TÍBULO (54 a.C.-19 a.C.) (ROMA CLÁSICA)

ALBIO TIBULO (Wikipedia) (54 a. C.-19 a. C.) fue un poeta lírico latino.



Biografía

Nacido en Gabii, una ciudad del Lacio, procedía de una familia adinerada del orden ecuestre que había sufrido las confiscaciones del segundo triunvirato.

Figuró en el círculo de Marco Valerio Mesala Corvino, de quien era íntimo amigo y al que dedicó un famoso panegírico que se ha conservado. Combatió en la guerra civil junto a él en el bando de Augusto, pero enfermó y tuvo que quedarse en la isla de Corcira. Su poesía es, sin embargo, pacifista, y añora la paz y la sencillez de las viejas costumbres campesinas romanas.

Entre sus amigos estuvieron también otros poetas pertenecientes al círculo de Mecenas, como Horacio, Virgilio, Propercio y el joven Ovidio, que dedicó a su muerte una sentida elegía.

Obra

Varios códices le atribuyen cuatro obras de composiciones. Se han conservado dos libros de elegías suyas en un manuscrito (Corpus Tibullianum) que contiene además un tercer libro con poemas del círculo de Mesala: de la poetisa Sulpicia (sobrina de Mesala) y dos elegías atribuibles quizá a Tibulo.

El primer libro, de diez elegías, se dedica a Delia, una mujer casada de origen plebeyo cuyo verdadero nombre, métricamente equivalente, era Plania. El segundo se compone de seis poemas dirigidos a Némesis (nombre de la diosa de la Venganza), mujer por la que experimentó una gran pasión pero cuya identidad quizá es ficticia e inventada por el propio poeta, pero que tal vez sea una cortesana en cuyos brazos se albergó al ser rechazado por Delia. Las elegías de Tibulo están compuestas en hexámetros dactílicos.

Sus temas preferentes son el amor, enfermizo y casi romántico, la amistad, la muerte y el rechazo de la guerra, del comercio y de la riqueza en pro del cultivo de la vida campesina sencilla y tranquila al lado de la amada. Su predilección por lo bucólico lo acerca a Virgilio.

El estilo de Tibulo es claro y clásico, al contrario que el de Propercio, y prescinde de la ornamentación mitológica alejandrina.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)


Advertencia Previa : La Fuente, desde aquí al poema nº 8 - A DELIA- es :

Publicado 1st March 2014 por RODOLFO JARDÓN.



1. A CERINTO



"Rura meam, Cerinthe, tenent villaeque

puellam... "



                                                                    ELEGÍA III, lib. II.


Al campo va mi amor, y va a la aldea;

El hombre que morada un punto sólo

Hiciere en la ciudad, maldito sea.

La mesma Venus deja el alto polo,

Y a los campos se va, y el dios Cupido

Se torna labrador por esto sólo.

¡Ay, yo con qué placer, si permitido

Me fuera estar do estás, con el arado

Rompiera el fértil campo endurecido,

Y en hábito de aldea disfrazado

Siguiera el paso de los bueyes lento,

De tus hermosos ojos sustentado!

Si me abrasara el sol, ningún tormento

Sintiera ni dolor, ni si la esteva

Las manos me llagara en partes ciento;

Que Apolo bien ansí en forma nueva

De las vacas de Admeto fué vaquero,

Y hizo de su amor ilustre prueba.

La música y belleza contra el fiero

Amor no le valió, ni saludable

Yerba de cuantas él halló primero.


CONT.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)


1. A CERINTO


ELEGÍA III, lib. II. CONT.

Toda su medicina al incurable

Golpe quedó rendida, y traspasada

Su alma fué con flecha penetrable.

Y con delgadas mimbres fué tejida

la forma para el queso, de su mano,

dejando libre al suero la salida,

Llevó y tornó del pasto la vacada,

La leche fué exprimida por su mano,

Y en las redondas formas apretada.

¡Ay! cuántas veces, cuántas de su hermano,

Que en pos de algún novillo le encontraba,

Se avergonzó Diana, mas en vano.

El cabello que al oro despreciaba,

Revuelto le traía y desgreñado;

Que el duro amor así se lo mandaba.

¡Oh venturosa edad! ¡(siglo dorado!)

