CATULO (c.85 a.C-c.57 a.C.) (ROMA CLÁSICA)

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA XLIX

MARCO TULIO CICERON

-.-.-.-.-.

Á ti el más elocuente, Marco Tulio,
De los hijos de Rómulo, presentes,
Pasados y futuros, da las gracias,
De los bardos el menos excelente,
Catulo, que es tan pésimo poeta
Cual el mejor patrón de todos tú eres.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA L

A L I C I N IO

-.-.-.-.-.

Cual conviene á poetas delicados,
¡Oh Licinio! los dos ayer ociosos
Jugamos á la par en mis tablitas,
Escribiendo uno y otro
Versos de metros y de asuntos varios,
Pero todos alegres y jocosos.
Y al dejarte, ¡oh Licinio! con tu ingenio
Y tus gracias me hallaba tan nervioso,
Que ni pudo comer tu pobre amigo
Y ni el sueno á cerrar llegó sus ojos.
Y agitado, en mi lecho dando vueltas,
La luz de nuevo ver fueron mis votos
Para contigo hablar y estar contigo.
Y al fin, como no hallara yo el reposo
Para mis miembros de fatiga muertos,
Te escribí este poema, porque él sólo
Puede hacerte saber el dolor mío
Cuando estar á tu lado yo no logro.
Tierno amigo, ora audaz ya no te muestres
Y quieras desdeñar mis ruegos todos.
Teme tú de Némesis el castigo;
Es cruel, cuidarte debes de su enojo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LI

A LESBIA

Un dios, y acaso más que un dios parece,
Si á un dios al hombre superar fué dado,
El que se sienta frente á ti y te escucha
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Dulce riendo.

¡ Miserol Lesbia, mis sentidos todos
Tú me robaste; cuando yo te veo,
Todo lo olvido, y encendida llama
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Corre en mis venas.

Mi lengua torpe entre mis labios calla,
Rumor confuso en mis oidos zumba,
Ciegan mis ojos, que los nubla á entrambos
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Espesa noche.

Catulo, el ocio te será funesto,
Te place mucho en la inacción mirarte;
Reyes é imperios, en el ocio hallaron
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Siempre la muerte.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LII

CONTRA NONIO Y VATINIO

¿Para morir, qué esperas, ¡oh Catulo?
Ya en la silla curul (*) Nonio se sienta,
Que cónsul ha de ser, Vatinio jura.
Catulo, ¿tú para morir, qué esperas?

(*) Silla de Patricio. En algunos países de Hispanoamérica (Costa Rica; Colombia...) se usa para asignar la silla que ocupa un diputado. Anotación propia.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LIII

ACERCA DE CALVO

-.-.-.-.-.

Cuando explicaba con pericia suma
De Vatinio los crímenes mi Calvo
Ante un concurso numeroso un día,
Reí con ganas, porque alguno, alzando
Entrambas manos, admirado dijo:
¡Oh grandes dioses! ¡qué elocuente enano!

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LIV

A C É S AR

-.-.-.-.-.

Si no todo, que al menos te disgusten
Y á Fuficio, ese viejo marrullero,
La cabeza de Othón, asaz pequeña,
Sus piernas sucias, Hero bufonesco,
- - - - - Y de Libón los leves
- - - - - Y los sutiles vientos.
Arde en ira otra vez contra mis yambos,
Que honrados son, emperador supremo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LV

A C A M E R IO

-.-.-.-.-.

