EDUARDO BUSTILLO (1836-1908)

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)



Biografía

Nacido en Madrid en 1836, estudió Derecho en las universidades de Santiago de Compostela y Oviedo. Fue catedrático del Instituto de Santander y amigo íntimo de José María de Pereda, quien cita muy encomiásticamente unos versos suyos en La leva.

Regresó después a Madrid donde colaboró en los periódicos más destacados y ejerció la crítica teatral muchos años en La Ilustración Española y Americana. Fue secretario de la reina María Victoria, esposa del rey Amadeo de Saboya hasta que éste decidió renunciar a la corona.

En sus últimos años fue perdiendo la vista (Pereda, en carta a Enrique Menéndez Pelayo, el hermano de don Marcelino, escribe afectuosamente que era "hombre de nobilísimos impulsos, activo, maguer cegato y añoso", y el mismo autor ya comenta en su El ciego de Buenavista que "desde chico vi tan mal, / que por no ver, me vi exento / del servicio militar". Falleció en 1908 en su ciudad natal.

Obra
Como periodista fue muy activo, sobre todo en periódicos y revistas de humor como Madrid Cómico, dirigido por Sinesio Delgado. Escribió romances costumbristas a la manera de Alfonso García Tejero en El ciego de Buenavista: Romancero satírico de tipos y malas costumbres (1888); otras colecciones de versos suyos son Las cuatro estaciones: Poesías (1877) y Cancionero de Amores (1903); participó en el colectivo Romancero de la Guerra de África (1861) auspiciado por Mariano Roca de Togores, marqués de Molíns.

Reunió sus artículos de crítica teatral en Campañas teatrales: Crítica dramática (1901). Otras obras suyas son El Libro azul, novelitas y bocetos de costumbres (1879). Con su pariente Eduardo de Lustonó compiló la antología del Siglo de Oro en tres volúmenes Galas de ingenio. Cuentos, pensamientos y agudezas de los poetas dramáticos del Siglo de Oro, coleccionados y anotados (Madrid, 1879).

Entre sus piezas dramáticas puede citarse El laurel de los laureados; paso dramático, escrito para honrar la memoria de Julián Romea (1872) y Lazos de amor y amistad. Comedia en un acto y en verso (1858; segunda edición, 1865), Razón de Estado: Juguete cómico en dos actos y en verso (1879), Cartas trascendentales: Comedia en un acto y en verso (1877), El ciudadano Simón: Melodrama en tres actos y en prosa, con Antonio Palomero y Manuel Manrique de Lara (1901) y Basta de suegros; comedia en un acto y en prosa (1902).

Se le debe también Cosas de la vida. Cuentos y novelitas (1899). Carácter devoto tiene El libro de María: cuadros de la vida de la Virgen (1865).

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



PRÓLOGO.

