Rafael Cadenas (Barquisimeto, Lara, 8 de abril de 1930) es un poeta, ensayista y profesor universitario venezolano. Formó parte del grupo «Tabla Redonda» de Latinoamérica a comienzos de la década de los sesenta. En 1985 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara, México, entre muchos otros, Cadenas también fue galardonado en 2018 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Cadenas se lanzó a la creación poética a temprana edad, sus obras han sido aplaudidas por la crítica y valoradas como claves si se desea un análisis profundo de la realidad a través de la lírica; suele vincularse su estilo con el pensamiento filosófico y se lo compara con autores como Hölderlin, Rilke y Gorostiza. Al acercarse a su voz, el lector puede encontrarse con un universo mágico, lleno de matices y capaz de transportarle a otro espacio, para reflexionar sobre las cosas más relevantes de la vida.
Su poema «Derrota» fue fundamental en la poesía venezolana de los años 60. Entre sus obras más destacadas se encuentran Amante (1983), Realidad y literatura (1979) y El taller de al lado (2005), en donde se encuentran también «Inquisidores», «Dificultad» y «Nuevo mundo».
Biografía
Nacido en Lara, publicó su primer poemario en una imprenta local de Barquisimeto, con prólogo de Salvador Garmendia. Desde temprana edad combinó la pasión por la literatura con la militancia política en el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Durante esos años forma parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jacobo Borges, entre otros. Contrajo matrimonio con Milena González Carvallo, de quien enviudó en 2017. Es profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
Dotado de una refinada sensibilidad para la experiencia poética, este singular poeta venezolano se caracteriza por crear una obra densa y estrechamente vinculada al pensamiento filosófico. Siguiendo la tradición de Hölderlin, Rilke y José Gorostiza, su poesía parece fusionar los derroteros de la actitud reflexiva con la inspiración pura.
Su poema más famoso «Derrota» ha trascendido como la marca poética de la generación de los años sesenta. Su obra más celebrada es el poemario Amante, en el que expresa toda su fina sensibilidad. Publicó su primer poema en su natal Barquisimeto, Cadenas reside actualmente en la ciudad de Caracas en Venezuela.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Cadenas )
*
Un poema de Rafael Cadenas, de su obra Una isla, 1958
SI EL POEMA NO NACE...
Si el poema no nace, pero es real tu vida,
....eres su encarnación.
Habitas
....en su sombra inconquistable.
Te acompaña
....diamante incumplido.
Tres poemas de Rafael Cadenas, de su obra Los cuadernos del destierro, 1960:
YO PERTENECÍA A UN PUEBLO
DE GRANDES COMEDORES DE SERPIENTES
....Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor.
....Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben -o lo suponen- quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas, en sus trajes, en sus vocablos. De ella me viene el gusto por las alcobas sombrías, las puertas a medio cerrar, los muebles primorosamente labrados, los sótanos guarnecidos, las cuevas fatigantes, los naipes donde el rostro de un rey como en exilio se fastidia.
....Mis antepasados no habían danzado jamás a la luz de la luna, eran incapaces de leer las señales de las aves en el cielo como oscuros mandamientos de exterminio, desconocían el valor de los eximios fastos terrenales, eran inermes ante las maldiciones e ineptos para comprender las magnas ceremonias que las crónicas de mi pueblo registran con minucia, en rudo pero vigoroso estilo.
....¡Ah! Yo descendía de bárbaros que habían robado de naciones adyacentes cierto pulimento de modos, pero mi suerte estaba decidida por sacerdotes semisalvajes que pronosticaban, ataviados de túnicas bermejas, desde unas rocas asombradas por gigantes palmeras.
....Pero ellos -mis antepasados- si estaban aherrojados por rigideces inmemoriales en punto a espíritu, eran elásticos, raudos y seguros de cuerpo.
....Yo no heredé sus virtudes.
....Soy desmañado, camino lentamente y balanceándome por los hombros y adelantando, no torpe, mas sí con moroso movimiento un pie, después otro; la silenciosa locura me guarda de la molicie manteniéndome alerta como el soldado fiel a quien encomiendan la custodia de su destacamento, y como un matiz, sobrevivo en la indecisión.
....Sin embargo, creía estar signado para altas empresas que con el tiempo me derribarían.
