por Maria Lua Mar 24 Oct 2023, 14:16
Rubem Fonseca, el gigante de la narrativa de Brasil.
El autor secreto más admirado de su país, creador del detective Mandrake
Graduado en Derecho en 1948, Fonseca trabajó como comisionado de policía en Río de Janeiro hasta 1954. En la década siguiente prestó servicios en el Instituto de Investigación y Estudios Sociales, vinculado al golpe militar de 1964. Pero Fonseca negaría haber apoyado el golpe.
La experiencia en la policía de Río de Janeiro fue una influencia decisiva en su obra, pero no la única: si bien su narrativa ofrece un paisaje de detectives cínicos, abogados oscuros, rufianes, funcionarios corruptos, escritores de pacotilla y prostitución, se apoya en un soporte narrativo que dialoga con la tradición y la vanguardia literaria y que encierra una ácida crítica a la miseria moral de la sociedad.
Para la Academia Brasilera de Letras, Fonseca “se consagró por su narrativa nerviosa y ágil, al mismo tiempo clásica y moderna, entre el realismo y lo policíaco, revelando la violencia urbana brasileña, sin perder su mirada sensible a la tragedia humana subyacente, la soledad de las grandes ciudades o los matices del erotismo”.
Un viaje necesario
Escritor de frases cortas y precisas, de lenguaje corrosivo, Fonseca comenzó su trayectoria de novelista con El caso Morel (1973), donde vincula arte y crimen en un relato que juega con la meta literatura: una historia dentro de otra. En El gran arte (1983), su segunda novela, llevada al cine por Walter Salles, presenta al cínico abogado y detective Mandrake, uno de sus grandes personajes. Las sombras y dobleces que pueden girar en torno a la literatura dan forma a Bufo & Spallanzani (1986), la novela de un escritor con pasado oscuro y un futuro en el que se cruzará irremediablemente el crimen.
Entre sus obras destaca también Agosto (1990), ambientada en 1954 y que retrata la trastienda política del suicidio del presidente Getulio Vargas. “Todos los de esta mesa somos unos hijos de puta corruptos. Todos los de este país”, dice un senador en uno de las pasajes de la novela que fue adaptada por la TV de Brasil.
Narrador sugerente y de una afilada lucidez, Fonseca fue también guionista y un cuentista a menudo deslumbrante. Comenzó su trayectoria en 1963 con los relatos Los prisioneros, y cultivó el género corto toda su vida. A través de la concisión del cuento su visión descarnada y su humor terrible alcanzaban enorme resonancia. El cobrador, uno de sus mejores relatos, lo ejemplifica; en él, un pobre desdentado quiere cobrarle a la sociedad lo que le debe a punta de balas: “Odio a los dentistas, a los comerciantes, a los abogados, a los industriales, a los funcionarios, a los médicos, a los ejecutivos, a toda esa canalla. Tienen muchas que pagarme todos ellos (…) ¡Todos me deben algo! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben”.
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