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José Luis Giménez-Frontín (Barcelona, 1943 - íd, 21 de diciembre de 2008), fue un editor, escritor, traductor y crítico literario y artístico español.
Biografía
De familia con raíces aragonesas y manchegas, nació en Barcelona, aunque él siempre se consideró manchego; estudió Derecho y, tras una breve etapa como profesor ayudante, se incorporó como director de publicaciones de la Editorial Kairós, propiedad de Salvador Pániker, donde publicó autores de la contracultura de los años sesenta y textos polémicos de Terenci Moix, así como Los ocho nombres de Picasso, de Rafael Alberti, primer libro del autor gaditano aparecido en España después de 1939. Su obra poética es la de un independiente. Existe conciencia social, la participación en la lucha contra la dictadura, la exigencia de una nueva manera de entender la libertad y una última y creciente preocupación espiritual, que no dejaba de lado los infortunios colectivos. Estaba casado con Pilar Brea. Tuvo un hijo, Daniel, de su primer matrimonio con Maria-Luisa Feliu y tres nietos, Max, Léo y Oscar.
Ha traducido a Jean Jaurès (Los orígenes del socialismo alemán), Marthe Robert (Acerca de Kafka. Acerca de Freud), Maurice Nadeau (Gustave Flaubert, escritor), Lewis Carroll (poesía incluida en la edición ilustrada Niñas), Donald Barthelme (Paraíso) y Flannery O'Connor (Los profetas), así como la versión de poemas de Werner Aspenström realizada con el poeta sueco Lasse Södeberg. También ha traducido del catalán poemas de Joan Salvat-Papasseit y Bartomeu Rosselló-Pòrcel, entre otros. Fundó el suplemento literario semanal del Tele-Expres, y colaboró en El País, ABC, Avui, El Mundo y La Vanguardia y en las revistas Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, El Urogallo, Hora de Poesía, Cuadernos del Norte, Cuadernos de Son Armadans, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera, Lateral, Turia o Cuadernos de Estudio y Cultura de la ACEC.
Empezó a escribir poesía en 1972 y recogió toda su producción poética en 2006 con el título de La ruta de Occitania. Poesía reunida, suma de una labor lírica que había sido reconocida con el Premio de literatura Ciudad de Barcelona en 1981 (Las voces de Laye), que volvió a ganar en 1991, pero por una novela: Señorear la tierra; también escribió una novela negra, El idiota enamorado (1982), su obra más vendida y reimpresa. Sobre su estancia, como lector, en las universidades de Bristol y tres años en Oxford, escribió los memoriales de Woodstock Road en julio. Notas y diario (1996) y Los años contados (2008), última de sus obras. Fue presidente de la Associació Col.legial de Escriptors de Catalunya/Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC) desde 1980 hasta su muerte y director de la Fundació Caixa Catalunya (1987-2004), en la que desarrolló una gran labor de dinamización cultural recuperando a autores olvidados o marginados por la cultura oficial. Organizó asimismo los actos relativos al cuatricentenario de la primera parte del Quijote y medió para congraciar a las partes divididas de la cultura catalana por cuestiones lingüísticas. Esta trayectoria cultural le valió la condecoración francesa de Chevalier de l'Ordre National du Mérit y el Premio Esquío de Poesía 2006. Ha sido juez, profesor y traductor, ha organizado exposiciones y ha dirigido colecciones editoriales y revistas. También fue miembro de la ACCA (Asociación Catalana de Críticos de Arte) y de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte), y vicepresidente del Centro Español de Derechos Reprográficos. Realizó adaptaciones de clásicos para la literatura infantil: El Rey Lear (1983), El Ramayana (1984), Macbeth (1985), La tragedia de Romeo y Julieta (1985), Los siete viajes de Simbad el marino (1986) y Don Quijote (1989) y escribió él mismo algunas obras. Se le detectó un cáncer fulminante muy avanzado y falleció tres semanas después, el 21 de diciembre de 2008.
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*
Algunos poemas de José Luis Giménez-Frontín:
De La sagrada familia (1972):
LA SAGRADA FAMILIA, I
Primero le mostraron la cama del abuelo
con sus tres colchones que amortiguan la historia
y levantan un trono sobre los aparceros:
"La tierra, desde siempre, tuya es.
Tuyos los muslos más largos de la costa,
la casa modernista y el amor más profundo.
A tu paso, brillante la mirada,
con oro, plata y rosas en las manos,
el mundo, agradecido,
se rasgará como una mandarina."
