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5 participantes
Giacomo Leopardi (1798-1832)
Maria Lua- Administrador-Moderador
- Cantidad de envíos : 79737
Fecha de inscripción : 12/04/2009
Localización : Nova Friburgo / RJ / Brasil
- Mensaje n°61
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
Gracias, Amalia!
Besos
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_________________
"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
(Hánjel)
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Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
- Cantidad de envíos : 47835
Fecha de inscripción : 24/06/2009
Edad : 77
Localización : Barcelona
- Mensaje n°62
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
Brillante exposición de la obra de Leopardi, Maria. Contribuyo con dos poemas de este autor en traducción de Antonio Molinas.
Un abrazo.
Pedro
*
EL GORRIÓN SOLITARIO
Desde la punta de la antigua torre,
gorrión solitario, a la campiña
vas cantando hasta que muere el día;
y por el valle vaga la armonía.
La primavera en torno
brilla en el aire y por los campos ríe,
sí, que enternece el corazón al verla.
Se oyen balar rebaños, mugir toros;
los pájaros dichosos, en bandada,
mil voces giran por el cielo libre
y así festejan su tiempo mejor.
Tú miras pensativo a cada lado, solitario
no vuelas, te falta la alegría, el gozo evitas;
cantas y así pasas del año
el tiempo más florido de tu vida.
¡Ay, cuánto se parece
tu costumbre a la mía! Risa y gozo,
de la primera edad dulce familia
y de la juventud,, amor hermano,
suspiro triste de pasados días,
no sé por qué me preocupo. Es más, de ellos
me alejo cuanto puedo.
Casi como eremita extraño,
en mi lugar nativo,
paso la primavera de mi vida.
Este día que ya cede a la noche
se suele festejar en nuestro pueblo.
En lo sereno se oye un son de esquilas
y un resonar de broncas escopetas
lejos se oye de aldea en aldea.
Vestida de fiesta, la juventud del lugar
deja las casas y va por los caminos.
Y mira, y es mirada, y el corazón se alegra.
Yo, solitario, en esta
parte remota salgo a la campiña,
dejando para luego
toda dicha y solaz. Y en tanto la mirada,
derramo por el aire, me hiere
el sol, que entre lejanos montes,
después del día sereno,
cayendo va, como si nos dijese
que la dichosa juventud se apaga.
Tú, solitario pájaro, en la noche
del vivir que te otorgan las estrellas,
en verdad no te dolerás
de tu existencia;
ya que cada deseo
de la naturaleza es fruto.
Pero si de la vejez
el odiado umbral
no puedo evitar,
cuando mis ojos sean mudos al corazón ajeno,
y halle vacío el mundo, y el futuro
más aburrido y triste que el presente,
¿qué será del deseo?
¿Qué será de estos años, de mí mismo?
Ay, me arrepentiré, y frecuentemente,
pero desconsolado, hacia atrás volveré mis ojos.
Brillante exposición de la obra de Leopardi, Maria. Contribuyo con dos poemas de este autor en traducción de Antonio Molinas.
Un abrazo.
Pedro
*
EL GORRIÓN SOLITARIO
Desde la punta de la antigua torre,
gorrión solitario, a la campiña
vas cantando hasta que muere el día;
y por el valle vaga la armonía.
La primavera en torno
brilla en el aire y por los campos ríe,
sí, que enternece el corazón al verla.
Se oyen balar rebaños, mugir toros;
los pájaros dichosos, en bandada,
mil voces giran por el cielo libre
y así festejan su tiempo mejor.
Tú miras pensativo a cada lado, solitario
no vuelas, te falta la alegría, el gozo evitas;
cantas y así pasas del año
el tiempo más florido de tu vida.
¡Ay, cuánto se parece
tu costumbre a la mía! Risa y gozo,
de la primera edad dulce familia
y de la juventud,, amor hermano,
suspiro triste de pasados días,
no sé por qué me preocupo. Es más, de ellos
me alejo cuanto puedo.
Casi como eremita extraño,
en mi lugar nativo,
paso la primavera de mi vida.
