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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:23

    ***




    Obras de Nelson Rodrigues



    El teatro entró en la vida de Nelson Rodrigues de casualidad. Una vez que se encontraba en una situación de estrecheces económicas pensó que el teatro era una posibilidad de salir de esa situación. Por eso, escribió A mulher sem pecado, su primera obra. Según algunas fuentes, el género literario predilecto de Nelson era la novela y las obras teatrales seguían las normas de estas ya que son como novelas escritas de forma teatral. Nelson es un realista muy original y por eso no es coincidencia que fuera considerado un nuevo Eça de Queirós. De hecho, la prosa de Nelson era realista y, tal y como hacían los realistas del siglo xix, criticó la sociedad y sus instituciones, especialmente el matrimonio.

    A pesar de ser estrictamente realista en pleno Modernismo, Nelson no dejó de innovar tal y como hicieron los modernistas. El autor transpuso la tragedia griega para la sociedad carioca de principios de siglo xx y de esa transposición nació la "tragedia carioca" con las mismas reglas que la tragedia clásica pero con un tono contemporáneo.

    El erotismo está muy presente en su obra, lo que le garantizó el título de realista. Nelson no dudó en denunciar la sordidez de la sociedad, tal y como hacía Eça de Queirós en su obras. Ese erotismo realista tuvo su origen en obras del siglo xix como El primo Basílio y se desarrolló enormemente en la obra del autor pernamubucano.

    Teatro


    Escribió dieciséis obras de teatro. Su edición completa ocupa cuatro volúmenes, divididos según criterios del crítico Sábato Magaldi que agrupó las obras de acuerdo con sus características en tres grupos: obras psicológicas, obras míticas y tragedias cariocas. De esta forma, la división queda de la siguiente manera (la fecha entre paréntesis indica el estreno de la obra en Río de Janeiro):

    Obras psicológicas


    A mulher sem pecado (1941) Dir: Rodolfo Mayer
    Vestido de noiva (1943) Dir: Ziembinski
    Valsa nº 6 (1951) Dir: Milton Rodrigues
    Viúva, porém honesta (1957) Dir: Willy Keller
    Anti-Nelson Rodrigues (1974) Dir: Paulo César Pereio
    Obras míticas
    Álbum de família (1946) Dir: Kleber Santos
    Anjo negro (1947) Dir: Ziembinski
    Senhora dos afogados (1947) Dir: Bibi Ferreira
    Dorotéia (1949) Dir: Ziembinski


    Tragedias cariocas I

    A falecida (1953) Dir: José Maria Monteiro
    Perdoa-me por me traíres (1957) Dir: Léo Júsi
    Os sete gatinhos(1958) Dir: Willy Keller
    Boca de ouro (1959) Dir: José Renato

    Tragedias cariocas II

    O beijo no asfalto (1960) Dir: Fernando Tôrres
    Bonitinha, mas ordinária (1962) Dir: Martim Gonçalves
    Toda nudez será castigada (1965) Dir: Ziembinski
    A serpente (1978) Dir: Marcos Flaksman

    Novelas

    Meu destino é pecar (1944)
    Escravas do amor (1944)
    Minha vida (1944)
    Núpcias de fogo (1948)
    A mulher que amou demais (1949)
    O homem proibido (1949)
    A mentira (1953)
    Asfalto selvagem (1959) (también conocido como Engraçadinha)
    O casamento (1966)

    Cuentos

    Cem contos escolhidos - A vida como ela é (1972)
    Elas gostam de apanhar (1974)
    A vida como ela é — O homem fiel e outros contos (1992)
    A dama do lotação e outros contos e crônicas (1992)
    A coroa de orquídeas (1992)

    Crónicas

    Memórias de Nelson Rodrigues (1967)
    O óbvio ululante: primeiras confissões (1968)
    A cabra vadia (1970)
    O reacionário: memórias e confissões (1977)
    Fla-Flu...e as multidões despertaram (1987)
    O remador de Ben-Hur (1992)
    A cabra vadia - Novas confissões (1992)
    A pátria sem chuteiras (nuevas crónicas de fútbol) (1992)
    A menina sem estrela (memorias) (1992)
    À sombra das chuteiras imortais (crónicas de fútbol) (1992)
    A mulher do próximo (1992)
    Nelson Rodrigues, o Profeta Tricolor (2002)
    O Berro impresso nas Manchetes (2007)

    Telenovelas
    Basadas en la obra de Nelson Rodrigues

    A morta no espelho TV Rio (1963)
    Sonho de amor TV Rio (1964)
    O desconhecido TV Rio (1964)
    O homem proibido TV Globo (1982)
    Meu destino é pecar TV Globo (1984)
    Engraçadinha... seus amores e seus pecados TV Globo (1995)
    A vida como ela é TV Globo (1996)

    Películas
    Basadas en la obra de Nelson Rodrigues

    Somos dois (1950) Dirección: Milton Rodrigues
    Meu destino é pecar (1952) Dirección: Manuel Pelufo
    Mulheres e milhões (1961) Dirección: Jorge Ileli
    Boca de ouro (1963) Dirección: Nelson Pereira dos Santos
    Meu nome é Pelé (1963) Dirección: Carlos Hugo Christensen
    Bonitinha mas ordinária (1963) Dirección: J.P. de Carvalho
    Asfalto selvagem (1964) Dirección: J.B. Tanko
    A falecida (1965) Dirección: Leon Hirzman
    O beijo (1966) Dirección: Flávio Tambellini
    Engraçadinha depois dos trinta (1966) Dirección: J.B. Tanko
    Toda nudez será castigada (1973) Dirección: Arnaldo Jabor
    O casamento (1975) Dirección: Arnaldo Jabor
    A dama do lotação (1978) Dirección: Neville d'Almeida
    Os sete gatinhos (1980) Dirección: Neville d'Almeida
    O beijo no asfalto (1980) Dirección: Bruno Barreto
    Bonitinha mas Ordinária ou Otto Lara Rezende (1981) Dirección: Braz Chediak
    Álbum de família (1981) Dirección: Braz Chediak
    Engraçadinha (1981) Dirección: Haroldo Marinho Barbosa
    Perdoa-me por me traíres (1983) Dirección: Braz Chediak
    Boca de ouro (1990) Dirección: Walter Avancini
    Vestido de noiva (2006) Dirección de Joffre Rodrigues




    https://es.wikipedia.org/wiki/Nelson_Rodrigues


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:26

    Un genio del ensayo

    Estudio afirma que el cronista Nelson Rodrigues era "el Montaigne de Brasil"



