.
Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) es un escritor chileno.
Nació en Villa Portales y vivió sus primeros años en Valparaíso y Villa Alemana. Cuando tenía cinco años de edad su familia se mudó a la villa Las Terrazas, en Maipú. Estudió en el Instituto Nacional José Miguel Carrera. luego ingresó a la Universidad de Chile y se licenció en Literatura Hispánica. Luego de egresar en 1997 se fue a Madrid a seguir el Curso de Posgrado en Filología Hispánica del Instituto de la Lengua Española (CSIC). En 2008 se doctoró en Literatura por la Universidad Católica. Fue profesor de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales durante más de diez años. Editó, junto con el poeta Andrés Anwandter, la revista de poesía Humo y con la periodista Andrea Insunza la revista Dossier. Ha colaborado con críticas literarias y columnas en diversos periódicos como Las Últimas Noticias (donde durante tres años tuvo la columna Hoja por hoja), El Mercurio, La Tercera y The Clinic; también ha escrito para el suplemento literario Babelia de El País, la revista española Turia o la mexicana Letras Libres. El año 2015 la Biblioteca Pública de Nueva York becó al autor con una estadía de nueve meses en esa ciudad para que trabajase en un libro sobre bibliotecas, llamado Cementerios personales. Allí, conoció a Jazmina Barrera, una ensayista mexicana; se casaron y decidieron instalarse en Ciudad de México, donde residen desde 2017. Tienen un hijo, Silvestre. Zambra y Barrera han traducido conjuntamente La balada de Rocky Rontal, de Daniel Alarcón (Estruendomudo, Santiago, 2017) y Pequeñas labores, de Rivka Galchen (Ediciones Antílope, México, 2018). Zambra empezó su carrera literaria como poeta. Su primer poemario, Bahía Inútil, fue publicado en 1998. Su segundo poemario, Mudanza, se publicó en 2003. Éste se trata de un poema narrativo donde están presentes varias historias veladas e interrelacionadas. Asimismo, en este segundo libro de poesía comienza la transición de Zambra hacia la narrativa. El poemario se ha reeditado numerosas veces, la más reciente en 2017 por Ediciones Antílope.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Zambra)
*
Poemas del libro Mudanza de Alejandro Zambra:
MUDANZA, 2003
(1)
Me dijeron que avisara treinta días
antes me dijeron que avisara treinta
veces al menos me dijeron que al
menos avisara treinta veces y que
en días como estos no se debe
no se puede trabajar. Que me fuera,
que dos cuadras más abajo preguntara
si quedaba sopa para uno si quedaba media
botella para uno me dijeron que a medias
quedaba una botella
y tenían razón:
………………….si te gusta te gusta
si no te gusta no te gusta no más
me dijeron que tenían razón y tenían razón:
ella es débil y blanca y tú eres
pobremente oscuro y eso es todo cuanto hay
no en el fondo sino encima de la cama
cuando besas y te besa.
………………………...Atardece, mientras cae
no la noche pero algo y en las fundas
una forma peligrosa que se mueve
como un bulto del que buscas la salida.
O te quedas, me dijeron, y decides caer
-como la noche- rendido a los pies de
los pies de la amante que duerme sin saber
que duermes a su lado. Y que duele el brillo oscuro
en los brazos noche arriba.
…………………………….O abajo,
de izquierda a derecha, treinta
noches con sus días en las fundas
que nos guardan y nos cierran y nos
guardan, embalados en las cajas
que ellos abren muchas veces con
sus días y sus noches con sus veces
y sus días, hasta que ellos por si acaso
cambiarán la cerradura por si acaso
regresaras el camino ya no importa
que la llave se desfonde en el bolsillo
ni es preciso repasar la borra espesa
de la taza picada. No nos quites el
saludo, no nos quites el dinero
no tenemos más
cigarros porque en noches
como estas no se puede -no se debe -
trabajar, no se puede -no se pudo -
hacer favores ni hacer caso de las voces
que te dicen: ella duerme por las noches
a tu lado y no lo sabe porque duerme,
ella besa y tú la besas, eso es todo, era todo
cuanto había no en el fondo sino encima
de la cama embalada treinta días,
treinta veces me avisaron que dijera
que me iba y no volvía. No nos quites
los cigarros, que me fuera tan tranquilo y callara
si te gusta y cerrara la boca si no te gusta,
no te cuesta nada hacernos el favor
de sentarte con prudencia a la espera de noticias
tan tranquilo tan sentado mientras cae
no la noche pero algo y una forma
peligrosa se remueve en la memoria
como un bulto del que buscas la salida.
