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    Philip Larkin (1922-1985)

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    Philip Larkin (1922-1985) Empty Philip Larkin (1922-1985)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Vie 05 Ago 2022, 13:24

    .


    Philip Larkin (Coventry, 9 de agosto de 1922-Hull, 2 de diciembre de 1985), fue un poeta, bibliotecario, novelista y crítico de jazz británico. En 1945 publicó su primer libro de poesía, El barco del norte, al que le siguieron dos novelas, Jill (1946) y Una chica en invierno (1947), pero adquirió notabilidad en 1955 con la publicación de su segunda colección de poemas, Un engaño menor, seguido por Las bodas de Pentecostés (1964) y Ventanas altas (1974). Entre 1961 y 1971, trabajó en el periódico The Daily Telegraph como su crítico de jazz (sus artículos fueron compilados posteriormente en All What Jazz: Escritos sobre jazz 1961–71, de 1985), y editó The Oxford Book of Twentieth-Century English Verse (1973).1​ Recibió varios honores, incluyendo la Queen's Gold Medal for Poetry. En 1984, después de la muerte de John Betjeman, le fue ofrecida la posición de poeta laureado del Reino Unido, la cual rechazó. Es considerado por la crítica como uno de los poetas ingleses más aclamados de la segunda mitad del siglo XX.

    Después de graduarse de Oxford en 1943 con títulos en inglés y literatura inglesa, Larkin comenzó a trabajar como bibliotecario. Durante los treinta años en los que se desempeñó como bibliotecario universitario en la Biblioteca Brynmor Jones de la Universidad de Hull produjo la mayor parte de su obra publicada. Sus poemas están marcados por lo que el poeta inglés Andrew Motion describe como una «exactitud melancólica y muy inglesa para tratar las emociones, los lugares y las relaciones». Eric Homberger mencionó que Larkin era «el corazón más triste en el mercado de posguerra», y el mismo Larkin dijo que la pobreza era para él lo que los narcisos eran para Wordsworth.​ Influenciado por W. H. Auden, W. B. Yeats y Thomas Hardy, sus poemas están formados por versos muy estructurados, pero flexibles. Jean Hartley, la exesposa del editor del poeta, George Hartley (The Marvell Press), los describió como «una mezcla estimulante de lirismo y descontento»,​ aunque el antólogo Keith Tuma aseguró que hay más en la obra de Larkin que lo que sugiere su reputación de pesimista adusto.​

    La personalidad pública de Larkin era la de un inglés solitario e insensato a quien no le gustaba la fama y que no tenía paciencia para los enredos de la vida literaria pública.​ En 1992, cuando el poeta y escritor Anthony Thwaite publicó de manera póstuma sus cartas, se generó una controversia sobre su vida personal y sus opiniones políticas, descrita por John Banville como escalofriante, pero también divertida en cierto punto. La historiadora británica Lisa Jardine lo describió como un «racista empedernido y misógino», pero el académico John Osborne sostuvo en 2008 que «lo peor que pudieron descubrir sobre Larkin fueron unas pocas cartas supinas y que le gustaba el porno más suave que el que entretiene a las masas».​ A pesar de la controversia, fue elegido en una encuesta de 2003 (casi dos décadas después de su muerte) organizada por la Poetry Book Society como el poeta más aclamado de los últimos cincuenta años, y en 2008 The Times lo nombró el mejor poeta de posguerra de Gran Bretaña.

    (Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )


    *


    Algunos poemas de Philip Larkin, de su obra Engaños, 1955, en traducción de Damià Alou:


    LLEGADA

    Al alargarse la tarde,
    la luz, gelida y amarilla,
    baña las serenas
    fachadas de las casas.
    Canta un tordo,
    rodeado de laurel
    en el jardín ancho y pelado,
    y su voz ahora en el aire
    asombra a los edificios.
    Pronto será primavera,
    pronto será primavera...
    y yo, cuya infancia
    es un tedio olvidado,
    me siento como un niño
    que aparece en una escena
    de reconciliación entre adultos,
    y no entiende nada
    más que las insólitas carcajadas,
    y comienza a ser feliz.



    RAZONES PARA EXISTIR

    La voz de la trompeta, sonora y autoritaria,
    me acerca un momento al cristal iluminado
    y observo a los bailarines -todos de menos de veinticinco-
    moverse muy concentrados, las caras coloradas muy juntas,
    solemnemente al ritmo de la felicidad.

    O eso imagino, al percibir el humo y el sudor,
    la maravillosa presencia de las chicas. ¿Por qué estar fuera?
    Pero ¿por qué estar dentro? El sexo, sí, pero ¿qué es
    el sexo? Seguramente pensar que la parte del león
    de la felicidad se alcanza por parejas; craso

    error, por lo que a mí se refiere.
    Lo que a mí me llama es esa campana alta de áspero badajo
    (arte, si quieres) cuyo sonido individual
    insiste en que yo también soy individual.
    Habla; la oigo; también otros podrían oírla,

    pero no por mí, ni yo por ellos; lo mismo ocurre
    con la felicidad. Por tanto me quedo fuera
    y esto es lo que creo; y ellos se agitan frenéticos,
    y creen otra cosa; y los dos quedamos satisfechos,
    si no hemos juzgado mal. O mentido.



    EL SIGUIENTE, POR FAVOR

    Siempre demasiado impacientes con el futuro, adquirimos
    la mala costumbre de la esperanza.
    Siempre hay algo que se acerca; cada día
    decimos Hasta entonces,

    desde un acantilado observamos cómo se aproxima
    la ínfima, nítida y centelleante flota de promesas.
    ¡Qué lenta es! ¡Y cuánto tiempo pierde
    evitando darse prisa!

    Y ahí nos tiene, sujetando los tristes tallos
    de la decepción, pues, aunque nada frustra
    cada gran aproximación, con ostentación de bronce,
    cada maroma definida,

    con su pendón, y el mascarón con sus tetas doradas
    arqueándose hacia nosotros, nunca echa el ancla;
    en cuanto se hace presente ya es pasado.
    Hasta el final

    pensamos que la nave se pondrá al pairo y descargará
    todo lo bueno en nuestras vidas, todo lo que nos deben
    por esperar tanto y con tanto fervor.
    Pero nos equivocamos:

    Solo un barco nos busca, desconocido,
    de velas negras que remolca un silencio
    inmenso y sin pájaros. A su estela
    ni nacen ni rompen las aguas.



    PARTIDA

    Un anochecer se acerca
    a través de los campos, como nunca se ha visto,
    que no enciende ninguna lámpara.

    A lo lejos parece de seda, pero
    cuando se acerca a las rodillas y al pecho
    no trae ningún consuelo.

    ¿Dónde está el árbol que mantenía unidos
    el cielo y la tierra? ¿Qué hay bajo mis manos,
    que no pudo sentir?

    ¿Qué me lastra las manos?



    DESEOS

    Aparte de todo esto, el deseo de estar solo:
    por mucho que el cielo se oscurezca con invitaciones
    por mucho que sigamos las instrucciones impresas del sexo
    por mucho que la familia se fotografíe bajo el asta de la bandera:
    aparte de todo esto, el deseo de estar solo.