Contra la práctica más admitida en nuestras costumbres literarias, sobre todo cuando un poeta se resuelve a dar a luz una colección de sus versos, ofrézcote la mía, lector piadoso, sin prólogo de ajena y mejor cortada pluma; porque si el prólogo ha de ser una explicación sencilla de lo que es la obra y de lo que con ella el autor se propone, creo que nadie mejor que el autor mismo pudiera hacerlo. Protesto aquí, sin embargo, de mi respeto profundo a la opinión y los móviles de los que, a juzgar por su conducta, no están conformes con esta mi creencia, expresada ya al frente de la segunda edición de mi Romancero de la guerra de África, libro que más que otro mío necesitaba del padrinazgo de una autoridad competente en las letras españolas , por ser el primero con que aparecía en la cada vez más re ¬ vuelta y azarosa república. Sin la opinión mía, a que quiero seguir siendo fiel en la práctica, no hubiera faltado padrino para mis Cuatro Estaciones poéticas, pues de seguro lo hubiera sido en extremo solícito y cariñoso cualquiera de los célebres escritores y eminentes poetas que honra tan preciada me han ofrecido, estimulándome con sus consejos y amistosas instancias a formar esta colección , que acaso, en vida mía, no se daña a la estampa sin estímulo para mí tan valioso y de tanta fuerza. Conste, pues, mi gratitud públicamente, como privadamente les consta, a esas competentísimas autoridades, cuyos nombres me abstengo de citar aquí, pues no quisiera que, con mi denuncia, aparecieran responsables en cierto modo de los muchos y graves defectos que aun el lector más benévolo ha de encontrar en mis poéticas composiciones. Escritas están éstas en diferentes épocas de mi vida; hijas son casi todas de espontáneos movimientos del ánimo; expresión exclusiva a veces de un subjetivismo profundo, que es, en mi entender, en mayor o menor medida, uno de los caracteres inseparables de la poesía de todos los tiempos, pues sin él no se cumpliría la ley eterna entre todas las leyes del arte, expresada en su lacónico precepto proverbial Si vis me flere... por el inmortal poeta latino. Al reunir, pues, trabajosamente por cierto, todos esos dispersos pedazos de mi corazón ; al verlos ante mis ojos hablan ¬ dome sencilla y elocuentemente de mis recuerdos, de mis esperanzas, de alegrías inefables, de tristezas infinitas, de santas creencias , de dudas desconsoladoras al contemplar en ellos el compendio de toda una existencia y el resumen de las vicisitudes de la vida humana, me propuse desde luego dar la posible armonía al con ¬ junto, de modo que resultase cierta unidad, aun en medio de la variedad, como resulta uno el tiempo, a pesar de las bruscas trasformaciones estacionales. Y he ahí como se explica que me saliese al paso el título de Las cuatro estaciones,, cuando en busca de uno algo nuevo y un tanto más adecuado corría mi imaginación desalentada, pues no es esa la tarea más fácil del que trata de ofrecer al público una colección de sus poesías. Declaro desde luego que ese título trazó por si sólo el camino que había de seguir en mi trabajoso empeño, por más que la instintiva inclinación que siempre me ha llevado a relacionar en mis cantos las manifestaciones, por decirlo así, de la vida íntima de la naturaleza con las secretas palpitaciones del corazón humano, me presentase ya los materiales no mal dispuestos del todo. Para que no faltase esa unidad en la variedad de que antes he hablado, tenía que dar principio dejando olvidadas, para formar en su día otro volumen, todas las composiciones festivas y epigramáticas que por su tono y su intención, pudiesen perjudicar a la intención y al tono general a que el título obligaba. Así es que sólo me he atrevido a incluir en la colección la letrilla Don Quijote y Sancho Panza y alguna otra poesía de ese género, más atento al fondo, hasta cierto punto trascendental y filosófico de las mismas, que a la forma festiva y ligera con que los asuntos estaban tratados. Debía después, con presencia de todos los trabajos reunidos, ordenarlos, clasificarlos estacionalmente, y depurarlos de sus incorrecciones en la medida de mis fuerzas y de mi conciencia literaria, y también del respeto y la gratitud que debo al público que tanto favor y tan señalada benevolencia ha dispensado a mis obras anteriores. Faltaba todavía algo más que hacer.

(cont.)

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



PRÓLOGO
(cont.)


Puesto que arrancaba de mi Romancero de África, por su triste y melancólico carácter invernal, la leyenda de La casa del renegado, para que acompañase en la colección, más correcta y pura de forma, al primaveral poemita Pájaros y hombres, mi más cuida ¬ do y querido trabajo lírico, era justo también que apareciesen al lado composiciones completamente inéditas y que a la vez diesen el tono y colorido posibles al conjunto. Respondiendo a esa justa necesidad, escribí expresamente la Introducción del libro, en que se hermanan las estaciones de la naturaleza con las edades del hombre ; los recuerdos de la vida de una Rosa, diseminados en las cuatro partes de la colección ; algunos de los Cantares que más carácter prestan a la obra, y casi todos los breves y compendiosos arranques del corazón que aparecen juntos y comprendidos con el tal vez caprichoso epígrafe de días lluviosos , que pudiera más propiamente haber llamado Días de tristes recuerdos. Esas composiciones, la introducción del Poema de este infierno, y casi todos los so ¬ netos se imprimen ahora por vez primera, y así también algo nuevo, ya que no bueno, encontrarán en mi libro, si acaso le hallasen a la mano, especialmente los lectores de El Museo Universal, La Ilustración Española y Americana, y otros acreditados periódicos literarios en que, para honra mía, he colaborado con alguna frecuencia. No he querido seguir el generalmente adoptado sistema de las fechas al pié de las composiciones, no sólo porque el lector y aún quizás ni el mismo crítico suelen tomarse el trabajo de estudiar los progresos del poeta, al que ha de exigirse incondicionalmente y sin salvedades, la responsabilidad paternal de todos los trabajos que colecciona, sino también porque tal sistema traería consigo obligadas precedencias, en pugna con el plan general de la obra. Y, después de todo, ¿para quién las fechas? ¿Para los lectores aficionados y sensibles que con razón se ocupan sólo de si los arranques de la lira responden a un pensamiento profundo, o a un sentimiento verosímil, natural y legítimo del corazón humano? ¿Para el crítico, que, si tiene todas las condiciones de tal, comprende demasiado si los acentos que oye atentamente son los vagidos del poeta en la cuna, o las altas voces de la pasión del hombre en medio de las luchas de la vida, o los ecos profundos y melancólicos de un corazón herido verdaderamente por el desengaño y los dolores?... ¿Serán las fechas acaso para el poeta mismo? ¡Ay! harto impresos tiene el poeta que siente lo que canta, pues en lo que se canta sin sentirse nunca existe el poeta, los rápidos días alegres y las largas y tristes noches de insomnio en que fue durante su vida arrancando con gritos, susurros, ayes, suspiros y lamentos, esos pedazos de su corazón que a través del cristal de sus lágrimas ve reunidos al cabo, como ahora yo los veo , para entregarlos estremecido por dudas crueles o fundados te ¬ mores al torbellino asolador de una época indiferente a todos los gritos que no sean los de la lucha política o los del combate acerado y egoísta de los materiales intereses.
El que personalmente conozca al humilde autor de Las cuatro estaciones, tal vez para cantar en la última le encuentre demasiado joven; pero a quien tal juzgase, le diría el autor, que el que ha pasado por todas las amarguras y vicisitudes de la vida; el que tiene además hijos casi mozos que en su harto rápido crecimiento le empujan con sobresaltos, dudas y recelos, que trabajan el corazón de un padre, al límite de la existencia, como las aguas de un río que se desborda arrojan a la ribera las florecidas de la fuente que fue su cuna; a la vista de las puertas de la vejez, siente ya el frió de la vejez misma, como en las últimas tardes del otoño suele sentirse en algunos climas el frió más seco y penetrante del invierno. Arrastrado por mis afecciones, he traspasado los límites de mi propósito de prologuista. Explicado queda el libro a los lectores, a los que suplico le reciban con aquella benevolencia con que otros míos acogieron, y aún más, que escuchen, ya que no la voz humilde del poeta, a un corazón que alguna vez, entre tantas, responderá a los misteriosos latidos de sus propios corazones.