(2)
Ella viaja largas horas y no llega a su destino,
hay carteles con su nombre, hay personas
que esperaban un encargo y ella viaja largas
horas y no llega y eso es todo: fue la mano,
no era yo quien saludaba, fue la sombra
no era yo quien se escondía en los andenes
interiores y pedía urgentemente que bajaran
el volumen: ella viaja largas horas, hay
carteles con su nombre, le bajaron el
volumen al zumbido, muchas veces los
aviones o los buses se detienen por un
rato y acumulan combustible mientras
cenan o comentan los efectos especiales
y las manos enfundadas se acaloran.
Le bajaron el sonido a los motores
pero vienen en seguida según dicen
y comentan quienes miran los recuadros
de la prensa o revuelven con los ojos
la cerveza. Ella viaja largas horas
y no llega. Ella duerme mientras pasan
la frontera, nunca supo que trajeron
desayuno que ahora mismo cruzarán
la turbulencia, no era yo quien
saludaba atentamente quien pedía
que llenaran el estanque hasta el rebalse
porque en días como estos no se puede
- no se debe– hacer promesas en el aire
no conviene revisar la borra espesa
del café ni grabar las iniciales
en un libro que más tarde se
desfonda en la memoria; o en pizarras
con plumones que exasperan las
señales que se borran según dicen que
no vino, que ella duerme todavía sin saber
que cruzarán la turbulencia, ella viaja
tan tranquila sin llegar a su destino,
hay personas que esperaban con
carteles, con pizarras, no era yo
quien saludaba atentamente con
las cejas hacia el fondo ennegrecido
de personas que comentan las escenas
principales mientras llegan los encargos
las maletas, los plumones, los zumbidos,
los carteles, el destino y las cervezas.
(3)
Me quitaron las palabras de la boca,
esas cuatro o cinco líneas que diría
si de pronto regresaran con el vuelto
y las sillas tapizadas nuevamente:
grabadoras que repiten unas voces
tan seguras de que alguien las escucha.
Las llamadas telefónicas fracasan,
es muy tarde en Bad Hersfeld y en Madrid
es muy tarde en Elvas y en Manresa
en Granada nos quitaron
los cigarros de la boca
y alcanzamos con el vuelo
al mirador. Alguien dijo que la virgen no
demora, alguien dijo que esperáramos
al dealer, que grabáramos los nombres
de una vez, que juntáramos la plata
mientras tanto.
Cae la noche sobre Quito
y en Santiago
treinta locutores prolongan las aristas
de un problema con múltiples
aristas: grabadoras que repiten
unas voces tan seguras de que alguien las
escucha. Ella viaja largas horas a Granada,
ella espera que la virgen no demore,
amanece en Albayzín y los borrachos
sentenciamos que esta vez
fue diferente, que los clavos se oxidaron
y el silencio
fue una especie de resuello reprimido,
que la virgen no mejora con los años.
Amanece en Sacromonte y en Santiago
y en Bade Hersfeld adelantan los relojes.
Este día es el más largo,
esta noche es la más larga
-nos advierten que los diarios de mañana
no cubrieron la noticia, que hace frío,
que conviene que cerremos las ventanas
y los ojos
…………..porque en días como estos
no se puede -no se pudo– hacer favores
ni hacer caso de las cosas que te dicen
las tarjetas de destino:
…………………………...a la cárcel
pero rápido, al cine al hospital a la plaza
de armas pero rápido, ella es débil
tú eres blanco pero a veces solamente,
cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces, no nos quites
el saludo, no tenemos más
cigarros, ya no importa que despiertes
cuando rondas por la noche ni que pierdas
la jugada o la tajada muchas veces
el azar es previsible y la forma de
la boca se conmueve cuando chupa:
las llamadas telefónicas fracasan
es muy tarde en Bad Hersfeld y en Madrid
es muy tarde en Elvas y en Manresa
en Granada nos quitaron los cigarros
de la boca y alcanzamos a llegar al mirador,
escogíamos lugar cuando te vimos
y quisiéramos saber si no te importa
que pasáramos de largo por la noche, muchas
veces
el azar es previsible, las llamadas telefónicas
fracasan, me quitaron las palabras
de la boca, esas cuatro cinco líneas que diría
si de pronto regresaran con el vuelo
y las sillas tapizadas nuevamente.
