ANTONIO ARNAO (1828-1889)

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXVII

EL REGRESO DEL SOLDADO.

Tras seis años de ausente
Torna el soldado,
Y anhelante a la aldea
Mueve sus pasos.
Ya el sol se pone,
Ya tristemente alumbra
Su frente noble.
Pensando va en su amada
Que fiel le llora,
Pensando en que muy pronto
Será su esposa.
¡ Ay del soldado!
Más le hubiera valido
Morir lidiando.

¿Qué anuncia esa campana
Tocando a fiesta?
¿Y esa turba gozosa
Yendo a la iglesia?
¡Ay Dios! ¡ Cuán triste
La campana le suena
Con su repique!
«Vuelve atrás, buen soldado,
(Dícele un niño);
Ya es de otro más dichoso
La que has querido.»
Y a estas palabras,
Le parece que siente
Hielo en el alma.

Es de noche ¡qué noche
Tan pavorosa!
Negro está el cielo; el aire
Su rostro azota.
Retumba el trueno;
Brilla el lampo; rebrama
La mar muy lejos.
El mancebo olvidado
Cruza las breñas:
Desdeñando la vida,
Vuelve a la guerra.
Mas es tan grande
La pena que le mata,
Que muerto cae.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXVIII

UNO Y OTRO.

Cuando el incrédulo muere,
Parece reptil infame
Que se arrastra por la tierra
De donde no puede alzarse.
Mas cuando el creyente espira,
Noble se asemeja al ave
Que busca por las alturas
Las regiones que la atraen.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS


LXXIX

EL ENGAÑO.

Luciendo altiva sus frescas hojas
Verdes y agudas como el laurel;
Mostrando en grupos sus flores rojas
La hermosa adelfa se alza cruel.

Cruel, pues ella que ser presume
Lo más preciado que existe aquí,
Sólo desparce mortal perfume,
Con vil engaño mintiendo así.

Así un incauto, de gozo lleno,
Que su fragancia dulce aspiró,
Bebió en sus flores letal veneno
Donde sin culpa su fin halló.

Halló la muerte; y el alma mía
Que el vano mundo conoce ya,
Vió que es adelfa la ciencia impía:
Brindando néctar, veneno da.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXX

MUERTE DEL POETA.

Ya velado en densa nube
Triste el sol muriendo está...
Ya de oriente al cielo sube
Negro horror que espanto. da.
Tal su ocaso halló mi vida...
Tal su noche vi venir...
Hoy mi voz, de llanto henchida
Quiere al mundo adiós decir.

Poco vives, gloria humana;
Dicha infiel, la muerte das;
Sois tan sólo sombra vana;
Viento y humo sois no más.
Fe en vosotras tuve un día,
Viva luz de fiel pasión:
Hoy en pago al alma mía
Luto queda, no ilusión.

Es querer el propio daño
Siempre ansiar mentido bien:
Vénse aquí dolor y engaño;
Dicha y gloria no se ven.
Oh vosotras, tiernas almas,
No soñéis en triunfos, no:
Yendo en pos de lauro y palmas
Crudo afán tendréis cual yo.

Mas... ¿por qué tan hondo duelo?
Harto aquí sin paz lloré:
Ya la mente, ansiando el cielo,
Vuela en alas de otra fe.
Sacudiendo su desmayo,
Rauda siéntese subir
Más que el ave, más que el rayo
De una nube en otra al ir.

Cubra el éter velo umbrío...
Ronco el trueno, brame ya...
Nada teme el pecho mió;
Libre al fin del mundo está.
Voz que gozo blanda inspira
De otra patria viene a mí:
Nace un sol que nunca espira...
¡Dulce muerte, vivo en ti!

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS




LXXXI

AVES Y FLORES.

Esas blancas palomas que en bandada
Del nido, que es su hogar, huyen veloces;
Ese tropel de alegres golondrinas
Que, buscando otra tierra, el mar trasponen
Esas hojas marchitas que a la rosa
Arranca el cierzo con furioso choque;
No son lo que parecen á tus ojos
De lágrimas henchidos hasta el borde:
No son aves, ni flores deshojadas,
Sino tus fugitivas ilusiones.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXXII

COMO ALGUNOS.

