Ayer, destruíamos los tronos de nuestros egos para construir tumbas para nuestros
antepasados. Hoy, nuestras almas son altares sagrados; las sombras de los siglos no
pueden acercarse a ellos y los dedos de los muertos no pueden tocarnos.
Éramos un pensamiento silencioso escondido en los rincones del olvido. Hoy, somos
una voz que sacude al firmamento.
Éramos una débil chispa, recubierta de cenizas. Hoy somos un fuego que domina las
alturas por encima de los valles.
¡Cuántas veces pasamos la noche, echados sobre la tierra desnuda, cubiertos por la
nieve, llorando las riquezas perdidas y las oportunidades desaprovechadas! ¡Y cuántas
veces pasamos el día, postrados como ovejas sin pastor, bebiendo nuestros propios
pensamientos y comiendo nuestras propias emociones, sin escapar ni al hambre ni a la
sed! ¡Y cuántas veces el día que terminaba y la noche que llegaba nos encontraban
llorando nuestra juventud agotada, sin saber qué deseábamos, sin saber por qué
estábamos tristes, mirando espacios oscuros, atentos al gemido de lo vacuo!
Esas fueron edades que pasaron como lobo entre las tumbas. Hoy, la atmósfera está
serena, nuestro es el sueño y nuestros el pensamiento y los deseos. Tomamos el fuego
con dedos que no tiemblan. Conversamos con las almas que nos rodean en un lenguaje
nuevo. Y nubes de ángeles, embriagados con la melodía de nuestras almas, revolotean
alrededor nuestro.
No somos, hoy, lo que éramos ayer. Tal fue la voluntad de los dioses para con los hijos
de los dioses. ¿Cuál es vuestra voluntad, oh, hijos de los monos?
¿Avanzasteis un solo paso, desde que salisteis de las grietas de la tierra? ¿Mirasteis,
alguna vez, hacia arriba, desde que los demonios abrieron vuestros ojos?
¿Pronunciasteis, una sola palabra del libro de la Verdad, desde que las serpientes
besaron vuestros labios?
¿O, escuchasteis siquiera un momento, la canción de la Vida, desde que la Muerte tapó
vuestros oídos?
Hace setenta mil años pasó entre vosotros. Os agitabais cual gusanos en las grietas de
vuestras cavernas. Y, hace siete minutos, miré a través de los vidrios de mi ventana y
os vi andar por vuestras sucias calles, con los grilletes de la esclavitud aprisionando
vuestros tobillos y las alas de la muerte batiendo sobre vuestras cabezas. Vosotros sois,
hoy, lo que erais ayer. ¡Y así, seréis mañana!
Somos, hoy, diferentes de lo que éramos ayer: tal es la ley de los dioses para los hijos
de los dioses.
¿Cuál es la ley de los monos que se aplica a vosotros, oh, hijos de los monos?
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