    El lugar de Nelson Rodrigues (1912-1980) entre los grandes dramaturgos del siglo XX es asegurado por algunas generaciones de especialistas. Su talento como ensayista, aunque él no tuviese esa pretensión, es el nuevo ángulo defendido por el crítico literario gaúcho Luis Augusto Fischer en Inteligência con dor, publicado por Arquipélago Editorial. La singularidad de su argumentación es producto del hecho de basarse en las crónicas publicadas en los periódicos, en las cuales Fischer, docente de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS) y autor de libros sobre Machado de Assis y Jorge Luis Borges, ve mucho más que comentarios breves y triviales. Ante la excepcionalidad de esos textos, explica, puede elevárselos a otra categoría. Por ende, la denominación de “ensayista”, y no de “cronista”, le asigna un nuevo status a lo que Nelson Rodrigues publica sin grandes pretensiones en la prensa. “El cronista es por regla un comentarista lírico de la vida, al paso que el ensayista escribe con el cerebro activo, aun cuando comente la vida cotidiana”, afirma el crítico sureño. “Y el cronista tiende a ser un autocomplaciente, al tiempo que el ensayista es riguroso y hasta cruel consigo mismo, y lo es no por masoquismo, sino para conquistar un punto de vista más profundo y más radical, escapándole al círculo ameno de la crónica, que se contenta con exterioridades”, añade.

    Nacido en Recife en 1912, afincado en Río de Janeiro siendo aún niño, Nelson Rodrigues perteneció a una familia de periodistas: su padre, Mario Rodrigues, fundó el periódico carioca A manhã en la década de 1920, y el hermano Mario Filho, que da nombre al estadio Maracanã, fue uno de los más importantes cronistas deportivos del país. Desde temprano, el niño, que en sus palabras, ve el mundo – por el agujero de la cerradura -, conoció la tragedia: el primer golpe es la muerte de su hermano Roberto, también periodista, asesinado en la redacción. Con la Revolución de 1930, el diario de la familia es allanado. Nelson, que escribe en las páginas policiales y de fútbol, se convierte en autor de obras teatrales cada vez más consagradas. En la década de 1970, su hijo Nelson Rodrigues Filho pasa a la clandestinidad huyendo de la dictadura, y nace la hija Daniela, “la niña sin estrella”, con graves problemas de salud. En las crónicas reunidas en libros como O óbvio ululante y A cabra vadia, se comentan episodios de la escena política y social y política del país, entre registros de su cotidiano y el de su familia: de la úlcera a monseñor Hélder Câmara y a las nuevas costumbres. En obras como À sombra das chuteiras imortais, hay crónicas deportivas, tan sorprendentes que pueden estar dedicadas, por ejemplo, al escupitajo de un jugador. El propio Nelson no tenía una percepción clara acerca del valor de sus crónicas. La hacía, como él decía, para “pagar la leche de los chicos”, como corazonadas, como un memorialista, que no raramente suscitaba la furia de distintos sectores de la sociedad, que lo consideraban ora reaccionario, ora pornográfico. “Con seguridad no tenía en la cabeza la tradición del ensayo. Creo que se puede decir incluso que él no tenía ni siquiera el concepto de crónica en la cabeza. Pero su intuición es lo que importa, junto a su capacidad de moldear su lenguaje”, sostiene Fischer.

    El padre de la idea de un Nelson ensayísta, un “Montaigne de Brasil”, como advierte Fischer, es Aníbal Damasceno Ferreira, periodista e historiador a quien se le debe también el redescubrimiento de otro autor, Qorpo Santo, en la década de 1960. Fue en un almuerzo en 1988 que Ferreira inspiró a Fischer a investigar el tema. Poco después, el valor de las crónicas del dramaturgo sería resaltado por Ruy Castro, cuando presentó la biografía O anjo pornográfico y coordinó la reedición de su obra por Companhia das Letras, en la década de 1990. Actualmente, es Agir la editorial que tiene los derechos de publicación. Quienes conocen las crónicas de Nelson Rodrigues suelen reconocerlas inmediatamente cuando las encuentran otra vez. El autor no solamente escribe muy bien. Posee también, como sostiene el crítico, “un amplio repertorio de mañas narrativas y dramatúrgicas”: retardamiento de la acción, dramatización de la posición del cronista, dibujo rápido y eficaz de los personajes. Es creador de expresiones tales como “obvio ululante”, y de personajes caricaturales inolvidables: el padre de marcha, la pasante de periodismo con los talones sucios, la fina de narinas de cadáver. En cuanto a los temas, como recuerda Fischer, el más original de su creación se relaciona más bien con el punto de vista y no al asunto. “Había cronistas que también hablaban de la juventud, de fútbol, de la condición de los brasileños, pero solamente él hacía reflexiones y pálpitos singulares sobre todo eso”. Como todo buen ensayista, lograba salir de la estrechez de su tiempo liberándose de esa constricción, para intentar evaluar las cosas desde el punto de vista de la eternidad.


    ARCHIVO / AGENCIA ESTADO
    La mejor parte de las crónicas de Nelson Rodrigues corresponde al período de 1967 a 1970, desde la eclosión de la Tropicalia hasta el Mundial. Fue cuando ?llegó al apogeo de su lenguaje, que antes estaba siendo aún tallada?, explica el crítico. La izquierda y la juventud eran blancos constantes de su crítica más mordaz. ?Después de eso, en parte se volvió previsible, pues ya había encontrado aquellas expresiones y confrontado a aquellos enemigos. Es también un período en que incluso él, de temperamento político conservador, debió hacer radicales autocríticas, en razón de la brutalidad de la censura, por ejemplo.?

