Aires de Libertad

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    Miguel Otero Silva (1908-1985)

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    Miguel Otero Silva (1908-1985) Empty Miguel Otero Silva (1908-1985)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 04 Dic 2018, 14:39

    .


    Miguel Otero Silva

    Poeta y periodista venezolano nacido en Barcelona, Anzoátegui, en 1908.
    Su adhesión a la lucha política, junto con el creciente interés por la literatura y el periodismo, le impidieron terminar sus estudios de ingeniería. Fue encarcelado y desterrado por su lucha contra el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez ( 1930 - 1936 ). Caído el dictador, fue desterrado nuevamente en 1937 por su actitud revolucionaria, lo que lo obligó a viajar de nuevo por varios países. Regresó a Venezuela en 1941, dedicándose por entero al periodismo y la poesía, constituyéndose en un afamado ensayista y narrador.
    Entre sus obras vale la pena mencionar: «Agua y cauce» en 1937, «Elegía coral a Andrés Eloy Blanco» en 1959, «La mar que es el morir», «Umbral» y «Obra poética» en 1977.
    Falleció en 1985.


    Algunos poemas de Miguel Otero Silva:


    ANCHAS SÍLABAS

    Que mi pie te despierte, sombra a sombra
    he bajado hasta el fondo de la patria.
    Hoja a hoja, hasta dar con la raíz
    amarga de mi patria.

    Que mi fe te levante, sima a sima
    he salido a la luz de la esperanza.
    Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie
    de paz, izando un alba.

    Que mi voz brille libre, letra a letra
    restregué contra el aire las palabras.
    Ah, las palabras. Alguien heló
    los labios -bajo el sol- de España.


    CALMA MI SED, AMOR, EN TUS VERTIENTES...

    Calma mi sed, amor, en tus vertientes,
    enraízame, amor, en tus sembrados,
    llévame, amor, por mares encrespados,
    clávame, amor, tus uñas y tus dientes.

    Di palabras, amor, incoherentes,
    gime versos, amor, jamás pensados,
    sacude, amor, tus pétalos mojados,
    amor, sobre mis huesos combatientes.

    Hiéreme, amor, con filo de claveles,
    átame, amor, con tu dogal de mieles,
    quémame, amor, en tu rosal de fuego.

    Cimbra, amor, tu silencio estremecido,
    dame tu boca, amor, que la he perdido,
    muere conmigo, amor, que ya estoy ciego.


    CUERPO DE MUJER

    Tántalo, en fugitiva fuente de oro

    Cuerpo de la mujer, río de oro
    donde, hundidos los brazos, recibimos
    un relámpago azul, unos racimos
    de luz rasgada en un frondor de oro.

    Cuerpo de la mujer o mar de oro donde,
    amando las manos, no sabemos
    si los senos son olas, si son remos
    los brazos, si son alas solas de oro...

    Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
    donde, después de tanta luz, de tanto
    tacto sutil, de Tántalo es la pena.

    Suena la soledad de Dios. Sentimos
    la soledad de dos. Y una cadena
    que no suena, ancla en Dios almas y limos.


    EL AIRE YA NO ES AIRE, SINO ALIENTO...

    El aire ya no es aire, sino aliento;
    el agua ya no es agua, sino espejo,
    porque el agua es apenas tu reflejo
    y ruta de tu voz es sólo el viento.

    Ya mi verso no es verso, sino acento;
    ya mi andar no es andar, sino cortejo,
    porque vuelvo hacia ti cuando te dejo
    y es sombra de tu luz mi pensamiento.

    Ya la herida es floral deshojadura
    y la muerte es fluencia de ternura
    que a ti me liga con perpetuos lazos:

    tornose en rosa espléndida la herida
    y ya no es muerte, sino dulce vida,
    la muerte que me das entre tus brazos.


    ENCRUCIJADA

    Nos separaba de la calle
    el cristal empañado de lluvia.
    Yo estaba lejos del mundo,
    hoja caída en el remanso de su llanto.

