BLANCA DE LOS RÍOS NOSTENCH (1862-1956)

BLANCA DE LOS RÍOS



BIOGRAFÍA

BLANCA DE LOS RÍOS NOSTENCH nació en Sevilla en el año 1862, en la calle Francos y fue bautizada en la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla. Hija del arquitecto Demetrio de los Ríos y sobrina del escritor José Amador de los Ríos. Su nacimiento en el seno de una familia culta le reportó una amplia formación, convirtiéndola en una de las pocas mujeres eruditas de su época.

A los 16 años publica su primera novela "Margarita" y el poemario "Los funerales del César" y a los 17 años escribe un Romancero "Don Jaime el Conquistador".

Se casó con Vicente Lampérez y Romea conocido arquitecto y arqueólogo madrileño. El traslado a Madrid supuso para la autora el contacto directo con el ambiente literario e intelectual de la capital y amplió su horizonte y sus proyectos. Hizo amistad con Sofia Casanovas, Emilia Pardo Bazan y Ruben Dario, entre otros.

En las primeras obras que dio a la prensa, que se publicaron con el nombre de "Carolina del Boss", aunque rápidamente abandonó este seudónimo para firmar como Blanca de los Ríos. Durante estos años publicó numerosos cuentos como "Las hijas de don Juan", "Madrid goyesco" y "Los diablos azules", colecciones de relatos como "La Rondeña" (cuentos Andaluces) de 1902, "El Salvador" (cuentos varios) 1902 y "El tesoro de Sorbas" de 1914, así como varias novelas "Melita palma" (1901), "Sangre española" (1902) y "La niña Sanabria" (1907). También es destacable su participación en algunos periódicos como "El Imparcial" y "La Época" y algunas revistas como "Madrid cómico". En "Raza Española", revista que fundó y dirigió desde 1918 hasta 1930 año en que desapareció, y en otras publicaciones divulgó sus ideas feministas.

La preocupación por la mujer, sobre todo en el avance en medidas de protección para ellas en el trabajo, y por las relaciones entre España e Hispanoamérica, estuvieron siempre presentes en su reflexión. Perteneció al Ateneo de Madrid y formó parte de la Asamblea Nacional entre los años 1927 y 1929 durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera. Aunque el ámbito en el que más destacó y por el que fue abandonando la creación literaria, fue sin duda, el del estudio y crítica de la de la literatura.

Recibió no sólo las alabanzas de la crítica sino también numerosas condecoraciones, entre ellas la Cruz de Alfonso XII, en un homenaje presidido por la Reina Victoria Eugenia, la Medalla de Oro del Trabajo y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Tuvo el reconocimiento por parte de la Real Academia Española , de la que no llegó a formar parte pese a que fue presentada su candidatura por lo hermanos Álvarez Quintero. También fue candidata al Premio Nobel de Literatura, por su prolija y dilatada obra literaria.

Blanca de los Ríos, poetisa y escritora tan importante como olvidada, falleció en Madrid, el 13 de Abril de 1956.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


EL ÁNGEL DE LAS AGUAS.

I.
Los rayos espectrales de la aurora
tras sudarios de niebla se filtraban;
sangriento lago semejaba el valle,
sepulcros de gigantes las montañas.
Era el amargo despertar del cielo
sobre el medroso campo de batalla,
y allí, despojos de la horrible lucha,
que las corrientes en montón arrastran,
la planta con la flor y el rojo fruto
pendiente aún de la abatida rama;
y cual vellones de apiñada nieve,
los corderos que inertes sobrenadan,
parecen sobre el cárdeno horizonte
las velas de una flota derrotada;
y cual negra cubierta de una tumba
el techo con la cruz de la cabaña,
¡pobre colmena rota, en cuyo seno
su misteriosa miel amor labraba!
Y entre cendales de revuelta espuma,
como siniestra ondulación del agua,
que ilumina fantástica la aurora,
rauda, medrosa, indefinible pasa,
allí una blanca forma, que voltea
con un espectro lívido abrazada,
allá una virgen pálida y desnuda
con sus propios cabellos por mortaja.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


EL ÁNGEL DE LAS AGUAS


II

¿Qué es lo que flota, tembloroso y vago,
sobre las turbias olas encrespadas?
¿Qué presa más al fondo de los mares
arrastran ¡ay! las implacables aguas?
¿Es tal vez copo de cuajada nieve,
blanco jirón de niebla congelada,
cándido cisne sorprendido en sueños,
que inerte va sobre las muertas alas?...
No, no es cisne... no es niebla; es una cuna,
triste despojo que el turbión arrastra,
y en ella un niño va, como el capullo
que con el tallo el aquilón arranca;
cual perla sin cuajar que el torbellino
mece en su concha de cerrado nácar;
cual nido arrebatado donde duerme
huérfana el ave sobre muerta rama:
es el niño en la cuna, es lo más débil
con lo más puro de la vida humana.
¡La cuna!... El blanco nido que la madre
al tierno huésped de su amor prepara;
el florido bajel donde se mece,
antes que el ser ansiado, la esperanza;
el cerrado capullo donde duerme
la inocente purísima crisálida;
el casto santuario que atesora
el sagrado depósito de un alma;
donde despierta la primer sonrisa;
donde se vierten las primeras lágrimas;
dulce regazo do la madre misma
recuesta al tierno ser de sus entrañas,
y blando, y tibio, entre sus blancos pliegues
el sonrosado cuerpo inmóvil guarda,
cuando invisible entre las sombras parte
á cita con los ángeles el alma.
Y allí el niño, el ensueño realizado,
ser de dos seres, víctima sin mancha
que en el altar sagrado de la vida
consume Dios con misteriosa llama;
el ídolo, la gloria de una madre
¡juguete de las olas desbordadas!
Inmóvil yace entre los blancos pliegues,
pálido y triste cual la luz del alba.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


EL ÁNGEL DE LAS AGUAS


II
(cont.)