    Para Fischer, el autor de Vestido de noiva pertenece al linaje de los genios del lenguaje, que reúne a “pocos pero valiosos miembros”. En la prensa brasileña, dice que vio al menos otro caso de gran ensayista, en el mismo sentido en que Nelson lo es: Paulo Francis. “Aun con todos los descuentos y ajustes necesarios, también en su obra, en la prensa y en la ficción, pulsa un corazón ensayístico, interesado en analizar mediante el autoanálisis y la crítica profunda”, afirma. Otros autores escribieron y escriben grandes crónicas, aunque no siempre: Machado de Assis, Carlos Heitor Cony, Millôr Fernandes y Luis Fernando Verissimo. En el exterior, entre aquéllos que, estando vinculados a la prensa, demostraron una “originalidad expresiva”, señala a Karl Kraus y Jorge Luis Borges. “No veo discípulos directos de Nelson Rodrigues, a lo mejor porque cada artista excelente es realmente ‘irrepetible’. En general, aquéllos que buscan ser discípulos sobre la base de la imitación del estilo caen en lo ridículo; sólo se mimetizan, y para leer copias, mejor ir directamente al original.”

    En Inteligencia con dor, el crítico literario también sostiene que Nelson Rodrigues culmina un proyecto constructivista moderno en la literatura brasileña, que se inició con los parnasianos, alcanza a los modernistas y prosigue hasta los tropicalistas. El autor, según argumenta, es un desilusionado con la fantasía vanguardista en un sentido amplio, “aquélla que mueve a los artistas a conquistar el futuro a los gritos, enfrentando a la opinión media con gestos aparentemente transgresivos”. “Tal cosa se vio en esos grupos, con variaciones acordes con la época y el gusto, pero no se ve en Nelson, ni siquiera en su teatro, creo yo. Allí donde él era transgresor, no se trataba de vanguardismo, sino de profundidad trágica, en el caso del teatro, y no se trataba de vanguardismo, sino de ensayismo, en el caso de la crónica”, subraya. “Nelson se acerca a un clásico y, por ende, es opuesto al temperamento vanguardista, que siempre es romántico.”

    Antes que cualquier otro autor en el país, según Fischer, Nelson Rodrigues sería el primero en registrar el fin de una era, la de la Guerra Fria, la de la disputa entre la economía de mercado y la economía centralizada y planificada. Pocos fueron los que se percataron de las contradicciones, y menos aún, los que tuvieron coraje de hacer una crítica visible, cosa que se volvió más fácil después de la caída simbólica del Muro de Berlín. No se trata, como explica el crítico gaúcho, de ignorar lo reaccionario en el Nelson de los años 1960 y ’70, ni tampoco de sugerir que él tuviese una interpretación crítica fundamentada en una lectura profética de los límites económicos de la antigua Unión Soviética. Fue un reaccionario horrible, obtuso, a veces risible de tan conservador, pondera Fischer. Pero, sostiene, estaba en lo cierto, “al pensar autónomamente y adoptar una visión más amplia que la triste y mediocre polarización que la dictadura impuso, todo eso por no admitir que aquellos rumbos fuesen los únicos posibles”.

    Con sus crónicas, Nelson Rodrigues fue capaz de construir una teoría sobre el ser brasileño, algo que, como recuerda Fischer, fue tan del gusto de ensayistas que escribieron sobre el tema en el transcurso del siglo XX. Son del autor frases que, en muchos casos, se convirtieron en latiguillo. Para recordar algunas: “El brasileño tiene alma de feriado”, “El brasileño es un Narciso al revés: escupe en su propia imagen”, “En Brasil, la gloria está más en el insulto que en el elogio”, o también “El brasileño, incluso nuestro ateo, es un hombre de fe”. Fischer dice que el autor fue “el profeta de lo obvio ululante”, con medios específicos de lenguaje, que en portugués estaban “en estado de latencia”. Así fue como realizó el sueño antiguo de escribir “en brasileño”, como quien está charlando, algo que Mário de Andrade ya había intentado y que, con Nelson Rodrigues, se concretó. Fue con sus crónicas que, según el crítico, el lenguaje literario se abrasileñó definitivamente. “Nelson hizo esa magia”, concluye Fischer.


    https://revistapesquisa.fapesp.br/es/un-genio-del-ensayo/


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:31



    NELSON RODRIGUES, EL TRÁGICO DEL FUTBOL BRASILEÑO



    POR WILSON ALVES-BEZERRA



    Una semana antes del inicio del Mundial de Futbol en Brasil, el 5 de junio, el prestigioso crítico Richard Williams publicó un artículo en el periódico inglés The Guardian, en el que hablaba acerca de los principales autores de libros sobre futbol en Brasil. Su texto es una buena introducción a las relaciones entre literatura y futbol en nuestras letras. Sin embargo, para él, “El Pelé del futbol no es brasileño sino uruguayo. […] Su nombre es Eduardo Galeano, quien hace casi 20 años escribió un libro maravilloso llamado Futbol a sol y sombra, lleno de calor, humor y una mirada a la dimensión humana de grandes futbolistas”.



    Ciertamente, el libro de Galeano tiene bellas reminiscencias de todos los mundiales y crónicas de algunos partidos memorables, como el maracanazo de 1950, cuando la celeste uruguaya le ganó a Brasil en la final del Mundial con un imprevisible 2 a 1 —tras haber empezado el partido con el marcador negativo—, delante de miles de brasileños: “Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del futbol, y Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil,que estaba transmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de futbol. Después del pitazo final, los comentaristas definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil”.



    El consistente artículo de Williams sigue con una serie de buenas obras contemporáneas sobre el tema, pero no menciona en ningún momento al brasileño Nelson Rodrigues (1912-1980), quien sin duda fue el más importante cronista de futbol brasileño. El silencio de Williams en relación a Rodrigues —o Nelson, como aún lo llaman íntimamente los brasileños— se debe al pequeño alcance internacional de la lengua portuguesa y a las pocas traducciones del autor, lo que lo convierte en un gran desconocido a nivel mundial.



