Aires de Libertad

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    Circe Maia (1932-

    Pedro Casas Serra
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    Circe Maia (1932- Empty Circe Maia (1932-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 21 Oct 2022, 03:39

    .


    Circe Maia
    (Montevideo, 29 de junio de 1932) es una escritora, poeta, profesora y traductora uruguaya.

    Biografía

    Maia nació en Montevideo, Uruguay, en 1932. Sus padres eran María Magdalena Rodríguez y el escribano Julio Maia, ambos procedentes del norte de Uruguay.1​ Fue su padre quien le publicó su primer libro de poesía, cuando Circe tenía 10 años (Plumitas, 1944). A sus 19 años sufrió la repentina muerte de su madre, que dejó una profunda huella en su primer libro de poesía madura, publicado cuando tenía 25 años (En el tiempo, 1958).

    Se casó con Ariel Ferreira, médico, en 1957, y en 1962 la pareja se mudó a Tacuarembó con sus dos primeras niñas.

    Cursó estudios de filosofía en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y siguió estudiando filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. Se dedicó al profesorado de filosofía en el liceo departamental y en el Instituto de Formación Docente de Tacuarembó.

    Participó en la fundación del Centro de Estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (CEIPA) y fue socia activa del Partido Socialista.​

    Los años de la dictadura cívico-militar en Uruguay fueron duros para su familia. Un día de 1972, los militares irrumpieron a las 3 de la madrugada en su casa para arrestar a Circe y Ariel, pero a ella le permitieron quedarse porque su hija menor tenía apenas 4 días.​ Su marido estuvo dos años preso por formar parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En 1973, Maia fue destituida de su cargo como profesora de educación secundaria por el gobierno militar, pero logró continuar dando clases particulares de idiomas y seguir con sus estudios.​ En 1983 perdió a su hijo de 18 años en un accidente de tránsito. Esta tragedia añadida a las dificultades de escribir bajo la dictadura la llevó hacia un descanso en su trabajo poético. Con el regreso de la democracia en 1985, fue reintegrada a su cargo como profesora de educación secundaria. Sus publicaciones comenzaron de nuevo con Destrucciones (1987), un pequeño libro escrito en prosa, y Un viaje a Salto (1987), relato en prosa sobre el encarcelamiento de su marido.

    La publicación de Superficies (1990) marcó su regreso a la poesía y fue seguida por otros libros de poesía y sus traducciones al inglés, griego y otros idiomas. Para el público lector la publicación más importante fue la recopilación de sus nueve libros de poesía Circe Maia: obra poética (2007 y 2010), un libro de más de 400 páginas.

    Enseñó filosofía en secundaria hasta su jubilación en 2001, pero continúa enseñando literatura inglesa en un instituto privado, prepara grupos de teatro en Tacuarembó, además de escribir y traducir.

    Poesía

    En su primer libro adulto, En el tiempo (1958), Maia ya señalaba que la expresión adecuada de la poesía es «el lenguaje directo, sobrio, abierto, que no requiere cambio de tono en la conversación, pero que sea como una conversación con mayor calidez, mayor intensidad... La misión de este lenguaje es descubrir y no cubrir; descubrir los valores, los sentidos presentes en la existencia y no introducirnos en un mundo poético exclusivo y cerrado».​ A lo largo de toda su obra ha permanecido fiel a este arte poética. Los objetos, las personas, las muertes cercanas, la pintura y el tiempo son algunos de los temas elegidos para «descubrirse» y descubrir la trama humana. La propia experiencia se convierte en la posibilidad de auscultar lo humano y de establecer el diálogo con un tú siempre presente.

    Circe Maia a lo largo de cincuenta años de trabajo poético se ha apartado de la literatura hermética que se vuelve monólogo. Como ella misma dice, ve «en la experiencia diaria, viva, una de las fuentes más auténticas de poesía».​ Su poesía se expresa a partir de la sensibilidad, sobre todo auditiva y visual.

