.
Entrevista a Jordi Virallonga, por David Castillo : “Quien lee buena poesía raramente se sentirá solo”
Jordi Virallonga (Barcelona, 1955) ha sido uno de los críticos y poetas fundamentales del cambio de siglo en nuestro país. Empezó a publicar poesía en 1980, y en el último tramo de su trayectoria empezó a hacerlo en catalán con títulos como Amor de fet, que obtuvo el premio Màrius Torres y fue prologado por Francesc Parcerisas, y Animalons, una divertidísima incursión en la poesía infantil. Antes había sido responsable de la antología generacional de la poesía catalana Sol de sal, además de las traducciones de la obra completa de Salvat-Papasseit. También de libros de Verdaguer, Torres, Rodoreda y Sampere hasta llegar a Ada Castells entre otros muchos. Conversamos con él a propósito de Palabras para la resistencia (Ed. Libros), una reflexión en voz alta sobre los motivos de la poesía, escrita con José Antonio Jiménez.
David Castillo: Después de tener una extensa obra en castellano, se incorporó a la poesía catalana con sus últimos libros, Amor de fet y Animalons, una incursión en la poesía para niños. ¿Se puede considerar un cambio de lengua? ¿Por qué se decidió?
Jordi Virallonga: Yo no creo que haya decidido nada ni que haya cambiado de casa. Todo ha surgido de una manera natural, congénita. He añadido dos libros escritos en catalán a mi currículum. Como lengua de creación hacía décadas que utilizaba el catalán en artículos, reseñas, traducciones, pero también escribía poemas, que nunca publiqué porque trataban sobre experiencias circunstanciales o terapéuticas y porque no tenían ningún hilo unitario. En cambio ni Animalons ni Amor de fet podía escribirlos en castellano, y los dos surgieron de un aborigen que siempre ha vivido dentro de mí. De lo que sí soy consciente es de que, en el aspecto filológico y desde fuera, se ve como otra guerra. Es un hecho, y por tanto no puedo tener nada que objetar porque pertenece a otros negociados, los de la ciencia o el mercado, por ejemplo.
D.C.: ¿Continuará publicando en catalán o fue por un motivo concreto?
J.V.: Continúo escribiendo también en catalán. Hace unos meses que he terminado otro libro de poemas. Espero que se publique pronto.
D.C.: De hecho usted ha sido traductor de infinidad de poetas y narradores catalanes al castellano y de otras lenguas románicas al catalán, además de antólogo y crítico de la poesía catalana. Nos gustaría saber su opinión sobre la literatura actual…
J.V.: Sobre la literatura actual sé muy poco. Me dediqué con ganas hasta que publiqué Sol de sal, y de oficio hasta que el Aula de Poesía de Barcelona cerró después de casi treinta años de servicio. A partir de entonces tiendo a frecuentar los clásicos que todavía no he leído y también a mis contemporáneos, bastantes de los cuales son, además, amigos y amigas. Lo digo sin orgullo ni pesar, y me explico: cuando era joven pensaba que el mundo y la edad irían cogidos de la mano hasta que me muriera, pero no es así. Llega un momento en que el mundo se queda atrás o tira hacia un lado o te adelanta. La vida no se aviene con tu edad y experiencias, los acuerdos no armonizan con la melodía y todo empieza a desafinar si no frenas.
Por otro lado creo que está bien, porque todo esto supongo que ayuda a ir saliendo del campo satisfecho habiendo perdido por culpa de un penalti injusto.
D.C.: Está bastante informado, usted.
J.V.: Pues sí, conozco bastante bien la obra de una veintena de escritores entre los treinta y los cincuenta años que me interesan, y en algunos casos encuentro que escriben de una manera insólita y sorprendente. También más jóvenes, que leo generalmente por consejo de amigos poetas con los cuales trato a menudo.
D.C.: También por lo que significa para la comprensión personal el ejercicio de la traducción…
J.V.: En el campo de la traducción es evidente que asistimos a un avance cualitativo notable. Actualmente el dominio de las lenguas de partida de los traductores es menos enciclopédico y más vivo, o a mí me lo parece, y esto me ha revitalizado la lectura de obras que había enterrado hace décadas.
D.C.: ¿Qué diferencia hay?