    Nelson Rodrigues es el más importante autor de teatro brasileño de cualquier época, pues afrontó al público habituado al teatro costumbrista con obras contundentes: primero revolucionó con la moderna Vestido de novia (1943), en la que alterna los planes del presente, memoria y alucinación para hablar de una chica que el público no sabe si está moribunda, traumada o muerta; llevó a escena tragedias como en su relectura de Electra (Señora de los ahogados, 1947) y en una discusión brutal acerca del prejuicio étnico de los negros hacia sí mismos (El ángel negro, 1947); produjo una serie de tragedias cariocas en las que el periodismo, el futbol y el modo de vivir de una sociedad conservadora producen monstruos, como se ve en La fallecida (1953), Viuda, pero honesta (1957), Perdóname porque me has traicionado (1957), entre otras. También escribió novelas eróticas bajo pseudónimos femeninos y cuentos de amor y muerte de enorme éxito popular, que recién empiezan a traducirse al castellano (La vida tal cual es, en dos tomos publicados por la editorial argentina Adriana Hidalgo).



    Las crónicas de futbol de Nelson se hallan fueran de concurso en su obra, por lo que tienen de singular y universal. La particularidad de sus textos futbolísticos es que Rodrigues no los concebía como el simple relato de un partido o como una discusión sobre técnica y táctica, sino como una pequeña pieza literaria, en la que subraya aspectos de trascendencia del futbol. Sus crónicas son autorales y la escritura es, muchas veces, la del autor trágico, que entiende el futbol como fenómeno a la vez colectivo y subjetivo. Muchas de las sabrosas expresiones aparecidas en estos textos circulan hasta hoy en el habla cotidiana brasileña, con su mezcla de literatura, psicoanálisis, sociología y picardía: “el brasileño tiene complejo de perro callejero”, “el futbol es la patria de botines”, “el videotape es torpe” y otras por el estilo.



    Nelson Rodrigues se dedicó a la crónica deportiva principalmente desde los años cincuenta hasta su muerte, en 1980. Publicaba en periódicos de gran circulación como los cariocas O Globo y Última Hora, y también en publicaciones deportivas como Manchete Esportiva y Jornal dos Sports.Son textos de no más de una página en los que comenta los partidos del fin de semana, discute la condición de la selección brasileña, elige “el personaje de la semana” o se dedica a alguna divagación lírica. Si la obra teatral de Nelson Rodrigues nunca ha dejado de escenificarse en teatros y adaptarse al cine desde los años sesenta, su obra lírico-deportiva conoció el olvido masivo en su tierra natal a partir de la muerte del autor y sólo empezó a rescatarse gracias al periodista Ruy Castro, quien en 1992 publicó El ángel pornográfico. La vida de Nelson Rodrigues, el más importante estudio biográfico acerca del escritor.



    El futbol le importa al cronista como un fenómeno misterioso que clama por una interpretación. Rodrigues era radical a punto de afirmar, en una crónica de O Globo —mientras compara la producción literaria de países europeos con la brasileña—: “He aquí la verdad: en Brasil, el futbol ocupa el papel de la ficción”. Esta es la noción que llevó al límite en sus crónicas, en las que tomaba como antagonistas a los periodistas, a quienes llamaba “los idiotas de la objetividad”. Un buen ejemplo es la crónica sobre Mané Garrincha quien, debido a la lesión de Pelé, había sido el protagonista del Mundial de Chile 62 y, cuatro años después, ya con problemas de alcoholismo, era considerado por la crítica deportiva como un jugador retirado. Nelson Rodrigues describe su resurrección con colores fuertes:



    “En la primera pelota que recibió [Garrincha], la gente empezó a reírse. Ahí tenemos el milagro. Se reía adivinando que Garrincha iba a hacer su gran aria, como en la ópera. Como se sabe, sólo el jugador mediocre hace futbol de primera. El crack, el virtuoso, el estilista, prende la pelota. Sí, él la cuida como a una orquídea de lujo. Fue una de las jugadas más histriónicas de la vida de Mané. Primero, saltó por encima de la pelota. Dio a entender que seguiría, pero no siguió. Salto para allá, para acá, con la delirante agilidad del 58. Allí estaba la pelota, inmóvil, impasible, sumisa al genio. Y a Garrincha lo único que le faltó fue apoyarse en las manos y hacer la vertical. […] Sin embargo, lo importante es que la multitud, neurótica como toda multitud, se reía, finalmente se reía. Y el sonido de 150 mil carcajadas se salía del Maracaná e invadía toda la ciudad. Era otra resurrección de Mané.”



    La apoteosis o el fracaso del jugador de futbol, eso era lo que le interesaba al cronista; la vida que se exhibe en la cancha, lo que ocurre de singular y humano a lo largo de los noventa minutos. También por eso creía fundamental en el futbol la figura de un personaje que se ocupara del mundo anímico de los futbolistas. En una crónica en la que alude al carácter traumático de la derrota de 1950 se lee:



    “De hecho, el futbol lo tiene todo, excepto su psicoanalista. Al jugador se le cuida la integridad de sus piernas, pero nadie se acuerda de cuidarle la salud interior, su delicadísimo equilibrio emocional. Sin embargo, consideremos: ya ha llegado el tiempo de atribuirle al crack un alma, que quizás sea precaria, quizás perecedera, pero que es incontestable. Los hinchas, los medios y la radio se importan con nimios y miserables accidentes. Por ejemplo: una simple distensión muscular produce titulares. Pero ningún periódico o locutor jamás se ocuparía de un dolor de cuernos que acometiera a un jugador y lo incapacitara hasta para hacer un saque de banda. […] El que gana o pierde los partidos es el alma. […] Y aquí pregunto: —Qué entiende del alma un técnico de futbol? No es psicólogo, no es psicoanalista, no es siquiera un cura. Por ejemplo, en el partido Brasil-Uruguay entiendo que un Freud sería mucho más eficiente a la salida del túnel que un Flávio Costa, un Zezé Moreira, un Martim Francisco”.



    Rodrigues empieza su producción sobre futbol en una época contemporánea a la llegada de la televisión a Brasil. Su texto funciona como un mediador importante entre el partido de futbol y el lector. En muchos casos, hay que decirlo, ni siquiera el miope cronista había visto el partido, como en el Mundial del 50, en el que las noticias llegaban por vía radiofónica. Así, era su mirada o su imaginación la que producía en el lector la experiencia de la asistencia al espectáculo. Se puede decir que no hay hecho memorable de la época de oro del futbol brasileño que haya escapado a la mirada sagaz del cronista o, quizás más precisamente, no hay hecho futbolístico que no se haya convertido en memorable a partir de su escritura.