    Algunos de sus poemas han sido musicalizados por Daniel Viglietti, Jorge Lazaroff, Numa Moraes y Andrés Stagnaro, entre otros. Que su poesía estaba de acuerdo con el espíritu de la época se puede ver en el nombre del grupo del canto popular uruguayo Los que Iban Cantando, inspirado por un poema de En el tiempo (1958). Quizás el más significativo fue su poema Por detrás de mi voz que fue musicalizado por Daniel Viglietti en 1978 como Otra Voz Canta. Esta canción, que a veces se realiza en combinación con el poema Desaparecidos de Mario Benedetti, se convirtió en una denuncia de los regímenes militares latinoamericanos que cometieron desapariciones forzadas.

    (Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Circe_Maia )


    *


    Algunos poemas de Circe Maia:


    De En el tiempo, 1958:


    LOS VERSOS DE LLUVIA

    I

    Con un viento de lluvia
    que vuela en rachas
    que cae sobre el río
    picando el agua

    vamos volando:
    la risa se nos moja
    la cara, el canto.

    Por la hojas brillantes
    y sacudidas
    por las ramas que quedan
    negras y frías

    voy resbalando.
    Con el ala del agua
    vamos volando.

    II

    Tiene el ruido de lluvia
    tanta alegría
    tanto blanco entusiasmo
    de risa limpia

    que nos levanta:
    una tierra sedienta
    parece el alma.

    III

    Y después, queda el monte
    mojado.
    Gotean
    las hojas
    y hay gotas colgando en el
    aire frío
    que muestran un mundo
    brillante
    diminuto y nítido:

    una ventana
    que da hacia un universo
    de luz y agua.

    IV

    De las altas capas del aire
    el granizo baja cantando.
    Canta en sílabas frías y duras
    la feroz alegría del agua
    sobre verdes sembrados.

    No te quiere el granizo,
    hombre dormido.
    Arroja piedras crueles
    rompe tu sueño
    alza tus párpados.

    No te quiere el granizo,
    vida del suelo
    ramita niña, gajito verde
    polen liviano.

    V

    Y por los troncos negros y
    por los gajos vámonos
    vámonos con el agua,
    y abajo, abajo, a la
    humedad oscura
    de raíces y piedras
    enterradas.

    Siente subir de abajo un
    ansia silenciosa:
    alma de tierra y polvo
    sediento se despierta
    sube al ruido del agua
    y asciende por los troncos,
    hacia arriba, las hojas
    las finas nervaduras...

    Alma de tierra y polvo
    sediento sube y tiembla
    se estremece y se estira
    hacia el viento de lluvia.



    (A LAS TRES DE LA TARDE)

    I

    A las tres de la tarde anocheció de golpe.
    Se le voló la luz, el piso, las agujas
    del tejido, la lana verde, el cielo.
    Ves qué fácil, que fácil:
    un golpecito. un hilo
    que se parte en silencio
    a las tres de la tarde.

    Y después ya no hay más. De nada vale
    ahogarse en llanto, no entender, tratar
    de despertarse.
    Muerte, de pie, la muerte
    altísima, de pie, sola, parada
    sobre mayo deshecho.

    II

    Recordarte es borrar, empecinadamente
    una vez y otra vez, esta sustancia oscura
    que de ti me separa.

    Cádaveres de días que no viste, te cubren.
    Llueven sobre tu rostro gotas lentas, espesas
    y de beber, amargas.

    Y bebo a grandes sorbos, y dolorosamente
    este tiempo que crece entre tú y yo, borrándote.
    Una y otra vez, contra olas de plomo
    contra de la corriente, partiendo el oleaje

    -olas sombrías, noches que no viste, te cubren-
    Como un nadador terrible, ahogándose
    y ver tu rostro lejos, en una playa ajena
    que no puede tocarse.

    V

    Hoy me puse a cantar canciones tuyas
    cuando no había nadie.
    Y venía tu voz, alzándose, venía
    borrándome la ajena luz, volando
    tu voz hacia la mía
    como por otro aire.

    Venía como niebla de cariño
    -y como tan de lejos-
    un ansia dolorosa
    de querer acercarse
    y aunque casi llegaba
    -ya más cerca, más cerca-
    no podía alcanzarme.

    Porque tu voz volaba
    ay, querida, querida
    por otro aire.

    VI

    Me dicen: siempre sigue con nosotros.
    Y yo pienso, de pronto, oscuramente
    que este papel escrito por su mano
    tiene ya algunas letras muy borrosas.
    La palabra "domingo" está muy tenue,
    es posible que pronto  no se lea.

