ANTONIO ARNAO (1828-1889)

ANTONIO ARNAO


Biografía
Arnao y Espinosa de los Monteros, Antonio. Murcia, 2.II.1828 – Madrid, 4.II.1889. Poeta y dramaturgo.

Estudió en el seminario de San Fulgencio, de Murcia, donde era profesor su padre, y posteriormente en el Instituto Provincial. Cursó la carrera de Derecho en Valencia y Madrid. Fue asiduo participante de las tertulias literarias murcianas de la década de 1840 y colaboró, como su amigo José Selgas, en La lira del Táder y en La Palma. En 1848 marchó a Madrid y se introdujo pronto en las más respetadas e influyentes tertulias literarias de la Corte, en las que posteriormente presentó a Selgas. Desempeñó puestos de funcionario en los Ministerios de Gobernación y de Gracia y Justicia. Con el discurso Del drama lírico y de la lengua castellana como elemento musical ingresó en la Real Academia Española en 1873. Le contestó Antonio María Segovia. Fue elegido académico de Bellas Artes de San Fernando, en 1874. y su discurso versó sobre La música en el templo católico. Le contestó Hilarión Eslava. En ese año terminó una de sus largas cesantías como funcionario comenzada en 1868, y, a partir de ese momento, se sucedieron los ascensos en su brillante carrera en el Ministerio de Gracia y Justicia, hasta llegar a la categoría de magistrado presidente de la Sala de Audiencia Territorial en la escala de funcionarios. Su último destino, que no llegó a ocupar, en enero de 1889, fue el de jefe de la Audiencia Territorial de Cáceres.
Tres modalidades tiene su obra literaria: poeta, adaptador y creador de textos destinados a zarzuelas y otros géneros musicales, y ensayista y periodista.

Transitó en su poesía desde el romanticismo hacia una expresión más clásica, por lo que fue elogiado por Menéndez y Pelayo tras su muerte, cuando prologó la edición, de 1891, de su libro Soñar despierto. Llegó a escribir once libros de poesía, entre los que destacan Himnos y quejas (1851), que recoge poesías religiosas; Melancolías, rimas y cantigas (1857), lírica triste, intimista, de marcado carácter religioso; Ecos del Táder (1857), presidido por el recuerdo de Murcia y con tonalidad diferente a la de los anteriores, de cuyos poemas sobresale el dedicado “A la catedral de Murcia” junto a otros referidos a su ciudad natal; Trovas castellanas (1873), Gotas de rocío (1880) y La luz entre las tinieblas. Cantos religiosos (1897). De asunto religioso igualmente es La voz del creyente (1872) y de carácter legendario la novela en verso El caudillo de los ciento (1886), historia de corte romántico y ambiente caballeresco, que fue prologada por Hartzenbusch, y que se puede relacionar con los modos y formas de Zorrilla y del duque de Rivas. Algunos de sus poemas gozaron de amplia difusión como el que dedicó al escultor Salzillo. Además de esta poesía lírica, de variado signo temático y emotivo, compuso el poema épico La campaña de África, que consiguió el accésit en el certamen extraordinario convocado por la Real Academia Española “para conmemorar los triunfos de las armas españolas”.

Los textos dramáticos de Arnao estuvieron vinculados a la música y, sobre todo, a la ópera, género por el que sentía decidida inclinación. Tradujo Norma y Otelo, y escribió los textos de los poemas La madre y el niño, Noche de estío (a los que puso música el maestro Fernández Caballero) y de la balada dramática La sombra. En 1875 publicó en un volumen cinco dramas líricos en un acto: Las naves de Cortés (al que puso música el maestro Chapí y se había estrenado en el Teatro Real de Madrid el año anterior), La muerte de Garcilaso, La hija de Jefté, La gitanilla y Guzmán el Bueno (cuya música compuso el maestro Bretón), y dos más en tres actos: Pelayo y Don Rodrigo. Este último fue el primero que Arnao escribió y había sido editado ya por la Real Academia Española, que lo había premiado años antes, en 1859.

