Aires de Libertad

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    Eugenio de Nora (1923-2018)

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    Eugenio de Nora (1923-2018) Empty Eugenio de Nora (1923-2018)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 08 Jul 2024, 11:16

    .


    Eugenio de Nora (Zacos, Magaz de Cepeda; 13 de noviembre de 19231​-Madrid, 2 de mayo de 2018) fue un poeta español de la generación de la posguerra.

    Biografía

    Doctor en Filología románica, fundó junto con Antonio González de Lama y Victoriano Crémer la revista de poesía comprometida Espadaña en 1944. Publicó en otras revistas poéticas de la posguerra española, como Cisneros o Corcel. En 1953 obtiene el Premio Boscán de poesía por España, pasión de vida. En 1949 se traslada a Suiza para trabajar como profesor de Literatura española en la Universidad de Berna hasta su jubilación en 1989.

    Entre 1945 y 1955 publica la mayor parte de su obra poética: Cantos al destino (1945), el clandestino Pueblo cautivo (1945-1946) publicado anónimo, pues contenía una incisiva crítica del régimen franquista, Amor prometido (1946), Contemplación del tiempo (1948), Siempre (1953) y España, pasión de vida (1953). Tras este libro sobrevendría un largo silencio hasta que en 1975 aparece una extensa antología de su obra poética titulada Poesía (1939-1964), en la que se incluía el nuevo poemario Angulares, que contiene poemas escritos entre los años 1955 y 1964.

    Escribió también un estudio en tres volúmenes acerca de la novela española de posguerra titulado La novela española contemporánea (1958-62), inspirado por los principios del realismo social.

    Desde sus inicios, Eugenio G. de Nora escribió una poesía comprometida social y políticamente, a la que Dámaso Alonso llamó poesía desarraigada, cuyo máximo exponente es su libro España, pasión de vida, de 1953. Sin embargo, la adscripción a la revista Espadaña y a las corrientes poéticas de compromiso social no debe hacer olvidar que Nora abordó otros temas relacionados con la condición humana, como el del amor. Así, ya en el poema inicial de Cantos al destino (1945) «Otra voz», se afirma la amplitud temática que caracterizará toda su producción poética, en especial la de los años 50. Amor, muerte, la preocupación por el paso del tiempo y el afán de trascendencia del ser humano van a ser los grandes temas de mucha de la poesía de Eugenio de Nora. El tono es elegíaco y a veces escéptico, revelando una visión existencialista del mundo.

    De este modo, en Eugenio de Nora se observa por un lado una vertiente de su obra centrada en el momento histórico, la poesía de compromiso social, y por otro una poesía preocupada por el destino individual del hombre, en el sentido existencial, que estaría representada por obras como Contemplación del tiempo (1948), si bien este poemario no está exento de poemas en los que se recuerda la guerra civil y sus consecuencias traumáticas.

    Pueblo cautivo (1945-1946) inaugura la poesía testimonial y de denuncia que caracterizará los libros posteriores de Gabriel Celaya o Blas de Otero.

    España, pasión de vida
    (1953) tiene componentes noventayochescos y regeneracionistas, como muestran los siguientes versos:

       ¡España, España!
       ¡Pasión de sangre!
       Amor de vida,
       amor de libertad te canta
       en una aurora de destino.
       Amor amargo de la patria

    Pero su tema principal es la reivindicación de la dimensión histórica de un pueblo y la preocupación política. La palabra España aparece con frecuencia obsesiva, y domina la exclamación y la interrogación retórica. El poemario constituye una amarga denuncia del pasado, pero también alberga esperanza en el futuro.

    Falleció en Madrid el 2 de mayo de 2018 a causa de una insuficiencia respiratoria.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Eugenio de Nora del libro No he de callar... Cantos civiles, 1944-1951, Endymion, 1997:


    MANDATO

    Todo el que pueda, oiga: porque cada palabra
    que escribo está madura de verdad. Oiga y mire,
    y compruebe las cosas, y su esencia en el verbo.

    Ahí está lo más simple: lo azul sobre los montes;
    y yo le digo: cielo. Y es verdad lo que canto.
    La claridad que pasa, reflejando las nubes;
    fuente, nombro. Y la tierra ha rendido un secreto.
    La cabellera verde del valle iluminado:
    hierba, árboles; y toco la tibieza y la sombra.
    Palabras, luz. No puedo poner velos al fuego.