Es verdad que, por flaqueza
Propia de hombre, alguna vez
Comete infidelidades
Que no sabe su mujer.
Es verdad que en sus negocios,
Buscando el propio interés,
Sólo atiende á la ganancia
Donde quiera que la ve.
Es verdad que en opiniones
Varía con rapidez
Pues sabe que en este siglo
Hoy no es lo mismo que ayer.
Y por último es muy cierto
Que no tiene mucha fe,
Porque sin ser religioso
Muy bueno se puede ser.
Mas todas estas faltillas
Son tolerables en él,
Pues no cabe duda alguna
De que es un hombre de bien

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS


LXXXIII

COMO ALGUNAS.

Vive esclava de las modas
Aún no siendo muy sensatas,
Y por seguirlas en todo
Su fortuna está mermada.
Como con severas leyes
La sociedad la avasalla,
Le es imposible cuidarse
De sus hijos, ni su casa.
Mujer de mundo, en sus juicios
Es ligera y temeraria;
Y, amable con los extraños,
A los propios desagrada.
Y si bien débil escucha
Galanteos de palabra,
Como esposa no se duele
De ninguna grave falta.
Mas todos estos lunares
No son puntos de importancia,
Y nadie dudar podría
Que es intachable y honrada.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXXIV

SIN CONSUELO.

Detrás de la tormenta abrasadora
Baja la lluvia, el campo á refrescar;
Detrás de los relámpagos ardientes
Luce el iris, heraldo de la paz.
Detrás del polvoroso torbellino
Húmeda brisa viene de la mar;
Detrás de tus tenaces infortunios...
Nada; no hay más allá.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS




LXXXV

JUICIO ERRÓNEO.

Sierva tiene a la fortuna:
Brota el oro de sus manos,
Los placeres le acompañan,
Ignora lo que es trabajo.
Si imagina algún deseo
Al punto lo ve colmado;
Mas ya no sueña deleites,
Que está de deleites harto.
Todo, en fin, cuanto codicia
La suerte le da otro tanto;
Y el mundo dice: «¡Dichoso!»
Y yo digo: «¡Desdichado!»

ANTONIO ARNAO


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LXXXVI

EN EL DESAMPARO.

Y el mísero clamó: — Va el alma mía
Peregrinando triste:
Humo, sombra, ilusión, fue mi alegría
Para mí nada existe.

¡Siempre la misma soledad! En vano
Tiendo en redor los ojos:
Ven sólo por doquier árido llano,
Mudo campo de abrojos.

Llegué del poderoso a los umbrales
A exhalar mi lamento,
Pero escuchar no supo de mis males
El desmayado acento.

Busqué anhelante la deidad celeste
Que aquí amistad se nombra,
Pero al tocar la fimbria de su veste
Hallé que era una sombra.

Llamé al amor de quien lograr ansiaba
Inefable consuelo,
Pero no respondió, porque moraba
Lejos de aqueste suelo.

¡Amarga soledad! Ya nada ansío
De cuanto amé en mi daño:
Para llamarle compañero mió
Bástame el desengaño.

Mas ¿quién aquí suspira? En mi tristeza
Blanda voz sentir creo:
Una mujer de sin igual belleza
Entre la sombra veo.

¿Quién eres tú cuyo semblante amigo
Me infunde bienandanza?
—¿Quién ha de ser! Quien siempre va contigo
Tu hermana la Esperanza.

Te doy las gracias, si no lo hice antes, por el exquisito tratamiento que estas haciendo de ANTONIO ARNAO.

BESOS.

Sí, lo hiciste y la verdad es que merecía, merece su espacio en esta casa.
Es muy bueno Antonio Arnao y además es de Murcia, casi na.
Yo te doy las gracias a ti por dejarnos conocer su obra, su magnifica obra.
Besos y sigo.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXXVII

RAZÓN SUPREMA.