J.V.: Por lo que a mí respeta, puedo decir que mucho antes de escribir traducía. Lo hacía sin esforzarme y sin tener ninguna ambición literaria. Traducir no solo me dio oficio, cultura y experiencia, sino también personalidad. De hecho, mis primeros poemas convivían, de una manera u otro, no tanto con las personas y lo que me rodeaba en casa o en la calle, sino con lo que leía.
D.C.: ¿Se puede vivir sin la poesía?
J.V.: Se ve que sí. Cohabitamos una época en la cual cada cual puede entender lo que quiera sobre cualquier cosa. Puede mirar al cielo y creerse astrofísico sin ningún problema, porque todo lo que pasa fuera de sus intereses personales no existe. Esta fatuidad narcisista no necesita la poesía para vivir, sino al contrario, porque la poesía derriba conciencia y pensamiento adocenados para reconstruir uno propio.
D.C.: ¿Qué le aporta?
J.V.: Leer poesía te permite comparar, y toda comparación te hace humilde y te ayuda a relativizar y a saber qué lugar ocupas en el mundo y entre la gente con quién convives, lo cual suele conducirte a ser más feliz. Además, quien lee buena poesía y buena literatura raramente se sentirá solo ni sentirá que no es nadie por sí mismo, que nada ha creado ni pensado, que es una replica sin ningún sentido que no necesita recorrer a la conciencia, sino que la norma y la ley lo ampara permanentemente.
D.C.: ¿Por qué?
J.V.: Volviendo a su pregunta anterior, el materialista no necesita la poesía para vivir, no conoce otro mundo que aquel que se explica racionalmente. Nunca vivirá el arrebato del amor, la lealtad del amigo, la vehemencia ante un cuadro, la Quinta sinfonía de Chaikovski, la conmoción después de la felicidad, la recompensa de irse sintiendo cada vez más libre, más osado, menos cobarde, más independiente, más liberado de remordimientos y de patrimonialismos heredados que tiene que conservar. Para el materialista la sensibilidad es sensiblería, no consigue placer sin sometimiento ni victoria sin dominio. La igualdad le es intolerable, no puede concebir la justicia si no lo beneficia, humilla a aquellos que dependen de él, pero siempre debe vasallaje a quien lo alimenta.
D.C.: ¿Conclusión?
J.V.: Todo ocurrió de una manera natural, como le he explicado. Quiero decir que nunca tomé la decisión de empezar a escribir poesía como quien decide que quiere aprender chino. Aun así, con el tiempo me he dado cuenta que quizás lo que yo quería era derribar la identidad misógina, católica, racista, hispanopatriótica y militar que me habían clavado a traición y que me hacía bastante desgraciado, para construirme otra con la cual me sintiera sobre todo libre de remordimientos, responsable y comprometido. Desde entonces empecé a escribir una poesía moral, pero no moralista, porque nunca he tenido verdades ni las predico, pero tampoco escribo de espaldas a la aventura del ser humano. Pasar esta crisis de identidad fue largo y doloroso, a algunos compañeros y compañeras que emprendieron el mismo camino les costó literalmente la vida, y estoy seguro que sin la poesía, la que leía y la que escribía, no lo habría conseguido
D.C.: Ha sido, hasta su jubilación, profesor de la Universidad de Barcelona. ¿Cuáles son los retos de las humanidades en una sociedad tanto marcada por el utilitarismo y la burocracia?
J.V.: De nada nos sirven hombres y mujeres con tres másteres, políglotas, que no se pasan los semáforos en rojo y reciclan la basura si después comprenden, aceptan, practican o encubren la usura, la estafa o la muerte. Quién prefiere seguir la norma a la conciencia, quien se beneficia del dolor de los otros, puede ser un ciudadano ejemplar pero también un individuo miserable. Y esto sirve para todo el mundo, no es una cuestión de clase. Una sociedad frenéticamente consumista acaba devorándolo todo: ideas, sentimientos, familia, amigos y el planeta, que es lo que parece que ya no tiene solución posible, y por lo que ya están buscando otro para poder seguir explotando. El respeto, la ética, los absolutos morales que habían fundamentado la política social han desaparecido, y la persona no tiene ningún control personal, crítico ni sensible sobre ella misma.
D.C.: ¿Nos lo puede concretar?