En cuanto a su actividad ensayística, destacan los textos de los discursos de ingreso en las dos Reales Academias a las que perteneció y en los que se advierten los conocimientos y la afición y el amor que sentía por el drama lírico y por la música. Colaboró en la prensa de la época con poemas y artículos: Semanario Pintoresco Español e Ilustración Española y Americana, entre otros. Pertenecen estos trabajos a una época de su producción en la que Arnao gozaba del mayor reconocimiento público nacional.

Obras de: Ecos del Táder, cantos poéticos, Madrid, Imprenta Nacional, 1857; Don Rodrigo, drama lírico en tres actos, Madrid, Imprenta Nacional, 1859; La campaña de África, poema en dos cantos, Madrid, Imprenta Nacional, 1860; El caudillo de los ciento, novela en verso, pról. de E. Hartzenbusch, Madrid, Librería de Alfonso Durán, 1866; La Concepción de María, Madrid, Juan Aguado, 1872; Discursos leídos ante la Academia Española en la recepción pública de Don ~, el día 30 de marzo de 1873, contestación de Antonio María Segovia, Madrid, Juan Aguado, 1873; Discursos leídos ante la Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepción pública de Don ~, el día 8 de diciembre de 1874, contestación de Hilarión Eslava, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1874; Dramas líricos, Madrid, Medina y Navarro, 1875; Guzmán el Bueno, ópera en un acto, música del maestro Tomás Bretón, Madrid, Administración Lírico-Dramática, 1876; Discurso del Señor Don ~, individuo de número de la Real Academia Española, leído ante esta Corporación en la sesión pública inaugural de 1876, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1876; Gotas de rocío, madrigales, Madrid, Librería Fernando Fe, 1880; A la memoria de Salcillo, insigne escultor imaginero de Murcia, con motivo de su centenario, Madrid, Imprenta de la Gaceta Universal, 1883; Soñar despierto, pról. de M. Menéndez Pelayo, Madrid, Tello, 1891.

Bibl.: J. E. de Hartzenbusch, “Prólogo”, en A. Arnao, El caudillo de los ciento, op. cit.; M. Menéndez Pelayo, “Prologo”, en A. Arnao, Soñar despierto, op. cit.; E. Toral Peñaranda, “Antonio Arnao, funcionario”, en Homenaje a la memoria de Antonio Pérez Gómez, Cieza, La fonte que mana y corre, 1971; S. López Gómez, Antonio Arnao. Vida y obra de un poeta murciano del siglo xix, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1987; F. J. Díez de Revenga y M. de Paco, Historia de la Literatura Murciana, Murcia, Universidad-Academia Alfonso X el Sabio-Editora Regional, 1989; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Real Academia Española, 1999; E. Casares Rodicio, “Arnao, Antonio”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 1999, págs. 695-696; F. J. Díez de Revenga, Académicos de la Región de Murcia en la Real Academia Española, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 2006.

Por: Concepción Ruiz Abellán

ANTONIO ARNAO



“GOTAS DE ROCÍO”

Á MARÍA DEL CÁRMEN
Y
MARÍA DE LA ASUNCION.

Recibid, hijas mías, este libro como débil muestra de mi profundo cariño.
Os ruego que cuando recorráis sus páginas, consagréis un dulce re
cuerdo a vuestro amante padre.