    Por debajo de todo, un anhelo de olvido:
    a pesar de las astutas tensiones del calendario,
    el seguro de vida, los programados ritos de fertilidad,
    la costosa aversión de los ojos a la muerte:
    por debajo de todo, un anhelo de olvido.



    ALAMBRADAS

    Las praderas más amplias tienen cercas eléctricas,
    pues aunque las reses viejas saben que no se han de descarriar
    los novillos jóvenes husmean siempre agua más pura
    no aquí, sino en cualquier parte. Más allá de las alambradas
    les lleva a chocar contra las alambradas
    cuya violencia los desgarra sin mesura.
    Ese día el novillo joven en res vieja se ha de transformar,
    límites eléctricos a sus más amplias miras.



    EN LA IGLESIA

    En cuanto estoy seguro de que no pasa nada,
    entro y dejo cerrarse la puerta con un golpe seco.
    Otra iglesia: esteras, asientos y piedra,
    y esos librillos; flores desperdigadas, cortadas
    para el domingo, ahora marronosas; latón y esas cosas
    que hay en el rincón sagrado; un órgano muy mono;
    y un silencio tenso, mohoso, imposible de ignorar
    engendrado hace Dios sabe cuanto. Sin sombrero,
    me quito los clips de ciclista en torpe reverencia,

    avanzo y paso la mano por la pila bautismal.
    Desde donde estoy, el techo parece casi nuevo:
    ¿lo han limpiado o restaurado? Cualquiera sabe: yo, no.
    Me subo al atril y leo unos versículos
    intimidatorios en letra grande, y pronuncio
    el "Aquí acaba" mucho más fuerte de lo que pretendía.
    El eco es una breve burla. De nuevo en la puerta
    firmo en el libro, dejo una moneda irlandesa de seis peniques
    y reflexiono que no valía la pena pararse ahí.

    Y sin embargo me he parado: a menudo lo hago,
    y siempre acabo igual de perdido,
    preguntándome qué busco; preguntándome también,
    cuando las iglesias caigan completamente en desuso,
    en qué las convertiremos, si mantendremos
    algunas catedrales para enseñarlas de vez en cuando,
    sus pergaminos, patenas y píxides en vitrinas cerradas,
    y dejaremos el resto gratis a la lluvia y las ovejas.
    ¿Las evitaremos como si fueran lugares de mal agüero?

    ¿O, al caer la noche, aparecerán turbias mujeres
    para que sus hijos toquen una piedra en concreto;
    a coger hierbas para un cáncer; o alguna noche
    determinada para ver caminar a un muerto?
    Seguirá existiendo algún tipo de poder
    en juegos, acertijos, aparentemente al azar;
    pero la superstición, igual que la fe, debe morir,
    ¿y qué quedará cuando ya no haya ni incredulidad?
    Hierbas, un pavimento con maleza, zarzas, contrafuertes, cielo,

    una forma a cada semana menos reconocible,
    una intención más recóndita. Me pregunto quién
    será el último, el último de todos, que busque
    este lugar por lo que fue; ¿uno de esos que
    dan golpecitos, anotan y saben lo que era el coro y el ábside?
    ¿Un borracho de las ruinas, un cachondo de las antigüedades,
    o un adicto a la Navidad, que busca el tufillo
    a sotanas y alzacuellos, tubos de órgano y mirra?
    ¿O será alguien como yo,

    aburrido, ignorante, que sabe que el limo espectral
    se ha dispersado, y sin embargo se acerca a este suelo en cruz
    a través de estos matorrales porque ha mantenido
    entero durante tanto tiempo, invariable, lo que desde entonces
    solo encontramos separado: el matrimonio, el nacimiento
    y la muerte, y los pensamientos que provocan, para lo que fue construida
    esta estructura especial? Pues aunque ignoro
    el valor de este granero rancio y habilitado,
    me agrada estar aquí en silencio;

    es una casa seria en una tierra seria,
    en cuya atmósfera mixta todas nuestras compulsiones confluyen,
    se reconocen y se visten de destinos.
    Y eso nunca será obsoleto,
    pues siempre habrá alguien que sorprenda
    dentro de sí un ansia de ser más serio,
    y que lo atraiga a este suelo,
    el cual, oyó decir una vez, ayudaba a ser más sabio,
    aunque solo sea por los muertos que contiene.



    PRIMAVERA

    Gente sentada bajo sombras verdes, o que da vueltas,
    los niños toquetean la hierba que despierta,
    serena se posa una nube, sereno canta un pájaro,
    y, brillando como un espejo oscilante,
    el sol ilumina las pelotas que botan, los perros que ladran,
    la neblina de hojas detenida en la rama, y a mí,
    que recorro el parque con cara de pocos amigos,
    una esterilidad indigerible.

    La primavera, de las estaciones la más gratuita,
    es un patio de flores espontáneas, es un curso de agua,
    es la hija más múltiple y entusiasta de la tierra;

    y aquellos que más la ignoran son quienes mejor la ven,
    sus caminos se vuelven tortuosos y pusilánimes; sus visiones, claras
    como una montaña; sus necesidades, presuntuosas.



    ENGAÑOS

    Naturamente que me drogaron, tanto que no recobré la
    conciencia hasta la mañana siguiente. me horrorizó des-
    cubrir que me habían deshonrado, y estuve inconsolable
    durante días, y lloré como una niña a la que van a matar
    o a enviar de vuelta con mi tía.

    MAYHEW,
    London Labour and the London Poor

    Aun tan lejano, puedo saborear el dolor,
    amargo y punzante con tallos, que él te hizo tragar.
    La huella esporádica del sol, la brusca y breve
    molestia de las ruedas allá en la calle
    donde el Londres nupcial mira hacia otro lado,
    y la luz, irrefutable y alta y ancha,
    impide que cicatrice la herida,
    y hace aflorar la vergüenza. Todo ese lento día
    tu mente queda abierta como un cajón de cuchillos.

    Los suburbios, los años, te han enterrado. No osaría
    consolarte aunque pudiera. ¿Qué se puede decir,
    sino que el sufrimiento es exacto, y que cuando
    el deseo manda, de poco valen las interpretaciones?
    Pues poco habría de importarte
    haber sido tú menos engañada, sin sentido en esa cama,
    que él, trastabillando al subir la escalera sin aire
    para irrumpir en el desolado desván de la satisfacción.



    RECUERDO, RECUERDO

    Cruzando Inglaterra por una línea distinta
    por una vez, temprano en el frío de año nuevo,
    nos detuvimos, y al ver a unos hombres con unas matrículas
    correr por el andén hacia unas puertas conocidas,
    "¡Vaya, Coventry!", exclamé. Yo nací aquí".