J.V.: Los medios de comunicación de masas, el entorno arribista que invita a conseguir fama, dominio, dinero y la política que impone el actual sistema educativo han desguazado la historia para ponerla en un escaparate de pasteles para niños hipoglicémicos. Tendrían que volver los contenidos humanísticos desde los niveles básicos de la educación para poner fin de una vez a la desmemoria histórica que educa a nuestros hijos e hijas como a una manada que desconoce los pastores a los cuales obedecen mientras les den corral, miramientos y pasto. Se tienen que revisar los modelos paternalistas de la psicopedagogía y los eslóganes morales de escuela; en fin, creo que tenemos que mirar de crear individuos más que ciudadanos.
D.C.: Precisamente la poesía ha estado muy ligada a su biografía, periodos y crisis personales. ¿Biografía o terapia?
J.V.: Hay géneros literarios en que el autor puede alejarse mucho de lo que escribe, pero al poeta le es extraordianáriamente difícil. Aun así, yo no explico mi vida, porque seguro que esta solo tiene interés para mí y quizás aburriría a las ovejas. Además, está claro que yo no puedo ser todos los personajes de los cuales me sirvo para escribir poesía. El resultado sería un monstruo esquizofrénico. Cuando escribo intento crear personajes verosímiles que el lector pueda identificar con su experiencia íntima, por si lo convierte en algo real que afecte su propia vida.
D.C.: Ahora publica una larga conversación con José Antonio Jiménez, Palabras para la resistencia. Sobre poesía y otras trincheras. ¿Cómo lo ha vivido?
J.V.: Sí, es un testimonio de lo que hemos vivido, sentido y pensado durante muchos años, y a la vez un homenaje a mis maestros. Siempre quise escribir un libro donde poder aportar un poco de todo lo que he aprendido y que pensaba escribir en forma de ensayo, lo cual me hacía una pereza terrible. Afortunadamente, y por unas razones que se explican en los prólogos del libro, el poeta José Antonio Jiménez, a quien conozco yo diría que desde casi toda la vida, pasó toda una tardo conmigo y grabó la conversación. La transcribió, me la pasó y así fue creciendo el libro hasta el final.
D.C. ¿Qué sensaciones tuvo cuando buscaban este guion temático que va resiguiendo el libro?
J.V.: En realidad fue él quién construyó la estructura de Palabras para la resistencia. Yo solo tenía que ir contestando. Me sentí muy cómodo, porque me sacó de encima el trabajo más pesado, el que hacía que no acabara de ponerme nunca a trabajar en aquel ensayo que quería escribir. Como se trataba de una conversación, podía prescindir de todo el material académico, no había que revisar y modernizar, no tenía que poner citas ni tampoco bibliografía, y además ganaba la expontaneidad y la energía del directo. Una docena de personas que vinieron a la presentación en Barcelona me decían que ya lo habían leído, cosa que no me había pasado nunca. Es verdad que yo, que generalmente no vuelvo nunca más a leerme un libro que ya haya publicado, me lo he vuelto a leer dos veces.
*
Jordi Virallonga no hace poesía formalista ni para quedar bien, sino que sus poemas están situados junto a la vida, en un diálogo incesante sobre las derivas y naufragios cotidianos con un trasfondo moral. Nos hacen sentirnos identificados y en algunos momentos pueden resultar terapéuticos. Catedrático de la Universitat de Barcelona, se jubiló después de décadas de docencia y de fundar el Aula de Poesía de Barcelona, pionera en la introducción de las actividades vivas en los recintos universitarios clausurados para la creatividad. Su extensa obra se inicia en 1980 y sigue abierta. Traductor del italiano, francés, portugués y catalán, ha hecho versiones de grandes clásicos y también de escritores actuales. Especialista en la poesía de la postguerra, su obra atiende, también, a los clásicos, desde los latinos hasta a Ausiàs March. La ironía, la mirada sardónica sobre la realidad le otorgan un estilo único y, a la vez, una conexión tácita con el lector.
David Castillo (El Punt Avui 8-06-2021)
Para leer poemas de Jordi Virallonga:
https://www.airesdelibertad.com/t37236-jordi-virallonga?highlight=Virallonga
https://www.airesdelibertad.com/t17961-de-vuelta-al-barrio-de-jordi-virallonga-estudio-por-juliana-mediavilla?highlight=Virallonga
Entrevista a Jordi Virallonga, por David Castillo : “Quien lee buena poesía raramente se sentirá solo”
Jordi Virallonga (Barcelona, 1955) ha sido uno de los críticos y poetas fundamentales del cambio de siglo en nuestro país. Empezó a publicar poesía en 1980, y en el último tramo de su trayectoria empezó a hacerlo en catalán con títulos como Amor de fet, que obtuvo el premio Màrius Torres y fue prologado por Francesc Parcerisas, y Animalons, una divertidísima incursión en la poesía infantil. Antes había sido responsable de la antología generacional de la poesía catalana Sol de sal, además de las traducciones de la obra completa de Salvat-Papasseit. También de libros de Verdaguer, Torres, Rodoreda y Sampere hasta llegar a Ada Castells entre otros muchos. Conversamos con él a propósito de Palabras para la resistencia (Ed. Libros), una reflexión en voz alta sobre los motivos de la poesía, escrita con José Antonio Jiménez.