Cuando sin deshonor ni inconveniente

Aun a los mesmos dioses era dado

Servir al dulce amor abiertamente.


FIN DEL POEMA A CERINTO

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A MESALA



Ibitis Ægeas sine me, Messala, per

undas...



ELEGÍA III, lib I.





Pues a surcar sin mí vais el Egeo,

No me olvidéis, Mesala, compañeros.

De Pheacia en los campos extranjeros

Por dolencia letal preso me veo.

¡Detén, muerte cruel, tu brazo impío

Detente, negra muerte, oye mi duelo.

No tengo tierna madre en este suelo

Que en su seno recoja el polvo mío,

No hermana que perfume mi urna fría,

Y en suelta cabellera me lamente.

Antes de consentir en verme ausente,

¿Qué númen no invocó la prenda mía?

Tres veces en las suertes mi destino

Consultó, tres feliz le halló el infante.

Todo anunció mi vuelta; mas mi amante

Nunca miró sin llanto mi camino.

Yo, despedido ya, sagaz fingía

Demoras, por calmar sus penas graves;

Una vez era el canto de las aves,

Otra un agüero o de Saturno el día.

¡Cuántas le dije, que al partir, llagada

Por su puerta mi planta, signo triste

Me había helado! Al Dios de amor resiste

Quien parte repugnándolo su amada.


CONT.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A MESALA


ELEGÍA III, lib I. CONT.

¿Son, oh Delia, en mi mal de algún provecho

Tu Isis y tus sistros sonorosos?

¿Lo son tus sacrificios religiosos,

Tu pura lustración, tu casto lecho?

Isis, dame favor; pinturas ciento

Dicen en tu mansión tu poderío.

Ante tu sacro pórtico el bien mío,

En simple lienzo y con cabello al viento,

Dos veces cada día en tus loores

Entonará en tus coros sus cantares,

Y aun pueda yo ensalzar mis dioses lares,

Y ofrecerles mensual píos olores.

¡Cuál brillaste feliz, siglo dorado!

Aun no abrían el suelo anchos caminos,

Aun no hendían el mar audaces pinos,

Ni entregaban al noto seno hinchado.

El vago marinero no cargaba

De lejano país raro tesoro.

No sujetaba el yugo al fuerte toro,

Ni freno el alazán dócil tascaba.

Ni puertas defendían las moradas,

Ni Término los campos dividía;

Daban miel las encinas, y ofrecía

La ovejilla doquier fuertes colmadas.


CONT.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A MESALA


ELEGÍA III, lib I. CONT.

Odios, guerras, no había, ni legiones

Ni afilaba el acero arte inhumano;

Mas tú, Jove, imperaste soberano,

Y en sangre se inundaron las naciones.

El Ponto se surcó, y halló la dura

Parca senderos mil, Salva piadoso,

Oh Padre, a un infeliz. No pavoroso

Me reprendo blasfemia o voz perjura.

Y si el hado fatal mi hora señala,

En mi tumba dirá letra esculpida:

«Tibulo yace aquí; rindió su vida,

Siguiendo la fortuna de Mesala.»

Venus, porque al amor he sido blando,

Me llevará a los campos venturosos:

Reinan danzas y cantos armoniosos

Allí, y el ruiseñor vaga trinando;

Canela sin cultivo de la tierra,

Crece la rosa en prados y en egidos,

Juegan virgen y mozos confundidos,

Y anímales amor con dulce guerra.

Y allí brillas, de mirto coronado,

Tú, que en brazos de amor la luz perdiste.


CONT.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A MESALA


ELEGÍA III, lib I. CONT.

Yace, empero, un lugar de noche triste,

De estrepitosos ríos circundado.

Tesífone, sus sierpes sacudiendo,

Hiere en él, y la turba delincuente

Dispersa; mas el can de triple frente

El acerado umbral guarda rugiendo.

Allí expía Ixión su atrevimiento

Sobre la rueda rápida girando;

Ticio, nueve yugadas ocupando,

Sus entrañas ofrece al buitre hambriento.

Entre lagos de sed Tántalo espira:

Toca ya a su acre labio la corriente,

Y huye la onda falaz. La impía gente

De Dánao también allí se mira,

Y, odio de la ofendida Citerea,

Llena siempre el tonel siempre vacío.

Allí esté quien atente al amor mío

Y quien largas campañas me desea.