RAZÓN DE ESTE LIBRO

Duros y agitados son nuestros tiempos como los tormentosos días que encrespan los mares en el equinoccio. Guerras civiles, conquistas internacionales, intranquilidad para el individuo, revolución para la sociedad, desmayo en la fe, rebeldía en la razón, preponderancia de los bienes materiales, olvido de los del alma;—tales parecen los rasgos característicos de la presente época. ¿Puede ésta por lo tanto ser adecuada para los íntimos, puros y sosegados deleites de la Poesía? No, por desgracia El poeta, y sobre todo el poeta lírico, es en ella un ave peregrina cuyo canto escuchan solamente los que se aplacen en el silencio de la soledad. ¿Debe por eso renunciar al ejercicio de su divino arte, desoyendo la voz que hacia él le impulsa con acento vigoroso? Tibieza fuera el hacerlo así, y prueba de miserable cobardía. He aquí por qué yo que en mi pequeñez é insignificancia no quiero que se me tache de lo uno ni de lo otro; he aquí por qué, considerando la Poesía más como vocación que como pasatiempo, soy infatigable en el trabajo, al cual por otra parte nunca me han animado aplausos desmedidos, ni adeptos apasionados que suban mi nombre a las regiones de la gloria.
Demostración, y no común, de acendrado amor y de inquebrantable perseverancia es el libro que, con el alegórico título de Gotas de rocío, entrego hoy a los azares de la vida pública, para ser quizá sepultado en las sombras del olvido. Inspirado siempre por el culto de la verdad, de la bondad y de la belleza, que es el pensamiento generador y el núcleo que enlaza sus diversas partes, representa, con fortuna o sin ella, en cuanto a la manifestación de su forma exterior, un esfuerzo extraordinario en el arte, esfuerzo que no tiene igual en nuestra literatura y que quizá no lo tenga en las extrañas. Pueden formarse, y se han formado, copiosas colecciones de poesías de diversa índole, correspondientes a épocas y a móviles distintos, según han ido inspirándolas los variados acontecimientos de la vida. Pero no se ha publicado, que yo sepa, ninguna como la presente, compuesta de estos poemitas de un solo género, tan difíciles cuanto breves, y realizada en virtud de un propósito preconcebido y concreto. Y si se repara en que tales poemitas ascienden al crecido número de los que aquí se incluyen, desarrollando en angosto espacio otros tantos asuntos independientes y aislados, por más que obedezcan al pensamiento común antes expuesto, derecho mío será reclamar del lector ilustrado la benevolencia que debe dispensarse al que acomete una empresa ardua, por el mero hecho de haberla acometido, aunque feliz éxito no corone su realización.
Véase ahora, en comprobación de una idea arriba indicada, lo que respecto de los madrigales acontece en la riquísima historia literaria de nuestra patria. No sólo antiguos ingenios de segundo orden, sino ingenios de primero, y muy preclaros, han escrito composiciones de aquella clase, las cuales, por lo pequeñas y primorosas, son en el ameno campo de las letras lo que florecillas tenues y delicadas en un jardín espacioso y pintoresco.
Con esto dieron bien a entender que apreciaban en todo su valor esas miniaturas de la poesía, y que no desdeñaban emplear sus pinceles en reducidos y finísimos cuadros los que tan diestramente sabían ejercitarlos en cuadros vastos y vigorosos.
¿Pero produjeron muchas? ¿Las produjeron a la vez? La respuesta es negativa. De todos los madrigales compuestos por los primeros poetas se podría formar acaso una colección linda, aunque no abundante; mas de ninguno de éstos separadamente podría mostrarse una colección, ni grande ni pequeña. Y aun sucede otra cosa singular, que es ya fenómeno constante: cuando en libros didácticos, en críticas literarias o en oposiciones a cátedras se
trata del madrigal como punto secundario o como tema de discusión, casi todos se olvidan de los que andan dispersos por las obras de nuestros escritores, y únicamente se valen para las citas, en prueba de la doctrina que exponen, del conocidísimo de
Gutiérrez de Cetina:

Ojos claros, serenos,
Si de dulce mirar sois alabados, etc.;

y del no menos conocido de Luis Martin:

Iba cogiendo flores
Y guardando en la falda
Mi ninfa, para hacer una guirnalda, etc.;

en los cuales, muy bellos por cierto, parecen vinculados todos los timbres de este género poético.
Pocos, muy pocos son, sin embargo, los que recuerdan, por ejemplo, el de doña Feliciana Enri- quez de Guzmán:

Dijo el Amor, sentado a las orillas
De un arroyuelo puro, manso y lento:
«Silencio, florecillas,
No retocéis en el lascivo viento,
Que duerme Galatea, y si despierta,
Tened por cosa cierta
Que no habéis de ser flores
En viendo sus colores,
Ni yo de hoy más Amor, si ella me mira.»
¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!

(cont.)

