por Lluvia Abril Mar Jul 14, 2020 4:05 pm
EDUARDO BUSTILLO
(1836- 1908)
"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS
A GUILLERMINA
LEYENDO LAS Doloras* DE SU ESPOSO
(cont.)
Y ¿por qué ha de buscar una doncella
el alma de su amante en una estrella,
ni en el perfume de una flor querida,
ni de la brisa en el suspiro suave,
ni en la postrera carta recibida
que dice lo que todo el mundo sabe ?
Si es su amante poeta,
debe buscarla en la expresión secreta
que encierran sus cantares;
y allí verá quizás un alma inquieta
que a un tiempo quema incienso en mil altares,
que bendice recuerdos, o maldice,
y es peor si aparecen maldiciones,
pues, para el alma que su historia ha escrito
arrojando recuerdos a montones,
suele ser más amado el más maldito.
Y ¡ay! de la pobre niña, cuya historia
hiciera sonreír, por lo inocente,
pues no guarda ella misma otra memoria
que haber visto su imagen en la fuente,
o haber hablado un día con sus flores .
mientras de amor hablaban dulcemente
allá en el robledal los ruiseñores.
¡ Ay de la niña que, buscando el alma
del poeta a quien da su fe de esposa,
la ve en un libro en que la dulce calma
ha podido perder por ser curiosa.
No ; tu pura conciencia
no encontró, Guillermina, su reflejo,
allí, donde, hermanados arte y ciencia,
lograron presentarte algún espejo
cuyo brillo alarmaba a tu inocencia.
Recuerdos que, a montones,
tu adorado poeta te arrojaba,
adornados tal vez de maldiciones;
su Historia de otro amor, desilusiones
que en sus propias memorias te mostraba;
aquellas Suenas cosas mal dispuestas,
paráfrasis quizá de sus respuestas
a cartas de una Emilia
que pienso que no fue de la familia;
memorándum de dichas y placeres,
de perfidias y engaños,
barajados con nombres de mujeres
y aún citas de los sitios y los años;
páginas para ti reveladoras
del secreto poema de su vida;
la tumba, en fin, de un alma en sus Dolaras;
eso pudiste ver estremecida
en aquellas de insomnio largas horas.
Ya la mujer da pruebas de valiente
si, aún con el mucho amor que en ella cabe,
sabe ante Dios jurar la fe que siente,
y del ser que la inspira nada sabe.
Mas tú, que, de aquel modo,
en pocas horas lo sabias todo!
Tú que, al buscar en tan solemne instante
el espíritu puro de tu amante
para darle un mental y casto beso,
solo viste en el libro su brillante,
pero terrible, acusador proceso !...
Y, ya del nuevo sol a los fulgores,
al cristal te asomabas de una fuente
hablando de tu dicha con tus flores,
sin que el cielo nublasen de tu frente
de celos del pasado los dolores.
Grande fue tu valor, pues te casaste,
y, a la luz de tu amor tu fe despierta,
la existencia de un alma recobraste
que a muchos pareció que estaba muerta.
¡ Veintitrés años há ! ¡ Cuán pronto pasan
para aquellos que al bien dichosos nacen
y que saben al fin lo que se hacen,
como tú y Campoamor, cuando se casan!
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