    Sí. bien sabe el poeta su mandato divino;
    dar la verdad, hacer justicia a cada cosa.
    ¿Quién desvelará el Orden, y su norma, y el Caos?
    La fuerza es misteriosa. ¿Quién dirá la palabra?

    ¡Oh Dios, oh hueco ausente!
    .....................................No hubo un ángel ni un cáliz
    para nuestra amargura. Todos estamos solos:
    si existieran los ángeles, como voluntad pura
    del Todo, darían signo
    de paz sobre la Tierra. Pero ¿quién vio algún ángel?

    Yo soy un hombre, y canto
    con los ojos abiertos. Digo cosas que veo,
    no los ángeles puros ni su claro mensaje.
    Las cosas que yo he visto sobre la tierra dura,
    voz a voz, llanto a grito las iré declarando.

    (En verdad, cualquier hombre, con su sangre y sus huesos
    lleva ya demasiado de ira y desprecio y pena.
    Acaso yo debiera purificar mis ojos
    en luz de agua o de luna, maravillar mis manos
    en el tacto amoroso de mejillas y flores).

    Acaso, y no lo hago: las ciudades de muertos
    -Badajoz, Zaragoza, Guernica…- interminables;
    los caminos de España bordeados de sepulcros;
    las cárceles oscuras, y las madres más solas,
    todo lo que es presencia de la patria escupida,
    me dicen: persevera.
    ....................................Si la virtud del hombre
    fuera amar, y olvidarse, y perdonar, desprecia:
    Nos ha tocado un tiempo en que ser hombre es poco.

    Pura voz de poeta. Honda voz de las cosas.
    No sé si canta o llora
    con los ojos abiertos:
    .....................................Ahí están mis palabras.



    QUIERO DECIR

    España, quiero atestiguarte.

    Quiero esculpir en roble viejo, a hachazos,
    con mano tosca, pero estremecida
    de ira y cariño y pena,
    tu águila y tu serpiente, entrelazadas.

    España, quiero arropar tu desgracia
    en palabras hermosas como pliegues airados,
    para que te conozcan y te amen
    los que aún te ignoran, los que siguen ciegos
    a tu dolor de cárcel y naufragio.

    Quiero poner un poco de luz en este acto
    de esclavitud y de mordaza puesta
    sobre sangre reseca o renovada;
    porque no son ajenos
    a tu vivir los que tacha con trazos
    de oscuridad y luna el enrejado
    de los presidios.

    ..............................Quiero expresar algo
    de tu verdad inalterable y viva.
    Y aún otra vez cantar cómo te amo,
    patria injuriada por tus mismos hijos
    de perra, los que ensucian
    y mean en tu sagrado, los que arrojan tu nombre
    cada día como insulto al hermano.

    Corral en que vivimos, patria,
    quiero decir la náusea de tus días marchitos,
    quiero soñar y prometer la ruta
    de libertad de tu pueblo cautivo.



    LOS DÍAS

    Una vez más el gris de otro crepúsculo
    como ceniza sucia en la boca del alma.
    Un día de vergüenza a transcurrido.

    Sabedlo ahora vosotros, que por la libertad
    ofrecisteis la vida, aceptasteis la muerte;
    que con la libertad
    ordenáis la victoria, coméis pan bien ganado,
    esperáis otro día más feliz cada noche:
    hay compañeros vuestros que sella la derrota,
    porque si la traición segó o vendió sus vidas,
    traición y cobardía perpetúan fosa y cárcel.

    Cada día que pasa
    es otro en que la herida se agiganta y encona,
    en que los criminales digieren su rapiña,
    en que a millones de hombres camaradas del mundo
    se les niega la vida, la ocasión de una muerte
    con honor, combatiendo. Perdemos cada hora
    la ocasión todavía
    de pensar que allá lejos existen pueblos libres.

    Un día más transcurre.

    Aún podemos seguir llamándonos esclavos.


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    Eugenio de Nora (1923-2018) Empty Re: Eugenio de Nora (1923-2018)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 08 Jul 2024, 11:58

    .



