Yo también ya fui brasileño
Yo también ya fui brasileño,
moreno como ustedes.
Toqué guitarra, manejé un ford
y aprendí en la mesa de los bares
que el nacionalismo es una virtud.
Pero hay una hora en que los bares cierran
y se niegan todas las virtudes.
Yo también ya fui poeta.
Con que mirara a una mujer
de inmediato pensaba en las estrellas
y en otros sustantivos celestes.
Pero eran tantas, y tamaño el cielo,
se pasmó mi poesía.
Yo también tuve mi ritmo ya.
Hacía esto, decía aquello
y me querían mis amigos,
me odiaban mis enemigos.
Yo me deslizaba irónico,
satisfecho de tener mi ritmo.
Pero me confundí a la larga.
Hoy día ya no me deslizo ya,
ya no soy irónico ya,
ya no tengo ritmo ya.
Congreso internacional del miedo
Por el momento no cantaremos el amor,
que se refugió debajo de los subterráneos.
Cantaremos el miedo que esteriliza los abrazos
No cantaremos el odio porque el odio ya no existe,
existe solamente el miedo, nuestro padre y nuestro compañero,
el miedo grande de los bosques, de los mares, de los desiertos,
el miedo de los soldados, el miedo de las madres, el miedo de las iglesias,
cantaremos el miedo de los dictadores, el miedo de los demócratas,
cantaremos el miedo de la muerte y el miedo de después de la muerte,
después moriremos de miedo
y sobre nuestras tumbas crecerán flores amarillas y miedosas.
Política literaria
A Manuel Bandeira
El poeta municipal
discute con el poeta provincial
cuál de ellos es capaz de vencer al poeta
federal.
Mientras tanto el poeta federal
se saca oro de la nariz.
Sentimental
Me pongo a escribir tu nombre
con fideos de letritas.
En el plato, la sopa se enfría, llena
de escamas
y acodados en la mesa todos contemplan
ese romántico trabajo.
Desgraciadamente falta una letra
¡una letra solamente
para acabar tu nombre!
-¿Estás soñando? ¡Mira que la sopa se
enfría!
Yo estaba soñando…
Y hay en todas las conciencias este cartel
amarillo:
“En este país está prohibido soñar”.
Los hombros soportan el mundo
Llega un tiempo en que no se dice más:
Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano mujeres llaman a tu puerta,
no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
Pero en la sombra tus ojos resplandecen
enormes.
Eres todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa que venga la vejez,
¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pasa más que la mano de una criatura.
Las guerras, las hambres, las discusiones
dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y que no todos se liberaron aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se gana con
morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.
(Los primeros dos poemas, así como el que se publica en la página siguiente a esta información, fueron tomados de “Visión de la poesía brasileña”, edición bilingüe a cargo de Thiago de Mello, con traducción de Adán Méndez, edición de la embajada de Brasil en Chile y de la Red Internacional del Libro, Santiago de Chile, 1996. Los restantes fueron tomados de “Poesía Latinoamericana Contemporánea”, que agrupó los fascículos de la colección “Los grandes poetas”, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988. El fascículo dedicado a Drummond de Andrade llevó por título “Mundo grande y otros poemas”, con traducción, selección y prólogo de Rodolfo Alonso, e ilustraciones de Alberto Cedrón. Carlos Drummond de Andrade nació en Itabira do Mato Dentro, Estado de Minas Gerais, Brasil, en 1902. Murió en Río de Janeiro, en 1987. También escribió narrativa y literatura para niñas y niños. Thiago de Mello dice en la reseña biográfica que Drummond de Andrade perteneció en principio al “grupo mineiro” del Modernismo, que en 1925 lanzó “La Revista”. Participó de otras publicaciones y en 1930 publicó “Alguna poesía”, que reúne textos de tendencias diversas. Agrega que luego, “Pantano de almas”, publicado en 1934, contiene una poesía que expresa una “reflexión amarga” sobre el “sentido absurdo” de la existencia. La Segunda Guerra impacta fuertemente en su visión del mundo, lo que se refleja en “Sentimiento del mundo”, de 1940. Siguieron obras como “La rosa del pueblo”, “Poemas nuevos”, “Claro enigma”, “Hacendado del aire” y “La vida pasada en limpio”. Thiago de Mello afirma que la de este poeta constituye una presencia notable en la literatura brasileña y que fue “aclamado por los más importantes poetas brasileños del siglo XX”).
Búsqueda de la poesía
No hagas versos sobre acontecimientos.
No existe creación ni muerte mediante la poesía.
Ante ella, la vida es sol estático,
no calienta ni ilumina.
Las simpatías, los aniversarios, los incidentes personales
no cuentan
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan contrario
a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta en la oscuridad,
de dolor o de goce,
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se aprovechan del equívoco y pretenden llegar muy lejos.
Lo que piensas, lo que sientes, eso todavía no es poesía.
No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni los secretos caseros.
No es una música oída al pasar: el rumor del mar
en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza
no significan nada.
La poesía (no saques poesía de las cosas)
suprime sujeto y objeto.
No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo mintiendo.
No te odies.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
tus mazurcas y supersticiones, tus esqueletos de familia
desaparecen en la curva del tiempo, son algo inservible.
No recompongas
tu infancia sepultada y melancólica,
no osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Si se disipó, no era poesía.
Si se quebró, cristal no era.
Penetra sordamente el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, pero no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia si son oscuros. Calma si te provocan,
Espera que cada uno se realice y se consume
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a que se desprenda del limbo.
No recojas del suelo al poema perdido.
No adules al poema. Acéptalo
como el aceptará su forma definitiva y concentrada
en el espacio.
Acércate más y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil caras secretas bajo una cara neutra
y te pregunta, sin interesarse en la respuesta,
pobre o terrible, que le dieres:
Trajiste la llave?
Fíjate:
vacía de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras,
húmedas todavía, impregnadas de sueño,
ruedan en un río difícil y se convierten en desprecio.
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