    Ella era menuda y tierna
    y se hacía más menuda entre mis brazos
    y más tierna bajo mis ojos.

    Entre nosotros y la calle
    y la lluvia y el cristal de la ventana
    eran dos abismos de plata.

    La vida estaba allí naufragando en sus ojos
    la belleza dormía en sus senos perfumados
    la luz -toda la luz- se me daba en su boca
    la humanidad - mi humanidad - era ella.

    Más allá del cristal
    más allá de la lluvia
    pasaron...

    Yo separé los ojos de los ojos de ella
    para verlos pasar.

    Marchaban chapoteando en el barro
    los pies descalzos.
    Desfilaban los rostros anochecidos de hambre.
    Y las manos encallecidas de miseria
    y las almas curvadas de injusticia
    y las voces amanecidas de odio
    desfilaban los pies descalzos.

    Iba la madre con el hijo al cuadril
    y el anciano rumoreando penas.
    Y el mozo flameando la bandera,
    iban de frente hacia la vida
    armoniosamente rebeldes.

    No sé si me lo gritaron ellos
    o si me lo grité yo mismo.
    Pero en las filas, de los que pasaban
    estaban mi puesto, mi bandera y mi grito.

    El cristal empañado de lluvia
    esfumaba los rasgos de la calle
    por donde pasaban los míos.
    Volví los ojos hacia ella
    que se hacia casi yo entre mis brazos
    y le dije:

    -Me llaman los que pasan.

    Sus ojos empañados
    me separaban de su alma
    como el cristal con lluvia
    me separaba de la calle.

    Me dijo lentamente:
    -No te vayas.

    Y se hizo más menuda entre mis brazos
    y me ofreció su boca palpitante
    y sentí junto a mí, temblorosos sus senos.

    Yo escuchaba chapotear en el barro
    los pies descalzos
    y presentía los rostros anochecidos
    de hambre.

    Mi corazón fue un péndulo entre
    ella y la calle...

    Y no sé con qué fuerza me libré
    de sus ojos
    me zafé de sus brazos.
    Ella quedó nublando de lágrimas
    su angustia.

    Tras de la lluvia y del cristal
    pero incapaz para gritarme:
    -¡Espérame! ¡Yo me marcho contigo! 


    ENTERRAR Y CALLAR

    Si han muerto entre centellas fementidas
    inmolados por cráteres de acero,
    ahogados por un río de caballos,
    aplastados por saurios maquinales,
    degollados por láminas de forja,
    triturados por hélices conscientes,
    quemados por un fuego dirigido,
    ¿enterrar y callar?

    Si han caído de espaldas en el fango
    con un hoyo violeta en la garganta,
    si buitres de madera y aluminio
    desde el más alto azul les dieron muerte,
    si el aire que bebieron sus pulmones
    fue un resuello de nube ponzoñosa,
    si así murieron sin haber vivido,
    ¿enterrar y callar?

    Si las voces de mando los mandaron
    deliberadamente hacia el abismo,
    si humedeció sus áridos cadáveres
    el llanto encubridor de los hisopos,
    si su sangre de jóvenes, su sangre
    fue tan sólo guarismo de un contrato,
    si las brujas cabalgan en sus huesos,
    ¿enterrar y callar?

    Enterrar y gritar.


    HALLAZGO DE LA PIEDRA

    Hallazgo de la piedra:
    la piedra es el rescate de formas y volúmenes
    que fueron soterrados por el talón del viento.

    Paráfrasis del lirio:
    el lirio es el desquite de yerbales y frondas
    que extinguieron sus verdes en el barro del lirio.

    Génesis de la lluvia:
    la lluvia es el repliegue de arroyos y esteros
    que asaltaron el cielo por la arcada del sol.

    Venero de una voz:
    tu voz, joven poeta iluminado,
    trazador de epiciclos, descubridor de orbes,
    esa voz que te brota de la insólita entraña
    en resaca de gritos de los poetas muertos.
    Es la cal de los huesos de los poetas muertos,
    blanca semilla que germina sobre tu corazón.


