese muro». 30
      Cual Píramo, de Tisbe al nombre amado,
      al tiempo de morir miró a su amante,
      cuando el moral tiñóse de encarnado, 39
      así ablandado me sentí al instante
      de pronunciarse un nombre, que en mi mente
      siempre puro florece y rozagante.
      Virgilio entonces me miró sonriente,
      cual se hace con el niño, que halagado
      al ver la dulce fruta, al fin consiente:
      Y al fuego se lanzó determinado,
      a Estacio previniendo me siguiera,
      que entre los dos me hallaba colocado.
      Al encontrarme en medio de la hoguera,
      me habría sumergido en vidrio ardiente
      por refrescarme, tal su temple era.
      El dulce padre, siempre providente,
      nombrándome a Beatriz, me confortaba,
      cual si la viese yo resplandeciente.
      Escuchando una voz que allá cantaba,
      seguimos, guiándonos por sus sonidos,
      hasta subir do el fuego terminaba.
      ¡Venid, los por mi padre bendecidos!
      sonó dentro a una luz, tan esplendente,
      que mis ojos sentí como perdidos.
      Llega la noche •. baja el sol ardiente:
      10 os detengáis; apresurad el paso,
      mientras no se ennegrezca el occidente.
      loa el sendero por peñasco eriazo,
      de modo que mi cuerpo, interceptaba
      del fatigado sol el rayo escaso;
      y cuando en medio a la subida estaba,
      notamos por mi sombra ya extinguida,
      lúe el sol a nuestra espalda se acostaba.
      Antes que por la noche oscurecida
      la bóveda celeste se mostrara,
      envolviendo en sus sombras la subida, „
      cada uno en un peldaño se acostara,
      pues lo áspero del monte, en adelante
      no dejaba subir cual se deseara. 76
      Tal como hace la cabra trashumante,
      que después de pacer en altozano,
      busca la sombra, mansa y rumiante, 78
      cuando más arde el sol en el verano,
      y el pastor vigilante se reclina
      sobre el cayado, mano sobre mano; 8i
      y cual hace la gente campesina
      cuando ronda de noche su ganado,
      guardándole de bestia asaz dañina, 8i
      tal de los tres el respectivo es'ado:
      yo era la cabra y ellos los pastores,
      con la roca del uno y otro lado. sr
      Perdidos los espacios exteriores,
      todavía alcanzaba los estrellas,
      al parecer más claras y mayores. *>
      Así rumiando y contemplando aquellas,
      tomóme el sueño, que frecuentemente
      traza la imagen de futuras huellas. ¡»
      Pienso que era la hora que en oriente
      sobre el monte Citereo asoma el día,
      con su fuego de amor por siempre ardiente, s¡<
      y en sueños, percibir me parecía
      joven bella, vagando en una banda,
      cogiendo flores, y que así decía: »a
      «Si alguno acaso quién soy yo demanda,
      Lía me llamo, que moviendo en torno
      las bellas manos, formo una guirlanda.
      «Ante el espejo por placer me exorno;
      mas mi hermana Raquel, sólo se paga
      de estar ante él en incesante adorno.
      «En verse el bello rostro, ella se halaga,
      como yo en adornarme con mis manos;
      ella mirando, yo con lo que haga.»
      Del alba los crepúsculos tempranos,
      que al peregrino errante, tanto encantan,
      cuando torna a sus lareSj no lejanos,
      ya las tinieblas por doquiera espantan,
      y con ellas mi sueño, y me levanto
      al ver que los maestros se levantan.
      «La dulce pompa porque anhela tanto
      el incesante afán de los mortales,
      tu hambre apaciguará con tu quebranto.»
      Así Virgilio, con palabras tales,
      hablóme, y en oirle me recreo,
      con deleites que nunca sentí iguales.
      Con voluntad, yo el ánimo espoleo,
      Y a cada paso en la áspera pendiente
      crecen en mí las alas del deseo.
      Al recorrer la escala enteramente,
      la planta hollando el escalón superno,
      Virgilio me miró muy fijamente,
      diciendo: «El fuego temporal y eterno
      has visto ya, hasta venir a parte
      que sólo, por mí, no más discierno.
      «Te he conducido con ingenio y arte:
      desde aquí, tu albedrío te conduce,
      por vías en que no has de fatigarte.
      «Mira a tu frente el sol como reluce;
      las flores, hierbas y árboles frondosos,
      que esta tierra de suyo aquí produce.
      «Antes de ver los ojos luminosos,
      que llorosos me hicieron auxiliarte,
      descansa en estos sitios deliciosos.
      «No esperes ya que pueda aconsejarte:
      tu sano juicio tu albedrío abona,
      y debes por tí mismo gobernarte,
      «pues te enmítro y te pongo la corona.»




      419


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      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Lun 04 Dic 2023, 10:10


      CANTO XXVIII



      [Canto XXVIII, ove si tratta come la vita attiva distingue a
      l'auttore la natura del fiume di Letè, il quale trovò nel detto
      Paradiso, ove molto dimostra de la felicitade e del peccato di
      Adamo, e del modo e ordine del detto luogo.]


      Vago già di cercar dentro e dintorno
      la divina foresta spessa e viva,
      ch'a li occhi temperava il novo giorno,
      sanza più aspettar, lasciai la riva,
      prendendo la campagna lento lento
      su per lo suol che d'ogne parte auliva.
      Un'aura dolce, sanza mutamento
      avere in sé, mi feria per la fronte
      non di più colpo che soave vento;
      per cui le fronde, tremolando, pronte
      tutte quante piegavano a la parte
      u' la prim' ombra gitta il santo monte;
      non però dal loro esser dritto sparte
      tanto, che li augelletti per le cime
      lasciasser d'operare ogne lor arte;
      ma con piena letizia l'ore prime,
      cantando, ricevieno intra le foglie,
      che tenevan bordone a le sue rime,
      tal qual di ramo in ramo si raccoglie
      per la pineta in su 'l lito di Chiassi,
      quand' Ëolo scilocco fuor discioglie.
      Già m'avean trasportato i lenti passi
      dentro a la selva antica tanto, ch'io
      non potea rivedere ond' io mi 'ntrassi;
      ed ecco più andar mi tolse un rio,
      che 'nver' sinistra con sue picciole onde
      piegava l'erba che 'n sua ripa uscìo.
      Tutte l'acque che son di qua più monde,
      parrieno avere in sé mistura alcuna
      verso di quella, che nulla nasconde,
      avvegna che si mova bruna bruna
      sotto l'ombra perpetüa, che mai
      raggiar non lascia sole ivi né luna.
      Coi piè ristetti e con li occhi passai
      di là dal fiumicello, per mirare
      la gran varïazion d'i freschi mai;
      e là m'apparve, sì com' elli appare
      subitamente cosa che disvia
      per maraviglia tutto altro pensare,
      una donna soletta che si gia
      e cantando e scegliendo fior da fiore
      ond' era pinta tutta la sua via.
      «Deh, bella donna, che a' raggi d'amore
      ti scaldi, s'i' vo' credere a' sembianti
      che soglion esser testimon del core,
      vegnati in voglia di trarreti avanti»,
      diss' io a lei, «verso questa rivera,
      tanto ch'io possa intender che tu canti.
      Tu mi fai rimembrar dove e qual era
      Proserpina nel tempo che perdette
      la madre lei, ed ella primavera».
      Come si volge, con le piante strette
      a terra e intra sé, donna che balli,
      e piede innanzi piede a pena mette,
      volsesi in su i vermigli e in su i gialli
      fioretti verso me, non altrimenti
      che vergine che li occhi onesti avvalli;
      e fece i prieghi miei esser contenti,
      sì appressando sé, che 'l dolce suono
      veniva a me co' suoi intendimenti.
      Tosto che fu là dove l'erbe sono
      bagnate già da l'onde del bel fiume,
      di levar li occhi suoi mi fece dono.
      Non credo che splendesse tanto lume
      sotto le ciglia a Venere, trafitta
      dal figlio fuor di tutto suo costume.
      Ella ridea da l'altra riva dritta,
      trattando più color con le sue mani,
      che l'alta terra sanza seme gitta.
      Tre passi ci facea il fiume lontani;
      ma Elesponto, là 've passò Serse,
      ancora freno a tutti orgogli umani,
      più odio da Leandro non sofferse
      per mareggiare intra Sesto e Abido,
      che quel da me perch' allor non s'aperse.
      «Voi siete nuovi, e forse perch' io rido»,
      cominciò ella, «in questo luogo eletto
      a l'umana natura per suo nido,
      maravigliando tienvi alcun sospetto;
      ma luce rende il salmo Delectasti,
      che puote disnebbiar vostro intelletto.
      E tu che se' dinanzi e mi pregasti,
      dì s'altro vuoli udir; ch'i' venni presta
      ad ogne tua question tanto che basti».
      «L'acqua», diss' io, «e 'l suon de la foresta
      impugnan dentro a me novella fede
      di cosa ch'io udi' contraria a questa».
      Ond' ella: «Io dicerò come procede
      per sua cagion ciò ch'ammirar ti face,
      e purgherò la nebbia che ti fiede.
      Lo sommo Ben, che solo esso a sé piace,
      fé l'uom buono e a bene, e questo loco
      diede per arr' a lui d'etterna pace.
      Per sua difalta qui dimorò poco;
      per sua difalta in pianto e in affanno
      cambiò onesto riso e dolce gioco.
      Perché 'l turbar che sotto da sé fanno
      l'essalazion de l'acqua e de la terra,
      che quanto posson dietro al calor vanno,
      a l'uomo non facesse alcuna guerra,
      questo monte salìo verso 'l ciel tanto,
      e libero n'è d'indi ove si serra.
      Or perché in circuito tutto quanto
      l'aere si volge con la prima volta,
      se non li è rotto il cerchio d'alcun canto,
      in questa altezza ch'è tutta disciolta
      ne l'aere vivo, tal moto percuote,
      e fa sonar la selva perch' è folta;
      e la percossa pianta tanto puote,
      che de la sua virtute l'aura impregna
      e quella poi, girando, intorno scuote;
      e l'altra terra, secondo ch'è degna
      per sé e per suo ciel, concepe e figlia
      di diverse virtù diverse legna.
      Non parrebbe di là poi maraviglia,
      udito questo, quando alcuna pianta
      sanza seme palese vi s'appiglia.
      E saper dei che la campagna santa
      dove tu se', d'ogne semenza è piena,
      e frutto ha in sé che di là non si schianta.
      L'acqua che vedi non surge di vena
      che ristori vapor che gel converta,
      come fiume ch'acquista e perde lena;
      ma esce di fontana salda e certa,
      che tanto dal voler di Dio riprende,
      quant' ella versa da due parti aperta.
      Da questa parte con virtù discende
      che toglie altrui memoria del peccato;
      da l'altra d'ogne ben fatto la rende.
      Quinci Letè; così da l'altro lato
      Eünoè si chiama, e non adopra
      se quinci e quindi pria non è gustato:
      a tutti altri sapori esto è di sopra.
      E avvegna ch'assai possa esser sazia
      la sete tua perch' io più non ti scuopra,
      darotti un corollario ancor per grazia;
      né credo che 'l mio dir ti sia men caro,
      se oltre promession teco si spazia.
      Quelli ch'anticamente poetaro
      l'età de l'oro e suo stato felice,
      forse in Parnaso esto loco sognaro.
      Qui fu innocente l'umana radice;
      qui primavera sempre e ogne frutto;
      nettare è questo di che ciascun dice».
      Io mi rivolsi 'n dietro allora tutto
      a' miei poeti, e vidi che con riso
      udito avëan l'ultimo costrutto;
      poi a la bella donna torna' il viso.



