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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 01:14

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    La sirena del norte

    (cont.)


    De aquel mar la Sirena melodiosa
    Es nuncio de consuelo;
    Cuando ella canta, el pescador reposa,
    Huyen las nubes... se serena el cielo.

    Vésela entonces parecer ligera
    Cual niebla de verano,
    O en los bosques vagar de la ribera,
    O surcando la espuma del Océano.

    Luce a veces cual raudo meteoro,
    Sobre el oscuro monte;
    O allá, cayendo el sol, cual nube de oro,
    Asoma sobre el líquido horizonte.

    Ora se asienta en el escollo alzado,
    Que el huracán azota;
    Ora sobre un bajel abandonado,
    A la merced de las tormentas flota.

    Busca la vista alguna vez en vano
    Dó resuena su acento:
    Otras también la voz del Océano
    Su voz asorda, o se la lleva el viento.

    Yo la vi un tiempo en mi natal ribera
    De la noche a deshora,
    Tender fulgente en la estrellada esfera
    Ráfaga hermosa de boreal aurora.

    De allí sus alas cándida agitaba
    Cual cisne en su laguna,
    Y en el arpa de nácar que pulsaba,
    Vibrar me pareció rayo de luna.

    Lejano empero a mi sentir huía
    Su remontado acento;
    Tal vez allá lograban su armonía
    Los globos percibir del firmamento!...

    Mas tendió al fin su pavonado manto
    La noche; y más vecino
    Fueme ya dado interpretar su canto,
    Y su concierto comprender divino.

    Pasado había el áspero bramido
    De equinoccial tormenta;
    Era ya el tiempo en que el flotante nido
    Sobre las ondas el alción sustenta.

    La atmósfera brillaba transparente,
    Melancólica y pura,
    Cual siempre brilla en la estación doliente
    En que su último adiós dice natura.

    Chispas brotaba de argentada lumbre
    Fosfórica la playa,
    Y allá se veía en la enriscada cumbre
    La hoguera relucir de la atalaya.

    Sobre la mar las barcas vagarosas
    Del pescador se mecen,
    Que ora cruzan cual sombras silenciosas,
    Ora con mil antorchas resplandecen.

    Y el fruto de su afán de cuando en cuando
    Cual ufano guerrero,
    Sobre el marino caracol soplando,
    A las playas anuncia el marinero.

    Al pie solloza de la vieja ermita
    El búho sus congojas:
    La ráfaga de otoño el bosque agita,
    Y arrancadas volar se oyen las hojas.

    Entonces fue cuando elevó su acento
    La escondida Sirena:
    Yo no la vi; no revoló en el viento;
    No apareció en las ondas, ni en la arena!

    Allí sonó do escombran la ribera
    Religiosas ruinas;
    Allí rústico templo un día fuera;
    Allí oró el pueblo fiel de las marinas.

    Minó la mar sus frágiles cimientos
    Al altar de la aldea;
    Las ondas derribáronle y los vientos,
    Y cubrirále en breve la marca.

    Allí se oyó en voz; allí el sonido
    De su arpa soberana;
    Dulce cual melancólico gemido,
    Solemne como el son de la campana.

    Eran sólo infelices pescadores
    Los que su canto oían;
    Del puerto los tranquilos moradores
    Del primer sueño en la quietud yacían.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 01:15

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    La sirena del norte

    (cont.)

    Y en tanto yo, cavé una cruz sentado,
    Absorto y vigilante,
    En vez oí de oráculo inspirado,
    Que así cantó sencilla al navegante:

    «Incierto surcador del Océano,
    Que ante su yerma inmensidad perdido,
    Rumbo buscas al término lejano
    Del hemisferio antípoda escondido,
    Sigue, sigue atrevido
    Tu audaz seguro vuelo,
    Y allá en los altos mares te abalanza:
    Su inmensa soledad es tu esperanza...
    Tu guía está en el cielo!

    »Un tiempo fue que el mísero marino
    Senda en esos desiertos no tuviera,
    Y en la noche del mar fue su camino
    La cercana extensión de la ribera.

    Indefensa y ligera
    Jamás la débil quilla
    De los rudos escollos se alejaba,
    Y el primer soplo de aquilón sembraba
    De fragmentos la orilla.

    «Mil Caribdis entonces abismosas
    De monstruos y terror el mar sembraron,
    Y las columnas de Hércules famosas
    Las puertas del Océano cerraron.
    En vano se lanzaron
    Aquellos hombres fieros
    A recorrer del orbe los caminos;
    Que la tierra, en sus ámbitos mezquinos...
    Los cerró prisioneros!

    »La tradición guardó de los mortales
    Fama de un universo allá escondido,
    Y al recordarle el hombre en sus anales
    Tristemente escribió: ¡Mundo perdido!
    Más breve: fue que henchido
    De ignorancia altanera,
    Llamar osó quiméricas visiones
    A las vastas incógnitas regiones
    Do llegar no pudiera.

    »Y al fin brilló una noche de ventura
    En que, en la erguida popa reclinado,
    El nauta al fin interrogó a Natura
    Sobre el rumbo a los hombres ignorado.
    No, no, clamó inspirado:
    Su inmensurable vía,
    No en tan estrechos límites se encierra,
    No brillará jamás desde la tierra
    El fanal de mi guía.

    »De ese desierto inmenso los destinos
    Sólo otra eterna inmensidad iguala.
    De ese Ponto ignorado los caminos
    Sólo el celeste Océano señala.
    Su bóveda es mi escala;
    Allí tiene mi vuelo
    Marcadas ya sus rutilantes huellas:
    Yo surcaré la esfera y las estrellas...
    Mi camino es el cielo!

    «Mas ¡ay! que alguna vez negros crespones
    Ante su inmóvil faro se tendieron,

    Y entre olas de aplomados nubarrones
    También los astros náufragos se hundieron.

    ¿Dó entonces se acogieron
    Las pavoridas näos?
    ¿Quién rasgó de natura el manto denso?
    ¿Qué antorcha pudo iluminar lo inmenso
    De aquel profundo caos?

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 01:17

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    La sirena del norte

    (cont.)


    »¿Quién sino Dios, entre un oculto Cielo.
    Mediador puede ser y el Océano?
    A descorrer su impenetrable velo,
    ¿Cómo llegara de un mortal la mano?
    Preciso fue un arcano;
    Pudo en la tierra solo
    Un misterio recóndito, profundo,
    Marcar el cielo... y revelar al mundo
    La brújula y el polo.

    »¿Do vas? ¿Do vas, huyendo la ribera?
    La ignorancia gritó.» ¿Por qué ese cielo,
    Por qué ese norte buscas, do te espera,
    La eterna noche y el eterno hielo?
    Y a su imbécil recelo
    Impávido el marino
    Mostrando alegre el polo refulgente,
    He allí, clamó, en la bóveda esplendente,
    Una estrella, un Destino...

    »He allí brillar la inmóvil atalaya
    De donde vela Dios sobre mi suerte.
    Mientras luce, estrellándose en la playa,
    Siniestra espuma de naufragio y muerte.
    Sus!»- Y a su voz, más fuerte
    Que el piélago iracundo,
    El ondulante pabellón alzóse,
    Y al fin... siervo el Océano postróse
    Ante el señor del mundo.

    »Viéronle allá las tierras de Occidente,
    Y más allá le vieron nuevos mares...
    Y más allá volver por el Oriente
    Le vieron, con asombro, sus hogares
    De tormentas y azares
    Triunfador en su vuelo,
    Sin fanales, sin ruta, sin ribera,
    Do le plugo llegar, llegó do quiera.
    Guiado por el cielo...

    »Deja, deja los riscos espumosos
    Marinero, a los fieros huracanes:
    Ni esas faros te guíen engañosos
    Incendios ¡ay! tal vez... tal vez volcanes
    La luz de tus afanes
    No alumbra en ese suelo;
    Allá la busca en mares sin orilla,
    Do encendida por Dios, eterna brilla
    La inmóvil luz del cielo.

    »Y tú, infeliz habitador del mundo,
    Que en procelosa vida navegante,
    También ignoras de ese mar profundo
    El misterioso término distante...»

    Súbita en esto ráfaga del monte
    Sopló sobre los mares,
    Y arrebató perdido al horizonte
    El postrimero son de sus cantares.

