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José Luis Piquero (Mieres, Asturias 1967) es un escritor, traductor y poeta español. Fue codirector junto a Pelayo Fueyo de la revista Escrito en el agua. Trabajó como periodista en el semanario Les Noticies de 1996 a 2005. Actualmente vive en Punta Umbría, Huelva, donde trabaja como traductor a tiempo completo.
Premios
Traducciones
Ha traducido más de ochenta libros, incluyendo obras de Joseph Conrad, John Steinbeck, Tennessee Williams, Erskine Caldell, Arthur Miller, Simone Weil, Denise Levertov, Charles Dickens o Paul Metcalf.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Piquero )
*
Algunos poemas de José Luis Piquero, de El fin de semana perdido, DVD, 2009;
MENSAJE A LOS ADOLESCENTES
Esto no debéis intentar repetirlo en casa, niños.
Niños, probad a hacerlo en casa
y sabréis lo que es bueno sin que os lo cuente nadie,
Recordad que no hay nada que vuestros padres puedan enseñaros.
Ellos no son vosotros.
Acostaos, bebed.
Hace siglos que están ocurriendo estas cosas
y nadie ha demostrado
que sean mucho peores que una guerra.
Existe un paraíso tras esa raya blanca.
Cuanto hace daño y no hacéis,
niños, lo estáis cambiando por la serenidad.
¿Os han hablado de ella? ¿Sabe alguno a qué sabe?
Si ignoráis quiénes sois evitad el rodeo
de averiguarlo uniéndoos a los demás. Una plaza en el grupo
es un puesto en el mundo;
..............................................ahora bien,
..................................................................niños,
que levante la mano el que quiera morirse siendo útil y sensato.
Tenéis razón: no es nada divertido.
Por lo demás, sé que no sois felices,
a lo mejor pensabais que todo el mundo os odia. Pues es cierto,
pero sobran motivos: sois jóvenes y estúpidos
y no tenéis derecho
a todo ese futuro que vais a malgastar (como nosotros).
Entonces, ¿estáis solos? Así es.
Aprended a ser libres, no esquivéis la mentira;
sabréis por experiencia que es más sólida que una verdad pactada.
Y sobre todo,
........................niños,
....................................no creáis
que la vida merece la pena de vivirse
sólo porque lo juren desde siempre los peores cabrones.
ÚLTIMA NOCHE DE LA AMISTAD
El hundimiento
de aquello en lo que se creía como lo más de fiar,
y por tanto lo más adecuado para la renuncia.
T.S. ELIOT
Mientras me desmorono,
¿no veis que estoy borracho? Contestadme:
No vales nada, nada. ¿Por qué no lo decís?
No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.
¿Vais a pegarme, entonces? Quiero que me peguéis.
Yo no puedo vivir con el peso de haberos causado tanto daño.
Pero es sólo el valor que a mí mismo me falta
el que os supongo y es muy poco
lo que al fin nos separa a vosotros y a mí.
Cómo nos quema el tiempo
y qué circunstanciales, sentados todos juntos.
Nadie quiere marcharse, sin embargo.
¿Somos quizá los mismos
que en parejas llegaban a las mejores barras y pedían
buena bebida y eran envidiables?
Dinero en los bolsillos y un viernes por delante, después de trabajar,
Quería contar eso en un poema, algo con lo que luego seguir alimentándonos
tras tanto, tanto viernes, bien vestidos,
pidiendo en cada barra siempre cosas muy buenas.
De todo eso queda alguna foto.
Deben haber pasado dos mil años.
Llevadme a casa. Nada se guardó para el invierno.
Esta noche
no sois más que el producto de un error y otro error.
Quiero cerrar los ojos y olvidar todo lo que esta noche
me recuerda a vosotros y a mí y a mis poemas.
¿No habéis sentido nunca
este ansia de otras vidas, de abandonar a un lado,
como una piel gastada, una vida sin honra?
Ya no somos amigos. Doblan las campanillas en los pechos ilesos.
No ha valido la pena reír juntos, estrecharse las manos, hacernos confidencias, tanto gasto de amor.
Los días junto al río, los banquetes.
Se acabaron las playas, a la vuelta del baño,
desnudos en las rocas, como racimos de agua.
Y las botellas llenas. Largas dedicatorias para esto:
No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.
Ah, queridos, en estas circunstancias
a vosotros tampoco
os habría quedado otro remedio que ser unos canallas,
aceptar el desprecio como un regalo, una revelación:
los años han pasado inútilmente
y algo se ha roto en un lugar del mundo.
Al fin una certeza: la mentira.
(Y en nuestra propia historia
ya no seremos los protagonistas
ni vosotros ni yo).
ORACIÓN DE CAÍN
Gracias, odio; gracias, resentimiento;
gracias, envidia:
os debo cuanto soy.
Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha
y la ira es un don: estamos vivos.
De quien demonios sean las sonrisas,
derrochadas igual que mercancía barata,
yo nunca me he ocupado.
Gracias por no dejarme ser inconstante y dulce
mientras levanta el mundo su obra minuciosa de dolor
y nos hacemos daño unos a otros
amándonos a ciegas,
con torpes manotazos.
Yo soy esa pregunta del insomnio
y su horrible respuesta.
Bésanos en la boca, muchedumbre, y esfúmate,
que estamos siempre solos y no somos felices.
Gracias, angustia; gracias, amargura,
por la memoria y la razón de ser:
no quiero que me quieran al precio de mi vida.
Gracias, señor, por mostrarme el camino.
Gracias, Padre,
por dejar a tu hijo ser Caín.