(4)
(Fue la mano
no era yo
quien saludaba:
había una vez una mano
una mano sola
una mano y un brazo
había una vez un brazo
revisando a tientas
el fondo de una
bolsa.
Entonces la bolsa y el brazo
-y la mano-
hicieron un
compromiso.
Eso hicieron, un compromiso:
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
si y sólo si
los vasos, las tijeras y las
resmas, si y sólo si el sol sale
prudentemente de la escena
si y sólo si los cigarros
guardan estricto silencio
si el café sigiloso se empoza
y los ojos sobre todo
los ojos se limitan
a observar
a las plantas que crecen
estoica anónima-
mente
mientras cae
no la noche pero
algo: una sombra peligrosa
que recubre de una vez
los pestillos
los pasillos y el autor
que revuelve la cerveza
-eso hace,
revuelve la cerveza,
saluda a la cámara,
dice ruido por decir algo
hace formas con la mano
y con las cejas
con el brazo consigue
los papeles revisa
las líneas que le tocan
y decide por ejemplo
limpiar los azulejos
revisar los mensajes
no enviados, comenzar
desde ahora con
minúsculas;
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
pero la mano siempre termina sola
atentamente sola
pobre mano sola
que entonces saludaba
atentamente a quién.)
(5)
Cada tanto recomienza una frase
improvisada: el descanso en la escalera
no permite demasiadas precisiones
y se pierden las señales cuando pasas
con los brazos ocupados. Medios
tonos o resabios, cicatrices en la boca,
nos faltaban -a penas– los matices
que ahora sobran cuando busco
con paciencia, cuadro a cuadro,
hendiduras en la cara, medios tonos,
o resabios: alguien posa insegura de
su rostro, alguien saca con recelo y energía
-con las manos, con los ojos– los
fragmentos de la arena acumulada,
atardece cuadro a cuadro el horizonte,
alguien viaja largas horas en los últimos
asientos y no sabe cuánto falta
todavía, ella es joven y blanca, tú eres
débilmente oscuro y eso es todo
cuanto había no el fondo sino encima
de la cama cuando besas y te besa; reteníamos,
entonces, los ajustes a la falda,
sosteníamos, así, con alfileres, la fachada,
las bastillas, las insignias, los insectos
cuando trepan la solapa, amanece el horizonte
continuado y ella ríe o desespera, ella llora
o recupera la verdad, ella espera que
comprendan que el amor es una especie
de incidente, un ajuste de los ruidos
en la imagen, unos días, unas noches
con sus veces y sus voces y sus pausas:
decidíamos las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos las voces y una forma
peligrosa escogía por nosotros
el camino, el descanso en la escalera no
permite demasiadas precisiones, ella duerme
sin saber que cruzarán la
turbulencia, alguien cubre el medio tono con
dos manos
de pintura, cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces y se pierden
las señales cuando pasas con
los brazos ocupados.