Este día que ya cede a la noche
se suele festejar en nuestro pueblo.
En lo sereno se oye un son de esquilas
y un resonar de broncas escopetas
lejos se oye de aldea en aldea.
Vestida de fiesta, la juventud del lugar
deja las casas y va por los caminos.
Y mira, y es mirada, y el corazón se alegra.
Yo, solitario, en esta
parte remota salgo a la campiña,
dejando para luego
toda dicha y solaz. Y en tanto la mirada,
derramo por el aire, me hiere
el sol, que entre lejanos montes,
después del día sereno,
cayendo va, como si nos dijese
que la dichosa juventud se apaga.
Tú, solitario pájaro, en la noche
del vivir que te otorgan las estrellas,
en verdad no te dolerás
de tu existencia;
ya que cada deseo
de la naturaleza es fruto.
Pero si de la vejez
el odiado umbral
no puedo evitar,
cuando mis ojos sean mudos al corazón ajeno,
y halle vacío el mundo, y el futuro
más aburrido y triste que el presente,
¿qué será del deseo?
¿Qué será de estos años, de mí mismo?
Ay, me arrepentiré, y frecuentemente,
pero desconsolado, hacia atrás volveré mis ojos.
Maria Lua- Administrador-Moderador
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- Mensaje n°63
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
Gracias, Pedro!
Hermoso "EL GORRIÓN SOLITARIO".
Leopardi es uno de mis poetas románticos
preferidos.
Un abrazo
Maria Lua
Hermoso "EL GORRIÓN SOLITARIO".
Leopardi es uno de mis poetas románticos
preferidos.
Un abrazo
Maria Lua
_________________
"Ser como un verso volando
o un ciego soñando
y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
y tren de tus ilusiones."
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y en ese vuelo y en ese sueño
compartir contigo sol y luna,
siendo guardián en tu cielo
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Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°64
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XII
EL INFINITO
Siempre caro me fue este yermo cerro
y este seto, que priva a la mirada
de tanto espacio del último horizonte.
Mas, sentado y contemplando, interminables
espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos
silencios, y una quietud hondísima
en mi mente imagino. Tanta, que casi
el corazón se estremece. Y como oigo
el viento susurrar en la espesura,
voy comparando este infinito silencio
con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
y de las estaciones muertas, y de la presente
y viva, y de su música. Así que, en esta
inmensidad, mi pensamiento anego,
y naufragar me es dulce en este mar.
GIACOMO LEOPARDI, en traducción de Antonio Colinas, Antología esencial de la poesía italiana, Espasa Calpe, 1999.
XII
EL INFINITO
Siempre caro me fue este yermo cerro
y este seto, que priva a la mirada
de tanto espacio del último horizonte.
Mas, sentado y contemplando, interminables
espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos
silencios, y una quietud hondísima
en mi mente imagino. Tanta, que casi
el corazón se estremece. Y como oigo
el viento susurrar en la espesura,
voy comparando este infinito silencio
con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
y de las estaciones muertas, y de la presente
y viva, y de su música. Así que, en esta
inmensidad, mi pensamiento anego,
y naufragar me es dulce en este mar.
GIACOMO LEOPARDI, en traducción de Antonio Colinas, Antología esencial de la poesía italiana, Espasa Calpe, 1999.
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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Fecha de inscripción : 24/06/2009
Edad : 77
Localización : Barcelona
- Mensaje n°65
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XIII
LA NOCHE DEL DÍA DE FIESTA
Dulce y clara es la noche, y sin viento.
Y en medio de los huertos, apacible
sobre los tejados, se halla la luna
que ilumina, serena, de lejos, las montañas.
Oh, amor mío, ya callan los senderos
y en los balcones rara alumbra la lámpara
nocturna. Sumida en dulce sueño
descansas en tus tranquilas estancias.