José Luis Piquero (Mieres, Asturias 1967) es un escritor, traductor y poeta español. Fue codirector junto a Pelayo Fueyo de la revista Escrito en el agua. Trabajó como periodista en el semanario Les Noticies de 1996 a 2005. Actualmente vive en Punta Umbría, Huelva, donde trabaja como traductor a tiempo completo.
Premios
- Premio Asturias Joven de Poesía en 1993
- Finalista del Premio Nacional de la Crítica (1997 y 2017)
- Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España
- Premio de la Crítica de Asturias.
Traducciones
Ha traducido más de ochenta libros, incluyendo obras de Joseph Conrad, John Steinbeck, Tennessee Williams, Erskine Caldell, Arthur Miller, Simone Weil, Denise Levertov, Charles Dickens o Paul Metcalf.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Piquero )
*
Algunos poemas de José Luis Piquero, de El fin de semana perdido, DVD, 2009;
MENSAJE A LOS ADOLESCENTES
Esto no debéis intentar repetirlo en casa, niños.
Niños, probad a hacerlo en casa
y sabréis lo que es bueno sin que os lo cuente nadie,
Recordad que no hay nada que vuestros padres puedan enseñaros.
Ellos no son vosotros.
Acostaos, bebed.
Hace siglos que están ocurriendo estas cosas
y nadie ha demostrado
que sean mucho peores que una guerra.
Existe un paraíso tras esa raya blanca.
Cuanto hace daño y no hacéis,
niños, lo estáis cambiando por la serenidad.
¿Os han hablado de ella? ¿Sabe alguno a qué sabe?
Si ignoráis quiénes sois evitad el rodeo
de averiguarlo uniéndoos a los demás. Una plaza en el grupo
es un puesto en el mundo;
..............................................ahora bien,
..................................................................niños,
que levante la mano el que quiera morirse siendo útil y sensato.
Tenéis razón: no es nada divertido.
Por lo demás, sé que no sois felices,
a lo mejor pensabais que todo el mundo os odia. Pues es cierto,
pero sobran motivos: sois jóvenes y estúpidos
y no tenéis derecho
a todo ese futuro que vais a malgastar (como nosotros).
Entonces, ¿estáis solos? Así es.
Aprended a ser libres, no esquivéis la mentira;
sabréis por experiencia que es más sólida que una verdad pactada.
Y sobre todo,
........................niños,
....................................no creáis
que la vida merece la pena de vivirse
sólo porque lo juren desde siempre los peores cabrones.
ÚLTIMA NOCHE DE LA AMISTAD
El hundimiento
de aquello en lo que se creía como lo más de fiar,
y por tanto lo más adecuado para la renuncia.
T.S. ELIOT
Mientras me desmorono,
¿no veis que estoy borracho? Contestadme:
No vales nada, nada. ¿Por qué no lo decís?
No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.
¿Vais a pegarme, entonces? Quiero que me peguéis.
Yo no puedo vivir con el peso de haberos causado tanto daño.
Pero es sólo el valor que a mí mismo me falta
el que os supongo y es muy poco
lo que al fin nos separa a vosotros y a mí.
Cómo nos quema el tiempo
y qué circunstanciales, sentados todos juntos.
Nadie quiere marcharse, sin embargo.
¿Somos quizá los mismos
que en parejas llegaban a las mejores barras y pedían
buena bebida y eran envidiables?
Dinero en los bolsillos y un viernes por delante, después de trabajar,
Quería contar eso en un poema, algo con lo que luego seguir alimentándonos
tras tanto, tanto viernes, bien vestidos,
pidiendo en cada barra siempre cosas muy buenas.
De todo eso queda alguna foto.
Deben haber pasado dos mil años.
Llevadme a casa. Nada se guardó para el invierno.
Esta noche
no sois más que el producto de un error y otro error.
Quiero cerrar los ojos y olvidar todo lo que esta noche
me recuerda a vosotros y a mí y a mis poemas.
¿No habéis sentido nunca
este ansia de otras vidas, de abandonar a un lado,
como una piel gastada, una vida sin honra?
Ya no somos amigos. Doblan las campanillas en los pechos ilesos.
No ha valido la pena reír juntos, estrecharse las manos, hacernos confidencias, tanto gasto de amor.
Los días junto al río, los banquetes.
Se acabaron las playas, a la vuelta del baño,
desnudos en las rocas, como racimos de agua.
Y las botellas llenas. Largas dedicatorias para esto:
No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.
Ah, queridos, en estas circunstancias
a vosotros tampoco
os habría quedado otro remedio que ser unos canallas,
aceptar el desprecio como un regalo, una revelación:
los años han pasado inútilmente
y algo se ha roto en un lugar del mundo.
Al fin una certeza: la mentira.
(Y en nuestra propia historia
ya no seremos los protagonistas
ni vosotros ni yo).
ORACIÓN DE CAÍN
Gracias, odio; gracias, resentimiento;
gracias, envidia:
os debo cuanto soy.
Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha
y la ira es un don: estamos vivos.
De quien demonios sean las sonrisas,
derrochadas igual que mercancía barata,
yo nunca me he ocupado.
Gracias por no dejarme ser inconstante y dulce
mientras levanta el mundo su obra minuciosa de dolor
y nos hacemos daño unos a otros
amándonos a ciegas,
con torpes manotazos.
Yo soy esa pregunta del insomnio
y su horrible respuesta.
Bésanos en la boca, muchedumbre, y esfúmate,
que estamos siempre solos y no somos felices.
Gracias, angustia; gracias, amargura,
por la memoria y la razón de ser:
no quiero que me quieran al precio de mi vida.
Gracias, señor, por mostrarme el camino.
Gracias, Padre,
por dejar a tu hijo ser Caín.
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