    No más oí de la gentil Sirena
    El concierto divino:
    Sino el tumbo del mar sobre la arena...
    Y el bronco son del caracol marino!

    Al Acueducto de Segovia
    Cuando sumido en tinieblas
    Sus párpados cierra el mundo,
    Y en paz los pueblos remedan
    La calma de los sepulcros;

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 01:19

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    La sirena del norte

    (cont.)


    Cuando en mi frente clavados
    No están ojos importunos,
    Y puede elevarse al cielo
    Sin apariencias de orgullo,

    Cuando no sigue mis pasos
    Mirada necia del vulgo,
    Que acechar pretende en ellos
    Un fin a mí mismo oculto,

    Cuando me es dado dar suelta
    Desde el seno en que los hundo,
    A los suspiros que ahogo,
    Con las lágrimas que enjugo.

    Cuando turbias las estrellas
    Prestan su brillo confuso,
    Y por parecer más solos
    No da sombra cuerpo alguno.

    O la luna en el ocaso
    Su disco menguado y mustio
    Esconde, y blanquea el cielo
    Un reflejo del crepúsculo.

    Place a mi dolor entonces
    Abrigarse taciturno
    De la colosal arcada
    De ese gigante acueducto.

    Pláceme inciertos los pasos
    Al pie de su inmenso muro
    Deslizar encapotado,
    Como fantástico bulto.

    O allá a su extremo, sentado,
    Mirar sobre el fondo oscuro
    De una población dormida,
    Y se un horizonte turbio.

    Como en las nubes descuellan
    En festonado dibujo,
    Ligeros los mismos arcos,
    Que sobre el suelo robustos,

    Con veinte siglos de peso
    Quieren aplastar al mundo...
    Padrón de antiguas edades,
    De nuevas eras preludio.

    Entonces sobre su mole
    Y sobre su edad me subo,
    Y de la tierra elevado,
    Cual leve vapor nocturno,

    De otros tiempos y otros hombres;
    Razas y pueblos descubro.
    Acalla entonces mi pecho
    Sus suspiros importunos,

    O sorda el agua mugiendo
    Los confunde en su murmullo;
    Que el rumor que por las bóvedas,
    Hace el raudal en tumulto,

    Sobresaliendo a compás
    En el silencio profundo,
    Parece el resuello eterno
    De un pueblo entero difunto,

    De una raza de gigantes
    Dormida en aquel sepulcro...
    Y cercado de tinieblas
    Como el monumento al gusto,

    Alzando bronco mi acento
    sobre su acento confuso,
    Estrellando entre sur arcos
    Mi voz, creyendo en mi orgullo,

    Que de su sueño de piedra
    La inmoble paz interrumpo,
    A solas con el coloco
    Le interrogo y le conjuro.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 06:54

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez


    La sirena del norte


    (cont.)


    Obra gigante de gigante raza,
    Portento de la tierra y de los hombres,
    Que por más noble, inmemorial los nombres
    De tu artífice ignoras y tu edad.
    Rúbrica colosal, que un pueblo eterno
    Estampó con su planta soberana,
    Arco del triunfo que en audacia insana:
    Sobre el Tiempo alcanzó la Humanidad.

    Puros en vano en tu horadada cumbre
    Los raudales benéficos deslizas,
    Que en la antigua ciudad que inmortalizas,
    Vierten vida a torrentes, y frescor.
    De ese raudal, los hombres al nombrarte,
    Cual si por él no fueras, se olvidaron,
    Y Puente un siglo y otro te llamaron,
    Puente no más!... tu pueblo admirador.

    Que un puente fue la colosal empresa
    Del que asentó robusto tu cimiento:
    Puente, so el cual pasara turbulento
    De mil generaciones ancho el mar.
    Puente sobre el abismo de los tiempos
    Por la mano del hombre suspendido,
    Que a un porvenir podrá desconocido
    Un pasado recóndito enlazar.

    Viera la tierra ya los anchos ríos,
    Aún de inmenso diluvio rebramando,
    En cauce estrecho, a en pesar, entrando,
    Del hombre al yugo su torrente uncir.
    Y a esos seres de un día, triunfadores
    Viera ya de las olas y los vientos,
    Al Océano mismo en sus cimientos,
    Con cadenas de diques reprimir.

    Ya el Eúfrates y el Tigris domeñados
    Sufrieran de Babel torres y puentes;
    So altas moles doblaban reverentes
    Tajo y Danubio la vencida sien,
    «Raudos empero más, un pueblo dijo,
    Y en ciego rodar desvastadores,
    Del hombre mismo corren los furores...
    Yo sobre ellos un puente haré también!

    »Y sobre las oleadas de otros pueblos,
    Y sobre sur tormentos y avenidas,
    Probemos en cien arcos esculpidas
    Las huellas a estampar de nuestros pies.
    »Y que pasen las razas venideras
    Bajo el trofeo que su frente abruma,
    Sin dejar, ni las manchas de la espuma
    Que salpiquen en él dando al través.

    »Y por diadema de su sien altiva
    Que perenne y fugaz orle su frente,
    Raudal fecundo que los siglos cuente,
    Cual péndola inmortal de ese reló.

    »Y que al compás de su mudanza eterna
    Su duración robusta se acrisole.»
    -Dijo, y alzando tu soberbia mole...
    A un tiempo río y puente construyó.

    Y tus gigantes arcos se extendieron,
    Y en su cima las aguas resbalaron,
    Y los siglos vinieron, y estrellaron
    En tus pilares su rugir feroz.
    Y tú, en silencio, inmoble los miraste
    Bajo tus plantas humillar su orgullo:
    Pasar, y de tus aguas el murmullo
    Ahogar solemne su soberbia voz.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 06:55

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez


    La sirena del norte


    (cont.)


    ¿Quién sabe lo que viste de esa altura?
    ¿Quién leerá los anales de tu historia?
    ¿Quién pudiera a en frente la memoria
    De esa frente maciza trasladar?
    ¿Quién sabe si a los hijos del Oriente,
    Poblando estas incógnitas orillas,
    De Nínive y Babel las maravillas

    Plugo en imagen noble reflejar?

    ¿Quién si de ilustre sociedad perdida
    Allá en la noche de los siglos densa,
    Tus grandes restos, y de ciencia inmensa,
    Y de un arte magnífico serán?
    ¿O si en bárbara edad animó el cielo,
    Con poderosa inspiración altiva,
    -El brazo de esa raza primitiva
    Que solo el nombre nos dejó de Hispan?

    ¿Quién nos dirá si el águila de Roma
    Humilló a tu grandeza su arrogancia?
    ¿Si acaso, asoladoras de Numancia,
    Acampó sus legiones a tus pies?
    ¿O si Viriato y su indomable hueste
    Cayendo de los cerros carpentanos,
    En tu bóveda osó de sus tiranos
    Colgar en triunfo el arrancado arnés?

    Si te hallaron ya en pie, ¿qué te dijeron
    De la ciudad eterna los señores?...
    Que envidiosos de ser tus fundadores,
    Cual hijo te adoptaban imperial.
    Y dejaron dudando a las edades
    Si ellos sellaron con tu planta el suelo,
    O si fuiste más noble, alto modelo
    A su familia de obras colosal...

    Y más tarde, de pueblos la marea,
    Que a renovar la humanidad esclava
    Al Austro el Norte vengador lanzaba,
    Desbordado en inmensa inundación.
    Paró a tus pies, y el genio de sus triunfos
    Señaló a su furor otro camino,
    Porque, instrumento del furor divino,
    No leyó sobre ti su maldición.

    En reflujo espantoso el Mediodía
    Revolvió sus falanges y escuadrones,
    Y viste desplegar sus pabellones
    A tu sombra a los hijos de Ismael.
    Mas al probar su alfanje en tus pilares
    De la sed del desierto se acordaron,
    Y ese raudal benéfico adoraron,
    A quien sirves de altar y de dosel.

    ¡Cuántos después sangrientos y feroces,
    Cuántos pueblos cobardes o livianos;
    Cuántos gigantes... a tus pies, enanos,
    Estrelló imbécil una y otra edad!
    ¡Cuánto acento y rumor, gritos e idiomas
    Asordaron la voz de tu murmullo!...
    ¡Hoy sobre los sepulcros de su orgullo
    Sólo anima tu voz la soledad!...