    Asomé medio cuerpo, y me puse a buscar una señal
    de que esa era aún la que fue "mi" ciudad
    durante mucho tiempo, pero no tenía muy claro
    dónde me encontraba. Desde donde estaban
    aquellas bicicletas embaladas, ¿habíamos salido cada año

    rumbo a nuestras vacaciones familiares?... Sonó un silbato:
    todo empezó a moverse. Me senté, mirándome las botas.
    "¿Era ahí", sonrió mi amiga, "donde están tus raíces?"
    No, solo donde dejé pasar mi infancia,
    quise replicar, solo donde empecé:

    pero ahora ya lo tengo todo situado.
    Nuestro jardín, primero: donde no inventé
    deslumbrantes teologías de flores y frutos,
    y donde no me habló un viejo sombrero.
    Y aquí tuvimos esa magnífica familia

    a la que nunca acudí corriendo cuando estaba deprimido,
    los chicos todo bíceps y las chicas todo pechos,
    sus cómicos Ford, sus granjas donde pude ser
    "yo mismo de verdad". Te enseñaré, ya puestos,
    el helecho en el que nunca me senté temblando,

    decidido a llegar hasta el final, donde ella
    se recostó, y "todo se volvió una neblina ardiente".
    Y en esas oficinas mis ripios
    nunca se imprimieron en un gastado cuerpo diez,
    ni los leyó un distinguido primo del alcalde,

    que no llamó a mi padre para decirle: Aquí
    ante nosotros, si pudiéramos ver el futuro...
    "A juzgar por tu cara", dijo mi amiga, "es
    como si desearas que el lugar ardiera en el Infierno".
    "Bueno, supongo que la culpa no es del lugar", dije.

    "Nada y todo, ocurre en todas partes".



    Sí, MI AMADA

    Si mi amada algún día se decidiera
    a no quedarse en mis ojos,
    y saltar, como Alicia, la falda flotando dentro de mi cabeza,

    no encontraría sillas ni mesas,
    ni aparadores de caoba con patas de animal,
    ni ascuas sin remover;

    el mueble bar no estaría surtido, ni acogedor el lugar junto al fuego,
    no abarrotarían los estantes misales de letra pequeña,
    ni habría un mayordomo borrachín, ni doncellas haraganas:

    se vería enredada en el lento avance de una luz indecisa,
    marrón simio, gris pescado, una ristra de círculos infectados
    merodeando como matones, a punto de coagularse;

    ilusiones que se encogen al tamaño de un guante de mujer,
    y se extienden como una mancha hacia fuera. También observaría
    el suelo malsano, como la piel de una tumba,
    del que asciende una pegajosa sensación de traición,
    una estatua griega pateada en las partes, dinero,
    la comida para cerdos de los buenos sentimientos. Pero sobre todo

    se taparía los oídos ante el incesante recital
    entonado por la realidad, lardeado de términos técnicos,
    todos con la doble yema del sentido y la refutación del sentido:

    pues la murga de ese boletín deshace el mundo como un nudo,
    y oír que el pasado ya ha pasado y el futuro es neutro
    podría derribar a mi amada de su inapreciable pivote.



    EN LA HIERBA

    La mirada apenas los distingue
    de la fresca sombra que los cobija,
    hasta que el viento alborota la cola y la melena;
    entonces uno pasta, da unos pasos
    -el otro parece observarlo-
    y se detiene de nuevo en su anonimato.

    Sin embargo, hace quince años
    quizá dos docenas de carreras bastaron
    para que entraran en la leyenda: lentas tardes
    de copas, apuestas y hándicaps,
    en las que sus nombres quedaron grabados
    en desvaídos junios clásicos.

    Colores en la salida: recortados contra el cielo
    números y parasoles: fuera
    escuadrones de coches vacíos y el calor,
    y desperdicios en la hierba: el grito prolongado
    que queda flotando hasta que remite y se imprime
    en las columnas de última hora de los periódicos.

    ¿Quizás los recuerdos rondan sus oídos como moscas?
    Sacuden la cabeza. El crepúsculo llena las sombras.
    Verano tras verano todo se fue alejando,
    los cajones de salida, el gentío y los gritos:
    todo menos esos apacibles prados.
    Sus nombres sobreviven en los almanaques; pero ellos

    han olvidado sus nombres, y descansan,
    o emprenden un galope que debe de ser de alegría,
    y ya no los siguen los prismáticos
    ni los vaticinios de un cronómetro impertinente:
    sino el mozo, y el hijo del mozo,
    con las bridas cuando llega la noche.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 29 Jul 2023, 14:09, editado 1 vez


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    Philip Larkin (1922-1985) Empty Re: Philip Larkin (1922-1985)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Sáb 06 Ago 2022, 12:06

    .


    Algunos poemas de Plip Larkin, de su obra Las bodas de pentecostés, 1964, en traducción de Damià Alou:


    CANCIONES DE AMOR EN LA VEJEZ

    Guardaba sus canciones, ocupaban tan poco espacio,
    ....le gustaban las tapas:
    una descolorida de estar al sol,
    una con los círculos de un jarrón de agua,
    una pegada, de cuando le dio por poner orden,
    ....y coloreada, por su hija;
    y así esperaron, hasta que ya viuda
    las encontró, buscando otras cosas, y se puso

    a redescubrir cómo esos acordes francos y sumisos
    ....habían dado paso
    a esas palabras que los guiones prolongan,
    y la infalible sensación de ser joven
    se extendió como un árbol que despierta en primavera,
    ....en el que cantaba esa fresca lozanía,
    esa certeza de tener tiempo por delante
    como cuando las tocó por primera vez. Pero más aún,

    el refulgir de ese tan mencionado brillo, el amor,
    ....estalló para mostrar
    el vuelo de su luminosa incipiencia,
    que aún prometía solventar, y satisfacer,
    e imponer un orden inmutable. Por ello,
    ....esconderlas otra vez, llorar,
    fue duro, sin admitir en parte que
    no lo había conseguido entonces, y no lo haría ahora.



    CURACIÓN POR LA FE

    Lentamente las mujeres desfilan hasta el  hombre
    erguido, de gafas sin montura, pelo plateado,
    traje oscuro, cuello blanco. Los ayudantes, infatigables,
    las convencen de que avancen hasta su voz y sus manos,
    hasta esa cálida lluvia de primavera que es su amorosa atención,
    los veinte segundos para cada una. Dime, hija mía,
    ¿cuál es el problema?
    , pregunta la voz grave, de acento americano.
    Y, sin pausa apenas, comienza a rezar,
    dirigiendo a Dios hacia ese ojo, esa rodilla.
    Bruscamente juntan las cabezas; enseguida, exiliadas

    como pensamientos perdidos, quedan en silencio; algunas
    se alejan avergonzadas, sin volver a sus vidas
    todavía; otras se quedan tiesas, temblando, con un llanto
    ronco y escandaloso, como si en su interior aún perviviera
    una niña muda e idiota, despertada
    por esa muestra de amabilidad, pensando que una voz
    por fin les ha hablado, que han aparecido unas manos
    que las elevan y aligeran; y tanto júbilo
    les traba la lengua, espesa, los ojos supuran dolor, un gentío
    sigue agolpándose, dichoso, a la espera de las grandes respuestas.

    ¡El problema! Con su bigote y su vestido floreado, tiemblan:
    ahora el problema es todo. En todas duerme la sensación
    de haber vivido según el amor.
    Para algunas todo sería distinto
    de amar a los demás, pero casi todas piensan
    en lo que podrían haber hecho de haber sido amadas.
    Eso nada lo cura. Un inmenso dolor que se remansa,
    como cuando, al deshelarse, el rígido paisaje llora,
    las va recorriendo lentamente: eso, y la voz que sobre ellas
    dice Hija mía, y todo lo que el tiempo ha rebatido.