    TESTIMONIO

    El silencio pesado,
    la música, y el tiempo que hace ahí fuera.
    la gente de las calles con uniforme o luto,
    las cicatrices que miro en tantas almas,
    el sol rojizo iluminando cárceles,
    ruinas, y ciertos muros, ah, ciertos terraplenes
    en los que se incrustaron balas tibias con sangre,
    con sorpresas de sangre visitada de pronto;
    las condecoraciones, las banderas,
    los hombres más providenciales, y los menos,
    las noticias que no traen los periódicos,
    y las otras interminables, infantiles,
    anonadantes cosas de diferente especie,
    me sitúan en mí, sin libertad posible,
    como una oruga entre batallas:
    no hay ojos, pies o manos,
    palabras, violines,
    con los que ver, tocar, pisar en firme,
    escuchar un latido
    al combatido corazón de la vida,
    sostenerse en el lomo de ballena furiosa
    que revuelve estas cosas que pasan.

    Yo bien quisiera
    hablar con voz más pura de la luna y las flores,
    o descifrar en versos mágicos
    el color de los ojos de la mujer que amo:
    pero ahí está lo otro
    un oleaje, una salva de aplausos y disparos,
    el mar ronco por las calles.

    Yo fui aquél que silenciosamente
    besa las rosas y contempla el cielo:
    Pero ahí están los años enemigos,
    tupidos de odio, abiertos como heridas,
    desfallecidos de belleza amarga.
    ¡Aquí está el alma llena de cadenas,
    el ciego sol sobre la mar sin nadie,
    tanda espada de música en mi pecho!

    Mirad la gente consumiendo vida:
    el que trabaja, el que digiere en calma,
    el que afila las armas, el que escupe;
    todo lo dicho y más interminable.

    Y entre tantos oficios yo soy aquel que mira,
    aquel de quien se pide que atestigüe y declare.



    LA FUENTE

    Esta, entre dos caminos
    era la fuente vieja.

    Me acerco silencioso.
    Y miro en la aspereza
    el reguero que fluye
    de la oscuridad fresca.

    Entre la hierba tibia
    cinco amapolas nuevas
    erigen, esparcidas,
    su soledad ligera.

    No quiero decir nada:
    Silenciosa es la tierra.

    Una noche, troncharon
    junto a esta agua serena
    cinco vidas muy jóvenes.

    Iban hacia la vega
    unos hilos de sangre:
    Bautismo de la tierra.

    Han pasado diez años
    y ahora el verano estrena
    algunas flores rojas.

    No vi más. Ésta era
    la fuente vieja; ahora,
    con nombre de leyenda,
    la fuente de los muertos.

    Así la tierra espesa
    su olvido. Dulce y verde,
    con silencio de hierba.



    MAS, TAMBIÉN DE LA HISTORIA...

    Más, también de la historia se nutre la esperanza,
    como el rosal de otoño con las hojas caídas.
    Quien sufre su derrota aún no está derrotado.

    Doloroso y tenaz es el recuerdo, vivo,
    de España fusilada.
    ....................................Tres largos años rojos
    poblaron la ancha tierra de simiente infinita.
    Cada día, y de noche, y en el alba afilada,
    llovió y llovió sin tregua. ¡Oh durísima sangre!
    ¡Oh vida encadenada!

    ...................................Las ciudades, la tierra,
    ahogaron su voz clara en la humedad terrible.
    Un día ya, ni la pólvora, mojada en sangre, ardió.

    Entonces fue la paz: pisar sobre los muertos.



    VEINTE AÑOS TENGO...

    Veinte años tengo ante mi voz, maduros,
    y pienso: es poca vida para tanta hermosura.
    Es poco sufrimiento para esta atroz grandeza.

    Yo nunca tuve el cuelo, tan azul e infinito,
    crucifijado en rejas. No he sentido qué dice
    un fusil que se encara con el pecho indefenso.
    Nunca escribí con sangre nombre alguno en la arena.
    ¡Oh palabra desnuda!
    ¿Quién podría contar estas humildes cosas?
    ¿Y, también, dar el signo de los ríos, del aire,
    atestiguar la tierra tan extensa,
    los hondos enterrados, el verano
    de la sangre y las flores?