Eduardo Bustillo.

Madrid 5 de Febrero de 1877.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



INTRODUCCION.

LAS CUATRO ESTACIONES.

I

PRIMAVERA del año
dulce y hermosa!
El hombre te sonríe,
pero tú lloras. Lloras,
apenas naces,
sobre las hojas
que en el árbol verdean
cuando tú asomas.

Apenas nace el niño,
su llanto brota,
y cae sobre esperanzas
que cuerpo toman
en un alma de madre
de gozo loca,
más niña que aquel niño
que nace y llora.

De tu Abril son las lluvias
consoladoras ;
mas tu sol aun derrite
las blancas tocas
que dio el invierno al monte
como corona,
y aun trae frió tu linda
cara de rosa.

Así empieza la infancia
que el hombre goza,
de lágrimas y frió
primeras horas.
Las del niño y el viejo
casi se tocan,
y así rueda la cuna
junto a la fosa.

Al soplo de tus auras,
se desarrollan
sentimientos de pájaros
- y mariposas.

De flor en flor van ellas,
y allá, en la fronda,
ellos anidan, cantan
y se enamoran.

A la luz de quimeras
que el alma forja,
pronto al amor el hombre
sabe dar forma.
Aún en la primavera,
y ya se arroja
al estival incendio
que lo devora.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



INTRODUCCION.

LAS CUATRO ESTACIONES.


II.

ESTÍO, joven del año!
De fuego en carro paseas,
y en ti mismo te recreas
y a ti mismo te haces daño.
Buscan las aves el baño
heridas por tu calor;
falto de aire , en su dolor
calla el malvis, y en la siesta
enmudece la floresta,
pues ya no canta el amor.

Por su propia llama ciego
el hombre corre en su estío;
nació llorando de frió,
crece jugando con fuego.
La pasión le enciende luego
y le ahoga y causa espanto,
y ¡ adiós, candoroso encanto
de la primera ilusión,
si se abrasa el corazón
con sed de su propio llanto!

Tú, con tus vivos ardores,
los frutos dorando vienes:
mas con el fuego que tienes
vas agostando las flores.
Sus inocentes amores
lloran ellas en su cuna,
y huyen tu llama importuna
cerrando el ajado broche,
y ansiando morir de noche
al resplandor de la luna.

De tu edad con la inclemencia,
del alma el calor gastando,
viene el hombre madurando
el fruto de la experiencia.
Mas la flor de la inocencia
muere en el fuego de un día,
y no hay paz, no hay alegría
en el corazón humano,
que ya siente en el verano
la otoñal melancolía. )

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



INTRODUCCIÓN.

LAS CUATRO ESTACIONES.



III.

OTOÑO, que apareces
de frutos coronado!
Dentro llevas el germen del invierno,
aunque algo traes del fuego del verano.
Entre el calor y el frió,
ya pródigo, ya avaro,
o el fruto por el suelo desparramas,
o lo apilas con ansia de guardarlo.

