SIGLO XIX
Zapata, Marcos
Zaragoza. 1845 - Madrid. 1913
Poeta español. Autor de un volumen de poesías prologado por Santiago Ramón y Cajal. Escritor de zarzuelas y autor dramático.
Nació en una familia de labradores. Estudió tres años en una escuela pía, cinco en el Instituto provincial y siete en la Facultad de Derecho de Zaragoza, quince años de estudios que consideró –en El retrato de un caballero- “perdidos”, por no tener afición a las leyes, sino a la poesía. Lector de Zorrilla, García Gutiérrez o el duque de Rivas, fue la literatura romántica la que ocupó su cabeza de estudiante, publicando poesías en la prensa zaragozana y escribiendo una comedia en 1862, y la que le dispuso a ir a Madrid para hacer una carrera literaria. En Madrid se encontraba al triunfar la revolución de septiembre de 1868 y, convertido a las ideas republicano-federales, frecuentaba la tertulia literaria del Café Imperial, a la que asistían Ceferino Tresserra, Pelayo del Castillo, Mariano Vallejo, Francisco Flores García y otros republicanos hacia 1870. Joven bohemio, sufrió en ese tiempo toda clase de penurias, haciéndose célebre su figura de poeta hambriento por sus versos: “Dábame un perro calor,/ y un banco del Prado, cama...”. Poco después obtuvo un resonante y primer reconocimiento como poeta dramático con el estreno de La capilla de Lanuza en el Teatro de la Alhambra el 20 de marzo de 1871, su obra dramática más aplaudida. A pesar de su éxito, sus muchas necesidades económicas y su inexperiencia con los editores le llevaron a malvender la obra, respondiendo a los reproches que le hizo por ello su amigo Manuel del Palacio con estos festivos versos: “Oye, pedazo de tal;/ cuando no se tiene un real,/ desde Homero hasta Zorrilla, no digo yo una capilla,/ se vende una catedral”. Al año siguiente estrenó su primera obra lírica, La bola negra, pero su siguiente éxito teatral llegó al poco de proclamarse la República, con la puesta en escena de El Castillo de Simancas en el Teatro Español (marzo de 1873), drama ambientado en la época de los comuneros que dedicó al popular republicano Nicolás Estévanez, un periodista-poeta que por entonces pasó de revolucionario a ser gobernador civil de la capital, siendo más tarde uno de los diputados intransigentes con el gobierno Castelar. Ambos dramas, la capilla y el castillo, se subtitulaban heroicos y tanto el tema de los comuneros castellanos, en el que se resaltaba la heroicidad y patriotismo de los caudillos “populares” sometidos por el emperador Carlos V, como el del último Justicia aragonés, defensor de los fueros y decapitado por el “despotismo real” de Felipe II, formaban parte del repertorio patriótico liberal de la época, pero en su caso eran también expresión del teatro republicano federal. En éste, con referencias míticas y formas idealizadas, se reivindicaba la tradición de los antiguos fueros medievales cercenados por el absolutismo desde los tiempos de los Austrias o, en otros casos, se exaltaban las viejas “libertades municipales”, para legitimar la nueva descentralización predicada: autonomía local y conversión del viejo Estado unitario en una Federación de regiones históricas que garantizase la independencia y la unidad nacionales. No obstante, el suyo fue un republicanismo alejado de las radicales doctrinas federales pactistas y del cantonalismo del 1873, primando su ideal republicano sobre el federalista. Durante la presidencia de Castelar, el ministro Maisonnave le nombró Jefe de Administración civil de cuarta clase, oficial de la de terceros del Ministerio de la Gobernación, el 28 de octubre de 1873, admitiéndole su dimisión el mismo día del golpe de Pavía, el 3 de enero de 1874. En esos años colaboró con poesías en la prensa republicana y fue redactor de dos periódicos que no destacaron por su defensa del federalismo, sino por su carácter republicano demócrata: La Discusión y El Orden, este último creado por Castelar tras el mencionado golpe de Estado. Tras la proclamación de Alfonso XII publicó algunos libelos políticos que fueron atribuidos equivocadamente a Ricardo Puente, quien fue por ello detenido. Durante la Restauración estrenó dos dramas históricos, un juguete cómico y varias obras líricas. Los históricos fueron La corona de abrojos, volviendo al tema medieval aragonés, y El solitario de Yuste, sobre el retiro de Carlos V, en el que fue primer actor Antonio Vico, que seis años antes había interpretado su capilla.