Y en invierno, desde el primer invierno,
el más joven se inicia junto a la chimena:
"Esta es la tia Eulalia en el Cuerno de Oro
en viaje de novios a bordo del Kenitra,
y este alferez que ríe es tu padre en el frente."
Es su padre en el frente.
De Amor omnia (1976):
ESA MANSA LOCURA
Todo está en calma ahora, y sigilosamente
arden los aires un derroche de púrpura,
se incendian las vidrieras del oriente
y el faro pestañea cada vez más osado.
Bajo una malla de quebrados vuelos
el tiempo se detiene y acaricia
el patio y sus secretos en silencio:
los desconchados muros, las pizarras,
entrañas de la tierra entre mis dedos,
un almendro cansado y el agua que se aferra
al geranio, sus yemas y colores,
calor de pan en los bancales negros,
y en los gatos ariscos mansedumbre.
Esa mansa locura que todo lo penetra
y extravía miradas y solidarias risas.
Porque yo soy ya otro. Como el mar es extraño
sobre la misma costa, contra el pueblo diverso
e inmóvil en la roca. Como la luz es otra
poco a poco, y la misma. Y es el día. Y la noche.
A TI, QUE YA LO SABES
Cuando el puño se cierra en el recuerdo
de unos días de luz -fiebre añorada-
y se vidrian los ojos que ya no ven tus ojos,
cuando desnudo, el hombre se desnuda
hasta de su palabra y de su voz se olvida,
-tú ya lo sabes- para nacer de nuevo
debe como morir el hombre en las montañas.
Lanzar un alarido con el cuerpo.
Un grito tan profundo y deseado
que de boca, luego, nazcan rosas.
HABLA EPICURO
Una mañana, uno se sorprende
con la vida madura entre las manos.
Ha enterrado su infancia en ese día.
La adolescencia sigue, y se resiste,
y cree no morir y va muriendo
hasta la noche en que uno se desvela,
agobiado su lecho de recuerdos.
Pierde la juventud en ese encuentro.
Pero la madurez -oh donación tardía-
ya no nos abandona, aunque queramos
a la vejez abrirle nuestras puertas.
Que es más veloz la muerte que la vida,
dice Epicuro, anciano, a sus discípulos.
De Las voces de Laye (1980):
EL ARTISTA EN LA CIUDAD
Atrévete -me dijo-
Desciende a los infiernos
por la boca de un túnel suburbano.
Ven a matar tus muertos.
Ven a hurgar las raíces
de este bosque de piedra. Pulsa el nudo
de nervios embriagados
donde cada mañana un dardo de palabras
te atraviesa los ojos.
Levanta muchas losas.
Te mostraré las Madres, las viejas dulces Madres
cuyo seno es ciudad y antigua primavera
-la fértil crueldad que no habrás de temer.
Por mí conocerás todo afán en su noche
y efímeros dominios en tu propia memoria
-ciudadela de instintos soterrados.
Hijo cansado, hijo fratricida.
Ven a beber las aguas que te cruzan el rostro
vertidas a la brisa layetana
en un cuenco de piedra.
Sabrás de tus entrañas mucho antes
de esa gran conjunción de tierra y cielo
que fue tu primer llanto en la tiniebla
de un nicho ciudadano.
Sabrás de un laberinto
de muros como sueños entrevistos
al sol de mediodía,
y escucharás el eco de las muchas sombras
rebotarte en el alma este puñado
de estampas infantiles.
¿Qué mejor callejero que tu mano
donde tiempo y espacio se entrelazan,
o mejor luz que una palpitación de asfalto
grabado en la memoria de la carne?
Toda llaga es promesa y clausura de lechos
donde amaste sin nombre.
Cada recodo esconde una llave de fuego.
Funde tu voluntad con mi palabra.
Ven a matar tus muertos con la alquimia
de unos versos prestados.
Yo te prometo un reino de odiosas soledades
donde amar sin rencor a quien te quiso
reo, verdugo y hacedor de luces.
LAS RAMBLAS, SIEMPRE
Ávida esponja vertical y espejo,
prieta y sensible como la mimosa,
zoco, mendigo, carnaval, tramoya
tanta vieja fatiga te sosiegue.
Se nos bebe las horas esta calle
asesina de voces y cantora,
rosa y alpiste, catre de borracho,
loca y meteco, ronca de banderas.
Apagada la fiesta de sus plátanos,
solisombra cordial, libros y fuente,
placer de navegarla noche abajo
y caer en sus pozos y prisiones.