Y no te afligen las preocupaciones,
ya no sabes ni piensas en la llaga
que abriste en mi pecho. Duermes
mientras que yo me asomo a saludar
este cielo tan dulce a la mirada,
y a la antigua naturaleza omnipotente
que me llevó al pesar. "A ti -me dice-
niego la esperanza, toda la esperanza;
y tus ojos no brillen sino del llanto."
El día ha sido solemne y de tus dichosos
pasatiempos reposas. Y acaso, en sueños,
recuerdas a cuantos hoy has agradado
y te han agradado; no yo, no ya que espere
acudir a tu mente. Y cuando me pregunto
por la existencia que me queda, grito,
me arrojo y tiemblo aquí, en el suelo.
¡Oh días horribles de la joven edad!
(Ay, por la calle, no lejos, oigo
del artesano el canto solitario,
que al pobre hogar regresa,
tras sus solaces, en la alta noche.
Y el corazón se oprime duramente
pensando cómo va pasando el mundo
sin dejar casi huella. Ya ha huido
el día festivo al que habrá de seguir
el día vulgar, y así se lleva el tiempo
los hechos de los hombres. ¿Dónde la voz
de los pueblos antiguos? ¿Dónde la llamada
de los antepasados y el gran imperio aquel
de Roma, las armas, el fragor
que recorrió la tierra y el océano?
Todo es paz y silencio, y calla el mundo,
y nunca más de ello se razona. En la infancia,
si esperaba un día de fiesta, o si ya había pasado,
doliente me abrazaba velando a la almohada,
y había en plena noche un canto que se oía,
poco a poco, a lo lejos, morir por los senderos,
y el corazón, como hoy, se estremecía.
XIII
LA NOCHE DEL DÍA DE FIESTA
Dulce y clara es la noche, y sin viento.
Y en medio de los huertos, apacible
sobre los tejados, se halla la luna
que ilumina, serena, de lejos, las montañas.
Oh, amor mío, ya callan los senderos
y en los balcones rara alumbra la lámpara
nocturna. Sumida en dulce sueño
descansas en tus tranquilas estancias.
Y no te afligen las preocupaciones,
ya no sabes ni piensas en la llaga
que abriste en mi pecho. Duermes
mientras que yo me asomo a saludar
este cielo tan dulce a la mirada,
y a la antigua naturaleza omnipotente
que me llevó al pesar. "A ti -me dice-
niego la esperanza, toda la esperanza;
y tus ojos no brillen sino del llanto."
El día ha sido solemne y de tus dichosos
pasatiempos reposas. Y acaso, en sueños,
recuerdas a cuantos hoy has agradado
y te han agradado; no yo, no ya que espere
acudir a tu mente. Y cuando me pregunto
por la existencia que me queda, grito,
me arrojo y tiemblo aquí, en el suelo.
¡Oh días horribles de la joven edad!
(Ay, por la calle, no lejos, oigo
del artesano el canto solitario,
que al pobre hogar regresa,
tras sus solaces, en la alta noche.
Y el corazón se oprime duramente
pensando cómo va pasando el mundo
sin dejar casi huella. Ya ha huido
el día festivo al que habrá de seguir
el día vulgar, y así se lleva el tiempo
los hechos de los hombres. ¿Dónde la voz
de los pueblos antiguos? ¿Dónde la llamada
de los antepasados y el gran imperio aquel
de Roma, las armas, el fragor
que recorrió la tierra y el océano?
Todo es paz y silencio, y calla el mundo,
y nunca más de ello se razona. En la infancia,
si esperaba un día de fiesta, o si ya había pasado,
doliente me abrazaba velando a la almohada,
y había en plena noche un canto que se oía,
poco a poco, a lo lejos, morir por los senderos,
y el corazón, como hoy, se estremecía.
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°66
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XIV
A LA LUNA
Oh graciosa Luna, yo recuerdo
que hace ahora un año, sobre este collado,
lleno de angustia venía a contemplarte.
Y tú te alzabas sobre aquella selva
como ahora, que toda la iluminas.
Pero, ofuscado y trém,ulo a causa
del llanto que acudía a mi mirada,
tus ojos a mi rostro ofrecías, que penosa
era mi vida: y aún lo es, amada Luna.