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      Mensaje por Maria Lua Mar 05 Dic 2023, 15:45

      CANTO VIGÉSIMO CTAVO


      PAEAISO TERRESTRE


      EL LETEO, LA DAMA SOLITARIA, ORIGEN DEL AGUA £ DEL
      VIENTO, CONDICIÓN DEL LUGAR
      El poeta, penetra en el paraíso terrenal admirando sus bellezas._ Un río
      de agua trasparente y sombría lo deteiene. En la margen opuesta
      ve una joven que canta recogiendo flores. El poeta le pide que
      se acerque para oir y entender su canto. La joven (que realiza la
      visiOn del canto precedente, y es Matilde, que enriqueció a la iglesia) le explica las maravillas del Edén.


      De conocer por dentro estaba ansioso,
      la divina floresta, que templaba
      del nuevo día el brillo esplendoroso.
      Impaciente, la planta me llevaba
      al través de aquel campo, lento, lento,
      que por doquier aromas exhalaba.
      Aura dulce, sin leve mudamiento,
      hasta mi frente, plácida desciende,
      más suavemente que el más suave viento,
      Y por las hojas, trémula trasciende,
      inclinando los gajos a la parte
      a que su santa sombra el monte extiende. 12
      Y de tal modo el soplo se reparte,
      que no perturba a las canoras aves,
      que ensayan libres de natura el arte, „
      el alba saludando en cantos suaves,
      que acompañan las hojas susurrando,
      como lo hace el bordón en notas graves; i¡¡
      tal cual de rama en rama van sonando
      los pinares de Chiassi en la ribera,
      a tiempo que el siroco va soplando. 2i
      En tanto, por la selva placentera
      lentamente llevóme el paso mío,
      sin poder atinar donde estuviera; 2<
      cuando fui detenido por un río,
      que a la izquierda, con plácida corriente
      las hierbas doblegaba en su desvío. 2?
      Era su agua, tan pura y trasparente,
      como nunca vi acá, sin mezcla alguna,
      sin que nada escondiese su corriente; 30
      empero se movía bruna, bruna,
      bajo perpetua sombra, que los rayos
      no penetran del sol ni de la luna. 33
      El pie detuve ante sus bordes gayos,
      mirando más allá de la ribera
      la variedad de sus lozanos mayos, 38
      cuando súbitamente apareciera
      una imagen, que el alma cautivaba
      de admiración, y todo lo excluyera. ss
      Solitaria mujer, vi que vagaba,
      cantando y escogiendo flor y flores,
      que esmaltaban la vía que cruzaba.
      «Virgen bella que encienden los amores,
      si juzgo por los rasgos del semblante
      que son del corazón indicadores,
      «dígnate proseguir más adelante,»
      díjele, «más cercana a la ribera,
      para entender lo que tu boca cante.
      «Tú me baces recordar, donde perdiera
      la diosa madre a su bija Proserpina,
      cuando la hija perdió su primavera.»
      Tal cual gira graciosa bailarina
      sobre sus pies, poniendo uno delante,
      y en equilibrio sobre sí se inclina,
      volvió hacia mí entre flores su semblante,
      que de jalde y de rojo se adornaba,
      baja la vista, púdica y radiante;
      y tanto más su aspecto me encantaba,
      cuanto más las palabras entendía
      del canto que de lejos me llegaba.
      Y al borde en que la hierba se extendía,
      se aproximó, mostrando complaciente
      las luces de sus ojos que escondía.
      No pienso fuera más resplandeciente
      la mirada de Venus, cuando herida
      fué por su hijo con mano de inocente.
      •Desde la orilla opuesta, reía erguida,
      las flores matizando con sus manos,
      que da sin germen tierra bendecida.
      Ni tres pasos estábamos lejanos,
      mas, de Jerjes el paso de Helesponto,
      que es el del orgullo, freno en los humanos,
      a Leandro pareciera menos pronto
      al nadar entre Sexto y entre Abydos,
      cual a mí no salvarlos, pronto, pronto.
      Ella me dijo: «Sois recién venidos,
      y mi risa extrañáis, aquí, viniendo,
      donde la estirpe humana no hace nidos-.
      «y algo oscuro, por eso estáis creyendo;
      pero que el salmo Düectasti baste
      para aclarar lo mismo que estáis viendo.
      «Y tú que antes de ahora me rogaste,
      pregunta lo que quieras, que- estoy presta
      a cualquiera cuestión que a tí te abaste.»
      «El murmullo del agua y la floresta,
      mi fe,» le dije, «conciliar no puede,
      con lo enseñado por la ciencia opuesta.»
      Y ella: «Yo te diré como procede
      la Suma Causa, que dudar te hace,
      para que sombra alguna no te quede.
      «El Sumo Bien, que sólo en sí se place,
      bueno hizo al hombre, a bienes inclinado,
      y aquí le dio la paz que satisface;
      «mas este don perdió por su pecado,
      y en afanes, en llantos y en dolores,
      su honesta y dulce risa se ha trocado;
      «y a fin que no pudiesen los vapores,
      que se exhalan del agua y de la tierra,
      y dilatan del mundo los ardores,


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      Mensaje por Maria Lua Miér 06 Dic 2023, 08:33

      CANTO XXIX



      [Canto XXIX, dove si tratta sì come l'auttore contristato si
      conduoleva e come vide li sette doni del Santo Spirito e Cristo e
      la celestiale corte in forma di certe figure.]



      Cantando come donna innamorata,
      continüò col fin di sue parole:
      'Beati quorum tecta sunt peccata!'.
      E come ninfe che si givan sole
      per le salvatiche ombre, disïando
      qual di veder, qual di fuggir lo sole,
      allor si mosse contra 'l fiume, andando
      su per la riva; e io pari di lei,
      picciol passo con picciol seguitando.
      Non eran cento tra ' suoi passi e ' miei,
      quando le ripe igualmente dier volta,
      per modo ch'a levante mi rendei.
      Né ancor fu così nostra via molta,
      quando la donna tutta a me si torse,
      dicendo: «Frate mio, guarda e ascolta».
      Ed ecco un lustro sùbito trascorse
      da tutte parti per la gran foresta,
      tal che di balenar mi mise in forse.
      Ma perché 'l balenar, come vien, resta,
      e quel, durando, più e più splendeva,
      nel mio pensier dicea: 'Che cosa è questa?'.
      E una melodia dolce correva
      per l'aere luminoso; onde buon zelo
      mi fé riprender l'ardimento d'Eva,
      che là dove ubidia la terra e 'l cielo,
      femmina, sola e pur testé formata,
      non sofferse di star sotto alcun velo;
      sotto 'l qual se divota fosse stata,
      avrei quelle ineffabili delizie
      sentite prima e più lunga fïata.
      Mentr' io m'andava tra tante primizie
      de l'etterno piacer tutto sospeso,
      e disïoso ancora a più letizie,
      dinanzi a noi, tal quale un foco acceso,
      ci si fé l'aere sotto i verdi rami;
      e 'l dolce suon per canti era già inteso.
      O sacrosante Vergini, se fami,
      freddi o vigilie mai per voi soffersi,
      cagion mi sprona ch'io mercé vi chiami.
      Or convien che Elicona per me versi,
      e Uranìe m'aiuti col suo coro
      forti cose a pensar mettere in versi.
      Poco più oltre, sette alberi d'oro
      falsava nel parere il lungo tratto
      del mezzo ch'era ancor tra noi e loro;
      ma quand' i' fui sì presso di lor fatto,
      che l'obietto comun, che 'l senso inganna,
      non perdea per distanza alcun suo atto,
      la virtù ch'a ragion discorso ammanna,
      sì com' elli eran candelabri apprese,
      e ne le voci del cantare 'Osanna'.
      Di sopra fiammeggiava il bello arnese
      più chiaro assai che luna per sereno
      di mezza notte nel suo mezzo mese.
      Io mi rivolsi d'ammirazion pieno
      al buon Virgilio, ed esso mi rispuose
      con vista carca di stupor non meno.
      Indi rendei l'aspetto a l'alte cose
      che si movieno incontr' a noi sì tardi,
      che foran vinte da novelle spose.
      La donna mi sgridò: «Perché pur ardi
      sì ne l'affetto de le vive luci,
      e ciò che vien di retro a lor non guardi?».
      Genti vid' io allor, come a lor duci,
      venire appresso, vestite di bianco;
      e tal candor di qua già mai non fuci.
      L'acqua imprendëa dal sinistro fianco,
      e rendea me la mia sinistra costa,
      s'io riguardava in lei, come specchio anco.
      Quand' io da la mia riva ebbi tal posta,
      che solo il fiume mi facea distante,
      per veder meglio ai passi diedi sosta,
      e vidi le fiammelle andar davante,
      lasciando dietro a sé l'aere dipinto,
      e di tratti pennelli avean sembiante;
      sì che lì sopra rimanea distinto
      di sette liste, tutte in quei colori
      onde fa l'arco il Sole e Delia il cinto.
      Questi ostendali in dietro eran maggiori
      che la mia vista; e, quanto a mio avviso,
      diece passi distavan quei di fori.
      Sotto così bel ciel com' io diviso,
      ventiquattro seniori, a due a due,
      coronati venien di fiordaliso.
      Tutti cantavan: «Benedicta tue
      ne le figlie d'Adamo, e benedette
      sieno in etterno le bellezze tue!».
      Poscia che i fiori e l'altre fresche erbette
      a rimpetto di me da l'altra sponda
      libere fuor da quelle genti elette,
      sì come luce luce in ciel seconda,
      vennero appresso lor quattro animali,
      coronati ciascun di verde fronda.
      Ognuno era pennuto di sei ali;
      le penne piene d'occhi; e li occhi d'Argo,
      se fosser vivi, sarebber cotali.
      A descriver lor forme più non spargo
      rime, lettor; ch'altra spesa mi strigne,
      tanto ch'a questa non posso esser largo;
      ma leggi Ezechïel, che li dipigne
      come li vide da la fredda parte
      venir con vento e con nube e con igne;
      e quali i troverai ne le sue carte,
      tali eran quivi, salvo ch'a le penne
      Giovanni è meco e da lui si diparte.
      Lo spazio dentro a lor quattro contenne
      un carro, in su due rote, trïunfale,
      ch'al collo d'un grifon tirato venne.
      Esso tendeva in sù l'una e l'altra ale
      tra la mezzana e le tre e tre liste,
      sì ch'a nulla, fendendo, facea male.
      Tanto salivan che non eran viste;
      le membra d'oro avea quant' era uccello,
      e bianche l'altre, di vermiglio miste.
      Non che Roma di carro così bello
      rallegrasse Affricano, o vero Augusto,
      ma quel del Sol saria pover con ello;
      quel del Sol che, svïando, fu combusto
      per l'orazion de la Terra devota,
      quando fu Giove arcanamente giusto.
      Tre donne in giro da la destra rota
      venian danzando; l'una tanto rossa
      ch'a pena fora dentro al foco nota;
      l'altr' era come se le carni e l'ossa
      fossero state di smeraldo fatte;
      la terza parea neve testé mossa;
      e or parëan da la bianca tratte,
      or da la rossa; e dal canto di questa
      l'altre toglien l'andare e tarde e ratte.
      Da la sinistra quattro facean festa,
      in porpore vestite, dietro al modo
      d'una di lor ch'avea tre occhi in testa.
      Appresso tutto il pertrattato nodo
      vidi due vecchi in abito dispari,
      ma pari in atto e onesto e sodo.
      L'un si mostrava alcun de' famigliari
      di quel sommo Ipocràte che natura
      a li animali fé ch'ell' ha più cari;
      mostrava l'altro la contraria cura
      con una spada lucida e aguta,
      tal che di qua dal rio mi fé paura.
      Poi vidi quattro in umile paruta;
      e di retro da tutti un vecchio solo
      venir, dormendo, con la faccia arguta.
      E questi sette col primaio stuolo
      erano abitüati, ma di gigli
      dintorno al capo non facëan brolo,
      anzi di rose e d'altri fior vermigli;
      giurato avria poco lontano aspetto
      che tutti ardesser di sopra da' cigli.
      E quando il carro a me fu a rimpetto,
      un tuon s'udì, e quelle genti degne
      parvero aver l'andar più interdetto,
      fermandosi ivi con le prime insegne.




