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    COVID-19: “Primaria, el colapso invisible”, por Ana Macpherson (La Vanguardia, 06-08-2020)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra Jue 06 Ago 2020, 13:31

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    “Primaria, el colapso invisible”, por Ana Macpherson
    (La Vanguardia, 06-08-2020)

    “No podemos dejar de hacer nuestra actividad diaria para centrarnos solo en la Covid-19. Y no llegamos. Los hospitales cerraron servicios para dedicar plantas enteras a los infectados, pero nosotros debemos seguir haciendo bajas, informes para el traumatólogo y toda la atención. A los crónicos, a los mayores con múltiples dolencias, al deprimido… Con la diferencia de que ahora no podemos decirles oiga, eso ahora no toca, su tapón en el oído o la analítica anual tendrán que esperar, estamos en emergencia. Es que nadie se lo ha advertido”.

    Es el desesperado resumen que hacen médicos y médicas de familia de uno de los centros de primaria del área metropolitana de Barcelona. Sin nombres. Su caso es el de decenas de ambulatorios desde hace mes y medio, cuando la nueva normalidad dejó de ser un alegrón social y empezó a convertirse en el otro problema para el que el sistema sanitario no había sido dotado. Y al que ya se empezaba a llegar tarde.

    Algunos van con la camiseta empapada. Hoy les ha tocado urgencias Covid -cada caso sospechoso requiere atención, preguntas, PCR, medir la oxigenación- y eso supone llevar puesto el buzo de plástico, con las gafas, el doble guante… Con el aire acondicionado suspendido en muchos edificios porque no hay manera de garantizar la circulación de aire exterior que se exige ahora.

    En los pasillos solo se ven mascarillas, equipos de limpieza -desinfectan la sala de PCR dos veces al día, paredes y techos incluidos- y pacientes citados y estrictamente controlados en sus movimientos. Sin salas de espera.

    En la puerta de los CAP (Centro de Atención Primaria) otros compañeros hacen de guardia pretoriana para dejar claro que no se entra como antes. Que no existe la atención en persona a demanda. Porque están intentando frenar este rebrote de la epidemia desde esta frontera tan poco visible.

    Así que de los aplausos se ha pasado a las malas palabras, espetadas en la puerta porque los ciudadanos creen que pueden usar este servicio tan suyo, tan a mano y sin complicadas derivaciones burocráticas. Y resulta que no. “`Pero si está vacío!”.

    Las primaria es el nuevo muro de contención del sistema, desde donde se intenta que la infección se detenga antes de que se necesite hospitalización, duros tratamientos, ventilación, UCI… Pero no se ha reforzado. Es la de siempre descontados los de vacaciones y los que están ocupándose de las residencias. No ha sido hasta hace apenas una semana, cuando terminaron de contratar y formar a los algo más de 500 gestores Covid de apoyo.

    Desde el viernes pasado cada CAP tiene uno o dos gestores Covid, jóvenes de muy diferentes formaciones que han hecho cursos de un par de días para conseguir de cada sospechoso la máxima información sobre contactos. Y lograrlo en el momento, sin moverse del CAP. “Sufren, no les habían dado ni las contraseñas”.

    Pero estos fichajes imprescindibles no evitan que cada día en las agendas de los médicos y las enfermeras del CAP se queden sin atender -telefónicamente, por supuesto- diez, quince, cuarenta, cada vez un número mayor de los ciudadanos que llamaron y a los que los administrativos intentaron dar hora en una agenda en la que se han multiplicado las casillas.

    “Muchas de las consultas no parecen nada grave, pero no todo el mundo explica bien su motivo de consulta ni su gravedad al administrativo. Así que hay noches que te vas con el corazón en un puño, temiendo que esa llamada que dejaste para el día siguiente sea al final algo importante”.

    Las residencias han dado un buen pellizco a las plantillas de primaria. En los CAP donde tienen geriátricos, el 10% del personal está dedicado absolutamente a que no vuelva a pasar lo de abril. Son el otro gran muro.