PERO EL TIEMPOO ME HABÍA EMPOBRECIDO
....Pero el tiempo me había empobrecido.
....Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo.
....De tanto dormir con la muerte sentía mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto, me guardaba de la transitoriedad ínsita a mis actos.
....Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes habían auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Sólo yo conocía mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda.
....Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
....Yo nunca estuve seguro de mi cuerpo.
....Yo jamás pude precisar si tenía una historia.
....Yo ignoraba todo lo concerniente a mí ya mis ancestros.
....Yo nunca creí que mis ojos, orejas, boca, piel, nariz, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían enteramente.
....Yo apenas sospechaba que había tierra, luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera más o menos presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
....Mi mal era irrescatable.
....Me sentía solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
....Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perdí mi serenidad.
....Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
....En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al movimiento.
....Habitaba un lugar indeciso.
....Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
....Un dios cobarde usurpaba mis aras.
....Él había degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos de mi destierro.
....El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción.
....El odio, como a mis mayores, me fortalecía.
....Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la ficción.
SOLO TÚ MISMA EN EL ACTO
....Sól0 tú misma en el acto. Extendida, carnosa, húmeda. Un temblor sin lapso. Sin equívoco. ....Torbellino en torno de la flor de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima
de tus piernas como un grito nocturno. Flor que se liba. Sombra de flor. En la sinfonía ciega de las corrientes lozana forma de mis manos sin ojos.
....Cuerno remoto de los rendimientos.
....Llego navegando ondulaciones desesperadas. Soy dichoso. ¡Oh, lineal! ¿Cuál es el color de esta fruición desencadenada, cómo llamarla, qué dios nos ha entregado esta conjunción? Me iré, Venus, me iré, pero antes quiero apurar la copa. Ahogar los límites mollares, sofocar los cerrojos albeantes, vencer la sombra leda de la desnudez, sacrificar el sonrojo numerado.
....No me marcharé hasta que esta vegetal confusión de ondas no se haya cumplido. En tanto mi animal lamedor no esté sosegado.
....Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sobresale de tu cuerpo como mil vocecillas frutales, el letífico efugio de cedral, el muelle calor, el ansioso tremar. Toda tú adunada por mareas geométricas a mi piel. Toda presión, jadeo, huida, retorno, blancor, demencia. Nadadora. Extensión que amamanta mi vicio. Sombra del láudano bajo mi pesado tiempo.
....No partiré sin llevar una hora feliz en la corola mate, giradora, vencida angustiosa y celante de los ojos que como al sol te reciben.
Tres poemas de Rafael Cadenas, de su obra Falsas Maniobras, 1966:
HACE ALGÚN TIEMPO SOLÍA DIVIDIRME
....Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorbara a la otra, santo, viajero, equilibrista.
....Para complacer a los otros y a mí, he conservado una imagen doble. He estado aquí y en otros lugares. He criado espectros enfermizos.
....Cada vez que tenía un momento de reposo, me asaltaban las imágenes de mis transformaciones, llevándome al aislamiento. La multiplicidad se lanzaba contra mí. Yo la conjuraba.
....Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.
....Ocurría al final que las cosas no eran lo que yo había creído.
....Sobre todo, me ha faltado entre los fantasmas aquel que camina sin yo verlo.
....Tal vez el secreto de lo apacible esté allí, entre líneas, como un resplandor innominado, y mi soberbia injustificada ceda el paso a una gran paz, una alegría sobria, una rectitud inmediata.
....Hasta entonces.
COMBATE
....Estoy frente a mi adversario.
....Lo miro, cuento la distancia entre él y yo, doy un salto.
....Con mi mano abierta a modo de sable lo cruzo, lo corto, lo derribo, rápidamente. Veo su traje en el suelo, las manchas de sangre, la huella de las caídas; él no está en ninguna parte y yo me desespero.
RUTINA
Me fustigo.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación. Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente, me borro de un plumazo y vuelvo a montar el carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo, eso es fácil, sino de devolverle a alguien las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.
Dos poemas de Rafael Cadenas, de su obra Intemperie, 1977:
¿CÓMO PUDO...
¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?
ARS POÉTICA
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú, que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
Un poema de Rafael Cadenas, de su obra Memorial, 1977:
EL ENEMIGO
De pronto aparece en la puerta, como tallado, el acreedor.