    Además de su papel de mediador y creador, Nelson Rodrigues dio todavía otra contribución más. Se dio cuenta de que había algo en el deporte que tenía que ver con el sentimiento de nacionalidad de cada brasileño: hablar de futbol era hablar de Brasil como nación y de su autoimagen. Cuando la selección de 1958 embarcó en Suecia, periodistas e hinchas eran unánimes en la creencia de un fracaso inminente. Nelson Rodrigues, que años después habría de decir que “toda unanimidad es torpe”, escribió una crónica en la que no sólo hablaba de su optimismo ante la selección, sino también arriesgaba un diagnóstico sobre el estado de ánimo nacional: el brasileño tiene “complejo de perro callejero” y “le falta fe en sí mismo”. Para él, el trauma del año 50 estaba todavía activo y presente:



    “Esta es la verdad, amigos: desde el 50 nuestro futbol tiene pudor de creer en sí mismo. La derrota frente a los uruguayos en la última batalla aún hace sufrir en la cara y en el alma a los brasileños. Fue una humillación nacional que nada, absolutamente nada, puede curar. […] Y hoy, si renegamos de la selección del 58, no lo dudemos: es porque la frustración del 50 aún está viva. Tal vez nos gustaría creer en la selección, pero lo que nos detiene es lo siguiente: el pánico de una nueva e irremediable desilusión”.



    En la secuencia de su análisis, concluye que el problema del equipo brasileño no es técnico sino psíquico, y plantea el problema en términos freudianos, con el complejo del perro callejero: “la inferioridad en la que el brasileño se coloca, voluntariamente, frente al resto del mundo. Esto en todos los sectores y, sobre todo, en el futbol”. Finalmente, cierra el artículo con el conflicto al cual la selección brasileña se enfrenta, como si fuera un Hamlet angustiado.



    Como se sabe, Brasil fue campeón en aquel Mundial de 58 y lo ha sido en cuatro más. La voz de Nelson Rodrigues estuvo presente en los tres triunfos inaugurales. Su gran mérito literario fue haber transformado en escritura tanto el movimiento de la pelota en la cancha como el alma del público. Para resumir, se dio cuenta de que lo que estaba en juego en un partido de futbol era mucho menos la búsqueda de la aniquilación del adversario que una pulsión colectiva, solitaria y compartida, irracional tanto en la victoria como en la derrota.




    https://confabulario.eluniversal.com.mx/nelson-rodrigues-el-tragico-del-futbol-brasileno/


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:35

    Fútbol, crónica y Brasil: la reedición de Nelson Rodrigues.


    Hace poco, se supo que Juan Villoro y Martín Caparrós, dos célebres cronistas latinoamericanos, estarán haciendo la cobertura periodística de la próxima Copa del Mundo. Las relaciones entre la crónica, el género que Villoro llama “ornitorrinco de la prosa”, y el deporte más popular del planeta no son nada nuevo. Tampoco Villoro y Caparrós son principiantes en esas lides. Pero lo interesante de la cobertura que harán es que tendrá lugar en el país de la crónica. Hasta tal punto llega el sentido de pertenencia de nuestros vecinos norteños sobre ésta, que muchos coinciden en afirmar que es un “género típicamente brasileño”. Sin dudas, Brasil exhibe una rica tradición de cruces entre el periodismo y la literatura, que se remonta a los escritos para prensa de Machado de Assis en el Siglo XIX, y avanza por el siglo pasado con nombres como Drummond de Andrade, Manuel Bandeira, Rubem Braga y Nelson Rodrigues. Y la crónica deportiva ocupa un lugar crucial en esta tradición.

    En los días previos al partido inaugural entre Brasil y Croacia, el ánimo general oscilaba entre el entusiasmo irrestricto y las críticas contra la maquinaria estatal puesta al servicio de un evento que, se alega, poco dejará al pueblo brasileño. Mientras las movilizaciones populares van creciendo (así como la esquizofrenia ideológica de los medios y la manipulación que ejercen en año electoral), el mercado editorial se ha encargado de lanzar numerosos títulos que celebran el omnipresente fútbol. Ánimos exaltados, nacionalismo presente. Al margen de títulos como Neymar, o último poeta do futebol (Neymar, el último poeta del fútbol), hay otros lanzamientos de mayor interés literario.

    Ejemplo de lo anterior es el caso de Somos o Brasil (Somos Brasil) y de A pátria de chuteiras (La patria de botines), ambos de Nelson Rodrigues (1912-1980). El primero es una edición bilingüe (portugués-inglés), de fotografías, recortes de prensa y crónicas que hacen una presentación somera, y chauvinista, del Brasil futbolero. El segundo, menos llamativo a nivel visual, ofrece 40 crónicas sobre fútbol publicadas entre los años 50 y 70. El ministro de Deporte de Brasil, Aldo Rebelo, firma el prólogo, y escribe que el libro es “para los que no creen en Brasil”. Lo anterior parece lógico, ya que fue con fondos estatales, del Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico, que estas nuevas ediciones ganaron vida.

    Lo cierto es que Rodrigues fue el mayor cronista deportivo de Brasil. Conocido también por sus obras de teatro -realistas y sórdidas-, novelas, cuentos, y su controvertido apoyo a la dictadura militar brasileña, estampa en las crónicas una dosis potente de la vida cotidiana. La tensión entre el detalle nimio y las generalizaciones más osadas es siempre evidente. La mesura no es su patria, como sí lo es Brasil.

    A propósito, escribe: “Lo que se hace en Europa es una imitación de la vida. Mientras tanto, nosotros ‘vivimos’ de verdad, y repito: Vivimos la vida, en todas sus posibilidades y consecuencias”. Yendo aun más lejos, agrega: “En una simple jugada, ponemos una carga de voluntad, de personalidad, de invención, que el europeo ni siquiera comprende. Diría incluso que nosotros también ‘vivimos’ el fútbol [...] Hay un abismo entre la seca objetividad europea y nuestra imaginación, nuestro fervor, nuestra tensión dionisíaca”.