Víveme, Delia, fiel; constante guarda

Sea de tu pureza grave anciana;

Mientras urde a su lámpara la lana,

Con historias te abrevie noche tarda.

Y tú, cerrando el párpado rendido,

El uso escapar dejes dulcemente;

Tan de improviso entonces me presente,

Que del cielo me creas descendido.

Desnudo el albo pie, suelto el cabello,

Vuela, según estés, a quien te adora.

En carro de carmín cándida aurora

Abra a mi corazón día tan bello.




FIN DE 2. A MESALA

Y me lo estaba perdiendo...
Seguiré sus elegías y te doy las gracias, amigo, por dejarnos tu esfuerzo constante en cada puerta que abres.

Tanto en Grecia como en Roma Clásicas hay mucho y bueno. Creo que un Foro del prestigio del nuestro, no puede pasar de ello, aunque suponga una carga de trabajo extra.

Sigo

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A DELIA



Semper, ut inducar, blandos offers mihi

vultus...



ELEGÍA VI, lib. I.



Siempre con blanda faz rindes mi alma,

Y duro te hallo, amor, y triste luego.

Engañar a un mortal ¿es digna palma

De un Dios? ¿Por qué me afliges, crudo, ciego?

Veo tu red: furtiva ya mi amante

En la noche a un rival desconocido

Favorece sagaz. Niega constante.

Mas ¿no niega mi amor a su marido?

Yo la enseñé a burlar guarda celoso.

¡Ay, que por mi arte soy burlado!

De mí a vedar el tálamo a su esposo

Aprendió, y a tornar quicio callado;

Y con yerbas borrar el beso ardiente

Que hondo graba recíproca ternura.

De una falsa beldad dueño imprudente,

Oye mi voz, si la deseas pura.

Teme si a los mancebos da loores;

Si el seno al reclinarse desenlaza;

De sus señas te guarda, y si en licores

Moja en la mesa el dedo y cifras traza

Con frecuencia saldrá. Teme, aunque diga

Que a los misterios sale de Cibeles,

Vedados a los hombres. Alguien la siga,

Si quieres escuchar consejos fieles,

De las aras al pie. Pensará en vano

Encubrirse a mis ojos vigilantes.

La señal veces mil la di en su mano,

Examinar fingiendo sus brillantes,

Con vino te adormí frecuentemente:


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A DELIA

ELEGÍA VI, lib. I. Cont.

Yo bebía contigo, mas atento

Onda mezclaba fría al vino ardiente.

Perdona mi franqueza; el pensamiento

No era mío, el amor me lo inspiraba;

Y ¿quién resiste a un numen? A mí era,

(Decirlo quiero todo) a quien ladraba

Tu enfurecido can la noche entera.

Ese que se detiene, observa y pasa

Delante de tu umbral, preocupado,

Y fingiendo después no ver tu casa,

Vuelve solo con paso acelerado

Hacia tu mismo pórtico tosiendo,

No creas que haga en vano tanto extremo.

Lo que amor te prepara no comprendo,

Mas aún nada tu barco, coge el remo.

¿Qué es de tierna beldad verte marido,

Si no la guardas bien? Vana es la llave;

En tus brazos anhela otro querido,

Y con fingido mal huirte sabe.

Fíamela, y del grillo a la crudeza

Me someto, y del látigo al tormento.

Huya entonces quien riza su cabeza,

Y desbrochada toga entrega al viento.

Lejos el que se encuentre en mi camino,

Si ama puro vivir, lleve su planta.

Mándalo amor así, y en son divino

La gran Sacerdotisa nos lo canta.

Si Belona la enciende, azote crudo

Desprecia en su furor y ardiente llama.

Desgárrale sus brazos hierro agudo,

Y su sangre en el numen se derrama.


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

2. A DELIA

ELEGÍA VI, lib. I. Cont.


Clava al pecho un puñal, abre la herida,

Y así, profeta fiel, clama su acento:

«Respeta la beldad de amor querida,

O teme el vengador remordimiento,

Y ver como mi sangre huir tus dichas,

O cual ceniza huir, que el viento lleva.»

De ti ha predicho, Delia, mil desdichas;

Mas si torno a tu amor, blanda se mueva.

No por ti, por tu madre es mi dulzura.