Así en tu edad contemplo
al corazón humano:
aún con su ardor le encienden las pasiones ,
y el frío sufre ya del desengaño.
Y el hombre, así del alma
enfermo tercianario,
ya el corazón derrocha con la fiebre,
ya le guarda con miedo de gastarlo.

Viendo estoy aquel tordo
que sobre el roble, ufano,
silbaba la canción de sus amores
en la alborada del florido mayo.
De la vid y la parra
los frutos devorando,
busca ya los placeres de la orgía
y en ella olvida sus amores castos.

¡ Ay! en tu edad, a veces
el hombre, ya gastado,
ahoga en vinos del festín recuerdos
del santo amor de sus primeros años.
Busca el calor perdido
las copas apurando;
pero pasa la fiebre, y en el alma
crece del frió el doloroso estrago.

¿Qué hablan las golondrinas
junto al viejo techado,
al oír el crujido de las hojas
que secas y amarillas caen del árbol?
Vuelan, mirando a un punto,
y tornan revolando,
y dicen que se van y les da pena
dejar su nido allí, tan solitario.

¿Qué murmura, qué dice
con sus acentos vagos
el corazón, que su camino acaba
viendo la dicha en sus primeros pasos?
Recuerdos melancólicos
de placeres gozados !
Flores muertas de otoño, que ya anuncian
las tristes invernadas del anciano!..

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



INTRODUCCIÓN.

LAS CUATRO ESTACIONES.


IV.

INVIERNO, que vienes temblando de frió!
Escarchas y hielos te rinden y abruman;
sin vida los campos, tu frente nos muestran
con surcos profundos que abrieron las lluvias.
Tus blancos cabellos son copos de nieve,
la luz en tus ojos apenas fulgura,
si alguna vez ríes, tan triste es tu risa,
que estrella parece que tiembla y se nubla.

Así el hombre anciano la vida abandona,
así, ya rendido, se acerca a la tumba;
trabajos, dolores, torrentes de lágrimas
su pálido rostro surcaron de arrugas.
Allá en su mirada, si brilla un instante,
tal vez de un recuerdo la luz se descubra,
o de una esperanza fulgores tan vagos,
que el alma le hieren y apenas la alumbran.

¡Buen viejo del año! tu sol también luce,
y si él con sonrisas deshace la bruma,
sin miedo a la nieve, se alegran los pájaros
y ensayan su acento, secando sus plumas.
Tropel bullicioso formando en bandadas,
al fin se esperezan, y ¡qué' ávidos buscan
las migas del pobre, o el grano perdido,
o el tímido insecto que el césped oculta!

También, a la lumbre del sol de su invierno.,
el hombre se anima, y oír se figura
dulcísimas frases de alegres canciones
que acaso arrullaron su sueño en la cuna.
Y en esos momentos, en esos tan solo,
a veces del joven la fuerza simula,
y vuelve la vista, buscando, ya tarde,
la vida jugada del mundo en las luchas.

Escucho en tus mares fragor imponente;
las olas levantan montañas de espuma,
y miro a la vieja gaviota posarse
alía en el islote que baten con furia.
Por sí nada teme; vivió en las tormentas;
mas se oyen a ratos las notas agudas,
los gritos de madre, que al blanco polluelo
reclaman al nido con santa ternura.

Consejas curiosas relata el anciano,
y en torno los nietos, alegres le escuchan;
y al fin, ya dormidos, el viejo a la lumbre,
pensando en la vida, medroso se turba.
Recuerda pasiones y horribles tormentas,
y él sale del mundo, por sí no se asusta;
mas viendo a sus niños marchar al combate,
temores le acaban , y penas, y dudas.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



PRIMAVERALES

GRACIA DE DIOS

A LOS NIÑOS

Cuando eleváis hasta el cielo
las inocentes miradas
y en la estrella que fulgura
vuestro candor se retrata ;
esa apacible sonrisa
que por vuestros labios vaga,
es la sonrisa de un ángel
que os trae la gloria en sus alas.
Y es que a vuestro pensamiento
vanos delirios no arrastran,
ni a vuestra conciencia pura
el remordimiento asalta,
ni recuerdos os inquietan,
ni os desvelan esperanzas.
Apenas con sus misterios
llega la noche callada ;
cuando los pájaros duermen,
vuestra tierna madre canta
por arrullaros el sueño
que amante en sus brazos guarda.
Así reposáis tranquilos,
y y sin pensar en mañana,
solo soñáis con los besos
de la madre idolatrada.
Y despertáis ya gozando
las caricias que soñabais,
repitiendo dulcemente
alguna santa plegaria.
Lo que sentís, niños míos,
aun vuestra mente no alcanza :
pero esos divinos goces
en el corazón se graban,
para llorarlos perdidos
cuando con los años pasan.
La blanca luz de la estrella
que a vuestro candor halaga,
y la sonrisa del ángel
que os trae la gloria en sus alas,
y esa tranquila conciencia,
y ese sueño en dulce calma,
y los besos de la madre,
y sus oraciones santas,
todo es gracia de Dios, niños...
¡ no perdáis de Dios la gracia !...