Entre sus dramas líricos (La abadía del Rosario, El reloj de Lucerna, etc.), destacó el primero que escribió, la zarzuela El anillo de hierro, que fue el más editado e interpretado de su producción lírica, e incluso parodiado por Leopoldo Vázquez, y que se estrenó en el Teatro de Jovellanos el 7 de noviembre de 1878, debiendo gran parte de su éxito a la música del maestro Pedro Miguel Marqués.
Sin embargo, la obra que más tinta hizo correr, que más se leyó y de la que más se habló, incluido el Ateneo y las Cortes, fue su episodio histórico La piedad de una reina, por ser prohibida su representación por el gobierno Sagasta en 1887 y cerrados en protesta los teatros madrileños, pues si bien estaba ambientada en un tiempo y país lejanos, su representación atrajo a un público desafecto con la regencia de María Cristina y simpatizante del reciente y fracasado pronunciamiento republicano del general Villacampa. Tras publicar ese mismo año sus mejores obras en un tomo, y estrenar al año siguiente su drama lírico La campana milagrosa, decidió emigrar a la República Argentina en 1890, no regresando hasta 1898, siendo una de las pocas referencias de este largo viaje la carta que envió a Ezequiel Soria como presentación para su libro Zarzuelas criollas (Buenos Aires, 1899). Desde su vuelta a España escribió muy poco para la escena, sobresaliendo su zarzuela Covadonga, escrita en colaboración con Eusebio Sierra, y con música de Tomás Bretón, que se estrenó en el Teatro de Perish de Madrid en enero de 1901. En esos años vivió humildemente de su pequeña cesantía, sus colaboraciones literarias y como redactor de Gente Vieja (1900-1903), revista quincenal en la que trabajaron otros antiguos republicanos. En pleno auge del regeneracionismo, su interés literario por los temas aragoneses y su participación como animador de los actos de los Juegos Florales celebrados en Aragón, le dieron prestigio como intelectual español comprometido con su región natal. En 1901 dedicó su capilla a la Diputación zaragozana “en testimonio de eterna admiración por las glorias históricas de mi patria”. En 1902, el Ayuntamiento de Zaragoza le nombró Hijo ilustre y predilecto de la ciudad y él, en gratitud, dedicó a éste su libro Poesías, en el que recogía su variada producción poética organizada por géneros y temas, no faltando el apartado de los “Anales de Aragón”, con un prólogo del médico y académico Santiago Ramón y Cajal, persona unida a esa capital e interesada por su obra y los temas aragoneses. Desde octubre de 1902 volvió a disfrutar de un empleo en el Ministerio de Hacienda, siendo nombrado, sucesivamente, interventor de la Caja central de la Contaduría general de la Deuda Pública, interventor de Hacienda de la provincia de Sevilla (julio de 1904), tesorero de la Dirección general de la Deuda y Clases pasivas (agosto del mismo año) y, con la categoría de jefe de Administración de tercera clase, delegado de Hacienda en las provincias de Albacete, Jaén y Cuenca (mayo de 1906). Más tarde entró a trabajar de interventor en la Casa de la Moneda, excelente empleo que desempeñaba en el momento de su fallecimiento. A lo largo de su vida colaboró en numerosos periódicos literarios, festivos y políticos, entre los que se encuentran La Ilustración Republicana Federal (1871-1872) de Enrique Rodríguez Solís, La Ilustración Católica (1877), La Niñez (1879-1883), Barcelona Cómica (1895) y La Ilustración Española y Americana.
Utilizó en ocasiones el seudónimo de Mefisto, y probablemente otros para la propaganda política, pues es considerado autor, junto a Antonio Ramiro, de El Cura Merino, obra representada en el Teatro Novedades el 26 de noviembre de 1868, en la que se legitimaba la caída de Isabel II haciendo una defensa abierta del regicidio, y que fue publicada bajo los nombres de “Adolfo Molina y Carlos Padilla”. En 1928 el Ayuntamiento de Zaragoza le homenajeó levantando un monumento con su busto en la plaza de Aragón, obra del escultor Félix Burriel.
