por Pascual Lopez Sanchez Vie 04 Dic 2020, 06:45
PUBLIO VIRGILIO MARON
LAS BUCÓLICAS.
ÉGLOGA VIII.
LA HECHICERA
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DAMÓN Y ALFESIBEO
CONT.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Como el número impar place á los dioses,
Yo con tres hilos de color diverso,
Tres veces te circundo v por tres veces
Del altar alrededor tu imagen llevo.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Enlaza con tres nudos, Amarilis,
Tú los tres hilos de color diverso;
«Atando estoy los vínculos de Venus,»
Clama, Amarilis, al atarlos presto.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Así como endurece á aqueste barro
Y á esta cera líquida el mismo fuego,
Así endurezca á Dafnis para todos,
Y para mí lo ablande el amor nuestro.
Esparce salsamola y los laureles
Del betún con la ayuda incendia luego:
Funesto Dafnis con su amor me abrasa,
Mas yo en este laurel á Dafnis quemo.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Cual novilla que en bosques y montañas,
Cansada de ir al toro persiguiendo,
Caer se deja entre las verdes ovas
Cerca de las orillas de un riachuelo,
Y en la noche al redil tornar olvida,
Dafnis me ame, y yo goze en su tormento.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Estas ropas el pérfido dejóme,
Cual caras prendas suyas, hace tiempo;
Ahora en mi umbral, ¡oh tierra! te las mando;
Ellas á Dafnis volveránme luego.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Meris mismo, cogidos en el Ponto
Estas hierbas me dió y estos venenos
Que nacen en el Ponto en abundancia,
Y yo á Meris lo vi, gracias á ellos,
En un lobo á menudo convertirse
Y entre las selvas esconderse huyendo,
Á los muertos sacar de sus sepulcros,
Y las mieses llevarse á otros terrenos.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Estas cenizas, Amarilis, lleva;
Y la cabeza para atrás volviendo
Arrójalas al agua; no las mires.
Á Dafnis yo lo venceré con esto,
Y a que él no se preocupa de los dioses
Y que mis cantos tiene en menosprecio.
¡Oh cantos míos! conducidme á Dafnis,
De la ciudad hasta mi hogar traedlo.
Mientras tardo en sacarlas, las cenizas,
Con llamas espontáneas, ¡buen agüero!
Envuelven el altar. No sé que sea:
¿No es el que ladra en el umbral su perro?
¿Lo creeremos? ¿No acaso los amantes
Siempre se fingen á su antojo sueños?
¡Cantos míos! cesad, que viene Dafnis
De la ciudad, por mis conjuros, presto.
FIN DE LA ÉGLOGA VIII
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