    Los textos se suceden en esa tónica. En 1959, frente a la genialidad que detecta en Edson Arantes do Nascimento, el cronista no hace más que engrandecerlo: “Pelé podría encontrar a Miguel Ángel, Homero o Dante y saludarlos, con íntima efusión -‘¿Cómo va, colega?’. De hecho, así como Miguel Ángel es el Pelé de la pintura, de la escultura, Pelé es el Miguel Ángel de la pelota”. Como se nota, el deportista es endiosado al margen de los prejuicios raciales existentes, como también lo son otros jugadores “negros, ornamentales, folclóricos, como Didi, Zózimo y Djalma Santos”, de la Copa de 1962.

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    Justamente, el tema de otro libro lanzado estos días, pero de tenor académico, es cómo el fútbol se volvió un elemento de identidad nacional y también escenario de discusión de un proyecto país en términos raciales. En Pelé e o complexo de vira-latas: discursos sobre raça e modernidade no Brasil (Pelé y el complejo de cuzco: discursos sobre raza y modernidad en Brasil), la antropóloga Ana Paula da Silva aborda esa cuestión. Como dijo al blog Prosa, del diario O Globo: “Parte de la sociología de los años 50 afirmaba que las desigualdades entre negros y blancos en este país serían superadas cuando Brasil se industrializara e incorporara el ethos de la modernidad en el trabajo”, y resume: “Pelé representó muy bien ese papel”. Es curioso recordar que, al ser consultado sobre el gesto de Daniel Alves y la banana (transformado en fiebre, transitoria, en las redes sociales), Pelé fue enfático al afirmar que no existía una ola de racismo en el fútbol. Señaló que, si Alves no hubiera comido la banana, “no hubiera pasado nada. Sólo tuvo repercusión porque hizo la broma”.

    Pero volviendo a Rodrigues, sus crónicas van aun más lejos. Son retratos instantáneos, donde abundan las metáforas elocuentes que hablan sobre “las hienas, sobre los buitres, sobre los chacales del fútbol brasileño”. Asimismo, están las descripciones poéticas, como la que sigue: “Era un domingo parnasiano, con un luminosísimo azul de soneto”.

    Hacia 1970, con el advenimiento de la transmisión televisiva de los partidos, anota: “La TV, que no sabe fantasear y tiene el escrúpulo de la más exacta veracidad, nos describió el tiro”. Se refería al casi gol de Pelé contra Checoslovaquia. Su comentario de la jugada es realmente cinematográfico: “La cámara, en una toma por detrás del gol, muestra toda la curva implacable de la pelota. Por un momento, nadie entendió. ¿Por qué Pelé no la pasó? ¿Por qué tiraba desde tan espantosa distancia? Y al golero le costó percibir que él era la víctima. Su horror tuvo un tinte cómico”. Prosigue: “Se puso a correr, en pánico. De vez en cuando paraba y miraba. Allá venía la pelota. Parecía una escena de Los Tres Chiflados. Y, por muy poco, no entró el gol más fantástico de todas las Copas pasadas, presentes y futuras”.

    Otras veces, el destaque está en el público. “Suena la risa de la multitud -risa abierta, expuesta, casi ginecológica”, escribe en un ritmo preciso, de singular adjetivación. Y en el equipo. Al comentar la formación de éste, dispara: “La defensa puede fallar, el golero puede papar frangos homéricos, frangos camonianos. Pero si el ataque está en estado de gracia, de plenitud, no hay nada que temer”. Recordamos que frango es pollo, y que la expresión es usada para los goles vergonzosos. La referencia a Camões y Homero hacen su parte. Al respecto también del frango, comenta: “El gol de Ghiggia quedó grabado, en la memoria nacional, como un frango eterno. El brasileño ya se olvidó de la fiebre amarilla, de la vacuna obligatoria [...] Pero de lo que no se ha olvidado, ni a palos, es del llamado ‘frango’ de Barbosa”, en alusión al golero brasileño del Maracanazo. Sumado a lo anterior, opina que Obdulio Varela “extrajo” a Brasil el título, “como si fuera un diente”.

    Pero quizá una de las expresiones más conocidas de Rodrigues es la del “complejo de vira-latas”, o “complejo de cuzco”, como diríamos en criollo. En diálogo con el lector, como construye a lo largo y ancho de su obra, explica: “Lo entiendo como la inferioridad en que el brasileño se coloca, voluntariamente, frente al resto del mundo. Esto ocurre en todos los sectores y, sobre todo, en el fútbol”. Eran los años 50. Varias décadas de por medio, cinco títulos después, y como dueños de casa, estas crónicas ayudan a entender la construcción del imaginario futbolístico y el nacionalismo brasileños.

    Por último: los libros de Rodrigues están disponibles para bajar gratis en internet, pero en portugués. Excepción en la ausencia de traducciones de su obra al castellano es la publicación del volumen de cuentos breves La vida tal cual es (2012), de la editorial Adriana Hidalgo. De sus crónicas, por ahora sin noticias. Lo anterior no sorprende, ya que como supo decir el crítico brasileño Antonio Candido, por suerte la crónica no sería un género mayor: “No fue escrita originalmente para el libro, sino para esa publicación efímera que se compra un día y al día siguiente es usada para envolver un par de zapatos o forrar el piso de la cocina”.



