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José Viñals (Corralito, Argentina, 23 de julio de 1930 — Málaga, España, 27 de noviembre de 2009), fue un escritor hispano-argentino que cultivó varios géneros: poesía, ensayo, cuento, novela y teatro.
Era hijo de emigrantes españoles: su padre, José Viñals, era natural de Barcelona, mientras que su madre, Laureana Correas, era oriunda de Losar de la Vera. Siendo joven formó pareja con la artista del tapiz Martha Beatriz Guzmán, con la que contrajo matrimonio y a la que dedicó gran parte de su obra poética.
Su carrera comenzó en la década de 1950, trasladándose a Buenos Aires y destacando en el mundo de la fotografía, el cine y el arte. Fue su primera obra poética, Entrevista con el pájaro (1969), la que le otorgó notoriedad entre la pos-vanguardia lírica de Latinoamérica.
Residió en Bogotá durante dos años (1970-1972), etapa durante la cual escribió varios poemarios (Jaula para Juan y 72 Lecciones de Ignorancia), para regresar de nuevo a Argentina. Se estableció en España a partir de 1979, residiendo en varias ciudades como Madrid, Jaén, Torredonjimeno y Málaga, localidad donde falleció finalmente en 2009.
En el año 2000 recibió el Premio Nacional de Poesía de Villafranca del Bierzo y el Premio de poesía Jaime Gil de Biedma, de carácter internacional.
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de José Viñals:
De Aduana, 1999:
VISITANTE
Veo a los hombres que fuman y beben; alguno tiene sombrero, otros gorras o boinas negras. Veo a las mujeres con collares de baratijas y cuellos de falsos zorros, y las bocas con la pintura corrida y ojeras hondas bajo la luz cenital de la taberna.
Veo el labriego solitario de ojos viejos y dorados. Veo a su perro dormido bajo la mesa. Veo al mesonero gordo con mandil a rayas azules y verdes. Veo a la coqueta del barrio desplegando sus estrategias ante un extranjero escuálido de uñas corvas y nuez prominente. En un cartel raído veo un toro.
Me veo a mí mismo casi llorando por mi madre muerta hace tres horas; llevo palillos de dientes en el bolsillo pequeño de mi chaqueta de pana; tengo una mancha en la solapa. He visto al dios del catecismo comiendo setas a la plancha. Y, de golpe, he descendido a los infiernos y he montado una juerga con rameras, sacerdotisas y contrabandistas.
He jugueteado con el dedo en la cerveza derramada; he descubierto un ratoncillo andando por las vigas, y me has besado con toda la elocuencia de tu boca de mujer olvidada y lejanísima.
No soy digno de ti; indigno soy de tus labios de frescor ambiguo; indigno soy de tu cuerpo absoluto, indigno de tus vocales leves y tus incandescentes consonantes, indigno de tus blandas caricias.
Pero es de noche y aunque es muy cierto que soy de raza indigna, igual saldré de esta taberna cogido a tu cintura pues es honor muy alto que la Señora Muerte nos visite y tenga tu sonrisa y tu mirada.
CONTENIDO DEL COFRE
Como cofre de taracea genuino de ébano y nácar, he aquí el poema, silencioso y perfecto, afable y bruñido.
Y aquí la llavecilla del cofre con forma de escorpión, labrado en oro a la manera de Cellini.
Ábrelo, huele a sándalo que es olor apropiado. Ábrelo de mañana, no bien el sol entibie las yemas del almendro. O bien de noche entrada, cuando el sereno elabore el rocío.
Que nada enturbie tu ojo ni perturbe tu oído. Vas a abrir un misterio, vas a probar la gota de acíbar del mundo, sentirás en tus deseos las hebras de la música, penetrarán tu carne supremos sentimientos, una luz suave llegará hasta tu alma.
O bien el cofre es falso o es cofre de tahúres, o tu alma es de azogue sin trabajar, espejo deformante o agua estancada donde se asfixia el liquen, que no refleja cielo, ni color ni sonrisa.
De "Mi ritrovai per una selva oscura", 2003:
X EL DEMONIO Y SU ARGUCIA
El demonio y su argucia no entran en mis planes. Yo no veo ni huelo sus regueros de azufre. Sólo veo un sol tibio a través de las hojas del sicomoro centenario. Y veo en la horqueta del castaño la cacatúa blanca de Montale. Y el tigre de Lugones restregando su lomo contra la encina abstracta.
Digo que veo pero no tengo ojos para ver. Una película de azogue empaña el ya raído cristal de la mirada. Palpo las ceremonias ondulatorias del mundo en movimiento. Me bamboleo en las cuerdas de tu hamaca de viento, hembra veloz e incorruptible.