Triste, muy triste huella de su paso
Dejó al cruzar la senda del poder,
Pues cometió injusticias y desmanes
Naturales en él.
Laxo en moral, la ciencia del gobierno
No le puede, en verdad, enaltecer;
Mas es fuerza encumbrarle nuevamente
Porque... ¡habla tan bien!

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXXVIII

LAS DOS HERMANAS.

Ambas eran muy gentiles;
Eran bellas una y otra;
Hijas las dos parecían
De amor sin mancha ni sombra.
Rubia, con azules ojos,
Ideal y vaporosa,
Sello celestial tenia
La mayor en su persona.
Morena, con negros rizos,
Hechicera y seductora,
La menor era en su aspecto
Beldad de terrena forma.
Juntas marchaban un día,
Dando envidia por hermosas,
Cuando un anciano mendigo
Les pidió santa limosna.
Exhalando un ¡ay! doliente,
Y en voz de pena muy honda,
«Ampáreos Dios» La segunda
Dijo al pobre cariñosa.
Pero en tanto la primera,
Sin una palabra sola,
Púsole el óbolo ansiado
En la mano temblorosa.
«¿Quiénes son, exclamé entonces,
Esas dos nobles matronas?
Una llora con el triste,
Otra consuela al que llora».
Y el mendigo respondióme:
«Dos hermanas que se nombran:
Aquella, la Compasión,
Ésta, la Misericordia».

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



LXXXIX

LA PAZ.

Virgen ¿en dónde moras tú que fuiste
Lenitivo y consuelo de las penas?
¿Para siempre partiste
Dejándonos del mal en las cadenas?
¿Qué será de nosotros desdichados,
Si ya no ven los ojos,
Por tinieblas cercados,
De tus ojos de amor los resplandores?
Herirán nuestra planta los abrojos;
No brotarán sobre la tierra flores.

Bajo tu imperio, sin dolor ni luto,
Felices los mortales
Del bien gozaban el sabroso fruto;
Pero, llamando al crimen desleales,
En su delirio insano
A impiedad y ambición abrigo dieron;
Y en la sangre del padre y del hermano
Tu inmaculada túnica tiñeron.

Y huiste a no volver, hasta que muera
Esta generación ingrata y loca;
Mas pronto, airada y fiera,
Se hundirá en el abismo
Como turbio raudal de roca en roca,
Como peñón que rueda por sí mismo.
Entonces ¡ay! desengañado el mundo,
Evocará tus gracias peregrinas;
Y tornarás, mas con dolor profundo,
A reinar y gemir sobre ruinas.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



XC

LA VENIDA DEL DÍA.

La noche todavía
Lóbrega e! mundo envuelve,
Y sólo alguna estrella
Luce con rayo tenue.
Mas llega ya la hora;
Y el día que amanece,
Por ver este hemisferio,
A más andar se viene.
Sobre el confín lejano
Del apartado oriente,
Vago claror confuso
Pálida zona extiende.
Del alba que despunta,
La tibia luz alegre
Marca del horizonte
Las líneas diferentes.
Baña después el cielo
Que anima y esclarece,
Y su lucero, al verla,
Como vencido, muere.
Más clara por instantes,
Las nubecillas leves
Con orlas festonea
Que plata ser parecen.
Ya salen de la sombra
Las cumbres eminentes,
Las torres atrevidas,
Las enramadas verdes,
Los blancos caseríos,
Los ocultos vergeles,
Y hasta las hondas simas
La claridad desciende;
Mientras que por los aires
Aquella luz riente
La aurora a toda priesa
Aviva y enrojece;
De modo que sus rayos
Hasta el cenit ascienden,
Sutil, dorado velo
Tendido por el éter.
Y el foco de que parten
Incendio es ya que hierve
Cuyas purpúreas llamas
Alcanzan a occidente:
Volcán esplendoroso,
Más inflamado siempre ,
Que cielo, mar y tierra
Cual vasta hoguera prende;
Hasta que desparciendo
Del disco refulgente
Llamas de grana y oro
Que por doquiera vierte,
Vivísimas centellas
Que ardiendo resplandecen
Y los mortales ojos
Ya resistir no pueden;
Vida del universo
Y asombro de la mente,
Coronando aquel cráter,
El astro rey magnífico aparece.

