De Narciso cego, 1952:
FIM DE MUNDO
Como em dia qualquer, a vida avança.
Eis quando, sem motivo, se enfraquece
a rigidez geométrica do espaço.
Súbito o sol estanca o seu girar
e se eterniza em puro meio-dia.
Noites, contudo várias, simultâneas
irrompem dos abismos; outras luas
derramam seu palor — maciamente
o equilíbrio do mundo se desfaz.
Nenhum estrondo turva, todavia,
o sossego do mundo em seu desfecho,
e a paisagem terrestre pouco sofre.
Os templos não desabam, edifícios
permanecem erguidos, e das torres
a sombra invade a rua, cautelosa;
não se interrompe o florescer nos campos.
Apenas, vagarosa, já se escoa
dos seres a substância que os anima.
Os pássaros se esquecem dos seus cantos,
os cavalos, aflitos, se prosternam,
e dos olhos dos bois vai se apagando
a solene humildade; silenciosa
uma estéril brandura envolve as feras.
À terra o mar devolve os seus defuntos,
mas rejeita-os a terra. Já são muitos
aqueles que fugiram de seus túmulos
e em confusa linguagem se interpelam
ante o assombro do vivo face à morte.
O assombro mesmo é curto: se dissolve
quando o barro que deu aos seres forma,
e trânsito aos amores e desejos,
vazio dos adornos incorpóreos
então se abraça à argila primitiva.
Sobra dos homens algo sobre o mundo
— pasto do tempo: as vestes e os sapatos.
A pena de existir logo abandona
o murcho coração das criaturas
e vai pousar agreste sobre as pedras
e as pedras se interrogam, conturbadas.
O mistério da vida enfim se irmana
ao mistério da morte: assim fraternos
emigram do terreno, sobrepairam,
escarnecem dos seres dissipados
e aos poucos vão tecendo a nebulosa,
berço talvez do próximo universo.
FIN DEL MUNDO
Como un día cualquiera, la vida avanza.
Entonces, sin motivo, se comprime
la rigidez geométrica del espacio.
Súbitamente el sol detiene su giro
y se eterniza en puro mediodía.
Noches, pero varias, simultáneas,
irrumpen de los abismos; otras lunas
derraman su palidez — blandamente
el equilibrio del mundo se deshace.
Sin embargo, ningún estruendo turba,
en su final, el sosiego del mundo,
y el paisaje terrestre sufre poco.
No caen los templos, los edificios
permanecen en pie, y la sombra
de las torres invade la calle, cautelosa;
no se interrumpe el florecer del campo.
Sólo, calmosa, de los seres
se escurre ya la substancia que los anima.
Los pájaros olvidan sus cantos,
los caballos, afligidos, se prosternan,
y de los ojos de los bueyes va borrándose
la solemne humildad; silenciosa
una estéril mansedumbre envuelve a las fieras.
El mar devuelve a la tierra sus muertos,
pero la tierra los rechaza. Son muchos ya
los que salieron de sus tumbas
y en confuso lenguaje se interpelan
ante el asombro de los vivos frente a la muerte.
El propio asombro es breve: se disuelve
cuando el barro que dio forma a los seres,
y movimiento a los amores y deseos,
vacío de los adornos incorpóreos
se abraza a la arcilla primitiva.
Queda algo de los hombres sobre el mundo
— pasto del tiempo: vestidos y zapatos.
La pena de vivir abandona inmediatamente
el corazón marchito de las criaturas
y va a posarse agreste sobre las piedras
y las piedras se interrogan, turbadas.
El misterio de la vida finalmente se hermana
al misterio de la muerte: así fraternos
emigran de la superficie, planean por encima,
se burlan de los disipados seres
y poco a poco van tejiendo la nebulosa,
cuna quizá del próximo universo.
NARCISO CEGO
Tudo o que de mim se perde
acrescenta-se ao que sou.
Contudo, me desconheço.
Pelas minhas cercanias
passeio — não me frequento.
Por sobre fonte erma e esquiva
flutua-me, íntegra, a face.
Mas nunca me vejo: e sigo
com face mal disfarçada.
Oh que amargo é o não poder
rosto a rosto contemplar
aquilo que ignoto sou;
distiguir até que ponto
sou eu mesmo que me levo
ou se um nume irrevelável
que (para ser) vem morar
comigo, dentro de mim,
mas me abandona se rolo
pelos declives do mundo.
Desfaço-me do que sonho:
faço-me sonho de alguém
oculto. Talvez um Deus
sonhe comigo, cobice
o que eu guardo e nunca usei.
Cego assim, não me decifro.
E o imaginar-me sonhado
não me completa: a ganância
de ser-me inteiro prossegue.
E pairo — pânico mudo —
entre o sonho e o sonhador.
NARCISO CIEGO
Lo que se pierde de mí
acrecienta lo que soy.
Con todo, me desconozco.
Por mis contornos
paseo — no me visito.
En fuente yerma y esquiva
flota, íntegro, mi rostro.
Pero no me veo nunca: y sigo
con el rostro semioculto.
Oh qué amargo es no poder
cara a cara contemplar
aquello que ignoto soy;
distinguir hasta qué punto
soy aquel que me soporto
o es numen no revelado
que (para ser) viene a mí,
a vivir conmigo, en mí,
pero me deja si ruedo
por las laderas del mundo.
Me deshago de mi sueño
y me hago sueño de alguien
oculto. Tal vez un Dios
sueñe conmigo, codicie
lo que guardo y nunca usé.
Ciego así, no me descifro.
E imaginarme soñado
no me completa: el afán
de ser entero persiste.
Y oscilo — pánico mudo —
entre sueño y soñador.
Thiago de Mello
(Versión de Pedro Casas Serra)
(continuará)
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