    LA SEXTA VOZ DE ORO DE ESTE LAGO

    En mi vasta extensión de llanto y plata,
    en el asalto azul de mis espadas,
    en mis enardecidos bosques de agua,

    arteria soy para latir su muerte.

    En las fauces del sol, jaguar de fuego,
    en las alas del sol, gallo del cielo,
    en las crines del sol, caballo suelto,

    antorcha soy para alumbrar su muerte.

    En el rumbo oloroso de los lirios,
    en el dulce llegar del fugitivo,
    en la leche caliente de los ríos,

    camino soy para encontrar su muerte.

    En el polen astral de la garúa,
    en el chubasco de cristal y furia,
    en el claro plumaje de la lluvia,

    semilla soy para sembrar su muerte.

    En los manglares de raíz descalza,
    en las islas de entraña calcinada,
    en el silencio blanco de las playas,

    arena soy para secar su muerte.

    En el potro de luz encabritado,
    en la noche cruzada por un látigo,
    en la lumbre azorada del relámpago,

    candela soy para quemar su muerte.

    En la palma rasgada por el viento,
    en los muñones de los troncos secos,
    en el cansancio de los cocoteros,

    cogollo soy para tejer su muerte.

    En el revuelo de las velas altas,
    en el escorzo de las botavaras,
    en la lenta evasión de las balandras,

    cortejo soy para llevar su muerte.

    En los labios callados de los indios,
    en la mirada de estancados siglos,
    en el sediento corazón guajiro,

    guarura soy para ulular su muerte.

    En el grasiento hervor de noche y lodo,
    en los oscuros sumideros torvos,
    en mis pupilas turbias de petróleo,

    aceite soy para encender su muerte.

    En los motores roncos de los barcos,
    en el puñal hundido en mi costado,
    en el ávido arpón de los taladros,

    palabra soy para negar su muerte.


    POEMA DE TU VOZ

    Tu voz puebla de lirios
    los barrancos soleados donde silban mis versos de combate.
    Tu voz siembra de estrellas y de azul
    el cielo pequeñito de mi alma.
    Tu voz cae en mi sangre
    como una piedra blanca en un lago tranquilo.
    En mi pecho amanecen pájaros y campanas
    cuando muere el silencio para nacer tu voz.

    Amo tu voz cuando cantas
    y hay un temblor de nidos y de bosques en tu garganta blanca.
    Amo tu voz cuando cantas
    y te estremece el ritmo de las fuentes que bajan de la montaña.
    Amo tu voz cuando cantas
    y sacude tu voz la ternura fecunda
    de las brisas que transportan el polen en las tardes de primavera.
    Amo tu voz cuando estás en silencio
    porque el silencio es un sutil presagio de tu voz.

    Y amo tu voz con un amor intenso como la muerte
    cuando ella se deshoja en palabras confusas,
    en palabras mojadas de tu aroma y tu sangre,
    en menudas palabras que en la sombra me buscan
    como niños perdidos,
    en palabras quemantes como llamas azules,
    en el tibio murmullo que no llega a palabra.
    Amo tu voz intensamente en el corazón de la medianoche.
    Cuando tu voz se abrasa en la selva incendiada de nuestro amor.


    SIEMBRA

    Cuando de mí no quede sino un árbol,
    cuando mis huesos se hayan esparcido
    bajo la tierra madre;
    cuando de ti no quede sino una rosa blanca
    que se nutrió de aquello que tú fuiste
    y haya zarpado ya con mil brisas distintas
    el aliento del beso que hoy bebemos;
    cuando ya nuestros nombres
    sean sonidos sin eco
    dormidos en la sombra de un olvido insondable;
    tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
    como yo en el follaje del árbol
    y nuestro amor en el murmullo de la risa.
    ¡Escúchame!
    Yo aspiro a que vivamos
    en las vibrantes voces de la mañana.
    Yo quiero perdurar junto contigo
    en la savia profunda de la humanidad:
    en la risa del niño,
    en la paz de los hombres,
    en el amor sin lágrimas.
    Por eso,
    como habremos de darnos a la rosa y al árbol,
    a la tierra y al viento,
    te pido que nos demos al futuro del mundo…


    TRES VARIACIONES ALREDEDOR DE LA MUERTE

    Nuestras vidas son los ríos
    que van a dar a la mar,
    que es el morir.