¡Murió, tal vez helado! ¡pobre niño!
¡ya se trocó la cuna en su mortaja!
— ¡No ha muerto, no!... La muerte tuvo miedo
de herir aquella frente inmaculada.
¡No ha muerto, no! que fueran dos traiciones
en doble sueño sorprender un alma.
¡No ha muerto, no! Dormido va dos veces
en los brazos del sueño y de la infancia,
y sentado en el borde de su cuna,
vela por él el ángel de su guarda.
Temblando van las yertas manecitas
que con besos su madre calentaba...
¡Su madre!... ¿Dónde está? ¿Por qué no viene;
y a costa de su vida no le salva?
¡No ha mucho le dejó!... Si fue ella misma
quien puso su cabeza en la almohada;
si ese sueño que aun duerme, fue su madre
quien ha poco cantando le arrullaba,
¡mejor fuera morir!... Si fue su labio
el que cerró tus párpados de nácar,
no los vuelvas a abrir, ¡ángel dormido!
si no has de verla más, ¡vuela a buscarla!
Cuando despiertes ¡ay! no tendrás madre,
dos enemigos sueños os separan:
ella cayó en el sueño de la muerte,
tú quedaste en el sueño de la infancia!
¡Madre!... Ese nombre las dormidas cuerdas,
agita y estremece de mi alma;
madre es amor, aliento y existencia;
hijo y madre es un ser, ¿quién los separa?
¿Qué inexorable mano hirió a la tuya
que el hijo le arrancó de sus entrañas?
¡Quién sabe si en su pobre y duro lecho,
soñando con tu imagen adorada,
la sorprendió temblando algo muy frió
que en torno de su cuerpo se enroscaba,
como serpiente venenosa y muda
cuyo abrazo de hielo oprime y mata,
y al querer desasirse fluctuando,
mintió que el frágil lecho se volcaba,
y, luchando, al caer oyó el chasquido
que al tragar una presa arroja el agua!
Si, en el supremo instante de agonía,
cuando la eterna sombra la cegaba,
vio un arcángel de fuego con un rayo
la puerta derribar de la cabaña,
y por ella cual cisne de su nido
salir la cuna temblorosa y blanca,
pugnando con la muerte por seguirte,
como un ave de luz inmaculada,
también del yerto nido de su boca
el espíritu alado se exhalaba.
¿Quién sabe si ese espíritu invisible
te conduce por medio de las aguas?
¿Quién sabe si su cuerpo inerte y frió,
aún esclavo obediente de su alma,
arrastrándose en medio de las olas
te seguirá con faz desencajada?...
Pero en el turbio cielo no amanece,
y yerto el pobre niño se estremece
con esa contracción dulce, indecisa,
que es al borde del llanto una sonrisa.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


EL ÁNGEL DE LAS AGUAS


II
(cont.)

Antes que le despierte el cierzo helado
y temblando de frió,
al buscar besos, y calor, y vida,
halle solo orfandad, llanto y vacío,
y sus párpados tiernos de azucena
se abran para llorar la mayor pena,
ven, ángel de la muerte, sin ruido,
envuélvelo en los pliegues de tu velo,
y si alguna mujer llora en el cielo,
esa es su madre; llévalo dormido!

¡Mas no! detén el presuroso vuelo,
no hieras esa frente tersa y pura,
donde la gloria del Señor fulgura;
ese inocente ser abandonado,
que ignora su peligro y su existencia;
que no porque el capullo esté cerrado
deja de contener toda la esencia!
¡No cortes de esa vida el frágil hilo!
También un día, sobre el ancho Nilo
flotó a merced de la corriente loca
el que arrancó las aguas á la roca,
el que cercado de celeste lumbre
habló al Señor tu Dios sobre la cumbre!
¡Ten por Dios; ten por Dios tu aliento frió
que mata y envenena cuanto toca!
¡tú, que en las flores hielas el rocío,
no hieles la sonrisa en esa boca!...
¿Quién sabe si ese niño abandonado
será también de Dios predestinado?
Sí... que en tu débil cuna, ¡ángel dormido!
como en la flor la tierna mariposa,
con tu dedo de rosa
las fuentes del dolor has conmovido.
Que del árido mundo en el desierto
es más que fecundar la peña dura
del sentimiento remover las fuentes;
¡tú heriste en la roca, y á torrentes
se desató el raudal de la ternura!
Que en el supremo instante
en que un ser ignorado y generoso,
con la gloria del bien la faz radiante,
te arrancaba á la muerte valeroso,
si llorabas pidiendo
de tu perdida madre los abrazos;
si con la paz del ángel, sonriendo,
le abriste ¡ay! los ateridos brazos,
por rudo y fuerte que su pecho fuera,
debió sentir, estremecida el alma,
la conmoción que embarga á España entera;
esa dulce y suprema sacudida
en que vibra mezclada,
al dolor de la lágrima vertida,
la dicha de la lágrima enjugada!

¡Lloremos!... El dolor es un consuelo;
¡lloremos, sí, que en invisible giro,
el alma con las alas del suspiro
se remonta hasta Dios, y entra en el cielo!

Madrid, Noviembre del 79.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



EL POETA.

Yo soy como el lirio que brota en la cumbre
Y el alba corona de azul tornasol;
Marchita su vida del cenit la lumbre,
¿Qué importa?... ¡le matan los besos del sol!

Yo bebo mezclados en copa de oro
Mas goce que el mundo, más goce y más hiel;
Yo siento consuelos divinos si lloro,
Y hiere mis sienes de gloria el laurel.

Yo llevo en mi lira dormidas las notas
Que harán de ternura las flores temblar;
Yo bebo sediento del alba las gotas,
Y arrullan mi sueño las ondas del mar.

Yo soy como el viento, soy libre y potente-
No acato ni tronos, ni espada, ni ley;
Delante del pobre doblego la frente,
La máscara arranco del rostro del rey.

Mi vida es un sueño, mi sueño la gloria,
Mi gloria delirio, delirio mi amor;
Mi espíritu rompe del mundo la escoria
Y bate sus alas del éter señor.

Yo miro en las noches serenas de estío,
Temblando, a los cielos la luna subir;
Y el beso del alba—¡cuán pálido y frió!—
Me anuncia que es fuerza tornar á vivir.