David Castillo: Después de tener una extensa obra en castellano, se incorporó a la poesía catalana con sus últimos libros, Amor de fet y Animalons, una incursión en la poesía para niños. ¿Se puede considerar un cambio de lengua? ¿Por qué se decidió?
Jordi Virallonga: Yo no creo que haya decidido nada ni que haya cambiado de casa. Todo ha surgido de una manera natural, congénita. He añadido dos libros escritos en catalán a mi currículum. Como lengua de creación hacía décadas que utilizaba el catalán en artículos, reseñas, traducciones, pero también escribía poemas, que nunca publiqué porque trataban sobre experiencias circunstanciales o terapéuticas y porque no tenían ningún hilo unitario. En cambio ni Animalons ni Amor de fet podía escribirlos en castellano, y los dos surgieron de un aborigen que siempre ha vivido dentro de mí. De lo que sí soy consciente es de que, en el aspecto filológico y desde fuera, se ve como otra guerra. Es un hecho, y por tanto no puedo tener nada que objetar porque pertenece a otros negociados, los de la ciencia o el mercado, por ejemplo.
D.C.: ¿Continuará publicando en catalán o fue por un motivo concreto?
J.V.: Continúo escribiendo también en catalán. Hace unos meses que he terminado otro libro de poemas. Espero que se publique pronto.
D.C.: De hecho usted ha sido traductor de infinidad de poetas y narradores catalanes al castellano y de otras lenguas románicas al catalán, además de antólogo y crítico de la poesía catalana. Nos gustaría saber su opinión sobre la literatura actual…
J.V.: Sobre la literatura actual sé muy poco. Me dediqué con ganas hasta que publiqué Sol de sal, y de oficio hasta que el Aula de Poesía de Barcelona cerró después de casi treinta años de servicio. A partir de entonces tiendo a frecuentar los clásicos que todavía no he leído y también a mis contemporáneos, bastantes de los cuales son, además, amigos y amigas. Lo digo sin orgullo ni pesar, y me explico: cuando era joven pensaba que el mundo y la edad irían cogidos de la mano hasta que me muriera, pero no es así. Llega un momento en que el mundo se queda atrás o tira hacia un lado o te adelanta. La vida no se aviene con tu edad y experiencias, los acuerdos no armonizan con la melodía y todo empieza a desafinar si no frenas.
Por otro lado creo que está bien, porque todo esto supongo que ayuda a ir saliendo del campo satisfecho habiendo perdido por culpa de un penalti injusto.
D.C.: Está bastante informado, usted.
J.V.: Pues sí, conozco bastante bien la obra de una veintena de escritores entre los treinta y los cincuenta años que me interesan, y en algunos casos encuentro que escriben de una manera insólita y sorprendente. También más jóvenes, que leo generalmente por consejo de amigos poetas con los cuales trato a menudo.
D.C.: También por lo que significa para la comprensión personal el ejercicio de la traducción…
J.V.: En el campo de la traducción es evidente que asistimos a un avance cualitativo notable. Actualmente el dominio de las lenguas de partida de los traductores es menos enciclopédico y más vivo, o a mí me lo parece, y esto me ha revitalizado la lectura de obras que había enterrado hace décadas.
D.C.: ¿Qué diferencia hay?
J.V.: Por lo que a mí respeta, puedo decir que mucho antes de escribir traducía. Lo hacía sin esforzarme y sin tener ninguna ambición literaria. Traducir no solo me dio oficio, cultura y experiencia, sino también personalidad. De hecho, mis primeros poemas convivían, de una manera u otro, no tanto con las personas y lo que me rodeaba en casa o en la calle, sino con lo que leía.
D.C.: ¿Se puede vivir sin la poesía?