    QUÉ TRISTE EL HOGAR

    Qué triste el hogar. Está como lo dejaron,
    adaptado a la comodidad de los últimos que se fueron
    como para incitarlos a volver. No obstante,
    privado de nadie a quien agradar, se marchita,
    sin ánimo para superar esa ausencia

    e intentar un nuevo comienzo,
    cuando apuntó dichoso a cómo deberían ser las cosas
    y falló estrepitosamente. Ya ves lo que fue:
    mira las fotos, y la cubertería.
    Las partituras en el taburete del piano. Ese jarrón.



    EGOÍSTA ES EL HOMBRE

    Nadie puede negar, no,
    que Arnold es menos egoista que yo.
    Se casó con una mujer para que no se le fuera
    y ahora la tiene allí hasta que se muera.

    Y el dinero que saca de partirse el cobre
    tampoco es que a ella le sobre
    para las chorradas de los niños, la secadora,
    la calefacción y la batidora,

    y después de la cena,
    cuando leer el periódico es lo que vale la pena,
    la murga de Clávame este clavo en la pared.
    Y es que no tiene tiempo para él,

    entre los chavales enredando por la sala
    y tener que salir al jardín con la pala
    y esa carta a su madre de su propia mano
    donde le dice ¿Por qué no vienes en verano?

    Si nos comparamos hay acuerdo,
    yo siempre quedo como un cerdo:
    nadie puede negar, no,
    que Arnold es menos egoísta que yo.

    Pero un momento, tranquilidad,
    ¿es cierta tanta disparidad?
    Está así porque ha querido,
    no para contentar a sus conocidos;

    y si el plan le ha salido contrahecho
    lo hizo tan solo por su propio provecho,
    se guió por su propio interés.
    Así, no somos tan distintos, ya ves,

    solo que yo tengo más ciencia
    y conzco los cotos de mi paciencia
    para que no me tengan que encerrar...
    o creo que sé hasta dónde puedo llegar.



    LLÉVESE UNO PARA LOS NIÑOS

    Entre poca paja, tras cristales sin sombra,
    apiñados junto a unos cuencos vacíos, duermen:
    ni oscuridad, ni madre, ni tierra, ni hierba:
    Mami, cómpranos uno.

    Un juguete vivo es siempre una novedad,
    pero al final uno también se cansa.
    Toma la caja de zapatos, toma la pala:
    Mami, ahora juguemos a los funerales.



    HABLAR EN LA CAMA

    Hablar en la cama debería ser tan fácil
    después de tanto tiempo durmiendo juntos,
    emblema de dos personas viviendo con honestidad.

    Pero cada vez pasamos más tiempo en silencio.
    Fuera, la incompleta desazón del viento
    reúne y dispersa nubes por el cielo,

    y oscuras poblaciones se apiñan en el horizonte.
    A todo eso le somos indiferente. Nada explica por qué,
    a esta singular distancia de la soledad,

    cada vez es más difícil encontrar
    palabras que sean sinceras y agradables,
    o no insinceras y desagradables.



    ESTUDIO DE LOS HÁBITOS DE LA LECTURA

    Cuando meter la nariz en un libro
    me curaba de casi todo menos de la escuela,
    valía la pena destrozarme la vista
    y saber que podía hacerme el chulo
    y soltarles el clásico gancho de derecha
    a unos tipejos asquerosos que me doblaban en tamaño.

    Luego, ya con gafas de culo de vaso,
    me dedicaba a hacer de malo:
    yo, mi capa y mis colmillos
    nos lo pasamos bomba en la oscuridad.
    ¡A cuántas mujeres aporreé con mi sexo!
    Las destrozaba que parecían merengues.

    Ahora ya no leo mucho: el tipo
    que decepciona a las chicas antes
    de que llegue el héroe, el cagueta
    que se queda al frente de la tienda,
    me resultan demasiado familiares. Dale al frasco:
    los libros son un montón de mierda.



    AMBULANCIAS

    Cerradas como confesionarios, se abren paso
    entre el estruendo de la ciudad al mediodía,
    sin devolver ninguna de las miradas que absorben.
    De un gris claro y satinado, las armas en una placa,
    aparcan en cualquier acera:
    tarde o temprano visitan todas las calles.

    Luego los niños en los portales, la calzada,
    y las mujeres que vienen de las tiendas
    y se cruzan con olores de distintas cenas, ven
    una cara blanca y desencajada que por un momento
    remata las mantas rojas de la camilla
    mientras se la llevan y la colocan en su sitio,

    y perciben el vacío que resuelve
    todo lo que hacemos,
    y por un segundo lo captan entero,
    permanente, estéril, cierto.
    Las puertas cerradas se alejan. Pobre tipo,
    susurran todos a su propia congoja;

    pues transportada en ese aire insonorizado
    puede que vaya la pérdida que de pronto se cierra
    en torno a algo ya casi acabado,
    y lo que se amalgamó en él a lo largo
    de los años, esa mezcla singular y azarosa
    de familias y modas, por fin ahora

    comienza a disgregarse. Lejos
    del intercambio del amor yacer
    inalcanzable dentro de una habitación
    que el tráfico se aparta para dejar pasar
    nos acerca más a lo que nos queda,
    y difumina en la distancia todo lo que somos.



    DOCKERY E HIJO

    "Dockery era más joven que usted,
    ¿verdad?", dijo el decano "Su hijo está aquí ahora".
    Enlutado, de visita, asiento. "¿Y sigue
    viéndose con...?" O recuerda cuándo,
    de toga negra, sin desayunar, y aún medio trompas,
    estábamos delante de este escritorio para dar
    "nuestra versión" de "los incidentes de la noche pasada"?
    Intento abrir la puerta de donde vivía:

    cerrada. El césped, ancho, deslumbrante.
    Suena una campana conocida. Con el tren, desapercibido.
    El canal y nubes y facultades desaparecen
    lentamente. Pero Dockery, Dios santo,
    cualquiera que sea adulto ahora debió de nacer
    en el 43, cuando yo tenía veintiún años.
    Si él era más joven, ¿tuvo su hijo
    a los diecinueve, o a los veinte? ¿Era ese chico retraído,

    de internado y punta en blanco, que compartía la habitación con
    Cartwright, el que mataron? Bueno, eso demuestra
    lo mucho que... lo poco que... Bostezo y supongo
    que me quedé dormido, y me desperté con los humos
    y el brillo de los altos hornos de Sheffield, donde cambié de tren,
    me comí una empanada horrorosa, y recorrí
    el andén hasta el final para ver las vías
    que se unían y separaban reflejando una luna

    intensa, diáfana. No tener hijos, ni esposa,
    ni casa ni tierras parecía de lo más natural.
    Solo un aturdimiento registró la sorpresa
    de descubrir cuánto había pasado de mi vida,
    cuán diferente a las otras. Pero Dockery:
    a los diecinueve debió de hacer inventario
    de lo que quería, y fue capaz
    de... No, esa no es la diferencia: mas bien

    ¡qué convencido estaba de que debía sumar!
    ¿por qué pensaba que sumar significaba aumentar?
    Para mí era diluirse. ¿De dónde salen
    estos supuestos innatos? No de lo que nos
    parece más cierto, ni de lo que más nos apetece:
    se alabean hasta cerrar heméticamente, como puertas. Son
    un estilo que acompaña a nuestras vidas: hábito primero,
    de pronto se endurecen hasta ser todo lo que tenemos

    y cómo lo obtuvimos; vistos en retrospectiva, se levantan
    como nube de arena, espesas y apretadas, encarnando
    para Dockery un hijo, para mí nada,
    una nada tan difícil de tutelar como un hijo.
    La vida primero es tedio, luego miedo.
    La utilicemos o no, pasa,
    y deja lo que algo ajeno a nosotros eligió,
    y la vejez, y luego el único fin de la vejez.