    Sola tu voz quedó de tantas voces!...
    Y sólo tú de tantos monumentos
    Que el humano furor, con sus cimientos,
    O el brazo del Eterno niveló.
    Y al terremoto que aplastó los montes
    Sobre las huellas de Babel borradas,
    Sobre Tiro y Tadmur desamparadas,
    Tu pedestal sencillo no tembló.

    Sopló la ira de Dios... y torres, muros,
    Plazas y circos, pórticos y altares,
    Alcázares, castillos y alminares
    Dobláronse, cual cañas, a un vaivén.
    Ni defendió sus santos mausoleos
    La muerte misma en su recinto helado;
    Ni quiso Dios del surco del arado
    Libertar su santuario de Salén!

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 06:57

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    Tercer período: Madurez


    La sirena del norte


    (cont.)


    Pero a ti, sí!... que el agua de los cielos
    Viertes fecunda en la mansión del hombre;
    E igualas, sin curar de raza y nombre,
    Al rico y pobre en tu precioso don.
    A ti plugo al Señor en su venganza
    Olvidar cual recóndito tesoro...
    Eterna Providencia, yo te adoro!...
    Tú eres, obra gigante, su padrón.

    Tú estás ahí para ensalzar su nombre,
    Tú estás ahí para cantar su gloria,
    Tú estás ahí para vengar la historia,
    Y proclamar severa una verdad.
    Tú ahí quedaste a revelar al mundo
    Lo que los hombres de otros tiempos eran,
    Y a confundir los hombres que quisieran
    Ostentar hoy su estéril vanidad.

    Que decirles te es dado:-«Raza imbécil,
    Gárrula eleva efímeros escombros,
    Nunca más que a la altura de tus hombros,
    Nunca más que a tu rápido vivir.
    Y sin fe el corazón, sin cielo el alma,
    Tímido y bajo de tu mente el vuelo,

    »Sólo a arrastrarte raudo por el suelo
    El humo de tu ciencia haces servir.
    Dó es nada el corazón, muerte se crëa,
    Y polvo cuando es polvo el pensamiento:
    Quien elevó a las nubes mi portento,
    Su espíritu elevaba más allá.
    Y era más que un mortal el ser gigante
    Que en el mundo tan grandes y tan bellas,
    Pudo estampar las portentosas huellas
    Que pie de otro mortal no borrará.»

    No, no las borrará; podrá insultante
    A esos siglos llamar bárbaros, fieros;
    Y esos siglos, en pie, verán severos
    Más que tu agua su acento hüir veloz.
    Y de lo alto verán de esos pilares
    Disiparse a sus pies su vano orgullo,
    Pasar, y de tur, aguas el murmullo
    Ahogar solemne su blasfema voz.

    ¡Ay!... pasaremos, sí; de nuestra nada,
    ¿Qué podremos dejar a nuestros nietos?
    Escombros, cementerios, esqueletos,
    Padrón de esta sangrienta bacanal,
    Dó en breve sobre un suelo de cenizas
    Podrá, vagando atónito el viajero,
    Romanas piedras encontrar primero
    Que el polvo de esta raza criminal.

    Henos aquí del cielo maldecidos,
    Que a acelerar el triunfo de su saña
    Nos da el tiempo y la muerte su guadaña
    En vértigo infernal de destrucción.
    Y ruinas, sangre y mortandad cruzando
    Al ebrio profanar de un sacro nombre,
    La ley del cielo y la razón del hombre
    Arrastramos a un mismo panteón.

    Henos aquí! Posteridad tremenda,
    Tú te alzarás, y en tu robusta mano
    La fuerza imbécil de este siglo enano
    En tu balanza pesarás fatal.
    Con los gigantes que en jugar grandioso,
    Con piedras al descuido y sin cimiento
    Al agua a devorar dieron, y al viento
    Y a nosotros también, su obra inmortal.

    Ellos fundaban en el aire ríos;
    Ellos colgaban de las nubes puentes
    Que eternos las hicieran sus torrentes
    Sobre los hombres pródigas verter.
    Y nosotros también montes alzamos...
    De ruinas y de piedras sepulcrales!
    Y sobre ellos después anchos raudales
    De sangre hacemos bárbaros correr...

    Y en tanto tú, sagrado monumento
    Sordo a nuestros estúpidos clamores,
    Nuestra impotente rabia y sus furores
    Como agua de turbión oirás crujir.
    Y cuando el inundo ya no sepa el nombre,
    De este siglo decrépito e infecundo...
    Acaso puedas abrumar al mundo
    Con un nombre que aguarda el porvenir.

    Díselo, sí; los pueblos venideros
    En ti lean el nombre soberano
    Del pueblo que te alzó, y en humo vano,
    El nombre nuestro esparzase veloz.
    Ríe, si hoy a tus pies brama cual trueno
    Entre montañas... su impotente orgullo
    Pasará, y de tus aguas el murmullo
    Ahogará al fin su tormentosa voz!


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 07:48

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez





    El quince de octubre
    Al general don Diego León,
    Primer conde de Belascoain


    Que pase el tiempo! cálida, humëante,
    Aün del lívido tronco palpitante,
    La noble sangre brota;
    Aún, no humillada en desigual pelea,
    Pabellón de venganza, al aire ondea
    Aquella lanza rota!

    Aún le vemos cruzar bello y bizarro,
    Cuando eclipsaba su enlutado carro
    El esplendor de un sólio;
    Cuando erguía, en magnífica grandeza
    Por recibir el lauro, su cabeza,
    De un fatal capitolio.

    Aún miramos un pueblo consternado,
    En silenciosa execración postrado,
    Conjurando al Destino;
    Y en medio de sus llantos y oraciones,
    Señal de muerte dar cuatro sayones;
    Detrás... un asesino!

    Aún hierve en ¡sangre el empapado suelo;
    Y alzan en tanto en derredor su vuelo
    Fatídicos vampiros.
    Mientras... ¡ay Dios! por cantos de alabanza
    Sólo nos quedan... gritos de venganza,
    Sollozos y suspiros!

    Denso se esparce ante los turbios ojos
    Vapor sangriento, que levanta rojos
    Espectros maldecidos.
    Ni articula la trémula garganta
    La voz robusta que a los héroes canta
    Con dolientes quejidos.

    Que pase el tiempo!... Que el crespón de duelo
    Nos muestre en breve iluminado el cielo
    En fúlgida diadema:
    Que al evocar al Héroe inmaculado,
    No alcemos en su túmulo sagrado
    Voz triste de anatema.

    Que pase el tiempo!... y sin horror, ni llanto,
    Bajo el etéreo, esplendoroso manto
    Que le vistió la Gloria;
    Descubramos al sol del mundo entero
    La estatua santa del postrer guerrero,
    Que hoy alza nuestra historia.

    Tal vez faltaba en la civil campaña
    El héroe digno a sustentar de España
    El timbre hidalgo y fiero:
    Faltaba al pie de un trono derrocado
    Un nombre... con la sangre rubricado
    De un mártir caballero!

    Lucharan ¡ay! en pos de breves glorias
    En arenas de estériles victorias
    Valientes los hispanos.
    Juguete, empero, de alevosa afrenta
    Los vio la Patria, al demandarles cuenta,
    Víctimas; no villanos.

    Allá al morir al pie de su bandera,
    Ni aun engañada, la lealtad sincera
    Fue a los bravos abono.


    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 08:17

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez




    El quince de octubre
    Al general don Diego León,
    Primer conde de Belascoain


    (cont.)


    Que vencedores al mirarse un día,
    Por libertad hallaron tiranía,
    Y en orfandad el trono.

    Los que, vivos, leäles se contaron,
    Atónitos, proscriptos, reclamaron
    Su nombre y sus pendones.
    Los muertos, en su túmulo sin brillo...
    Acaso demandaban un caudillo
    En sus tristes mansiones!

    Y fuiste tú, la prez de los leales...
    Fuiste, entre los valientes inmortales
    El mártir escogido!
    No te guardaba el cielo la victoria,
    Sino enlazar al nombre de tu gloria
    La causa del vencido!...