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      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por Maria Lua Sáb 09 Dic 2023, 08:51

      CANTO VIGESIMONONO


      PARAÍSO TERRESTRE


      A LO LARGO DEL LETEO, PROCESIÓN MÍSTICA O EL TRIUNFO
      DE LA IGLESIA
      los poetas remontan el Leteo, ellos por una. orilla y la joven por la
      opuesta. Aparición de una procesión, a cuyo frente marchan siete
      luminares (los siete dones del Espíritu Santo) ; y en seguida los
      veinte ancianos del Apocalipsis. Los cánticos anuncian la próxima
      llegada de Beatriz. Aparecen cuatro animales místicos, (los cuatro
      evangelios), y un carro arrastrado por un grifo. Siguen las cuatro
      virtudes cardinales, las tres virtudes teologales, San Pedro y San
      Pablo, cuatro doctores de la iglesia, y finalmente, San Juan. La
      Procesión se detiene frente al poeta.


      Ella, con voz de amor de un alma grata,
      cantando continuó muy dulcemente:
      Beati quorum tecta sunt pecoata. 3
      ^omo ninfas que van ligeramente
      Por selvático sitio, y deseando,
      unas la sombra y otras sol luciente, n
      amontó la corriente, caminando
      Por la ribera, mientras yo seguía
      Por la opuesta su paso acompañando. 9
      Unos cien pasos recorrido había,
      cuando el río noté que ya desviado,
      al levante mi marcha dirigía. ]2
      Luego que hubimos corto trecho andado,
      volvió a mí, y cariñosa comenzaba:
      «Hermano, ve y escucha con cuidado.» 16
      Yo percibí una luz que se espaciaba
      esplendorosa por la gran floresta,
      y un relámpago ser me imaginaba; 18
      pero la luz fulgúrea pasó presta,
      y como la otra más resplandecía,
      me dije para mí: ¿Qué cosa es esta! u
      Circulaba una dulce melodía
      en ondas luminosas, y en mi celo
      llegué a improbar en Eva la osadía, u
      pues, cuando obedecía tierra y cielo
      a una sola mujer recién formada,
      rasgó imprudente el misterioso velo. 2t
      De haber sido más cauta y resignada,
      habría yo alcanzado las delicias
      de esta mansión, en vida prolongada. so
      Mientras del goce eterno, las primicias
      iba así contemplando embebecido,
      con deseo mayor de más leticias, s«
      en el aire brotó fuego encendido,
      bajo el verde ramaje, y co'ncertante
      su rumor quedó en canto convertido, so
      ¡ Vírgenes sacrosantas! ¡ Si constante,
      por vosotras vigilias he sufrido,
      y hambre y sed, yo os invoco en este instante ! &
      ¡Vierta Helicona su raudal crecido,
      y que Urania me ayude con su coro,
      para pensar en verso lo sentido!
      A poco andar, siete árboles de oro
      a lo lejos la vista me fingía,
      en aire vago que no bien exploro;
      mas al llegar a corta cercanía,
      disípase el engaño que me afana,
      mirando bien lo que antes mal veía,
      pues reconozco con razón más sana,
      que candelabros ante mí tenía,
      y el canto de las voces era ¡Hosanna!
      En alto, el bello arnés resplandecía,
      más que la luna, en el azul sereno,
      cuando en la media noche más se amplía.
      Inmensa admiración colma mi seno;
      miro a Virgilio, y su mirada ansiosa
      me muestra el estupor de que está lleno.
      Volví a mirar tan encumbrada , osa,
      que se acercaba muy pausadamente,
      más lentamente que una nueva esposa.
      La joven me gritó: «¿Por qué así ardiente
      miras la viva luz que allí fulgura,
      y no la procesión que sigue ingente?»
      * vi, gente venir en derechura,
      vestida toda del más puro blanco,
      como jamás se viera igual blancura.
      *o, siguiendo la orilla del barranco,
      en el agua mi sombra percibía,
      como en espejo, por siniestro flanco;
      y cuando vi desde la margen mía,
      tan sólo por el río estar distante,
      me detuve por ver lo que venía.
      Y las antorchas vi que iban, delante,
      dejando atrás el aire todo' tinto,
      cual si pintaran flámula flotante:
      en siete fajas veíase distinto
      un listón, de magníficos colores,
      que arco forman al sol y a Delia cinto.
      Eran como estandartes, superiores
      a la corta visión de los humanos,
      brotando entre diez pasos de fulgores.
      Iban delante veinte y cuatro ancianos,
      de dos a dos, cual elegidos seres,
      y ceñían su sien lirios tempranos.
      Cantaban todos: «¡Bendecida tú eres,
      hija de Adán, por siempre bendecida
      tu belleza entre todas las mujeres!»
      Cuando la verde senda florecida,
      que delante de mí trazó su huella,
      libre dejó la gente esclarecida,
      como en el cielo, luz tras luz destella,
      cuatro animales cerca la seguían,
      coronados con hoja verde y bella.
      De seis plumosas alas se vestían,
      y un ojo en cada pluma, que los de Argo
      no más vivos ni fúlgidos serían.
      De describir su forma no me encargo,
      en verso, ¡Oh, buen lector! porque reclama
      mi atención, un asunto algo más largo.
      Leer puedes a Ezequiel, cuando se inflama
      al verlos ir de la legión más fría,
      entre nubes y viento y viva llama.
      Yo los vi cual los vio la profecía,
      menos las alas, lo que más se aviene
      con la visión de Juan y con la mía.
      En medio de los cuatro, se mantiene
      un carro de dos ruedas, que arrastraba
      un Grifo, que del cuello uncido viene.
      Sus alas a los lados desplegaba,
      sin tocar el listón de siete listas,
      (y la media, entre tres y tres quedaba)
      se alzaban tanto ya, que. no eran vistas:
      sus aguilenos miembros eran de oro,
      y el resto, blanco y rojo, en tintas mixtas
      Carro no tuvo de mayor decoro
      en Roma, ni Escipión, ni tuvo Augusto,
      ni aquel hijo del sol, que con desdoro
      al desviarse del sol, quedó combusto,
      cuando ruegos terrestres escuchando,
      Jove mostróse en sus arcanos justo.
      Tres mujeres danzantes van girando
      a la derecha, y una tan rojiza
      de confundirse en fuego flameando.
      La otra, verde esmeralda simboliza,
      en sus huesos y carne; y la tercera
      cual nieve que al caer se cristaliza.
      Gobierna el triple grupo ia primera,
      o la rojiza, y al costado de ésta
      la una en pos de la otra va ligera.
      Otras cuatro a la izquierda, en son de fiesta
      de púrpura vestidas, van danzando,
      y una lleva tres ojos en la testa. m
      Y tras la procesión van caminando
      dos ancianos, de traje diferente,
      pero los dos, honestidad mostrando. 135
      El uno, parecía un descendiente
      de Hipócrates el grande, a quien natura
      creó para bien de la más cara gente. 138
      De lo contrario el otro más se cura,
      con una espada aguda y refulgente,
      que aun río de por medio, da pavura. m
      Y van cuatro después, humildemente,
      y en pos de ellos un'viejo, que aunque erguido
      parecía dormir profundamente. ui
      Cual de los veinticuatro, es el vestido
      de los siete, que en todo se asemeja
      menos que el albo lirio no han ceñido. 141
      Cintos de rosas y otra flor bermeja,
      que se jurara, al verlos lej amenté,
      que ardían más arriba de la ceja. 150
      Cuando el carro triunfal tuve a mi frente,
      sonó un trueno, su marcha conteniendo,
      y así cesó de andar la electa gente, 153
      las banderas su avance deteniendo.





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      Mensaje por Maria Lua Lun 11 Dic 2023, 12:51


      CANTO XXX


      [Canto XXX, dove narra come Beatrice apparve a Dante e
      Virgilio il lasciò, e lo recitare per l'alta donna de la incostanza e
      difetto di Dante, e qui l'auttore piange i suoi difetti con vergogna
      compuntiva.]