    IGNORANCIA

    Qué raro no saber nada, nunca estar seguro
    de qué es cierto o acertado o real,
    y verse obligado a puntualizar O eso creo,
    o Bueno, eso parece:
    Seguro que alguien lo sabe.

    Qué raro ignorar cómo van las cosas:
    su talento para encontrar lo que necesitan,
    su sentido de la forma, su puntual diseminación
    de la semilla, y su voluntad para cambiar;
    sí, es raro,

    incluso vestir ese conocimiento -pues nuestra carne
    nos rodea con sus decisiones-
    y sin embargo pasar toda la vida en imprecisiones,
    pues cuando empezamos a morir
    no tenemos ni idea de por qué.



    UNA TUMBA PARA LOS ARUNDEL

    Uno al lado del otro, las caras borrosas,
    el conde y la condesa yacen en piedra,
    sus decorosos hábitos vagamente asoman
    en forma de armadura articulada, pliegues
    almidonados, y ese leve toque de absurdo:
    los perrillos bajo sus pies.

    La simplicidad de ese prebarroco
    apenas llama la atención, hasta que el ojo
    capta el guantelete izquierdo de él,
    que vacío, la otra mano sostiene, y ve,
    con una sorpresa a la vez brusca y tierna,
    que le está cogiendo la mano a su mujer.

    No pensaron que durarían tanto.
    Esa fidelidad en efigie era apenas
    un detalle que los amigos verían:
    la amble gracia de encargo de un escultor
    que solo pretendía contribuir a que pervivieran
    los nombres en latín que hay en la base.

    No imaginaban qué pronto,
    en su supino viaje estacionario,
    el aire se haría callado deterioro,
    los convertiría en ocupantes anónimos;
    qué pronto los ojos que vendrían luego
    comenzarían a mirar, no a leer. Rígidos

    persistieron, unidos, a través de longitudes
    y anchuras de tiempo. Cayó nieve sin fecha. La luz
    cada verano inundaba el cristal. El alegre
    reclamo de los pájaros se esparcía
    por el mismo terreno sembrado de huesos. Y por los caminos
    llegaba la gente, infinita y distinta

    en una marea que diluía su identidad.
    Ahora, desamparados en el vacío
    de una época sin heráldica, un cubículo
    donde flota una madeja de humo
    sobre su fragmento de historia,
    solo una pose permanece:

    el tiempo los ha convertido el algo
    falso. Esa fidelidad en piedra
    que nunca pretendieron ha resultado
    su blasón final, y demostrado
    que nuestro casi instinto es casi cierto:
    lo que sobrevivirá de nosotros es el amor.


    Última edición por Pedro Casas Serra el Sáb 29 Jul 2023, 14:17, editado 1 vez


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    Philip Larkin (1922-1985) Empty Re: Philip Larkin (1922-1985)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 07 Ago 2022, 03:56

    .


    Algunos poemas de Philip Larkin, de su obra Ventanas altas, 1974, en traducción de Marcelo Cohen:


    VENTANAS ALTAS

    Cuando veo una parejita e imagino
    que él se la folla y ella toma
    píldoras o usa un diafragma,
    sé que es el paraíso

    que todo viejo soñó la vida entera:
    ataduras y prejuicios desechados
    como una cosechadora obsoleta, y los jóvenes
    deslizándose sin límites, ladera abajo,

    hacia la felicidad. Me pregunto si
    cuarenta años atrás, mirándome, alguien
    habrá pensado: Eso es vida;
    nada de Dios, ni de sudar de noche

    pensando en el infierno, ni de ocultar
    lo que opinas del pastor. Ese y sus
    amigos se deslizarán, maldita sea,
    libres como pájaros. Y de inmediato,

    más que en palabras, pienso en ventanas altas:
    el cristal donde cabe el sol y, más allá,
    el hondo aire azul, que nada muestra,
    y no está en ninguna parte, y es interminable.



    LOS VIEJOS BOBOS

    ¿Qué creerán que ha pasado, los viejos bobos,
    para que estén así? ¿Supondrán quizá que en cierto modo uno
    es más maduro cuando le cuelga la quijada, y se babea,
    y se mea a cada rato, y no recuerda
    quien llamó por la mañana? ¿O que, si lo quisieran,
    podrían volver a la noche que bailaron hasta la madrugada,
    o al día de su boda, o a un septiembre de brazos enlazados?
    ¿O se imaginarán que en realidad nada cambió
    y siempre se comportaron como inválidos o paralíticos,
    o pasaron los días en un continuo, sutil sueño, mirando el flujo
    de la luz? Si no lo creen (y si no pueden), qué raro es:
    .....................¿por qué no gritan?

    Al morir uno se rompe: los pedazos que uno era
    empiezan a dispersarse velozmente para siempre,
    sin testigos. Cierto, es tan solo olvido: antes
    ya lo conocimos. Pero entonces era pasajero
    y continuamente se fundía con el afán inigualable
    de que se abriera la flor de innumerables pétalos
    del estar aquí. La próxima vez no vamos a poder fingir
    que hay algo por delante. Y son estos los primeros signos:
    no haber oído quién, no saber cómo; la capacidad
    de elegir, perdida. El aspecto los delata:
    manos de sapo, pelo ceniciento, cara de pasa...
    .....................¿cómo pueden ignorarlo?

    Quizá ser viejo sea tener cuartos iluminados
    en la cabeza, y dentro gente actuando.
    Gente conocida, pero sin nombre cierto; cada persona alzándose
    como una pérdida devuelta, asomándose por puertas familiares,
    girando una lámpara, sonriendo en la escalera, tomando
    del estante un libro conocido; o a veces solamente
    los cuartos mismos, sillas y fuego en el hogar,
    la mata agitada en la ventana, o la amistad
    tenue del sol en la pared, cuando cesa la lluvia,
    en una solitaria tarde de verano. Allí viven:
    no aquí y ahora, sino donde todo sucedió una vez.
    .....................Por eso dan una sensación

    de confundida ausencia, porque aunque intenten
    estar allí, aquí se quedan. Pues los cuartos se alejan
    dejando un frío incompetente, el gasto continuo
    de tomar aliento, y ellos, encogidos, al pie de la montaña
    de la extinción, los viejos bobos, sin advertir
    cuán cerca están. Quizá por eso están tranquilos:
    para ellos, el pico que siempre tenemos todos a la vista
    ya es tierra elevada. ¿Acaso no vislumbran nunca
    qué los demora, y cómo acabará? ¿Ni por la noche?
    ¿Ni cuando llega gente extraña? ¿Ni una vez siquiera
    en toda la odiosa inversión de la niñez? Bien,
    .....................ya lo descubriremos.