    Que el mundo así te admire y te comprenda,
    Cuando en las aras de tu santa ofrenda
    Mártir te consagramos.
    Cuando del puro honor del pueblo ibero
    Última prez, y del valor guerrero
    Campeón te aclamamos.

    Que seas tú, de nubes circundado,
    El Genio tutelar que a nuestro lado
    Nos asista serenos,
    Cuando suene en la lóbrega tormenta
    De este siglo de horror, la hora sangrienta
    De morir como buenos!...

    Ya te vieron así!... genios fatales
    Para honrar tus sangrientos funerales,
    A otros héroes llamaron.
    Y a la muerte acudieron tus valientes;
    Y de tu sombra en sus radiosas frentes
    La aureola reflejaron.

    Montes, Quiroga, Bória, Gobernado
    Galopando te vieron a su lado,
    En su postrer momento.
    Tu voz como en el campo conocían;
    Y por dicha, al morir, obedecían
    Tu respetado acento.

    Allá en los días de la lucha fiera,
    Cerrar como Lëon, mil veces fuera
    Acento de victoria.
    Ora en el trance de su triste duelo,
    Morir como León, sea consuelo,
    Y galardón de gloria...

    Que pase el tiempo!... cálida, humeänte.
    Limpiad, ¡ay! de su tronco palpitante
    Esa sangre que brota.
    Que siempre invicta, en la marcial pelea...
    Sagrado pabellón al aire sea
    Su noble lanza rota!



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 08:21

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez






    Último amor

    Es bello, sí, en la aurora risueña de la vida
    El palpitar primero de amante corazón;
    Bello sentir brotando del alma sorprendida
    La perfumada lágrima de la primer pasión.

    Bello, como en mañana se ve de primavera,
    Blanco espino en los bosques florido aparecer;
    Tierno, cual joven madre siente la vez primera
    Nueva preciosa vida su seno estremecer...

    Sí; ¡recuerdo dulcísimo, memoria encantadora
    Que desvanece efímera la sombra de otra edad!
    Cuando pasó el perfume, la brisa de esa aurora,
    Nada ¡ay! al alma deja la amarga realidad!...

    Mas ¡ah! si en pos las nieblas de una estación más triste
    Tienden sobre la vida su cárdeno color.
    Y en prematuro otoño el corazón se viste
    Con las últimas flores del árbol de amor...

    Ah! más tierna, más bella, más esplendente y pura
    La luz de ese crepúsculo se esfuerza a revivir;
    Con fuerzas más volcánicas el corazón apura!
    Las últimas delicias de amar y de sentir.

    Cual aves fugitivas a su antigua enramada,,
    Las ilusiones tornan del juvenil ardor.
    ¡Oh! ¡cómo encuentra entonces el alma fatigada
    De olvidados placeres, el último, el mayor!

    Qual retirado albergue, cual templo solitario,
    Del mundo en los confines parece la beldad;
    Es más que nunca el ídolo que eterno en el sagrario
    El corazón eleva, de su honda soledad.

    Que es solemne, sublime, un pecho lastimado
    Ver... que el mundo con lágrimas abrevó y con su hiel,
    De pasiones herido, de penas desgarrado,
    Batido de los vientos de la fortuna infiel.

    Olvidando pesares, fortunas y pasiones,
    Y su inconstancia misma, de un ídolo a los pies;
    Y adormecerse en sueño de infantiles visiones
    En los brazos de un ángel... para morir después!

    Así fue un tiempo, hermosa, que si ángel pareciste
    A mis ardientes ojos, de esperanza y de amor,
    Entre sombras de dudas, y de silencio triste,
    Dejé venir misántropo la noche de mi horror.

    Mas hoy... jamás idólatra tanto subió, y sincero,
    Arrebatado el éxtasis de la primera edad.
    Cuando mi voz te dijo: -«Tú eres mi amor postrero»,
    No, no empañaron dudas la fe de mi verdad.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 08:22

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez






    Último amor

    (cont.)
    Verdad, verdad!... bien mío... tu angélica hermosura
    Tenga en mi último voto su triste galardón.
    Destino reservaba la suerte a tu ternura
    De entregarle aherrojado mi inquieto corazón.

    Verdad!... que un día al menos de este vivir de duelo
    Que del mundo en los límites tú sola endulzarás,
    Descanse en la promesa con que me liga el cielo...
    Después de ti, ángel mío... yo no amaré jamás!

    Santa como la tumba sea esta fe jurada,
    Santa como postrera, si triste, mi pasión,
    Y santos, recibiéndolos tu imagen adorada,
    Los últimos suspiros que exhale el corazón;

    Y eternos!... que a tus plantas ya no serán fugaces
    Los que del borde se alzan... tal vez de un atäud;
    Eternos, ya que un tiempo, creyéndolos falaces,
    Los sofocó adorándote mi ardiente juventud.

    Hoy ven, amada mía...Se el árbol postrimero
    A cuya sombra plácida me siente a reposar
    En cuyo aroma aspire fatigado viajero
    Perfumes que no tienen la rosa ni azahär.

    Ven a tomar mi vida, mi frente fatigada,
    ¡Ay! si oprime un seno, reclínala a tus pies;
    Mulle de tus caricias la postrimer almohada,
    En que repose el alma... para morir después!

    Y una sonrisa tuya sea el purpúreo rayo
    Del sol que alumbre espléndido mis horas de vivir.
    Tu voz, la melodía que en mi final desmayo
    Preludie las que pueda sobre el Empíreo oír..

    Y tu aliento balsámico la brisa que me orëe,
    Y un beso de tu labio la regalada miel,
    Que al despedir al mundo mi labio parladëe.
    Tras el amargo dejo de su copa de hiel.



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 22:54

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez





    A don José Zorrilla
    Poeta, ven y cantemos
    A una voz nuestros amores;
    En un arpa los lloremos;
    Que bien cobijarse vemos
    A un árbol dos ruiseñores.
    (Don José Zorrilla al autor.)




    No, Poeta, no más en arpa triste
    Cante de amores lánguido un acento,
    Que a conmover la tierra recibiste,
    Y su eco a trasladar al firmamento.
    Quebranta el voto que a mi duelo hiciste;
    Dále, cual yo, con nuestro amor al viento;
    Desdeña un árbol, y a tus trovas bellas
    La copa busca de un pensil de estrellas.

    No Poeta, no más cantar amores,
    Leve flor de una aurora de la vida,
    Que ni del sol resiste a los ardores,
    Ni del cierzo a la ráfaga aterida.
    Brota sobre este tronco de dolores;
    Y aunque fragante a veces y encendida,
    Al primer soplo del mundano aliento
    Secas sus hojas desparrama el viento.

    No ¡ay de mí! ruiseñor en los rosales,
    Ni entre los mirtos amoroso anido.
    Hijo del mar, sus rocas y arenales
    Me dieron su tristeza y su gemido.
    El cierzo y los contrarios vendavales
    Fue el céfiro en mi cítara mecido;
    Mi césped blando y mi musgoso lecho
    Verdosas algas y marino helecho.

    Dejemos ¡ay! en su inocente sombra
    Los pájaros dormir, y en sus arrullos;
    Dejémoslos gozar sobre esa alfombra
    Entre aromas, y brisas y murmullos;
    Que esa senda que el cielo les escombra
    De musgo, y grama, y flores, y capullos,
    La cumbre no es dó al hombre peregrino
    Sobre el mundo a trepar, lanzó el Destino.

    Y dejemos también esos volcanes
    Allá en las nubes disipar su hoguera,
    A esas almas batidas de huracanes,
    Dentro fuego voraz, témpanos fuera;
    Esa zona de horrores y de afanes
    Dó nunca claro el sol se reverbera,
    Sino a través de impuros nubarrones
    Que alzan negras, del alma las pasiones.

    Y arrojemos por fin sobre la arena
    Ese laüd de estériles dolores,
    Dó, rotas ya las cuerdas, ronco suena
    Sordo el bordón no más, llanto y furores;
    Y en vez del arrastrar de esa cadena
    Levantemos la voz, libres cantores,
    Alta y robusta, que la escuche el suelo
    El mundo sin rubor, sin ira el cielo!...