De El largo adiós (1985):
AQUÍ Y AHORA
Luz en la luz más sola
que fluye con las formas
y a mí viene
y hacia ti está yendo:
no cantarán los gallos
un mañana mejor.
Sólo el amor fugaz o estrella
te puede reencarnar -oh dulce-
entre sus muslos
y tú decir: belleza.
Un instante entre actos
definitivos.
TESTAMENTO EN MILETO VIII
Que mansamente llueva.
Perder toda memoria.
Que afloren laberintos,
pétalos nauseabundos.
Que los muertos entierren
a los muertos cumplidos,
porque la tierra es ancha,
olorosas las sombras,
los minerales húmedos
y chirriante la danza
de los astros perdidos
en el abismo y mustios
como una muchedumbre.
No desear poder.
Obstinación ha sido
mi único legado:
glorioso cuerpo a cuerpo
con un magma sin forma
y voces incontables
como clanes de arena.
No embriagan las luces.
Somos el avatar
del único enemigo
que, ciego, nos conforma.
Su propia carne somos
como trozos casuales
de un espejo caído
que nada reflejaba
pero que siente y piensa.
¡Ah, ese velo que crea
y seduce o abisma!
¡Ah, ese rostro hermosísimo,
cuyo nombre adivino
y moriré sin ver!
Y ahora sólo aspiro
a conquistar las últimas
caricias en la noche,
no más de tres amigos
en el postrer banquete
y una voz armoniosa
que a los dioses ofrende
toda la rebeldía,
de una vida colmada.
VERONA
Dulces muchachas de Verona pasan,
dulces sonríen, dulces pedalean
al paso de las horas
sus bicicletas por las nobles calles.
Relucen los revoques en dorados cubos
que el fiume atrapa
con un abrazo casi de soldado.
Una postal de amor con un lamento antiguo
-there is no world without Verona's walls-
transcrito de una guía.
Hora es ésta de ausencias.
Verdea el ángel del jardín secreto.
PATIO DE LAS DONCELLAS
Espacio minucioso.
¡Ah, la ilusión crepuscular del arco
que se enmarca en el arco que se enmarca en el arco!
Aquí nada es secreto,
salvo la historia que lo deshabitó
de labios amorosos.
Ante la lenta llamarada o queja
de la palma gigante,
alféizar enyerbado de la noche
que canta a Aldebarán
y se cimbrea, leve,
con ajorcas de oro.
Panteón delicado como un sueño imposible
de placer y concordia.
Aquí, en este antiguo corazón tan fresco
que rezuma de gozo,
oh dulce compañera de caderas hermosas
y corazón mimoso, hemos sido felices,
liberados por fin de toda juventud,
y algo nuestro perdura en armonía
con los patios vacíos.
Para reconocernos, sí, llegado el día,
en el agua que fluye sin descanso, gozosa,
y en su canto renace
de las cenizas que el amor fundió.
De Que no muera ese instante (1993):
EN EL DESIERTO CLAMAN
En el desierto claman
vacíos de palabras
con que nombrar la calma,
las arenas sin nombre,
la helada luz del alba
o el rumor de las rosas
de crujiente materia
cristalizada al alba
sin aliento ni voz.
Cada grano de arena
cada olvidado muerto,
cada constelación,
cada océano, duna
o avalancha de muertos,
con todos los instantes
al alba congelados
como rosas perfectas
que no se mustiarán.
¿Por qué el clamor no alcanza
a musitar el nombre,
uno a uno, de todos
los más queridos muertos
-granos yertos de arena
aventados al alba
del desierto en que claman,
vacíos de palabras,
sosegados, sin voz?
¿Qué claman en desierto?
¿Qué no nombrado nombre
que acaricie o escupa
por sobre el mar de dunas
el nombre de los muertos?
¡Algo que sea, exista
y dé justo sentido
a los hombres que fueron!
La gloria del instante
que los vivificó,
antes de que uno a uno
y todos devinieran
mineral desolado,
arenas inasibles,
alba fría de muertos.
¡Los instantes, no el nombre!
Los que dieron sentido
en el gozo más ciego
al magma donde yacen
de regreso al origen
que no se mustiará
ni será recordado.
Los instantes vividos
en olvido perfecto.
Rosas de piedra viva,
inextinguibles llamas
en las fosas del tiempo,
los instantes que claman.
EL LAGO
La hoja verdinegra
y una gota de luz
irisada en su centro.