Si no es molesto para ti decirlo,
Tu escondite revélame, te ruego;
Te he buscado do están las librerías,
De Jove el grande en el sagrado templo,
Ya en el Campo de Marte, ya en el Circo,
Ya en el Pórtico, luego, de Pompeyo.
Detuve el paso á las mujeres todas
Y el rostro empero les miré sereno,
Y al preguntar con ansiedad á ellas,
¿No escondéis, picaronas, á Camerio?
«Aqui está oculto en mi regazo,» alguna
Dijo, mostrando su desnudo seno.
Tú ya un trabajo de Hércules me impones
Al ocultarte con tenaz empeño.
Ora de Creta el guardador yo fuese,
Ora tuviese de Pegaso el vuelo,
Fuera Ladás ó como aquél que tiene
Alas atadas en los pies, Perseo;
Pudiera ser cual los corceles blancos
Al carro uncidos del Traciano Reso,
Volase yo cual los que tienen alas,
Corriere ya como ligero viento,
Yo cayera rendido y fatigado
Sí á hallarte, amigo, consagrase el tiempo.
¿Dónde encontrarte en lo futuro, dime?
Sal á la luz y muéstrate sin miedo.
¿Por ventura en la red de sus amores
Hermosas niñas te mantienen preso?
Si has de seguir, como hasta hoy, la lengua
Pegada siempre al paladar, Camerio,
De tus amores perderás el fruto;
Venus ama á los hombres indiscretos;
Mas si persistes en callar, revela
A mi el secreto de tu amor al menos.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LVI

A C A T ÓN

-.-.-.-.-.

La aventura es ridicula y jocosa,
Digna de tus oídos y tu risa;
Ríe, Catón, pues que amas á Catulo,
Que la cosa es ridicula y festiva.
Yo he sorprendido en amoroso trance
Á un muchachuelo con mi hermosa niña;
¡Que la madre de Venus me perdone!
Castigué con mi dardo su osadía.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LVII

A MAMURRA Y CÉSAR

¡Oh licenciosos, César y Mamurra!
El uno al otro os convenís, malvados.
No es de extrañar; que de infamantes vicios,
Uno en Formio, otro en Roma, conquistaron
Marcas que guardan para siempre impresas.
Sois lascivos los dos, gemelos ambos
En artes amorosas en el lecho;
Adúlteros lo sois en igual grado,
Y rivales y socios de mujeres.
¡El uno al otro os convenís, malvados!

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LVIII

A CECILIO

-.-.-.-.-.

Celio, la Lesbia aquella, aquella Lesbia,
Á quien Catulo amó más que á si mesmo,
Hoy se entrega en las calles y en las plazas
A los hijos magnánimos de Remo.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LIX

ACERCA DE RUFA Y RÚFULO

-.-.-.-.-.

Acaricia á RÚfulo
La esposa de Menenio,
Rufa la Bolonesa,
Á quien veis su alimento
Recoger de las piras,
Allá en los cementerios,
Persiguiendo los panes
Que se escapan del fuego,
A pesar de los golpes
Del que quema los muertos.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LX

A SCILLA

-.-.-.-.-.

¿De los montes de Libia una leona,
Scilla que en monstruo ladrador remata,
Engendró tu alma acaso
Tan dura é inhumana
Que á quien te ruega en su aflicción, desprecias?
¡Oh! ¡qué feroz es tu alma!

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXI

EPITALAMIO DE JUNIA Y MANLIO

-.-.-.-.-.

Tú, que el collado de Helicón habitas,
Hijo de Urania, que á la tierna virgen
Robas y entregas del varón en brazos,
Dios Himeneo;

Ciñe tus sienes con fragantes flores
De mejorana; y á tomar ve el flámeo;
Que tus pies níveos el zapato calcen
Y alegre vente;

Y en este día de contento, entona,
Con voz vibrante, los nupciales himnos;
Alza en la mano resinosa tea,
Salta de gozo;

Hoy se une Junia al venturoso Manlio.
Hermosa es ella cual la diosa Venus,
Cuando desnuda en los Idalios montes
Viérala Páris;

Y es como el mirto de floridas ramas
Que en Asia brilla, y que, jugando, nutren,
Sobre él vertiendo celestial rocío,
Las Hamadriadas.

Deja de Tesbia las abruptas rocas,
Ven, abandona las Aonias grutas,
Sobre las cuales, sus parleras linfas
Riega Aganipe;

Ven, y á la virgen á su casa lleva,
Únela al joven, prometido esposo,
Como la hiedra que en el árbol ata
Firme sus tallos.

