La fuerza del sabio es su no-existencia
Alí explica que todo su poder reside en no-ser, y que la fuerza de
su acción es que no es su acción.
Cuando empuña la espada es por amor de Dios, no por mandato
de su cuerpo.
Es un león en el combate, porque es el león de Dios, no por la furia
de su pasión.
Todos sus actos son actos de fe, de confianza y entrega de sí mismo.
Se le aplica la frase coránica: en la guerra no tirabas tú cuando tiraste
la flecha. No es él el que empuña la espada, sino Dios.
Su actuar es un no-actuar porque se ha deshecho de todo el equipaje del yo, porque ha comprendido que todo lo que no es Dios es
como no-existencia.
Su ser es sólo una sombra del sol.
Es chambelán de Dios, no cortina que le oculta.
Quien se considera existente, es como una cortina que tapa al Ser.
Su espada hace vivos, no mata.
Su violencia es contra la ignorancia y la hipocresía, por eso la sangre no empaña el brillo de su espada.
Porque se apoya en el puño de Dios, es inamovible como una
montaña en el autodominio, en la misericordia, en la paciencia y en
la justicia.
¿Qué viento puede mover esa montaña?
Los vientos sólo se llevan las basuras. Vientos como los de la cólera
o la lujuria barren a todos los que no reconocen.
El sabio es una montaña, un edificio que es Su edificio.
Todos los vientos de su espíritu son vientos de Él.
En él no hay otro viento que el anhelo de Él.
El que guía su caminar es nadie, salvo el amor del Uno.
La cólera es su esclava, la ira está embridada. Está sumido en la luz,
aunque su choza se hunda.
Si en su actuar aparece un pensamiento que no sea Dios, tiene que
envainar la espada.
El sabio es el que ama por causa “del que es”, odia por causa “del que es”,
da por causa “del que es” y retiene por causa” del que es”.
Pertenece a Él y a nadie más.
Ya no busca, ni se esfuerza, he atado mi manga a la falda de Dios,
dice Rûmî.73
Es puro testigo de todas sus acciones, tanto si vuela, como si planea
en círculos.
Es como la luna, que toda su luz es la del Sol.
Enseña que somos agua, pero de río; y en el río no cabe el mar.
Bella manera de decir que somos agua del agua, y no otra cosa; pero
en el agua del río no cabe todo el agua del mar.
Al hablar del mar inmenso a los que no somos más que ríos, sólo
cabe decir que el mar no cabe en el río.
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