(6)
Mientras cae no la noche pero algo plomizo
despunta: un brote subterráneo,
un esfuerzo abdominal, no hay
mayores digresiones en la
prosa esta mañana, es ahora cuando cruzo
sin sonido
los umbrales, los pasillos
interiores, las aldabas, los descansos
y las pausas. Ahora riego mi jardín
ciento por ciento a la espera de los brotes
infecciosos mientras tanto
bloquearán la cerradura por si acaso
alguien cambia de iniciales, alguien deja
nuestras fiestas y se olvida sus renglones,
es ahora cuando empieza finalmente
el desfile de esos rostros que no actuaron,
no dijeron ni sus líneas
ni dejaron sus abrigos en custodia
y es por eso que ahora invento
con sus rasgos otras pausas y otras
voces distendidas que comentan en
silencio que preguntan cuál entonces
es la idea: embalar los instrumentos
es la idea, que se queden con las sillas
si les sirven, hace poco me avisaron
que dijera que me iba, no era yo quien
saludaba atentamente, dónde dejo
las tijeras por ahora, que se queden
los cigarros y la ropa ya no espero
buenos precios ni señales convincentes
porque en días como estos no se puede
-no se pudo – hacer favores ni hacer caso
de las voces que te dicen: ella duerme
mientras pasan comerciales, ya leyeron
los poemas que traías preparados, este día
es el más largo, esta noche es la más larga,
que el silencio sirva entonces como excusa
mientras tanto retrasamos los relojes
y la espera parpadea según pasan los taxistas
y las micros: los remilgos, los remedos,
las aldabas, los umbrales, esas pausas
que pensaba proferir quedaron fuera:
me dijeron que avisara treinta días
antes, me dijeron que avisara treinta
veces al menos, decidíamos
las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos
las voces y una forma peligrosa
escogía por nosotros el camino, una forma
peligrosa se desfonda en la memoria como
un bulto del que buscas el regreso
mientras cae en Malasaña
no la noche pero algo
y las putas y los yonquis se quedaron
con el vuelto: que se queden con el catre
y las revistas si es preciso, que acomoden
como puedan ese bulto en el camino, que
repasen con cuidado los pecados y las cuentas,
sólo faltan las baldosas y los postres y las firmas,
cada tanto los humores sincronizan y se olvida
que ella viaja largas horas y no llega y eso es
todo: el descanso en la escalera no permite
demasiadas precisiones y se pierden
las señales cuando pasas
con los brazos ocupados, me quitaron
las palabras de la boca, esas cuatro o cinco
veces con sus voces y las pausas
que pensaba proferir: le bajaron el volumen
al zumbido, fue la mano no era yo quien
saludaba, me dijeron que avisara
treinta días antes, treinta
veces me avisaron que
me fuera y no volviera.
ALEJANDRO ZAMBRA
Santiago de Chile, mayo de 2003
Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) es un escritor chileno.
Nació en Villa Portales y vivió sus primeros años en Valparaíso y Villa Alemana. Cuando tenía cinco años de edad su familia se mudó a la villa Las Terrazas, en Maipú. Estudió en el Instituto Nacional José Miguel Carrera. luego ingresó a la Universidad de Chile y se licenció en Literatura Hispánica. Luego de egresar en 1997 se fue a Madrid a seguir el Curso de Posgrado en Filología Hispánica del Instituto de la Lengua Española (CSIC). En 2008 se doctoró en Literatura por la Universidad Católica. Fue profesor de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales durante más de diez años. Editó, junto con el poeta Andrés Anwandter, la revista de poesía Humo y con la periodista Andrea Insunza la revista Dossier. Ha colaborado con críticas literarias y columnas en diversos periódicos como Las Últimas Noticias (donde durante tres años tuvo la columna Hoja por hoja), El Mercurio, La Tercera y The Clinic; también ha escrito para el suplemento literario Babelia de El País, la revista española Turia o la mexicana Letras Libres. El año 2015 la Biblioteca Pública de Nueva York becó al autor con una estadía de nueve meses en esa ciudad para que trabajase en un libro sobre bibliotecas, llamado Cementerios personales. Allí, conoció a Jazmina Barrera, una ensayista mexicana; se casaron y decidieron instalarse en Ciudad de México, donde residen desde 2017. Tienen un hijo, Silvestre. Zambra y Barrera han traducido conjuntamente La balada de Rocky Rontal, de Daniel Alarcón (Estruendomudo, Santiago, 2017) y Pequeñas labores, de Rivka Galchen (Ediciones Antílope, México, 2018). Zambra empezó su carrera literaria como poeta. Su primer poemario, Bahía Inútil, fue publicado en 1998. Su segundo poemario, Mudanza, se publicó en 2003. Éste se trata de un poema narrativo donde están presentes varias historias veladas e interrelacionadas. Asimismo, en este segundo libro de poesía comienza la transición de Zambra hacia la narrativa. El poemario se ha reeditado numerosas veces, la más reciente en 2017 por Ediciones Antílope.