Vírgenes castas, que con lazo eterno
A esposo amante os uniréis un día,
Venid cantando en concertado coro:
«lo Himeneo.»

Para que oyendo que lo llaman, venga
Pronto y propicio á consagrar las nupcias.
El, que une siempre los amores buenos,
Guía de Venus.

¿Quién de los dioses del mortal merece
Más tierno culto? los amantes todos,
¿Qué dios tan grande como tú invocaran,
Dios Himeneo?

Bienes te pide para su hijo el padre;
Tú haces que el seno, el cinturón soltando,
Muestre la virgen, y el marido ansioso
Oye tus himnos;

Y tú del gremio de la madre arrancas
Para en las manos del varón ponerla
La virgen púber que el amor ansia:
«lo Himeneos

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXI

EPITALAMIO DE JUNIA Y MANLIO

C0NT.

-.-.-.-.-.

Sin ti, no es dado conceder á Venus,
Placer alguno que el honor consienta;
¡Oh! ¿quién contigo de los dioses todos
Puede igualarse?

Sin ti, 110 tienen las familias prole,
Ni el padre estirpe que en su torno crezca;
¿Quién compararse entre los dioses todos .
Contigo puede?

Sin ti, la patria, sin tu sacro culto,
Ni un defensor en sus confines tiene;
¿Quién de los dioses compararse acaso
Puede contigo?

Abrid las puertas, que la virgen viene.
¿Ves las antorchas agitar sus llamas?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tu paso acorte tu pudor ingenuo;
Llora, es preciso.

Cese tu llanto, y á temer no llegues
Que el sol, ¡oh Junia! cuando claro brote
Del Océano, contemplar lograra
Mujer más bella.

Cual tú, el jacinto, en el jardín suntuoso
De rico dueño, descollar se mira;
Ven, desposada, porque el día huye;
Llega, no tardes.

Joven esposa, ya avanzar te vemos.
Oye los cantos que en tu honor se entonan;
¿Miras las teas agitarse al aire?
Ven, desposada.

No temas nunca que tu esposo busque
Torpes placeres en ajenos brazos
Y que á tu dulce y cariñoso seno
Otro prefiera;

Que á ti enlazado lo verás por siempre,
Cual vid lozana que se enreda al árbol;
Ven, ya no tardes, porque el día huye,
Joven esposa.

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXI

EPITALAMIO DE JUNIA Y MANLIO

CONT.

-.-.-.-.-.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .

¡Cuán dulces noches y felices dias!
¡Cuántos placeres á los dos esposos,
¡Oh nupcial lecho! llegarás á darles!
Ven, desposada.

Alzad, ¡oh niños! las fulgentes teas;
Mirad el flameo de color de fuego;
Id entonando en armonioso coro
Himnos nupciales.

Pronto resuenen los Fescenios cantos;
Y tú, mancebo, cuyo amor olvida
Tu dueño ahora, no rehuses nueces
A los muchachos.

Dales las nueces, concubino inútil:
Hartas jugaste cuando niño fueras;
Ahora es preciso que á Talasio sirvas;
Dales las nueces

Aun no hace mucho, que sedoso vello
Sombra ligera á tus mejillas daba;
Hoy el barbero te rasura el rostro;
Tira las nueces.

Se dice que ahora, perfumado esposo,
No á tus mancebos renunciar deseas;
Mas de ellos debes abstenerte, Maulio;
«lo Himeneo.»

Todos sabemos que jamás probaste
Placer alguno que vitando fuera;
Aun de esos goces te abstendrás mañana,
«lo Himeneo.»

Tú no resistas, desposada, nunca
Cuanto tu esposo enamorado quiera;
No en otras busque lo que tú le niegues,
«lo Himeneo.»

He ahí á tu paso la suntuosa casa
Que á ti te ofrece el prometido esposo,
Para que, ¡oh Junia! de sostén te sirva,
«lo Himeneo.»

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXI

EPITALAMIO DE JUNIA Y MANLIO

CONT.