    ¿Qué voz adolescente señalará: "esto es muerte;
    esto
    es plenitud", o bien: "Mirad la aurora"?



    PAISAJE

    ¡Tierra de nuestra patria! Repetida en ciudades
    y valles caudalosos de verde cabellera,
    peinada por la lluvia, reflejada en el cielo
    de niños y muchachas que por ti florecían.

    Tierra de nuestra sangre, repetida y hermosa,
    recostada en Europa, de África al Pirineo,
    bajo el sol de tus dioses obstinados y ardientes,
    insignia, ejemplo puro como una palma abierta.

    Tierra que te miramos y la vida se siente
    sin fatiga aceptada, protegida en tu rostro
    permanente y variable, diloatada en los ríos,
    hacia tu mar cantando la canción del destino.

    ¡Áspera amada tierra! Qué tupido tu aire
    de llanto y de cansancio; qué terrible tu suelo
    de nombres indelebles, sepultados y firmes;
    qué amargo tu pan duro de esclavitud y exilio.

    Mirarte floreciendo como luz impasible,
    con tu crueldad de rosa que presencia una muerte,
    como un gran sol sereno mientras el aire llora
    al sentir derribarse tus espigas humanas.

    ¡Ah! Cada primavera pone un suave misterio
    con figura de hierba sobre huesos perennes,
    sobre ausencias que nunca, nunca herirá la luna
    porque fecundan sólo la incognoscible entraña.

    Porque los muertos callan, y su tierra da flores,
    y hay debajo del aire nombres mudos e iguales;
    ah, cada lluvia nueva, cada perfil de aurora,
    parece que borrara las pisadas del crimen.

    Cada poniente pone de oro viejo la frente
    de casas cuyas tripas humedece la sangre.
    Y parece que nada perturbara la tierra,
    y un mismo azul del cielo diera paz a los hombres.

    ¡Tierra! Tu mar es hondo, tus entrañas de tierra
    acumularon fuego de mil soles de agosto;
    el espesor del tiempo conocido en tu historia
    dice que el viejo toro despertó cuando quiso.

    ¡Tierra, no estás baldía! No hay arenal, ni peña
    sin una rosa roja que anuncie la consigna;
    entre el cardo y la malva, las espigas aún dicen
    su verdad laboriosa con la espada en tu mano.

    En ti se ve sereno lo enorme transcurrido.
    Quizá puedes, oh tierra, sonreír todavía.
    Quizá esclavitud y odio se disipen de pronto
    como sombras que ahuyenta la Razón, despertada.


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    Eugenio de Nora (1923-2018) Empty Re: Eugenio de Nora (1923-2018)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 09 Jul 2024, 03:44

    .


    LOS GRITOS RITUALES

    ¡España, una!

    ............................Y ellos dieron fuego
    traición y muerte al pueblo único,
    que trabajaba por su misma dicha.
    Y rompieron España en dos Españas,
    y separaron, irreduc6tiblemente
    hasta un millón de muertos de su banda asesina.
    Y la unidad que gritan
    es la de nuestra sangre con su látigo pronto;
    el aburrido, ahíto, y el pueblo, hambre sin fecha.

    ¡España, grande!

    ............................Y ellos vendieron todo,
    el pan de cada día y el honor de un país vivo
    por la vieja quijada del crimen fratricida.
    E hipotecan ahora el hogar usurpado
    al primer usurero, al mercachifle ávido,
    degradando su misma voluntad de ladrones.

    ¡España, libre!

    ............................Y a la libre, España,
    que seguía su camino de paz hacia el futuro,
    asesinaron por la espalda, y a los supervivientes dieron
    la libertad del plomo, de pudrirse en la tierra,
    o de acumular odio entre rejas y estacas.

    ¡Arriba España!

    ............................Ellos, los que al hermano
    pisotean hasta hundirlo en el polvo,
    ellos, los que amontonan
    su baba de mentiras sobre la faz hermosa de la patria,
    ellos, los que a las zanjas y cunetas inmensas
    alzaron, lo más puro del vigor de la vida;
    ellos, que ahí estánj inclinados, serviles,
    ante el sucio extranjero que negocia y escupe.



