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“Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?” por Marian Muro (La Vanguardia, 14-05-2020)
(Marian, Muro, abogada)
Era el 31 de marzo pasado. Papá ya estaba muy mal. Llevaba dos días debatiéndose entre la vida y la muerte a consecuencia de un accidente cerebral y veíamos que su final era cuestión de horas. Llamamos a los Servicios de Emergencia -quienes dos días antes después de visitarle recomendaron que no se le hospitalizara dada la saturación de las UCI y su avanzada edad- solicitando su presencia para que le aplicaran un tratamiento paliativo para evitarle sufrimiento. Sobre las 11 de la mañana llegaron los servicios de asistencia, no entraron en casa. Cuando les explicamos el motivo de nuestra llamada nos dijeron, alterados y nerviosos, que ellos estaban para salvar vidas, que papá tenía 88 años. Perdonen, les dijimos, es nuestro padre y no queremos que sufra. Se fueron.
Seguidamente y siendo nuestro padre socio de Asistencia Sanitaria, llamamos a la mutua. Lo sentimos, respondieron los médicos, actualmente tenemos prohibido desplazarnos. ¿Perdonen? Ustedes son médicos, ¿no? Mi padre ha tenido una embolia y ha estado toda la vida pagando religiosamente su mutua privada para que ahora no le puedan asistir en sus últimas horas. ¿Podemos hacer face time con usted para que oiga la respiración y así nos pueda asistir?
- Lo lamento. No nos lo permiten tampoco, nuestro servicio se limita a asistencia telefónica.
-¿Pero no son ustedes una mutua médica privada?
Probamos en el CAP.
- Lo sentimos, pero estamos colapsados y el turno asignado acaba ahora después de un duro día.
- Por favor, ¿alguien podrá venir a ayudarnos? Mi padre está sufriendo.
Tras una desesperada conversación nos enviaron un equipo de paliativos, dos personas encantadoras que con sensibilidad y profesionalidad atendieron a papá. A las tres horas falleció.
Seguramente, este relato de dolor y desamparo es común al de muchas familias que, como la nuestra, se han visto afectadas por la virulencia de una situación de alarma que ha arrasado con todo. Cuando más necesitábamos algo tan básico como la sanidad, la hemos tenido que implorar porque papá era mayor, porque no había UCI, falta de camas, riesgo elevado de contagio… Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?
Seguramente ningún Estado estaba preparado para luchar contra un enemigo de estas características, pero algo se habrá hecho mal en España cuando el impacto en muchos países vecinos ha sido infinitamente menor. Algo se habrá hecho mal cuando hemos dejado morir a miles de ancianos sin prestarles la mínima asistencia, cuando encabezamos el ranking de fallecidos y de sanitarios infectados. Y yo me pregunto: ¿Alguien va a pedir perdón?
Hoy, con lágrimas en los ojos escribiendo esta carta, con una desazón y tristeza que lo invade todo, me pregunto si, de haberse gestionado las cosas de forma eficiente y responsable, papá aún estaría con nosotros. Me duele que nadie haya salido y en un ejercicio de humildad, por el daño causado asuma su responsabilidad por la ineptitud y deficiente gestión de la situación de alarma, el abandono a miles de sanitarios privándoles de medios y remedios, la muerte de más de 26.000 personas y el dolor desgarrador de tantas familias. Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?
Marian Muro (La Vanguardia, 14-05-2020)
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“Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?” por Marian Muro (La Vanguardia, 14-05-2020)
(Marian, Muro, abogada)
Era el 31 de marzo pasado. Papá ya estaba muy mal. Llevaba dos días debatiéndose entre la vida y la muerte a consecuencia de un accidente cerebral y veíamos que su final era cuestión de horas. Llamamos a los Servicios de Emergencia -quienes dos días antes después de visitarle recomendaron que no se le hospitalizara dada la saturación de las UCI y su avanzada edad- solicitando su presencia para que le aplicaran un tratamiento paliativo para evitarle sufrimiento. Sobre las 11 de la mañana llegaron los servicios de asistencia, no entraron en casa. Cuando les explicamos el motivo de nuestra llamada nos dijeron, alterados y nerviosos, que ellos estaban para salvar vidas, que papá tenía 88 años. Perdonen, les dijimos, es nuestro padre y no queremos que sufra. Se fueron.
Seguidamente y siendo nuestro padre socio de Asistencia Sanitaria, llamamos a la mutua. Lo sentimos, respondieron los médicos, actualmente tenemos prohibido desplazarnos. ¿Perdonen? Ustedes son médicos, ¿no? Mi padre ha tenido una embolia y ha estado toda la vida pagando religiosamente su mutua privada para que ahora no le puedan asistir en sus últimas horas. ¿Podemos hacer face time con usted para que oiga la respiración y así nos pueda asistir?
- Lo lamento. No nos lo permiten tampoco, nuestro servicio se limita a asistencia telefónica.
-¿Pero no son ustedes una mutua médica privada?
Probamos en el CAP.
- Lo sentimos, pero estamos colapsados y el turno asignado acaba ahora después de un duro día.
- Por favor, ¿alguien podrá venir a ayudarnos? Mi padre está sufriendo.
Tras una desesperada conversación nos enviaron un equipo de paliativos, dos personas encantadoras que con sensibilidad y profesionalidad atendieron a papá. A las tres horas falleció.
Seguramente, este relato de dolor y desamparo es común al de muchas familias que, como la nuestra, se han visto afectadas por la virulencia de una situación de alarma que ha arrasado con todo. Cuando más necesitábamos algo tan básico como la sanidad, la hemos tenido que implorar porque papá era mayor, porque no había UCI, falta de camas, riesgo elevado de contagio… Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?
Seguramente ningún Estado estaba preparado para luchar contra un enemigo de estas características, pero algo se habrá hecho mal en España cuando el impacto en muchos países vecinos ha sido infinitamente menor. Algo se habrá hecho mal cuando hemos dejado morir a miles de ancianos sin prestarles la mínima asistencia, cuando encabezamos el ranking de fallecidos y de sanitarios infectados. Y yo me pregunto: ¿Alguien va a pedir perdón?
Hoy, con lágrimas en los ojos escribiendo esta carta, con una desazón y tristeza que lo invade todo, me pregunto si, de haberse gestionado las cosas de forma eficiente y responsable, papá aún estaría con nosotros. Me duele que nadie haya salido y en un ejercicio de humildad, por el daño causado asuma su responsabilidad por la ineptitud y deficiente gestión de la situación de alarma, el abandono a miles de sanitarios privándoles de medios y remedios, la muerte de más de 26.000 personas y el dolor desgarrador de tantas familias. Y yo me pregunto: ¿alguien va a pedir perdón?
Marian Muro (La Vanguardia, 14-05-2020)
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