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“¿Conocer gente? Ni de chiste”, por Isabel Gómez Melenchón (La Vanguardia, 06-10-2020)
Una de las ventajas de crecer, cuando la hacíamos a lo alto y no a lo ancho, era la perspectiva de viajar y conocer gente. Recuerdo un chiste muy malo, como lo son todos los que van de la preadolescencia a los adultos jóvenes, en que uno/a pregunta: “¿Qué es mejor, el onanismo o el apareamiento? (en realidad las palabras eran otras, pero vamos a dejarlo). “El apareamiento”. “¿Por qué?”. “Pues te relacionas, conoces gente...”.
El Generación Z de la casa lleva semanas quejándose de que ahora no se puede conocer a nadie porque todo es digital. Las clases son online, las facultades tienen numerus clausus y esta vez no es por selectividad, o sí, pero de otro tipo. En fin, que las quedadas son con los de siempre y que ya nadie sale a ver qué encuentra y no le pregunto qué es lo que espera encontrar porque no estoy yo como para que me den una respuesta tipo la del chiste. “Claro, como a ti no te afecta, porque ya conoces a todo el mundo”, me espeta, dolido, ante lo que considera falta de sensibilidad al respecto.
Ahí me ha dado. ¿Conozco a todo el mundo? ¿En serio? El Z, con la perspicacia que caracteriza a los de su especie, me ha jorobado la tarde, porque empiezo a devanarme los sesos -no sé si les he contado alguna vez que tengo un punto de obsesiva-compulsiva, siempre escribo a lápiz y me siento en el mismo lado de la mesa-, digo, me pongo a cavilar sobre lo que ha dicho hasta que llega la hora de la clase de zumba y recuerdo que ya no hago zumba porque en el gimnasio también hay numerus clausus y encima tengo miedo de los aerosoles y no porque se carguen la tapa de ozono. ¿Conozco a todo el mundo?
Por supuesto que no, respondo al Z, un par de horas más tarde, cuando él ya ni se acuerda de lo que hablábamos porque está muy entretenido conociendo por Zoom a un par de chicas de Estonia -¿o era Letonia?- que con toda seguridad se me presentarán en casa a la que esto, el virus, escampe. “Entiendo que me admires, mi querido Z, porque partiendo de 0, o casi, he conseguido muchas cosas en la vida, pero quizás exageras y me sobrevaloras...”, “¿Pero, de qué vas? Si digo que debes conocer a todo el mundo es porque ya no te esfuerzas por conocer a nadie, vamos, que ya tienes tu grupito y eso...”.
Y ahí me ha vuelto a dar, pero en serio. El problema no es que solo puedas quedar con cinco amigos/as para cumplir con Sanidad, sino que la mayoría y a partir de cierta edad lo hacíamos ya por inercia. ¿Será ese el auténtico problema de crecer?
Isabel Gómez Melenchón (La Vanguardia, 06-10-2020)
“¿Conocer gente? Ni de chiste”, por Isabel Gómez Melenchón (La Vanguardia, 06-10-2020)
Una de las ventajas de crecer, cuando la hacíamos a lo alto y no a lo ancho, era la perspectiva de viajar y conocer gente. Recuerdo un chiste muy malo, como lo son todos los que van de la preadolescencia a los adultos jóvenes, en que uno/a pregunta: “¿Qué es mejor, el onanismo o el apareamiento? (en realidad las palabras eran otras, pero vamos a dejarlo). “El apareamiento”. “¿Por qué?”. “Pues te relacionas, conoces gente...”.
El Generación Z de la casa lleva semanas quejándose de que ahora no se puede conocer a nadie porque todo es digital. Las clases son online, las facultades tienen numerus clausus y esta vez no es por selectividad, o sí, pero de otro tipo. En fin, que las quedadas son con los de siempre y que ya nadie sale a ver qué encuentra y no le pregunto qué es lo que espera encontrar porque no estoy yo como para que me den una respuesta tipo la del chiste. “Claro, como a ti no te afecta, porque ya conoces a todo el mundo”, me espeta, dolido, ante lo que considera falta de sensibilidad al respecto.
Ahí me ha dado. ¿Conozco a todo el mundo? ¿En serio? El Z, con la perspicacia que caracteriza a los de su especie, me ha jorobado la tarde, porque empiezo a devanarme los sesos -no sé si les he contado alguna vez que tengo un punto de obsesiva-compulsiva, siempre escribo a lápiz y me siento en el mismo lado de la mesa-, digo, me pongo a cavilar sobre lo que ha dicho hasta que llega la hora de la clase de zumba y recuerdo que ya no hago zumba porque en el gimnasio también hay numerus clausus y encima tengo miedo de los aerosoles y no porque se carguen la tapa de ozono. ¿Conozco a todo el mundo?
Por supuesto que no, respondo al Z, un par de horas más tarde, cuando él ya ni se acuerda de lo que hablábamos porque está muy entretenido conociendo por Zoom a un par de chicas de Estonia -¿o era Letonia?- que con toda seguridad se me presentarán en casa a la que esto, el virus, escampe. “Entiendo que me admires, mi querido Z, porque partiendo de 0, o casi, he conseguido muchas cosas en la vida, pero quizás exageras y me sobrevaloras...”, “¿Pero, de qué vas? Si digo que debes conocer a todo el mundo es porque ya no te esfuerzas por conocer a nadie, vamos, que ya tienes tu grupito y eso...”.
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