    LA HERENCIA RENOVADA

    De todo lo ganado, de todo lo perdido,
    de lo que fue algún día como luto o derrota,
    del amor y el desprecio que en el alma combaten,
    algo queda, sin duda:
    ....................................mirad la amarga tierra,
    húmeda, incorporando lo podrido y deforme
    en árboles y estratos de nueva arquitectura:
    se sucede la vida, y al igual, tiempo a tiempo,
    la historia se sucede.
    ....................................Desolación o muerte
    recibimos; un pueblo debatido en el fango:
    ¿qué edificar, entonces? Lo podrido dio podre,
    el cadáver de España, peste negra y gusanos.

    Pwero la vida sigue; sobre la muerte misma
    en el pulso del pueblo la patria late y sigue.
    Y aún de aquella imposible resistencia a la muerte
    heredamos también coraje y gloria.
    ....................................................................Nada
    podemos olvidar, nada queremos
    que borre el tiempo en nuestros corazones,
    pero nuestra mirada busca la vida nueva,
    y una inmensa esperanza
    puebla el aire futuro de cánticos y espigas.

    Alegría es nuestra obra:
    con bautismo de sangre, alegría nombramos,
    vida plena nombramos en el tiempo que viene.

    Heredamos a todos nuestros muertos,
    hombres, niños, ausentes
    en zanjas, entre escombros, bajo rejas mohosas;
    heredamos a nuestros tristes vivos, a nuestra oscura vida
    de alimañas aún libres en los montes hermanos,
    o de esclavos que el plomo, por acaso, desprecia.

    Pero no, compañeros, nosotros tomaremos
    ejemplo de la tierra siempre joven.
    Trágica primavera que alimentó la muerte,
    de lo informe alzaremos flores, árboles, frutos:
    porque amamos aquello que nos falta;
    queremos pan en el hueco del hambre;
    libertaremos toda la alegría;
    en cada seria, dolorosa ausencia
    florecerán sonrisas de niños y muchachas.

    Y la semilla a la tierra fecunda
    y el plomo al corazón estéril,
    para que bala y rosa también tengan su sitio.



    HIROSHIMA

    Pensemos en una ciudad
    entre la noche y la mañana.
    Amaneciendo junto al mar.
    Casi dormida, o desvelada
    aquí y allá en lo más sensible:
    un niño llora, una ventana
    se enmarca en luz para el trabajo,
    en una calle quizá pasa
    un hombre, un carro... Los caminos
    traen solos la madrugada.
    Sin duda el país está en guerra.
    Sin duda alguien no descansa.
    Quizá en el muelle se amontonan
    para el soldado telas, latas
    de sardinas, fusiles nuevos;
    quizá en una plaza se alza
    un cuartel, o en los barrios pobres
    de las afueras, una fábrica
    de máscaras, o de tejidos,
    de ruedas de autos, o de planchas
    especiales para el blindaje.
    Todo eso entra en la balanza.

    Pero mirad los dos platillos.
    Imaginad miles de casas.
    Una ciudad es así: tiene
    cinco cuarteles, cuatro fábricas,
    y veinte DCA Junto a ellos,
    hay cien mil madres, dulces, grávidas
    de niños (en el vientre, al pecho,
    de la mano, cuando ya andan,
    cuando van a ir a la escuela...),
    hay cien mil vidas que se apagan
    en las largas tardes, al sol
    que ya no sólo luchan..., con lágrimas
    por el nieto o el hijo muerto:
    hay miles y miles de almas:
    arracimadas a una vida
    de trabajo y paz, cotidiana.

    Y en este momento despiertan.
    En ese momento se alzan,
    las medusas de las sirenas,
    en el terror petrificadas
    y en el zumbido. Se alzan, corren
    a los refugios. Gritan, llaman
    apresuradamente extraen del sueño
    niños y ropas. Llegan, pasan
    atropellándose a lo oscuro.
    Se aprietan y rezan. Y aguardan.

    A varios miles de kilómetros
    hay un hombrecillo con gafas
    algo intranquilo. ¿Está bien hecho?
    ¿Cabe una ira tan sagrada?
    Lo más malo que ellos han hecho
    (tener una industria barata,
    en competencia con la nuestra).
    ¡Muertos de hambre, piojos de Asia!
    ¿Querían copar nuestros mercados?
    ¿No han atacado por la espalda?
    Además, en último término,
    ¡ni son gente de raza blanca, blanca...
    son casi iguales que nuestros negros!
    ¡Ea, ya está hecho! A ver qué pasa.