Esta mis iras templa. ¡Alma preciosa!

A mí te cunducía en noche oscura,

Nuestras manos uniendo temerosa.

Y en tu puerta, de lejos al rüido

De mis pies, mi venida conocía.

Víveme, anciana dulce, ¡concedido

Me sea urdir tu vida con la mía!

Ámote siempre; a Delia juntamente

Por ti amo: es tu sangre, aunque me ofende.

Ni guarda toca el oro de su frente,

Ni larga estola hasta sus pies desciende.

Sujétala con todo a casta vida

Y me someto entonces a ley dura

A mis ojos se lance enfurecida

Si celebra mi voz otra hermosura.

Si por vengar quimérica falsía,

Me arrastra del cabello con dureza,

No la maltrataré; la mano impía

Pierda yo, si me arrojo a tal fiereza.

No al miedo tu amor deba; y en mi ausencia

Guarde, oh Delia, tu fe la mutua llama.

La infiel cuando encanece, en la indigencia

Con mal segura mano urde la trama,

Lava humilde los cándidos cendales,

O mercenaria labra tela agena.

Ríe la juventud al ver sus males,

Creyendo en ellos ver su justa pena.

Y Citeres, que aplaude de su altura,

Temblar hace a la ingrata. Otra lamente

Rigor tanto, y nosotros de ternura

Aun seamos ejemplo en cana frente.

FIN DE 2. A DELIA

Nada nuevo que decir.
Las gracias siempre te las daré, por las maravillas que nos dejas.

SIGO. DÁNDOTE LAS GRACIAS.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

3. A LA PAZ



Quis fuit horrendos primus qui protulit enses?



ELEGÍA X, lib. I.



¿Quién la horrenda segur forjó el primero?

¡Artífice feroz, pecho de acero!

De él la sangre y las guerras han venido;

La muerte halló por él breve sendero...

Mas ¿de aquel infeliz la culpa ha sido,

Si el hierro, que nos dió contra las fieras,

Contra sí mismo el hombre ha convertido?

Viene del oro el mal. Cuando se alzaba

En nuestras simples mesas copa de haya,

Ni trincheras se vían ni castillos,

Y entre sus apastados corderillos

El tranquilo pastor descanso hallaba.

¡Viviera entonces yo; ni lanzas viera,

Ni me haría temblar trompa guerrera!

Marte me arrastra ahora, y ya irritado

Tal vez un enemigo el dardo blande,

A traspasar mi pecho destinado.

¡Oh Lares, defended la vida mía!

Habéisme alimentado cuando tierno

[p. 124] Al pie de vuestras aras discurría,

No con frío desdén en tronco antiguo

Vuestra imagen miréis representada;

La vió así de mis padres la morada,

Cuando la fe reinaba más sincera,

Cuando con pobre culto en choza humilde

Se honraba vuestra imagen de madera!

Grata os era de espigas la corona

Entonces, grato el don de uva madura.

Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

3. A LA PAZ

ELEGÍA X, lib. I. Cont.

Un padre os ofrecía el pan sagrado,

Y su párvula hija la miel pura.

Lares, de mí apartad dardo acerado;

Y de mi piara el puerco más lozano

Por mí a vuestra deidad será inmolado.

Coronado de mirto, en albo lienzo,

De mirto el azafate conduciendo,

Yo iré la sacra víctima siguiendo,

Y otro, a Mavorte caro, alcance glorias,

Caudillos enemigos derrotando,

Y me cuente, bebiendo, sus victorias,

Su campo con el vino diseñando.

Con guerras provocáis ¡oh rabia ciega!

La muerte que sin tregua nos persigue,

Y con secreto pie callada llega!

Ni se ven en el Tártaro sembrados,

Ni viñedos se ven; mas el Cerbero,

Mas de la Estigia el hórrido barquero,

Y errando entre lagunas, atezadas,

Con escuálida faz, sombras tostadas.

¡Ay, y cuánto más digno es de alabanza

Aquel a quien cercado de sus hijos

En pobre hogar la ancianidad alcanza!

Guía de sus ovejas el rebaño,

Su rapaz los corderos, y su esposa

Le dispone a su vuelta hervido baño.



Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

3. A LA PAZ

ELEGÍA X, lib. I. FIN

Pueda yo así vivir; así mi frente

Ver pueda encanecer, y los sucesos

De mi lejano Abril anciano cuente.