    ...Domingo, era verano, el reloj mostraba
    alguna hora, mientras tú escribías.
    Haría sol, quizá viento, pasaría
    por la calle la gente, conversando,
    la cabeza inclinada, la mirada
    sobre el papel, el corazón tranquilo
    y la querida mano describiendo
    lentamente, los trazos: de, o, eme,
    Domingo...


    Ah, cómo siento así crecer la muerte.
    Qué ganas de llorar, decir llorando:
    -Todo se ha muerto, sí, todo se ha muerto
    y nada se ha salvado, todo muerto,
    las letras, el papel, la luz que daba
    sobre el papel, el lápiz que corría
    la hora aquella, sí, la hora, el aire
    muertos como la mano que escribía.

    VII

    Para buscarte hay que cerrar los ojos
    porque ya es demasiado azul, ya es demasiado
    azul frío e intenso
    y abrir los ojos es como embarcarse
    y echarse a navegar por un azul violento.

    Y yo no quiero.
    Vuelan días contigo
    y azules viejos.

    Y cómo duele ahora la danza de colores
    y me duele la blanca luz, y el amarillo
    de la flor de retama.

    Hay un ahogo, un grito
    detrás de estas doradas
    semanas reideras.

    Que de días como estos se disfrazó la muerte
    sobre días como estos pisó su enorme peso
    quebrándolos, rompiéndolos.

    IX

    Hoy estamos rodeados de ceniza.
    Vuela de altas hogueras, a donde no se sabe
    qué días nuestros nos están quemando.
    (Se quema el tiempo muerto, y la ceniza
    vuela, y ahoga y vuela).

    Ahora cae, despacio, con la lluvia
    y cae fría luz nacida muerta
    ceniza de algún gran temblor dorado:
    un viejo mediodía, un fuego antiguo
    que recién se ha apagado.
    Vuela y ahoga y cae
    despacio, con la lluvia.

    Si se cierran los ojos
    se empieza a descender grado por grado
    una honda escalera
    un laberinto circular, bajar, hundirse siempre
    y dar vueltas y vueltas.

    Es entonces que viene
    en una tibia ráfaga
    un trozo de canción que ella cantaba

    y llueven como nunca y más que nunca
    harapos de este día ceniciento.

    X

    En una hora así, con viento
    blanco de agua, con campanas, cuando han salido todos
    que no se puede imaginar que andas
    por otros cuartos
    que no hay nadie, y nadie conversa
    y nadie canta,

    cómo duele el silencio cuando es hecho de voces
    ausentes, de palabras
    que nadie dice:
    risas de sombra, voces,
    conversaciones muertas.

    Cuando duele el vacío y es un filo de hierro
    y pesa al corazón como un pájaro muerto.
    Cuando la ausencia es dura presencia de la muerte,
    dura presencia, muro para golpear llorando
    y ensangrentar el puño y golpear todavía.
    No abren, no se abre, no van a abrir más nunca.



    LOS QUE IBAN CANTANDO

    Los que iban cantando
    tan de mañana,
    ¿iban al río?
    Rato se oyó su canto
    por el camino.

    Los que dormían
    no lo sintieron
    pero el canto abrió puertas
    ventanas, cielos
    del corazón, cerrados.

    Por entre el sueño
    sólo era alegre y sola
    voz en el viento.

    De aquel confuso canto
    -voces mezcladas-
    no se pensó en las bocas
    que lo cantaban:

    Solo era un canto
    por el camino
    de madrugada



    NO AQUELLA ETERNIDAD

    No aquella eternidad de la dicha, ni aquella
    eternidad del llanto.
    No el continuo aletear de ala de cielo
    ni la continua llama,
    sino la eterna vida de estar, de haber estado
    desde que todo fue por vez primera
    y no morirse más, seguir con todos
    y siempre fuéramos.

    Porque no sé de dicha pura, sola
    limpia, limpia y sin sombra
    polvo ni arena
    sino de aquel surgir de la alegría
    como que amaneciera
    como reír después de haber llorado
    como luz sobre el agua y en la tierra.

    No sé, en realidad no entiendo
    pero sí que quisiera
    mirar desde muy lejos sobre días y años
    haber estado entonces
    estar después que muera
    conocer los que no han nacido ahora
    -no sé de qué hablarán, ni sus vestidos-
    pero seguramente habrá horas como ésta
    el viento como ahora
    noches como las nuestras
    igual caer de luz y de agua triste
    igual miedo de muerte
    el mismo llanto y risa y la gran ansia
    de vida para siempre.