Sobre el agua sombría
brilla el cielo perfecto
de la gota atrapada
en la palma del mundo.
¿Planea todavía
en el centro del círculo
de azulados perfiles
y espacios sosegados
un águila impasible?
Oír cree la amada
voz que clama y que urge,
preludiando cobijos
en la sombra creciente.
Es el lago y sus ecos.
El lago incomprensible
al que por fin regresa.
El mundo iluminado
en su instante más bello.
La armonía atrapada
en la perla flotante
a la deriva y lenta.
Las montañas azules.
Y la madre que llama.
PREMONICIÓN DEL OTOÑO
Lanzan las gaviotas
sus punzantes lamentos
sobre el mar arrasado.
Las sábanas remedan
un oleaje crespo
de luz irrepetible.
Y en la sombra creciente
los amantes se enlazan.
EN EL JARDÍN FLOTANTE
(Srinagar)
El ojo se extravía
en el jardín flotante
y no lo habitará.
¡Gloria al jo sumiso!
Que es más veraz el mundo
del revés como un guante.
Más nítido el encuentro
con la forma imposible.
Más real el instante.
Una garza aletea
en el azul inmóvil
de los lotos aéreos
y entre cumbres se mecen,
ensoñadas, las algas.
AMANECER EN EL GANGES
(Benarés)
El río es un sepulcro.
El loto, abierta llaga.
Dulce brasa es la lepra.
Apariencia las llamas.
Las miradas, recuerdos.
Las piedras tienen alma.
Y las viejas canciones
de la melancolía
carecen de principio
como el alba y la luz.
MEDITACIÓN Y PARADOJA DEL FLÂNEUR
Como quien nada sabe.
Como quien nada ansía.
Como gata a la sombra
o amador que dormita.
Como Buda en sosiego
bajo el árbol piadoso
que alimenta el gran Ganges.
Como quien nada espera
de la noche en la noche.
Ver pasar a las gentes
diversas e imposibles.
Ver el campo de estrellas
girar sobre la hondura
de su fosco silencio
en el gesto pausado
de descruzar las piernas
o refrescar los labios.
Ver reinar a las hijas
de las jóvenes madres
que ayer mismo acosara
y recordar los versos
más serenos de Horacio.
Añorar la palabra,
banal o luminosa,
los abrazos más cálidos
de mil y un reencuentros
con amigos hoy idos
al reino de la muerte
y pronunciar sus nombres
sin dolor, uno a uno.
Recostarse en la silla,
encender un pitillo
y brindar al arcano
de la noche que fluye
arrastrando en su cauce,
lento e irrefrenable,
los despojos violentos
de un afán ideal.
Regresar al sonoro
silencio de los santos
sin Dios y sin fronteras,
sin hacienda ni amo
sobre la tierra arisca.
Y comprender de pronto,
mientras despierta el hambre
-heraldo del deseo
en la noche festiva-,
que Rimbaud se equivoca.
La vida verdadera
es la que está presente,
allí mismo, a su lado.
La irrepetible y ciega
ebullición que ignora
el peso del instante
sobre la acción cumplida.
METAMORFOSIS DEL POEMA
Soy el que soy. Poema
que sin verte te escucha
leer con el oído.
Soy memoria avivada
sobre pulpa aún caliente.
Frondosidad altiva
y recóndito nido
donde en noches de estío
solitario cantaba
un pájaro cantor.
Los dos amantes soy
que apenas lo entreoyeron
en el lecho del goce.
El lecho soy y el hombre
que modeló sus formas
con cepillos de acero.
Callosidades viejas
entintadas de aceites,
pero también acero
y sudores de fragua
y golpes de martillo
o de callada hoz.
Soy la atroz utopía
perfecta de Procusto.
Soy la dulce utopía.
Soy Krishna y soy Jesús.
Levanto las ciudades,
los foros, las escuelas,
las íntimas alcobas
y el patíbulo infame.
El alarido soy.
Mi nombre es Francis Bacon.
Mi reino es el de Lear.
Me ha parido una loba
cruzada con un soplo
de nieve, puro y limpio.
Soy amor traicionado.
Soy traición por amor.
Soy poeta futuro
que ha de crear la gloria
de Rama y de Odiseo.
Papel de reciclaje.
Signos de lengua viva
destinada al silencio.
Los ojos que te miran
con las oes perfectas
de la palabra ojo.
La mirada y su enigma.
La falta de sentido
y el instante gozoso
que me infunde sentido.
Soy el que soy. Oh vida.
Oh poema que acaba.