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



EN LA AURORA DE LA VIDA

Por los valles mas frondosos
que encantos al alma ofrecen,
corriendo van afanosos
muchos niños, tan hermosos,
que del cielo me parecen.

Y suspenden su carrera
al ver que en una pradera,
del alto monte vecina,
brota suave y placentera
una fuente cristalina.

— «Llegad!»—les dice un anciano
que junto a la fuente mora-
«bebed, y no será en vano;
que el manantial es muy sano
y el agua consoladora.»

—Si apaga la sed ardiente.....
—Y ella da luz a la mente
y fuerzas al corazón.
—¡Como se llama la fuente?
—La fuente de la razón.

Que pronto a la edad llegasteis
en que os la brinda el destino;
y es que el paso acelerasteis,
porque entre flores hallasteis
fácil y hermoso el camino.

Todos corren, no es extraño ;
que van, de engaño en engaño,
tras una gloria mentida
con que sueñan, por su daño,
en la aurora de la vida.

Y así de la bella infancia
van olvidando hasta el nombre,
y aun, en su loca inconstancia,
les enoja la distancia
que existe del niño al hombre.

—¿Tenemos mucho que andar
para poder penetrar
en los misterios del mundo?
— Si al fin habéis de llegar,
cese vuestro afán profundo.

Y ¿no veis con pesadumbre
el monte que el valle cierra ?
¡Que la ilusión no os deslumbre,
que a trasponer vais la cumbre
con mil pasiones en guerra !

Siempre abrasa en la subida
el sol de la juventud;
cuidad de no ver perdida,
con vuestra ilusión querida,
la senda de la virtud.

Y andad, niños, que ya os dejo,
aunque el alma bien lo siente:
nunca olvidéis el consejo
que os ha dado el pobre viejo
que hallasteis junto a la fuente.»

Y allá van, en su conciencia
oyendo la voz sentida
con que advierte a su inocencia
la bienhechora experiencia
en la aurora de la vida.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



LA ROMERÍA DE SAN ISIDRO


I

¡San Isidro del alma,
Patrón bendito
de la famosa villa
donde he nacido!
De tu aureola
dame un rayo que brille
para mi gloria

Pobre cantor sin nombre,
soñando triunfos,
en pos de ricos lauros
voy por el mundo.
Mi voz errante
busca el eco en la orilla
del Manzanares.

Por la orilla del río
van mis hermanos,
y hacia tu ermita blanca
suben cantando...
También, con ellos,
corre a tu santa ermita
mi pensamiento.

Bajan por el alegre
campo del Moro,
bajan los tiernos niños
rubios y hermosos.
Van con su madre,
y a tu altar llevan flores
de aroma suave.

Cantan las madres, — «Óyeme,
bendito Santo;
pues los ángeles cuidan
tu fértil campo,
Un ángel manda
que vele por el hijo
de mis entrañas.»

«Campo es el alma tierna
donde yo puse
la preciosa semilla
de las virtudes...
Haz que dé al mundo
el alma de mi niño
flores y frutos.»

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



LA ROMERÍA DE SAN ISIDRO


II.

Ya en la pradera suenan
los tamboriles ;
bailan los mozos, bailan
niñas de quince;
niñas galanas,
las de tez morenita,
las de tez blanca.

!» Canta Perico el ciego
sencillas coplas;
junto a la santa ermita
pide limosna.
Pide, Perico,
que dan fruto los campos
de San Isidro.

Ya su santo de barro
compra la niña
que está pálida y siente
melancolía...
Llévale al pecho;
que el corazón le duele,
le tiene enfermo.

Le tiene enfermo y sufre
de mal de amores ;
por eso al Santo dicen
sus oraciones:
« ¡Santo Patrono,
haz que la fe del alma
guarde mi novio

El campo al fin se cubre
de alegres ruedas ;
niños, mozos y ancianos,
todos meriendan.
¡ Todo es contento !
¡Dios bendice los puros
goces del pueblo!

Bandurrias y guitarras
los ciegos tocan;
comen con todos, beben
que es una gloria...
Canta, Perico!
que dan fruto los campos
de San Isidro.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



LA ROMERÍA DE SAN ISIDRO



III.

Tras los montes lejanos
el sol se oculta;
melancólica y bella
sale la luna,
y hacia la villa
va la gente volviendo
por la campiña.

Va volviendo y entonan
las tiernas madres
para el Santo bendito
dulces cantares.
También alegres
mis queridos hermanos
cantando vuelven.

