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“Deseos y realidades” por Enric Sierra (La Vanguardia, 15-06-2020)
Durante el largo cofinamiento hemos oído a muchos gurús anunciarnos que después del encierro nada sería igual y que la sociedad cambiaría aprovechando las nuevas dinámicas impuestas por el enclaustramiento. Pero la desescalada muestra que esas ideas son más deseos que realidades.
Empecemos por la movilidad. El tráfico en Barcelona y su área se ha recuperado hasta el 80% de su volumen anterior al estado de alarma. Y eso que todavía estamos en la fase 2 del confinamiento y los movimientos dentro de Catalunya están restringidos, por no mencionar el turismo que sigue anulado. El tráfico no alcanza todavía el 100% porque hay mucha gente en paro temporal y porque las escuelas y universidades están cerradas o reciben muy pocos alumnos.
Se ha demostrado que la movilidad ha derivado mayoritariamente hacia el vehículo privado porque los ciudadanos desconfían del transporte público por miedo al contagio, dado que es en los lugares cerrados y con aglomeraciones donde hay más riesgo de contraer la enfermedad. No hacía falta ser discípulo de Nostradamus para prever lo que finalmente ha sucedido.
Nos dijeron que el teletrabajo ha llegado para quedarse. Entonces, ¿a qué se debe este aumento tan importante del tráfico? Se debe a que el mercado laboral promueve esa movilidad obligada. Es cierto que hemos aprendido herramientas que facilitan las reuniones virtuales y el trabajo en casa, pero las empresas siguen alejadas de ese escenario y prefieren ver las caras de sus empleados en las oficinas. Sin olvidar los oficios en los que es necesaria la presencia física, sobre todos los de cara al público.
También anunciaron que el modelo educativo cambiaría y que las clases online se generalizarían. Esto tampoco se ha cumplido a tenor de lo que nos dicen las autoridades educativas sobre el fracaso de la enseñanza a distancia durante estos tres meses y el afán oficial para que los alumnos vuelvan a las aulas. Eso explicaría el baile de información que ha habido sobre la capacidad de contagio de los menores que un día era máximo y al otro residual. En este aspecto sucederá lo mismo que con el transporte público donde las medidas de distanciamiento se han relajado al máximo para acelerar la recuperación de viajeros. Parece que en las escuelas se aplicará la misma valoración de riesgo beneficio y se promoverá que los alumnos vuelvan a las escuelas con normalidad en septiembre porque no se disponen ni de más profesores ni de más equipamientos para acogerlos según las disposiciones sanitarias actuales.
De igual manera, ahora se intenta acelerar la apertura de las fronteras al turismo porque se considera mayor el beneficio de la llegada de los turistas al riesgo de recaída. Está claro que ha cambiado la percepción de esta crisis y se ha impuesto el criterio de asumir que la vida es riesgo y hay que convivir con él para sobrevivir. Los gurús nos dibujaron un futuro que no ha llegado porque la sociedad y las ciudades no están preparadas todavía para asumir esos cambios. Y es que una cosa es el deseo y otra la realidad.
Enric Sierra (La Vanguardia, 15-06-2020)
“Deseos y realidades” por Enric Sierra (La Vanguardia, 15-06-2020)
Durante el largo cofinamiento hemos oído a muchos gurús anunciarnos que después del encierro nada sería igual y que la sociedad cambiaría aprovechando las nuevas dinámicas impuestas por el enclaustramiento. Pero la desescalada muestra que esas ideas son más deseos que realidades.
Empecemos por la movilidad. El tráfico en Barcelona y su área se ha recuperado hasta el 80% de su volumen anterior al estado de alarma. Y eso que todavía estamos en la fase 2 del confinamiento y los movimientos dentro de Catalunya están restringidos, por no mencionar el turismo que sigue anulado. El tráfico no alcanza todavía el 100% porque hay mucha gente en paro temporal y porque las escuelas y universidades están cerradas o reciben muy pocos alumnos.
Se ha demostrado que la movilidad ha derivado mayoritariamente hacia el vehículo privado porque los ciudadanos desconfían del transporte público por miedo al contagio, dado que es en los lugares cerrados y con aglomeraciones donde hay más riesgo de contraer la enfermedad. No hacía falta ser discípulo de Nostradamus para prever lo que finalmente ha sucedido.
Nos dijeron que el teletrabajo ha llegado para quedarse. Entonces, ¿a qué se debe este aumento tan importante del tráfico? Se debe a que el mercado laboral promueve esa movilidad obligada. Es cierto que hemos aprendido herramientas que facilitan las reuniones virtuales y el trabajo en casa, pero las empresas siguen alejadas de ese escenario y prefieren ver las caras de sus empleados en las oficinas. Sin olvidar los oficios en los que es necesaria la presencia física, sobre todos los de cara al público.
También anunciaron que el modelo educativo cambiaría y que las clases online se generalizarían. Esto tampoco se ha cumplido a tenor de lo que nos dicen las autoridades educativas sobre el fracaso de la enseñanza a distancia durante estos tres meses y el afán oficial para que los alumnos vuelvan a las aulas. Eso explicaría el baile de información que ha habido sobre la capacidad de contagio de los menores que un día era máximo y al otro residual. En este aspecto sucederá lo mismo que con el transporte público donde las medidas de distanciamiento se han relajado al máximo para acelerar la recuperación de viajeros. Parece que en las escuelas se aplicará la misma valoración de riesgo beneficio y se promoverá que los alumnos vuelvan a las escuelas con normalidad en septiembre porque no se disponen ni de más profesores ni de más equipamientos para acogerlos según las disposiciones sanitarias actuales.
De igual manera, ahora se intenta acelerar la apertura de las fronteras al turismo porque se considera mayor el beneficio de la llegada de los turistas al riesgo de recaída. Está claro que ha cambiado la percepción de esta crisis y se ha impuesto el criterio de asumir que la vida es riesgo y hay que convivir con él para sobrevivir. Los gurús nos dibujaron un futuro que no ha llegado porque la sociedad y las ciudades no están preparadas todavía para asumir esos cambios. Y es que una cosa es el deseo y otra la realidad.
Enric Sierra (La Vanguardia, 15-06-2020)
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