José Luis Giménez-Frontín (Barcelona, 1943 - íd, 21 de diciembre de 2008), fue un editor, escritor, traductor y crítico literario y artístico español.
Biografía
De familia con raíces aragonesas y manchegas, nació en Barcelona, aunque él siempre se consideró manchego; estudió Derecho y, tras una breve etapa como profesor ayudante, se incorporó como director de publicaciones de la Editorial Kairós, propiedad de Salvador Pániker, donde publicó autores de la contracultura de los años sesenta y textos polémicos de Terenci Moix, así como Los ocho nombres de Picasso, de Rafael Alberti, primer libro del autor gaditano aparecido en España después de 1939. Su obra poética es la de un independiente. Existe conciencia social, la participación en la lucha contra la dictadura, la exigencia de una nueva manera de entender la libertad y una última y creciente preocupación espiritual, que no dejaba de lado los infortunios colectivos. Estaba casado con Pilar Brea. Tuvo un hijo, Daniel, de su primer matrimonio con Maria-Luisa Feliu y tres nietos, Max, Léo y Oscar.
Ha traducido a Jean Jaurès (Los orígenes del socialismo alemán), Marthe Robert (Acerca de Kafka. Acerca de Freud), Maurice Nadeau (Gustave Flaubert, escritor), Lewis Carroll (poesía incluida en la edición ilustrada Niñas), Donald Barthelme (Paraíso) y Flannery O'Connor (Los profetas), así como la versión de poemas de Werner Aspenström realizada con el poeta sueco Lasse Södeberg. También ha traducido del catalán poemas de Joan Salvat-Papasseit y Bartomeu Rosselló-Pòrcel, entre otros. Fundó el suplemento literario semanal del Tele-Expres, y colaboró en El País, ABC, Avui, El Mundo y La Vanguardia y en las revistas Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, El Urogallo, Hora de Poesía, Cuadernos del Norte, Cuadernos de Son Armadans, Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera, Lateral, Turia o Cuadernos de Estudio y Cultura de la ACEC.
Empezó a escribir poesía en 1972 y recogió toda su producción poética en 2006 con el título de La ruta de Occitania. Poesía reunida, suma de una labor lírica que había sido reconocida con el Premio de literatura Ciudad de Barcelona en 1981 (Las voces de Laye), que volvió a ganar en 1991, pero por una novela: Señorear la tierra; también escribió una novela negra, El idiota enamorado (1982), su obra más vendida y reimpresa. Sobre su estancia, como lector, en las universidades de Bristol y tres años en Oxford, escribió los memoriales de Woodstock Road en julio. Notas y diario (1996) y Los años contados (2008), última de sus obras. Fue presidente de la Associació Col.legial de Escriptors de Catalunya/Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC) desde 1980 hasta su muerte y director de la Fundació Caixa Catalunya (1987-2004), en la que desarrolló una gran labor de dinamización cultural recuperando a autores olvidados o marginados por la cultura oficial. Organizó asimismo los actos relativos al cuatricentenario de la primera parte del Quijote y medió para congraciar a las partes divididas de la cultura catalana por cuestiones lingüísticas. Esta trayectoria cultural le valió la condecoración francesa de Chevalier de l'Ordre National du Mérit y el Premio Esquío de Poesía 2006. Ha sido juez, profesor y traductor, ha organizado exposiciones y ha dirigido colecciones editoriales y revistas. También fue miembro de la ACCA (Asociación Catalana de Críticos de Arte) y de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte), y vicepresidente del Centro Español de Derechos Reprográficos. Realizó adaptaciones de clásicos para la literatura infantil: El Rey Lear (1983), El Ramayana (1984), Macbeth (1985), La tragedia de Romeo y Julieta (1985), Los siete viajes de Simbad el marino (1986) y Don Quijote (1989) y escribió él mismo algunas obras. Se le detectó un cáncer fulminante muy avanzado y falleció tres semanas después, el 21 de diciembre de 2008.
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Algunos poemas de José Luis Giménez-Frontín:
De La sagrada familia (1972):
LA SAGRADA FAMILIA, I
Primero le mostraron la cama del abuelo
con sus tres colchones que amortiguan la historia
y levantan un trono sobre los aparceros:
"La tierra, desde siempre, tuya es.
Tuyos los muslos más largos de la costa,
la casa modernista y el amor más profundo.
A tu paso, brillante la mirada,
con oro, plata y rosas en las manos,
el mundo, agradecido,
se rasgará como una mandarina."