Caeré de bruces, ya se sabe, de bruces amarillas. Masticaré los restos sagrados de la noche, el huesecillo del ángel de delgada estatura, la papilla de trigo candeal de tu sonrisa. La jauría de perros invernales devorará mi sombra.
Lo que quede de mí en el reguero de palomas. Lo que quede de mí, mi última sombra, en el refugio de la axila. Lo que quede de mí tras tu zapato, mujer colérica o demonio de boca delicada. Y no entras en mis planes, sacerdotisa del acabamiento.
XXVII CUANDO ACABE LA LUZ
Cuando acabe la luz.
Cuando acabe el sonido.
Cuando el olor acabe.
Cuando acabe el sabor de los frutos perfectos.
Cuando no sienta la tersura delicada de tu piel de delicia.
Cuando la noche y el alba misma, la tarde y la mañana se hayan cerrado como cajas de amianto.
Cuando el mundo se llene de inaudibles mugidos.
Cuando se calle el ruiseñor y se calle la alondra.
Cuando la pluma fuente no rasguñe el papel.
Cuando lamente el Dios no tener nombre.
Cuando el Libro del Hombre arda en la hoguera.
Cuando el perro esté solo.
Cuando caiga la piedra con inscripciones.
Cuando se palpe la ceniza.
Cuando haya un cofre de madera que nadie quiera abrir.
Cuando lloréis en vuestro cuarto.
Cuando el insomnio llegue y la cruenta vigilia.
Cuando retorne el sueño y regresen los sueños.
Cuando el brote de lirio se anticipe a la brisa.
Cuando florezca la caléndula.
Cuando comáis del fruto de la higuera.
Cuando se dore el pan y su sagrado olor se cuele en vuestros huesos.
Cuando corran nuevamente los ríos del asombro.
Cuando el sol se deslice por tu cuerpo absoluto.
Cuando se escuche en el silencio el rumor de la noche.
Cuando el amor y sus renuevos.
Cuando la paz del alma.
Cuando el olvido.
Cuando el vino.
Cuando olvide el olvido.
De Que es de Salomón, 2004:
BÉSEME, ATRÁPEME LA SANGRE
Canción de canciones, que es de Salomón.
¡Oh, si me besara con ósculos de su boca!
Porque mejores son sus amores que el vino.
Béseme, atrápeme la sangre, rómpame el sentido. Quiébrense los árboles y la sombra de las yeguas en la lejanía. Ocúltense los ríos, avívense las ardientes luminarias. Caigan los astros en el pozo de las maravillas... Que ella me ame entre los cedros, en la cabaña de los pastores de la alta montaña, en el silencio de las turbinas de la catedral del agua. Que me ame de amor, del pesar de los años, de la ancianidad taciturna. Béseme en el perfil de las iglesias decaídas, en las sinagogas cenicientas. Béseme en los alrededores vacíos de la muerte. Oh, hermana.
Béseme en las guerras, en el espanto, en los tugurios de la sangre pervertida, en el racimo de las mandrágoras, en las puertas del cementerio de Casabermeja, en la corola de las corolas, la sencilla, la amanecida en este día de lágrimas.
Y que yo la bese con dientes amarillos, con arrugas en el entrecejo, con la senectud blanda de las gónadas, con el pelo raído, con el antiguo esplendor de los ojos. Que son turbios, que poco esperan ya, excepto el estupor rojo del orgasmo, el limpio, el retraído, el inminente.
Y que yo la bese tenue, viejecita, oculta fuente de la vida.
SE ABRE EL AIRE Y DA PASO AL AROMA
Tus dos pechos, como dos cabritos
mellizos de gama, que son apacentados
entre azucenas.
Se abre el aire y da paso al aroma. En los labios del día hay una mueca de delicia. Los furtivos caminan cabizbajos con sus flacos lebreles. En la montaña el gato montés y la garduña están ambos
en celo y lanzan sus urgentes maullidos. Te bañas en el río y tus dos pechos brillan como peces de escamas rubias y tornasoladas.
Te miro, mejor decir te observo y se me enturbia el pensamiento, mujer amada y deleitosa, maternal y luciente. En el agua se mece y se dilata y gira la redondez rotunda de tu culo. Y tu risa es de breva que ha rajado el verano y respetado el pico de los pájaros.
A deidad de los sexos te comparo, a fruto terrenal,a estatuilla de barro sin cocer de Maillol te comparo.
Como dos cabritos mellizos de gama, como magnolias lentas, así tus pechos de pico de paloma, así tus dos panales obedientes, así tu ser y tu opulencia, sacerdotisa de las mieses, diosa de los retablos.