Labre en tanto la Paz nuestra ribera.

Unció la blanca Paz al corvo yugo

Los bueyes aradores la primera.

La Paz nutre la cepa y guarda el vino

Que la paterna cuba vierte al nieto.

Florecen con la paz dalle y arado,

Y las funestas armas del soldado

El orín roedor muerde en secreto:

Y con la paz, de Baco en la alegría,

Hijos y esposa el rústico en su carro

Torna del bosque sacro a su alquería.

Pelea sólo amor. Ya fuerza umbrales,

Ya destrenza una suelta cabellera.

Llora, herida la faz, joven belleza,

Y llora el vencedor su rabia fiera,

Y el malicioso dios que sopla el fuego,

Callado entre los dos, se asienta luego.

De hierro es quien maltrata a su tesoro:

Los dioses lanzaría de su esfera.

Basta rasgar su túnica ligera,

Su peinado soltar, mover su lloro.

Cuatro veces felices los que airados

Llantos hacen correr de ojos amados.

Mas el que puede alzar brazo sañudo,

De la blanda Citeres huya lejos,

Y la coraza tome y el escudo.

Ven de espigas ornada, Paz amiga:

De tu seno el tesoro nos prodiga.


FIN DE 3. A LA PAZ

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

4. LUSTRACIÓN CAMPESTRE



Quisquis ades, faveas; fruges lustramus et agros...



ELEGÍA I, lib. II.



Cuantos me circundáis cantad en coro,

Fieles de la costumbre observadores

Que dejado nos han nuestros mayores:

Lustremos la campiña y su tesoro.

Ven, Baco, de racimos coronado;

Ceres, orna tu sién de rubia espiga;

Descanse el labrador de su fatiga,

Y descansen la tierra y el arado.

Los yugos desatad, y pase el día

En pesebre colmado el buey, su frente

Ceñida de arrayán; brutos y gente

Consagren de la fiesta la alegría.

No toque la hilandera laboriosa

Su copo; de las aras huye luego,

Tú, que anoche de amor cediste al fuego;

Castidad a los dioses es preciosa.

Venid vestidos de cendal nevado;

Sumergid manos puras en la fuente;

Ved marchar el cordero al ara ardiente,

Y el pueblo en pos, de oliva coronado.

Dioses, lanzad el mal de estos confines;

Campos purificamos y zagales;

Lobo veloz los tardos recentales

No teman, ni la mies yerbas ruines,

Y alegre, rico agosto presagiando,

Los troncos el colono al fuego entregue;

Y su turba infantil en tanto juegue,

La frágil rama en bóvedas doblando.

Así será: ya el cielo a nuestro acento

Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

4. LUSTRACIÓN CAMPESTRE

ELEGÍA I, lib. II.. Cont.


La profética entraña anuncia pío.

Soltad la llave al ánfora chío,

Dadme humo Falerno de años ciento.

Hoy sin rubor, cuantos la fiesta sigan,

Con mal seguro pie marchen beodos.

Mas por Mesala ausente brinden todos,

Y todos al beber su nombre digan.

Domador de Aquitania, tus hazañas

Eclipsan de tus padres la memoria.

Ven, alienta mis ecos, y la gloria

De los dioses diré de las campañas.

Son al campo y sus dioses mis loores.

En la tierra sonó su voz divina,

Y el hombre sin el fruto de la encina

Vencer supo del hambre los horrores.

A techar su morada le enseñaron

Del bosque entretejiendo la riqueza;

Domaron de los toros la fiereza

Y el carro sobre ruedas elevaron.

La salvaje raíz se olvidó luego,

Fecundóse Pomona con injertos;

El abundoso suelo de los huertos

De la pingüe corriente bebió el riego.

So la rápida planta brotó el mosto,

Y acudió sobria el agua a castigalle;

Brilló opulento el campo cuando al dalle

Anual su crin dorada cedió Agosto.


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

4. LUSTRACIÓN CAMPESTRE

ELEGÍA I, lib. II.. Cont.


En el campo la abeja vagorosa,

Cuando ríe de Abril la bizarría,

Liba el cáliz de Flora, y de ambrosía

El labrado panal hinche afanosa.