Mi vista penetra detrás de las nubes
Y rompe atrevida la bóveda azul,
Y ve cuando ciñen los blancos querubes
La frente del alba de perlas y tul.

El mar a mis ojos su seno delata
Mostrándome abierto su inmenso fanal,
Rodando en su seno los peces de plata,
Las algas, las perlas y el rojo coral.

Yo cruzo el Oriente, la cuna del mundo
Que mecen los mares de plata y azul,
Que arrullan las olas con eco profundo,
Que cubren los cielos de espléndido tul.

Do el sol en ocaso vertiendo el tesoro
De rayos que bajan en roja espiral,
Temblando en los aires cual garza de oro
Se posa en las ramas de palma oriental.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



EL POETA
(cont.)

Do el negro coloso, que es tumba y es monte,
Envuelto de nubes en níveo capuz,
Arroja a las líneas del vasto horizonte
Miradas de siglos con ojos sin luz.

De telas de Oriente dormida a la sombra,
Sorprendo a la tribu que planta el real
Do quiera que el prado le tiende su alfombra
Y el agua desata sonoro raudal.

Contemplo, a la sombra de rotas arcadas,
Las nubias de boca de ardiente arrebol
Dormir cual estatuas de bronce truncadas
Que besa en los labios un rayo de sol.

Del címbalo al eco que vibra sonoro,
Descubro, agrupadas con gala marcial,
Mil torres con flechas y lanzas de oro,
Cual hueste brillante de pompa oriental.

Y admiro, rivales del cálido Oriente
Que esquiva sus besos de ardiente arrebol,
Las góticas torres del triste Occidente
Lanzarse atrevidas tras rayos de sol.

Contemplo la América, las islas en coro,
La Libia, que parte del sol el dosel;
Los cielos, los mares, los astros de oro,
Cual sombras de un sueño rodando en tropel.


Yo siento en mi pecho, con eco profundo,
De inmensas pasiones las ondas rodar.
¡Parece que el alma gigante del mundo
En vaso tan pobre se quiso albergar!...

Venid, de estos siglos yo soy el profeta;
Mi acento arrebata los pueblos en pos;
Oid de rodillas: ¡yo soy el poeta,
Yo soy en la tierra la sombra de Dios!...

Sevilla, Enero del 79.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



EN LA MUERTE DE S. M. LA REINA
DOÑA MARÍA DE LAS MERCEDES DE ORLEANS Y BORBON (1).

Pobre flor que en su mañana
Yace por tierra abatida;
¡Ay! fue tan corta su vida
Como la ventura humana!
Un mismo Abril se mecieron
Junto al Bétis nuestras cunas;
Mas ¡cuán distintas fortunas
Nuestras suertes dividieron!
Reina ayer, no me atrevía
A alzar hasta tí los ojos;
¡Angel, deja que de hinojos
Te contemple el alma mia!
Ayer virgen inocente,
Después reina soberana:

(1) Esta y la siguiente poesía fueron publicadas en la «Corona fúnebre« que con tal motivo formó el periódico ilustrado La Academia, bajo el pseudónimo de Carolina del Boss.


¡Claro sol de la mañana,
Qué pronto vas á Occidente!
Una aurora esplendorosa,
Para tí de nueva vida,
De blancas flores ceñida
Lució tú sien candorosa.
Y al desnudar tu belleza
De la guirnalda nupcial,
Con la diadema real
Coronaron tu cabeza.
Mas fue poco todavía
Un cetro en glorias fecundo,
O era quizás que en el mundo
Tanta dicha no cabial
Y hasta el trono de tu amor
Los ángeles descendieron,
Y entre nubes te ciñeron
Otra corona mejor.

Sevilla, 1878.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


AL MISMO ASUNTO

¡Ay! tanta juventud, tanta alegría,
Tanto amor, tanta luz, tanta belleza
Marchitos yacen como flor de un dial
¿Es que todo acabó? ¡O es que ahora empieza
La gloria que en el mundo no cabía!
¿Por qué tan bella la gentil aurora
De entre las sombras y la luz nacida?
¿Por qué la blanca perla que, escondida,
Tiembla en el cáliz de la flor que llora,
Cuando á bebería el sol viene sediento,
El postrer rayo de la luz que hiere,
La clara ondina que temblando muere,
Estremecen del alma el sentimiento?
¿Por qué pasa tan pronto la ventura,
Que el corazón la cuenta en un latido?
¿Es acaso de Dios estrella pura
Que arranca al hombre de culpable olvido,
Mostrándole su patria allá en la altura?
Fugaces cual tu cándida existencia
Son ¡oh Reina! la paz y los amores,
Que viven con la vida de las flores
Fugaz la juventud y la inocencia.
Meteoro de luz, blanco lucero,
¿No habrá coronas para tí en la historia?...
Angel de paz, tu trono está en la gloria,
Tu triunfo es el dolor del mundo entero.

BLANCA DE LOS RÍOS

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CANTOS DE OFELIA.
La dulce Ofelia, la razón perdida, Cogiendo flores y cantando pasa. (Becquer.)



I.
La triste Ofelia soy; me llaman loca
Porque mi angustia a la razón invoca,
Y al fin pierde la calma;
Porque he sentido la acerada punta
Del desencanto desgarrarme el alma;
¡Porque no hay quien responda á mi pregunta!

Siendo el amor la fuente de la vida,
¿No será un crimen extinguir la fuente?...
Si el que asesina a un hijo es parricida,
El que mata un amor ¿no es delincuente?

Si una mujer ardiente, apasionada,
Cual lo son los querubes,
Encuentra al fin la realidad soñada;

Si encuentra al ser que imaginó en las nubes;
Si bebe la demencia en su mirada,
Y aquel amor, por su fatal estrella,
No es del ser adorado comprendido...
¿Qué guardáis para ella?
¿Qué le aconseja la razón?... ¿Olvido?...

¿No habéis medido nunca esta palabra?
Cuantas divinas esperanzas labra
Dentro del corazón el sentimiento,
Todo un mundo de sueños realizado...
¿Puede arrojarse al viento,
Sin arrojar con él todo el pasado?...