Que mis ojos te absorban, que te incrustes como una gema en la palabra, que quepas en la hondura de mi pecho, que abras los manantiales de la idea, que me talles el alma con el cincel de tu correspondencia con la vida.
Desde la gloria de tu piel y tu planta, hazme que cante en ti y contigo, ahora que se inclina, como una rama del granado cargada de dulzuras, la hora breve y cuajada de la tarde, en donde, como música inmóvil, con suavidades palpo la luz de tu silencio.
FUERTE COMO LA MUERTE
Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo:
porque fuerte es como la muerte el amor;
duro como el sepulcro el celo: sus brasas,
brasas de fuego, fuerte llama.
Fuerte como la muerte.
Como el silencio de la muerte.
Como la muerte obscena.
Como las devoraciones de la muerte.
Como la muerte y sus lujurias rojas.
Como la muerte.
Como el sepulcro.
Duro como el sepulcro el celo.
Como la vida en sus sagradas plenitudes.
Como la alondra y su canto.
Como el canto infinito de la alondra celeste.
Como el balido de la oveja en el momento de parir.
Como la vid y el hormiguero.
Como el capricho y la velocidad de la sombra.
Como tú, esposa, hermana, amiga.
Como el caracolillo y la víbora negra.
Como el aljibe y el agua de las lluvias anuales.
Ponme como un sello.
como una marca sobre tu brazo.
Porque fuerte es como la muerte.
Porque es brasa, porque es llama
viva de amor y llama de amor viva.
Porque resbala por la piel
o se incrusta en el pecho.
Porque conmueve a los animales
y mueve las simientes doradas del cosmos.
Porque es limpio y osado.
Porque no tiene límites.
Porque cala los huesos.
Porque se adueña del vino y de la carne.
Porque es astilla de la furia del fuego.
Porque es fuego y es llama
y es brasa sin ceniza.
Porque no tiene nombre,
y el nombre amor no alcanza
a describir su maravilla.
Porque provoca el insomnio en los pájaros.
Porque desvela a las serpientes.
Porque el tigre no mata
y los dos jabalíes se acarician.
Porque tú lo has querido.
Porque yo lo he robado.
José Viñals (Corralito, Argentina, 23 de julio de 1930 — Málaga, España, 27 de noviembre de 2009), fue un escritor hispano-argentino que cultivó varios géneros: poesía, ensayo, cuento, novela y teatro.
Era hijo de emigrantes españoles: su padre, José Viñals, era natural de Barcelona, mientras que su madre, Laureana Correas, era oriunda de Losar de la Vera. Siendo joven formó pareja con la artista del tapiz Martha Beatriz Guzmán, con la que contrajo matrimonio y a la que dedicó gran parte de su obra poética.
Su carrera comenzó en la década de 1950, trasladándose a Buenos Aires y destacando en el mundo de la fotografía, el cine y el arte. Fue su primera obra poética, Entrevista con el pájaro (1969), la que le otorgó notoriedad entre la pos-vanguardia lírica de Latinoamérica.
Residió en Bogotá durante dos años (1970-1972), etapa durante la cual escribió varios poemarios (Jaula para Juan y 72 Lecciones de Ignorancia), para regresar de nuevo a Argentina. Se estableció en España a partir de 1979, residiendo en varias ciudades como Madrid, Jaén, Torredonjimeno y Málaga, localidad donde falleció finalmente en 2009.
En el año 2000 recibió el Premio Nacional de Poesía de Villafranca del Bierzo y el Premio de poesía Jaime Gil de Biedma, de carácter internacional.
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Algunos poemas de José Viñals:
De Aduana, 1999:
VISITANTE
Veo a los hombres que fuman y beben; alguno tiene sombrero, otros gorras o boinas negras. Veo a las mujeres con collares de baratijas y cuellos de falsos zorros, y las bocas con la pintura corrida y ojeras hondas bajo la luz cenital de la taberna.
Veo el labriego solitario de ojos viejos y dorados. Veo a su perro dormido bajo la mesa. Veo al mesonero gordo con mandil a rayas azules y verdes. Veo a la coqueta del barrio desplegando sus estrategias ante un extranjero escuálido de uñas corvas y nuez prominente. En un cartel raído veo un toro.
Me veo a mí mismo casi llorando por mi madre muerta hace tres horas; llevo palillos de dientes en el bolsillo pequeño de mi chaqueta de pana; tengo una mancha en la solapa. He visto al dios del catecismo comiendo setas a la plancha. Y, de golpe, he descendido a los infiernos y he montado una juerga con rameras, sacerdotisas y contrabandistas.