Y en invierno, desde el primer invierno,
el más joven se inicia junto a la chimena:
"Esta es la tia Eulalia en el Cuerno de Oro
en viaje de novios a bordo del Kenitra,
y este alferez que ríe es tu padre en el frente."
Es su padre en el frente.
De Amor omnia (1976):
ESA MANSA LOCURA
Todo está en calma ahora, y sigilosamente
arden los aires un derroche de púrpura,
se incendian las vidrieras del oriente
y el faro pestañea cada vez más osado.
Bajo una malla de quebrados vuelos
el tiempo se detiene y acaricia
el patio y sus secretos en silencio:
los desconchados muros, las pizarras,
entrañas de la tierra entre mis dedos,
un almendro cansado y el agua que se aferra
al geranio, sus yemas y colores,
calor de pan en los bancales negros,
y en los gatos ariscos mansedumbre.
Esa mansa locura que todo lo penetra
y extravía miradas y solidarias risas.
Porque yo soy ya otro. Como el mar es extraño
sobre la misma costa, contra el pueblo diverso
e inmóvil en la roca. Como la luz es otra
poco a poco, y la misma. Y es el día. Y la noche.
A TI, QUE YA LO SABES
Cuando el puño se cierra en el recuerdo
de unos días de luz -fiebre añorada-
y se vidrian los ojos que ya no ven tus ojos,
cuando desnudo, el hombre se desnuda
hasta de su palabra y de su voz se olvida,
-tú ya lo sabes- para nacer de nuevo
debe como morir el hombre en las montañas.
Lanzar un alarido con el cuerpo.
Un grito tan profundo y deseado
que de boca, luego, nazcan rosas.
HABLA EPICURO
Una mañana, uno se sorprende
con la vida madura entre las manos.
Ha enterrado su infancia en ese día.
La adolescencia sigue, y se resiste,
y cree no morir y va muriendo
hasta la noche en que uno se desvela,
agobiado su lecho de recuerdos.
Pierde la juventud en ese encuentro.
Pero la madurez -oh donación tardía-
ya no nos abandona, aunque queramos
a la vejez abrirle nuestras puertas.
Que es más veloz la muerte que la vida,
dice Epicuro, anciano, a sus discípulos.
De Las voces de Laye (1980):
EL ARTISTA EN LA CIUDAD
Atrévete -me dijo-
Desciende a los infiernos
por la boca de un túnel suburbano.
Ven a matar tus muertos.
Ven a hurgar las raíces
de este bosque de piedra. Pulsa el nudo
de nervios embriagados
donde cada mañana un dardo de palabras
te atraviesa los ojos.
Levanta muchas losas.
Te mostraré las Madres, las viejas dulces Madres
cuyo seno es ciudad y antigua primavera
-la fértil crueldad que no habrás de temer.
Por mí conocerás todo afán en su noche
y efímeros dominios en tu propia memoria
-ciudadela de instintos soterrados.
Hijo cansado, hijo fratricida.
Ven a beber las aguas que te cruzan el rostro
vertidas a la brisa layetana
en un cuenco de piedra.
Sabrás de tus entrañas mucho antes
de esa gran conjunción de tierra y cielo
que fue tu primer llanto en la tiniebla
de un nicho ciudadano.
Sabrás de un laberinto
de muros como sueños entrevistos
al sol de mediodía,
y escucharás el eco de las muchas sombras
rebotarte en el alma este puñado
de estampas infantiles.
¿Qué mejor callejero que tu mano
donde tiempo y espacio se entrelazan,
o mejor luz que una palpitación de asfalto
grabado en la memoria de la carne?
Toda llaga es promesa y clausura de lechos
donde amaste sin nombre.
Cada recodo esconde una llave de fuego.
Funde tu voluntad con mi palabra.
Ven a matar tus muertos con la alquimia
de unos versos prestados.
Yo te prometo un reino de odiosas soledades
donde amar sin rencor a quien te quiso
reo, verdugo y hacedor de luces.
LAS RAMBLAS, SIEMPRE
Ávida esponja vertical y espejo,
prieta y sensible como la mimosa,
zoco, mendigo, carnaval, tramoya
tanta vieja fatiga te sosiegue.
Se nos bebe las horas esta calle
asesina de voces y cantora,
rosa y alpiste, catre de borracho,
loca y meteco, ronca de banderas.
Apagada la fiesta de sus plátanos,
solisombra cordial, libros y fuente,
placer de navegarla noche abajo
y caer en sus pozos y prisiones.