      Quando il settentrïon del primo cielo,
      che né occaso mai seppe né orto
      né d'altra nebbia che di colpa velo,
      e che faceva lì ciascuno accorto
      di suo dover, come 'l più basso face
      qual temon gira per venire a porto,
      fermo s'affisse: la gente verace,
      venuta prima tra 'l grifone ed esso,
      al carro volse sé come a sua pace;
      e un di loro, quasi da ciel messo,
      'Veni, sponsa, de Libano' cantando
      gridò tre volte, e tutti li altri appresso.
      Quali i beati al novissimo bando
      surgeran presti ognun di sua caverna,
      la revestita voce alleluiando,
      cotali in su la divina basterna
      si levar cento, ad vocem tanti senis,
      ministri e messaggier di vita etterna.
      Tutti dicean: 'Benedictus qui venis!',
      e fior gittando e di sopra e dintorno,
      'Manibus, oh, date lilïa plenis!'.
      Io vidi già nel cominciar del giorno
      la parte orïental tutta rosata,
      e l'altro ciel di bel sereno addorno;
      e la faccia del sol nascere ombrata,
      sì che per temperanza di vapori
      l'occhio la sostenea lunga fïata:
      così dentro una nuvola di fiori
      che da le mani angeliche saliva
      e ricadeva in giù dentro e di fori,
      sovra candido vel cinta d'uliva
      donna m'apparve, sotto verde manto
      vestita di color di fiamma viva.
      E lo spirito mio, che già cotanto
      tempo era stato ch'a la sua presenza
      non era di stupor, tremando, affranto,
      sanza de li occhi aver più conoscenza,
      per occulta virtù che da lei mosse,
      d'antico amor sentì la gran potenza.
      Tosto che ne la vista mi percosse
      l'alta virtù che già m'avea trafitto
      prima ch'io fuor di püerizia fosse,
      volsimi a la sinistra col respitto
      col quale il fantolin corre a la mamma
      quando ha paura o quando elli è afflitto,
      per dicere a Virgilio: 'Men che dramma
      di sangue m'è rimaso che non tremi:
      conosco i segni de l'antica fiamma'.
      Ma Virgilio n'avea lasciati scemi
      di sé, Virgilio dolcissimo patre,
      Virgilio a cui per mia salute die'mi;
      né quantunque perdeo l'antica matre,
      valse a le guance nette di rugiada
      che, lagrimando, non tornasser atre.
      «Dante, perché Virgilio se ne vada,
      non pianger anco, non piangere ancora;
      ché pianger ti conven per altra spada».
      Quasi ammiraglio che in poppa e in prora
      viene a veder la gente che ministra
      per li altri legni, e a ben far l'incora;
      in su la sponda del carro sinistra,
      quando mi volsi al suon del nome mio,
      che di necessità qui si registra,
      vidi la donna che pria m'appario
      velata sotto l'angelica festa,
      drizzar li occhi ver' me di qua dal rio.
      Tutto che 'l vel che le scendea di testa,
      cerchiato de le fronde di Minerva,
      non la lasciasse parer manifesta,
      regalmente ne l'atto ancor proterva
      continüò come colui che dice
      e 'l più caldo parlar dietro reserva:
      «Guardaci ben! Ben son, ben son Beatrice.
      Come degnasti d'accedere al monte?
      non sapei tu che qui è l'uom felice?».
      Li occhi mi cadder giù nel chiaro fonte;
      ma veggendomi in esso, i trassi a l'erba,
      tanta vergogna mi gravò la fronte.
      Così la madre al figlio par superba,
      com' ella parve a me; perché d'amaro
      sente il sapor de la pietade acerba.
      Ella si tacque; e li angeli cantaro
      di sùbito 'In te, Domine, speravi';
      ma oltre 'pedes meos' non passaro.
      Sì come neve tra le vive travi
      per lo dosso d'Italia si congela,
      soffiata e stretta da li venti schiavi,
      poi, liquefatta, in sé stessa trapela,
      pur che la terra che perde ombra spiri,
      sì che par foco fonder la candela;
      così fui sanza lagrime e sospiri
      anzi 'l cantar di quei che notan sempre
      dietro a le note de li etterni giri;
      ma poi che 'ntesi ne le dolci tempre
      lor compatire a me, par che se detto
      avesser: 'Donna, perché sì lo stempre?',
      lo gel che m'era intorno al cor ristretto,
      spirito e acqua fessi, e con angoscia
      de la bocca e de li occhi uscì del petto.
      Ella, pur ferma in su la detta coscia
      del carro stando, a le sustanze pie
      volse le sue parole così poscia:
      «Voi vigilate ne l'etterno die,
      sì che notte né sonno a voi non fura
      passo che faccia il secol per sue vie;
      onde la mia risposta è con più cura
      che m'intenda colui che di là piagne,
      perché sia colpa e duol d'una misura.
      Non pur per ovra de le rote magne,
      che drizzan ciascun seme ad alcun fine
      secondo che le stelle son compagne,
      ma per larghezza di grazie divine,
      che sì alti vapori hanno a lor piova,
      che nostre viste là non van vicine,
      questi fu tal ne la sua vita nova
      virtüalmente, ch'ogne abito destro
      fatto averebbe in lui mirabil prova.
      Ma tanto più maligno e più silvestro
      si fa 'l terren col mal seme e non cólto,
      quant' elli ha più di buon vigor terrestro.
      Alcun tempo il sostenni col mio volto:
      mostrando li occhi giovanetti a lui,
      meco il menava in dritta parte vòlto.
      Sì tosto come in su la soglia fui
      di mia seconda etade e mutai vita,
      questi si tolse a me, e diessi altrui.
      Quando di carne a spirto era salita,
      e bellezza e virtù cresciuta m'era,
      fu' io a lui men cara e men gradita;
      e volse i passi suoi per via non vera,
      imagini di ben seguendo false,
      che nulla promession rendono intera.
      Né l'impetrare ispirazion mi valse,
      con le quali e in sogno e altrimenti
      lo rivocai: sì poco a lui ne calse!
      Tanto giù cadde, che tutti argomenti
      a la salute sua eran già corti,
      fuor che mostrarli le perdute genti.
      Per questo visitai l'uscio d'i morti,
      e a colui che l'ha qua sù condotto,
      li preghi miei, piangendo, furon porti.
      Alto fato di Dio sarebbe rotto,
      se Letè si passasse e tal vivanda
      fosse gustata sanza alcuno scotto
      di pentimento che lagrime spanda».







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      Mensaje por Maria Lua Jue 14 Dic 2023, 20:10

      CANTO TRIGÉSIMO



      PARAÍSO TERRESTRE


      BJ3ATRIZ, DESAPARICIÓN DE VIRGILIO, REPROCHES DE
      BEATRIZ
      Aparición y triunfo de Beatriz, símbolo de la teología. Desaparición
      de Virgilio y dolor del poeta. Amonestación de Beatriz al poeta;
      loa angeles interceden por él. Beatriz con la severidad de una madre y la autoridad de un juez, insiste sobre los extravíos del Dante,
      y diciéndole que sólo con el arrepentimiento se hará Merecedor de
      las aguas del I,eteo.


      Cuando el sententrión del primo cielo,
      sin oriente jamás y sin ocaso,
      sin otra niebla que de culpa el velo;
      Que el puesto señalaba en cada caso,
      como abajo se fija rectamente
      el timón que del puerto guía al paso:
      De firme se asentó, la santa gente,
      que la luz con el Grifo precedía,
      cu paz volvióse al carro, reverente.
      Y uno de ellos, que en medio se tenía,
      Vem, sponsa, de Líbano, cantando,
      tres veces con el coro repetía.
      Cual beatas almas que al postrero bando
      ligeras surgirán de su caverna,
      la revestida carne aleluyando,
      así, sobre la fúlgida basterna,
      respondieron: Ad vocem tanti senis,
      anunciadores de la vida eterna;
      clamando: BenedActus, tu qui venís;
      y al par vertiendo flores en contorno:
      Mcmibus o date lüia plenis.
      Alguna vez del día en el retorno,
      la parte del oriente vi rosada,
      y la otra parte con sereno adorno;
      Y la cara del sol nacer sombreada,
      de modo, que velado de vapores
      podía sostenerse la mirada;
      Así entre nubes de fragantes flores,
      que la angélica mano vierte arriba,
      y caen como lluvia de colores,
      sobre candido velo, cinta oliva,
      una mujer surgió, con verde manto,
      la veste, de color de llama viva.
      Y el alma mía, que por tiempo tanto
      no se había encontrado en su presencia,
      trémulo de placer ante su encanto,
      aun sin tener del ojo la conciencia,
      por oculta virtud de ella nacida,
      sintió de antiguo amor la gran potencia,
      al contemplar aquella faz querida,
      la alta virtud de mi temprano afecto,
      que en la infancia me abrió doliente herida.
      Volvíme a la siniestra con respeto,
      como el infante corre hacia la mama,
      del miedo o de aflicción por el efecto,
      a decir a Virgilio: «Ni una dracma
      que no tiemble, de sangre me ha quedado:
      ¡ Conozco el signo de la antigua llama!»
      ¡Mas Virgilio me había abandonado;
      Virgilio, el gran maestro, el dulce padre,
      a quien ella me había encomendado!
      Y en el vergel de nuestra antigua madre,
      mi faz por el rocío emblanquecida,
      se oscureció otra vez llorando al padre.
      «Dante, no de Virgilio la partida
      te haga llorar, pues llorarás ahora,
      por otra espada que abrirá su herida.»
      Como almirante va de popa a prora
      avistando las naves que comanda,
      y que anima a su gente y se cerciora,
      así del carro a la siniestra banda,
      donde mi nombre fuera pronunciado,
      ya que es fuerza nombrarme en la demanda,
      vi a la mujer que había contemplado
      velada entre las flores de la fiesta,
      la vista dirigiendo hacia mi lado.
      Sien que el velo caído de su testa,
      ceñido con la fronda de Minerva
      "o todo su semblante manifiesta,
      regia miraba, con miraba acerba,
      y mantenía erguida la cerviz,
      cual quien su ardor para el final reserva :
      «¡ Mírame bien, yo soy, yo soy Beatriz!
      ¿Subiste al fin del monte la pendiente?
      ¿No sabes tú que el hombre aquí es feliz!»
      Cayó mi vista en medio a la corriente,
      y al verse en ella, se eneondió en la hierba.
      ¡ Tanta vergüenza se grabó en mi frente!-
      Como el hijo, que piensa que es superba
      una madre, mis labios se amargaron,
      con el sabor de la piedad acerba.
      Ella calló: los ángeles cantaron :
      In te, speravi, con divinos sones,
      pero del pedes meos no pasaron.
      Cual de Italia en la frígidas regiones,
      en sus montes la nieve se congela,
      cuando soplan los vientos esclavones,
      y filtra al interior, si se deshiela
      de algún viento más tibio a los respiros,
      como el fuego que funde la candela,
      así estuve, sin llantos ni suspiros,
      hasta escuchar los célicos concentos
      de las eternas notas en su giro;
      Mas luego, los simpáticos acentos
      que compasión en mi favor pedían,
      clamando: «No reagraves sus tormentos».
      ios hielos de mi pecho derretían,
      y en lágrimas y aliento, sollozante,
      por boca, pecho y ojos me salían.
      Ella, firme del carro hacia adelante,
      a diestra del timón que lo gobierna,
      así le dijo al coro suplicante:
      «A vosotros que estáis en vela eterna,
      sin sueño día y noche, y que la vid.',
      veis de los siglos en su marcha alterna,
      «mi respuesta no se halla dirigida:
      quiero que ese que llora bien me entienda,
      pagando culpa y duelo en su medida;
      «no sólo las estrellas, por su senda
      señalan a cada hombre su destino,
      del bueno y mal influjo en la contienda:
      «por la largueza del poder divino,
      que hace de lo alto, que la gracia llueva,
      y la vista no alcanza en su camino;
      «este, fué tal, en juventud más nueva,
      tan virtualmente, que aun en él se muestre,
      que habría dado en sí cumplida prueba:
      «pero es tanto maligno y más silvestre,
      terreno sin cultivo y mal sembrado,
      cuanto mayor es su vigor terrestre.
      «Algún tiempo mi rostro le hubo guiado,
      en la infantil edad, niña querida, .
      siguiendo el buen sendero de mi lado.
      «Cuando en segunda edad cambié de vida,
      tan luego que su umbral hube pisado,
      dióse a las otras, y quedé perdida.
      «Mi espíritu de carnes despojado,
      aunque en belleza y en virtud creciera,
      íué para él menos grato, y despreciado.
      «Ya no siguió por vía verdadera,
      porque imágenes falsas perseguía,
      que nunca, promisión cumplen entera.
      «Por él, rogaba en vano noche y día,
      y hasta en sueños, mi voz le amonestaba;
      ¡En vano! que mis ruegos no atendía.
      «Tanto cayó, que el ruego no bastaba
      a salvarle de pasos tan inciertos:
      ver la perdida gente le faltaba.
      «Por él, llamé a la puerta de los muertos;
      por él, llorando, auxilio le he pedido
      a quien le ha guiado aquí, con pasos ciertos.
      «¡Y el decreto de Dios fuera abolido,
      si el Leteo pasara, y su bebida
      gustara el pecador no dolorido,
      «sin costarle una lágrima vertida!»