ANTONIO ARNAO


(cont.)
“GOTAS DE ROCÍO”

¿Y por qué tantos y tan fecundos vates han sido en dicho género parcos y remisos? ¿Por las dificultades del caso, o porque su lozana imaginación no podía volar con gallardía en esfera muy limitada?
No me es dado adivinarlo. Sólo habré de observar que en análogas y aún más rígidas condiciones se halla el soneto, y sabido es que esta planta, italiana en su origen como el madrigal, se ha reproducido copiosísimamente en los vergeles de la literatura. Á presentar, pues, un rico y variado ramillete de estas florecillas de la inteligencia se encamina el modesto libro que hoy ofrezco al amor de los apasionados á las bellas letras. Llamóle rico, atendiendo al número de aquéllas, y variado, teniendo en consideración la diversidad de sus matices. Y no será extraño que la última de ambas circunstancias atraiga sobre mí la censura de retóricos
ortodoxos. Si mis madrigales se juzgan con estricta sujeción al canon de los preceptistas de es
cuela, conceptuándolo, más que canon, dogma inflexible; si se aprecian con arreglo a lo que de
mucho tiempo atrás se alega y repite respecto de esta clase de poesías, me veré tratado seguramente de innovador revolucionario. Ser breve, ingeniosa, delicada y galante es cuanto piden a cada una de dichas composiciones. Boileau, tratando de la materia y a continuación de la balada, dice:

Le madrigal plus simple et plus noble en son tour
Respire la douceur, la tendresse et Vamour.

Nuestro insigne Martínez de la Rosa, después de explicar la punzante gracia del epigrama, se expresa de esta manera:

Sin aguda saeta venenosa,
El ala leve y ricos los colores,
Cual linda mariposa
Que juega revolando entre las flores.
El tierno madrigal ostenta ufano
En su voluble giro mil primores;
Mas si al ver su beldad tocarle intenta
Áspera y ruda mano,
Conviértese al instante en polvo vano.

Pues bien: yo he querido ensanchar el estrecho círculo trazado por semejantes preceptos hasta hoy observados en la práctica. Pareciéndome que una sola tinta engendraba monotonía en estos reducidos poemas, resolví darles todas las más variadas y posibles, convirtiéndolos, si así puedo expresarme, en pintura polícroma.
Al efecto, acepté sus cualidades de ingenio y delicadeza, reconocí lo necesario de su brevedad,
si bien no en términos tan diminutos y mezquinos que no consientan desarrollo alguno: y en cuanto a su fondo, hice resonar en ellos los tonos más opuestos del sentimiento y reproducir como en
exiguo espejo cuadros grandes de la fantasía.