    (Jorge Manrique)

    1

    ¡No! No es posible vivir cual los ríos
    cantando entre laderas y lirios
    o entre agudos peñascos y ramajes tronchados,
    sin presentir el mar que los espera,
    el infinito verde y encrespado
    en cuyo corazón de sal los ríos se transforman en peces.

    No es posible flamear como el fuego,
    iluminando rostros de danzantes risueños
    o tiñendo vetas de angustias en las caras dolorosas,
    sin presentir la brisa que matará su luz
    o el agua que tomará sus rosas en ceniza.
    En mitad de la vida cantamos a la muerte
    que es el mar de los ríos y el agua de las llamas.

    2

    Símbolos de la muerte no sueñan ser el hueso,
    ni las cuencas vacías, ni la mortaja fláccida.
    Los huesos son apenas el portal de la muerte.

    Cuando los huesos dejan de ser huesos
    y entre su blancor rígido hay un temblor de gérmenes,
    es que nace la poesía de la muerte,
    es que despunta el símbolo creador de la muerte.

    La muerte que yo canto no es cruz de cementerio,
    ni ilusión metafísica de las mentes cobardes,
    ni lóbrego infinito de profundos filósofos.

    La muerte que yo canto es una sombra constructora
    de blancas mariposas que crucen los caminos del viento,
    de tallos que entremezclan la pulpa maternal de la tierra,
    de claros manantiales que sacudan las entrañas del mundo.

    3

    Un niño es la crisálida de un amor y de un llanto,
    es la estrofa primera de un poema,
    es la cuesta inicial de una montaña.
    Y la muerte de un niño es tan absurda
    cual la de una mañana que se volviera sombras.

    Si ayer se desgarraron las carnes de la madre,
    si un rumor de blancura le despertó los senos,
    esa sangre, esa leche, ese dolor, han sido
    la raíz de los pasos de un hombre.

    Sólo el leñador loco corta un árbol
    cuando el tronco es apenas tierno cogollo inútil.
    Sólo loca la muerte ha de matar un niño,
    apagar un amor que no ha nacido
    y secar unas lágrimas que no han corrido nunca.
    Mientras los niños mueran
    yo no logro entender la misión de la muerte.


    TÚ, POESÍA...

    Tú, poesía,
    sombra más misteriosa
    que la raíz oscura de los añosos árboles
    más del aire escondida
    que las venas secretas de los profundos minerales,
    lucero más recóndito
    que la brasa enclaustrada en los arcones de la tierra.

    Tú, música tejida
    por el arpa inaudible de las constelaciones,
    tú, música espigada
    al borde de los últimos precipicios azules,
    tú, música engendrada
    al tam-tam de los pulsos y al cantar de la sangre.

    Tú, poesía,
    nacida para el hombre y su lenguaje,
    no gaviota blanquísima sobre un mar sin navíos,
    ni hermosa flor erguida sobre la llaga de un desierto.


    VINE HACIA ÉL
    1952

    que no hay nadie en mi tumba.
    César Vallejo

    César Vallejo ha muerto. Muerto está
    que yo lo vi
    en Montrouge, una tarde
    de abril.

    Iba con Carlos Espinosa,
    y
    llevábamos los Poemas
    humanos y España, aparta de mí
    que no hay nadie en mi tumba.

    este cáliz. Carlos
    leyó un poema, como si
    le escuchara Dios. Yo,
    llorando, leí

                       Masa.
    Entonces
    todos los hombres de la tierra
    le rodearon; pero

    César Vallejo, ¡ay! siguió muriendo.


    .


    _________________
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