Hasta que venga la vejez rugosa
Que hace que oscile la cabeza cana,
Que apenas débil sostenerse puede.
«lo Himeneo.»

Con buen augurio, que tus pies dorados,
Saltando encima del umbral, traspongan
De tu morada las brillantes puertas,
«lo Himeneo.»

Junia, contempla al prometido esposo
Que, reclinado sobre el lecho Tirio,
Á ti te invoca, y tu llegada espera,
«lo Himeneo.»

Con llama igual á la que á ti devora,
Y aun más intensa que la tuya acaso,
Se incendia el alma de tu amante esposo,
«lo Himeneo.»

Joven, que vistes la pretexta toga,
Pronto abandona de la novia el brazo,
Que junto al lecho del varón se acerca,
«lo Himeneo.»

Castas matronas, que una vez tan sólo
Casadas fuistes, de virtud dechado,
Sobre su lecho colocad la virgen;
«lo Himeneo.»

Venir ya puedes, venturoso amante;
Ya está la esposa para ti en el lecho;
Su rostro brilla corno blanco lirio,
Como amapola.

Tú, que como ella tan hermoso eres,
Joven esposo, á quien 110 olvida Venus,
Ven, ya no tardes, porque el dia huye;
Manlio, no tardes.

Al fin llegaste. Que propicia Venus
Siempre te sea; los placeres goza
De tus amores; los amores buenos
Nunca se ocultan.

Quien contar quiera los deleites vuestros,
Que de la Libia las arenas cuente,
Y que del cielo, do su luz derraman,
Cuente los astros

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXI

EPITALAMIO DE JUNIA Y MANLIO

CONT.

-.-.-.-.-.

Gozad y amaos, y á la patria dadle
Hijos en breve; vuestro nombre ilustre
Eterno harálo en los futuros siglos
Noble progenie.

Que desde el seno maternal, alzando
Las manos tiernas, á su padre ría
Algún Torcuato pequeñuelo, abriendo
Su labio apenas;

Y que á su padre se parezca tanto,
Que al verlo, todos conocerle logren,
Que todos miren el pudor materno
Sobre su rostro;

Y cual la esposa del prudente Ulises,
Que eterna fama le dejara á su hijo,
Que el nombre ilustre de su madre buena
Siempre lo ampare.

Cerrad las puertas, que los cantos cesen.
Cónyuges buenos, merecéis la dicha;
Mientras gozáis de juventud, amaos
Y sed felices.

FIN DE LA ODA LXI.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXII

CANTO NUPCIAL

-.-.-.-.-.

LOS JÓVENES.

Véspero llega; jóvenes, alzaos;
Ya su luz esperada largo tiempo,
Prende sobre el Olimpo, y de las mesas,
Ya de apartarse se acercó el momento.
A Himeneo cantad; viene la virgen;
Ven, ¡ oh dios de las Nupcias, Himeneo!

LAS DONCELLAS.

¿Escucháis á esos jóvenes, doncellas?
Contra ellos levantaos, que sus fuegos
Véspero enciende sobre el Oeta; alzaos.
¿Los veis la mesa abandonar ligeros?
Van á cantar lo que mirar conviene;
Ven. ¡oh dios de las Nupcias, Himeneo!

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXII

CANTO NUPCIAL. CONT.

-.-.-.-.-.

LOS JÓVENES.

La palma, amigos, conquistar no es fácil;
Ved, las niñas apréstanse á vencernos;
Y no en vano meditan, porque tienen
Una labor que es digna de su esfuerzo.
Nuestra mente y oidos dividimos,
Y asi habrán de vencernos con derecho.
Siempre amó la victoria las fatigas.
Listos estad para el combate al menos;
Ya cantan; responder es conveniente;
Ven, ¡oh dios de las Nupcias, Himeneo!

LAS DONCELLAS.

¿Quién luz más cruel sobre los cielos lleva?
¿Y quién arranca del materno seno
Á la casta doncella, para darla
A algún joven ardiente? ¿Más hicieron
Los enemigos en ciudad vencida?
Ven, ¡oh dios de las nupcias, Himeneo!