He jugueteado con el dedo en la cerveza derramada; he descubierto un ratoncillo andando por las vigas, y me has besado con toda la elocuencia de tu boca de mujer olvidada y lejanísima.
No soy digno de ti; indigno soy de tus labios de frescor ambiguo; indigno soy de tu cuerpo absoluto, indigno de tus vocales leves y tus incandescentes consonantes, indigno de tus blandas caricias.
Pero es de noche y aunque es muy cierto que soy de raza indigna, igual saldré de esta taberna cogido a tu cintura pues es honor muy alto que la Señora Muerte nos visite y tenga tu sonrisa y tu mirada.
CONTENIDO DEL COFRE
Como cofre de taracea genuino de ébano y nácar, he aquí el poema, silencioso y perfecto, afable y bruñido.
Y aquí la llavecilla del cofre con forma de escorpión, labrado en oro a la manera de Cellini.
Ábrelo, huele a sándalo que es olor apropiado. Ábrelo de mañana, no bien el sol entibie las yemas del almendro. O bien de noche entrada, cuando el sereno elabore el rocío.
Que nada enturbie tu ojo ni perturbe tu oído. Vas a abrir un misterio, vas a probar la gota de acíbar del mundo, sentirás en tus deseos las hebras de la música, penetrarán tu carne supremos sentimientos, una luz suave llegará hasta tu alma.
O bien el cofre es falso o es cofre de tahúres, o tu alma es de azogue sin trabajar, espejo deformante o agua estancada donde se asfixia el liquen, que no refleja cielo, ni color ni sonrisa.
De "Mi ritrovai per una selva oscura", 2003:
X EL DEMONIO Y SU ARGUCIA
El demonio y su argucia no entran en mis planes. Yo no veo ni huelo sus regueros de azufre. Sólo veo un sol tibio a través de las hojas del sicomoro centenario. Y veo en la horqueta del castaño la cacatúa blanca de Montale. Y el tigre de Lugones restregando su lomo contra la encina abstracta.
Digo que veo pero no tengo ojos para ver. Una película de azogue empaña el ya raído cristal de la mirada. Palpo las ceremonias ondulatorias del mundo en movimiento. Me bamboleo en las cuerdas de tu hamaca de viento, hembra veloz e incorruptible.
Caeré de bruces, ya se sabe, de bruces amarillas. Masticaré los restos sagrados de la noche, el huesecillo del ángel de delgada estatura, la papilla de trigo candeal de tu sonrisa. La jauría de perros invernales devorará mi sombra.
Lo que quede de mí en el reguero de palomas. Lo que quede de mí, mi última sombra, en el refugio de la axila. Lo que quede de mí tras tu zapato, mujer colérica o demonio de boca delicada. Y no entras en mis planes, sacerdotisa del acabamiento.
XXVII CUANDO ACABE LA LUZ
Cuando acabe la luz.
Cuando acabe el sonido.
Cuando el olor acabe.
Cuando acabe el sabor de los frutos perfectos.
Cuando no sienta la tersura delicada de tu piel de delicia.
Cuando la noche y el alba misma, la tarde y la mañana se hayan cerrado como cajas de amianto.
Cuando el mundo se llene de inaudibles mugidos.
Cuando se calle el ruiseñor y se calle la alondra.
Cuando la pluma fuente no rasguñe el papel.
Cuando lamente el Dios no tener nombre.
Cuando el Libro del Hombre arda en la hoguera.
Cuando el perro esté solo.
Cuando caiga la piedra con inscripciones.
Cuando se palpe la ceniza.
Cuando haya un cofre de madera que nadie quiera abrir.
Cuando lloréis en vuestro cuarto.
Cuando el insomnio llegue y la cruenta vigilia.
Cuando retorne el sueño y regresen los sueños.
Cuando el brote de lirio se anticipe a la brisa.
Cuando florezca la caléndula.
Cuando comáis del fruto de la higuera.
Cuando se dore el pan y su sagrado olor se cuele en vuestros huesos.
Cuando corran nuevamente los ríos del asombro.
Cuando el sol se deslice por tu cuerpo absoluto.
Cuando se escuche en el silencio el rumor de la noche.
Cuando el amor y sus renuevos.
Cuando la paz del alma.
Cuando el olvido.
Cuando el vino.
Cuando olvide el olvido.
De Que es de Salomón, 2004:
BÉSEME, ATRÁPEME LA SANGRE
Canción de canciones, que es de Salomón.
¡Oh, si me besara con ósculos de su boca!
Porque mejores son sus amores que el vino.