    De Presencia diaria, 1964:


    LOS LÍMITES

    Puedes dejar que caigan
    en ti y se disuelvan
    los blancos días quietos
    los saludos, las cartas
    el sabor previsible de las horas que quedan.
    Cada mañana el viento
    trae sonidos, pasos
    conversaciones fáciles
    conocidos reflejos:
    en la luz de estos días podemos apoyarnos.

    Pero qué hemos de hacer
    —no puedes, no podemos—
    recibir totalmente cierto infinito peso
    la hondura desmedida
    el golpe inesperado.
    Por pedazos, pequeños fragmentos dolorosos
    se reciben entonces
    como la lluvia en gotas
    como la hoguera en chispas
    para no aniquilarnos.



    ESTAS TARDES

    Estas tardes de paz, de cielo liso
    de gritos infantiles en las calles
    y ladridos y juegos.

    van navegando juntas siempre iguales
    con sus mismo aire limpio
    sus árboles sin viento
    sus veredas de idénticas baldosas
    y el lento oscurecerse de sus horas
    de despacioso tiempo.

    Y no es posible entrar dentro de ellas
    —real, realmente dentro—
    antes de haber pasado ya están hechas
    de la misma sustancia del recuerdo.



    TAREA INÚTIL

    Hay un trabajo amargo
    como de fatigados pescadores
    arrojando sus redes
    —ansia y desesperanza—
    recogiendo sus peces
    de aletas frías, muertos.
    Así, a duros golpes
    se cree traer vivos todavía
    viejas escenas en fragmentos, restos
    de diálogos, perdidos
    brillos de las pupilas enterradas.
    No quiero más, no quiero.
    Porque sé que de un modo que no entiendo
    de algún oscuro modo, está presente
    en mí, total, entero
    el sumergido mundo que no alcanzo
    No quiero alzar pedazos, restos, sombras
    ya fríos, en mi mano.




    De El puente, 1970:


    EL PUENTE

    En un gesto trivial, en un saludo,
    en la simple mirada, dirigida
    en vuelo, hacia otros ojos,
    un áureo, un frágil puente se construye.
    Baste eso sólo.

    Aunque sea un instante, existe, existe.
    Baste eso sólo.



    PALABRAS

    Tantos millones de bocas
    tienen pasadas.

    PEDRO SALINAS

    En este cuarto me rodean muebles
    que no conoces: tengo puesto ahora
    este vestido que no has visto y miro
    -¿hacia adentro, hacia afuera?- No lo sabes.

    Pero ahora y aquí y mientras viva
    tiendo palabras-puentes hacia otros.
    Hacia otros ojos van y no son mías
    no solamente mías:
    las he tomado como he tomado el agua
    como tomé la leche de otro pecho.
    Vinieron de otras bocas
    y aprenderlas fue un modo
    de aprender a pisar, a sostenerse.

    No es fácil, sin embargo.
    Maderas frágiles, fibras delicadas
    ya pronto crujen, ceden.

    Duro oficio apoyarse sin quebrarlas
    y caminar por invisible puente.



    REGRESO

    Estábamos tan acostumbrados
    al ruido de los niños,
    —gritos, cantos, peleas—
    que este brusco silencio, de pronto...
    Nada grave. Salieron.
    Sin embargo
    en pocos años será lo mismo
    y no nos sentaremos a esperarlos.
    Habrán salido de verdad.
    Se saldrán del correr en escaleras.
    ¡No corran, niños! De sus cantos gritados
    de su empujarse y su reir, habrán salido.

    Volverán sólo en ráfagas-recuerdos,
    en fotos alineadas.
    Tiempo de mamaderas y pañales.
    Tiempo de túnicas y de carteras.
    Tiempo quedado atrás de alguna puerta
    que no será posible abrir. Habrán salido.

    Por eso toco y miro, como de gran distancia
    este cuarto en silencio
    con juguetes tirados por el piso
    con camas destendidas.

    Me siento regresando.
    Como quien ya se iba y da vuelta.
    Como alguien que olvidó despedirse.
    Desde afuera, de lejos, he regresado
    a la resbaladiza sustancia de la vida.