Y aún me agrada el recuerdo, y el contar
los años de mi dolor. ¡Oh cuán dichosa
es en la edad temprana, cuando aún es mucha
la esperanza y breve el curso
de la memoria, el recordar las cosas
de otro tiempo, aunque ello sea triste,
y aunque el dolor persista.
XIV
A LA LUNA
Oh graciosa Luna, yo recuerdo
que hace ahora un año, sobre este collado,
lleno de angustia venía a contemplarte.
Y tú te alzabas sobre aquella selva
como ahora, que toda la iluminas.
Pero, ofuscado y trém,ulo a causa
del llanto que acudía a mi mirada,
tus ojos a mi rostro ofrecías, que penosa
era mi vida: y aún lo es, amada Luna.
Y aún me agrada el recuerdo, y el contar
los años de mi dolor. ¡Oh cuán dichosa
es en la edad temprana, cuando aún es mucha
la esperanza y breve el curso
de la memoria, el recordar las cosas
de otro tiempo, aunque ello sea triste,
y aunque el dolor persista.
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°67
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XXI
A SILVIA
Silvia, recuerdas todavía
aquel tiempo de tu vida mortal,
cuando brillaba la belleza
en tus ojos risueños, fugitivos,
y tú cruzabas pensativa, alegre,
el umbral de la juventud?
Resonaban las tranquilas
estancias y las calles de alrededor
con tu perpetuo canto
cuando, atenta a labores femeninas,
te sentabas dichosa
del bello porvenir que imaginabas.
Era mayo oloroso: y tú solías
transcurrir así el tiempo.
Yo dejaba, a veces,
los amados estudios, arduas páginas
de mi primera edad,
y de mí se agotaba lo mejor.
En los balcones del hogar paterno
escuchaba el acento de tu voz,
y el rumor de tu mano
que, con fatiga, recorría la tela.
Sereno venía el cielo,
los campos dorados y los huertos,
aquí el mar desde lejos y allá el monte.
Lengua mortal no puede
decir lo que sentía en mi pecho.
¡Qué suaves pensamientos,
qué esperanzas tan dulces, Silvia mía!
¡Cómo brillaba entonces
la vida y el destino!
Cuando tanta esperanza yo recuerdo
me embarga un sentimiento
amargo, desolado,
y me vuelve a doler mi desventura.
Oh naturaleza, naturaleza,
¿por qué no me devuelves todo aquello
que entonces prometiste? ¿Por qué tanto
engañas a tus hijos?
Antes que invierno marchitase el prado
morías, tierno amor, arrebatada
por extraña dolencia. Y ni pudiste
ver la flor de tus años.
A ti no te agradaban
las alabanzas de tu negro pelo,
de tu mirar esquivo y amoroso.
Ni tus amigas, en los días de fiesta,
de amor contigo hablaban.
También moría entonces
mi esperanza tan dulce, y a mi vida
también negó el destino
la juventud. ¡Ay, cómo,
cómo has pasado, amada compañera
de mi edad primera,
de mi llorada esperanza!
¿Es éste el mismo mundo y son éstas
las dichas, el amor, los mismos hechos
de que juntos hablamos con frecuencia?
¿Ésta es la suerte de la gente humana?
Al llegar la certeza,
tú, mísera, caíste, y con la mano
la fría muerte y la desnuda tumba
señalabas de lejos.
XXI
A SILVIA
Silvia, recuerdas todavía
aquel tiempo de tu vida mortal,
cuando brillaba la belleza
en tus ojos risueños, fugitivos,
y tú cruzabas pensativa, alegre,
el umbral de la juventud?
Resonaban las tranquilas
estancias y las calles de alrededor
con tu perpetuo canto
cuando, atenta a labores femeninas,
te sentabas dichosa
del bello porvenir que imaginabas.
Era mayo oloroso: y tú solías
transcurrir así el tiempo.
Yo dejaba, a veces,
los amados estudios, arduas páginas
de mi primera edad,
y de mí se agotaba lo mejor.