Olvido es negación, abismo, nada,
Y un alma que despierta apasionada,
Con idólatra anhelo,
Pone en el ser dulcísimo que adora
Cuanto ve, cuanto siente, cuanto ignora,
Su fe, su porvenir, ¡hasta su cielo!
¡Amor, para ella, es Dios! ¡Borrad ahora!
Borrad, borrad de un alma inmaculada
Los sueños, el amor, el idealismo,
Que borráis a Dios mismo...
Y en aquella existencia destrozada
Veréis surgir la realidad desnuda...
Lo que queda es más negro que la nada...
¡Lo que queda es la duda!

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

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CANTOS DE OFELIA.
La dulce Ofelia, la razón perdida, Cogiendo flores y cantando pasa. (Becquer.)
(cont.)



II.

Si el pensamiento, cuando en sí no cabe,
Confunde en lo insondable su albedrío,
¿Culpáis al Océano, siendo el río?
¿Qué es la humana razón... ni quién lo sabe?

¿Y árbitros sois de la razón ajena,
Porque sois infinitos, los pequeños?...
¡Los que tenéis la fuerza de la arena,
Sufrid las olas y el simún por dueños!...

La razón... la razón... ¡gentil palabra!
¿Jamás ha de salvar el pensamiento
La corrompida atmósfera que labra
La humanidad dormida con su aliento?...

Mefítico vapor, órbita impura
Del pensamiento... ¡inmensa nebulosa!...
Si el genio hace la luz, ¿no es la locura
La que enciende la chispa fulgorosa?...




III.

¿No veis cuál brota rayos mi dolorida frente?...
Mi faz esparce llamas, mi cráneo es trasparente...
¡Cómo su disco ensancha la inmensa claridad!...
¿No veis? yo tengo un nimbo, yo tengo una aureola,
Mirad... mirad cuál crece... ¿por qué me dejáis sola?
¿Y ese tropel de sombras será la humanidad?...

¿No veis? ya soy un rayo, que vuela y se desprende;
Mirad, ya soy el disco de un astro que se enciende;
Ya he roto de las sombras el fúnebre capuz;
¡A a para mí no hay noches, mis ojos las alumbran!
¿Qué tienen mis miradas? ¿os hieren, os deslumbran?...
¿Sabéis por qué no duermo?... ¡porque yo soy la luz!...

Las cuerdas de mi lira se vuelven rayos de oro;
Mis notas son de perlas raudal el aro y sonoro;
Mis labios son de fuego, mis besos de arrebol...
Mis sienes son dos alas... ¡se escapa mi cabeza!...
La tierra entre las sombras a sepultarse empieza.
No... no, es que yo me elevo... ¡Como que soy el sol!...

¿Por qué, mientras más subo, más descender deseo?
Soy so!, pero estoy ciega; soy luz, pero no veo...
Soy luminar que encierra la noche en su interior.
¡Tal vez cuando era cuerpo los astros me envidiaban!
¡Dentro de aquella sombra los soles se filtraban!...
¡Memoria! ¿qué fue aquello?'¿Fué por ventura amor?..

BLANCA DE LOS RÍOS

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HERCULANO Y POMPEYA.

Miradlas... ellas son las dos hermanas
Que del Tirreno duermen á la orilla;
La luz crepuscular cárdena brilla,
Y las ondas lejanas
Que, apresurando su eternal carrera,
Arrastra el mar en rápidas corrientes,
Volviendo van las espumosas frentes
Para verlas quizás por vez postrera!
Miradlas: en la frente de Herculano
Brilla del arte la divina llama;
Pompeya, triste mártir de la fama,
Alza el tridente en la derecha mano.
Hija del mar y del-Vesubio esclava,
Coronada de rojas amapolas,
Duerme al eterno canto de las olas
Sobre un lecho de espumas y de lava.

¡Ciudades infelices!... ¡cuán serenas,
De la Campania entre las gayas flores,
Abrasadas dormís en las arenas
Soñando con la dicha y los amores!

«
Mirad... mirad, espléndidos fulgores
Derrama el sol, y tiembla en los espacios,
Como vago fantasma, densa nube,
Que hasta los cielos atrevida sube...
¡Pero no la miréis!... ved los palacios,
Deslumbrantes en mármol y en colores,
Las esbeltas columnas, coronadas
De capiteles, que entreabrir parecen
Las hojas de sus flores entornadas,
Las que do quier en sus vergeles crecen;
Los templos, los altares, las legiones
De estatuas donde el genio centellea;
Donde alienta la idea
Por quien serán los dioses inmortales.
Los templos, los soberbios mausoleos,
Y al lado de las urnas funerales,
Los circos, los inmensos coliseos,
Y los arcos triunfales
Coronados de pompas y trofeos.

¡Cuán ricas en mosaicos y en colores
Se ostentan en Pompeya
La patricia mansión y la plebeya!...
Parece que la hermosa
Ciudad para sus bodas se engalana,
Y cuando el sol poniente de oro y grana
Tiñe su frente de encendida rosa,
Alza Herculano la marmórea frente
Para ver a la hermosa recostada
A la orilla del mar resplandeciente.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


HERCULANO Y POMPEYA.

(cont.)


Pero la nube crece
Y hasta el cielo levántase altanera;
Como gigante copa de palmera
Despliégase, y la tierra se estremece;
Ensánchanse do quier sus negras ramas,
Y cual monstruo de fúlgidas escamas ,
Enroscada en su tronco serpentea
Fugaz culebra de rojizas llamas!

Cual si el inmenso corazón del mundo
Se estremeciera, con temblor que espanta
El seno de la tierra se levanta;
Y el mar, que en él yacía adormecido,
Despiértase iracundo
Y huye despavorido
Al ver que el sol se envuelve en densa bruma
Y roja luz en el Vesubio brilla,
Dejando abandonadas en la orilla
Conchas y peces entre blanca espuma.

¡Vuelve, cobarde mar, á la ribera;
No apagues, sol, tu disco refulgente;
Tristes ciudades, levantad la frente,
Que os abandona la creación entera!