    LA PENDIENTE

    Gradualmente, de modo imperceptible
    puede formarse un ritmo, una cadena
    sutil, que arrastre y pese.
    No podrás verla, pero estará. Los días
    armados se alzarán y casi hechos.
    Pisadas por veredas familiares.
    -Buenos días, baldosas, plaza, cielo,
    disciplinados árboles-.
    La acogida de siempre. Sólo queda
    soltarse, resbalarse
    como por toboganes invisibles
    hacia la noche.

    No es noche, todavía. Sin embargo
    va atardeciendo.
    Tiempo del “todavía”:
    "Todavía es posible” (¿Hay posibles?)
    "Hay todavía tiempo”.

    Y de pronto naufragan
    los sin embargo, peros, todavías.
    Algo se ha endurecido y angostado.
    (¿Cómo ha ocurrido, cuándo?)
    La plaza en sombra, la vereda en sombra.
    Ha anochecido.



    DESEO

    No quisiera que abrieras el libro
    y vieras palabras.
    Quisiera
    que oyeras sonidos
    .........No música, escucha.
    .........Sonidos
    de cuyo entrelazarse están formados
    del tiempo, los hilos.

    Como ahora
    en que escribo ante abierta ventana
    y el rumor de la calle y pisadas
    exclamaciones, saludos, despedidas,
    noticias, comentarios
    y lejanos llamados se mezclan
    conmigo.

    .........Sin embargo
    no suben al papel y sólo quedan
    negros trazos escritos.



    TODAVÍA LA MUERTE

    I

    Afrontemos ahora
    la posibilidad de estar ya muertos
    —definitivamente, realmente—
    un día de verano, como éste.

    Resplandor que no toque la retina.
    Humedad de la tierra en madrugadas.
    El rocío en el pasto y no poder siquiera
    quitarse los zapatos... Ya ves, ¿no es una lástima
    no es una lástima
    que ni zapatos ni pies tendremos?

    Que ya al deshecho oído
    no llegue del sonido ni la sombra
    —ecos de risas, pájaros, reflejos
    de amadas voces—.
    Ni siquiera su falta:
    el momentáneo, silencioso hueco.

    Pensarlo fuertemente
    y no prenderse a tibios,
    acogedores, débiles apoyos.
    Un día
    un día no remoto
    un día de tan sólida presencia
    de peso tan real, igual a este.

    II

    Es posible
    que lo que nos rodea y nos protege
    nos sea, sí, quitado.
    Despojados de ropa, casa, muebles,
    y aún del propio cuerpo,
    es posible
    que un ser incomprensible, sólo alma
    un inimaginable ver sin ojos
    un lastimoso resto, sobreviva.
    Tal vez, posible.

    Qué miraremos, pues, así, hamacándonos
    en transparentes hilos sostenidos?
    Qué hacer, cómo vivir la sobrevida?
    Hasta el mínimo gesto necesita
    un apoyo de piel, algún pequeño
    movimiento real... Pesada, opaca
    y mil veces bendita, densa tierra
    donde pisar seguro, mientras tengas
    el hueso y los tejidos todavía
    y todavía puedas.




    De Cambios, permanencias, 1978:


    NO HABRÁ

    Construyendo los días uno a uno
    bien puede ocurrir que nos falte una hora
    -tal vez sólo una hora-
    o más, muchas más, pero raro es que nos sobren.

    Siempre faltan, nos faltan.
    Quisiéramos robarlas a la noche
    pero estamos cansados
    nos pesan ya los párpados.

    Nos dormimos así y la final imagen
    -antes de zambullirnos en el sueño-
    es para un día nuevo, de anchas horas
    como llano estirado, como viento.

    Lastimosa mentira.

    No habrá días-burbuja imprevistos
    sorprendentes, abiertos.

    El zumo de este día transcurrido
    se filtra por el borde de la madrugada
    y ya la está royendo.



    HOJA

    Tan absolutamente única
    (nervaduras, matices) ella sola
    es solo ella, sola.

    Hoja a quien la mirada
    te separa del resto y te hace única.
    (O te descubre única... ¿Lo eras?)
    ¿Eras, antes de verte, tú y más nadie?