De El largo adiós (1985):
AQUÍ Y AHORA
Luz en la luz más sola
que fluye con las formas
y a mí viene
y hacia ti está yendo:
no cantarán los gallos
un mañana mejor.
Sólo el amor fugaz o estrella
te puede reencarnar -oh dulce-
entre sus muslos
y tú decir: belleza.
Un instante entre actos
definitivos.
TESTAMENTO EN MILETO VIII
Que mansamente llueva.
Perder toda memoria.
Que afloren laberintos,
pétalos nauseabundos.
Que los muertos entierren
a los muertos cumplidos,
porque la tierra es ancha,
olorosas las sombras,
los minerales húmedos
y chirriante la danza
de los astros perdidos
en el abismo y mustios
como una muchedumbre.
No desear poder.
Obstinación ha sido
mi único legado:
glorioso cuerpo a cuerpo
con un magma sin forma
y voces incontables
como clanes de arena.
No embriagan las luces.
Somos el avatar
del único enemigo
que, ciego, nos conforma.
Su propia carne somos
como trozos casuales
de un espejo caído
que nada reflejaba
pero que siente y piensa.
¡Ah, ese velo que crea
y seduce o abisma!
¡Ah, ese rostro hermosísimo,
cuyo nombre adivino
y moriré sin ver!
Y ahora sólo aspiro
a conquistar las últimas
caricias en la noche,
no más de tres amigos
en el postrer banquete
y una voz armoniosa
que a los dioses ofrende
toda la rebeldía,
de una vida colmada.
VERONA
Dulces muchachas de Verona pasan,
dulces sonríen, dulces pedalean
al paso de las horas
sus bicicletas por las nobles calles.
Relucen los revoques en dorados cubos
que el fiume atrapa
con un abrazo casi de soldado.
Una postal de amor con un lamento antiguo
-there is no world without Verona's walls-
transcrito de una guía.
Hora es ésta de ausencias.
Verdea el ángel del jardín secreto.
PATIO DE LAS DONCELLAS
Espacio minucioso.
¡Ah, la ilusión crepuscular del arco
que se enmarca en el arco que se enmarca en el arco!
Aquí nada es secreto,
salvo la historia que lo deshabitó
de labios amorosos.
Ante la lenta llamarada o queja
de la palma gigante,
alféizar enyerbado de la noche
que canta a Aldebarán
y se cimbrea, leve,
con ajorcas de oro.
Panteón delicado como un sueño imposible
de placer y concordia.
Aquí, en este antiguo corazón tan fresco
que rezuma de gozo,
oh dulce compañera de caderas hermosas
y corazón mimoso, hemos sido felices,
liberados por fin de toda juventud,
y algo nuestro perdura en armonía
con los patios vacíos.
Para reconocernos, sí, llegado el día,
en el agua que fluye sin descanso, gozosa,
y en su canto renace
de las cenizas que el amor fundió.
De Que no muera ese instante (1993):
EN EL DESIERTO CLAMAN
En el desierto claman
vacíos de palabras
con que nombrar la calma,
las arenas sin nombre,
la helada luz del alba
o el rumor de las rosas
de crujiente materia
cristalizada al alba
sin aliento ni voz.
Cada grano de arena
cada olvidado muerto,
cada constelación,
cada océano, duna
o avalancha de muertos,
con todos los instantes
al alba congelados
como rosas perfectas
que no se mustiarán.
¿Por qué el clamor no alcanza
a musitar el nombre,
uno a uno, de todos
los más queridos muertos
-granos yertos de arena
aventados al alba
del desierto en que claman,
vacíos de palabras,
sosegados, sin voz?
¿Qué claman en desierto?
¿Qué no nombrado nombre
que acaricie o escupa
por sobre el mar de dunas
el nombre de los muertos?
¡Algo que sea, exista
y dé justo sentido
a los hombres que fueron!
La gloria del instante
que los vivificó,
antes de que uno a uno
y todos devinieran
mineral desolado,
arenas inasibles,
alba fría de muertos.
¡Los instantes, no el nombre!
Los que dieron sentido
en el gozo más ciego
al magma donde yacen
de regreso al origen
que no se mustiará
ni será recordado.
Los instantes vividos
en olvido perfecto.
Rosas de piedra viva,
inextinguibles llamas
en las fosas del tiempo,
los instantes que claman.
EL LAGO
La hoja verdinegra
y una gota de luz
irisada en su centro.
