Aires de Libertad

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    José Luis Piquero (1967-

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    José Luis Piquero (1967- Empty José Luis Piquero (1967-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 13 Feb 2024, 12:28

    .



    José Luis Piquero (Mieres, Asturias 1967) es un escritor, traductor y poeta español. Fue codirector junto a Pelayo Fueyo de la revista Escrito en el agua. Trabajó como periodista en el semanario Les Noticies de 1996 a 2005. Actualmente vive en Punta Umbría, Huelva, donde trabaja como traductor a tiempo completo.

    Premios
    • Premio Asturias Joven de Poesía en 1993
    • Finalista del Premio Nacional de la Crítica (1997 y 2017)
    • Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España
    • Premio de la Crítica de Asturias.

    Traducciones
    Ha traducido más de ochenta libros, incluyendo obras de Joseph Conrad, John Steinbeck, Tennessee Williams, Erskine Caldell, Arthur Miller, Simone Weil, Denise Levertov, Charles Dickens o Paul Metcalf.

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Piquero )


    *


    Algunos poemas de José Luis Piquero, de El fin de semana perdido, DVD, 2009;


    MENSAJE A LOS ADOLESCENTES

    Esto no debéis intentar repetirlo en casa, niños.

    Niños, probad a hacerlo en casa
    y sabréis lo que es bueno sin que os lo cuente nadie,
    Recordad que no hay nada que vuestros padres puedan enseñaros.
    Ellos no son vosotros.

    Acostaos, bebed.
    Hace siglos que están ocurriendo estas cosas
    y nadie ha demostrado
    que sean mucho peores que una guerra.
    Existe un paraíso tras esa raya blanca.

    Cuanto hace daño y no hacéis,
    niños, lo estáis cambiando por la serenidad.
    ¿Os han hablado de ella? ¿Sabe alguno a qué sabe?

    Si ignoráis quiénes sois evitad el rodeo
    de averiguarlo uniéndoos a los demás. Una plaza en el grupo
    es un puesto en el mundo;
    ..............................................ahora bien,
    ..................................................................niños,
    que levante la mano el que quiera morirse siendo útil y sensato.
    Tenéis razón: no es nada divertido.

    Por lo demás, sé que no sois felices,
    a lo mejor pensabais que todo el mundo os odia. Pues es cierto,
    pero sobran motivos: sois jóvenes y estúpidos
    y no tenéis derecho
    a todo ese futuro que vais a malgastar (como nosotros).

    Entonces, ¿estáis solos? Así es.

    Aprended a ser libres, no esquivéis la mentira;
    sabréis por experiencia que es más sólida que una verdad pactada.

    Y sobre todo,
    ........................niños,
    ....................................no creáis
    que la vida merece la pena de vivirse
    sólo porque lo juren desde siempre los peores cabrones.



    ÚLTIMA NOCHE DE LA AMISTAD

    El hundimiento
    de aquello en lo que se creía como lo más de fiar,
    y por tanto lo más adecuado para la renuncia.
    T.S. ELIOT

    Mientras me desmorono,
    ¿no veis que estoy borracho? Contestadme:
    No vales nada, nada. ¿Por qué no lo decís?
    No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.
    ¿Vais a pegarme, entonces? Quiero que me peguéis.
    Yo no puedo vivir con el peso de haberos causado tanto daño.

    Pero es sólo el valor que a mí mismo me falta
    el que os supongo y es muy poco
    lo que al fin nos separa a vosotros y a mí.
    Cómo nos quema el tiempo
    y qué circunstanciales, sentados todos juntos.
    Nadie quiere marcharse, sin embargo.

    ¿Somos quizá los mismos
    que en parejas llegaban a las mejores barras y pedían
    buena bebida y eran envidiables?
    Dinero en los bolsillos y un viernes por delante, después de trabajar,
    Quería contar eso en un poema, algo con lo que luego seguir alimentándonos
    tras tanto, tanto viernes, bien vestidos,
    pidiendo en cada barra siempre cosas muy buenas.
    De todo eso queda alguna foto.
    Deben haber pasado dos mil años.

    Llevadme a casa. Nada se guardó para el invierno.