      438


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      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
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      Mensaje por Maria Lua Dom 17 Dic 2023, 07:43

      CANTO XXXI


      [Canto XXXI, ove si tratta sì come Beatrice riprende l'auttore de
      le commesse colpe, e come la donna che avante li apparve il
      bagna.]


      «O tu che se' di là dal fiume sacro»,
      volgendo suo parlare a me per punta,
      che pur per taglio m'era paruto acro,
      ricominciò, seguendo sanza cunta,
      «dì, dì se questo è vero; a tanta accusa
      tua confession conviene esser congiunta».
      Era la mia virtù tanto confusa,
      che la voce si mosse, e pria si spense
      che da li organi suoi fosse dischiusa.
      Poco sofferse; poi disse: «Che pense?
      Rispondi a me; ché le memorie triste
      in te non sono ancor da l'acqua offense».
      Confusione e paura insieme miste
      mi pinsero un tal «sì» fuor de la bocca,
      al quale intender fuor mestier le viste.
      Come balestro frange, quando scocca
      da troppa tesa, la sua corda e l'arco,
      e con men foga l'asta il segno tocca,
      sì scoppia' io sottesso grave carco,
      fuori sgorgando lagrime e sospiri,
      e la voce allentò per lo suo varco.
      Ond' ella a me: «Per entro i mie' disiri,
      che ti menavano ad amar lo bene
      di là dal qual non è a che s'aspiri,
      quai fossi attraversati o quai catene
      trovasti, per che del passare innanzi
      dovessiti così spogliar la spene?
      E quali agevolezze o quali avanzi
      ne la fronte de li altri si mostraro,
      per che dovessi lor passeggiare anzi?».
      Dopo la tratta d'un sospiro amaro,
      a pena ebbi la voce che rispuose,
      e le labbra a fatica la formaro.
      Piangendo dissi: «Le presenti cose
      col falso lor piacer volser miei passi,
      tosto che 'l vostro viso si nascose».
      Ed ella: «Se tacessi o se negassi
      ciò che confessi, non fora men nota
      la colpa tua: da tal giudice sassi!
      Ma quando scoppia de la propria gota
      l'accusa del peccato, in nostra corte
      rivolge sé contra 'l taglio la rota.
      Tuttavia, perché mo vergogna porte
      del tuo errore, e perché altra volta,
      udendo le serene, sie più forte,
      pon giù il seme del piangere e ascolta:
      sì udirai come in contraria parte
      mover dovieti mia carne sepolta.
      Mai non t'appresentò natura o arte
      piacer, quanto le belle membra in ch'io
      rinchiusa fui, e che so' 'n terra sparte;
      e se 'l sommo piacer sì ti fallio
      per la mia morte, qual cosa mortale
      dovea poi trarre te nel suo disio?
      Ben ti dovevi, per lo primo strale
      de le cose fallaci, levar suso
      di retro a me che non era più tale.
      Non ti dovea gravar le penne in giuso,
      ad aspettar più colpo, o pargoletta
      o altra novità con sì breve uso.
      Novo augelletto due o tre aspetta;
      ma dinanzi da li occhi d'i pennuti
      rete si spiega indarno o si saetta».
      Quali fanciulli, vergognando, muti
      con li occhi a terra stannosi, ascoltando
      e sé riconoscendo e ripentuti,
      tal mi stav' io; ed ella disse: «Quando
      per udir se' dolente, alza la barba,
      e prenderai più doglia riguardando».
      Con men di resistenza si dibarba
      robusto cerro, o vero al nostral vento
      o vero a quel de la terra di Iarba,
      ch'io non levai al suo comando il mento;
      e quando per la barba il viso chiese,
      ben conobbi il velen de l'argomento.
      E come la mia faccia si distese,
      posarsi quelle prime creature
      da loro aspersïon l'occhio comprese;
      e le mie luci, ancor poco sicure,
      vider Beatrice volta in su la fiera
      ch'è sola una persona in due nature.
      Sotto 'l suo velo e oltre la rivera
      vincer pariemi più sé stessa antica,
      vincer che l'altre qui, quand' ella c'era.
      Di penter sì mi punse ivi l'ortica,
      che di tutte altre cose qual mi torse
      più nel suo amor, più mi si fé nemica.
      Tanta riconoscenza il cor mi morse,
      ch'io caddi vinto; e quale allora femmi,
      salsi colei che la cagion mi porse.
      Poi, quando il cor virtù di fuor rendemmi,
      la donna ch'io avea trovata sola
      sopra me vidi, e dicea: «Tiemmi, tiemmi!».
      Tratto m'avea nel fiume infin la gola,
      e tirandosi me dietro sen giva
      sovresso l'acqua lieve come scola.
      Quando fui presso a la beata riva,
      'Asperges me' sì dolcemente udissi,
      che nol so rimembrar, non ch'io lo scriva.
      La bella donna ne le braccia aprissi;
      abbracciommi la testa e mi sommerse
      ove convenne ch'io l'acqua inghiottissi.
      Indi mi tolse, e bagnato m'offerse
      dentro a la danza de le quattro belle;
      e ciascuna del braccio mi coperse.
      «Noi siam qui ninfe e nel ciel siamo stelle;
      pria che Beatrice discendesse al mondo,
      fummo ordinate a lei per sue ancelle.
      Merrenti a li occhi suoi; ma nel giocondo
      lume ch'è dentro aguzzeranno i tuoi
      le tre di là, che miran più profondo».
      Così cantando cominciaro; e poi
      al petto del grifon seco menarmi,
      ove Beatrice stava volta a noi.
      Disser: «Fa che le viste non risparmi;
      posto t'avem dinanzi a li smeraldi
      ond' Amor già ti trasse le sue armi».
      Mille disiri più che fiamma caldi
      strinsermi li occhi a li occhi rilucenti,
      che pur sopra 'l grifone stavan saldi.
      Come in lo specchio il sol, non altrimenti
      la doppia fiera dentro vi raggiava,
      or con altri, or con altri reggimenti.
      Pensa, lettor, s'io mi maravigliava,
      quando vedea la cosa in sé star queta,
      e ne l'idolo suo si trasmutava.
      Mentre che piena di stupore e lieta
      l'anima mia gustava di quel cibo
      che, saziando di sé, di sé asseta,
      sé dimostrando di più alto tribo
      ne li atti, l'altre tre si fero avanti,
      danzando al loro angelico caribo.
      «Volgi, Beatrice, volgi li occhi santi»,
      era la sua canzone, «al tuo fedele
      che, per vederti, ha mossi passi tanti!
      Per grazia fa noi grazia che disvele
      a lui la bocca tua, sì che discerna
      la seconda bellezza che tu cele».
      O isplendor di viva luce etterna,
      chi palido si fece sotto l'ombra
      sì di Parnaso, o bevve in sua cisterna,
      che non paresse aver la mente ingombra,
      tentando a render te qual tu paresti
      là dove armonizzando il ciel t'adombra,
      quando ne l'aere aperto ti solvesti?






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      Mensaje por Maria Lua Vie 22 Dic 2023, 15:33

      CANTO TRIGESIMOPRIMERO


      PARAÍSO TEEEESTEE



      CONFESIÓN DE DANTE, INMERSIÓN EN EL LETEO. LAS SIEKVAS
      DE BEATRIZ, BEATRIZ REVELADA
      Confusión y dolor creciente del poeta interpelado por Beatriz sobre sus
      •extravíos. La imagen de Beatriz se revela más bella que nunca en
      los ojos del grifo. El poeta emocionado se desmaya; al volver en
      sí, es llevado por Matilde al Leteo, en que lo sumerge. Las cuatro virtudes lo llevan de nuevo ante Beatriz. Las tres virtudes
      teologales interceden ante Beatriz en su favor. Invocación del poet.i.





      «¡Oh, tú que estás allá del sacro río!»
      (dirigiendo hacia mí su voz en punta,
      cuyo filo sintiera el pecho mío,
      siguió Beatriz, en su oración conjunta)
      «di, si no es la verdad, alma culpada,
      tu confesión responda a mi pregunta.»
      J-o tenía la mente tan turbada,
      y en mis fauces las voces tan suspensas,
      que la palabra en mí, quedó encerrada.
      Esperó; luego dijo: «Di, ¿qué piensas?
      Responde, ¿qué memoria aquí te atrista!
      ¿No ha borrado el Leteo tus ofensas?» ,2
      La confusión, con la pavura mixta,
      débil sí, arrancaron de mi boca,
      que escuchar no era dado sin la vista. ¡¡
      Cual por tensión la flecha se disloca,
      y rompe cuerda y arco, despedida,
      y ccn menos violencia el blanco toca, 18
      así, tesa, estalló mi alma afligida,
      con lágrimas, ¡brotando entre solkzos,
      la voz por emociones comprimida. 2,
      Ella habló: «Mis cuidados amorosos,
      al inspirarte las acciones buenas,
      que encierran los anheles más gloriosos, 2 «
      «¿Qué fosos detuvieron, qué cadenas
      te impidieron seguir hacia adelante,
      dejando atrás las esperanzas plenas? a¡
      «¿ Qué agrados percibiste por delante ?
      ¿Qué viste de los otros en la frente,
      al correr en su busca t u alma errante?» su
      Yo, después de u n suspiro muy doliente,
      apenas pude contestar turbado,
      con palabr a llorosa y balbuciente: zs
      «Falso halago presente me ha engañado,
      extraviando mis pasos en la vida,
      después que tu semblante se ha velado.» a»
      Y ella: «Tu confesión era sabida,
      por el supremo juez que todo anota,
      par a quien no hay jamás culpa escondida; su
      «Mas si del labio del culpable brota,
      y se acusa contrito del pecado,
      la justiciera espada el filo embota.
      «Ya que estás de tu error avergonzado;
      que tu alma débil, fuerte se convierta,
      si otra vez las sirenas la han tentado.
      «No llores, y oye mi palabra cierta,
      viendo como en la senda te has perdido,
      que te indicaba hasta mi carne muerta.
      «Arte y natura, tanto no has querido,
      como mi bello cuerpo, que en la vida
      me contuvo, y hoy es polvo esparcido.
      «Si esta suma delicia fué perdida,
      por mi muerte ¿cuál otra mortal cosa,
      pudo serte en el mundo apetecida?
      «Al sentir la primer saeta dolosa,
      debiste levantar la vista al cielo,
      y a mí, que no era imagen engañosa;
      «y no arrastrar tus alas por el suelo,
      ni más golpes sufrir, ni a jovenzuela,
      ni a vanidades consagrar tu anhelo.
      «Dos o tres veces, cuando apenas vuela,
      puede el ave caer, más emplumada,
      d" redes y saetas bien se cela.»
      Como niño, la faz avergonzada,
      con ojos bajos, mudo está escuchando
      la reprensión de falta confesada,
      yo estaba, y ella dijo: «Estás llorando
      al escuchar mi acento; alza la barba,
      que mayor pena sentirás mirando.»
      No con más fuerza la raíz escarba
      de árbol robusto tramontano viento
      o el que viene soplando desde Yarba, ,,
      como a mí su imperioso mandamiento;
      pues al decir la barba, y no el semblante,
      bien comprendí su malicioso intento. 7f;
      Al levantar los ojos, vi delante
      las primeras angélicas criatura s
      que detenían su aspersión fragante; T¡
      y con miradas aun no bien seguras,
      a Beatriz contemplé, vuelta a la fiera,
      que es sólo una persona en dos naturas. si
      Bajo su velo, allende la ribera,
      cuando en tierr a era tant a su hermosura
      mas que la antigua parecióme que era . 3)
      De la ortiga sentí la picadura,
      con tan intenso ardor, que arrepentido,
      cuanto antes más amé, fué mi tortura . 8t
      P o r la conciencia me sentí mordido,
      y vencido caí, tan desmayado,
      como lo sabe la que causa ha sido. no
      Después, cuando al sentir hube tornado,
      vi a la joven, que había visto sola,
      junto a mí, que decía: «Ten mi lado.» as
      Me hizo entra r en el río hasta la gola,
      mientras ella, flotando iba ligera
      cual un a lanzadera, de ola en ola. un
      Cuando me hallé cercano a la ribera,
      Asperges me, sonó tan dulcemente,
      cual recordarlo ni escribir pudiera . 99
      La bella, con sus brazos, blandamente
      sumergió mi cabeza, y abrazado,
      obligóme a beber en la corriente.
      Y me sació, y presentó bañado
      dentro a la danza de las cuatro bellas,
      y por las cuatro me sentí abrazado.
      «Somos ninfas aquí: del cielo estrellas;
      y antes de que Beatriz bajase al mundo,
      fuimos sus siervas entre todas ellas.
      «Ver te haremos sus ojos; y el jocundo
      brillo de su mirar, las tres del lado
      te mostrarán ccn ojos más profundo.»
      Y agregaron con ritmo compasado,
      al llevarme del grifo frente a frente,
      donde Beatriz estaba de costado:
      «Sus esmeraldas tienes a tu frente:
      sacíate con las luces amorosas,
      que han dirigido a tí su flecha ardiente.»
      Mil ansias, más que llamas, ardorosas,
      buscan los ojos de Ella, que clavaba
      en el grifo miradas cariñosas.
      La doble fiera en ellos se irradiaba,
      como en espejo el sol al reflejarse,
      e n la doble natura que alternaba.
      "lensa lector, si no era de admirarse,
      ^endo a la bestia.que se estaba queda,
      e n los amados ojos trasmutarse.
      lentras que llena de estupor y leda,
      lni alma gustaba aquel manjar divino,
      cle
      que nunca saciada el alma queda,
      adelantóse aquel sublime trino,
      que he mostrado cantando veces tantas,
      danzando por su angélico camino.
      «Torna, Beatriz, esas miradas santas,»
      cantaban, «y que sólo por mirarte,
      ha movido hacia tí moríales plantas.
      «Haz la gracia, por gracia, en develarte,
      con tu faz sonriente, y que discierna
      tu segunda belleza, al revelarte.»
      ¡Oh, esplendor de la viva luz eterna!
      ¡ Quién que se haya a la sombra repesado
      del Parnaso, bebiendo en su cisterna,
      podría remontar el vuelo osado,
      para expresar cual tú me apareciste,
      sobre velada en cielo armonizado,
      cuando en el aire libre te perdiste!