Sujetaron cansados labradores

Los primeros a ley agreste acento;

Los primeros con rústico instrumento

Cantaron del Olimpo los señores.

Tintos de heces, oh Baco, el alegría

De las primeras danzas ordenaron;

El castrón, don precioso, te inmolaron;

El castrón del rebaño era la guía.

Eu los campos también entretejieron

De Mayo con las dádivas brillantes

La primera guirnalda los infantes,

Y a sus antiguos lares la ofrecieron.

Allí esponja la oveja el vellón blando,

Y en él a las muchachas da cuidados;

De él la rueca y el copo que en delgados

Hilos el huso urdió raudo girando;

Por él la tejedora se desvela,

Y cruzando el estambre dulce canta,

Y al cadencioso impulso de su planta

Responde en son armónico la tela.

Que amor entre vacadas ha nacido

Y entre bravías yeguas, dan por cierto.

Entre ellas ensayó dardo inexperto.

Después ¡triste de mí! ¡cuál se ha intruido!

Ya no persigue al bruto, las doncellas

Y el altivo varón sienten su mano.


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

4. LUSTRACIÓN CAMPESTRE

ELEGÍA I, lib. II..

Al joven empobrece, y al anciano

Dicta ante duro umbral necias querellas.

A sus ecos la tierna muchachuela,

En medio de la noche ennegrecida,

Furtiva de la noche adormecida,

Se escapa y busca sola el bien que anhela.

De temor suspendida, zozobrosa,

Con cauto pie va el suelo examinando,

Y las inciertas manos avanzando,

La oscuridad explora tenebrosa.

¡Mísero aquel a quien amor aqueja!

¡Feliz quien mereció su dulce agrado!

¡Ven a nuestro festín, numen sagrado!

Mas tus armas depón, tu antorcha aleja.

A este célebre dios cantad, pastores;

A este célebre dios vuestra voz clame:

Para la grey en alto; mas quien ame,

Demándele en secreto sus favores.

No; las voces alzad, la algarabía

Del frigio son, de la festiva gente

Estrepitosa cubre el voto ardiente.

Holgaos, ya la noche el carro guía,

Y su vuelo astros mil siguen risueños.

Ya envuelto en pardas alas, avanzando

Al sueño ved, y en torno de él vagando

Con vacilante pie negros ensueños.


FIN DE 4. LUSTRACIÓN CAMPESTRE. ELEGÍA I, lib. II.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

5. LA AVARICIA DE NÉMESIS



Hic mihi servitium video, dominamque paratam...



ELEGÍA IV, lib. II.



Veo ya mi cadena y mi tirano:

Adiós por siempre, ¡oh libertad paterna!

En hierros preso, en servidumbre eterna,

Nunca templa el amor su dura mano.

Ya inconstante, ya fiel, ardo abrasado.

¡Ardo! Tu fuego aparta, beldad fiera.

Para no padecer, dioses, ¿quién fuera

Una insensible roca en monte helado?

¿Quién escollo en que el mar Eolo impío

Iracundo estrellara? Amargo el día,

Amarga me es aun más la noche umbría;

Se anega en hiel ingrata el pecho mío.

En vano, triste lira, de ayes usas,

En vano te los dicta el blando Apolo;

El oro a la cruel mueve tan sólo.

Si a mi amor no servís, huid, oh Musas,

No para celebrar la guerra insana

Vuestro favor demanda mi desvelo;

No para describir del sol el vuelo,

Ni las variadas fases de su hermana;

Canto para vencer al bien que adoro.

Huid, pues canto en vano mis ardores.

por el crimen, la sangre y los horrores,

Acumular sabré preseas y oro.


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

5. LA AVARICIA DE NÉMESIS

ELEGÍA IV, lib. II.. Cont.

A un inflexible umbral de hoy más postrado

Nadie quejar me vea lastimero.

Despojaré los templos, y el primero

Será, por mí el de Venus profanado,

¿Dueño avaro me das, Venus tirana?

La sacrílega siente mano mía.

Perezcan los que pulen pedrería,

Los que tiñen de púrpura la lana.

[p. 129] Quien inventó de Ceos el tejido,

Quien pesca en el mar Rojo perla clara.

Por ellos de riquezas sed avara

Y de amor las desgracias han nacido

Por ellos vió el umbral cerbero crudo,

Y se armaron las puertas de candados.

