Stephen Spender (Kensington, 28 de febrero de 1909-Londres, 16 de julio de 1995), fue un poeta británico.
Hijo del escritor y periodista liberal Harold Spender, tuvo tres hermanos: el científico y explorador Michael, el fotógrafo Humphrey y Christine.
Estudió en la Escuela Gresham y más tarde en la Universidad de Oxford.
En 1930 marchó a Alemania, donde inició sus trabajos poéticos. Conoció de cerca la Alemania nazi y se manifestó como socialista. En 1937 se alistó en el Batallón Británico que conformó las Brigadas Internacionales que combatieron en defensa de la Segunda República Española durante la guerra civil de 1936 a 1938. Acudió a España en compañía del futuro escritor T.C. Worsley.
Al regreso a su país se alistó para el servicio de bomberos de Londres, donde tuvo parte activa durante la Segunda Guerra Mundial. Mantuvo sus convicciones socialistas pero fue muy crítico con el comunismo tras la firma del Pacto Ribbentrop-Mólotov.
Junto con Cyril Connolly y Peter Watson, fundó la revista Horizon y más tarde Encounter. Enseñó en diversas instituciones estadounidenses y ocupó la cátedra Elliston Chair de la Universidad de Cincinnati en 1953. En 1970 fue nombrado profesor de inglés del University College de Londres.
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Algunos poemas de Stephen Spender:
Primeros poemas:
FACETAS DEL "YO"
Un "yo" nunca puede ser un hombre grande.
El presunto gran hombre tiene sus flaquezas
y para sus amigos resulta en extremo notable por sus debilidades:
su mal humor en las comidas, su disgusto al ser contradicho,
su único placer cierto, pescar en los estanques,
su único deseo verdadero, olvidar.
Para huir de los amigos y perfeccionarse en el ser compuesto
el "yo" central se rodea del "yo comiendo"
"yo amando" "yo irritado" "yo excretor",
y el gran "Yo" en él inmerso
nada tiene que ver con todo esto
ni puede pretender jamás que su lugar genuino
descansa en la frente ni en la seguridad de su mirada.
El gran "Yo" es un intruso desafortunado
en conflicto con el "yo cansado", el "yo dormido"
y todos aquellos otros 2yo" que anhelan el "nosotros muertos".
TOSCOS
Mis padres me protegían de niños que eran toscos
que emitían palabras como piedras y llevaban raídas ropas
mostrando sus muslos a través de harapos. Corrían por la calle,
escalaban riscos y se desnudaban junto a los arroyos del campo.
Temía a sus músculos. de acero más que a tigres,
a sus agitadas manos y a sus rodillas firmes sobre mis brazos.
Temía el grosero señalar con descaro de aquellos niños
que imitaban mi ceceo a mi espalda en la calle.
Eran ágiles y aparecían como perros desde detrás de setos
para ladrar a mi mundo. Lanzaban barro
mientras yo miraba hacia otro lado fingiendo sonreír.
Deseaba perdonarlos ardientemente, pero ellos no sonreían nunca.
LO QUE ESPERABA
Lo que esperaba era
trueno, lucha,
largos conflictos con los hombres
y ascender.
Tras un continuado esfuerzo,
me iría haciendo fuerte;
entonces temblarían las rocas
y yo descansaría largamente.
lo que no había previsto
fue el gradual y cotidiano
debilitamiento de la voluntad,
desperdiciando su agudeza, gota a gota,
la falta de bondad al tacto,
la decadencia del cuerpo y del alma
-humo al viento
corrupto, insustancial.
El desgaste del Tiempo
y el espectáculo del paso de los lisiados
con sus miembros en forma de interrogación
en sus extraños retorcimientos
la pena cenicienta
disolviendo con dolor los huesos,
los enfermos desmayados sobre el suelo-
todo esto no lo había previsto.
Siempre a la espera
de algo hermoso en lo que confiar,
una última inocencia
limpia de polvo
que, adquiriendo solidez,
gravitara sobre las cosas todas,
como un poema concebido,
o un tallado cristal.
NO MÁS PALACIOS
No más palacios, coronas de una época,
donde habite el pensamiento y las intrigas;
yo edifico
arquitecturas florales de hojas doradas
que proceden de gentes ordenadas en pensamiento único.
Yo sólo digo esto:
es demasiado tarde para barroquismos exóticos
para el orgullo de familia y para las cenizas quintaesenciales de la belleza;
oíd, subrayo con énfasis las palabras,
aquí sorbo energía y solamente energía
como la carga eléctrica de una batería
para este cambio del Tiempo.