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 22:55

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    A don José Zorrilla
    Poeta, ven y cantemos
    A una voz nuestros amores;
    En un arpa los lloremos;
    Que bien cobijarse vemos
    A un árbol dos ruiseñores.
    (Don José Zorrilla al autor.)


    (cont.)



    Ese mundo... hele allí que se levanta
    Con su millón de bocas, de gemidos,
    Lanzando de blasfemias y alaridos
    Un rugido feroz.
    Hele allí con sus pompas y miserias,
    Sus guerras, sus cadalsos y sus leyes,
    Su libertad, sus pueblos y sus Reyes...
    ¿Quién oirá nuestra voz?...

    Que ¡ay! no la edad vivimos venturosa.
    Que soberano del desierto el hombre,
    Con sus cantos poblaba y con un nombre
    Su virgen soledad.
    O cuando a un pueblo ante un altar fue dado
    Con una sola inspiración y acento,
    Unísono elevar al firmamento
    El himno a su Deidad.

    Ya no existen ni templos, ni desiertos;
    Naturaleza y religión pasaron;
    Sólo los hombres míseros quedaron,
    Su mundo y su razón;
    Pues contra el mundo y su razón tronemos,
    Aunque a sus ojos, de cosa edad pasada
    Podamos parecer desenterrada
    Tremenda aparición.

    No importa, no, que en la Babel erguida
    Que hacina en mil volúmenes su ciencia,
    De lo alto nuestra voz su inteligencia
    Ostente desdeñar.
    Así en la excelsa socavada roca
    Desdeña sorda el águila marina
    El gemir del alción, que vaticina
    Los furores del mar.

    Mas no gemir; la Humanidad no muere!...
    Bajel que Dios construye, no naufraga;
    La noche cierra, y la tormenta amaga...
    Pero el Norte allí está!
    Un esfuerzo... una voz! y el marinero
    Podrá bogando saludar la aurora,
    Del que, en su afán desesperado, implora
    Un día... que vendrá!

    Y reanime su luz al esqueleto
    De ese pueblo, hoy helado, en su camino;
    El ardor de esa fe brille divino,
    Que apaga duda infiel.
    Pueda Judá los esparcidos huesos
    Entre el polvo evocar de sus difuntos,
    Y alzarlos vivos del sepulcro, y juntos,
    Al soplo de Ezequiel.


    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 22:57

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    A don José Zorrilla
    Poeta, ven y cantemos
    A una voz nuestros amores;
    En un arpa los lloremos;
    Que bien cobijarse vemos
    A un árbol dos ruiseñores.
    (Don José Zorrilla al autor.)


    (cont.)


    Sí; muerta está en el campo, y corrompida
    La sociedad, de Dios abandonada;
    Sobre el polvo cayó desesperada,
    Sin vida y sin calor.
    Su vida y su calor eran del cielo;
    Virtud y religión eran sus lazos;
    Y los osó romper... y hecha pedazos,
    Ved sus restos de horror.

    Miradla ahí arrastrando entre ruinas,
    Fría serpiente que el Señor condena,
    U, hozando en los cadáveres, hiëna,
    Muerte y sangre pastar.
    Miradla ya, que en su postrer congoja
    De un templo sin techumbre hace su nido,
    O va a enroscarse al pedestal hundido
    Del apagado altar.

    Templos, altares, tronos y ciudades
    En escombros los vándalos hundieron!...
    Y ¿dó está la mansión que construyeron
    Con su ariete infernal?
    ¿Dó se levanta la ciudad atea?
    ¿Dó está tu trono, pueblo soberano?
    ¿A qué frente rodó, de tu tirano
    La diadema imperial?

    Esclavo siempre, la cadena al cuello,
    Rompes el seno a la fecunda tierra,
    Sin que el tesoro que madrastra encierra
    Compense tu sufrir.
    ¡Oh! esa tierra que cavas, no te dieron;
    El cielo en que creías... te robaron;
    Y las puertas del templo te cerraron
    En que orar y gemir!...

    Hambre y sed tiene el hombre en el desierto;
    Corra un raudal por sur, arenas de oro,
    Y a su murmullo mezclará sonoro
    Su eco nuestro laüd.
    Y a nueva y santa prometida tierra
    De amor y paz y libertad le lleve,
    Dó ley de eterna religión renueve
    Su vida y juventud.

    Verás entonces cuál bañada en lloro
    Su vista al cielo con fervor levanta,
    Y en pos su vista remontar su planta
    Al éter inmortal.
    Verás si el trono que en la tierra en vano
    Reclamó altivo a sus antiguos dueños
    Trocar quisiera por los ricos sueños
    De ese trono idëal;

    Verás cómo, las nieblas disipando
    Y el hielo de en noche, el pensamiento,
    Se abre a la luz del claro firmamento
    Sobre su ancha raíz.
    Y ansioso girasol, sigue los rayos
    De ese astro eterno que en su empírea cumbre
    A las terrenas plantas de su lumbre,
    Su perfume y matiz.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 22:58

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez





    A don José Zorrilla
    Poeta, ven y cantemos
    A una voz nuestros amores;
    En un arpa los lloremos;
    Que bien cobijarse vemos
    A un árbol dos ruiseñores.
    (Don José Zorrilla al autor.)


    (cont.)



    Y al fin verás la estúpida mirada
    Que en un sepulcro pretendió vacío
    Todo abarcar el porvenir sombrío
    De la honda eternidad,
    Ardiente alzarse y reflejar radiosa
    Ese sol de vivir, que en su occidente
    Opuesto el iris deja ver fulgente
    De la inmortalidad...

    Mas si rico el tesoro de esperanzas
    Si aún de ese soplo que arrebata el viento...
    Guardar nos place al postrimer momento
    Y la vida con él!...
    En aromosa brisa de ventura
    Nos place detener el torbellino,
    Descuelga el arpa, trovador divino;
    Yo avivaré el pincel.
    Y sobre el negro fondo de dolores
    Que aún en infancia al hombre cubre ahora,
    Leve el trasluz de su cercana aurora
    El mortal pueda ver.

    Pueda en su cuna de dolor postrada
    La triste Humanidad alzar la frente,
    Rayar mirando en el purpúreo oriente
    Dorado amanecer.
    Es el carro de Dios... amor le guía;
    Vuelve glorioso a redimir al mundo,
    El caos antiguo a disipar profundo
    De mal y esclavitud.
    Viene a ceñir su túnica a la Esposa,
    A orlar su sien de perlas y de flores,
    Con soplo ardiente a fecundar de amores
    Su eterna juventud...

    ¡Oh!... Cantemos el himno a ese himeneo
    Repita el mundo su eco melodioso,
    Y en paz espere el porvenir glorioso
    Del terrenal Edén.
    E infúndanos la fe de nuestras almas,
    Con tonos de tan mágica armonía,
    Que circunde una aureola de ese día
    Nuestra inspirada sien.

    Y vendrá... vendrá el Tártaro y sus penas,
    Y la horrísona Gehenna de gemidos,
    Como a un conjuro a nuestra voz reunidos,
    Su grito a enmudecer.
    Y en sus cavernas lóbregas el eco
    Repita en breve acorde a nuestro canto;
    «Mísera Humanidad, enjuga el llanto;
    Tu ley será el placer...»

    Mas mi canto ¡ay de mí! que en mi esperanza:
    Vibrar ya oía en sones halagüeños.
    Dichosa acelerando la mudanza,
    Que vio mi mente en días más risueños,
    Hoy, dulce amigo, a reflejar no alcanza
    El esplendor de mis brillantes sueños,
    Y en esfuerzo precoz desfallecido,
    Antes de oïrse, pasará perdido.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 13 Sep 2020, 22:59

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez





    A don José Zorrilla
    Poeta, ven y cantemos
    A una voz nuestros amores;
    En un arpa los lloremos;
    Que bien cobijarse vemos
    A un árbol dos ruiseñores.
    (Don José Zorrilla al autor.)


    (cont.)



    También cubrió con su capuz mi frente
    La nube de dolor que envuelve al mundo
    Sopló también sobre mi fe valiente
    La duda de Satán su hálito inmundo:
    Nada quedó de mi entusiasmo ardiente,
    Mas que el recuerdo, por mi mal, profundo
    De esa visión de gloria y de poesía
    Que ¡ay!... me arrancó un suspiro de armonía

    Mi voz se agotó ya!... tardo el aliento
    En murmullo apagado se evapora,
    Sopló una noche abrasador el viento,
    Y yermo el campo se encontró a la aurora!
    Radiará en vano puro el firmamento,
    Luz a torrentes dando brilladora:
    Que mudo y ciego el ruiseñor, sin nido...
    Lanzará en breve su final gemido!