      444


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      Mensaje por Maria Lua Lun 25 Dic 2023, 07:53

      ***
      CANTO XXXII


      [Canto XXXII, dove si tratta come Beatrice comandò a l'auttore
      che scrivesse li miracoli che vide in quel luogo, e come elli con le
      donne seguio il carro, e l'aguglia percosse il carro, e una volpe
      sen fuggio, e de la puttana e del gigante.]


      Tant' eran li occhi miei fissi e attenti
      a disbramarsi la decenne sete,
      che li altri sensi m'eran tutti spenti.
      Ed essi quinci e quindi avien parete
      di non caler - così lo santo riso
      a sé traéli con l'antica rete! -;
      quando per forza mi fu vòlto il viso
      ver' la sinistra mia da quelle dee,
      perch' io udi' da loro un «Troppo fiso!»;
      e la disposizion ch'a veder èe
      ne li occhi pur testé dal sol percossi,
      sanza la vista alquanto esser mi fée.
      Ma poi ch'al poco il viso riformossi
      (e dico 'al poco' per rispetto al molto
      sensibile onde a forza mi rimossi),
      vidi 'n sul braccio destro esser rivolto
      lo glorïoso essercito, e tornarsi
      col sole e con le sette fiamme al volto.
      Come sotto li scudi per salvarsi
      volgesi schiera, e sé gira col segno,
      prima che possa tutta in sé mutarsi;
      quella milizia del celeste regno
      che procedeva, tutta trapassonne
      pria che piegasse il carro il primo legno.
      Indi a le rote si tornar le donne,
      e 'l grifon mosse il benedetto carco
      sì, che però nulla penna crollonne.
      La bella donna che mi trasse al varco
      e Stazio e io seguitavam la rota
      che fé l'orbita sua con minore arco.
      Sì passeggiando l'alta selva vòta,
      colpa di quella ch'al serpente crese,
      temprava i passi un'angelica nota.
      Forse in tre voli tanto spazio prese
      disfrenata saetta, quanto eramo
      rimossi, quando Bëatrice scese.
      Io senti' mormorare a tutti «Adamo»;
      poi cerchiaro una pianta dispogliata
      di foglie e d'altra fronda in ciascun ramo.
      La coma sua, che tanto si dilata
      più quanto più è sù, fora da l'Indi
      ne' boschi lor per altezza ammirata.
      «Beato se', grifon, che non discindi
      col becco d'esto legno dolce al gusto,
      poscia che mal si torce il ventre quindi».
      Così dintorno a l'albero robusto
      gridaron li altri; e l'animal binato:
      «Sì si conserva il seme d'ogne giusto».
      E vòlto al temo ch'elli avea tirato,
      trasselo al piè de la vedova frasca,
      e quel di lei a lei lasciò legato.
      Come le nostre piante, quando casca
      giù la gran luce mischiata con quella
      che raggia dietro a la celeste lasca,
      turgide fansi, e poi si rinovella
      di suo color ciascuna, pria che 'l sole
      giunga li suoi corsier sotto altra stella;
      men che di rose e più che di vïole
      colore aprendo, s'innovò la pianta,
      che prima avea le ramora sì sole.
      Io non lo 'ntesi, né qui non si canta
      l'inno che quella gente allor cantaro,
      né la nota soffersi tutta quanta.
      S'io potessi ritrar come assonnaro
      li occhi spietati udendo di Siringa,
      li occhi a cui pur vegghiar costò sì caro;
      come pintor che con essempro pinga,
      disegnerei com' io m'addormentai;
      ma qual vuol sia che l'assonnar ben finga.
      Però trascorro a quando mi svegliai,
      e dico ch'un splendor mi squarciò 'l velo
      del sonno, e un chiamar: «Surgi: che fai?».
      Quali a veder de' fioretti del melo
      che del suo pome li angeli fa ghiotti
      e perpetüe nozze fa nel cielo,
      Pietro e Giovanni e Iacopo condotti
      e vinti, ritornaro a la parola
      da la qual furon maggior sonni rotti,
      e videro scemata loro scuola
      così di Moïsè come d'Elia,
      e al maestro suo cangiata stola;
      tal torna' io, e vidi quella pia
      sovra me starsi che conducitrice
      fu de' miei passi lungo 'l fiume pria.
      E tutto in dubbio dissi: «Ov' è Beatrice?».
      Ond' ella: «Vedi lei sotto la fronda
      nova sedere in su la sua radice.
      Vedi la compagnia che la circonda:
      li altri dopo 'l grifon sen vanno suso
      con più dolce canzone e più profonda».
      E se più fu lo suo parlar diffuso,
      non so, però che già ne li occhi m'era
      quella ch'ad altro intender m'avea chiuso.
      Sola sedeasi in su la terra vera,
      come guardia lasciata lì del plaustro
      che legar vidi a la biforme fera.
      In cerchio le facevan di sé claustro
      le sette ninfe, con quei lumi in mano
      che son sicuri d'Aquilone e d'Austro.
      «Qui sarai tu poco tempo silvano;
      e sarai meco sanza fine cive
      di quella Roma onde Cristo è romano.
      Però, in pro del mondo che mal vive,
      al carro tieni or li occhi, e quel che vedi,
      ritornato di là, fa che tu scrive».
      Così Beatrice; e io, che tutto ai piedi
      d'i suoi comandamenti era divoto,
      la mente e li occhi ov' ella volle diedi.
      Non scese mai con sì veloce moto
      foco di spessa nube, quando piove
      da quel confine che più va remoto,
      com' io vidi calar l'uccel di Giove
      per l'alber giù, rompendo de la scorza,
      non che d'i fiori e de le foglie nove;
      e ferì 'l carro di tutta sua forza;
      ond' el piegò come nave in fortuna,
      vinta da l'onda, or da poggia, or da orza.
      Poscia vidi avventarsi ne la cuna
      del trïunfal veiculo una volpe
      che d'ogne pasto buon parea digiuna;
      ma, riprendendo lei di laide colpe,
      la donna mia la volse in tanta futa
      quanto sofferser l'ossa sanza polpe.
      Poscia per indi ond' era pria venuta,
      l'aguglia vidi scender giù ne l'arca
      del carro e lasciar lei di sé pennuta;
      e qual esce di cuor che si rammarca,
      tal voce uscì del cielo e cotal disse:
      «O navicella mia, com' mal se' carca!».
      Poi parve a me che la terra s'aprisse
      tr'ambo le ruote, e vidi uscirne un drago
      che per lo carro sù la coda fisse;
      e come vespa che ritragge l'ago,
      a sé traendo la coda maligna,
      trasse del fondo, e gissen vago vago.
      Quel che rimase, come da gramigna
      vivace terra, da la piuma, offerta
      forse con intenzion sana e benigna,
      si ricoperse, e funne ricoperta
      e l'una e l'altra rota e 'l temo, in tanto
      che più tiene un sospir la bocca aperta.
      Trasformato così 'l dificio santo
      mise fuor teste per le parti sue,
      tre sovra 'l temo e una in ciascun canto.
      Le prime eran cornute come bue,
      ma le quattro un sol corno avean per fronte:
      simile mostro visto ancor non fue.
      Sicura, quasi rocca in alto monte,
      seder sovresso una puttana sciolta
      m'apparve con le ciglia intorno pronte;
      e come perché non li fosse tolta,
      vidi di costa a lei dritto un gigante;
      e basciavansi insieme alcuna volta.
      Ma perché l'occhio cupido e vagante
      a me rivolse, quel feroce drudo
      la flagellò dal capo infin le piante;
      poi, di sospetto pieno e d'ira crudo,
      disciolse il mostro, e trassel per la selva,
      tanto che sol di lei mi fece scudo
      a la puttana e a la nova belva.






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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Jue 28 Dic 2023, 06:22

      CANTO TRIGESIMOSEGUNDO


      PARAISO TERRESTRE


      VICISITUDES DEL SACRO CAREO, ÁRBOL MÍSTICO, ÁGUILA,
      ZOBRA V DRAGÓN
      TRANSFORMACIÓN MONSTRUOSA DEL CARRO, LA MERETRIZ
      Y EL GIGANTE
      Continúa la procesión su marcha . El grifo conduce el carro hasta el
      firbol del Paraíso, y después de atarlo a él, vuelve al cielo con su
      acompañamiento. El árbol reverdece. Beatriz se sienta sobre las
      raices del árbol. El poeta se adormece, y al despertar ve la aparición de la historia de la iglesia, en visiones que se suceden, hasta
      destruir el carro.


