La búsqueda de la sabiduría
El que busca la sabiduría se convierte en una fuente de sapiencia; se
vuelve independiente de las adquisiciones y de los medios.14
La búsqueda es ya la sabiduría, porque la sabiduría no es nada que
encontrar.
La sabiduría es la búsqueda de un conocer y un sentir sin forma,
que diluye al mismo buscador en esa noticia silenciosa.
Resulta evidente que este tipo de búsqueda (que no es propiamente
una búsqueda, porque no se busca nada y resulta ser nadie el que busca) se vuelve independiente de adquisiciones y de medios.
Crecer en sabiduría no es acumular conocimientos, ni profundizar
conocimientos anteriores, sino silenciar conocimientos, desnudarse de
conocimientos hasta llegar a una noticia cierta, pero silenciosa, que
diluye todo conocimiento y toda certeza.
¿Qué medios van a resultar eficaces para obtener “nada”? ¿Con qué
medios podrá comprenderse que “nadie” puede obtener “nada”, porque
“lo que es” es Sin-forma?
Cuando el entendimiento de un hombre ha sido su maestro, después de
esto se vuelve su discípulo. La lucidez dice, como Gabriel: “Oh Ahmad, si
doy un paso más me quemaré. Déjame, pues, y continúa: éste es mi límite,
oh sultán del alma”.15
La razón debe conducir hasta el límite, hasta las puertas mismas
del conocimiento y el sentir silencioso. Puede y debe conducir hasta
el límite mismo del conocimiento no dual. Puede, paso a paso, desmontar lo que la mente, regida por la necesidad y controlada por el
destino, fue construyendo desde la lejanía de las generaciones que nos
precedieron y desde nuestras propias construcciones.
La razón puede acompañar y guiar hasta la puerta del jardín, pero
no puede entrar.
La razón es la maestra rigurosa y exigente del hombre que busca
la sabiduría; pero cuando llega a las puertas del jardín, se convierte en
su discípula.
Llegados a esos límites, la razón se somete a la guía de un conocer que es ya sin argumentos y sin palabras, un conocer no-conocer
porque en él nadie conoce nada, pero que es una noticia recia y cierta.
Ese es el límite de la razón; lo que seguirá está más allá de su poder,
aunque nunca en su contra.
Lo que Rûmî describe en este breve párrafo es nada menos que el
núcleo del método vedanta.
La razón debe mostrar a su discípulo que el mundo, como un conjunto de sujetos y objetos, como un mundo de dualidad y pluralidad,
es una construcción de nuestra condición de vivientes necesitados.
Debe mostrar a su discípulo que lo que damos por nuestra realidad es
sólo nuestra propia construcción.
Lo Real no es esa construcción. Lo Real no es la dualidad ni la
pluralidad que nosotros le proyectamos.
Cuando la razón ha podido demostrar estas afirmaciones, ya no le
queda nada más que enseñar, porque no puede ir más allá. Entonces
cede el paso y la guía al conocimiento, ya no conceptual ni argumentativo, sino al conocimiento silencioso: una capacidad insospechada.
La razón conduce, desbrozando el camino, hasta las puertas del
jardín. Desde ahí, quien toma la guía es el conocimiento y sentir silencioso; ellos serán los nuevos guías para traspasar la puerta del jardín
y adentrarse en él.
¿De quién es el conocimiento y sentir silencioso? De “Nadie”
porque es ya el Sin-forma.
cont
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