¡Levantaos, ciudades desgraciadas;
Por la playa desierta
Huid como las olas desbandadas!
Mirad la luz que en los espacios arde;
Es la roja pupila mal cubierta;
¡El Vesubio despierta!
¡Huid!... no: ¡de rodillas! ¡que ya es tarde!

Como gigante globo transparente
Henchido de rubíes y topacios,
Brilla inmensa la nube en los espacios;
Y a su luz, la aterrada muchedumbre
Que se agita insensata, los palacios
De dorada techumbre,
La cuadriga triunfal que huye ligera
Sobre el mármol de altivo monumento
Cual si escapar la muerte pretendiera,
El hondo mar y el ancho firmamento
Se convierten en piélago sangriento.

Huye la multitud, ciega de espanto,
En carros, en caballos y en bajeles,
Y envueltos de las sombras en el manto,
Chocan jinetes, carros y corceles.
Y en su carrera loca
Las naves que le pesan á la espalda
Estrella con furor sobre la roca
Ese eterno verdugo de esmeralda!

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


HERCULANO Y POMPEYA.

(cont.)


Mas brilla el rayo, y a su luz sangrienta
la siniestra columna se agiganta;
la tierra de sus ejes se levanta,
y la nube revienta!...
Puéblanse de centellas los espacios,
bajo torrentes de encendida lava
doblan los muros la cerviz esclava
y ruedan en el polvo los palacios.

Huyendo cual palomas desvandadas,
en su delirio ciego,
en el mar, en los campos, en las cumbres,
como espigas segadas
por la segur del fuego,
ruedan las indefensas muchedumbres!

Busca ansioso el avaro su tesoro,
la madre tras sus hijos va sin calma…
¡Y el avaro se funde con su oro,
la madre con los hijos de su alma!

Ya no hay tierra ni mar, el firmamento
la bóveda del Tártaro parece:
Gigante de tendida cabellera,
inmensa furia que provoca el viento,
la devorante hoguera
bajo su horrible sombra resplandece.
Creciente llama el horizonte cierra,
cual si el volcán, en su vehemencia loca,
lanzara hirviendo por su negra boca
las ardientes entrañas de la tierra!
Revuelto torbellino en torno gira,
que enciende con furor el raudo viento;
y en medio de aquel piélago sangriento
arden dos pueblos en inmensa pira!

Tal vez de los abismos inhumano
maldito habitador del fuego eterno,
surgiera entre las llamas del averno
el que incendió tirano
en una noche de placer a Roma;
O cómplices quizás del mismo vicio,
por cima de Pompeya y Herculano
cruzaran por gozar en su suplicio
las sombras de Babel y de Sodoma!

Una gran autora, sin duda.

Antes que le despierte el cierzo helado
y temblando de frió,
al buscar besos, y calor, y vida,
halle solo orfandad, llanto y vacío,
y sus párpados tiernos de azucena
se abran para llorar la mayor pena,
ven, ángel de la muerte, sin ruido,
envuélvelo en los pliegues de tu velo,
y si alguna mujer llora en el cielo,
esa es su madre; llévalo dormido!

Extenso poema, en el que tristeza y nostalgia combinan con una gran ternura.

Gracias, Pascual por estar siempre presente.

BLANCA DE LOS RÍOS

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A ROMEA
(Efímero de las gloria s del artista dramático.)
«No puede morir Romea.»


I.
Aun España con afán
Oye su voz que suspira
Como el titán que respira
Bajo el cráter del volcán:
Verdes las palmas están
Que pregonan su victoria;
¿Y decís que, transitoria,
Su gloria con él murió?
¿Pues cómo lo he visto yo,
Sino á través de su gloria?

II.
Trasforma el mármol la idea,
Y el mármol, lo más inerte,
Conserva en su eterna muerte
La chispa que mundos créa.
La cúpula gigantea,
La soberbia catedral,
Son la firma colosal
Del artista en los espacios,
Y son templos y palacios
Cuerpos de un alma inmortal.


III.
Sus creaciones, llamas rojas
Que volaban en tropel,
Trasmite el hombre al papel
Con sus sueños y congojas:
Si las páginas son hojas,
Porque las dispersa el viento,
Como las hojas sin cuento
Vengan del tiempo el ultraje
Brotando como el follaje
Del árbol del pensamiento.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



A ROMEA
(Efímero de las gloria s del artista dramático.)
«No puede morir Romea.»
(cont.)

IV.

Pero el músico, el actor,
Esos artistas que al viento
Dan el alma con su acento,
¿Serán, como el ruiseñor,
Pasajero trovador
De la enramada sombría,
Flor animada de un día,
cuerda de la lira rota,
fugaz y perdida nota
de la eterna melodía.



V

¿No es el mundo el escenario,
do, al empezar la jornada,
llega el alma disfrazada
ante un público adversario?
¿Sayal o armiño nefario
no son en la sociedad
disfraces de la verdad?...
¿No es tener el alma llena
del mundo, ser en la escena
cifra de la humanidad?...

VI

Cesó el cortesano azote.
Y alzó el genio la careta
de la infamante carreta
donde la halló Don Quijote:
Del destino al duro bote
mordió el polvo el orgulloso;
Cegó la ruina el foso;
Y en el lodo del desprecio
Cayendo el magnate necio,
Se alzó el histrión victorioso.


VII.

Siglo insigne que acrisolas
De la gloria los emblemas,
Del oro de las diademas
Forjando las aureolas,
¡Salve, que al progreso inmolas
Las vencidas tradiciones!
Que del arte en las regiones,
Donde el genio dicta leyes,
Son histriones los reyes,
Y reyes los histriones.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



A ROMEA
(Efímero de las gloria s del artista dramático.)
«No puede morir Romea.»

(cont.)





VIII.

Ceñir sin merecimiento
Vieja corona heredada...
¿No es lucir gloria prestada,
Pobre oropel de un momento?
¿No es más torpe fingimiento
En la escena de la historia?
¿No es más inmortal victoria
Conmover a una nación;
Ceñir, por aclamación,
La corona de la gloria?...



IX.