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXII

CANTO NUPCIAL. CONT.

-.-.-.-.-.

LOS JÓVENES.

¿Quién más propicio sobre el cielo luce?
La que los padres y el esposo hicieron
Promesa conyugal, tu llama afirma;
No hay unión si no asomas en el cielo.
¿Una hora más feliz dieron los dioses?
Ven, ¡oh dios de las nupcias, Himeneo!

LAS DONCELLAS.

Ya se ha robado de las nuestras una.
La guardia vela tu llegada, Véspero.
Cubre la noche á los ladrones, vuelves
Y los sorprendes al brillar de nuevo.

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXII

CANTO NUPCIAL. CONT.

-.-.-.-.-.

LOS JÓVENES.

Plácele á las doncellas dirigirte
Simulados reproches, y en secreto,
¿No ellas desean lo que tanto atacan?
Ven, ¡oh dios de las nupcias, Himeneo!

LAS DONCELLAS.

Cual flor que oculta en los jardines nace,
Que el sol sustenta, que acaricia el viento,
Nutre la lluvia y el rebaño ignora,
Y 110 el arado maltrató en el huerto,
Y á quien niños codician y doncellas,
Y si uña débil desfloró sus pétalos,
Ni las doncellas ni los niños la aman,
Así es la virgen; mientras puro el cuerpo
Pudo guardar, adóranla los suyos;
Mas si perdió de su pudor el velo,
Ni es grata á un joven, ni á las niñas cara;
Ven, ¡oh dios de las nupcias, Himeneo!

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXII

CANTO NUPCIAL. CONT.

-.-.-.-.-.

LOS JÓVENES.

Cual vid que en campo abandonado nace,
Y no crece, de apoyo careciendo,
Que sus uvas no nutre y cuyos tallos
Hasta el tronco se doblan con su peso,
Y ni un novillo ó labrador la busca,
Mas si enlazó á algún olmo sus sarmientos
Labradores la buscan y novillos,
Asi es la niña; envejecer la vemos
En tanto intacta permanece y pura;
Mas si casóse en el maduro tiempo,
Más su consorte la amará, y odiada
Será ella entonces de sus padres menos.
No luches, virgen, contra tal esposo,
No es lucha igual; tus padres te lo dieron
Y á tus padres les debes obediencia;
No á tu virginidad tienes derecho
Únicamente tú; porque si es tuya,
Es también de tus padres, y á su yerno
Ellos dieron su parte con la dote.
Ven, ¡oh dios de las nupcias, Himeneo.

FIN DE ODA LXII

CANTO NUPCIAL

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIII

ATIS

-.-.-.-.-.

Atis, cruzando con bajel ligero
Profundos mares, á la Frigia llega,
Va de Cibeles á la selva obscura,
Y enfurecido, el ánima extraviada,
Un pedernal blandiendo, se mutila;
Y al ver su sexo varonil perdido,
Y el suelo ya manchado con su sangre,
De tus adeptos el tambor y trompa
Toma, Cibeles, con sus niveas manos,
É hiriendo el cuerno con sus dedos, canta
Á la turba llamando estremecida.
«Venid al bosque de Cibeles, juntas,
Errante grey de Dindimena, ¡oh Galas!
Vosotras que buscáis, cual desterrados,
Conducidas por mi, extrañas tierras,
Que surcasteis del mar las ondas bravas
Y os mutilasteis por vuestro odio á Venus.
La vida errante vuestro pecho alegre,
No vuestro paso retardéis; seguidme
Al bosque Frigio, al templo de la Diosa,
Donde la voz del címbalo resuena,
Adonde vibra el atambor, y el Frigio
Su canto entona con la flauta curva;
Donde la sien de yedra cotonada,
Las Bacantes se agitan, celebrando
Las ceremonias con agudos gritos;
Do de Cibeles la cohorte ronda
Á cuyas danzas concurrir debemos.»
Cuando Atis, ya mujer, habló á la turba,
Ésta gritó, vibraron los tambores,
Resonaron los címbalos sonoros
Y el coro al Ida dirigió sus pasos.
Y cual novilla que indomable el peso
Del yugo evita, furibunda, ansiosa,
Atis en tanto por el bosque obscuro
Corre, llevando el tambor en mano.
Prontas las Galas á su Jefe siguen,
Y cuando al templo de Cibeles llegan,
Las rinde el sueño, de vagar cansadas,
Cierra el sopor sus ojos somnolientos,
Muelle reposo al frenesí sucede.
Cuando el sol áureo, con radiantes ojos
La tierra, el éter y los mares dora
Y á las sombras ahuyentan sus corceles,
Al sueño que huye cuando Atis despierta,
Pasitea en su seno lo recoge.
Sin el delirio y tras descanso muelle
Atis recuerda sus pasados hechos,
Lo que ha perdido á contemplar acierta,
Torna á la playa con el alma ansiosa,
Y viendo el mar con lacrimosos ojos,
Se dirige á su patria con voz triste:

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIII

ATIS. CONT.

-.-.-.-.-.

«Patria, mi engendradora, patria, ¡olí madre!
Te abandoné, ¡infeliz! como el esclavo
Que á su amo deja por venir al Ida
A vivir entre nieve y entre fieras
Y andar vagando do sus antros tienen.
¿Dónde, ¡oh patria! buscarte? ¿en qué lugares?
Á ti yo puedo dirigir mis ojos
Por tiempo breve del delirio exento.
¿En estos bosques, de mi hogar lejanos,
Sin patria he de vivir y sin amigos,
Sin gimnasio y palestra, estadio y foro?
¿Mísero habré de lamentarme siempre?
¡Cuántos cambios de forma he disfrutado!
Púber, adolescente, efebo y niño,
Flor del gimnasio fui, del cesto orgullo;
Vi mi puerta, de flores con guirnaldas,
Y mi umbral y mi casa, engalanados
E11 las mañanas al dejar mi lecho;
Y ahora seré ministra de los dioses,
Sirvienta de Cibeles y Bacante,
Y hombre estéril y parte de mi mismo?
¿Del Ida verde habitaré en las nieves,
Ó de la Frigia por las altas cimas
Entre los siervos que en las selvas pacen
Con jabalis que por los bosques vagan?
¡De cuanto hice, me duelo y me arrepiento!»
Cuando á los dioses reveló su pena,
Su voz brotando de sus rojos labios,
Cibeles, desunciendo sus leones,
Y luego estimulando al de la izquierda,
Del rebaño enemigo, así le dijo:
«Corre, vuela feroz, y que tu furia
Haga al bosque tornar á quien desea
Lleno de audacia resistir mi imperio.
Corre, tu flanco con tu cola azota,
Que el bosque atruene tu feroz rugido,
Y alza la crin de tu robusto cuello.»
Cibeles dijo y desató los yugos.
Á sí misma la fiera se estimula,
Y corre, ruge, el matorral destroza,
Llega á la playa do la mar albea,
Y á Atis contempla junto al mar. Se lanza....
Atis, demente, hacia las selvas huye.
Allí su vida consagró por siempre
De Cibeles al culto y al servicio.
¡Diosa de Dindimena, magna diosa,
Libra mi hogar de los furores tuyos,
Tú á los demás incita y enfurece!