      Estaba con los ojos tan atentos,
      que los demás sentidos olvidaba,
      tras de diez añcs, de mirar sedientos:
      Cual cercado de muros me encontraba,
      mirando solo el rostro sonriente,
      que a las antiguas redes me llevaba.
      Volviéndome a la diestra derrepente,
      a mi izquierda miré las tres deidades,
      que decían: «¡Cual miras fijamente!»
      Y aquella turbación, que en ansiedades,
      siente el ojo, del sol ante el gran foco,
      ofuscó mis kumanas claridades. 1:
      Mas la vista aclarada poco a poco,
      (y digo poco al mucho comparado,
      de la impresión, que me causó sofoco). ,;
      Vi, que marchaba por mi diestro lado,
      el ejército santo, y encararse
      al sol, por siete antorchas alumbrado. tl
      Cual bajo los escudos, por guardarse
      se cubre una legión, y su bandera
      fija, cuando de frente va a cambiarse; ,
      tal la legión celeste se moviera
      en su giro, la marcha precediendo,
      antes que el carro su timón volviera. 24
      Las vírgenes, las ruedas van siguiendo;
      el grifo, mueve el carro consagrado,
      y apenas si las alas va moviendo. s;
      La que en el río habíame bañado,
      y Estaeio y yo, seguimos por la rueda
      que describía un arco retardado. 30
      Al cruzar por la selva, sola y queda,
      que por la culpa de Eva hemos perdido,
      y al son marchando de armonía leda, 53
      cuando apenas hubimos recorrido
      tres tiros de saeta, majestuosa
      bajó Beatriz del carro bendecido. 36
      ¡Adán! ¡Arlan! clamó voz rumorosa;
      y rodearon un árbol despojado,
      secos sus gajos, sin corona hojosa. se
      Su gigantesco tronco levantado
      y su soberbia copa dilatada,
      aun al índico hubieran admirado.
      «¡Beato Grifo! ¡por tí no fué picada
      esta planta, tan dulce por su gusto,
      y que en el vientre tórnase acedada!»
      Así en torno de aquel árbol robusto,
      claman tcdos; y el grifo biformado:
      «¡Así se guarda el germen de lo justo!»
      Vuelto al timón que había manejado,
      atólo al árbol, viudo de verdura,
      de que en un tiempo fuera aquél formado.
      Cual nuestras plantas, cuando el sol mistura
      con las luces del Pez, la luz que lleva,
      al irradiar en la celeste altura,
      túrgido el tallo, su color renueva,
      antes que sus corceles haya atado
      el sol, bajo la luz de estrella nueva,
      así, color de rosa, asaz violado,
      vi que tomaba la marchita planta,
      quedando el árbol seco, renovado.
      ¡No comprendí, que el mundo no lo canta,
      el himno que las gentes entonaron,
      con nota llena de armonía tanta!
      pudiese expresar, cual se cerraron
      de Argos los ojos, cuando el cuento oyera
      de Siringa, que .aquéllos bien pagaron,
      copiar tal vez como pintor pudiera,
      como quedé de pronto adormecido.
      ¡Cómo se duerme, píntelo quien quiera!
      Del sueño, (paso el tiempo trascurrido),
      un resplandor rompió su velo vano,
      y una voz dijo: «¡Arriba! ¡pon sentido!» !2
      Como al mirar las flores del manzano,
      cuyas flores son de ángeles sustento,
      festín eterno en cielo soberano, 75
      Santiago, Pedro y Juan, al sentimiento
      volvieron de su ser anonadado,
      al escuchar resurgidor acento, n
      Viendo que los había abandonado,
      de Eloí y de Moisés la compañía,
      y al Maestro en su ser transfigurado, P1
      tal fué mi despertar, y vi a la pía
      joven mujer, que fué mi conductora
      a lo largo del río que seguía. 84
      Yo pregunté: «¿Do está Beatriz ahora?»
      Y ella: «Del árbol en la raíz fecunda,
      sentada está a su sombra protectora. s?
      «La compañía ve, que la circunda;
      los demás, con el grifo van al cielo,
      con más dulce canción, y más profunda.» 90
      Si más habló, en mi confuso anhelo,
      no la escuché, cuando delante viera
      la que embargaba todo mi desvelo. 93
      Sola, sentada en tierra verdadera,
      como custodio del sagrado plaustro,
      que atara al árbol la biforme fiera, 90
      en torno de ella le formaban claustro
      las siete ninfas, con antorcha en mano,
      que no apagara ni Aquilón ni el Austro. 99
      «Poco tiempo serás allá silvano,
      y gozarás conmigo, eternamente,
      en la Roma en que Cristo es un romano;
      «por eso, en pro de pecadora gente,
      pon la vista en el carro, y lo mirado,
      cuando vuelvas, escribe con tu mente.»
      Habló Beatriz, y yo a sus pies postrado,
      de sus mandatos cumplidor devoto,
      con mente y ojos Mee lo ordenado.
      No de una nube espesa, el seno roto,
      cuando llueve, su rayo despidiera
      desde el confín del cielo más remoto;
      como el ave de Jove descendiera,
      sobre el árbol rompiendo su corteza,
      y la hoja, y nueva ñor que lo vistiera:
      contra ei carro chocó, con tal rudeza,
      que lo inclinó, cual nave en la fortuna,
      que el mar, a orza, recuesta o endereza.
      Después, vi guarecerse entre la cuna
      de aquel carro triunfal, tan flaca vulpa,
      que de buen pasto parecía ayuna.
      Beatriz, le reprochó su torpe culpa,
      y el animal huyó muy de corrida,
      cual lo pueden hacer huesos sin pulpa.
      Entonces vi, que el águila atrevida,
      penetrando del carro, dentro al arca,
      dejaba en él su pluma allí esparcida.
      Con un acento que el dolor remarca,
      salió una voz del cielo, que decía-.
      «Qué mala carga llevas, ¡oh, mi barca!»
      Me pareció que el suelo se entreabría,
      entre ambas ruedas un dragón lanzando,
      que en el carro su aguda cola hundía; i:¡,
      y como avispa, su aguijón sacando,
      así sacó su cola venenosa,
      con el fondo del carro, serpenteando. ,33
      Lo que quedó, cual tierra generosa,
      que el césped cubre, aquella pluma oferta,
      tal vez con intención casta y piadosa, 1SS
      cubrió sus ruedas, y quedó cubierta
      aquella ruina, que no tarda tanto,
      en lanzar un suspiro, boca abierta. m
      Ya trasformado el edificio santo,
      siete cabezas a brotar empiezan,
      tres al timón, una de cada canto. ui
      Tres, como bueyes, cuernos enderezan;
      y las cuatro, con uno en cada frente,
      ¡ monstruos que con palabras no se expresan ! u-,
      Segura., como roca en cima ingente,
      desnuda, una ramera, en él sentada,
      giraba en derredor ojo impudente, ¡m
      y como por tenerla bien guardada,
      a su lado mostrábase un gigante,
      besándose en acción siempre alternada. u-¿
      Miróme ella, lasciva y provocante,
      y en castigo, de pies a la cabeza,
      la flajeló ante mí su cruel amante, is.¡
      y de celos henchido, con fiereza,
      arrastró por la selva el carro roto;
      y fué mi escudo aquella selva espesa, 159
      que al monstruo y la ramera puso coto.




      450


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      Dante Alighieri (1265-1321) - Página 5 Empty Re: Dante Alighieri (1265-1321)

      Mensaje por Maria Lua Vie 29 Dic 2023, 08:43

      CANTO XXXIII


      [Canto XXXIII, il quale si è l'ultimo de la seconda cantica, ove si
      racconta sì come Beatrice dichiaroe a Dante quelle cose ch'elli
      vide, trattando e dimostrando le future vendette e de la ingiuria
      nel predetto carro del grifone; e infine, veduti li quattro fiumi del
      Paradiso, escono verso il cielo.]



      'Deus, venerunt gentes', alternando
      or tre or quattro dolce salmodia,
      le donne incominciaro, e lagrimando;
      e Bëatrice, sospirosa e pia,
      quelle ascoltava sì fatta, che poco
      più a la croce si cambiò Maria.
      Ma poi che l'altre vergini dier loco
      a lei di dir, levata dritta in pè,
      rispuose, colorata come foco:
      'Modicum, et non videbitis me;
      et iterum, sorelle mie dilette,
      modicum, et vos videbitis me'.
      Poi le si mise innanzi tutte e sette,
      e dopo sé, solo accennando, mosse
      me e la donna e 'l savio che ristette.
      Così sen giva; e non credo che fosse
      lo decimo suo passo in terra posto,
      quando con li occhi li occhi mi percosse;
      e con tranquillo aspetto «Vien più tosto»,
      mi disse, «tanto che, s'io parlo teco,
      ad ascoltarmi tu sie ben disposto».
      Sì com' io fui, com' io dovëa, seco,
      dissemi: «Frate, perché non t'attenti
      a domandarmi omai venendo meco?».
      Come a color che troppo reverenti
      dinanzi a suo maggior parlando sono,
      che non traggon la voce viva ai denti,
      avvenne a me, che sanza intero suono
      incominciai: «Madonna, mia bisogna
      voi conoscete, e ciò ch'ad essa è buono».
      Ed ella a me: «Da tema e da vergogna
      voglio che tu omai ti disviluppe,
      sì che non parli più com' om che sogna.
      Sappi che 'l vaso che 'l serpente ruppe,
      fu e non è; ma chi n'ha colpa, creda
      che vendetta di Dio non teme suppe.
      Non sarà tutto tempo sanza reda
      l'aguglia che lasciò le penne al carro,
      per che divenne mostro e poscia preda;
      ch'io veggio certamente, e però il narro,
      a darne tempo già stelle propinque,
      secure d'ogn' intoppo e d'ogne sbarro,
      nel quale un cinquecento diece e cinque,
      messo di Dio, anciderà la fuia
      con quel gigante che con lei delinque.
      E forse che la mia narrazion buia,
      qual Temi e Sfinge, men ti persuade,
      perch' a lor modo lo 'ntelletto attuia;
      ma tosto fier li fatti le Naiade,
      che solveranno questo enigma forte
      sanza danno di pecore o di biade.
      Tu nota; e sì come da me son porte,
      così queste parole segna a' vivi
      del viver ch'è un correre a la morte.
      E aggi a mente, quando tu le scrivi,
      di non celar qual hai vista la pianta
      ch'è or due volte dirubata quivi.
      Qualunque ruba quella o quella schianta,
      con bestemmia di fatto offende a Dio,
      che solo a l'uso suo la creò santa.
      Per morder quella, in pena e in disio
      cinquemilia anni e più l'anima prima
      bramò colui che 'l morso in sé punio.
      Dorme lo 'ngegno tuo, se non estima
      per singular cagione essere eccelsa
      lei tanto e sì travolta ne la cima.
      E se stati non fossero acqua d'Elsa
      li pensier vani intorno a la tua mente,
      e 'l piacer loro un Piramo a la gelsa,
      per tante circostanze solamente
      la giustizia di Dio, ne l'interdetto,
      conosceresti a l'arbor moralmente.
      Ma perch' io veggio te ne lo 'ntelletto
      fatto di pietra e, impetrato, tinto,
      sì che t'abbaglia il lume del mio detto,
      voglio anco, e se non scritto, almen dipinto,
      che 'l te ne porti dentro a te per quello
      che si reca il bordon di palma cinto».
      E io: «Sì come cera da suggello,
      che la figura impressa non trasmuta,
      segnato è or da voi lo mio cervello.
      Ma perché tanto sovra mia veduta
      vostra parola disïata vola,
      che più la perde quanto più s'aiuta?».
      «Perché conoschi», disse, «quella scuola
      c'hai seguitata, e veggi sua dottrina
      come può seguitar la mia parola;
      e veggi vostra via da la divina
      distar cotanto, quanto si discorda
      da terra il ciel che più alto festina».
      Ond' io rispuosi lei: «Non mi ricorda
      ch'i' stranïasse me già mai da voi,
      né honne coscïenza che rimorda».
      «E se tu ricordar non te ne puoi»,
      sorridendo rispuose, «or ti rammenta
      come bevesti di Letè ancoi;
      e se dal fummo foco s'argomenta,
      cotesta oblivïon chiaro conchiude
      colpa ne la tua voglia altrove attenta.
      Veramente oramai saranno nude
      le mie parole, quanto converrassi
      quelle scovrire a la tua vista rude».
      E più corusco e con più lenti passi
      teneva il sole il cerchio di merigge,
      che qua e là, come li aspetti, fassi,
      quando s'affisser, sì come s'affigge
      chi va dinanzi a gente per iscorta
      se trova novitate o sue vestigge,
      le sette donne al fin d'un'ombra smorta,
      qual sotto foglie verdi e rami nigri
      sovra suoi freddi rivi l'alpe porta.
      Dinanzi ad esse Ëufratès e Tigri
      veder mi parve uscir d'una fontana,
      e, quasi amici, dipartirsi pigri.
      «O luce, o gloria de la gente umana,
      che acqua è questa che qui si dispiega
      da un principio e sé da sé lontana?».
      Per cotal priego detto mi fu: «Priega
      Matelda che 'l ti dica». E qui rispuose,
      come fa chi da colpa si dislega,
      la bella donna: «Questo e altre cose
      dette li son per me; e son sicura
      che l'acqua di Letè non gliel nascose».
      E Bëatrice: «Forse maggior cura,
      che spesse volte la memoria priva,
      fatt' ha la mente sua ne li occhi oscura.
      Ma vedi Eünoè che là diriva:
      menalo ad esso, e come tu se' usa,
      la tramortita sua virtù ravviva».
      Come anima gentil, che non fa scusa,
      ma fa sua voglia de la voglia altrui
      tosto che è per segno fuor dischiusa;
      così, poi che da essa preso fui,
      la bella donna mossesi, e a Stazio
      donnescamente disse: «Vien con lui».
      S'io avessi, lettor, più lungo spazio
      da scrivere, i' pur cantere' in parte
      lo dolce ber che mai non m'avria sazio;
      ma perché piene son tutte le carte
      ordite a questa cantica seconda,
      non mi lascia più ir lo fren de l'arte.
      Io ritornai da la santissima onda
      rifatto sì come piante novelle
      rinovellate di novella fronda,
      puro e disposto a salire a le stelle.