    Esta noche
    no sois más que el producto de un error y otro error.
    Quiero cerrar los ojos y olvidar todo lo que esta noche
    me recuerda a vosotros y a mí y a mis poemas.
    ¿No habéis sentido nunca
    este ansia de otras vidas, de abandonar a un lado,
    como una piel gastada, una vida sin honra?

    Ya no somos amigos. Doblan las campanillas en los pechos ilesos.
    No ha valido la pena reír juntos, estrecharse las manos, hacernos confidencias, tanto gasto de amor.
    Los días junto al río, los banquetes.
    Se acabaron las playas, a la vuelta del baño,
    desnudos en las rocas, como racimos de agua.
    Y las botellas llenas. Largas dedicatorias para esto:
    No nos has engañado ni un momento, nada hubo en ti jamás salvable o genuino.

    Ah, queridos, en estas circunstancias
    a vosotros tampoco
    os habría quedado otro remedio que ser unos canallas,
    aceptar el desprecio como un regalo, una revelación:
    los años han pasado inútilmente
    y algo se ha roto en un lugar del mundo.

    Al fin una certeza: la mentira.
    (Y en nuestra propia historia
    ya no seremos los protagonistas
    ni vosotros ni yo).



    ORACIÓN DE CAÍN

    Gracias, odio; gracias, resentimiento;
    gracias, envidia:
    os debo cuanto soy.
    Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha
    y la ira es un don: estamos vivos.

    De quien demonios sean las sonrisas,
    derrochadas igual que mercancía barata,
    yo nunca me he ocupado.
    Gracias por no dejarme ser inconstante y dulce
    mientras levanta el mundo su obra minuciosa de dolor
    y nos hacemos daño unos a otros
    amándonos a ciegas,
    con torpes manotazos.

    Yo soy esa pregunta del insomnio
    y su horrible respuesta.
    Bésanos en la boca, muchedumbre, y esfúmate,
    que estamos siempre solos y no somos felices.

    Gracias, angustia; gracias, amargura,
    por la memoria y la razón de ser:
    no quiero que me quieran al precio de mi vida.

    Gracias, señor, por mostrarme el camino.
    Gracias, Padre,
    por dejar a tu hijo ser Caín.

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    José Luis Piquero (1967- Empty Re: José Luis Piquero (1967-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 13 Feb 2024, 13:13

    .


    LÁZARO OTRO

    Y salió el muerto, atado de pies y manos
    con vendas y envuelta la cara en un sudario.
    JN, 11,44

    He perdido la voz. Me he perdido a mí mismo.

    Ausente sin saberlo,
    he vuelto para ver que reconozco a todos
    excepto a uno: a mí.
    Ese que balbucea -es tan extraño-
    soy yo, pero no soy
    quien esperaba ser. Le odio.

    ¿A dónde fui sin ir? ¿Me he quedado dormido? Juraría
    que oí saludos, besos, una fiesta.
    ¿Dónde puse mi copa? Sólo me fui un momento.
    Ese fin de semana deslumbrante que todos esperamos
    cada maldito día laborable
    y yo me lo he perdido. ¿O me he perdido en él?
    Hubo una madrugada. Se podía morir por un secreto,
    jadeando de pura felicidad, hablando horas y horas.

    ¿He de escribir yo sólo todas estas palabras? Las tareas
    se me han acumulado, minuciosas y absurdas.
    y ahora soy un secreto gritado al mundo.
    Esta es mi casa y estos son mis poemas.
    Toca con los nudillos en mi pecho, toc, toc, estoy vacío
    y ya no sé.

    Como uno más habré de confundirme entre la gente
    que ya no es joven y gasta dinero.
    Sólo me moriré de calendario, ¿qué más da?
    Pensándolo despacio, cierto es que me parezco al que ya soy
    y su cháchara tonta es mejor que el silencio.

    Y él nunca morirá de buen amor
    ni maldita la falta que le hace.



    CAÍN LEYENDO


    Mon semblable, mon frère

    En mi tarde más negra quiero tocar el cielo.
    Sentado en lo más hondo 
    del autobús, y el libro entre las uñas,
    creo que voy a saltarme mi parada.
    ¡Adiós, vertiginosa jornada laboral; adiós, salario;
    adiós a mi Macintosh, que ronronea y piensa por su cuenta!
    Leo como leía cuando era adolescente:
    moriría de versos.