Béseme, atrápeme la sangre, rómpame el sentido. Quiébrense los árboles y la sombra de las yeguas en la lejanía. Ocúltense los ríos, avívense las ardientes luminarias. Caigan los astros en el pozo de las maravillas... Que ella me ame entre los cedros, en la cabaña de los pastores de la alta montaña, en el silencio de las turbinas de la catedral del agua. Que me ame de amor, del pesar de los años, de la ancianidad taciturna. Béseme en el perfil de las iglesias decaídas, en las sinagogas cenicientas. Béseme en los alrededores vacíos de la muerte. Oh, hermana.
Béseme en las guerras, en el espanto, en los tugurios de la sangre pervertida, en el racimo de las mandrágoras, en las puertas del cementerio de Casabermeja, en la corola de las corolas, la sencilla, la amanecida en este día de lágrimas.
Y que yo la bese con dientes amarillos, con arrugas en el entrecejo, con la senectud blanda de las gónadas, con el pelo raído, con el antiguo esplendor de los ojos. Que son turbios, que poco esperan ya, excepto el estupor rojo del orgasmo, el limpio, el retraído, el inminente.
Y que yo la bese tenue, viejecita, oculta fuente de la vida.
SE ABRE EL AIRE Y DA PASO AL AROMA
Tus dos pechos, como dos cabritos
mellizos de gama, que son apacentados
entre azucenas.
Se abre el aire y da paso al aroma. En los labios del día hay una mueca de delicia. Los furtivos caminan cabizbajos con sus flacos lebreles. En la montaña el gato montés y la garduña están ambos
en celo y lanzan sus urgentes maullidos. Te bañas en el río y tus dos pechos brillan como peces de escamas rubias y tornasoladas.
Te miro, mejor decir te observo y se me enturbia el pensamiento, mujer amada y deleitosa, maternal y luciente. En el agua se mece y se dilata y gira la redondez rotunda de tu culo. Y tu risa es de breva que ha rajado el verano y respetado el pico de los pájaros.
A deidad de los sexos te comparo, a fruto terrenal,a estatuilla de barro sin cocer de Maillol te comparo.
Como dos cabritos mellizos de gama, como magnolias lentas, así tus pechos de pico de paloma, así tus dos panales obedientes, así tu ser y tu opulencia, sacerdotisa de las mieses, diosa de los retablos.
Que mis ojos te absorban, que te incrustes como una gema en la palabra, que quepas en la hondura de mi pecho, que abras los manantiales de la idea, que me talles el alma con el cincel de tu correspondencia con la vida.
Desde la gloria de tu piel y tu planta, hazme que cante en ti y contigo, ahora que se inclina, como una rama del granado cargada de dulzuras, la hora breve y cuajada de la tarde, en donde, como música inmóvil, con suavidades palpo la luz de tu silencio.
FUERTE COMO LA MUERTE
Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo:
porque fuerte es como la muerte el amor;
duro como el sepulcro el celo: sus brasas,
brasas de fuego, fuerte llama.
Fuerte como la muerte.
Como el silencio de la muerte.
Como la muerte obscena.
Como las devoraciones de la muerte.
Como la muerte y sus lujurias rojas.
Como la muerte.
Como el sepulcro.
Duro como el sepulcro el celo.
Como la vida en sus sagradas plenitudes.
Como la alondra y su canto.
Como el canto infinito de la alondra celeste.
Como el balido de la oveja en el momento de parir.
Como la vid y el hormiguero.
Como el capricho y la velocidad de la sombra.
Como tú, esposa, hermana, amiga.
Como el caracolillo y la víbora negra.
Como el aljibe y el agua de las lluvias anuales.
Ponme como un sello.
como una marca sobre tu brazo.
Porque fuerte es como la muerte.
Porque es brasa, porque es llama
viva de amor y llama de amor viva.
Porque resbala por la piel
o se incrusta en el pecho.
Porque conmueve a los animales
y mueve las simientes doradas del cosmos.
Porque es limpio y osado.
Porque no tiene límites.
Porque cala los huesos.
Porque se adueña del vino y de la carne.
Porque es astilla de la furia del fuego.
Porque es fuego y es llama
y es brasa sin ceniza.
Porque no tiene nombre,
y el nombre amor no alcanza
a describir su maravilla.
Porque provoca el insomnio en los pájaros.
Porque desvela a las serpientes.
Porque el tigre no mata
y los dos jabalíes se acarician.
Porque tú lo has querido.
Porque yo lo he robado.
Última edición por Pedro Casas Serra el Mar 06 Dic 2022, 10:16, editado 1 vez
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