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      "Ser como un verso volando
      o un ciego soñando
      y en ese vuelo y en ese sueño
      compartir contigo sol y luna,
      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
      (Hánjel)





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      Mensaje por enrique garcia Vie 29 Dic 2023, 08:52

      SIN PLABRAS ....
      ERES GRANDE LUNITA
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      Mensaje por Maria Lua Sáb 30 Dic 2023, 07:14

      Gracias, amigo Enrique por tus
      hermosas palabras!
      Me alegra verte por aquí!
      Besos
      Maria Lua


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      y tren de tus ilusiones."
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      Mensaje por Maria Lua Sáb 30 Dic 2023, 07:20

      CANTO TR1GESIMOTERCERO

      PARAÍSO TERRESTRE

      VATICINIO DE BEATRIZ, 510 Y 5, ULTIMA PURIFICACIÓN DE
      DANTE
      Anuncio profético cíe Beatriz de que se acerca ya un vengador de la
      iglesia y que sera también restaurador del imperio. Beatriz anima
      al poeta a que la interrogue, y le ordena que escriba lo que ha
      visto. Llegada a las antiguas fuentes del paraíso terrestre .
      Beatriz ordena a Matilde sumerja al poeta en las aguas de] Eunoes.
      Uegenerado el poeta por el baño se siente dispuesto para continuar
      su viaje.


      Deus, venerunt gentes, alternando,
      de tres en cuatro, dulce salmodia,
      las mujeres cantaron, lagrimeando.
      Beatriz en tanto, suspirosa y pía,
      las escuchaba, el rostro demudado,
      más que al pie de la cruz el de María.
      Cuando hubieron las vírgenes callado,
      ella les:
      respondió, puesta de pie,
      con rostro, como el fuego, colorado;
      Modicum, et non videbitis me,
      et iterum, ¡oh hermanas biendilectas!
      modicum, et vos videbetis me! 12
      Llamó a las siete vírgenes selectas,
      a la joven, al sabio, a mí y a Estacio,
      como almas que le fueran predilectas. „
      Al comenzar a caminar, despacio,
      cuando su pie diez veces hubo impuesto,
      su ojos me clavó por largo espacio; M
      y con tranquilo aspecto: «Ven más presto,»
      me dijo, «pues hablar quiero contigo,
      si a escucharme te encuentras bien dispuesto.» 2i
      Cuando me vio junto a su lado amigo,
      dijo: «Hermano, me extraña que no intentes
      interrogarme, cuando estás conmigo.» »i
      Cual pasa, a los que en sumo reverentes,
      delante a sus mayores, balbuceando,
      se les queda la voz entre los dientes, 27
      así me sucedió, y aun titubeando,
      «Mi anhelo», a decir comencé, «halagüeño
      bien conoces, ¡ tan sólo en vos pensando!» 3o
      Y ella me replicó: «Pues, pon empeño,
      en dejar la vergüenza que te apoca,
      que te hace hablar como durante el sueño. 33
      «Rompió el dragón la consagrada copa,
      que fué y no es; mas sábelo el culpable,
      que a vindicta de Dios no alcanza sopa. so
      ¡:Que tenga un sucesor, es indudable,
      el águila que dio su pluma al carro,
      dejándolo despojo miserable; 39
      «Lo veo, y con certeza te lo narro;
      veo a los astros, por segura huella,
      proseguir sin tropiezo ni desbarro.
      «Quinientos diez y cinco, con estrella
      nuncio de Dios, abatirá a la impura,
      y a su gigante, cómplice con ella.
      «Como.de Esfinge o Temis, será oscura,-
      mi palabra, y quizá no te jiersuades,
      porque ofusca razón que no es segura;
      «Pronto, vendrán del hado las Náyades,
      que suelten de este enigma el nudo fuerte,
      sin daño de rebaños ni heredades.
      «Anota mis palabras, de tal suerte
      que puedas repetirlas mientras vivas,
      a los vivos, que corren a la muerte.
      «Y pon en mente, cuando tá lo escribas,
      cié no ocultar cuál es aquella planta,
      dos veces muerta con sus hojas vivas.
      «Quien la despoja, ley de Dios quebranta,
      y el que lo hace blasfema, y le ha ofendido,
      pues, sólo para sí la creara santa.
      «Por morderla, tormentos han sufrido,
      por años cinco mil, sin que redima,
      ni al hombre primo, el fraude cometido.
      «Duerme tu ingenio, si no bien estima
      la razón que tan alto la ha subido,
      y coposa se extiende por su cima.
      *ki tu vano pensar no hubiese sido
      cual las aguas del Elsa, en su corriente,
      Píramo, que el moral dejó teñido;
      «Por tantas circunstancias solamente,
      deberías saber, que es justo efecto
      la interdicción del árbol, moralmente, „
      «mas como veo guarda tu intelecto,
      negro color, y está petrificado,
      y te ofusca la luz de mi hablar recto, „
      «quiero que si no escrito, esto pintado
      lleves en tí, cual peregrino ausente,
      que torna con bordón, de palma orlado.» „
      Y yo: «Como una estampa, permanente
      se fija en una cera resellada,
      tus palabras se graban en mi mente. 8l
      «¿Mas, por qué tu palabra tan deseada,
      que sigo con la vista, a lo alto vuela,
      y cuanto más se eleva, es más Telada?» 8*
      «Porque conozcas,» dijo, «que la escuela
      que has seguido, sin vuelo en su doctrina,
      no es la que mi palabra te revela; 6r
      «Viendo que nuestra vía y la divina,
      distan tanto, como astro que se pierde
      en la tierra, y los cielos ilumina.» 0a
      Yo repuse: «Por mucho que recuerde,
      no te aparté jamás de mi deseo,
      ni la conciencia de ello me remuerde.» 03
      «No puedes recordar, porque bien veo,»
      sonriendo replicó, «que has olvidado
      que bebiste las aguas del Leteo. os
      «Si el humo indica fuego concentrado,
      en tu olvido se ve, sin que haya duda,
      que otra atención tu afecto ha cautivado. »
      «Desde ahora, sólo la verdad desnuda
      verás de mi palabra y pensamiento,
      sin que se oculte a tu mirada ruda.»
      Ya con brillo mayor, a paso lento
      el sol el meridiano iba cruzando,
      que acá y allá difiere en su momento,
      según los varios horizontes; cuando,
      a manera de guardia destacada,
      vi a las siete doncellas observando,
      al confín de una sombra amortiguada,
      como en los Alpes el verdor sombroso
      de una selva, en sus aguas reflejada.
      Ante ellas, Tigris y Eufrates undoso,
      parecían brotar de una fontana,
      y apartarse uno de otro cariñoso.
      «iOh, luz! ¡oh, gloria de la gente humana!
      ¿qué aguas son las que nacen de una fuente,
      y una de otra después, se va lejana?»
      A Beatriz demandé piadosamente.
      «Pregúntalo a Matilde» me dijo ella;
      y a ella, Matilde dijo complaciente:
      «De eso y aun más, de tanta cosa bella,
      explicación le di, y estoy segura,
      que aun el Leteo no borró su huella.»
      Y Beatriz: «Lo mayor que se procura,
      de lo menor a la memoria priva,
      a la mente, nublando vista ossura.
      «Pero mira el Eunóe, que allí deriva:
      llévale a él, y en su onda venturosa,
      haz que su flaco espíritu reviva.»
      Y Matilde, con alma generosa,
      que no se excusa del llamado amigo,
      al primer signo, vino bondadosa:
      La bella dona, me llevó consigo,
      y al emprender la marcha, dijo a Estarlo,
      ccn infinita gracia: «Ven conmigo.»
      Si tuviese lector, más largo espacio
      para escribir, yo cantaría en parte,
      dulce beber, de que no estuve sacio.
      Mas las hojas que el numen me reparte,
      con mi segando canto se han llenado,
      y me contiene con su freno el arte.
      Yo volví de aquel río consagrado,
      como planta en que brotan frondas bellas,
      por una nueva savia renovado,
      puro, y pronto a subir a las estrellas.




      456


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      siendo guardián en tu cielo
      y tren de tus ilusiones."
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