***
El muchacho la miró, sorprendido de haber sido engañado por
la muchacha durante tanto tiempo, y casi sonrió, casi agitaba las alas que
acababan de crecer. Soy hombre, le dijo el sexo en oscura victoria. De cada lucha
o reposo, él salía más hombre, ser hombre incluso se alimentaba de ese viento
que ahora arrastraba por las calles del cementerio de San Juan Bautista. El mismo
viento de polvareda que hacía que el otro ser, el femenino, se contrajera herido,
como si ningún abrigo fuese jamás a proteger su desnudez, ese viento de las
calles.
El muchacho la vio alejarse, acompañándola con ojos pornográficos y
curiosos que no evitaron ningún detalle humilde de la muchacha. La muchacha que
de pronto se puso a correr desesperadamente para no perder el autobús…
Con un sobresalto, fascinado, el muchacho la vio correr como una loca para
no perder el autobús, intrigado la vio subir como un mono de falda corta. El falso
cigarrillo se le cayó de la mano…
Algo incómodo lo había desequilibrado. ¿Qué era? Un momento de gran
desconfianza lo invadía. Pero ¿qué era? Urgentemente, inquietantemente: ¿qué
era? La había visto correr tan ágil aun cuando el corazón de la muchacha, bien lo
adivinaba, estuviera pálido. Y la había visto tan llena de impotente amor por la
humanidad, subir como un mono al autobús, y después la vio sentarse tranquila y
correcta, arreglándose la blusa mientras esperaba que el autobús marchara…
¿Sería eso? Pero ¿qué podría haber en eso que lo henchía de desconfiada
atención? Tal vez el hecho de que ella hubiera corrido en vano, pues el autobús
aún no iba a partir, tenía tiempo entonces… No necesitaba haber corrido… Pero
¿qué había en todo eso que hacía que él parase las orejas con atenta angustia, en
una sordera de quien jamás oirá la explicación?
Acababa de nacer un hombre. Pero apenas había asumido su nacimiento, y
estaba también asumiendo aquel peso en el pecho; apenas había asumido su
gloria, y una experiencia insondable le daba la primera futura arruga. Ignorante,
inquieto, apenas había asumido la masculinidad, y una nueva hambre ávida nacía,
una cosa dolorosa como un hombre que nunca llora
Continuará
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