Del humano sentimiento
Pulsar la lira sagrada;
Ser la poesía encarnada;
Condensar en un momento
Un mundo de sentimiento;
Ser de la pasión el grito,
Animar al verbo escrito,
Arrebatar, conmover
A todo un pueblo, ¿no es ser
Ráfaga del infinito?



X.

Cuando en inspirado son
Vibra la palabra humana,
Esa nota soberana
Del arpa de la creación,
Y en poderosa tensión,
El pueblo ansioso, latente
Vivir en el verbo siente
Del mismo Dios el aliento
Y brota del sentimiento
La fecunda y pura fuente:


XI

Cuando empieza a palpitar
El entusiasmo animado,
Y el aplauso, vivo, alado
Se agita, pronto a volar;
Cuando empieza a respirar
La gloria, y bebe el actor
De su aliento embriagador
y a todo un pueblo enajena,
¡Entonces sobre la escena
Baja un rayo del Tabor!


XII.

Si a despecho de la muerte,
Donde ya no existe el hombre
Flota con el alma el nombre
Y en un astro se convierte;
Si al ígneo rayo que vierte
Nueva luz el genio crea;
Si, en el cielo de la idea,
El sol que alumbra una edad
Irradia en la eternidad,
No puede morir Romea.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



A FLORENTINA AMADOR DE LOS RÍOS

No te conozco, niña; pero te veo:
A ver si te retrato con mi deseo.
Eres, blanca sonrisa de la mañana,
Redonda y sonrosada cual la manzana:
Es tu cara tan blanca como el armiño;
Tienes alma de ángel, cuerpo de niño;
Que brillan en tu rostro, luz de consuelo,
La hermosura del mundo con la del cielo,
Como en aquellos seres de casto brillo
Que del niño y del ángel forjó Murillo.
Es capullo entornado tu boca leve,
Y son tus piececitos copos de nieve.
Jamás tu virgen planta pisó este suelo;
Aun no eres tú del mundo, ni ya del cielo,
Dormida entre dos mares, niña, resbalas;
Aun no mueves las plantas, ya no las alas.
¿Qué sabes tú los males que el mundo encierra,.
Si debajo del cielo, sobre la tierra,
Te ciernes, con el vuelo de las palomas,
Y te da el cielo nubes y el valle aromas?
Como en el horizonte la blanca luna,
Entre el cielo y la tierra tiembla tu cuna,
Entre el cielo y la tierra, querub dormido,
Los brazos de tu madre te prestan nido.
Por eso ella hacia el cielo su ángel levanta,
Porque no toque el polvo su virgen planta.
No des el primer paso, no, niña, espera
A que tienda su alfombra la primavera,
Que así, cuando esté el mundo de flores lleno,
No manchará tu planta su inmundo cieno;
Y deja que entre tanto tu madre, niña,
Con tus tiernos bracitos su cuello ciña,
Y que al mecer tu cuna, bajel de flores,
Tu amante padre olvide tantos dolores.
Que tú eres de esperanza la mensajera,
Tú el sol de su mañana, ¡su hija primera!
Él, que un tiempo dudaba con desconsuelo...
Míralo de rodillas, ángel del cielo!

Ceñir sin merecimiento
Vieja corona heredada...
¿No es lucir gloria prestada,
Pobre oropel de un momento?
¿No es más torpe fingimiento
En la escena de la historia?
¿No es más inmortal victoria
Conmover a una nación;
Ceñir, por aclamación,
La corona de la gloria

Muy apropiado hoy... la II República no precisó derramamiento de sangre.

Gracias, Lluvia.

Gracias a ti, por estar siempre presente, Pascual.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



EL SOÑADOR

¿Qué me queréis?... De sueños y de aurora
Tengo yo un mundo, que invisible habito.
¿Qué queréis del autómata inconsciente,
Cuando se exhala el desligado espíritu?...

¿Qué es la aparente forma abandonada
De ese todo impalpable que la anima?...
¿No veis cómo en su ausencia fiel conserva
La expresión que le imprime á su partida?...

¿Por qué me hacéis volver? ¡sois muy crueles!...
Sin nido, sin amor, voy como el ave
Buscando el cielo... ¿y me arrojáis el dardo,
Ahogáis la libertad hasta en el aire?...

¿Qué tiene el pobre soñador, el alma
Que desasida de la tierra vive?...
¿No os basta desterrarla de este mundo,
La perseguís también en lo invisible?

¿Qué le espera al bajar, qué encuentra en cambio?
Do quiera tiendo la espantada vista,
Sólo encuentro el desierto inmensurable :
Dejad que en él la esfinge, muerta, viva.

Dejad que en él la calcinada esfinge,
Cual engendro del viento y las arenas,
Viva enclavada; sus pupilas mudas
No abrasa el sol, ni el remolino ciega.

Y el alma, en tan.to, desasida, libre,
Volando en pos de misteriosa esfera,
Se arroje sobre el puente del abismo
Que atraviesa temblando la conciencia.

Cómplice de la luz, el alma tiene
Sus misteriosas citas en el cielo:
Mientras, sumisa, la materia guarda
Su fe, su amor, sus formas y su yervo.

* ¿Qué importa?... Compañera inseparable •
De esta mitad de tierra, ella le imprime
Su propio ser, y al par que en otros mundos,.
Llora en sus ojos, y en sus labios ríe.

Mientras el cuerpo, guardador sumiso
De su divino sueño, inmóvil vela,
Llanto, sonrisas, ráfagas de lumbre
Para él recoge entre las nubes ella.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


EL SOÑADOR
(cont.)


¿Qué encuentra allá en lo ignoto? ¿Dónde abate
Su vuelo inmaterial, dónde se posa?
¿Con qué intangibles elementos lucha?
¿Cuál es allí la luz, cuál es la sombra?...

¿No tendrá escena el formidable drama
Del alma en los abismos?.. ¿Quién lo niega?...
¿No se negaban antes mutuamente
Las dos opuestas fases de la tierra?...

¿No detuvo atrevida la ignorancia
Los diamantinos ejes de su carro,
Mientras paraba en medio de los cielos
El vuelo audaz del pensamiento humano?...