Ya suben el risueño
campo del Moro,
niños como los ángeles
rubios y hermosos.
Flores llevaron,
y alegres campanillas
vienen tocando.

La niña que en amores
buscaba auxilio
en la bendita imagen
de San Isidro,
con esperanzas,
vuelve gozando hermoso
sueño del alma.

Tranquila está la noche,
brilla la luna,
y en medio del silencio
mi voz se escucha...
Mi voz errante,
y el eco en las orillas
del Manzanares.

San Isidro del alma,
Patrón bendito
de la famosa villa
donde he nacido!
De tu aureola
dame un rayo que brille
para mi gloria.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



LA NIÑA DEL BOSQUE.

Del bosque umbroso el camino
siempre me parece largo,
y es que en el bosque me espera
la niña que adoro tanto.

¿Veis aquella casa blanca
que está tras aquel cercado,
rodeada del perfume
y el fresco verdor del campo ?

Es la mansión de mi niña,
morena de ojos velados,
la de la boca risueña,
la de los dulces encantos.

En el bosque florecido
brilla de mi estrella un rayo,
pues allí mi amor se oculta,
que está mi amor emboscado.

Los luceros de mi amada
van mi destino alumbrando;
perderé mis ilusiones
si a su clara luz no alcanzo.

Que ella es la esperanza hermosa,
el sueño de amor que canto,
y se que es vivir muriendo
vivir desesperanzado.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



EL PRIMER CANTO DEL RUISEÑOR

¿Oyes el dulce concierto
que anuncia la luz del día ?
Deja tu lecho y corramos
por la risueña campiña.
Nace el sol, y en la floresta
auras de amor se respiran,
y allí sabrás lo que siento
pues todo allí te lo explica.

Hablen por mí los murmullos
de la fuente cristalina,
y la flor que abre su broche
a los besos de la brisa.

Oye al ruiseñor sentido,
que ya en la enramada umbría
canta nacientes amores
y por su amor se hace artista.

Ya suavemente gorjea,
o sube el acento y trina,
o ya, la voz modulando,
en variado tono silba.

Ves ?... hacia la fuente vuela,
allí en el cristal se mira,
y a repetir va su canto
en la enramada vecina.

Son notas primaverales
que escuchamos con delicia,
ecos del alma que encuentra
él amor por que suspira.

Si no has leído en mis ojos
lo que siente el alma mía,
deja que en su dulce canto
el ruiseñor te lo diga.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



EL ÚLTIMO CANTO DEL RUISEÑOR.

¿ Recuerdas el alba pura
que, disipándolas sombras,
llevó con su luz alegre
una sonrisa a tu alcoba?...

Mira el sol, que poco á poco
va muriendo entre las olas,
que al murmurar a lo lejos
parecen almas que lloran.

Besando el mar con sus alas
pasa la blanca gaviota,
y busca su dulce nido
sobre la pelada roca.

Y cierra la flor su broche,
se duermen las mariposas,
suave la fuente murmura,
trémula gime la alondra.

Cruza el ruiseñor el bosque ;
medroso bate las hojas
buscando la fresca rama
donde le encontró la aurora.

¿ Oyes ? ¡ qué vagos acentos !
qué graves y dulces notas
dirige a la luz naciente
de la luna melancólica !

¿ Qué le dice con su canto?
¿ La saluda ? ¿ La enamora ?
¿ O le revela secretos
de tu pecho de paloma ?

¡ Duerme tú ! La luna vela
tu dulce sueño de gloria,
y yo mis cantos repito
porque, aun durmiendo, los oigas.

Me alegra,  querida amiga, que hays comenzado con EDUARDO BUSTILLO y LAS CUATRO ESTACIONES...

Me encantan sus versos

PRIMAVERA del año
dulce y hermosa!
El hombre te sonríe,
pero tú lloras. Lloras,
apenas naces,
sobre las hojas
que en el árbol verdean
cuando tú asomas.

TE HARÉ COMPAÑÍA POR AQUÍ. BESOS.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



TU ROSA EN LA PRIMAVERA.

En primaveral mañana,
que nuestro amor presentía
cuando tanto se engalana,
se abre en tu jardín ufana
la rosa de Alejandría.

Con inocentes antojos
cortas la flor por el tallo;
y, sin temer tus enojos,
mirándome yo en tus ojos,
la tomo, la beso y callo.

¿ Qué expresión más elocuente
de un afecto agradecido,
si hablan ya tan dulcemente
un solo beso inocente
y un silencio comprendido ?

Rosa, que al amor te abriste,
deja que avaro te guarde;
si con la aurora naciste,
tal vez consueles a un triste
al declinar de la tarde.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



CANTARES.

I.