Recordando que el epigrama ha descendido desde su antigua alcurnia y carácter literario hasta la acre y rápida punzada, casi siempre indecorosa y obscena, que es su único distintivo según el nuevo uso; pensé que sus demás condiciones, olvidadas del todo en él, debían pasar al madrigal para que se enriqueciese. Así traté de hacerlo, recogiendo la abandonada herencia. Viendo, por otra parte, lo indispensable que es hoy depositar en toda producción artística, por humilde que fuere, el germen de alguna enseñanza saludable, procuré inocularla, más ó menos disimuladamente, en aquellos madrigales que por la naturaleza del asunto lo consentían, llevando a ellos con diferente forma un lejano recuerdo del apólogo. Con tales principios di al género poético que es objeto de mi obra mayor extensión en cuanto al fondo que lo constituye, o de otro modo, ensanché la esfera de acción de su competencia. Así es que, bajo el expresado concepto del fondo o del asunto, los hay (buenos o malos) de todas clases y tonos en la presente compilación.
Amorosos, como Triunfo estéril; místicos, como El árbol misterioso; filosóficos, como Ciencia humana. En lo pintoresco, descriptivo, cómico, burlesco, y aún sarcástico, basta recordar al acaso Tiempos pasados, La otoñada, Desengaño cómico, En tu defensa, La razón libre. Y si se quiere buscar la expresión tierna y suave de una idea delicada de por sí, ejemplos de ello serán- A la paloma, El beso puro, Perla en su concha.
Tal es la explicación franca de mi sistema. Esto es lo que he pretendido, no tal vez lo que he logrado.
Por lo que concierne a la parte exterior o de forma, he seguido en todos, con la insignificante y
caprichosa excepción de dos, la tradición clásica, empleando al efecto, en diversas combinaciones’ una estrofa de silva. No quiere esto decir que no Puedan escribirse en otros metros; y buena prueba de lo contrario suministran los que en décimas, quintillas, romances, etc. andan esparcidos, con calificación de madrigales o sin ella, en muchas colecciones poéticas. Y en cuanto a la versificación, diré que, sin haber dejado versos libres, según creo, no he omitido esmero ni cuidado para darle tersura, corrección y facilidad. Hícelo así, porque sobre ser ésta mi inclinación natural y mi gusto reflexivo, opino que los poetas faltos de genio (que somos los más, aunque muchos no lo conozcan por su parte) debemos procurar a toda costa la limpieza y distinción en lo que a la forma se refiere, para ver de asemejarnos a los hidalgos pobres que revelan su calidad por la limpieza de sus añejos vestidos y por la distinción de sus modales. Quizá se dirá que con la innovación intentada altero los límites del madrigal, contribuyendo por mi parte a la confusión de los géneros literarios.
A ello contestaré con varias preguntas: ¿No es esta confusión, o fusión, fenómeno ordinario en nuestros días y hecho reconocido? ¿Es hoy la elegía lo que en tiempo de Gatulo y de Tibulo? ¿Significa la canción lo que significaba en el arpa de Herrera? ¿Se parecen muchos de los epigramas de Marcial a los de Iglesias? ¿Conserva la epopeya su antiguo concepto? ¿Caben las obras dramáticas de ahora en las primitivas divisiones? Podré haberme equivocado, pero confieso ingenuamente que, al considerar cuán difícil sería al presente clasificar la mayor parte de las poesías modernas con arreglo a la tecnología escolar, me juzgo algo libre de la nota de innovador peligroso, acogiéndome a la tolerancia que con otros se practica. Además, pensándolo bien, fuera inexacto apellidarme revolucionario, porque los verdaderos revolucionarios, en todas las esferas, ni engrandecen ni edifican: su oficio es más atrevido y trascendental que el de los reformistas.
Concluyo recomendándome a la indulgencia de los lectores, virtud que de tiempo atrás deben tener muy ejercitada, en cuanto a mí toca. Deseo que á estas florecillas de mi humilde ingenio no se aplique lo que Malherbe decía de una delicada niña, prematuramente muerta:

Et, rose, elle a vécu ce que vivent les roses:
L'espace d'un matin.

Deseo que estas Gotas de rocío no se evaporen tan luego como reciban el sol de la publicidad.
Antonio Arnao.
Madrid, 1879.

Sí, querida amiga: Murcia siempre fue tierra de poetas. Antonio Arnao es un bue ejemplo de ello. Sin falsos chovinismos te doy las gracias por traerlo a GRANDES AUTORES. Te seguiré para ir aprendiendo.

Besos.

Las gracias siempre a ti y la verdad es que sí, hay mucho y bueno sobre Antonio Arnao y...de Murcia tenía que ser, para que así pase.
Aprendamos pues, unos más que otros(y eso va por mí) y seguimos.

ANTONIO ARNAO



“GOTAS DE ROCÍO”


De “Gotas de rocío”
(madrigales)


Introducción-
EL MADRIGAL.


Libre, sencilla, ufana,
Al primer esplendor de la mañana,
La abeja voladora
Busca en la flor de la enramada umbría
La miel que de su néctar elabora
Para propio sustento,
Y para el hombre que en gozarla fía.
Así también la noble fantasía,
Por la vaga región del pensamiento
Dilatándose en vuelo apresurado ,
Busca su miel hiblea,
Hasta que dulce jugo codiciado
Liba en fecunda idea,
Y el breve Madrigal la mente crea.

ANTONIO ARNAO



“GOTAS DE ROCÍO”



LA GOTA DE ROCÍO.