En los balcones del hogar paterno
escuchaba el acento de tu voz,
y el rumor de tu mano
que, con fatiga, recorría la tela.
Sereno venía el cielo,
los campos dorados y los huertos,
aquí el mar desde lejos y allá el monte.
Lengua mortal no puede
decir lo que sentía en mi pecho.
¡Qué suaves pensamientos,
qué esperanzas tan dulces, Silvia mía!
¡Cómo brillaba entonces
la vida y el destino!
Cuando tanta esperanza yo recuerdo
me embarga un sentimiento
amargo, desolado,
y me vuelve a doler mi desventura.
Oh naturaleza, naturaleza,
¿por qué no me devuelves todo aquello
que entonces prometiste? ¿Por qué tanto
engañas a tus hijos?
Antes que invierno marchitase el prado
morías, tierno amor, arrebatada
por extraña dolencia. Y ni pudiste
ver la flor de tus años.
A ti no te agradaban
las alabanzas de tu negro pelo,
de tu mirar esquivo y amoroso.
Ni tus amigas, en los días de fiesta,
de amor contigo hablaban.
También moría entonces
mi esperanza tan dulce, y a mi vida
también negó el destino
la juventud. ¡Ay, cómo,
cómo has pasado, amada compañera
de mi edad primera,
de mi llorada esperanza!
¿Es éste el mismo mundo y son éstas
las dichas, el amor, los mismos hechos
de que juntos hablamos con frecuencia?
¿Ésta es la suerte de la gente humana?
Al llegar la certeza,
tú, mísera, caíste, y con la mano
la fría muerte y la desnuda tumba
señalabas de lejos.
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°68
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XXVIII
A SÍ MISMO
Ahora descansarás por siempre,
mi cansado corazón. Murió el postrer engaño
que eterno yo creía. Murió. Bien siento
en nosotros de los amados engaños
no sólo la esperanza sino el deseo extintos.
Reposa para siempre. Bastante
has palpitado. No valen cosa alguna
tus impulsos, ni es digna de suspiros
la tierra. Amargura y hastío
es la vida, no otra cosa; y fango es el mundo.
Tranquilízate. Desespera
por última vez. El hado a los humanos
sólo les dio el morir. Despréciate ya
a ti mismo, y la naturaleza y el indigno
poder que, oculto, impera sobre el mal común,
y la infinita vanidad de todo.
XXVIII
A SÍ MISMO
Ahora descansarás por siempre,
mi cansado corazón. Murió el postrer engaño
que eterno yo creía. Murió. Bien siento
en nosotros de los amados engaños
no sólo la esperanza sino el deseo extintos.
Reposa para siempre. Bastante
has palpitado. No valen cosa alguna
tus impulsos, ni es digna de suspiros
la tierra. Amargura y hastío
es la vida, no otra cosa; y fango es el mundo.
Tranquilízate. Desespera
por última vez. El hado a los humanos
sólo les dio el morir. Despréciate ya
a ti mismo, y la naturaleza y el indigno
poder que, oculto, impera sobre el mal común,
y la infinita vanidad de todo.
Pedro Casas Serra- Grupo Metáfora
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- Mensaje n°69
Re: Giacomo Leopardi (1798-1832)
.
XXXIII
EL OCASO DE LA LUNA
Como en callada noche,
sobre campos y aguas plateados,
donde aletea el céfiro
y mil aspectos vagos,
y objetos engañosos
fingen sombras lejanas
en las ondas tranquilas,
en ramos, setos, villas y colinas;
llegada al confín del cielo,
tras Alpes, Apeninos o Tirreno,
en infinito hueco
cae la luna; y el mundo palidece;
se van las sombras, y una
oscuridad confunde monte y valle;
ciega la noche queda,
y, cantando con triste melodía,
la última luz del astro fugitivo,
que hasta ahora le fue guía,
saluda el carretero en su camino.
De tal modo se aleja
y abandona la vida mortal
la juventud. En fuga
van sombras y apariencias
de los gratos engaños; y se esfuman
lejanas esperanzas
en que se basa la mortal natura.