(Sacado de https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Zambra)
*
Poemas del libro Mudanza de Alejandro Zambra:
MUDANZA, 2003
(1)
Me dijeron que avisara treinta días
antes me dijeron que avisara treinta
veces al menos me dijeron que al
menos avisara treinta veces y que
en días como estos no se debe
no se puede trabajar. Que me fuera,
que dos cuadras más abajo preguntara
si quedaba sopa para uno si quedaba media
botella para uno me dijeron que a medias
quedaba una botella
y tenían razón:
………………….si te gusta te gusta
si no te gusta no te gusta no más
me dijeron que tenían razón y tenían razón:
ella es débil y blanca y tú eres
pobremente oscuro y eso es todo cuanto hay
no en el fondo sino encima de la cama
cuando besas y te besa.
………………………...Atardece, mientras cae
no la noche pero algo y en las fundas
una forma peligrosa que se mueve
como un bulto del que buscas la salida.
O te quedas, me dijeron, y decides caer
-como la noche- rendido a los pies de
los pies de la amante que duerme sin saber
que duermes a su lado. Y que duele el brillo oscuro
en los brazos noche arriba.
…………………………….O abajo,
de izquierda a derecha, treinta
noches con sus días en las fundas
que nos guardan y nos cierran y nos
guardan, embalados en las cajas
que ellos abren muchas veces con
sus días y sus noches con sus veces
y sus días, hasta que ellos por si acaso
cambiarán la cerradura por si acaso
regresaras el camino ya no importa
que la llave se desfonde en el bolsillo
ni es preciso repasar la borra espesa
de la taza picada. No nos quites el
saludo, no nos quites el dinero
no tenemos más
cigarros porque en noches
como estas no se puede -no se debe -
trabajar, no se puede -no se pudo -
hacer favores ni hacer caso de las voces
que te dicen: ella duerme por las noches
a tu lado y no lo sabe porque duerme,
ella besa y tú la besas, eso es todo, era todo
cuanto había no en el fondo sino encima
de la cama embalada treinta días,
treinta veces me avisaron que dijera
que me iba y no volvía. No nos quites
los cigarros, que me fuera tan tranquilo y callara
si te gusta y cerrara la boca si no te gusta,
no te cuesta nada hacernos el favor
de sentarte con prudencia a la espera de noticias
tan tranquilo tan sentado mientras cae
no la noche pero algo y una forma
peligrosa se remueve en la memoria
como un bulto del que buscas la salida.
(2)
Ella viaja largas horas y no llega a su destino,
hay carteles con su nombre, hay personas
que esperaban un encargo y ella viaja largas
horas y no llega y eso es todo: fue la mano,
no era yo quien saludaba, fue la sombra
no era yo quien se escondía en los andenes
interiores y pedía urgentemente que bajaran
el volumen: ella viaja largas horas, hay
carteles con su nombre, le bajaron el
volumen al zumbido, muchas veces los
aviones o los buses se detienen por un
rato y acumulan combustible mientras
cenan o comentan los efectos especiales
y las manos enfundadas se acaloran.
Le bajaron el sonido a los motores
pero vienen en seguida según dicen
y comentan quienes miran los recuadros
de la prensa o revuelven con los ojos
la cerveza. Ella viaja largas horas
y no llega. Ella duerme mientras pasan
la frontera, nunca supo que trajeron
desayuno que ahora mismo cruzarán
la turbulencia, no era yo quien
saludaba atentamente quien pedía
que llenaran el estanque hasta el rebalse
porque en días como estos no se puede
- no se debe– hacer promesas en el aire
no conviene revisar la borra espesa
del café ni grabar las iniciales
en un libro que más tarde se
desfonda en la memoria; o en pizarras
con plumones que exasperan las
señales que se borran según dicen que
no vino, que ella duerme todavía sin saber
que cruzarán la turbulencia, ella viaja
tan tranquila sin llegar a su destino,
hay personas que esperaban con
carteles, con pizarras, no era yo
quien saludaba atentamente con
las cejas hacia el fondo ennegrecido
de personas que comentan las escenas
principales mientras llegan los encargos
las maletas, los plumones, los zumbidos,
los carteles, el destino y las cervezas.
(3)
Me quitaron las palabras de la boca,
esas cuatro o cinco líneas que diría
si de pronto regresaran con el vuelto
y las sillas tapizadas nuevamente:
grabadoras que repiten unas voces
tan seguras de que alguien las escucha.