FIN DE ODA LXIII

ATIS.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO

-.-.-.-.-.
En otro tiempo, de Neptuno en la onda,
Nadaron, dicen, del Pelión los Pinos
A Faso yendo y al confín de Coicos,
Cuando robustos jóvenes Argivos
El mar salobre recorrer osaron
Sobre esquife ligero, y atrevidos,
Azotando las ondas con sus remos,
Fueron á hurtar el áureo Vellocino.
Pinos uniendo con la curva quilla,
Minerva fué quien para ellos hizo
El carro volador que impulsa el viento,
Á Anfitrite enseñándole el prodigio;
Y cuando el mar cortara con la prora
Y á las ondas dio el remo espuma y brillo,
Con sus rostros salvajes, las Nereidas
Admiradas surgieron del abismo;
Y sólo entonces los humanos ojos,
Desnudas, del mar fuera el pecho niveo,
Pudieron ver á las marinas ninfas,
Y Peleo amó á Tetis con delirio
Y Tetis no rehusó nupcias humanas
Y Jove entonces consintió en unirlos.
¡Oh progenie de dioses! ¡Buena Madre!
¡Héroes nacidos en mejores siglos!
En mi canto á menudo he de invocaros,
Y á ti, que por tu enlace esclarecido,
Peleo, eres honor de la Tesalia,
Y á quien cedió su amor Júpiter mismo.
¿Te acepta Tetis, la hija de Neptuno?
¿A ti darte su nieta Tetis quiso?
Y el Océano que con mares ciñe
El orbe todo, ¿en ello ha consentido?
Cuando llegaron los ansiados días,
Toda Tesalia hasta la casa vino;
Llenó el palacio multitud alegre;
Sus dones cada quien llevó solicito,
El contento en los rostros reflejando;
Y quedaron desiertos Tempe y Scyros,
Y de Crauón las casas y Larisa,
Buscando todos en Farsalia abrigo.

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO. CONT.

-.-.-.-.-.

Nadie los campos cultivó; las bajas
Vides ya no limpiaron los rastrillos;
No las frondas cortó la podadera;
Surcos no abrió el arado, y desuncidos
De los bueyes los cuellos se ablandaron,
Y el arado guardóse enmohecido.
Con oro y plata por doquier esplenden
Los interiores del palacio mismo;
De los asientos el marfil blanquea,
Brillan los vasos de las mesas, ricos;
Y en la casa do lucen los regalos,
Dondequiera se mira el regocijo.
En medio se halla de la diosa el lecho;
Son del lecho los pies de marfil indio,
Y la púrpura roja que lo encubre
Es la brillante púrpura de Tiro.
Allí figuras varias se contemplan
De héroes famosos de pasados siglos.
En la playa de Naxos vése á Ariadna,
De indómito furor el pecho lleno,
Que á Teseo en su esquife huyendo mira;
Mas, ¡ay! sin creer que cuanto mira es cierto,
Ella se encuentra abandonada y sola
Al despertar de su engañoso sueno,
Y olvidadizo el joven entretanto,
Huye, el mar azotando con sus remos.
Como una estatua de Bacante, inmóvil,
Ella, con ojos tristes, á lo lejos,

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO. CONT.

-.-.-.-.-.

Presa de hondos dolores, lo divisa.
Ya no el velo sutil le cubre el pecho,
Ya no la red retiene en su cabeza,
Ni la faja le ciñe el albo seno,
Que regado á sus plantas se halla lodo,
Por la mar arrancada de su cuerpo,
Que de nada cuidóse, pues su mente,
Su alma y su corazón, van con Teseo.
¡Misera Ariadna, á quien hirió Ervcina
Con asiduos pesares, desde el tiempo
En que Teseo cruel dejó su patria,
Y amparo halló de Hinos bajo el techo!
Desvastada, se dice, por la peste,
Para espiar la muerte de Androgeos,
Tuvo Atenas que dar al Minotauro
Sus vírgenes y jóvenes selectos;
Y á Atenas viendo en la aflicción sumida,
Antes que aquellas victimas de Cecrops
Llevadas fuesen como ofrenda á Creta,
Sacrificarse prefirió Teseo,
Y al palacio de Minos lo condujo
Ligera nave con propicio viento.
Tan pronto como Ariadna allí lo mira,
Ella, á quien su oloroso y casto lecho
De su madre crióla entre los brazos
Cual mirto á que el Eurotas da su riego
Y mil colores dale Primavera,
No de él sus ojos apartó un momento

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO. CONT.