J.V.: Se ve que sí. Cohabitamos una época en la cual cada cual puede entender lo que quiera sobre cualquier cosa. Puede mirar al cielo y creerse astrofísico sin ningún problema, porque todo lo que pasa fuera de sus intereses personales no existe. Esta fatuidad narcisista no necesita la poesía para vivir, sino al contrario, porque la poesía derriba conciencia y pensamiento adocenados para reconstruir uno propio.
D.C.: ¿Qué le aporta?
J.V.: Leer poesía te permite comparar, y toda comparación te hace humilde y te ayuda a relativizar y a saber qué lugar ocupas en el mundo y entre la gente con quién convives, lo cual suele conducirte a ser más feliz. Además, quien lee buena poesía y buena literatura raramente se sentirá solo ni sentirá que no es nadie por sí mismo, que nada ha creado ni pensado, que es una replica sin ningún sentido que no necesita recorrer a la conciencia, sino que la norma y la ley lo ampara permanentemente.
D.C.: ¿Por qué?
J.V.: Volviendo a su pregunta anterior, el materialista no necesita la poesía para vivir, no conoce otro mundo que aquel que se explica racionalmente. Nunca vivirá el arrebato del amor, la lealtad del amigo, la vehemencia ante un cuadro, la Quinta sinfonía de Chaikovski, la conmoción después de la felicidad, la recompensa de irse sintiendo cada vez más libre, más osado, menos cobarde, más independiente, más liberado de remordimientos y de patrimonialismos heredados que tiene que conservar. Para el materialista la sensibilidad es sensiblería, no consigue placer sin sometimiento ni victoria sin dominio. La igualdad le es intolerable, no puede concebir la justicia si no lo beneficia, humilla a aquellos que dependen de él, pero siempre debe vasallaje a quien lo alimenta.
D.C.: ¿Conclusión?
J.V.: Todo ocurrió de una manera natural, como le he explicado. Quiero decir que nunca tomé la decisión de empezar a escribir poesía como quien decide que quiere aprender chino. Aun así, con el tiempo me he dado cuenta que quizás lo que yo quería era derribar la identidad misógina, católica, racista, hispanopatriótica y militar que me habían clavado a traición y que me hacía bastante desgraciado, para construirme otra con la cual me sintiera sobre todo libre de remordimientos, responsable y comprometido. Desde entonces empecé a escribir una poesía moral, pero no moralista, porque nunca he tenido verdades ni las predico, pero tampoco escribo de espaldas a la aventura del ser humano. Pasar esta crisis de identidad fue largo y doloroso, a algunos compañeros y compañeras que emprendieron el mismo camino les costó literalmente la vida, y estoy seguro que sin la poesía, la que leía y la que escribía, no lo habría conseguido
D.C.: Ha sido, hasta su jubilación, profesor de la Universidad de Barcelona. ¿Cuáles son los retos de las humanidades en una sociedad tanto marcada por el utilitarismo y la burocracia?
J.V.: De nada nos sirven hombres y mujeres con tres másteres, políglotas, que no se pasan los semáforos en rojo y reciclan la basura si después comprenden, aceptan, practican o encubren la usura, la estafa o la muerte. Quién prefiere seguir la norma a la conciencia, quien se beneficia del dolor de los otros, puede ser un ciudadano ejemplar pero también un individuo miserable. Y esto sirve para todo el mundo, no es una cuestión de clase. Una sociedad frenéticamente consumista acaba devorándolo todo: ideas, sentimientos, familia, amigos y el planeta, que es lo que parece que ya no tiene solución posible, y por lo que ya están buscando otro para poder seguir explotando. El respeto, la ética, los absolutos morales que habían fundamentado la política social han desaparecido, y la persona no tiene ningún control personal, crítico ni sensible sobre ella misma.
D.C.: ¿Nos lo puede concretar?
J.V.: Los medios de comunicación de masas, el entorno arribista que invita a conseguir fama, dominio, dinero y la política que impone el actual sistema educativo han desguazado la historia para ponerla en un escaparate de pasteles para niños hipoglicémicos. Tendrían que volver los contenidos humanísticos desde los niveles básicos de la educación para poner fin de una vez a la desmemoria histórica que educa a nuestros hijos e hijas como a una manada que desconoce los pastores a los cuales obedecen mientras les den corral, miramientos y pasto. Se tienen que revisar los modelos paternalistas de la psicopedagogía y los eslóganes morales de escuela; en fin, creo que tenemos que mirar de crear individuos más que ciudadanos.