    Oh tú, que inagotables, de armonía
    Abrigas en tu pecho, manantiales,
    Que el mismo Dios, como las fuentes, cría.
    Y suelta al mundo atónito en raudales;
    Tú a quien en su concierto envidiaría
    El coro de los genios celestiales,
    Tu hosanna alzando de uno al otro polo,
    No conmigo ¡ay de mí! -canta tú solo.

    Más que el mundo tal vez desencantado,
    Más que él sin fe, mi corazón se ahoga;
    Más que el siglo, del bien desesperado,
    Puerto no ve sobre la mar do boga;
    Y la tormenta de arrostrar cansado,
    Soltara acaso la amarrada soga,
    Si entre el rugir del huracán no oyera
    Ráfagas de tu voz cruzar la esfera...

    ¡Oh! más que al mundo, para mí, nacido,
    A mí ese ëco salvador descienda.
    Él, acaso, en su cäos confundido,
    No al noble esfuerzo de tu canto alienda;
    Para siempre en su error adormecido
    No despierte a su son, ni le comprenda,
    O en desacorde horrible a su armonía
    Llore a tus risas... y a tu llanto ría!

    A mí aún me deja de esa edad que lloro,
    Un eco el corazón, que ya no es mío;
    Viejo instrumento que vibró sonoro
    Yace sin cuerdas sobre el polvo frío.
    Sólo aún repite de su alambre de oro
    Sordo unísono el tono en su vacío...
    Mas cuando Mayo con sus flores vuelva...
    Ya te oirá solo, ruiseñor, la selva!



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 14 Sep 2020, 23:40

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez






    Aquí empieza de El Belén
    El artículo oficial



    La Majestad soberana
    Que en trono de eternidad,
    De los cielos y la tierra
    Rige el gobierno imperial,
    A mí, pecador, indigno
    De merced tan singular,
    Humildemente postrado
    Ante el místico sitial,
    Donde anunciaron al mundo
    La buena Nueva de paz,
    Secretarios del Altísimo,
    Lucas, Marcos, Mateo, Juan,
    Y Pedro, el primado y jefe
    De poder y autoridad,
    Y Pablo, el doctor sublime
    De doctrina y de moral;
    Hoy, por último traslado
    De su excelsa voluntad,
    Me manda esta media noche
    Que os venga a comunicar:
    Que aquella Virgen Santísima,
    Prole bendita de Adán,
    Vástago de regia estirpe,
    Por David y por Judá;
    Esposa elevada al tálamo
    Del Paráclito inmortal,
    Que en el triángulo fulgura
    De la Santa Trinidad;
    Hija humilde de los hombres,
    Y Emperatriz celestial
    De los nueve coros de Ángeles
    Que al lado de Dios están...
    Cuya corona los cielos,
    Las estrellas su collar,
    Los rayos del sol su túnica,
    La luna su pedestal...
    Cabe un humilde pesebre
    (Sin más casa, ni otro hogar),
    -Dó consagrarán grandezas
    De la más pobre humildad,
    Suceso, que no bastaran
    Los cielos a presenciar,
    Ni menos el sólio espléndido
    De la mayor Majestad-,
    Ha parido hoy en Belén
    Un Infante celestial,
    Que ha de ser Rey de los reyes
    Por toda la eternidad.
    Que hoy ha dado a luz, al fin,
    Al Príncipe singular
    Que no tiene en este mundo
    Su reinado terrenal;
    Pero que al mundo desciende,
    Moisés divino, a guiar
    Por el Sarah de la vida
    La pobre raza mortal
    A la conquista de un cielo,
    Donde su ley fundará,
    En la herencia de su Padre,
    Reino que no ha de acabar...
    -Y sigue la Madre excelsa,
    Que un Dios parido nos ha,
    Después del parto glorioso,
    No sólo en salud cabal,
    Sino -¡oh prodigio inaudito
    Que nunca a ser volverá!
    En integridad incólume
    De pureza virginal.


    (CONT.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 14 Sep 2020, 23:42

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez






    Aquí empieza de El Belén


    I


    Por tanto, manda y previene
    La Suprema Autoridad,
    Que preside a los Consejos
    Del destino universal;
    Que en correspondiente pompa
    A tanta celebridad,
    Cielo y tierra solemnicen
    El nunca visto natal.
    Que hasta las humildes pajas
    Dó el recién nacido está,
    Vengan hincados de hinojos,
    Postrada al suelo su faz,
    Reyes, que desde el Oriente
    En adoración traerán
    Los perfumes de la Arabia,
    Los tesoros del Catái.
    Y que mientras que a mostrarles
    La profética ciudad,
    Las estrellas por el cielo
    Peregrinando vendrán,
    A las rústicas majadas
    Un Ángel baje a anunciar
    La nueva de que ha nacido
    El Pastor universal;
    A quien, más ricos que Reyes,
    Los zagales llevarán
    El incienso de su fe
    Y el oro de su humildad...
    -En tanto verán los cielos
    Coros de Ángeles cruzar,
    A cuyo vuelo divino
    Espantado Satanás,
    Del infierno en lo más hondo
    Mande las puertas cerrar;
    Mientras que en el seno oscuro,
    De hinojos el viejo Adán,
    Circundado de los Padres,
    Oyendo, y llorando, está
    Cuál resuena entre las nubes
    El angélico cantar:
    «¡Gloria a Dios en las alturas,
    Y al hombre en la tierra, paz!»



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 15 Sep 2020, 23:39

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén







    II

    Manda al Ministro de Estado:
    Que para inmortalizar
    Hazaña de tanta gloria,
    Y de tanta heroicidad,
    Se prepare una Gran Cruz
    Que el Infante tomará,
    Que al Infierno ha de vencer,
    Y que al mundo ha de salvar:
    Cruz, que hincada en el Calvario
    A los cielos tocará
    Con dos brazos, que extendidos,
    De Oriente a Poniente van.
    Cruz, cuyo purpúreo esmalte
    La sangre de un Dios será,
    Que ha de fecundar a ríos
    La herencia estéril de Adán...
    Cruz, con guirnaldas de espinas,
    Y leyenda singular
    Con letras, que misteriosas,
    Todas las lenguas leerán.
    Cruz, que no ornará arrogante
    La soberbia mundanal,
    Con pretensiones efímeras
    De irrisoria potestad...
    Sino que cuando afrentosa,
    La deïcida ciudad
    La haya clavado en el Gólgota
    Patíbulo criminal,
    En el punto cielo y tierra
    La vendrán a disputar,
    Por blasón de toda gloria,
    Y de toda santidad...
    Lábaro ardiente, en las nubes
    La verá Roma triunfar:
    Toda nación la tremole,
    Como su estandarte Real:
    Por sus aspas los ejércitos
    Las águilas trocarán.
    Sea el florón que corone
    Toda diadema imperial,
    Toda cúpula de templo,
    Toda bóveda de altar.
    Sea el signo que atestigüe
    Toda dudosa verdad;
    Principio de toda empresa,
    Corona de todo afán,
    Ayuda en todo peligro,
    Conjuro de todo mal.
    Bendecirán con su signo
    Los sacerdotes de paz:
    Lleváranla por el mundo
    Como invicto talismán,
    Los guerreros en su espada
    Para morir y lidiar;
    Al pecho los caballeros,
    Y al hombro, con humildad,
    Todo aquel que labra un surco
    Con sudor y con afán.
    Ante su brillo los Ángeles
    Velen su espléndida faz:
    Sólo a su signo en los aires,
    Huya al infierno Satán...
    Y porque este nacimiento
    Borra la muerte, de hoy más
    En toda tumba cristiana
    Esta cruz se plantará.