Así, tras noche de paganas sombras,
Brilló sobre el mortal fulgor celeste;
Y al fin la redención, cual sol divino,
Vertió en la humanidad su luz ardiente.

ANTONIO ARNAO


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XCI

LA VENIDA DE LA NOCHE

El cielo es todo lumbre,
Dorada gasa el aire;
Fulgura el firmamento,
Magnífica es la tarde.
El sol baja al ocaso
en disco centelleante
Que en púrpura encendida
Recama los celajes.
Algunas sueltas nubes
Con él van a juntarse,
Cortejo anticipado
De honores funerales.
A breve rato, en ellas
Vela su noble imagen,
Antes que al horizonte
Con presto giro alcance;
Y al ver cuán apacible
Se oculta en sus encajes,
Perdiendo va la esfera
Su brillo rutilante.
Por fin tras de las cumbres
Se esconde en paso grave,
Rayos en pos dejando
Que de occidente parten.
Los vividos fulgores
Que grana fueron antes
Cárdenos y apagados
Comienzan a tornarse;
Y aquel luciente foco,
Que fuera inmensurable,
A muy pequeña zona
Se ciñe por instantes,
Haciendo que el espacio
Su resplandor apague,
Y en grados insensibles
Para morir, desmaye.
Crepúsculo sin vida
Muestra su luz menguante,
Que en claridad confusa
Por fin viene a trocarse,
Dando a las sombras paso
Que en frente de ella nacen,
Y, poco a poco, oscuras
El cielo todo invaden.
Ya apenas se divisan
Los campos y ciudades
Que cual en vago sueño
Principian a borrarse.
Y tanto se confunden,
Y tanto se deshacen,
Que al fin se desvanecen
Tras lúgubres cendales.
La noche misteriosa,
Viéndose ya triunfante,
Tiende por las alturas
Su velo impenetrable.
Y es tan profundo el caos,
La oscuridad tan grande
Que, a consolar al mundo ,
La blanca luna por oriente sale.

Así a los pueblos, tras hermoso día,
La noche del error miro acercarse,
i Ay de ellos, si la fe no se levanta
A disipar las sombras en que yacen!

ANTONIO ARNAO


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XCII

EL FUEGO DEL ALMA.


En tu pálida hermosura
Tus ojos cual noche son;
Mas ¡ay! en ellos fulgura
Viva llama que arde pura
Dentro de tu corazón.

Con amoroso desmayo
Pueda yo verla brillar
Dulce como sol en Mayo;
No con el fulgor del rayo
Que luce para matar.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS





XCIII

FIDELIDAD.

Puedes hallar quien te quiera
Con tan noble frenesí,
Que en su dicha lisonjera
Viva por ti;

Puedes hallar quien suspire
Noche y día por tu amor,
Y al ver tus ojos delire
Con vivo ardor;

Puedes hallar quien te traiga
Ofrendas de eterna fe,
Y, de amor herido, caiga
Muerto a tu pié.

Mas para serte constante,
Premies o no su pasión,
Y aunque rindas a otro amante
Tu corazón;

Para ser tuyo y quererte
Como esclavo siempre fiel,
A despecho de la suerte
Fiera y cruel;

Para amarte en paz o guerra
Cual nadie jamás amó,
Tan sólo hay uno en la tierra,
Y ese soy yo.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



XCIV

DULCE MEMORIA.

Si alguna vez, abandonada, y llena
De angustia el alma mía,
Sucumbe al peso de enemiga pena
Y acaba mi alegría;

Si después que la suerte bondadosa
Me colma de ventura,
Rueda por mis mejillas afanosa
Lágrima de amargura;

Entonces, cuando el grito de mi acento
Mi desdicha revele,
Tú serás ¡ oh memoria de un momento!
Quien mi dolor consuele.

Y entre las ansias de mi acerba angustia
Serás al pecho mió
Como a la rosa desolada y mustia
La lluvia del rocío.