    Escucha tú, de quien sólo sé el nombre
    pero has de ser un tipo poco recomendable -como todos nosotros-,
    que devuelve los golpes con precisión de fiera
    y sabe un par de cosas que todos sospechábamos.
    Dime que hasta la última palabra
    todo es verdad, verdad,
    o dame una señal para olvidarme el libro en el asiento.
    En esta negra tarde se busca una certeza
    y cruzo la ciudad como un feto motoro,
    inspirando en el libro.
    No vayas a decirme que el mundo está ahí afuera.
    No es más real que este terrible soplo al corazón.

    ¿Nos hemos olvidado de escribir,
    idiotas instruidos mientras ella se va dando un portazo?
    Entonces hasta el más sórdido adolescente
    debería escupirnos su desprecio en la cara.
    Sea Dios el libro mientras nos susurra
    su espantosa verdad. Y la reseña
    no vale ni el talón que la ha pagado.

    Caín, escucha:
    te doy mi libertad, eres la sombra
    que vigila la luz de mi ventana.
    Yo te he dado las llaves y ahora asústame.
    Erasel preferido de mi Padre, jamás te perdoné, el mejor de nosotros.
    Tú y yo somos iguales, sólo eso sé decir.

    Y que todo el dolor y la alegría y la furia
    son verdad, son verdad,
    porque si no soy yo quien está muerto y tú estás muerto
    y en esta gran mentira de los poemas arderemos todos
    hasta que cada libro no sea más que ceniza.



    WAKEFIELD

    ¿Estás ahí? La casa te ha expulsado
    de nosotros, igual que un estornudo.
    Si cruzara la puerta ¿dónde te encontraría?
    A lo mejor estás en el jardín,
    sonando como el agua. Si cerrara los ojos
    ¿sabré escuchar lo que no ven los ojos?
    El roce del vestido, el corazón latiendo,
    la intemperie.

    Estás pero no estás.
    Eres la parte más densa del aire cuando se hace de noche
    y muevo en ti los brazos para no dar contigo,
    cáscara de la casa.
    ................................
    Las ventanas
    no conocen tu busto, y llueve, llueve.

    La soledad es eso:
    el hilo de la araña que va estrechando el mundo.
    La puerta está cerrada como un féretro
    y la luz encendida.



    ABRIGO AZUL

    Hace un frío de muerte, un frío triste
    incluso para enero y para estar tan solo.
    Y yo soy poco menos que una persona hundida
    en las solapas de mi americana,
    un ser raro del frí­o que gasta americana, un sospechoso,
    alguien que bien podrí­a enseñar una placa o un cuchillo.

    Y ahora me acuerdo de mi abrigo azul
    de pelo de camello,
    el mejor que he tenido. Tú me lo regalaste.
    Recuerdo que llegaste con él a la oficina y allí­ mismo
    me lo probé. Mis compañeros
    se reí­an y a mí­ me daba igual.
    Era un señor abrigo, lo escogiste
    a ojo de buen cubero: me caí­a perfecto.
    Se podí­a plantar cara al invierno con un abrigo así­.

    Pero ahora no lo llevo y mira que hace frí­o en estas calles
    de todos los demonios. El abrigo
    estará a 1.000 kilómetros, cálido para nadie, piel gastada.
    Tú y yo estamos también a 1.000 kilómetros
    o a 100.000 años luz, igual que dos cometas, y si nos encontráramos
    sólo cabrí­a un choque: un cataclismo.

    Mi querida enemiga: finalmente
    ocurrió lo que entonces, cuando vení­as con tu bolsa y en la bolsa el abrigo
    y yo me lo probaba en la oficina
    como se viste un prí­ncipe en el dí­a de su coronación,
    ha ocurrido lo que era en aquel tiempo la peor de nuestras pesadillas: no estar juntos.
    Y me pregunto cuándo, en qué momento, a lo largo de eones que han pasado, desde que el mundo era
    una gran primavera reluciente,
    empezaron las cosas a ir tan mal,
    tan rematadamente mal,
    y a hacer tanto, tanto frí­o.