    Una hoja en la mano
    no en follaje
    no en viento
    sino aquí, en este instante
    la doble luz del sol y de los ojos
    que te miran, te envuelven,
    te recortan, te alzan…
    La puerta al ser se abre.

    Eres.



    CANCIÓN DE MUERTE

    Por sobre el río
    dormida, te vas yendo
    y una mano caída
    rozando el agua.

    Nadie en el río
    navegando dormida
    nadie contigo.

    Caen del viento
    hojas, flores azules
    que no te siguen.
    Tiemblan, se van quedando
    atrás, naufragan.
    Ni ellas te siguen.
    Nadie contigo.

    Navegando, dormida
    sobre agua negra.

    La mano abriendo al agua
    largas heridas.




    De Dos voces, 1981:


    POEMAS DE CARAGUATÁ
    (IMAGEN FINAL)

    I

    A la hora final
    cada uno tendrá su pequeño paisaje
    para borrar con él esa penumbra
    de habitación de enfermo.

    Este trozo de río no está mal, por ejemplo,
    para guardarlo así: las costas verdes
    rodeándolo, brillante, silencioso.

    Y son dos movimientos:
    mientras el bote avanza
    sin ruido, hacia adelante,
    la imagen, al contrario,
    va hacia atrás, silenciosa,
    abriendo el pensamiento
    y ancla profundamente.

    Cuando toque soltar amarras
    de una vez para siempre
    el viajero no habrá de ver los muros
    –frascos, cama, remedios–
    sino este río inmóvil
    bajo la luz del sol, resplandeciente.

    II

    Pequeños paraísos imperfectos
    y aún así, aún así, peradisíacos
    instantes frágiles.

    Rodeado a ciertas horas por extrañas
    perfeccciones de corta duración, de imprevista
    llegada, sorprendido
    por un tono de luz inesperado
    que alumbra el aire inmóvil.

    (De los árboles sale olor de lluvia
    un olor de humedad y de madera)

    Suspendida en el aire
    una hoja de sauce tiembla y gira.
    Una tela de araña la sostiene.
    La tela es invisible.
    La hoja es como un signo
    amarillo en el aire

    y gira


    III

    Varios relojes invisibles miden
    el pasaje de distintos tiempos.
    Tiempo lento: las piedras
    vueltas arena y cauce
    del río.

    Tiempo
    de estiramientos:
    despacioso, invisible
    el reloj vegetal da la hora verde
    la hora roja y dorada, la morada,
    la cenicienta.

    Todas acompasadas, silenciosas
    o con un son oscuro, que no oímos.

    Apoyado  a la vez en roca y árbol
    un ser de parpadeos y latidos
    un ser hecho de polvo de memoria
    está allí detenido.

    Y quiere penetrar disimuladamente
    en otro ritmo, en otro tiempo
    ajeno.

    IV

    Cabeza y cola de un celeste
    brillo metálico.
    Cuerpo y alas finísimos.
    Vuelan de a dos, sin ruido.
    Las ramas cruen bajo el pie. Zumbidos
    de otros insectos, gritos agudos de los pájaros
    rumor del agua y del follaje, viento.
    Aun cerrando los ojos, todo existe.
    Es un ruido, un olor de tierra y agua
    un frescor en la piel...
    Solo ellas solas
    se dan solo a los ojos, fugazmente.
    Pequeño, fino vuelo silencioso
    celestes rayas rápidas.
    Aquí y ya no. Ahora y ya no más.
    Libélulas.

    V

    Río y monte cubiertos de niebla
    ingresan fácilmente en lo “ya visto”
    se vuelcan sin conflicto en el recuerdo.
    Vienen ya tan modestamente
    descoloridos! Tan apenas
    anuncian su presencia. Nada imponen.
    Sugieren vagamente
    sin mayor convicción, como si hablaran
    –lenguaje de la niebla– a medio tono.
    Claro que pueden despertar angustia
    pero sólo al querer forzarlos, revelarlos.
    Déjala así. Acepta esta luz blanda.
    Deja a la venda húmeda que toque
    el ojo herido.
    Déjala.

    VI

    Nada alto, filoso ni blanco.
    Solo estas verdes lomas, estos conos truncados
    que parecen mostrar murallones y ruinas.
    Se sube así nomás, no es una hazaña
    trepar allí donde se ve en redondo
    un horizonte circular remoto.
    El verde fuerte asalta.
    Atopella el azul. Estás parado
    en el centro del día transparente.
    Estás vestido de una luz redonda.
    El aire te sostiene.