Mas ¡ay! derrama el oro, adiós cuidados;

Fácil hallas la puerta, y el can mudo.

El dios que a la venal ornó de encantos

¡Con qué penas la dicha ha corrompido!

Él hace blasfemar contra Cupido,

Querellas exhalar y correr llantos.

Oh, tú, que al pobre alejas rigorosa,

Del fuego tu riqueza pasto sea,

Y gozoso el mancebo arder la vea

Sin moverse a verter onda piadosa.

Nadie tu muerte sienta, en vano implore

La ofrenda tu olvidado monumento.

Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

5. LA AVARICIA DE NÉMESIS

ELEGÍA IV, lib. II.. FIN.

La que fue generosa, aun de años ciento

Tendrá en la ardiente pira quien la llore.

A su memoria fiel amante anciano

Pondrá festón anual sobre su losa,

Y dirá al partir de ella: «En paz reposa,

El suelo sobre ti pese liviano.»

Ecos son de verdades mis cantares;

¿Que importa, si la ingrata me encadena?

Si el techo paternal vender me ordena,

Veréis nuevo señor, antiguos lares.

La copa emponzoñada de Medea,

De Circe cruda el tósigo inclemente,

El licor que destila yegua ardiente

Cuando enciende a los brutos Citerea;

Toda la que Tesalia odiosa lleva

En su seno letal planta tirana,

Y mil venenos más mezcle inhumana...

Dadme, si me sonríe, que los beba.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

6. A BACO



Candide Liber, ades; sic sit tibi mystica vitis...



ELEGÍA VI, lib. III.



Cándido Baco, ven, y tu sien pura

De yedra y sacro pámpano decora.

Sé mi médico tú, mis males cura.

¿Cuántas veces amor tu triunfo llora?

A mis acentos ven, copero tierno,

Los cálices rebosen vino añoso;

Ven, inclina tu brazo y de Falerno

El cáliz mío colma generoso.

Huid, penas, cuidados, raza impía.

Ya en sus albas cuadrigas ríe Febo.

Obedeced, amigos, la voz mía,

Caudillos del festín, bebed si bebo.

De quien la dulce lid rehuya austero

En secreto se burle infiel amiga.

Baco dobla el ingenio, rinde al fiero,

Y al yugo del amor su cuello liga.

Los tigres, las leonas ha domado

Y el duro pecho enternecer le vemos.

Tanto puede y aun más el dios vendado;

Mas de Baco los dones demandemos.

¡Quién mira sin dolor copa vacía!

Sonríe el justo Baco a quien le adora,

Sonríe al que frecuenta su ambrosía.

Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

6. A BACO

ELEGÍA VI, lib. III. FIN

De Catulo en el cántico sonoro

Resuena del ingrato la crudeza,

¡Ah! venturoso el que en ajeno lloro

Aprende a conocer a la belleza.

Teme si su voz suena seductora,

Si se abraza a tu cuello con ternura,

Si por sus ojos jura engañadora,

Si por su Juno o por su Venus jura,

Jove ríe al perjurio de una hermosa,

Y al ímpetu le entrega de los vientos.

¿Mas qué? ¿no cesará mi voz llorosa?

Lejos idos de mí, graves lamentos.

¡Quién gozara contigo noche larga!

¡Quién velara contigo largo día!

¡Pérfida, siempre amada y siempre amarga!

¡Pérfida, y, aunque pérfida, ansia mía!

Mas Baco es de las Náyades amante,

Temple marcio cristal el rancio vino.

Huya de mi banquete la inconstante,

Y aleve vuele a lecho clandestino.

No pasaré en llorar la noche entera,

El néctar me prodiga, esclavo tardo!

Ya entre rosas mi sién brillar debiera,

¡Ya destilar debiera lirio y nardo!

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

7. TIBULO A SU AMIGA



Nulla tuum nobis subducet femina lectum...



ELEGÍA XIII, lib. IV.



Ninguna más que tú reinará en mi alma:

Hanlo sellado así las dichas nuestras.

Agrádasme tú sola, y no hay en Roma

Para los ojos míos más belleza.

¡Ay, si tan sólo yo te hallara hermosa!

¡Si al resto disgustaras de la tierra!

Vivir quiero tranquilo, no envidiado;

Ama el discreto amante la reserva.