Cuando en el seco estío
Clara y serena gota de rocío
Gentil esmalta la fragante rosa,
Siento que cunde por el pecho mío
Tristeza vagarosa,
Y el corazón me oprime
Ansiedad melancólica y sublime;
Pues al ver cómo brilla
Tan pura y transparente
Que a límpido cristal vence y humilla,
Se me figura lágrima doliente
Rodando por tu púdica mejilla.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



LA CANA Y EL ROBLE

Si la flexible caña
Del viento al soplo cede
Porque su empuje resistir no puede;
Si el roble en la montaña
Prefiere, a doblegarse,
Bajo el furor del huracán troncharse;
En la atmósfera impura
De la humana malicia
Donde vencer la rectitud procura
Viento de seducción y de injusticia,
El varón justo y noble
Jamás quiere ser caña, sino roble.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



VIDA BREVE

Ayer, al despuntar el sol ardiente,
La anémona gentil se irguió lozana
Con diadema de perlas en la frente,
Rocío bienhechor de la mañana.
De su primor ufana,
Con orgullo aceptó gratos favores
De céfiros, codicia de las flores;
Pero al quedar el día
Muerto en las sombras de la noche oscuras,
Ya ni perfume ni beldad tenía:
Belleza corporal, ¡qué poco duras!

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



SU PRESENCIA

Si miro el mar cuyas inquietas olas
Murmuran siempre con sublime acento;
Si miro las estrellas
Que en el espacio solas
Alumbran el azul del firmamento
Cual lámparas de amor que lucen bellas;
Si en prados y jardines
Miro entre verde murta los primores
De rosas, lirios, nardos y jazmines,
Bendigo a Dios con íntimos loores.
Mas en templo cristiano
Donde perdón por alcanzar me afano,
Mejor le reverencio
Prosternando la frente,
Porque en su oscura sombra y su silencio
Con presencia real latir se siente.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



UNA ILUSIÓN

Ostentando las galas
De transparentes alas
Que matizan la púrpura y la rosa,
Por alegre campiña,
Y en torno de mi niña,
Gira fugaz inquieta mariposa.
Viéndola tan donosa,
La niña que pretende aprisionarla
No cesa de buscarla;
Y aquélla va volando,
Y ésta detrás corriendo;
Una libre vagando,
Y otra ligeros círculos haciendo;
Hasta que al fin la incauta cazadora,
Riendo porque acierta
A lograr lo que tanto la enamora,
La coge entre sus palmas... pero muerta.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



DECLARACIÓN

No lo puedo negar: tu gentileza,
Tu espléndida belleza,
Conquistan por doquier flores y palmas,
Pues el oro que forma tu cabello
Hirió no pocas almas,
Y tu mirar de límpido destello
Y tu rostro de aurora sonrosado
Corazones sin fin han cautivado.
Yo admiro tu beldad; pero si piensas,
Al verme indiferente,
Que ya mi corazón no late ardiente,
La yerras a fe mía,
Pues con pasión profunda y generosa
Prosternado a tus pies te adoraría,
Si fueras tan humilde como hermosa.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




LAS GOLONDRINAS

¿Por qué nos placen tanto
Esas tímidas aves cuyo canto
Es amoroso pío
Que suena al anidar en nuestro techo,
O cuando por los aires en estío
De insecto volador van en acecho?
¿Que misterio sin nombre
Hace que en paz su vuelo se deslice,
Sin que jamás el hombre
Contra su vida atente?
Es porque bella tradición nos dice,
Con ternura elocuente,
Que pobres golondrinas.
Muerto Jesús, de su divina frente
Quitaron con su pico las espinas.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



DESEO

¿Qué flor tiene en el valle
Carmín más puro que tus labios rojos?
¿Qué palma en lo gentil vence a tu talle?
¿Cuál astro eclipsa el brillo de tus ojos?
¿Dónde existe el acento
Que al tuyo exceda en grata melodía,
Ya lance con dolor flébil lamento,
Ya alegre cante o ría?
¡Dichosa tú, si a la sin par belleza
Que pródiga te dio Naturaleza,
Unes afortunada
Piedades y ternura,
Mostrando ser un alma inmaculada
Corona de tu mágica hermosura!