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Hasta que ardiendo en amorosa llama
Consumirse sintió todo su cuerpo.
¡Oh, tú, Amor, que furores cruel excitas
Cuando á las penas mezclas el contento;
Y tú, la que el Idalio y Golgos riges,
Con qué olas bañas tú de Ariadna el pecho
Que á menudo suspira por su huésped!
¡Cuánto su corazón sufre de miedo,
Y cómo palidece con frecuencia
Con el monstruo luchar viendo á Teseo
Que la muerte ó la gloria desafia!
Y, ¡cuántos votos elevó á los cielos
Con labio silencioso y nunca en vano
Presentes á los dioses ofreciendo!
Cual furioso huracán que desenraiza
En la cumbre del Tauro roble enhiesto
De ramas poderosas ó alta encina
Que cubren al caer espacio inmenso
Y cuanto existe en su alredor destruyen,
Asi al monstruo que en vano con los cuernos
El vago viento hiere, domeñado
Ante sus plantas lo postró Teseo.
Salvo de alli tornóse y con renombre,
Sus pasos con un hilo dirigiendo,
Para que adentro su intrazable curso
Salir no le impidiese de aquel Dédalo.
¿Diré más alejado de mi canto?
¿Cómo Ariadna á Teseo prefiriendo

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO. CONT.

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De su padre abandona el rostro amigo,
Y á su madre que llora sin consuelo
Y el abrazo de todas sus hermanas?
¿Cómo hasta Naxos la condujo el remo?
¿Cómo allí la abandona mientras duerme,
Su promesa olvidando, infiel Teseo?
Se dice que á menudo enfurecida
Lanza gritos agudos de su pecho,
Que ya á los montes escarpados sube
Para las ondas contemplar desde ellos;
Que sin sandalias, con desnudas piernas,
A luchar baja con la mar, y luego,
Con una voz que ahogan los sollozos,
Manda esta queja lastimera al viento:
«Pérfido, ¿así arrancada de mis lares
Sola hoy me dejas en desierta playa?
¿Así, ingrato, á despecho de los dioses,
Con el perjurio vuelves á tu patria?
¿Tu propósito nada vencer pudo?
¿No hubo clemencia en ti para que tu alma
De mi compadecerse al fin quisiera?
Á mí no esperar esto me mandabas,
Ni esas tampoco tus promesas fueron,
Que una unión largo tiempo ambicionada
Conforme con los ritos, me ofreciste;
Mas todas fueron, ¡ay! vanas palabras.
No en un hombre que jure mujer crea;
Jamás fidelidad un hombre guarda;

CONT.

CAYO VALERIO CATULO

ODAS

ODA LXIV

EPITALAMIO DE TETIS Y PELEO. CONT.

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Pues cuando algo obtener ellos ansian,
Todo ofrecen, jurar no temen nada,
Y una vez que han saciado su deseo,
Perjuros son y olvidan sus palabras.
Cierto, yo te salvé cuando tú al fondo
De mortal remolino te lanzabas,
Y antes que no salvarte en tal momento,
Yo perder á mi hermano tolerara,
Y hoy por eso á las fieras y á las aves
Me arrojas como presa, abandonada.
¿Qué mar te concibiera entre sus ondas?
¿Qué leona en las rocas te engendrara,
Qué Sirtis, qué Caribdis, ó qué Scyla,
Que con tal premio mis servicios pagas?
Si por odio á las leyes de mi padre
A tu alma nuestra unión no fuera grata,
Aun llevarme contigo asi pudieses;
Yo te hubiera servido como criada
Para extender la púrpura en tu lecho
Y alli tus blancos pies bañar con agua.
Mas, ¿por qué he de quejarme al viento ignaro
De este mi acerbo mal, si mis palabras
Ni puede oir ni á devolver acierta,
Si no hay nadie en la costa solitaria,
Si ya él en plena mar las ondas cruza?
Hoy, cruel la fortuna, en mí se sacia,
Porque de oídos priva á mis lamentos.
Ojalá que de Naxos á las playas

CONT.