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 15 Sep 2020, 23:40

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén





    III

    Por Gracia manda la gracia
    Con que la raza mortal
    Puede recobrar el cielo,
    De que desterrada está;
    Gracia de indulto de infierno
    Y redención general
    De la esclavitud antigua
    Del poder de Satanás...
    Gracia de eternos tesoros
    De perdón y de piedad,
    Dones y premios de gloria,
    Que merecer y lograr,
    Más ricos, e inagotables
    Por la humana actividad,
    Que los frutos y alimentos
    Del sustento natural;
    Y más sin número y término
    En la inmensa variedad
    De las acciones e ideas
    Que al hombre es dado inventar,
    Que son inmensos y varios,
    En el mundo material,
    Los giros de las estrellas,
    Y las ondas de la mar.
    Por Justicia, ley tan justa
    Que es la suprema bondad,
    Y ley de sabiduría,
    Que es orden universal;
    Ley de amor desconocida,
    Desde que en torpe disfraz,
    A amor convirtió en flaqueza
    La seducción infernal...
    Ley de universal familia,
    Y ley de eterna hermandad,
    Do hermano de ser no deja
    Nuestro enemigo mortal.
    Ley, sagrado complemento,
    Acta santa adicional
    De aquella Carta divina,
    Que en los truenos del Siná
    Promulgó, quien cifrar pudo
    En diez preceptos no mas,
    Toda perfección del alma;
    Como ha podido pintar
    Con siete rayos de luz
    Toda belleza visual.
    Justicia, tan compensada
    De inapelable equidad,
    Que tiene el divino amor
    De intérprete y tribunal...
    Justicia, que tiene un cielo
    De tanta felicidad,
    Que el mismo Dios a nuestra alma
    Se da por siempre a gozar;
    Y justicia, en que hay infierno
    De tanta severidad,
    Que la cifra de sus penas
    Es el no poder amar...
    Y es el no poder morir,
    Y no tener que esperar!



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 15 Sep 2020, 23:41

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    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén






    IV

    Es, donde es amor justicia,
    Gobernación caridad:
    Caridad fecunda, inmensa,
    Inefable, universal,
    Nunca en la tierra nombrada,
    Nunca soñada quizá!...
    Al calor de cuyos rayos
    Cambiará el mundo moral,
    Cual cambia el temple del aire,
    Cuando el sol sale del mar.
    A cuyo influjo benéfico,
    Tendrá alivio todo mal,
    Toda tiranía, freno;
    Corrección, toda maldad.
    Llamárase todo imperio
    Autoridad paternal,
    Y lo que antes sumisión,
    Dirán los pueblos lealtad.
    Libre el albedrío, libre
    El pensamiento inmortal,
    La fuerza será opresión,
    Y no ley, ni autoridad.
    No más el hombre, del hombre
    Dueño y señor se dirá
    Ante Aquel, que crió hermanos
    Todos los hijos de Adán...
    Todo abuso de poder
    Traición al cielo será;
    Toda rebelión de fuerza,
    Suicidio de libertad.
    Será divino el trabajo,
    Más que noble; pues será
    Aula del Dios humanado
    El taller de un menestral.
    Habrá para todo enfermo
    Un lecho de caridad;
    Será santa la pobreza,
    Visita de Dios el mal;
    Veráse un día los Príncipes
    Los pies al pobre lavar,
    Partir con los apestados
    Su lecho y túnica, y pan...
    Y a una Reina de Castilla
    Ir con afán maternal
    Consuelos llevando y lágrimas,
    Y arrodillada rezar
    Ante el jergón de un enfermo
    Que agoniza en un desván...
    Hasta la mansión del crimen
    Hasta el cadalso, serán
    Santificados en nombre
    De aquel Reo celestial,
    Que han de prender Mateo y Judas,
    Y ha de escarnecer Caifás.


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 15 Sep 2020, 23:42

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    V

    Al ministro de la Guerra
    Nada quisiera mandar
    Quien viene, manso Cordero,
    A morir por los demás.
    Sólo combatir nos manda
    Como enemigo mortal
    Nuestra propia carne, y nuestra
    Rebelada voluntad;
    Sólo al mundo, revestido
    De pompa vana y falaz;
    Sólo al alma, que se encubre
    Con la piel vieja de Adán.
    Paz los Ángeles cantaron
    Esta noche, y al dejar
    Jesús al mundo, en un ósculo
    «Mi Paz os dejo», dirá...
    Si empero, a Dios despreciando,
    Osare extranjero audaz
    La tumba de vuestros padres
    Con pie sacrílego hollar,
    Guardas de la eterna herencia
    De la progenie de Hispán,
    «Señor Dios de los ejércitos»
    Proclamad al Dios de paz,
    Y el Cordero de Belén
    Será el León de Judá...
    Vendrá al templo, de una cueva
    Vuestra causa a consagrar:
    Su estandarte un santo Apóstol
    Por los aires os traerá:
    Batallaréis en su nombre,
    De Gijón a Gibraltar.
    Desde Clavijo al Salado,
    De Caltañazor a Orán...
    Ante un rosario, en Lepanto
    Tragará a la luna el mar;
    San Lorenzo habrá un trofeo
    Más grande que el Escorial;
    Y si rendido al cansancio
    De tantos siglos de afán,
    A la sombra de sus; templos
    Duerme el Lëon nacional,
    Cuando el revuelo de un águila
    Turbe del sueño el solaz,
    Y con rugidos de espanto
    Le oiga el mundo despertar,
    Rebato de mil campanas
    Eco a su bramido harán...
    Cada cruz traerá un soldado,
    Cada claustro un General,
    Y una legión de valientes,
    Cada pendón parroquial.
    Habrá una Virgen del Carmen
    En Bailén, y en San Marcial,
    Y de las invictas águilas
    Todo el vuelo postrará
    Pobre hueste, guarecida
    Tras la Virgen de un Pilar.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 16 Sep 2020, 23:29

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    Aquí empieza de El Belén





    VI

    Un Ave Maris Stella
    Leo en el sello Rëal
    De la Marina, que manda
    La hermosa Estrella del Mar.
    A cuyo Oriente en las nubes
    Se ahuyenta todo huracán,
    Y que serena las olas
    Con su sonrisa de paz.
    Y de ella un pliego sellado,
    Cuyo nema al desgarrar,
    Con tres prodigios, de asombro
    Cielo y mar se postrarán-.
    Por el primero, en las olas,
    Da camino de verdad
    A los hijos de la Fe
    Con la antorcha del imán.
    Manda el otro, que en el coro
    De una oscura catedral,
    Josué cristiano, Copérnico
    Haga inmoble al sol parar,
    Y el giro de orbes y mares
    Claro revele al mortal.
    Y otro hay que a una Reina Hispana
    Manda en Plus Ultra cambiar
    El lema que en dos columnas
    Escribió remota edad.
    Y porque hay perdido un mundo
    De esos mares más allá,
    Y con su mitad antípoda
    Fuerza es la tierra hermanar;
    Y que llegue dó el sol llega,
    La lumbre de la verdad;
    Manda que bajo la enseña
    Que en la Alhambra brilla ya,
    Almirante de la Fe,
    Valiente, humilde y leal
    Como ella, viendo en el cielo
    Lo que el mar calla tenaz,
    El marino de Isabel
    Vaya ese mundo a buscar;
    Y Cristóforo le nombra,
    Porque a Cristo llevará.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 16 Sep 2020, 23:30

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén







    VII


    La Hacienda tiene un Gran Libro
    De la Deuda universal,
    Escrito en dos anchas hojas
    De dos árboles, no más.
    En la del árbol del Edén,
    Bajo una poma falaz,
    Estampó «Deuda insolvente»
    Con sus lágrimas Adán.
    Y en la del leño del Gólgota
    Una sangrienta señal
    Entre una Cruz y un Cordero
    Rubrica: Pagada está!
    Las arcas de su Tesoro
    No encierras caudales más
    Que una diminuta cédula
    Con esta promesa Real:
    «Inagotables riquezas
    En el cielo ha de encontrar
    Todo aquel que en nombre mío
    Su hacienda a los pobres da.»
    Y más abajo, con signos de la garra de Satán,
    Entre un azadón y un túmulo,
    Este registro infernal:
    «En el centro de la tierra
    El oro guardado está:
    A mi reino ha de acercarse
    Quien lo quisiere encontrar.»