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



EL MAR

Valles hondos y rocas elevadas,
Vegetación de espléndido follaje,
Ciudades sepultadas
Por el eterno afán del oleaje,
Se esconden en su seno,
Que a veces manso ríe
Y a veces ruge con la voz del trueno.
El hombre, que se engríe
De sin igual poder, y que se adora,
ídolo de sí mismo,
Aunque osado lo intente
No penetra en los antros de su abismo
Que vasto mundo llena:
Es insondable el mar, como la mente
Del que le puso valladar de arena.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



ALEGORÍA

Nace el hombre a la vida
Cual un arbusto delicado y tierno
A quien amiga previsora mano
Resguarda de las iras del invierno.
Luego la juventud enardecida
Lo muestra árbol lozano
Que con hojas y flores susurrantes
Sombra y amparo brinda al caminante.
Después sus bellas flores
En fruto natural la edad convierte,
Hasta que al fin con golpe doloroso
Viene a herirle la muerte.
¡Feliz y venturoso,
Si al pagarle tributo
El del árbol del bien rindió por fruto!

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



UN SORBO DE AGUA

¿Qué dijeras si vieses
En abrasada siesta de verano,
Cuando el fuego del sol dora las mieses,
Que rústico villano,
Con pecho de diamante,
Rehusaba al fatigado caminante,
Para templar la sed devoradora,
Leve sorbo de fuente bienhechora?
Pues como el que lo niega
Al que sediento á sus umbrales llega,
Es el torpe menguado
Que, sin temer la cólera del cielo,
Niega al infortunado,
Para calmar sus penas, un consuelo.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)




CONSEJO

Si le tienes amor, díselo al punto
Más que enloquezca de placer su mente:
Si te inspira desdén, no se lo calles
Aunque tanto dolor le dé la muerte.
Laura, el mancebo que tan fiel te adora
Cualquier dolor solícito prefiere
A la tibia amistad con que le brindas,
Al vago afecto que mostrarle sueles;
Pues al mirarte rica de hermosura
Más que el clavel que por Abril florece,
Al ver tus ojos de color de cielo
Que ilumina la luz del sol riente;
El que la juventud cruza soñando,
Cual un Edén que glorias le promete,
Dice que la amistad no galardona
La fe de quien por ti rendido muere.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



SU SONRISA

Sonrisa encantadora
Que al vagar por su labio
Recuerdas la sonrisa de la aurora,
¿Por qué tu gracia de sin par hechizo
Brilla sólo en mi agravio?
¿Por qué mayores mis desdichas hizo
Cuando en ella creía
Mi esperanza encontrar y mi alegría?
¡Ay, sonrisa hechicera!
Si el ansia ves de mi constante empeño,
Si no quieres que muera,
Ten la piedad por dueño,
No simbolices del desdén el ceño.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



EL MAYOR DOLOR

Es joven, es hermosa
Como celeste aparición ansiada,
Pero en su frente noble y candorosa
La huella del dolor está grabada.
¿Qué pena despiadada,
Qué insólita amargura
Perturbaron su rápida ventura?
¡Ay! cuando vuelve con amante empeño
Tras de la noche al día,
La cuna que meció, guardando el sueño
Del serafín que en ella sonreía,
Ve para siempre inmóvil y vacía.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


LA LUZ

Feliz mariposilla,
Fiel a la voz del natural instinto.
Dejando de volar, paró sencilla
Sobre el cáliz de pálido jacinto,
Donde la miel sabrosa y delicada
Quiso libar alegre y descuidada;
Cuando vio de repente
Hermosísima luz resplandeciente,
Y con ímpetu ciego,
Mirándola tan bella,
Fue veloz a girar en torno de ella
Hasta que al fin tornáronse en el fuego
Sus ricas galas míseros despojos:
i Y aquella viva luz eran tus ojos !

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



GLORIA VANA

Tienes oro y poder: todo te ríe,
Absorta multitud sigue tus huellas,
El aura popular tu pecho engríe,
Tu insigne fama sube a las estrellas.
Todo cuanto codicia
Terreno corazón, de pompa vana,
Otro tanto propicia
Te dará loca suerte
Que por servir tu voluntad se afana;
Pero vendrá la muerte,
Y a pesar de que en mármoles y bronces
Dejes tu nombre escrito,
¿De qué te servirá tu gloria entonces,
Si tras de tanto honor mueres precito?