    SEA ESTE VERSO

    Bien que te joden tus papis.
    ....Aunque no adrede, lo hacen,
    Te llenan con sus defectos
    ....más algunos especiales.

    Pero a ellos los jodieron
    ....viejos necios atildados
    que cuando no estaban rígidos
    ....se peleaban como gatos.

    Heredamos la miseria
    ....como zócalo marino.
    Escapa lo antes que puedas
    ....
    y no busques tener hijos.



    VERS DE SOCIETÉ

    Mi esposa y yo hemos invitado a una gentuza
    a que vengan a perder el tiempo a casa: ¿te atreves
    a ser de la partida?
    Pero qué mierda, amigo.
    Acaba el día.
    La estufa respira, oscuramente los árboles se mecen.
    Por lo tanto: Querido Warlock-Williams, lo lamento...

    Gracioso lo difícil que es quedarse solo.
    Podría pasarme, si quisiera, la mitad de las noches
    sosteniendo una copa de jerez insulso, inclinado
    para oír las tonterías de una zorra
    que no ha leído otra cosa que revistas;
    pensad en cuánto tiempo libre se ha escurrido

    hacia la nada porque uno lo llenó
    con caras y cubiertos, en vez de aprovecharlo
    bajo una lámpara, oyendo cómo sopla el viento
    y asomándose a ver la luna convertida
    en navaja afilada por el aire.
    Una vida, y sin embargo cuán duramente nos inculcan:

    Toda soledad es egoísta. Nadie hoy
    cree al eremita de andrajos y escudilla
    que habla con Dios (también este se fue); el gran deseo
    es tener gente que sea simpática con uno,
    lo cualen cierto modo significa retribuirlo.
    La virtud es social. Entonces ¿son estas rutinas

    una forma de jugar a la bondad, como ir a misa?
    ¿Algo aburrido, que hacemos no muy bien
    (interesarnos por la investigación de aquel idiota)
    pero con sentimiento, pues, aun groseramente,
    nos señalan el buen ejemplo?
    Demasiado sutil. Y decoroso, encima. Oh, diablos,

    solo los jóvenes son libres de estar solos.
    Para tener compañía queda ahora menos tiempo
    y a menudo permanecer bajo la lámpara
    no ofrece paz, sino otras cosas.
    Remordimiento y fracaso esperan en la sombra
    susurrando Querido Warlock-Williams: por supuesto...



    DINERO

    Cada tres meses, ¿no?, el dinero me reprocha:
    ...."¿Por qué me dejas aquí donde no sirvo?
    Yo soy el sexo y las cosas que no tuviste nunca.
    ....Aún puedes conseguirlos firmando algunos cheques".

    Entonces miro qué hacen los otros con el suyo.
    ....No lo guardan en la almohada, desde luego.
    Ya tienen esposa, coche y casa de verano:
    ....alguna relación guarde el dinero con la vida

    -la verdad, tienen mucho en común, si uno investiga:
    ....no puedes postergar la juventud hasta que te jubiles
    y por mucho que parte del salario vaya al banco
    ....al cabo no podrás pagarte mucho más que una afeitada.

    Escucho el canto del dinero. Es como si mirase
    ....una ciudad de provincias desde largos ventanales:
    barriadas, canal, iglesias adornadas y locas
    ....bajo el sol de la tarde. Intensamente triste.




    De otros poemas:


    LA VIDA CON UN AGUJERO

    Cuando echo la cabeza hacia atrás y aúllo
    la gente (sobre todo las mujeres) dice
    Pero si siempre has hecho lo que has querido,
    siempre has ido a la tuya
    :
    una rematadamente vily sucia
    inversión de la realidad.
    Lo que quieren decir esos estúpidos
    es que nunca he hecho lo que no he querido.

    Así que el capullo enclaustrado en el castillo
    que escribe sus quinientas palabras y luego
    divide el resto del día
    entre la piscina, la botella y los pajaritos
    me queda más lejos que nunca, pero también
    el maestrillo pelagatos con gafitas
    (seis críos y la mujer preñada,
    y los padres de ella al caer)...

    La vida es una lucha inmóvil, trabada
    y a tres bandas entre tus deseos,
    lo que el mundo te desea a ti y (peor aún)
    la imbatible y lenta máquina
    que te da lo que vas a conseguir. Neutralizados,
    luchan alrededor de un punto neutro y hueco
    de obligaciones, miedos y caras.
    Los días se filtran sin tregua a través de él. Los años.



    ALBADA

    Trabajo todo el día, y por las noches me emborracho.
    Me despierto a las cuatro en una oscuridad callada, y miro.
    Los bordes de las cortinas no tardan en iluminarse.
    Hasta entonces veo lo que siempre ha estado ahí:
    la muerte infatigable, ahora un día entero más cerca,
    que borra todo pensamiento excepto
    cómo y dónde y cuándo moriré.
    Árida interrogación: no obstante el temor
    de morir, y estar muerto,
    centellea de nuevo, te posee, te aterra.

    La mente se queda en blanco ante el resplandor. No
    por remordimiento -el bien no hecho, el amor no dado,
    el tiempo desperdiciado- ni con tristeza porque
    una vida pueda tardar tanto en superar
    sus malos inicios, y quizá nunca lo consiga;
    sino ante la total y perpetua vacuidad,
    la segura extinción hacia la que viajamos
    y en la que nos perderemos para siempre. No estar
    aquí, no estar en ninguna parte,
    y pronto: nada más terrible, nada más cierto.

    Es un miedo concreto que ningún truco
    disipa. Antes lo hacía la religión,
    ese vasto brocado musical apolillado
    creado para fingir que no morimos nunca,
    y ese capcioso discurso que dice Ningún ser racional
    puede temer lo que no sentirá
    , no ver
    que eso es lo que tememos: ni vista, ni oído,
    ni tacto ni sabor ni olor, nada con que pensar,
    nada que amar ni a lo que estar ligado,
    el anestésico del que nadie despierta.

    Y así permanece al borde de la visión,
    una pequeña mancha desenfocada, un escalofrío  
    permanente que deja todo impulso en indecisión.
    Hay muchas cosas que quizá nunca ocurran; esta sí,
    y el comprenderlo es un rugido
    de miedo al crematorio cuando nos pilla
    sin nadie y sin bebida. El valor no sirve:
    significa no asustar a los demás. Tener coraje
    no te salva del último viaje.
    Igual muere el llorón que el fanfarrón.

    Lentamente se hace de día, y la habitación cobra forma.
    Es evidente como un guardarropa, lo que sabemos,
    lo que hemos sabido siempre, sabemos que no podemos escapar,
    pero no lo aceptamos. Algo tendrá que desaparecer.
    Mientras tanto los teléfonos se agazapan, dispuestos a sonar
    en oficinas cerradas, y todo este mundo indiferente,
    intrincado y de alquiler comienza a despertar.
    El cielo es blanco como arcilla, sin sol.
    Hay trabajo que hacer.
    Los carteros, como los médicos, van de casa en casa.