Morara yo contigo en selva oculta

Que nunca hubiera visto humana huella.

Tú el remedio serías de mis males,

Tú mi luz de la noche en las tinieblas,

Y tú mi mundo en mi apartado asilo.

Si del Olimpo mismo amiga nueva

Para mí descendiese, fuera en vano:

Helado me hallaría Citerea.

Lo juro por el numen de tu Juno,

Para mí de las diosas la primera.

Pero ¿qué hago, imprudente? ¡Así me ciego!

¡Insano juramento a ti me entrega!

Ya serás más audaz, ya más impía,

Fruto infeliz de mi ligera lengua,

Habla, pues, a tus leyes me someto;

Tu esclavo soy; mas preso en tu cadena,

Abrazaré las aras de Citeres,

Al injusto, cruel; dulce al que ruega,

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

8. A DELIA



Divitias alius fulvo sibi congerat auro...


ELEGÍA I, lib, I,


Otro tenga opulento plata y oro,

Yugadas mil de cultivado suelo,

Y sin cesar aquéjele el recelo

De enemigo que anhela su tesoro;

Su sueño ahuyente la guerrera trompa,

Pase mi vida sin laurel ni fama,

Arda siempre en mi hogar tranquila llama,

Lejos de mí la lid, lejos la pompa,

No deje la esperanza mis umbrales,

Mas compense del año la fatiga

En vino ardiente y en preñada espiga,

Y proteja mis tiernos recentales,

A las plantas daré sabroso riego,

Frutales plantará mi diestra mano,

De alegres vides ornaráse el llano,

Fértil la tierra escuchará mi ruego.

Veloz aguijaré los tardos bueyes,

Y si el balido de la oveja suena,

O el cabritillo por su madre pena,

Los llevaré en mis hombros a sus greyes.

En la estación de frutos precursora

Lustro aquí religioso mis pastores,

Y baño en leche y entretejo en flores

El ara de la Diosa labradora.

Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

8. A DELIA

ELEGÍA I, lib, I, Cont.



Pues en el rudo tronco la venero,

Y humilde imploro su favor divino

En la vetusta piedra del camino

Que marca de dos tierras el lindero.

De espigas, Ceres, tejeré corona

Que de tu templo ante los postes penda,

Y al Dios agricultor haré la ofrenda

De cuanto fruto el año nos endona.

Y en los huertos pomíferos, inmundo,

La diestra armada de segur tajante,

Priapo ahuyentara la grey volante,

Con forma obscena y rostro rubicundo.

Y a vosotros, oh Dioses familiares,

Que protegéis mi hacienda todavía,

Hoy tan menguada, si opulenta un día,

Dones ofreceré, rústicos lares.

Propicios aceptad, númenes, todo,

Aunque de pobre mesa en frágil vaso

Que labrador antiguo, de arte escaso,

Fabricó para sí de tenue lodo.

¡Oh ladrones, oh lobos carniceros,

Os ruego perdonéis a mi ganado,

Otro redil os dé botín colmado,

Buscad para la presa otros senderos!


Cont.

ALBIO TIBULO (54 a. C.-19 a. C.)

8. A DELIA

ELEGÍA I, lib, I, Cont.

No ansío de mis padres la riqueza,

Ni la opulenta troj de mis abuelos;

Pobre mies satisface mis anhelos:

Descanse en pobre lecho mi cabeza.

Me es dulce oír el Aquilón sonante

Y a mi amada estrechar, mientras él ruge,

Cuando a su embate poderoso cruje

Mi combatido techo vacilante..,

Y cuando lance el Austro sus corrientes

Y desborde los cauces espumosos,

Arrullarán mi sueño cadenciosos

De la perenne lluvia los torrentes.

Si reina acaso la inclemencia estiva,

Del fiero Can el hálito abrasado

Esquivaré, a la sombra recostado,

Por do murmura el agua fugitiva.

¡Antes perezcan esmeraldas y oro,

Que suspire por mí mi triste amante,

Cuando me entregue al piélago inconstante,

Ni sus mejillas humedezca el lloro!

A ti, oh Mesala, bélica prudencia

Pertenece mostrar por tierra y mares,

En despojo trayendo a tus hogares

De cien vencidos pueblos la opulencia.



Cont,