¡No se detuvo el mundo, por dejarle
El hemisferio de la sombra eterna,
Ni en su menguado cráneo se detuvo
Por su tormento la indomable idea!

¡Guttenberg y Colon, dos soñadores
Que encontraron dos mundos en sus sueños!
¡Dos locos que la tierra trasformaron!
Si esos los locos son, ¿qué sois los cuerdos?...

¿No es la poesía la divina loca
Que enseña a la razón, la dulce ciega,
Que levanta la antorcha en el camino
Para que avance la segura ciencia?...

¿No es la augusta sonámbula que vuela
Cual blanca nube sobre abismo ignoto?...
¿No os orientáis, viajeros de las sombras,
A la luz de su lámpara de oro?...

¿Qué sois vosotros... el rebaño humano
Que a fuerza de pasar abre una senda!
¿Por qué atacáis como sangrientos lobos
Al que a la tierra prometida os lleva?...

¿Por qué atáis al Moisés del pensamiento
Sobre el frágil bajel de su esperanza?
¿No basta que, juguete de las olas,
Lleve la tempestad dentro del alma?...

¿No es el poeta el vaso transparente
Donde bulle encerrado el fuego eterno?
¿No muestra al mundo las gigantes llamas
Que funden la razón y el sentimiento?...

¿Qué más queréis?... Mis sueños, mis insomnios
Mi propia fe, mi vida, hasta el latido
Del corazón oculto, hasta la sombra
Del pensamiento os doy... ¿Qué tengo mió?...

La soledad, la sombra, nada, todo...
¿Quién sigue al alma en su incansable vuelo?..
_ Sólo el dedo de Dios, en lo insondable,
Marca la línea do se abate el viento.

Rebelde, ardiente, agitadora, grande,
Bella como Luzbél, surge la idea,
Revuelta cruza la región del fuego
Y al fin se cierne en la celeste esfera.

¡Con cuán inmensa gratitud postrado,


Deshecho en llanto y luz, se vuelve al cielo,
Cuando salta en la arena de otros mundos,
Perdurable Colon, el pensamiento!

Yo soy el pobre soñador; clavado
Siempre mis ojos en ignotos mares,
Ven surgir de sus olas intangibles
Vírgenes mundos de esplendor radiante.

¿Por qué me perseguís? ¡Yo, pobre arista,
Busco la inmensidad!... Pero no os temo:
¡Venid en pos de mí, buitres del mundo;
Cuanto más me acoséis, más alto vuelo!...

Sevilla, Febrero de 1880

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS




EL ÁGUILA

Sobre montañas de eternal granito,
Se levanta atrevida al mismo cielo
Gigante roca, de perenne hielo
Que toca con la frente el infinito.

Hiere el sol sus cristales de soslayo;
En derredor las nieblas se disuelven;
Rotas las nubes su cabeza envuelven,
Y en torno de su sien se forma el rayo.

El sol la cubre de amaranto y grana;
Cruza a sus pies la cándida gacela;
La blanca luna en su cristal riela,
Y nace entre sus quiebras la mañana.

Baja la tarde, de arrebol ceñida,
Por el limpio cristal de su pendiente,
Y deja en tanto su soberbia frente
De diamantinos soles encendida.

Antes que apague sus antorchas bellas
La tarde, que a sus plantas se reclina,
Se arranca su corona purpurina,
Y coloca en su sien nimbo de estrellas.

Cuando al soplo de rudos aquilones
Vuelan las nubes cual rasgados tules,
Y siniestros relámpagos azules
Brillan tras de sus negros pabellones:

Cuando el nublado las colinas toca;
Cuando a sus pies se forma la tormenta,
Con la luz que los cielos ensangrienta
Ciñe su frente la soberbia roca.

Allí el Águila audaz tiene su nido,
Do no se atreven a subir las flores,
Alumbrado del rayo a los fulgores,
Al borde del abismo suspendido.

Amante de la luz, reina del viento,
Abre sus alas cuando el sol las dora,
Y bebiendo las perlas de la aurora
Se lanza en el azul del firmamento.

(cont.)

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



(cont.)
EL ÁGUILA


Mundos descubre que en su seno oculta,
Tras velos de zafir, la luz del día,
Y la tierra a sus pies, muda y sombría,
En sudarios de niebla se sepulta.

¡Oh, cuál en torno del rosado Oriente
Forman los rayos tronos de brillantes,
Cuántos soles adornan centellantes
El alcázar del sol resplandeciente!...

Sacia el Águila allí su afán profundo;
Entre mares de luz suspende el ala,
Y sobre el éter sin sentir resbala,
Y olvida que á sus pies existe un mundo.

Mas ¡ay! que ha de volver... y en su caída
Rueda por el espacio deslumbrada,
Y al contemplarla en sombras sepultada
¡Cuán triste encuentra la mundana vida!

Y si al bajar, por burla de la suerte,
Tras gozar de los cielos la hermosura,
Clavan sus alas en la roca dura...
¡Piadoso el rayo que le diera muerte!...

Águila es el humano pensamiento
Que, al desprenderse de la inerte roca,
Sube a las nubes, y los cielos toca
Y avanza más allá del firmamento.

Materia inerte, a la materia atrae
El triste seno de la madre tierra,
Y en dura cárcel, implacable, encierra
Al pensamiento, que vencido cae.

Y el espíritu allí—¡lucha cruenta!-
Al ver que nunca lucirá sus galas,
Cual águila oprimida, con sus alas
Azota su prisión y la ensangrienta.

¡Así mi corazón, dentro del pecho,
Clavado como en roca de granito,
Mira un cielo de amor, un infinito,
Y salta en su prisión pedazos hecho!...

Sevilla, Noviembre de 1878.

Qué encuentra allá en lo ignoto? ¿Dónde abate
Su vuelo inmaterial, dónde se posa?
¿Con qué intangibles elementos lucha?
¿Cuál es allí la luz, cuál es la sombra?...

NO DIGO QUE LOS SUEÑOS NO SEAN UNA "DUDA´MÁS"...PERO NOS HACE , A VECES, TANTA FALTA ESCAPAR DE LA REALIDAD...

UN BELLÍSIMO POEMA AL QUE VOLVERÉ.