Abandonada, oscura
queda la vida. A ella dirigiendo la mirada
busca, en vano, el confuso caminante,
del largo camino que ante él se extiende
una meta o razón; y ve
que es para él la humana
sede. algo en verdad extraño.
Demasiado feliz, dichosa
nuestra mísera suerte
pareciera allá arriba si el juvenil estado,
en donde un bien es punto de mil pernas,
durase todo el curso de la vida.
Dulce y excesivo secreto
el que sentencia a muerte al animal,
si en medio del camino
no se diesen pesares
mucho más duros que terrible muerte.
De inmortal intelecto
digno hallazgo y extremo
de cada mal es para los eternos vejez,
donde se encuentra
incólume deseo y esperanza extinta,
secas las fuentes del placer, las penas
mayores siempre y no se da el bien.
Vosotros, lomas, llanos,
caído el esplendor que al occidente
plateaba el velo de la noche,
huérfanos tan gran tiempo
no quedaréis: que por el otro lado
veréis pronto el cielo
palidecer, y resurgir el alba;
y siguiéndole el sol,
y fulgurando en torno
con llamas poderosas,
de lúcidos torrentes
inundará los cuerpos y los campos.
Mas la vida mortal, cuando la hermosa
juventud se apaga, no ilumina
nunca con otras luces ni otras albas.
Viuda es hasta el fin; y a la noche,
que otras edades oscurece,
marcan los dioses como sepultura.
GIACOMO LEOPARDI, en traducción de Antonio Colinas, Antología esencial de la poesía italiana, Espasa Calpe 1999.
XXXIII
EL OCASO DE LA LUNA
Como en callada noche,
sobre campos y aguas plateados,
donde aletea el céfiro
y mil aspectos vagos,
y objetos engañosos
fingen sombras lejanas
en las ondas tranquilas,
en ramos, setos, villas y colinas;
llegada al confín del cielo,
tras Alpes, Apeninos o Tirreno,
en infinito hueco
cae la luna; y el mundo palidece;
se van las sombras, y una
oscuridad confunde monte y valle;
ciega la noche queda,
y, cantando con triste melodía,
la última luz del astro fugitivo,
que hasta ahora le fue guía,
saluda el carretero en su camino.
De tal modo se aleja
y abandona la vida mortal
la juventud. En fuga
van sombras y apariencias
de los gratos engaños; y se esfuman
lejanas esperanzas
en que se basa la mortal natura.
Abandonada, oscura
queda la vida. A ella dirigiendo la mirada
busca, en vano, el confuso caminante,
del largo camino que ante él se extiende
una meta o razón; y ve
que es para él la humana
sede. algo en verdad extraño.
Demasiado feliz, dichosa
nuestra mísera suerte
pareciera allá arriba si el juvenil estado,
en donde un bien es punto de mil pernas,
durase todo el curso de la vida.
Dulce y excesivo secreto
el que sentencia a muerte al animal,
si en medio del camino
no se diesen pesares
mucho más duros que terrible muerte.
De inmortal intelecto
digno hallazgo y extremo
de cada mal es para los eternos vejez,
donde se encuentra
incólume deseo y esperanza extinta,
secas las fuentes del placer, las penas
mayores siempre y no se da el bien.
Vosotros, lomas, llanos,
caído el esplendor que al occidente
plateaba el velo de la noche,
huérfanos tan gran tiempo
no quedaréis: que por el otro lado
veréis pronto el cielo
palidecer, y resurgir el alba;
y siguiéndole el sol,
y fulgurando en torno
con llamas poderosas,
de lúcidos torrentes
inundará los cuerpos y los campos.
Mas la vida mortal, cuando la hermosa
juventud se apaga, no ilumina
nunca con otras luces ni otras albas.
Viuda es hasta el fin; y a la noche,
que otras edades oscurece,
marcan los dioses como sepultura.
GIACOMO LEOPARDI, en traducción de Antonio Colinas, Antología esencial de la poesía italiana, Espasa Calpe 1999.
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