    SALTAN LOS NÚMEROS

    Supongamos que al nacer nos dan tres cifras
    un capital fijo, que se va a ir gastando.
    Supongamos que está todo anotado
    matemáticamente:
    número de latidos, una cifra.
    Parpadeos totales, otra cifra.
    Entradas
    del aire en los pulmones, tercera cifra clave.
    Entonces
    a cada instante las tres cifras decrecen
    -con pequeñísimo ruido inaudible-
    las tres cifras se achican rapidísimamente
    imperceptiblemente
    a ritmo firme.
    No importa lo que hagas.
    Como en las estaciones de servicio
    o como en los relojes electrónico
    -te muevas o estés quieto-
    ¡imposible pararlas!
    en su viaje hacia cero
    saltan
    saltan.



    DISCREPANCIAS

    Dice la voz de la lluvia:
    -Soy la misma de hace mil años
    y de aquí a otros mil, seré la misma.

    Pero una gota, rota en la ventana,
    no está de acuerdo.

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    Circe Maia (1932- Empty Re: Circe Maia (1932-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 21 Oct 2022, 07:17

    .


    De Destrucciones, 1986:


    GOLPES

    .....Se oyen los golpes del hacha sobre el tronco de un arbolito joven. Se sacude el follaje en lo alto. La mirada se detiene un momento en las ramas más finas, las que tienen hojas todavía enrolladas, recién nacidas, y que más bien parecen flores.
    .....Luego es el hachazo final y todo cae, con estrépito, sobre el suelo. Rápidamente las ramas son arrancadas y el tronco raspado, eliminando todo rastro de corteza. Esta tarea es como un despellejamiento. El tronco desnudo quedaatado al alambrado y allí empieza a secarse y a ennegrecerse con el paso de los días.
    .....Ya todo es definitivo. No es posible ver al árbol erguido otra vez, cuando parecía sostenerse más en la luz que en la tierra. No es posible verlo cayendo nuevamente. El acontecimiento se cerró sobre sí mismo, pero no quedó aislado.
    .....En otro lugar, en otro tiempo, un joven yace inmóvil sobre la tierra húmeda. Tan ciego como el árbol, tampoco vio venir hacia él el golpe mortal.
    .....Una maraña espesa de días y de noches crece ya sobre su cuerpo, tratando de cubrirlo.




    De Superficies, 1990:


    LAS PALABRAS

    A veces se presentan, enemigas.
    ¿Cómo atacar o cómo huir? Aun este
    comenzar a escribir, ahora mismo,
    o la charla común, que bien podría
    ser entablada entre computadoras:
    a tal pregunta van tales respuestas
    posibles, y no otras.

    Y sin embargo
    hay algo más, en los pequeños diálogos
    del momento. Veloces,
    al vuelo del instante:
    —¿Vienes ahora? —Espera
    que ya termino. Vamos.

    Esa soltura con que salta, viva,
    la voz sobre otra voz, como un pie que saltara
    sobre las piedras lisas, a través del arroyo.



    TRAICIÓN

    El último sol no le dijo: soy el último sol.
    Nada le previnieron.
    El agua resbaló sobre su cuerpo y él no supo
    que era el modo en que el agua
    decía: adiós. No supo.
    Nadie le dijo nada.

    Cuando llegó la noche, llegó para quedarse.
    Y él no lo supo nunca.




    De Lo visible, 1998:


    MOVIMIENTOS

    La iudad crece perceptiblemente
    e imperceptiblemente se deshace
    vuelta memoria.

    No, no. No es nostalgia.
    Es el verse rodeado
    del doble movimiento de las cosas
    como si en vez de andar, fuera uno sentado
    en una hamaca siempre balanceándose:
    el futuro te empuja entre bigas al aire
    y otras -también al aire-
    te empujan hacia atrás
    con un golpe de herrumbre.




    De Breve sol, 2001:


    IN MEMORIAM

    Un anillo, una silla
    pero sobre todo los lentes, que aparecen, de pronto
    como si ya estuviera por ponérselos.