    De la puerta les llega la indignación de los ciudadanos a los que nadie les ha dicho que no está todo normal. “Y habrá que explicarles que no estamos haciendo el vago”, replica una enfermera de un CAP de Barcelona. Casi se le atragantan las palabras por la rabia. Según datos del Catsalut, la semana pasada la atención primaria atendió 12.043 consultas de casos sospechosos de Covid (y todo el procedimiento que supone cada consulta). Eso fue un 43,5% más que la semana anterior. Y casi un 50% más que dos semana antes.

    “Hoy hemos llamado a 300 personas”, explica una enfermera. Más cien PCR y entre 80 y 90 visitas presenciales de enfermería. “Y lo que surja”. El día anterior, 140, entre casos nuevos de Covid-19 y seguimientos en la agenda de enfermería. Otros 143 en la de los médicos de familia. Al 30% los citan por síntomas. Otros profesionales se dedican hoy a la atención en el domicilio.

    “Queremos que se lo expliquen a la gente, porque ahora parece que el miedo haya desaparecido y ha vuelto la exigencia como si no pasara nada, como si todo fuera normal”, explica una médica de familia.

    Reconocen que se muerden la lengua varias veces al día. Es la quinta llamada de control de síntomas a un caso positivo que está en aislamiento en casa. “No nos cogen el teléfono. A veces dudas entre llorar y mandarles a la… Un paciente llegó a decirnos que no había derecho que le llamáramos antes de las 9.30, que estaba descansando. ¡Cada llamada a mí me supone entrar en siete apartados distintos del programa!”. Están convencidos de que otros no cogen el teléfono para que nadie les diga que han de aislarse.

    El aislamiento es otra lucha. “Me decía sorprendida, mientras le buscaba un hueco para hacerle cuanto antes la PCR, si yo pretendía que no pudiera irse el fin de semana a la casa de fuera, que ella no tenía síntomas. Tuve que recordarle que si iba a encontrarse con alguien con más de 50 años a quien apreciara, tendría que decidir si le quería contagiar, que era su responsabilidad. Se indignó conmigo”.

    El malestar es tanto entre todos que solo recuerdan a quienes responden mal. “Realmente otra cosa son los mayores, son de otra pasta. Esos no llaman aunque estén mal, por no molestar. Otro riesgo que se nos puede escapar”. Se quejan de los otros y de la falta de información. Hay quien anula la cita de la PCR -una de las cien de promedio que se hacen en cada CAP de zonas con mucho contagio, envueltos en plástico y empapados en sudor- porque quería coger un avión y no quería que se lo impidiera la PCR positiva.

    Están cansados. Muy cansados y muy enfadados. También los usuarios. “Viven fatal el no poder acceder a nosotros, que no sean atendidos como siempre, que no tengan derecho a ver a su médico si se notan cansados o si quieren saber si la visita al cardiólogo se retrasará aún. Que tengan que esperar una llamada por teléfono o un correo, que de repente todo sea, no cuando el usuario quiere, sino cuando podamos”.

    “¿Ser contacto?, muchos no lo entienden. Tenemos que dedicar tiempo a explicarlo y el riesgo que supone. Algunos de los positivos luego te cuentan que quizá si debería, avisar a algunos compañeros, ¡qué se saludaron por el pasillo, porque fue a verlos!, cuenta uno de los médicos.

    Las anécdotas van mostrando un muro de profesionales agotados “y sin respaldo, no nos sentimos en absoluto respaldados. Nuestro equipo se compone de 14 médicos y estamos 8”. Enfrente, una población que no sabe bien qué pasa, a la que parece faltarle información sobre qué supone contagiarse, ser positivo, aislarse, ser contacto, ser contacto de contacto. Y que solo ve cómo pierde un servicio esencial.

    Recuerdan una familia de siete miembros todos Covid positivos, entre ellos tres menores de edad. A la espera del resultado de las PCR, les mandaron aislamiento. “Cuando llamamos para darles el resultado estaban yendo todos en ¡transporte público! a un hospital de otra población porque estaban haciendo un estudio con niños Covid y les habían llamado para participar en él. ¿Es así como debería hacerse?”.

    Ana Macpherson (La Vanguardia, 06-08-2020)


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