Viene en busca de su salario. Tiende su mano izquierda desde
la entrada, inmóvil. Los dos nos miramos sin comprender.
Se insinúa con sigilo o irrumpe sin avisar.
Reconozco que estoy condenado a hacerle el juego. Si ambos
fuésemos reales no nos desgastaríamos en esta persecución,
pero nuestra servidumbre es la misma: somos personajes. Nos
acompaña el miedo.
Mi costumbre es tomar su bando. Le permito que hable por mí.
Me convierte en plato de su odio.
Soy su aliado.
Sí, me usa, me usa para sus fines, que también se vuelven
contra él. La fuente que lo envenena rebosa con jirones míos,
suyos. Nos confundimos, nos entretejemos, nos intrincamos, sin
querer. Hasta nos perdemos de vista, y ya no sabemos quién
es el que persigue.
Tengo que contrarrestar, con otra voz, sus cargos, pero
casi siempre estoy de su parte.
¿Cuándo tuvo lugar este desplazamiento? Son pocos los días
en que el enemigo no ha contado con mi apoyo. Nunca en
realidad he sido contrapeso para sus demandas. Me consta, me
consta en mi carne. Siempre firmé sus acusaciones, sus ataques
sorpresivos, sus listas de agravios.
Siempre contó con el respaldo que yo necesitaba para mi tarea.
Sí, siempre a mi acusador lo encontré más eficaz, y a su
casuística atroz sólo podía oponerle unos ojos inmóviles.
Cinco poemas de Rafael Cadenas, de su obra Amante, 1983:
ELUDÍAS...
Eludías
el encuentro
con el tú
magnífico,
el que te toma
y te anula como tempestad
y de ti arranca al que busca.
LLEGAS...
Llegas
no a modo de visitación
ni a modo de promesa
ni a modo de fábula
sino
como firme corporeidad, como ardimiento, como inmediatez.
ÉL ABRE LOS OJOS...
Él abre los ojos,
siente,
se abandona.
Sabe ya que nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío.
MISIÓN
Misión
.............del amante:
arder
fuera del camino.
DESTRUYE
Destruye
la retórica del amante
y hazlo venir a pie, desnudo, sin arrimo,
a tu recio descampado.
Que pruebe a sostenerse ahí,
que sienta tu frío,
que vele.
Cuatro poemas de Rafael Cadenas, de su obra Gestiones, 1992:
ALMUERZO
El restorán bulle.
Mientras comemos
recordamos
aquella intervención divina.
Dos dioses y una diosa
se requirieron
para aplacar las Erinias.
Los invocó
en ademán suplicante.
Intercedieron
cuando el perseguido
dejó de huir.
Tres divinidades.
Sin decirlo
pienso:
tal vez nosotros
no necesitemos tanto.
CONJUNTO RESIDENCIAL
Aquí se vuelve a oír el viento.
Pasa entre los edificios, mece
los pinos, hiela el autocine.
Morador de ninguna parte,
no puedo decirte: Oye, oye,
Sé mi espíritu.
Sólo hay una espera
en la noche,
pero nadie tiene el ímpetu para hablarte
como en los tiempos del entusiasmo.
Eres lo que eres, una voz solitaria
que resuena en los aledaños de las ciudades.
Las palabras que te dirigían también pasaron
como las alucinantes hojas.
Éste es otro mundo, no hay dirección.
El viento, cuando azota,
golpea en el caos.
AL LECTOR
Los que hacen las reglas
no quieren que hablemos
nosotros
sino
las palabras.
Desean
hacernos desaparecer
de la página;
pero no nos resignamos.
Somos viejos actores.
¿QUIÉN DEJA DE OPONERSE?
¿Quién deja de oponerse?
¿Quién se sale del juego?
¿Quién se vive en el vacío?
¿Quién hace del desabrigo refugio?
¿Quién se disuelve en el percibir?
¿Quién se expone sin arrimo al descampado?
¿Quién abandona el trajín por la hora solitaria?
¿Quién puede comer con tenedores de absoluta piedad?
¿Quién accede a trocar su día por un rostro que no ha de ver?
RAFAEL CADENAS, Antología, Visor, 2000
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