Grata serás como el cantar lejano
De las aves del cielo,
Cuando después del bienhechor verano
Parten de nuestro suelo.

Serás como la llama peregrina
Que baña el horizonte
Cuando en hermosa tarde que declina
Muere el sol tras el monte.

Serás lo mismo que en nocturna calma
Remota melodía
Que, después de cesar, sigue en el alma
Sonando todavía.

Vive ¡oh memoria! en el recinto estrecho
Donde casto amor arde,
Y no te olvide yo mientras mi pecho
Vital aliento guarde.

ANTONIO ARNAO


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XCV

EL LAGO.

Entre las breñas ásperas de un monte
De aquella ruda, vasta cordillera
Que al fin del horizonte
Con noble majestad se alza severa,
Hay un lago escondido,
Límpido, azul, sereno, transparente,
Por nadie conocido,
A la vez que patente
Al purpurino sol, Cuyas centellas
Retrata fiel en su cerúleo velo,
A las claras estrellas,
A la cándida luna,
Y a cuantos esplendores tiene el cielo.
¡Ay! ese lago en calma,
Que jamás ofendió mirada alguna,
Es ¡oh virgen! la imagen de tu alma
En santa soledad al mundo muerta,
Pero a la luz divina siempre abierta.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS




XCVI

NUBE DE VERANO.

En abrasada siesta
Dormido yace el viento;
Muéstrase turbio el éter;
El sol arde en los cielos.
Caliginoso el aire,
Deja sentir su peso;
Los árboles pardean
Mustios y polvorientos.
Allá por Mediodía
Lenta elevarse veo
En cúmulos hinchados
Nube de vasto seno.
Trepando poco a poco
Su manto va extendiendo,
Y al fin el sol oculta,
Y entolda el firmamento.
Después se trueca en nimbo
De cuyo oscuro centro
Rojas, fugaces chispas,
Salen de tiempo en tiempo.
Cálidas y anchas gotas
Se estrellan contra el suelo.
Polvo sutil en torno
Alzando al choque recio.
Borrasca muy lejana
Se acerca por momentos,
Y con granizo envuelta
La lluvia va cayendo.
Relámpagos más vivos
De cárdenos reflejos
El denegrido ambiente
Tornan en mar de fuego.
Rápido luce el rayo
Con resplandor siniestro,
Y ya en profunda noche
Ronco retumba el trueno
Cuyo fragor creciente,
Zumbando por los ecos,
Parece que hace al mundo
Temblar en sus cimientos.
El huracán arranca
Los centenarios cedros,
Y bajan de los montes
Torrentes con estruendo.
Todo es horror y espanto:
Reina pavor inmenso;
Las gentes aterradas
A Dios alzan su ruego.
Mas ya no están furiosos
Los rudos elementos;
El agua es menos fuerte,
Los lampos brillan menos.
Varias opacas nubes
Rompen su manto denso
Dejando ver tras ellas
De luz algún reflejo.
El vendaval amaina
Sus ímpetus violentos,
Y en lluvia, ya menuda,
Sopla airecillo fresco
Que amables perfumaron
Tomillos y romeros,
Mientras la esfera, en parte,
Luce su azul intenso.
Y la tormenta corre
Con presuroso vuelo;
Y más y más se aparta;
Y, cada vez más lejos,
Sólo se escucha apenas
Leve rumor incierto;
Y el sol en triunfo sale,
Y en pos el iris bello.
Los árboles gotean,
Verdor mostrando nuevo;
Los pajarillos cantan,
Su pluma sacudiendo.
Collados y vergeles
Parecen más risueños,
Y al fin son cielo y tierra
Reposo, paz, silencio

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS




XCVII

IMAGEN TRISTE.