Las llamadas telefónicas fracasan,
es muy tarde en Bad Hersfeld y en Madrid
es muy tarde en Elvas y en Manresa
en Granada nos quitaron
los cigarros de la boca
y alcanzamos con el vuelo
al mirador. Alguien dijo que la virgen no
demora, alguien dijo que esperáramos
al dealer, que grabáramos los nombres
de una vez, que juntáramos la plata
mientras tanto.
Cae la noche sobre Quito
y en Santiago
treinta locutores prolongan las aristas
de un problema con múltiples
aristas: grabadoras que repiten
unas voces tan seguras de que alguien las
escucha. Ella viaja largas horas a Granada,
ella espera que la virgen no demore,
amanece en Albayzín y los borrachos
sentenciamos que esta vez
fue diferente, que los clavos se oxidaron
y el silencio
fue una especie de resuello reprimido,
que la virgen no mejora con los años.
Amanece en Sacromonte y en Santiago
y en Bade Hersfeld adelantan los relojes.
Este día es el más largo,
esta noche es la más larga
-nos advierten que los diarios de mañana
no cubrieron la noticia, que hace frío,
que conviene que cerremos las ventanas
y los ojos
…………..porque en días como estos
no se puede -no se pudo– hacer favores
ni hacer caso de las cosas que te dicen
las tarjetas de destino:
…………………………...a la cárcel
pero rápido, al cine al hospital a la plaza
de armas pero rápido, ella es débil
tú eres blanco pero a veces solamente,
cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces, no nos quites
el saludo, no tenemos más
cigarros, ya no importa que despiertes
cuando rondas por la noche ni que pierdas
la jugada o la tajada muchas veces
el azar es previsible y la forma de
la boca se conmueve cuando chupa:
las llamadas telefónicas fracasan
es muy tarde en Bad Hersfeld y en Madrid
es muy tarde en Elvas y en Manresa
en Granada nos quitaron los cigarros
de la boca y alcanzamos a llegar al mirador,
escogíamos lugar cuando te vimos
y quisiéramos saber si no te importa
que pasáramos de largo por la noche, muchas
veces
el azar es previsible, las llamadas telefónicas
fracasan, me quitaron las palabras
de la boca, esas cuatro cinco líneas que diría
si de pronto regresaran con el vuelo
y las sillas tapizadas nuevamente.
(4)
(Fue la mano
no era yo
quien saludaba:
había una vez una mano
una mano sola
una mano y un brazo
había una vez un brazo
revisando a tientas
el fondo de una
bolsa.
Entonces la bolsa y el brazo
-y la mano-
hicieron un
compromiso.
Eso hicieron, un compromiso:
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
si y sólo si
los vasos, las tijeras y las
resmas, si y sólo si el sol sale
prudentemente de la escena
si y sólo si los cigarros
guardan estricto silencio
si el café sigiloso se empoza
y los ojos sobre todo
los ojos se limitan
a observar
a las plantas que crecen
estoica anónima-
mente
mientras cae
no la noche pero
algo: una sombra peligrosa
que recubre de una vez
los pestillos
los pasillos y el autor
que revuelve la cerveza
-eso hace,
revuelve la cerveza,
saluda a la cámara,
dice ruido por decir algo
hace formas con la mano
y con las cejas
con el brazo consigue
los papeles revisa
las líneas que le tocan
y decide por ejemplo
limpiar los azulejos
revisar los mensajes
no enviados, comenzar
desde ahora con
minúsculas;
el brazo puede quedarse
con la mano y la bolsa
puede quedarse
con la mano y el brazo
pero la mano siempre termina sola
atentamente sola
pobre mano sola
que entonces saludaba
atentamente a quién.)