Asoma por los campos
la primavera;
los pájaros anidan
en la arboleda.
Las flores brotan,
y las besan jugando
las mariposas.

II.

Un cantar te he de cantar
que cantar no habrás oído,
pues, para escuchar amores,
tu corazón es muy niño.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



CANTARES.



III

Ya busca nido en tu pecho
el amor del alma mía,
pájaro de tiernas alas
que en los rosales anida.

IV

Son dos ventanas mis ojos
por las que ha entrado el amor,
y desde ellas con el tuyo
se entiende mi corazón.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



CANTARES.




V

No cierres, niña, los ojos
cuando yo te esté mirando;
que lo que mi amor te diga
será todo bueno y santo





VI.

Pidiendo que mi padre
te llame nuera,
y que a tu madre, niña,
llame yo suegra,
siempre que rezo,
todas mis oraciones
son padres nuestros.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



CANTARES.



VII.

Hace sol, y está lloviendo,
y, del cielo de mi amor,
cae la lluvia de mis lágrimas
mientras me ilumina el sol.

Pasó el chubasco, mi llanto
se ha trocado en alegría;
después que la nube pasa
¡cuan hermoso el cielo brilla !..

VIII.

Si pongo vestido verde,
dicen que a mi amante espero;
si negro, que lloro ausencias,
si azul, que de celos muero.

Pondré la túnica blanca
que en la Pascua llevé al templo,
que así se visten las niñas
y los ángeles del cielo.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS



CANTARES.



IX.

Subo la cuesta contigo,
y no me canso, morena;
solito después la bajo
y me fatiga la cuesta.

Dicen que se sufre mucho
en la cuesta de la vida;
subirla y bajarla quiero
en tu dulce compañía.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


LA MÚSICA EN EL MATRIMONIO

¿ Ya en la primavera hermosa
del matrimonio, María,
renuncias á la armonía,
alma del amor de esposa?

Y ¿ es verdad que con la mano
que fuiste ante Dios á dar,
has cerrado, sin temblar,
para siempre tu piano?..

¿ Con que en aquel mismo dia
de tu concierto amoroso,
dejaste en mortal reposo
á Norma, Safo y Lucía ?

¿ Y así los libros ahorcaste
con que la carrera hiciste,
y el arma con que venciste
en el polvo abandonaste?

¿ Thalberg, tu libro de texto,
condenado así al olvido ?
¿ Y perdona tu marido
engaño tan manifiesto?

!... Quizá sus penas devore,
pues, de novio, en cada nota
hallaba el pobre una gota
del dulce elixir d ’amore.

¿Si amó tu música tierno,
¿por qué, cuando el sí le dabas,,
por desengaño guardabas
ese calderón eterno?

No vuelvas á responder
que el arte no se concilia
con la casa y la familia,
¡ que te dan tanto que hacer!

¡ Si yo sé ya lo que pasa !
 ¡Si ya sé, sol de los soles,
que tiene muchos bemoles
el arreglo de una casa!

¡ Oue la criada, que es nueva,
que el chiquitín, que se cae,
que la doncella, que trae,
que el marido, que se lleva

Mas díme, inocente artista,
¿ no es posible que recuerdes
los cuartos de hora que pierdes
de charla con tu modista?

(cont.)

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


LA MÚSICA EN EL MATRIMONIO
(cont.)



¿Te parecen horas pocas
las que al tocador te das?
¿ Y tú te tocas de más,
y el piano más no tocas!

Mira que es cosa probada,
que ese precioso instrumento
es el mejor elemento
de toda mujer casada.


Si de su decoro en mengua
suele la lengua tener
¿no es bueno que la mujer
tenga el piano por lengua ?

¿ Que es fiero el esposo, chica,
y se exalta sin reparo ?
¡ Mucha música ! y es claro,
la fiera se domestica.

? ¿Que está celoso y le van
los amigos con lilailas
de si bailas o no bailas
con tu primo el capitán?


Pides al Barbero auxilio,
al de Sevilla, se entiende; de
calumnias te defiende
el aria de don Basilio.

De tu amor en holocausto,
una joya es necesaria?
Pues toca y retoca el aria
de Margarita del Fausto.

¿ Que tu marido es un bruto,
cuyo ateísmo da miedo?
le inspiras fe con el credo ,
ya sabes, el de Poliuto.

¿ Que al fin vuestra paz se pierde ?
¿ Que reñís , y el muy gandul
pasa al gabinete azul
y a ti te deja en el verde ¿

Bien; tú te das todo el día
a tocar vivace allegro ,
y, al entrar, no nota el suegro
la falta de la armonía.

¿ Que el chiquitín tiene esplín
y no se distrae con nada?
Le tocas una balada
y se duerme el chiquitín

¿ La criada no está en voz
para hacer una menestra?
Dale a Rossini por muestra,
que era un gastrónomo atroz.