    Lo que ha pasado no se puede
    contar. No hay lengua, no hay palabras
    para decirlo. Al lado de esto
    hablar de infierno es decir nada.
    Pensad una ciudad enorme,
    alejada de la batalla.
    Miles y miles de personas,
    miles y miles. Sí. Pensadlas.
    Jóvenes madres por decenas
    de millares. Y una infancia
    de colmenar innumerable.
    Y la ternura algo beata
    y temblorosa de los viejos
    y las abuelas. Sí; pensadlas...
    Y pensad, que ya no existen.
    Ya es una sola llamarada.
    Humo, silencio sin oídos.
    Despellejada luz amarga.

    +Como obra de ricos, cifrémosla,
    haciendo una cuenta sumaria,
    en grandes números. Es eso:
    una operación de Finanzas.
    Ved: 17.000 personas
    son nada más aire, quemadas
    (y vergüenza en ti, si eres hombre);
    45.000 aún tardan
    horas inmensas en morir:
    (son cuerpos negros, grieta y llaga,
    que ulula y arde y agoniza);
    65.000 ardiendo
    en la parrilla americana
    para adobar la suculenta
    cena del Club; días, semanas,
    sin piel primero, luego sin
    manos, sin piernas; sin entrañas
    finalmente, y la paz se firma.
    Toda una Paz americana.
    129.000 muertos.
    Más 18.000 que se arrastran
    sin todo el cuerpo, para siempre.
    Y 80.000 feroces camas
    todavía muerden, clavan, queman
    en la sufriente carne humana...

    Hiroshima. Sólo un recuerdo.
    (El hombrecillo de las gafas,
    ni lo recuerda. No hace mucho
    discurseaba, en propaganda
    "antoitotalitaria"· el trémolo
    de moda: Guernica arrasada,
    astutamente, entre el Kaytin
    mitificado y una pobre Holanda,
    de retórica. Nobles nombres
    llevando del brazo al fantasma
    de la calumnia. Y la victoria
    de Hiroshima, por bien ganada.

    Sólo recuerdos, en un mundo
    con la memoria recargada.
    Pero la vida no es recuerdo.
    Y nuevamente la amenazan.
    El hombrecillo, hablando a la orden
    de los chacales de ancha garra:
    "Lo volveré a ordenar de nuevo"
    acaba de decir. ¡Acaba
    de decirlo! En contra de un mundo
    que trabaja por la paz, que ama
    la paz sobre todas las cosas,
    construyéndose, cada jornada.

    ¡No, no es un recuerdo Hiroshima!
    Está en tu país, en tu casa,
    en Madrid, en el jardín mismo
    de tu niñez, está en la Plaza
    de Cataluña, junto al quiosco
    donde compras cada mañana
    los periódicos, en tus manos
    que querrán paz aún hechas llamas,
    está en la frente de tu madre,
    sobre los labios de tu amada:
    Hiroshima está en los juguetes
    de tus hijos, va a estar al alba
    (de algún día tuyo, suyo y nuestro);
    está Hiroshima donde estaban
    París o Sevilla o Florencia,
    está en tu carne, está en tu alma.

    Hay que detener a la muerte.
    hay que acallar esta amenza.
    Hay que demostrar que la Historia
    la rige el Hombre, y no la rabia
    de negreros que ven hundirse
    sus colonias dolorizadas.
    (También es cierto, americano,
    por ti. Piensa cuál es tu patria).

    Todos unidos venceremos.
    No volverá a estallar un alba
    como la que borró Hiroshima.
    Todos unidos, mientras canta
    la voz del hierro en construcciones,
    la voz del trigo en la llanada
    de una serena luz fecunda.
    Un mundo nuevo en paz se alza.
    La libertad está llegando
    en lucha por la paz. El hombre
    hará surgir la aurora humana.


    EUGENIO DE NORA, No he de callar... Cantos civiles, 1944-1951, Endymion, 1997.


    _________________
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