(5)
Cada tanto recomienza una frase
improvisada: el descanso en la escalera
no permite demasiadas precisiones
y se pierden las señales cuando pasas
con los brazos ocupados. Medios
tonos o resabios, cicatrices en la boca,
nos faltaban -a penas– los matices
que ahora sobran cuando busco
con paciencia, cuadro a cuadro,
hendiduras en la cara, medios tonos,
o resabios: alguien posa insegura de
su rostro, alguien saca con recelo y energía
-con las manos, con los ojos– los
fragmentos de la arena acumulada,
atardece cuadro a cuadro el horizonte,
alguien viaja largas horas en los últimos
asientos y no sabe cuánto falta
todavía, ella es joven y blanca, tú eres
débilmente oscuro y eso es todo
cuanto había no el fondo sino encima
de la cama cuando besas y te besa; reteníamos,
entonces, los ajustes a la falda,
sosteníamos, así, con alfileres, la fachada,
las bastillas, las insignias, los insectos
cuando trepan la solapa, amanece el horizonte
continuado y ella ríe o desespera, ella llora
o recupera la verdad, ella espera que
comprendan que el amor es una especie
de incidente, un ajuste de los ruidos
en la imagen, unos días, unas noches
con sus veces y sus voces y sus pausas:
decidíamos las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos las voces y una forma
peligrosa escogía por nosotros
el camino, el descanso en la escalera no
permite demasiadas precisiones, ella duerme
sin saber que cruzarán la
turbulencia, alguien cubre el medio tono con
dos manos
de pintura, cada tanto recomienza
lo que ahora desconoces y se pierden
las señales cuando pasas con
los brazos ocupados.
(6)
Mientras cae no la noche pero algo plomizo
despunta: un brote subterráneo,
un esfuerzo abdominal, no hay
mayores digresiones en la
prosa esta mañana, es ahora cuando cruzo
sin sonido
los umbrales, los pasillos
interiores, las aldabas, los descansos
y las pausas. Ahora riego mi jardín
ciento por ciento a la espera de los brotes
infecciosos mientras tanto
bloquearán la cerradura por si acaso
alguien cambia de iniciales, alguien deja
nuestras fiestas y se olvida sus renglones,
es ahora cuando empieza finalmente
el desfile de esos rostros que no actuaron,
no dijeron ni sus líneas
ni dejaron sus abrigos en custodia
y es por eso que ahora invento
con sus rasgos otras pausas y otras
voces distendidas que comentan en
silencio que preguntan cuál entonces
es la idea: embalar los instrumentos
es la idea, que se queden con las sillas
si les sirven, hace poco me avisaron
que dijera que me iba, no era yo quien
saludaba atentamente, dónde dejo
las tijeras por ahora, que se queden
los cigarros y la ropa ya no espero
buenos precios ni señales convincentes
porque en días como estos no se puede
-no se pudo – hacer favores ni hacer caso
de las voces que te dicen: ella duerme
mientras pasan comerciales, ya leyeron
los poemas que traías preparados, este día
es el más largo, esta noche es la más larga,
que el silencio sirva entonces como excusa
mientras tanto retrasamos los relojes
y la espera parpadea según pasan los taxistas
y las micros: los remilgos, los remedos,
las aldabas, los umbrales, esas pausas
que pensaba proferir quedaron fuera:
me dijeron que avisara treinta días
antes, me dijeron que avisara treinta
veces al menos, decidíamos
las veces, repasábamos
las pausas, desoíamos
las voces y una forma peligrosa
escogía por nosotros el camino, una forma
peligrosa se desfonda en la memoria como
un bulto del que buscas el regreso
mientras cae en Malasaña
no la noche pero algo
y las putas y los yonquis se quedaron
con el vuelto: que se queden con el catre
y las revistas si es preciso, que acomoden
como puedan ese bulto en el camino, que
repasen con cuidado los pecados y las cuentas,
sólo faltan las baldosas y los postres y las firmas,
cada tanto los humores sincronizan y se olvida
que ella viaja largas horas y no llega y eso es
todo: el descanso en la escalera no permite
demasiadas precisiones y se pierden
las señales cuando pasas
con los brazos ocupados, me quitaron
las palabras de la boca, esas cuatro o cinco
veces con sus voces y las pausas
que pensaba proferir: le bajaron el volumen
al zumbido, fue la mano no era yo quien
saludaba, me dijeron que avisara
treinta días antes, treinta
veces me avisaron que
me fuera y no volviera.
ALEJANDRO ZAMBRA
Santiago de Chile, mayo de 2003
Hoy a las 15:22 por Pascual Lopez Sanchez
» CLARICE LISPECTOR II ( ESCRITORA BRASILEÑA)
Hoy a las 15:10 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
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» VICTOR HUGO (1802-1885)
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» Poetas murcianos
Hoy a las 14:42 por cecilia gargantini