Si a culinarios enredos
sazón Rossini consagras,
yo se que, al comer las magras,
te vas a chupar los dedos.

Y, en fin, para ahorrar discursos
que agotan ya mi cacúmen,
el piano es, en resumen,
un arsenal de recursos.

Alarma, pues, y ¡victoria
por tu conjuro armonioso,
que te ha de dar con tu esposo
aquí paz y después gloria !

En primaveral mañana,
que nuestro amor presentía
cuando tanto se engalana,
se abre en tu jardín ufana
la rosa de Alejandría.

Con inocentes antojos
cortas la flor por el tallo;
y, sin temer tus enojos,
mirándome yo en tus ojos,
la tomo, la beso y callo.

¿ Qué expresión más elocuente
de un afecto agradecido,
si hablan ya tan dulcemente
un solo beso inocente
y un silencio comprendido ?

Rosa, que al amor te abriste,
deja que avaro te guarde;
si con la aurora naciste,
tal vez consueles a un triste
al declinar de la tarde.



Exquisito.


Gracias, Lluvia.


Besos.

Esa es la definición "Exquisito"
Gracias y vamos a seguir, hay mucho y bueno.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


QUITAPESARES

A MIS QUERIDOS PRIMOS ISABEL Y GENARO

I

Valmaseda es esa villa,
Noble y venerable anciana
Que, por contemplar sus timbres,
Honra y gloria de Vizcaya,
Retrata sus limpias tocas
En el cristal del Cadagua.
A la orilla de ese río
Y al rumor de su cascada,
En una tarde de enero
Que las de mayo envidiaran,
Pensando en Dios y en mi madre
Sentí conmovida el alma.

De un arroyo, claro y limpio
como una cinta de plata,
junto a un pequeño remanso,
una hermosa niña se halla.
Lavando canta y sonríe,
y es blanco el cendal que lava,
y es de un ángel su sonrisa,
y es alegre lo que canta.
Pero el eco, alia en los montes,
es triste y arranca lágrimas
al que enluta con recuerdos
las benditas esperanzas.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


QUITAPESARES

A MIS QUERIDOS PRIMOS ISABEL Y GENARO



II.

—Donosa y cándida niña,
lavandera afortunada,
¡ así Dios conserve pura
tu inocencia de las manchas
que no limpian los arroyos
de los montes de Vizcaya !
— Señor, que tan triste viene,
sepa, si el dolor le cansa,
que en el pico de este cerro,
donde hay una casa blanca,
en la altura que domina
huertas, río y pomaradas,
concluyen todas las penas,
Quitapesares le llaman.
Mi buena y honrada madre
nació junto aquella casa,
y allí mismo yo he nacido,
y han nacido mis hermanas.
Señor, todas somos pobres,
para comer se trabaja;
pero el pan que Dios envía
ningún pesar nos le amarga.
¡ Bendito Quitapesares,
Quitapesares del alma!...

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


QUITAPESARES

A MIS QUERIDOS PRIMOS ISABEL Y GENARO



III.

Alegre queda la niña,
alegre como unas pascuas;
poco a poco voy subiendo
del cerro a la casa blanca;
lo que allí he visto y sentido
no lo cuenta lengua humana.

Allá abajo el valle hermoso
sonriente se dilata,
inundado de luz pura
como se muestran al alma,
ricos de luz y armonía,
los cuadros de nuestra infancia.
Y el bello paisaje cierran
dos cadenas de montañas,
de cuyo seno escondido
brotan clarísimas aguas,
del valle riego fecundo
y del río tributarias.
Y allí el espíritu siente
una impresión tan extraña,
tan dulce melancolía,
que el corazón arrebata,
y al que allí sube con penas
le obliga al fin a llorarlas.

EDUARDO BUSTILLO

(1836- 1908)


"CUATRO ESTACIONES"
POESÍAS


QUITAPESARES

A MIS QUERIDOS PRIMOS ISABEL Y GENARO



IV.

Muere el sol; oigo en el valle
son confuso de campanas,
miro al cielo, rezo y lloro,
y Dios bendice estas lágrimas
que en la soledad se vierten
y a la oración acompañan,
como el manantial purísimo
de alguna creencia santa.
Hacia el valle voy bajando,
sintiendo alivio en mis ansias
al bordear el arroyo
que entre el brezo se desata.
Junto al pequeño remanso
no encuentro a la niña cándida ;
la que lavando reía,
la que lavando cantaba,
la que tuvo en aquel monte
cuna que un rey envidiara.
Pero el arroyo murmura,
y allá, en las colinas altas,
oír me parece el eco
de aquella voz fresca y clara:
«¡ Bendito Quitapesares,
Quitapesares del alma ! »