D.C.: Precisamente la poesía ha estado muy ligada a su biografía, periodos y crisis personales. ¿Biografía o terapia?
J.V.: Hay géneros literarios en que el autor puede alejarse mucho de lo que escribe, pero al poeta le es extraordianáriamente difícil. Aun así, yo no explico mi vida, porque seguro que esta solo tiene interés para mí y quizás aburriría a las ovejas. Además, está claro que yo no puedo ser todos los personajes de los cuales me sirvo para escribir poesía. El resultado sería un monstruo esquizofrénico. Cuando escribo intento crear personajes verosímiles que el lector pueda identificar con su experiencia íntima, por si lo convierte en algo real que afecte su propia vida.
D.C.: Ahora publica una larga conversación con José Antonio Jiménez, Palabras para la resistencia. Sobre poesía y otras trincheras. ¿Cómo lo ha vivido?
J.V.: Sí, es un testimonio de lo que hemos vivido, sentido y pensado durante muchos años, y a la vez un homenaje a mis maestros. Siempre quise escribir un libro donde poder aportar un poco de todo lo que he aprendido y que pensaba escribir en forma de ensayo, lo cual me hacía una pereza terrible. Afortunadamente, y por unas razones que se explican en los prólogos del libro, el poeta José Antonio Jiménez, a quien conozco yo diría que desde casi toda la vida, pasó toda una tardo conmigo y grabó la conversación. La transcribió, me la pasó y así fue creciendo el libro hasta el final.
D.C. ¿Qué sensaciones tuvo cuando buscaban este guion temático que va resiguiendo el libro?
J.V.: En realidad fue él quién construyó la estructura de Palabras para la resistencia. Yo solo tenía que ir contestando. Me sentí muy cómodo, porque me sacó de encima el trabajo más pesado, el que hacía que no acabara de ponerme nunca a trabajar en aquel ensayo que quería escribir. Como se trataba de una conversación, podía prescindir de todo el material académico, no había que revisar y modernizar, no tenía que poner citas ni tampoco bibliografía, y además ganaba la expontaneidad y la energía del directo. Una docena de personas que vinieron a la presentación en Barcelona me decían que ya lo habían leído, cosa que no me había pasado nunca. Es verdad que yo, que generalmente no vuelvo nunca más a leerme un libro que ya haya publicado, me lo he vuelto a leer dos veces.
*
Jordi Virallonga no hace poesía formalista ni para quedar bien, sino que sus poemas están situados junto a la vida, en un diálogo incesante sobre las derivas y naufragios cotidianos con un trasfondo moral. Nos hacen sentirnos identificados y en algunos momentos pueden resultar terapéuticos. Catedrático de la Universitat de Barcelona, se jubiló después de décadas de docencia y de fundar el Aula de Poesía de Barcelona, pionera en la introducción de las actividades vivas en los recintos universitarios clausurados para la creatividad. Su extensa obra se inicia en 1980 y sigue abierta. Traductor del italiano, francés, portugués y catalán, ha hecho versiones de grandes clásicos y también de escritores actuales. Especialista en la poesía de la postguerra, su obra atiende, también, a los clásicos, desde los latinos hasta a Ausiàs March. La ironía, la mirada sardónica sobre la realidad le otorgan un estilo único y, a la vez, una conexión tácita con el lector.
David Castillo (El Punt Avui 8-06-2021)
Para leer poemas de Jordi Virallonga:
https://www.airesdelibertad.com/t37236-jordi-virallonga?highlight=Virallonga
https://www.airesdelibertad.com/t17961-de-vuelta-al-barrio-de-jordi-virallonga-estudio-por-juliana-mediavilla?highlight=Virallonga
Hoy a las 15:22 por Pascual Lopez Sanchez
» CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Hoy a las 15:10 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Hoy a las 15:04 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Hoy a las 15:00 por Maria Lua
» CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE (Brasil, 31/10/ 1902 – 17/08/ 1987)
Hoy a las 14:58 por Maria Lua
» VICTOR HUGO (1802-1885)
Hoy a las 14:56 por Maria Lua
» DOSTOYEVSKI
Hoy a las 14:52 por Maria Lua
» Khalil Gibran (1883-1931)
Hoy a las 14:48 por Maria Lua
» EDUARDO GALEANO (Uruguay - 1940-2015)
Hoy a las 14:44 por Maria Lua
» Poetas murcianos
Hoy a las 14:42 por cecilia gargantini