por Lluvia Abril Miér 13 Mayo - 6:03
ANTONIO ARNAO
"HIMNOS Y QUEJAS"
A LAURA.
Heureux qui près de toi pour toi seul soupire!
Ven, dulce amiga mía,
ven a gozar el aromado ambiente
que en estas gratas soledades mora:
no reina aquí de la amargura impía
la tiniebla mortal, ni el inclemente
negro dolor, ni la aflicción traidora.
La brisa bienhechora
que en este valle floreciente vuela
enjugará tu llanto congojoso,
y los cielos darán a tu alma herida
la paz que tanto anhela;
dichosa paz, y celestial reposo,
bálsamo puro a tu infelice vida.
¿Qué dicha esperas en el ansia vana
de la torpe ciudad, do el alma triste
en cárcel de dolor opresa espira?
¿En qué mirada viste
la tierna compasión que el llanto inspira?
Ay! ven: deja la impura
morada infiel, por el ignoto valle
que silencio te brinda y calma oscura:
aquí mas blandos a tus hondas quejas
estos árboles bellos, y estas fuentes,
al verte ¡ay Dios! llorando,
con flébil son responderán dolientes,
a tu gemido acordes murmurando.
¿Por qué tan vivo afán?—Ah! tú renuevas
la plácida memoria, triste amiga,
de las dichas fugaces
que suerte infiel te arrebató enemiga.
¡Cuán prestas y falaces
las bellas horas de tu bien pasaron!
¡Cuán lentas las de duelo y amargura
tu corazón angélico cercaron!
Por eso llanto silencioso baña
tus ojos celestiales
y el claro brillo de su luz empaña:
por eso, Laura, en dolorido acento
lágrimas vierto como tú a raudales
cuando infelice tu pesar lamento.
Triste de ti! Como visión hermosa
pasó la aurora de tu dulce vida;
la aurora que a ventura misteriosa
al corazón y al ánima convida:
apenas a su lumbre despertabas
como la fresca rosa
se abre al ambiente del sereno día
cuando en amarga soledad llorabas
los rudos golpes de la suerte impía;
y casi al borde de la frágil cuna,
víctima siempre de dolor insano,
tus dichas perecieron una a una,
fueron tus esperanzas humo vano.
No le acuerdas de Albión? Allí le veo
en tu infancia inocente,
muy mas hermosa que la blanca estrella
que llora al muerto sol en occidente,
ante la humilde tumba de tu padre
y en tus acerbas lágrimas mas bella,
prosternada gemir con hondo anhelo:
allí en tristes clamores,
transida de dolor pides al cielo
reposo a tus dolores,
reposo ¡ay Dios! bajo la helada losa
donde arrancada a tus amantes brazos
su ceniza mortal blanda reposa.
Ah! que de entonces en tu dulce pecho
las iracundas penas se ensañaron,
y sombras de tristeza
tu existencia infeliz negras velaron:
tu mágica belleza,
cándida y dulce y pura,
quedó bañada de dolor sublime;
que una vez y otras ciento la amargura
de duelo y muerte llena
se derramó en tu pecho lacerado,
y a mis ojos pareces,
hermoso lirio, cándida azucena,
que el Noto abrasador ha marchitado.
Yo te he visto llorar! ¡Nunca te viera
y no en mi triste sueño
la imagen del dolor me apareciera!
Con palidez de muerte tu semblante,
trémula, ansiosa, y cual paloma herida,
mirada suplicante
al nebuloso cielo levantabas
Ay! ¡Cuán hermosa, de aflicción transida,
ante mis tristes ojos te mostrabas!
¿Y siempre has de llorar? ¿Acaso eterna
la llama del dolor que te devora
te ha de abrasar como a los campos bellos
la corriente del Etna asoladora?
¿Han de apagar tus ojos sus destellos
con el llanto cruel de la amargura?
—No mas, hermana mía!
Alzalos tierna á la azulada esfera,
revestida de célica hermosura,
que de allí bajará la calma pía
que tu angustiado corazón espera.
Blando y propicio el cielo
enjugará tus ojos celestiales,
dará a tu labio angelical sonrisa,
y alegre y fresca cual la rubia aurora
serás para los míseros mortales
faro de amor, y estrella bienhechora.
Y aunque los goces de la impura tierra
no hayas gustado, ni su dicha vana,
¿no eres, Laura, feliz? ¿Qué pecho encierra
mas bondad que tu pecho, tierna hermana?
Viertes consuelo en derredor: sonríes
al ajeno penar, y tu sonrisa
es como el iris que en el éter raya,
es cual la mansa brisa
que leda gime en la desierta playa:
todos quieren tu amor y tu ternura,
todos la luz de tu mirada anhelan,
que al grato influjo de su llama pura
su lacerado corazón consuelan.
¿Qué mas ventura ansias
en esta tierra de dolor y llanto,
que verte, de los tiernos corazones
que en torno tuyo están, amada tanto?
¿Qué mas que digna ser de la corona
con que, rotas del alma las prisiones,
a la virtud el cielo galardona?
Por eso, dulce amiga,
de tus tristezas el afán mitiga,
cesen los ayes que tu pecho lanza,
y solo broten de tus bellos ojos
lágrimas de ternura y de esperanza.
Ven a este valle, ven; donde reposo
naturaleza con amor te ofrece
en aves, fuentes, céfiros y flores.
Aquí en himno glorioso
la sagrada amistad que me enardece
desterrará por siempre tus dolores:
las lágrimas que llores
gotas serán de bienhechor rocío
en la aurora feliz de tu ventura;
y henchida de ilusiones misteriosas,
cual tierno galardón del canto mió,
me ceñirás una guirnalda pura
de frescos lirios y tempranas rosas.
diciembre—1849.
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