    Y supongo que tú
    también tendrás noches a la intemperie
    -como esta misma- en las que haces recuento de errores y fracasos, y no sé
    qué clase de calor será el que eches de menos.
    Seguro que yo hice algo por ti,
    pero no lo recuerdo, algo inocente o práctico, o generoso o noble,
    que compensa todos esos errores
    y a ti te reconforta en las peores noches
    y a mí­ me salva.

    Mi abrigo azul de pelo de camello.
    En mi vida he tenido
    un abrigo tan puñeteramente bueno como aquel.



    EL AUSENTE

    Ni tan siquiera hicisteis un intento.
    Desde aquí se oían voces,
    vasos chocando, gente que lo pasaba bien. Supongo
    que estabais ocupados.
    ¿Y a quién le pediré cuentas ahora?

    Me he ido difuminando poco a poco.
    Soy la carta dejada para luego, nunca escrita,
    y ahora las palabras que yo era
    no se dirán jamás: soy un secreto a salvo.

    ¿Era feo o bonito?

    A lo mejor os hubiera hecho bien
    escuchar esta voz: un dios de leche,
    una pequeña cosa que se expande, la luz agradecida
    de una bombilla sola.
    Desnudo al sol: lo mejor de vosotros.

    Una pestaña desprendida pesa más que yo,
    y de vosotros, bueno, tampoco queda mucho.

    Cuando penséis en mí,
    yo que era necesario y era lógico,
    que no os dé pena:
    soy la flor descarnada de la talidomida,
    un hueso a la intemperie.

    A mí no me buscasteis y a vosotros
    ya no hay quien os encuentre.
    Más o menos lo mismo.

    Pedro Casas Serra
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    José Luis Piquero (1967- Empty Re: José Luis Piquero (1967-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Mar 13 Feb 2024, 13:40

    .



    ÍCARO

    De pronto, en el avión,
    al volar a poniente, se hace otra vez de día.
    Ganamos a la noche una partida.
    Podríamos quizá seguir al sol
    en un vuelo que nunca terminase,
    viajeros inmortales
    en un día robado.

    Pero me acuerdo ahora de otra tarde,
    volviendo a casa. Ella y yo estábamos
    aún enamorados.
    El coche perseguía un crepúsculo incierto
    y yo pensé en lo mismo: un día eterno,
    compañeros del sol, felices como besos.
    No morir, no acostarse.

    Ha anochecido sobre el aeropuerto
    y no sé de qué tarde
    estábamos hablando.

    Y entonces, por sorpresa,
    tú me preguntas si me acuerdo de ella.

    “De cada viaje he regresado ileso,
    no me he ganado
    una vida más alta:
    nunca he estado a la altura de mis sueños.

    Volviendo a tu pregunta: no me acuerdo de nada”.



    CUATRO

    Haz el amor con todo lo que sabes.
    JAIME SABINES

    Esta noche los cuatro
    nos damos libremente, como obsequios.
    Ya no somos parejas y formamos
    un círculo perfecto.

    Un placer sin palabras,
    algo así como un juego de calor,
    mas con las mismas mañas
    del amor entre dos.

    Y el latido de manos y de bocas
    con su idioma de sed:
    en cada piel absorta que se posan
    tocan un corazón bajo la piel.

    Sobre este cuarto ha descendido el mundo,
    la luz intacta de la vida breve
    envolviéndonos juntos
    mientras la noche afuera dura y llueve.

    No volveré a estar solo.
    Después de haber amado así, la muerte
    no me tendrá del todo.



    BORRADOR DE UN POEMA INACABADO

    Pues trata de él y ella,
    en la buhardilla como dos secretos
    y cuenta los secretos.

    Como él hunde la boca entre las piernas de ella
    y ella aferra su sexo igual que el último
    clavo ardiendo del mundo, y ambos se están bebiendo
    con una sed que desconoce el agua.
    Y así durante horas,
    en una asordinada pelea de animales: brutalmente.

    Cuando follan así
    Dios debe sonreírse con orgullo.

    Luego él baja despacio la escalera.
    Sale al jardín. Lleva en el cuerpo todos los olores de ella.

    Pongamos que es un tipo
    que gusta confundirse con los símbolos. Siente
    que la trae consigo, como su propio olor.
    Es una vela desplegada. Nadie.