    https://ladiaria.com.uy/articulo/2014/6/la-patria-de-botines/


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:38

    LA VIDA TAL CUAL ES Nelson Rodrigues
    Volumen I


    Nelson Rodrigues (1912-1980) es el gran dramaturgo, narrador y cronista brasileño identificado con Rio de Janeiro. Su prosa evoca los barrios donde convivían los suegros con sus yernos y nueras; los distintos primos, las tías. Barrios con una cierta «fenomenología del espacio» dividida en capítulos de pura emoción: los velorios de la cuadra, concurridísimos; las solterías en vías de perpetuarse y, sobre todo, los escándalos de familia que ganaban la calle, especialmente las infidelidades y los celos. Desde la adolescencia comenzó a escribir crónicas policiales en el diario de su padre y para ello recorre la ciudad en busca de crímenes inauditos, como los pactos suicidas entre enamorados. A mediados del siglo XX, Nelson Rodrigues era el gran renovador del teatro brasileño. Entre sus célebres piezas teatrales, escritas al calor de lecturas apasionadas de Chéjov, O’Neill y Pirandello, se destacan ‘La mujer sin pecado’ y ‘Vestido de novia’, donde combina planos temporales con un realismo de matices alucinatorios. Uno de sus grandes aportes a la literatura universal es la larga serie de cuentos –cerca de dos mil– bajo el título ‘A vida como ela é’ (‘La vida tal cual es’), que publicó en el periódico ‘Última Hora’ a partir de 1951. Aquí se cruzan el sexo y la muerte, así como la institución del matrimonio, atravesada por adulterios, incestos, celos enfermizos e hipocresías: sin imponer un sistema de valores, ni moralinas. Entonces no sólo será el gran renovador de la dramaturgia, sino también uno de los narradores más populares y más leídos de Brasil. Varias de sus historias fueron llevadas con gran éxito al cine. Increíblemente, este enorme autor permanecía inédito en lengua castellana. Por lo tanto, este libro, que reúne cincuenta de sus mejores cuentos de la serie ‘La vida tal cual es’ -y que será seguido por un segundo volumen- resulta ser la primera edición en castellano de Nelson Rodrigues, a cien años de su nacimiento.



    https://www.adrianahidalgo.com/libro/la-vida-tal-cual-es-nelson-rodrigues/


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:41

    “É chato ser brasileiro” – crônica (atualíssima) de Nelson Rodrigues ( 1958)



    O povo já não se julga mais um vira-latas. Sim, amigos: — o brasileiro tem de si mesmo uma nova imagem. Ele já se vê na generosa totalidade de suas imensas virtudes pessoais e humanas.”

    Dizem que o Brasil tem analfabetos demais. E, no entanto, vejam vocês: — a vitória final, no Campeonato do Mundo, operou o milagre. Se analfabetos existiam, sumiram-se na vertigem do triunfo. A partir do momento em que o rei Gustavo, da Suécia, veio apertar as mãos dos Pelés, dos Didis, todo mundo, aqui, sofreu uma alfabetização súbita. Sujeitos que não sabiam se gato se escreve com “x” ou não iam ler a vitória no jornal. Sucedeu essa coisa sublime: — analfabetos natos e hereditários devoravam vespertinos, matutinos, revistas, e liam tudo com uma ativa, uma devoradora curiosidade, que ia do “lance a lance” da partida até os anúncios de missa. Amigos, nunca se leu e, digo mais, nunca se releu tanto no Brasil.

    E a quem devemos tanto? Ao escrete, amigos, ao escrete, que, hoje, é o meu personagem da semana, múltiplo personagem. Personagem meu, do Brasil e do mundo. Graças aos 22 jogadores, que formaram a maior equipe de futebol da Terra, em todos os tempos, graças a es- ses jogadores, dizia eu, o Brasil descobriu-se a si mesmo. Os simples, os bobos, os tapados hão de querer sufocar a vitória nos seus limites estritamente esportivos: Ilusão! Os 5 x 2, lá fora, contra tudo e contra todos, são um maravilhoso triunfo vital de todos nós e de cada um de nós. Do presidente da República ao apanhador de papel, do ministro do Supremo ao pé-rapado, todos, aqui, percebem o seguinte: — é chato ser brasileiro!

    Já ninguém tem mais vergonha de sua condição nacional. E as moças na rua, as datilógrafas, as comerciárias, as colegiais andam, pelas calçadas, com um charme de Joana d’Arc. O povo já não se julga mais um vira-latas. Sim, amigos: — o brasileiro tem de si mesmo uma nova imagem. Ele já se vê na generosa totalidade de suas imensas virtudes pessoais e humanas.

    Vejam como tudo mudou. A vitória passará a influir em todas as nossas relações com o mundo. Eu pergunto: — que éramos nós? Uns humildes. O brasileiro fazia-me lembrar aquele personagem de Dickens que vivia batendo no peito: — “Eu sou humilde! Eu sou o sujeito mais humilde do mundo!” Ele vivia desfraldando essa humildade e a esfregando na cara de todo mundo. E se alguém punha em dúvida a humildade, eis o Fulano esbravejante e querendo partir caras. Assim era o brasileiro. Servil com a namorada, com a mulher, com os credores. Mal comparando, um são Francisco de Assis de camisola e alpercatas.

    Mas vem a deslumbrante vitória do escrete, e o brasileiro já trata a namorada, a mulher, os credores de outra maneira; reage diante do mundo com um potente, um irresistível élan vital. E vou mais além: — diziam, de nós, que éramos a flor de três raças tristes. A partir do título mundial, começamos a achar que a nossa tristeza é uma piada fracassada. Afirmava-se também que éramos feios. Mentira! Ou, pelo menos, o triunfo embelezou-nos. Na pior das hipóteses, somos uns ex-buchos.

    E a quem devemos tanto? Ao meu personagem da semana. Ninguém aqui admitia que fôssemos “os maiores” do futebol. Rilhando os dentes de humildade, o brasileiro já não se considerava o melhor nem de cuspe a distância. E o escrete vem e dá um banho de bola, um show de futebol, um baile imortal na Suécia. Como se isso não bastasse, ainda se permite o luxo de vencer de goleada a última peleja. Foi uma lavagem total.

    Outra característica da jornada: — o brasileiro sempre se achou um cafajeste irremediável e invejava o inglês. Hoje, com a nossa impecabilíssima linha disciplinar no Mundial, verificamos o seguinte: — o verdadeiro inglês, o único inglês, é o brasileiro. Um Didi, lá fora, observou uma calma, uma polidez, um equilíbrio que fariam morrer de inveja o major Anthony Eden. Amigos, na Suécia quem levou pontapé, do pescoço para cima, fomos nós. E, ainda por cima, roubaram a gente, bifaram os nossos gols, a nossa camisa. Mas tudo inútil, porque o Brasil apresentou o maior escrete do universo, segundo os mais exigentes críticos do mundo. Por fim, a lição do meu personagem. Ele ensinou que o brasileiro é, sim, quer queiram quer não, “o maior”.