BESOS.

La verdad es que su poesía es así, bella.
Gracias, Pascual.

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS



EL TIEMPO.

Todo es bello en horizonte...
De lejos abrupto monte
Es templo de oro y zafir.
Para el alma, en lontananza,
Es Oriente la esperanza
Y es el astro el porvenir.

La juventud es la aurora
Que sonríe, tiembla y llora
Cuando presiente su sol.
- Horas ¡ay! que resplandecen,
Tan breves se desvanecen
Como besos de arrebol!...

Cuando al cénit llegó el día,
Cuando tu alma y la mía
Sintieron su plenitud,
El tiempo, que era una fuente,
Se convirtió en un torrente,
Que ahora se trueca en alud.

Al tiempo nació sujeta,
Para que fuera incompleta
La humana felicidad;
Que amar es gozar el cielo
De Satán con el anhelo,
Gloria sin eternidad.

Ni en el dudoso momento
Cabe el raudo pensamiento
Ni la incierta aspiración;
Ni el amor, que mundos labra,
Cabe en la fugaz palabra
Ni en el débil corazón.

Tiempo, naciste maldito;
Tú eres hijo del delito,
Iris y muerte de Adán.
Tú eres la vida que avanza,
Con su nimbo de esperanza,
Con sus alas de Satán.

¡Oh inquietud de la ventura!
Si con alas de locura
Volabas entre los dos;
Si en la dicha eres demencia,

En las sombras de la ausencia
Eres maldición de Dios.

Tiempo horrible, yo te veo
Con los ojos del deseo
Que desesperas cruel;
¡Ay! yo en las noches calladas
Siento las raudas pisadas
De tu incansable corcel.

Tú eres monstruo, tú eres hidra,
Tú eres péndulo y clepsidra,
Ritmo de mortal canción,
Donde salta a cada nota
Una vida, cuerda rota
Del arpa de la creación.

Como en el aire la esencia,
Va en el tiempo mi existencia
Cuando vuela junto a ti;
Pero de tu lado ausente,
La vida es sordo torrente
Que se desborda de mí.

El espacio limitado
Es el cauce do encerrado
Va el tiempo a la inmensidad;
Si salva el cauce sombrío...
¿Quién busca en el mar al río,
Ni al tiempo en la eternidad?

Ciego padre de esas horas
Que engendras y que devoras,
Tiempo, constante morir,
Onda turbia y desbordada
Que ante mi vista espantada
Vas borrando el porvenir;

Yo te siento, en mi demencia,
La espantosa confluencia
De lo infinito salvar...
Y allí las almas... ¡Dios mio!
¡Se pierden como el rocío
Entre las olas del mar!...

BLANCA DE LOS RÍOS

DE: ESPERANZAS Y RECUERDOS


LA NOCHE.

Húndese el sol, y ansiosas de su lumbre
Las nubes, que su beso se disputan,
Se agrupan en revuelta muchedumbre
Sobre la cima del lejano monte,
Y al sentirlo espirar en horizonte
Sus blancas frentes en la sombra enlutan.

Lento recoge el Angel del Ocaso
La púrpura que el sol dejó á su paso;
Bórranse del azul las rojas huellas;
Apáganse en el aire los sonidos,
Y al dormirse las aves en sus nidos
Despiertan en el cielo las estrellas.

Al sentir de la noche los halagos
Se levantan las brumas de los lagos,
Se evaporan del pecho las angustias,
Y de tal hora en la solemne calma,
Como las hojas que en su tallo mustias

Al soplo de la noche a ser empiezan;
Sacudiendo el dolor y las congojas,
Vuélvese a Dios el alma...
Y ¿cómo no rezar, si hasta las hojas
Se levantan y rezan!...

Las sombras impregnadas de beleños,
Como las olas de la mar, en calma
Lentas avanzan impeliendo el alma
A las ignotas playas de los sueños.

Leves ráfagas cruzan; no son nubes,
Son las sombras de nítidos querubes
Que del azul resbalan tras el velo,
Con sus flotantes túnicas de gasa.
Brillan los astros más... ¡es que Dios pasa
Y se avivan las lámparas del cielo!

Como se dobla el junco en las orillas
Cuando se acerca el manantial de plata,
Al sentir que en mi pecho se desata
Del comprimido llanto la corriente,
Dóblanse temblorosas mis rodillas
Y más libre hacia Dios vuela mi mente.
¡Así del lago en el cristal sereno,
Cuando en su fondo el cieno
busca al cieno, Brilla el cielo más puro y transparente!

¡Siento en mí despertar algo divino!
Como la blanca y tímida paloma
Que se alberga en el árbol del camino;
Cuando ni un eco de la tierra siente,
Levantando en su nido la cabeza,
Tembloroso mi espíritu se asoma
Y se encuentra los cielos frente á frente.

Y entonces ¡ay! cuando en reposo inmenso
Duermen la‘tierra y el azul sombrío,
Cual blanca nube de abrasado incienso
Vuela hasta Dios el pensamiento mió.
Y ¡con cuánta grandeza,
Sin nubes y sin velos,
Habla en la noche azul y sosegada
Al alma, siempre inquieta y alterada,
Siempre tranquilo Dios, tras de los cielos!...

Dudáis de que habla Dios; ¡ay! yo he sentido
La augusta voz que oyeron los profetas,
Vibrar dentro del alma, sin sonido,
Como el arpa que escuchan los poetas.

Oid: era una noche en que la duda
Venenosa y sutil me perseguía;
Destrozada mi alma combatía
Al tirano impalpable, en lucha muda.

Para robarle de la fe la calma,
Enroscada en mi frente,
No al corazón buscaba la serpiente,
Buscaba a la razón, la Eva del alma,
Que por gustar la ambicionada ciencia
Arranca ansiosa el maldecido fruto...
¡Sin ver que de la ciencia son tributo
La fe del corazón y la inocencia!


Y al mundo, que dormía,
Mi espíritu exaltado preguntaba:
—¿Si todo en polvo y en miseria acabar
Cuál es tu suerte aquí, cuál es la mía?—

(cont.)