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



GLORIA VERDADERA

Podrán herirte penas y amargura,
Podrán llorar tus ojos
La soledad de tu mansión oscura;
La senda de la vida,
Salpicada de espinas y de abrojos,
Recorrerá tu paso vacilante,
Al borde de un abismo suspendida.
Mas llegará por fin el dulce instante
De la anhelada libertad del alma
Que te dará la muerte bienhechora;
Y aunque te oculte la triunfante palma,
¿No serán tu delicia en esa hora
Tanta pena y tormento,
Si en gracia das tu postrimer aliento?

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



UN DESVARÍO

De la dorada jaula huyendo esquivo,
El aire corta rápido y parlero,
Porque ya no se ve triste cautivo,
Matizado jilguero,
Y al dueño amigo deja,
Que de su torpe ingratitud se queja.
Las aguas que murmuran,
Las flores que acaricia viento leve
Grato placer auguran
Al ciego instinto que su vuelo mueve;
Mas goza dicha breve,
Pues al querer ufano
Subir al monte desde el hondo río,
Muerte le da carnívoro milano:
Libertad, ¿eres más que desvarío?

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



LA BELLEZA

Al ver la luz que de tus ojos parte
Como de sol que límpido destella,
Ninfa gentil y seductora y bella
Apasionado amor sabrá llamarte;
Pero si conquistarte
Lauro mejor tu corazón prefiere,
Jamás olvides, cuando amor te diere
De la belleza corporal la palma,
Que la belleza cándida del alma
Vale más y no muere,
Pues, sin quererlo su humildad, publica
Que la santa virtud la vivifica.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



EL METEORO

Siempre que en negra noche absorto miro
Globo de luz que hiende el firmamento,
Y en vaporoso giro
Cruza fugaz por la región del viento;
Cuando su luz intensa
Que alumbra de pasada
Torna tras él la oscuridad más densa,
Digo con voz por el dolor velada:
Meteoro brillante
Que saliste á lucir en breve instante;
Tu rápida carrera,
Tus claros resplandores,
Imagen son de dicha pasajera
En una larga vida de dolores.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



UN EJEMPLO

Rendir á dueño hermoso el albedrío,
Jurar por él fidelidad constante,
Ver en su tierno amor dulce ventura,
Acriminarle á veces de desvío,
Mostrar indiferencia en el semblante,
Ofenderle quizá con alma dura,
Presentir el hastío,
Sentirlo en su interior el veleidoso,
Tener de libertad anhelo vago,
Buscarla con espíritu afanoso,
Ansiar en otro dueño nuevo halago,
Hallarle en su camino,
Y jurarle a su vez pasión malvada...
Tal en hombre de pecho diamantino,
Tal es la historia de la fe violada.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)


LA FUENTECILLA

Cristalina corriente
Que bajas despeñada
De la cumbre de sierra prominente;
Tú que vas de pasada
Bañando con tu linfa la pradera,
No corras tan ligera
Buscando bien incierto;
Que en el mar morirás para tu daño,
Cual mi ilusión ha muerto
En el acerbo mar del desengaño.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



LA INOCENCIA.

Juzgando en tu creencia
Que la virtud más alta
De la débil mujer es apariencia,
Con zumba pides conocer sin falta
El ignoto color de la inocencia.
Voy a decirlo, y esa adolescente
Que sueles perseguir hasta en el templo,
Cual milano inclemente
A paloma infeliz, sirve de ejemplo.
Pues oirlo te agrada,
Sabe que es del color con que te humilla
La tinta inmaculada
Que su pudor, sintiendo tu mirada,
Sube desde su pecho a su mejilla.

ANTONIO ARNAO


“GOTAS DE ROCÍO”
(madrigales)



RISA Y LLANTO

Cuando Laura reía
Escuchando de Silvio el triste acento,
Herido el corazón Silvio sentía
Por agudo tormento;
Mas hoy que está su lánguida mirada
Llena de virginal melancolía,
Hoy que va de sus ojos escapada
Una furtiva lágrima traidora
Que-sus ocultos pensamientos vende,
Él es feliz: feliz porque comprende,
Vencedor en buen hora,
Que la que no le amaba ya le adora.