    Manchete Esportiva, Edição da Epopeia Brasileira, Edição Especial, 5/7/1958




    https://coletivolirico.com.br/e-chato-ser-brasileiro-cronica-atualissima-de-nelson-rodrigues/


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    Mensaje por Maria Lua Jue 18 Abr 2024, 13:42

    UM CASO PERDIDO
    Crônica De Nelson Rodrigues


    A princípio, a família foi contra:

    — Esse sujeito não presta! É um bestalhão! Um conversa-fiada!

    Talvez fosse isso e muito mais. Para começar não trabalha­va, nem queria nada com o trabalho. Além disso, bebia, jogava, vivia metido com desclassificados de ambos os sexos, em pago­des espetaculares. Apontava-se, mesmo, uma fulana, de péssimos antecedentes, que, segundo se dizia, o sustentava. Os parentes de Edgardina tentaram dissuadi-la da paixão inconveniente e es­candalosa:

    — Homem é o que não falta. Escolhe outro, escolhe um que valha a pena.

    — É de Humberto que eu gosto. Os outros não me inte­ressam.
    Amava-o desde menina; e, através dos anos, não achara gra­ça em mais ninguém. Podiam dizer o diabo do rapaz que ela mesma explicava: “Entra por um ouvido, sai pelo outro”. A ri­gor, só ficou impressionada uma vez, uma única vez. Foi quan­do lhe disseram que o namorado vivia às custas da tal fulana. Edgardina saltou: “Mentira! Calúnia!”. Mas, apesar da reação ini­cial, muito veemente, a dúvida ficou. Acabou fazendo ao bem-amado uma pergunta frontal:

    — Que negócio é esse que me contaram?

    — Que foi?

    Ela, sem tirar os olhos dele, disse:

    — Que você toma dinheiro de mulher.

    A CONFISSÃO

    Imprensado pela pequena que, na verdade, era seu primei­ro e grande amor, Humberto teve, diante de si, dois caminhos: ou negar ferozmente ou… Ia negar, em pânico. Mas quando abriu a boca, deu uma coisa nele, uma espécie de heroísmo súbito, quase histérico. De olhos esbugalhados, os beiços trêmulos, transpassou a pequena com a revelação:

    — É verdade, sim. Tomo dinheiro de mulher. Sempre tomei.

    A menina cobriu-se de uma palidez mortal, como nos ve­lhos romances. Mal pôde suspirar:

    — Humberto!

    Foi uma cena magnífica e atroz. Ele, que pegara embala­gem, foi até o fim, contou tudo, sem omitir nada. Disse que, sem emprego, sem níquel, aceitava dinheiro de uma, de ou­tra. Batia nos peitos, atirava patadas no assoalho. Por fim, flagelou-se, cruelmente, aos olhos da pequena; chamou-se de “canalha”, “patife”, “caso perdido”. E terminou, num desa­fio frenético:

    — Você sabe tudo. E agora pode me cuspir na cara. Cospe! Anda, cospe!

    Ofereceu o rosto. E como Edgardina, petrificada, não dis­sesse uma palavra, não esboçasse um gesto, ele caiu em uma crise medonha de choro. Então, a menina, que era um anjo au­têntico, teve uma dessas comoções que não se esquecem, uma dessas piedades incoercíveis. E, se já o amava antes, agora mui­to mais. Aos seus olhos, a confissão do bem-amado o purificara de tudo e de todos. Disse mais:

    — Não interessa o que você fez, meu filho. Eu gosto de vo­cê, pronto, acabou-se.

    E ele:

    — Você é um anjo. Se não fosse você, eu metia uma bala na cabeça, já, imediatamente!

    Então, mais calmos, os dois combinaram tudo: data do ca­samento etc. etc. No fim, Edgardina impôs apenas uma condição:

    — Você vai me prometer uma coisa.

    — O quê?

    — Que nunca mais aceita dinheiro de mulher. É tão feio!

    — Te juro! Te dou minha palavra de honra!

    O CASAMENTO

    E, de fato, a partir da confissão, Humberto foi outro ho­mem. Deixou de beber, de jogar e quando entrava num café e vinha o garçom, ele, erguendo o rosto numa espécie de desa­fio às potências do álcool, dizia:

    — Água mineral!

    E fez mais: devolveu à tal fulana que o sustentara um reló­gio, um anel com suas iniciais, um cinto com fivela de prata, um porta-chaves caríssimo. Rompeu, em termos definitivos, com todas as suas antigas ligações. Os amigos tentavam seduzi-lo:

    — Deixa de ser besta!

    Mas ele, embora com água na boca, tinha um repelão fu­rioso: “Esse negócio, para mim, acabou. Estou noivo, vou me casar, stop”. Foi uma mudança tão patética que o próprio futu­ro sogro, que era um espírito de porco, se deixou impressio­nar: “Parece que meu genro tomou vergonha”. E o resto da fa­mília em coro:

    — Tomara! Tomara!
    Dois dias antes do casamento, Humberto ia chegando em casa quando deu de cara com a fulana que o sustentara. A alma caiu-lhe aos pés. Em pânico, olhou para todos os lados: “Imagi­ne, se vissem”. Arrastou-a para um canto discreto; e, lá, discuti­ram, em voz baixa. A mulher fez uma súplica desesperada, que o horrorizou. Insistiu, cravando as unhas nas mãos do rapaz:

    — Só essa vez! Só essa vez!

    — Você está maluca? Não pode ser! Vou me casar amanhã!

    A outra agarrava-se a ele:

    — É a despedida, Humberto! — E teimava no argumento: — “Pela última vez!”.

    Na verdade, o que a tentava, naquele momento, era o noi­vo alheio, o noivo da outra, na antevéspera do casamento. E ele, que era um fraco diante da mulher em geral, mesmo das feias, mesmo das sem graça, quase sucumbiu àquele assalto no­turno. Lembrou-se, porém, de Edgardina e, fazendo das tripas coração, desprendeu-se histericamente, arremessou-se para den­tro de casa.




    https://arararevista.com/um-caso-perdido-cronica-de-nelson-rodrigues/


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