    Pero ella sigue arriba. Se ha dormido,
    mojada como un pez, con la simpleza
    de cuanto no precisa explicación:
    desnuda, es la verdad redonda, incontestable.

    Es ahí en realidad donde empieza el poema:
    en el cuerpo desnudo de ella que él ha dejado hace sólo un momento.

    Y ese era el secreto: la franqueza
    de un cuerpo cuyo único atributo son sus jugos y olores
    y su belleza una pruba obstinada
    de algo que no entendemos
    pero hace sonreír al mismo Dios.

    También los animales se ignoran a sí mismos
    y oscila el mar de un continente a otro, eternamente.

    La tarde va acabando, y el poema.
    Él siente frío y sube a despertarla. En la buhardilla
    hay un secreto que no está en los libros.

    Gira, abrumado, el pomo de la puerta.
    A media luz, él espía el secreto.


    JOSÉ LUIS PIQUERO, El fin de semana perdido, DVC, 2009.

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    José Luis Piquero (1967- Empty Re: José Luis Piquero (1967-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 07 Jul 2024, 11:18

    .


    Dos poemas más de José Luis Piquero:


    De El buen discípulo (1992):


    ROMEO EN EL INTERNADO

    Amaba su inocencia, su cálido contacto
    casual durante el juego,
    la sonrisa radiante que también cautivara
    desde el primer momento al Superior.
    Los muchachos más brutos le regalaban dulces
    y todos le escogíamos para formar equipos.

    Yo amaba como un loco su pereza en las tardes
    de calor cuando, medio adormilado,
    la postura indolente, parecía perderse
    en el huerto, muy lejos, tras el gran ventanal,
    y el profesor de Ciencias era un adorno inútil.
    Le amaba si el jersey se le caía
    de la cintura hasta casi el tobillo,
    o al declarar muy serio su aversión por la sopa,
    o no entendiendo un chiste de los verdes.

    Amaba sobre todo su indefensión, las lágrimas
    que tanto embellecieron sus ojos cierta vez
    al herirse la pierna en el patio, y llevarle
    apoyado en mi hombro a buscar una venda.

    Y el momento glorioso en que le dieron
    “por su cara bonita“ el papel de Julieta
    y pude al fin decirle que le amaba, le amaba,
    en voz alta, mirándole a los ojos,
    ante todo el colegio, ante mis padres.




    De Monstruos perfectos (1997):


    RETIRO SENTIMENTAL

    En mi familia no se dijo nunca "te quiero".
    Jamás oí decir "lo siento" a mi padre o a mi madre.
    No sé si era vergüenza: una ternura demasiado estridente para enser cotidiano.
    ¡Incluso leer poemas! Eso sí que era algo sospechoso,
    tanto como una mancha repentina o un suspiro o una puerta cerrada con demasiada llave.
    Nunca "amor", "estoy triste" o "te echaré de menos", ¡podía uno reírse de esas cosas!
    Entiendo que hay un pacto tácito de pudor en algunos afectos, y no obstante
    yo hoy llamo a eso la incomodidad con todo lo cercano.

    La amputación de lo sentimental, estoy de acuerdo, nos hace manejables los rituales difíciles de convivir; una pequeña argucia.
    Así el templo: las fórmulas, nada de desgarrarse.
    En el templo, en la casa, como en un hospital, es necesaria la asepsia de los gestos repetidos, seguros:
    Procura ser feliz de una forma privada.

    Y, como añadidura, está el saqueo
    de palabras por parte de películas y canciones idiotas y esas niñas con novios revoltosos en un parque, entre arbustos enanos.

    Y hay a quien gustan mucho las escenas
    y tocar la guitarra sentimental de todos los salones y de todas las playas adolescentes, lánguidas igual que un veraneo despacioso,
    mientras algunos más nos quedamos a solas,
    bebiendo (y arrugados como estúpidos plátanos),
    pensando qué decir.

    En mi casa jamás se dijeron en alto las cosas importantes.
    Busca hoy dentro de ti una lágrima, un gesto de ternura:
    Ya se nos hizo tarde para esas tonterías.


    JOSÉ LUIS PIQUERO, Las moradas del verbo. Poetas españoles de la democracia. Antología, Calambur, 2010.


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