    EL CORTACÉSPED

    El cortacésped se atascó, dos veces; me arrodillé
    y encontré un erizo entre las cuchillas,
    muerto. Estaba entre las hierbas altas.

    Lo había visto antes, y hasta le había dado de comer,
    una vez. Ahora había destrozado su discreta existencia
    sin remedio. Enterrarlo no me ayudó:

    a la mañana siguiente yo me levanté y él no.
    El primer día después de una muerte, la nueva ausencia
    es siempre lo mismo; deberíamos cuidar

    unos de otros, deberíamos mostrar amabilidad
    mientras aún haya posibilidad.


    PHILIP LARKIN, PhilipLarkin. Poesía reunida, Lumen, 2014, traducciones de Damián Alou y Marcelo Cohen.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 30 Jul 2023, 04:20

    .


    Algunos otros poemas de Philip Larkin:


    De Engaños, 1955, en traducción de Damià Alou:


    VIENTO DE BODAS

    El viento sopló todo el día de mi boda,
    y mi noche de bodas fue la noche del vendaval;
    la puerta del establo no dejó de golpear,
    y él tuvo que bajar y cerrarla, dejándome
    como una estúpida a la luz de las velas, oyendo
    la lluvia, viendo mi cara en el curvo candelabro,
    en realidad sin ver nada. Cuando volvió
    dijo que los caballos estaban inquietos, y me entristeció
    que aquella noche hubiera un hombre o animal
    que no compartiera mi felicidad.

    .......................................................
    Ahora, de día,
    el viento lo agita todo bajo el sol.
    Él ha ido a ver la riada, y llevo
    un cubo desportillado al gallinero,
    lo dejo en el suelo y me quedo mirando. Todo es un viento
    que revuelve las nubes y los bosques, que azota
    mi delantal y la ropa del tendedero.
    ¿Puedo soportar que el viento me haga encarnar
    la alegría de mis actos, como un hilo ensartado
    de cuentas? ¿Podré dormir ahora
    que esta mañana perpetua comparte mi cama?
    ¿Conseguirá secar la muerte
    estos nuevos lagos de dicha, impedir que nos arrodillemos
    como el ganado junto a sus generosas aguas?



    SAPOS

    ¿Es que el sapo del trabajo
    me va a tener siempre debajo?
    ¿No haré de mi ingenio una espada
    y echaré a ese bruto de una patada?

    De seis días siete me embrutece
    con su veneno y con sus heces.
    ¡Y para pagar cuatro facturas!
    Qué se cree ese caradura.

    Cuántos viven de su mollera:
    conferenciantes, guaperas,
    ceporros, matasanos, palafreneros:
    no los veo yo de pordioseros.

    Mira esos que se disputan una colilla
    y se calientan con una cerilla,
    comen dos manzanas y cuatro sardinas,
    y a ellos les parece cosa fina.

    Los niños van con el moco colgando,
    sus mujeres, con las costillas asomando,
    pero yo jamás he visto a ninguno
    que se muera con el vientre hecho un uno.

    ¡Ah si yo tuviera un par
    y dijera Por ahí te van a dar!
    Pero sé que de donde las dan las toman
    y que de sueños no hay quien coma.

    Aunque el que de verdad me espanta
    es el sapo que dentro de mí vive y manda;
    esa cosa gafe y musculosa
    y fría como serpiente. ¡Qué cosa!

    Y sé que nunca ha de permitir
    que con la mía me vaya a salir,
    que consiga de una tacada
    fama, dinero y a una monada.

    No digo yo que encarne uno
    la verdad espiritual del otro uno;
    pero sí que es difícil perder a alguno
    si tienes a los dos, ese par de tunos.



    LLEGADAS, SALIDAS

    Esta ciudad tiene muelles a los que llegan barcas sigilosas;
    dóciles y estrechos pasos, altos galpones, y el viajero ve
    (mientras el maletín de muestras le golpea las rodillas)
    y oye, todavía por debajo de las máquinas que amainan,
    anunciar su llegada a la orilla matinal.

    Y nosotros, todavía medio dormidos,
    percibimos el mugido de las llegadas a una triste distancia:
    una vez más peliagudos dilemas en la puerta.
    Ya verás como te equivocas, gritan, ya verás como te equivocas;
    y nos levantamos. Por la noche otra vez

    llamando ahora el viajero que se marcha:
    No por mucho tiempo, gritan, no por mucho tiempo.
    Nos sacan a empujones de la comodidad, y nunca sabemos
    con qué tranquilidad podríamos ignorar sus sirenas,
    ni si, esta noche, la felicidad también se marcha.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 30 Jul 2023, 13:07

    .


    De Las bodas de pentecostés, 1964, en traducción de Damià Alou:


    MR BLEANEY

    "Esta es la habitación de Mr Bleaney. Se alojó aquí
    todos los años que trabajó en la fábrica, hasta que
    lo trasladaron.» Unas cortinas estampadas, finas, deshilachadas,
    que cuelgan diez centímetros sobre el alféizar

    de una ventana que muestra un solar
    cubierto de maleza y desperdicios. «Mr Bleaney
    me tenía un jardín precioso.»
    Una cama, una silla, una bombilla de sesenta vatios, no hay

    colgador tras la puerta, ni sitio para libros o equipaje.
    «Me la quedo.» Y así es como me acuesto
    donde se acostaba Mr Bleaney, y aplasto mis colillas
    en el mismo platillo de souvenir, y me pongo

    algodones en los oídos para amortiguar
    el estruendo de la radio que él la animó a comprar.
    Sé cuáles eran sus hábitos: a qué hora bajaba,
    que prefería las salsas ligeras, por qué

    nunca perdió la fe en las quinielas.
    Y también cómo era su temporada: la familia de Frinton
    que le alojaba durante las vacaciones de verano,
    y que pasaba las navidades en Stoke con su hermana.

    Pero si se quedaba de pie mirando el viento glacial
    que alborota las nubes, o echado en la cama mohosa
    diciéndose que ese era su hogar, y sonreía,
    y temblaba, sin sacudirse el temor

    de que somos tal como vivimos,
    y que si a su edad lo único que podía enseñar
    era una caja alquilada no debería dudar
    que nada mejor merecía, eso no lo sé.



    MCMXIV

    Esas filas largas y torcidas,
    esperando con la misma paciencia
    que si estuvieran delante
    del Oval o el Villa Park,
    las copas de los sombreros, el sol
    sobre caras arcaicas y bigotudas
    que sonríen como si estuvieran
    de juerga en sus vacaciones de verano;

    y las tiendas cerradas, los nombres
    prestigiosos y descoloridos en los toldos,
    las guineas y los soberanos,
    y niños que juegan, vestidos de oscuro
    y bautizados con nombres de reyes y reinas,
    los anuncios de hojalata
    de cacao y té, y los pubs
    abiertos todo el día de par en par;

    y la campiña viviendo feliz:
    los nombres de lugares velados
    por plantas en flor, y los sembrados
    cubriendo las líneas del catastro
    bajo el inquieto silencio del trigo;
    los criados ataviados de manera distinta
    en ínfimas habitaciones
    de imponentes mansiones,
    el polvo tras las limusinas;

    nunca tanta inocencia,
    nunca antes ni después,
    convertida en pasado
    con discreción: los hombres
    dejando el jardín perfecto,
    los miles de matrimonios
    que no se acababan tan pronto:
    nunca más tanta inocencia.