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 16 Sep 2020, 23:32

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén






    VIII

    A Instrucción, ciencia y doctrina
    Término no puede dar
    Quien es la palabra misma
    De la incrëada Verdad.
    A quien «Divino Maestro»
    Los que le oyeren, dirán;
    Y que en dos montañas dijo:
    -Al universo enseñad.-
    Por eso, cuando al empíreo
    Se remonta celestial,
    Los hombres no tienen lengua
    Para su doctrina ya;
    Y bajan lenguas del cielo
    Con que la puedan hablar...
    Por eso el saber -dó arcano
    Fue en la docta antigüedad
    Para un filósofo, el mundo;
    Para otro, la humanidad-;
    Para el mundo y para el hombre
    Es ciencia de Dios, de hoy más,
    Que en medio se ve del cielo,
    Como la tierra lo está.
    Las lumbreras de la Fe
    Giran por su inmensidad,
    Como esos miles de estrellas
    De rutilante brillar.
    Y porque tanto esplendor
    No ofusque al flaco mortal,
    Y tenga su mente inquieta
    Criterio, límite y paz,
    Luce una antorcha infalible
    Sobre una eterna ciudad,
    Como del cielo en la cúpula
    La inmoble estrella polar.
    Por eso en los siglos lóbregos
    De la más bárbara edad
    Aprenden de un catecismo
    El párvulo y el zagal
    Ciencia que ignoró Aristóteles,
    Ni soñó Platón jamás.
    Por eso tras mil portentos
    De ciencia, en que el cielo hará
    Que no sepa ningún hombre
    Más que Agustín y Tomás;
    Tras el cántico inaudito
    De aquel Poeta Titán,
    Que no cabiendo en el mundo,
    Cielos e infiernos dirá;
    Tras las santas creäciones
    Del arte y la cristiandad,
    Dó afrenta del Partenón
    Será toda catedral...
    Tras el monstruo de armonía
    Que en sus bóvedas bramar
    Hará en conciertos de música
    Truenos de una tempestad:
    Tras de aquel extraordinario
    Prometeo monacal,
    Que ponga el rayo en las manos
    Del hombre débil y audaz;
    Pentecostés nuevo, al último
    Habrá un día singular,
    Que no bastando la pluma
    Ni el pincel original
    A la letra de la ciencia,
    Ni al color de la beldad,
    Mande la mente divina
    De Aquel que sabe engendrar
    De una bellota, una selva,
    Y de un átomo, un vivar,
    Que tome formas y gérmenes
    De generación vital,
    Cual las flores y los árboles,
    El pensamiento fugaz,
    Y den a pluma y pinceles
    Su múltiple eternidad,
    Gutenberg en una Biblia;
    Finigüerra, en una Paz.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 16 Sep 2020, 23:33

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén






    IX

    De entonces, sólo quien llama,
    Por su nombre a cada cual,
    Las estrellas al salir,
    Y las aves al volar,
    Podrá revelar los genios
    Que el orbe renovarán
    Con el vuelo y esplendor
    De inspiración celestial;
    Podrá enumerar los mundos
    Que en creación idëal,
    Tabla, y lienzo han de fingir,
    Bronce y mármol imitar.
    De entonces rayará el día
    Que los cielos abrirán
    Sus transparentes abismos
    A los ojos de un cristal.
    Y aquel, que fijando el curso
    Sobre el sometido mar,
    Trueque el hombre alas de viento
    Por las llamas de un volcán;
    O que, vivo metëoro,
    Le mire el mundo volar
    Sobre los carros de fuego
    De la leyenda oriental.
    Y el que por último, alcance
    La atónita humanidad,
    Que, cual da la mente al brazo,
    Su rapidez para obrar,
    Cual baja del sol al mundo
    Un rayo de claridad,
    Vuele, de un polo a otro polo,
    Y de un mar al otro mar,
    Sobre invisible centella,
    La palabra de un mortal...
    Que esa palabra fulmínea
    Palabra de un Dios será,
    Cuando la oración de un pueblo,
    Conduzca al pie de un altar;
    O si desciende bendita
    De un trono pontifical,
    Sobre el vagido primero
    Del Real vástago, rapaz,
    Que viene en nombre de Dios,
    Sobre un gran pueblo a reinar.
    Que esa lengua milagrosa
    Es revelación quizá
    Para los ojos más ciegos,
    De una palpable verdad;
    Que el más etéreo elemento
    De materia, el más fugaz,
    No es más que ciego vehículo
    Pasivo, inerte y fatal
    Del espontáneo motor
    Del querer y del pensar,
    Sirviendo sumiso y dócil
    Al pensamiento inmortal;
    Cual sirve el aire a su voz,
    Y la luz a su mirar.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 18 Sep 2020, 01:54

    NICOMEDES PASTOR DÍAZ

    TOMO II


    Tercer período: Madurez



    Aquí empieza de El Belén





    X

    Mas quien tiene un Ministerio
    De Instrucción tan singular,
    No dio al olvido el Fomento
    De la vida corporal.
    Y en la ocasión de las nuevas
    Que El Belén os viene a dar,
    Os anuncia que no en vano
    El progreso universal
    Estrechando las distancias
    De la humana sociedad,
    Haciendo de tantos pueblos
    Una familia no más,
    Todos los climas y zonas
    Abarca la cristiandad.
    Al alcance de su mano
    Hoy vuelve a tener Adán
    Todos los frutos que tuvo
    Por herencia original.
    Y aquel que ordenó a su pueblo,
    Su fuga de libertad
    En el convite simbólico
    Rápido conmemorar,
    Hoy, en novísimo anuncio
    De que cumplidas están
    Las sacrosantas promesas
    De Redención general,
    Manda, que en ledo alboroque
    De su fausta Navidad,
    Celebre todo cristiano,
    Dulce, alegre, fraternal,
    Pascua de nuevo convite
    De santa comunidad:
    Manda, que en bello contraste
    De su pobreza natal,
    No haya tristes, no haya pobres
    La noche en que a nacer va.
    Manda, que en dulce memoria
    De aquel licor virginal,
    Que, en pasión anticipada
    Humillando su Deidad,
    Probó con labios hambrientos
    Débil niño, en el portal,
    Vosotros probéis los néctares
    Por cuyo invento, piedad
    Alcanzo el viejo Noé
    Del diluvio universal.
    Y a tragos, leche de almendras
    Y de las Navas bebáis,
    Y el turrón comáis simbólico,
    Y el morisco mazapán;
    La nata y miel que Isaías
    Al nacido Emmanuel da;
    Y el pavo que nos mandaron
    Los Indios del Rey Gaspar...
    Que cenéis... de Noche-Buena...
    -Jesús, os manda cenar-,
    Festín de su advenimiento
    Y de nuestra libertad...
    Que cenéis... hasta otra noche,
    En que Él también cenará...
    En que, sentado al banquete
    De su propio funeral,
    Dé el brindis de la salud
    De toda la humanidad...
    Relieves de cuya mesa
    Espléndido os dejará,
    Preparado de su mano
    Otro celeste manjar:
    Será su carne gloriosa,
    Será su sangre inmortal...
    Que es ambrosía de gloria,
    Y elixir de eternidad!...
    -Cenad, en tanto, de fiesta,
    De apetito y de solaz;
    Cenad pascua de recuerdo
    Del trabajo corporal,
    Y del dominio del hombre
    Sobre su suelo natal:
    Cenad el pobre viático
    De esta existencia fugaz,
    Con los frutos de la tierra,
    Y los peces de la mar!...
    Comed el pan amasado
    Con vuestro sudor y afán...
    Mañana, el Pan de los Ángeles
    En las gradas de un altar.
    Y así tendréislo entendido;
    Y que se cumpla, sin más,
    Por los dilatados ámbitos
    De toda la cristiandad.
    Y que también se disponga
    Su cumplimiento especial,
    En aquella egregia casa
    Que lustre a la Corte da,
    Donde, de Dios bendecidas
    Y del amor conyugal,
    La Religión tiene un templo,
    La poesía un altar,
    La amistad un culto, y votos
    De eterna felicidad.

    -Rubricado.-PASTOR DÍAZ.
    -Lugar del sello Real.


    Y aquí concluimos con las obras de este autor, al que no conocía y que me ha gustado conocer.
    Sigo aprendiendo mientras disfruto leyendo.
    Gracias.





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