Díez, Alberto
Aragón. Siglo XVII
Poeta.
A la muerte de una dama rica y hermosa, habla el mármol
Atenciones prevén al escarmiento,
y advierte en esta losa caminante,
que a la que fue envidiada, y fue triunfante,
en belleza, virtud, y entendimiento.
Sella lo duro de este pavimento,
duélete de suceso semejante,
llore tu voz, lamentaciones cante,
que yo, aunque mármol, hago sentimiento.
Aprenda digo, la que en verdes años,
de hermosura adornada, y de riqueza,
es la que yace en esta sepultura.
Repara bien en tales desengaños,
que Atropos cruel con su fiereza
a cadáver resulta la hermosura.
Describiendo una dama el sentimiento, de que mataron a su amante desgraciadamente
Hado inconstante, suerte rigurosa,
muerte del gusto, estrella desdichada,
del alma injuria, del amor llorada,
donde la pena vive, el mal reposa.
Quien no ignorar a mano, que alevosa
de traiciones, y escándalos guiada,
vibro contra mi amor, aleve espada,
que no sintiera la venganza ociosa.
No habrá dicha que amaine mi agonía,
que la memoria, es el mayor tormento,
cercada de fortunas tan crueles.
Viertan cristal en lúgubre porfía
los ojos; y en tan grande sentimiento,
si tú eres Atis, yo seré Cibeles.
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https://www.airesdelibertad.com/viewtopic.forum?t=38382
Aragón. Siglo XVII
Poeta.
A la muerte de una dama rica y hermosa, habla el mármol
Atenciones prevén al escarmiento,
y advierte en esta losa caminante,
que a la que fue envidiada, y fue triunfante,
en belleza, virtud, y entendimiento.
Sella lo duro de este pavimento,
duélete de suceso semejante,
llore tu voz, lamentaciones cante,
que yo, aunque mármol, hago sentimiento.
Aprenda digo, la que en verdes años,
de hermosura adornada, y de riqueza,
es la que yace en esta sepultura.
Repara bien en tales desengaños,
que Atropos cruel con su fiereza
a cadáver resulta la hermosura.
Describiendo una dama el sentimiento, de que mataron a su amante desgraciadamente
Hado inconstante, suerte rigurosa,
muerte del gusto, estrella desdichada,
del alma injuria, del amor llorada,
donde la pena vive, el mal reposa.
Quien no ignorar a mano, que alevosa
de traiciones, y escándalos guiada,
vibro contra mi amor, aleve espada,
que no sintiera la venganza ociosa.
No habrá dicha que amaine mi agonía,
que la memoria, es el mayor tormento,
cercada de fortunas tan crueles.
Viertan cristal en lúgubre porfía
los ojos; y en tan grande sentimiento,
si tú eres Atis, yo seré Cibeles.
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