Bajo quebradas sierras eminentes,
Bajo uniformes valles extendidos,
Cruzan de fuego y aire las corrientes
Que rompen en volcanes encendidos.
Así dentro de muchos corazones,
Aunque en falaz quietud a veces calla,
Oculto el fuego está de las pasiones,
Que difunde la muerte cuando estalla

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



XCVIII

LA FLOR SIN ESPINAS

El que en florida pradera
Coge la rosa brillante
Que peregrino perfume
Plácida en torno desparce;
Y, para que gocen otros
De aquel aroma inefable,
Sin temor de que sus manos
Crudas espinas desgarren,
Con las suyas las arranca,
Aun a costa de su sangre,
Hasta que el tallo escabroso
Deja igual, limpio y suave;
Ése es como el noble sabio
Que, entre vigilias y afanes,
La ciencia que ilustra al mundo
Purga de errores falaces,
Para que luego otros hombres
En su posesión alcancen,
Flor de beldad exquisita,
Libre de espinas, punzantes.

RAZÓN SUPREMA.

Triste, muy triste huella de su paso
Dejó al cruzar la senda del poder,
Pues cometió injusticias y desmanes
Naturales en él.
Laxo en moral, la ciencia del gobierno
No le puede, en verdad, enaltecer;
Mas es fuerza encumbrarle nuevamente
Porque... ¡habla tan bien!


Lo seguimos viendo hoy, querida amiga...  La buena poesía no tiene edad - desgraciadamente, la demagogia y la mala política tampoco-.

Gracias. te sigo.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



XCIX

EL ÁRBOL MISTERIOSO.

En un lugar escarpado
De muy difícil acceso.
Hay un árbol, embeleso
Del corazón afanado.

El que a su sombra se vea,
Tras larga, ruda fatiga,
Como por virtud amiga
Logrará cuanto desea.

Tiene amarga la raíz,
Pero tiene dulce el fruto
Que al hombre rinde en tributo
Para que viva feliz.

Ese árbol, que en su inconstancia
Muchos mortales no ven,
Es, en la ruta del bien,
La noble Perseverancia.

En un lugar escarpado
De muy difícil acceso.
Hay un árbol, embeleso
Del corazón afanado.

El que a su sombra se vea,
Tras larga, ruda fatiga,
Como por virtud amiga
Logrará cuanto desea.

Tiene amarga la raíz,
Pero tiene dulce el fruto
Que al hombre rinde en tributo
Para que viva feliz.

Ese árbol, que en su inconstancia
Muchos mortales no ven,
Es, en la ruta del bien,
La noble Perseverancia.



Una metáfora para pensar.

Besos.

ANTONIO ARNAO


TROVAS CASTELLANAS



C
ÚLTIMA TROVA.


Hermosa cual ninguna
Que oyes mi canto,
Viendo brillar la luna
Sobre los dos;
Por la límpida gota
De tierno llanto
Que en tus párpados brota
Con nuevo encanto,
Páguete Dios.

Cada dulce sonrisa
Del alma pura
Que en tu labio divisa
Mi pecho fiel,
Es a mi amor ardiente
De más ventura
Que cuanta gloria ostente
Con su hermosura
Rico laurel.

Vuelve casta y serena,
Vuelve a tu lecho,
Pues el premio a mi pena
Ya recibí:
Duerme, que mis suspiros
De amor deshecho,
Con abrasados giros
Desde mi pecho
Vuelan a ti.

Por el cielo aparece
La rubia aurora,
Y al mirar cómo crece
Su resplandor,
Parto porque lo pides,
Noble señora;
Parto, mas nunca olvides
Cuánto te adora
Tu trovador.



FIN



Y hasta aquí el recorrido por la obra de Antonio Arnao, un murciano que no conocía y aunque he ido un poco lenta, la verdad es que ha merecido la pena recrearse en su buena poesía.
Gracias a todos y a ti especialmente, querido Pascual que me has permitido este paseo esplendido.

Gracias, Lluvia. Una excelente exposición. Un gran trabajo, sin duda.


Besos.

Estos autores y autoras del siglo XIX, no deberían pasar desapercibidos. Habría que darles una oportunidad. O hacemos una POESÍA CONSAGRADA o hacemos UN POESÍA DE TODOS Y PARA TODOS ( EL SIGLO XIX ES EL GRAN OLVIDADO DE LA POESÍA ESPAÑOLA)