Sobre el agua sombría
brilla el cielo perfecto
de la gota atrapada
en la palma del mundo.
¿Planea todavía
en el centro del círculo
de azulados perfiles
y espacios sosegados
un águila impasible?
Oír cree la amada
voz que clama y que urge,
preludiando cobijos
en la sombra creciente.
Es el lago y sus ecos.
El lago incomprensible
al que por fin regresa.
El mundo iluminado
en su instante más bello.
La armonía atrapada
en la perla flotante
a la deriva y lenta.
Las montañas azules.
Y la madre que llama.
PREMONICIÓN DEL OTOÑO
Lanzan las gaviotas
sus punzantes lamentos
sobre el mar arrasado.
Las sábanas remedan
un oleaje crespo
de luz irrepetible.
Y en la sombra creciente
los amantes se enlazan.
EN EL JARDÍN FLOTANTE
(Srinagar)
El ojo se extravía
en el jardín flotante
y no lo habitará.
¡Gloria al jo sumiso!
Que es más veraz el mundo
del revés como un guante.
Más nítido el encuentro
con la forma imposible.
Más real el instante.
Una garza aletea
en el azul inmóvil
de los lotos aéreos
y entre cumbres se mecen,
ensoñadas, las algas.
AMANECER EN EL GANGES
(Benarés)
El río es un sepulcro.
El loto, abierta llaga.
Dulce brasa es la lepra.
Apariencia las llamas.
Las miradas, recuerdos.
Las piedras tienen alma.
Y las viejas canciones
de la melancolía
carecen de principio
como el alba y la luz.
MEDITACIÓN Y PARADOJA DEL FLÂNEUR
Como quien nada sabe.
Como quien nada ansía.
Como gata a la sombra
o amador que dormita.
Como Buda en sosiego
bajo el árbol piadoso
que alimenta el gran Ganges.
Como quien nada espera
de la noche en la noche.
Ver pasar a las gentes
diversas e imposibles.
Ver el campo de estrellas
girar sobre la hondura
de su fosco silencio
en el gesto pausado
de descruzar las piernas
o refrescar los labios.
Ver reinar a las hijas
de las jóvenes madres
que ayer mismo acosara
y recordar los versos
más serenos de Horacio.
Añorar la palabra,
banal o luminosa,
los abrazos más cálidos
de mil y un reencuentros
con amigos hoy idos
al reino de la muerte
y pronunciar sus nombres
sin dolor, uno a uno.
Recostarse en la silla,
encender un pitillo
y brindar al arcano
de la noche que fluye
arrastrando en su cauce,
lento e irrefrenable,
los despojos violentos
de un afán ideal.
Regresar al sonoro
silencio de los santos
sin Dios y sin fronteras,
sin hacienda ni amo
sobre la tierra arisca.
Y comprender de pronto,
mientras despierta el hambre
-heraldo del deseo
en la noche festiva-,
que Rimbaud se equivoca.
La vida verdadera
es la que está presente,
allí mismo, a su lado.
La irrepetible y ciega
ebullición que ignora
el peso del instante
sobre la acción cumplida.
METAMORFOSIS DEL POEMA
Soy el que soy. Poema
que sin verte te escucha
leer con el oído.
Soy memoria avivada
sobre pulpa aún caliente.
Frondosidad altiva
y recóndito nido
donde en noches de estío
solitario cantaba
un pájaro cantor.
Los dos amantes soy
que apenas lo entreoyeron
en el lecho del goce.
El lecho soy y el hombre
que modeló sus formas
con cepillos de acero.
Callosidades viejas
entintadas de aceites,
pero también acero
y sudores de fragua
y golpes de martillo
o de callada hoz.
Soy la atroz utopía
perfecta de Procusto.
Soy la dulce utopía.
Soy Krishna y soy Jesús.
Levanto las ciudades,
los foros, las escuelas,
las íntimas alcobas
y el patíbulo infame.
El alarido soy.
Mi nombre es Francis Bacon.
Mi reino es el de Lear.
Me ha parido una loba
cruzada con un soplo
de nieve, puro y limpio.
Soy amor traicionado.
Soy traición por amor.
Soy poeta futuro
que ha de crear la gloria
de Rama y de Odiseo.
Papel de reciclaje.
Signos de lengua viva
destinada al silencio.
Los ojos que te miran
con las oes perfectas
de la palabra ojo.
La mirada y su enigma.
La falta de sentido
y el instante gozoso
que me infunde sentido.
Soy el que soy. Oh vida.
Oh poema que acaba.
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