Ojo, gacela, delicada errabunda
bebedora del límite impreciso del horizonte;
oído que pende de una cuerda,
espíritu que bebe infinitud;
tacto, amor, sentidos todos;
dejad vuestros jardines, vuestras alegres fiestas,
vuestros sueños de soles en rotación ante el sol nuestro,
del cielo después de este mundo.
En lugar de ello, observad las imágenes de cristal fulgurante
que ciega el sentido extremo, el límpido deseo,
bandera de nuestra causa que cincela el viento.
Ningún espíritu busque aquí la paz. Sino esto: nadie
debe sufrir hambre. El hombre debe consumirse igualitariamente.
El objetivo al que nos obligamos a llegar: que el hombre sea un hombre.
Este programa del viejo Satanás
sobre la página ensangrentada, erizada de armas
y de buques de guerra empinados sobre olas montañosas:
¿para qué? Exigencia de un ruinoso propósito
que todo lo destruye, excepto a los eternos expoliadores.
Nuestro programa es éste, pero al contrario.
Muerte a los que matan, traer luz a la vida.
1934-1939:
PENSAMIENTOS DURANTE UN ATAQUE AÉREO
Desde luego, el esfuerzo consiste en colocarse
fuera del alcance normal
de lo que llamamos estadísticas. Un centenar de muertos
en los suburbios de extrarradio. Bien, uno sigue viviendo.
Mientras esa cosa llamada "yo" pueda incorporarse
sobre la cama de baldaquinos que tanto se parece a un carro fúnebre,
en el dormitorio del hotel en el que el papel de la pared semeja
emanar humeantes guirnaldas de rosas, uno puede ignorar
la opresión de aquellos nombres bajo los dedos
dentados de los tipos de plomo de la imprenta, mientras
en el bar suena el lamento marginal de la radio.
Sin embargo, ¿imagináis que una bomba hincase
su espoleta en mitad de esta cama, con uno sobre ella?
La idea resulta obscena. Pero hay muchos
para quienes la pérdida de uno mismo demostraría,
en verdad, la operancia de lo impersonal. Lo que interesa es
que cada uno permanezca individualizado,
tumbado bajo las rosas y que nadie sufra
por su vecindad. Así, el miedo se pospone
compartido entre todos, hasta que se detenga sobre uno
el halo del dolor incomunicable
que resume el misterio absoluto o nada.
ÚLTIMA RATIO REGUM
Los fusiles escriben la última razón del dinero
con letras de plomo sobre las colinas en primavera.
Pero el muchacho que yace muerto bajo los olivos
era joven e ingenuo en demasía
para ser digno de atención por sus altos puntos de mira.
Constituía un blanco mejor para un beso.
Mientras vivió, nunca le convocaron las hirientes sirenas de las fábricas
ni la puerta de chapa y de cristal del restaurante ondeó para acogerle
su nombre jamás apareció en los periódicos.
El mundo mantuvo su tradicional muralla
alrededor de, enterrando su oro en profundidad de pozo,
al paso que su existencia, intangible, como un rumor de Bolsa, se expandía al espacio.
Oh, un día cuando la brisa derribaba pétalos en los árboles,
dejó caer su gorra con excesiva ligereza.
El muro desnudo de flor germinó con capullos de fusil,
el odio de la ametralladora segó las hierbas;
estandartes y hojas cayeron de manos y de ramas;
la gorra de mezclilla se pudrió en los espinos.
Considerad su vida carente de valor
en términos de empleo, de registros de hotel y archivos de noticias.
Considerad. Sólo una bala entre diez mil mata a un hombre
Preguntad. ¿Quedó justificado tal dispendio
con la muerte de un hombre tan ingenuo y tan joven
que yace bajo los olivos, oh, mundo, oh, muerte?
UN CRONÓGRAFO Y UN PLANO ARTILLERO
(A Samuel Barber)
Un cronógrafo y un plano artillero.
A las cinco cayó un hombre al suelo
y el cronógrafo voló de su muñeca
como una luna arrancada de la tierra
marcando un tiempo en blanco que contempla
las mareas cambiantes a sus pies.
Todo bajo las ramas de los olivos.
Un cronógrafo y un plano artillero.
Permaneció lealmente en aquel lugar
separado de su viviente camarada
por los límite divisorios de la bala
que abrieron ampliamente las distancias
de su postrera soledad.
Todo bajo las ramas de los olivos.
Un cronógrafo y un plano artillero.
Y los huesos inmovilizados a las cinco
bajo la intemporalidad de la luna;
pero otro que sigue viviendo
lleva por siempre en su corazón
el vacíoo abierto por la bala
Todo bajo las ramas de los olivos.
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