    “¿Dónde dejé los lentes?” La pregunta de siempre
    es ahora inaudible pero casi se oye
    mejor dicho, está ahora en la zona intermedia
    entre la realidad y el recuerdo. Más fuerte
    que la sola memoria, la pregunta se pega
    a los lentes y los hace oscilar
    entre lo que está aquí ahora -el silencio-
    y lo que estuvo el día en que los lentes
    eran siempre olvidados: ¡Ah, los lentes!
    ¿Dónde los puse?



    INVITACIÓN

    Me gustaría
    que me oyeras la voz y yo pudiera
    oír la tuya.

    Sí, sí, hablo contigo
    mirada silenciosa
    que recorre estas líneas.

    Y repruebas, tal vez, este imposible
    deseo de salirse del papel y la tinta.
    ¿Qué nos diríamos?

    No sé, pero siempre mejor
    que el conversar a solas
    dando vuelta a las frases, a sonidos,
    (el poner y el sacar paréntesis y al rato
    colocarlos de nuevo).

    Si tu voz irrumpiera
    y quebrara esta misma
    línea... ¡Adelante!
    Ya te esperaba. Pasa.
    Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
    Ya verás. Entra.




    De Dualidades, 2014:


    LA PARED MAL ENCALADA

    En realidad no fue mal encalada.
    Está vieja.
    La cal se ha desprendido a pedazos
    y dejó grandes manchas negras.

    Van como en procesión. El que las mira,
    sin querer ya las carga de sentido:
    son gentes, son espectros,
    son... "los monstruos de la razón", si duermes.

    Pero una voz dice: "Despiértate.
    Es solo una pared mal encalada".
    Esta voz nueva es fuerte.
    Es firme.
    Es clara.
    Se enfrentará al tembloroso pensamiento
    y dice: "cállate".


    CIRCE MAIA, Transparencias. Antología poética. Visor, 2018

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    Circe Maia (1932- Empty Re: Circe Maia (1932-

    Mensaje por cecilia gargantini Vie 21 Oct 2022, 15:43

    Yo había leído alguna cosa de ella pero me abriste un panorama más amplio.
    Las dictaduras en estos países hicieron estragos...en lo familiar, lo emocional, lo cultural, lo económico...las muertes injustas de tantos.
    Todavía la muerte y Hoja me emocionaron profundamente.

    P.D. En los dos lugares donde yo daba clases en esos momentos, tuvimos que firmar unas enormes planillas por cuadriplicado, donde decían que si dabas algún autor prohibido, serías separado del cargo sin indemnización...y quién sabe qué más te pasaría. De más decir que nuestros grandes autores estaban prohibidos casi todos. Había que hacer malabares para aunque sea nombrarlos y que al alumno le quedara aunque sea el recuerdo para leerlos en algún momento, ya que en los anaqueles de las grandes librerías no había ningún autor argentino ni hispanoamericano de peso...por sus ideas, por sus temas, por sus declaraciones, etc etc

    Besosssssssssss Pedro y graciasssss
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    Circe Maia (1932- Empty Re: Circe Maia (1932-

    Mensaje por Amalia Lateano Vie 21 Oct 2022, 20:47

    Maestro Pedro. Adhiero a las palabras de Cecilia.

    La dictadura hizo estragos.

    Me quedo con estos versos.

    "Recordarte es borrar, empecinadamente
    una vez y otra vez, esta sustancia oscura
    que de ti me separa.

    Cádaveres de días que no viste, te cubren.
    Llueven sobre tu rostro gotas lentas, espesas
    y de beber, amargas..."

    Un beso
    Amalia

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    Circe Maia (1932- Empty Re: Circe Maia (1932-

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 22 Oct 2022, 03:38

    Cecilia, Amalia: agradezco mucho vuestras palabras. Sin duda las dictaduras militares en Argentina, Chile, Uruguay, causaron mucho dolor y daño a mucha gente (a toda la sociedad, en suma), y afectaron a grandes poetas del cono sur de América, tal como sus poemas traslucen. Ahí es importante la poesía: para dar testimonio. En España, donde la dictadura duró cuarenta años, aún fue peor, pues esta se institucionalizó en todos los niveles, dejando una impronta en toda la sociedad que aún perdura: aún no nos hemos deshecho de la dictadura, sigue ahí.

    Un abrazo.
    Pedro


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