    POR POCO

    Ver que al arrojar el corazón
    golpea el cesto, por el suelo da un resbalón,
    es cada vez menos suerte y más la expresión

    del fracaso que todo el brazo reclama
    cada vez un poco antes, la mano sin levantar y en calma,
    la manzana sin morder en la palma.



    AL SOL DE PRESTATYN

    Ven al sol de Prestatyn
    decía riendo la chica del cartel,
    arrodillada en la arena
    y de ajustado y blanco satén.
    Tras ella, un cacho de costa,
    un hotel con palmeras parecían
    brotarle de los muslos y los brazos
    extendidos para alzarle los pechos.

    La pegaron un día de marzo.
    Un par de semanas después era bizca
    y le habían pintado unos colmillos;
    le marcaron con saña enormes tetas
    y una raja en la entrepierna, y entre los muslos
    le habían hecho unos garabatos
    que la dejaban bien abierta de piernas
    sobre una polla tuberosa y sus cojones

    con la firma de El Enano Thomas,
    mientras que alguien había utilizado un cuchillo
    o lo que fuera para apuñalarle
    los labios con bigote de su sonrisa.
    Era demasiado exquisita par esta vida.
    Muy pronto, un gran desgarrón transversal
    dejó solo una mano y un poco de azul.
    Ahora hay un cartel de Lucha contra el cáncer.



    PICOS PARDOS

    Hace unos veintitrés años
    entraron dos chicas donde yo trabajaba:
    un bombón inglés de buena pechuga
    y su amiga de gafas con la que me atreví a hablar.
    5 En aquellos días las caras
    eran lo que nos levantaba del asiento, y dudo
    que nadie tuviera una como la suya:
    pero fue con la amiga con quien salí,

    y en los siete años posteriores
    10 le escribí más de cuatrocientas cartas,
    le di un anillo de diez guineas
    que al final me devolvió, y nos vimos
    en numerosas ciudades catedralicias
    desconocidas para el clero. Creo que
    15 dos veces me encontré con la guapa. Y las dos veces
    intentó (o eso me pareció) no reír.

    Separarse, después de cinco
    intentos, fue coincidir en que
    yo era demasiado egoísta, retraído
    20 y fácil de aburrir para poder amar.
    En fin, bueno fue saberlo.
    En la cartera aún guardo dos fotos
    de la guapa pechugona con unos guantes de piel.
    Funestos encantos, quizá.



    TARDES

    El verano se apaga:
    caen las hojas de una en una, de dos en dos,
    de los árboles que bordean
    el nuevo parque infantil.
    En los vacíos de las tardes
    las madres jóvenes se reúnen
    junto al columpio y la zona de arena
    y dejan sueltos a sus críos.

    Detrás de ellas, a intervalos,
    maridos de profesiones especializadas,
    el mundo de la colada,
    y los álbumes con las letras
    Nuestra boda, colocados
    cerca del televisor:
    delante de ellas, el viento
    revuelve los lugares donde iban a cortejar

    y a los que se sigue yendo a cortejar
    (pero los tortolitos están todos en la escuela),
    y sus hijos, tan concentrados
    en encontrar más bellotas verdes,
    esperan que ls lleven a casa.
    Su belleza ha ganado rotundidad.
    Algo las empuja ahora
    a un lado de su propia vida.



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    Philip Larkin (1922-1985) Empty Re: Philip Larkin (1922-1985)

    Mensaje por Pedro Casas Serra Dom 30 Jul 2023, 13:19

    .


    De Ventanas altas, 1974, en traducción de Marcelo Cohen:


    DUBLINESCA

    Por callejuelas de estuco
    donde la luz es de peltre
    y en las tiendas la bruma obliga
    a encender las luces sobre
    rosarios y guías hípicas,
    está pasando un funeral.

    La carroza va delante,
    pero detrás la acompaña
    a pie una tropa de mujeres
    con anchos sombreros floreados,
    vestidos hasta los tobillos
    y manguitos de carnero.

    Hay un aire de amistad
    como si rindieran honra
    a una que era muy querida;
    algunas se alzan las faldas
    diestramente y dan saltitos
    (dos palmas marcan el tiempo),

    y también de gran tristeza.
    Mientras siguen su camino
    se oye una voz que canta
    para Kitty, o Katy, como
    si el nombre hubiese albergado
    todo amor, toda hermosura.



    ANNUS MIRABILIS

    La cópula comenzó
    en mil novecientos sesenta y tres
    (más bien tarde para mí):
    cuando la prohibición del Chatterley cesó
    y los Beatles grabaron su primer elepé.

    Antes sólo había habido
    algo como un regateo,
    disputas por un anillo,
    un oprobio omnipresente
    que empezó a los dieciséis.

    De golpe, entonces, paró la pelea:
    todos sintieron lo mismo
    y vivir se transformó
    en un brillante saltar la banca,
    en un no poder perder.

    La vida, pues, nunca fue mejor
    que en mil novecientos sesenta y tres
    (aunque un poco tarde para mí):
    cuando la prohibición del Chatterley cesó
    y los Beatles grabaron su primer elepé.


    PHILIP LARKIN, Poesía reunida, traducción de Damián Alou y Marcelo Cohen, Lumen, 2014.


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    Philip Larkin (1922-1985) Empty Re: Philip Larkin (1922-1985)

    Mensaje por cecilia gargantini Dom 30 Jul 2023, 15:08

    Leí su biografía y, si bien ha sido un autor controversial, es cierto que tiene gran mérito, sobre todo en el abordaje de los temas.

    Así que el capullo enclaustrado en el castillo
    que escribe sus quinientas palabras y luego
    divide el resto del día
    entre la piscina, la botella y los pajaritos
    me queda más lejos que nunca, pero también
    el maestrillo pelagatos con gafitas
    (seis críos y la mujer preñada,
    y los padres de ella al caer)...

    La vida es una lucha inmóvil, trabada
    y a tres bandas entre tus deseos,
    lo que el mundo te desea a ti y (peor aún)
    la imbatible y lenta máquina
    que te da lo que vas a conseguir. Neutralizados,
    luchan alrededor de un punto neutro y hueco
    de obligaciones, miedos y caras.
    Los días se filtran sin tregua a través de él. Los años.

    Gracias Pedro!!!!!!!!! Besosssssss
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    Mensaje por Pedro Casas Serra Lun 31 Jul 2023, 09:40

    Es el que el poeta no tiene por que ser ejemplar, ni su verso ejemplarizante, basta con que haga pensar y sentir, que nos interpele vamos. Muchas gracias, Cecilia por tu interés.

    Un abrazo.
    Pedro


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