Obras de ~: El iris tras la tormenta (comedia), 1862; Jesús y San Juan Bautista (drama), 1870; La capilla de Lanuza. Cuadro heroico en verso, Madrid, Imprenta Española, 1871 (7.ª ed., 1901); La bola negra. Cuadro lírico-dramático en verso, música de R. Aceves, Madrid, Imprenta de N. González, 1872; El Castillo de Simancas. Drama heroico en tres actos y en verso, Madrid, Imprenta de J. Rodríguez, 1873 (4.ª ed., 1884); La corona de abrojos. Drama histórico romántico en tres actos y en verso, Madrid, Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, 1875; El solitario de Yuste. Poema histórico en dos actos y en verso, Madrid, Imprenta de E. Cuesta, 1877; El anillo de hierro. Drama lírico en tres actos y en verso, música de Marqués, Madrid, Cuesta, 1878 (9.ª ed., 1913); El compromiso de Caspe. Leyenda históricas del siglo XV, Madrid, Cuesta, 1878; A un valiente otro mayor. Juguete cómico en un acto y en prosa, Madrid, Rodríguez, 1878; Camöens. Drama lírico en un acto y en verso, música de Marqués, Madrid, Cuesta, 1879; El santuario del valle, música de Marqués, 1879; La abadía del Rosario. Drama lírico en tres actos y en verso, música de A. Llanos y Berete, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1880 (reed., 1890); ¡Patria y libertad! Episodio nacional en un acto dividido en tres cuadros, en verso, Madrid, Imprenta de R. Velasco, 1880 (reed., 1886); El reloj de Lucerna. Drama lírico dividido en tres actos divididos en cinco cuadros, música de Marqués, Madrid, Velasco, 1884; Un regalo de boda. Drama lírico en tres actos y en verso, música de Marqués, Madrid, Rodríguez, 1885; Colección de obras dramáticas, Madrid, Velasco, 1887; La piedad de una reina. Episodio histórico en dos actos y en verso, Madrid, Velasco, 1887; La campana milagrosa. Drama lírico en tres actos y en verso, música de Marqués y J. García Catalá, Madrid, Velasco, 1888 (reed., 1892); A. Ferrer y Codina, Un caudillo en la cruz, vers. de ~, 1889; con E. Sierra, Covadonga. Zarzuela en tres actos, divididos en diez cuadros y en verso, música de Bretón, Madrid, Velasco, 1901; María Teresa. Boceto dramático en un acto y en verso, Madrid, Velasco, 1902; Poesías, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1902; con M. Ripollés y Baranda, Discursos leídos en la III fiesta de los Juegos Florales de la ciudad de Zaragoza, Zaragoza, Tipografía del Hospicio, 1902; La capitana del siglo (teatro), s.f.
Bibl.: L. Vázquez y Rodríguez, El anillo de plomo. Parodia de El anillo de hierro. Zarzuela cómico-trágica en un acto y en verso, música de I. Dupuy, Madrid, Hijos de A. Gullón, 1879; M. Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, Madrid, J. Palacios, 1903, pág. 486; F. Flores García, Recuerdos de la Revolución. Memorias íntimas, Madrid, Ruiz Hermanos, 1913, págs. 49-50 y 158-171; A. J. Bastinos, Arte dramático español contemporáneo. Bosquejo de autores y artistas que han sobresalido en nuestro teatro, Barcelona, Imprenta Elzeviriana, 1914, págs. 130-131; E. Cotarelo y Mori, Historia de la Zarzuela, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1934, pág. 802; D. W. Tucker, The dramatic production of Marcos Zapata, Thesis, University of North Carolina, 1958; A. Castillo, “El teatro en la Revolución de Septiembre”, en Tiempo de Historia, 34 (1977), págs. 60-71; T. Rodríguez Sánchez, Catálogo de dramaturgos españoles del siglo XIX, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1994, pág. 624; G. Carnero (coord.), Siglo XIX (I), en V. García de la Concha (dir.), Historia de la Literatura Española, vol. VIII, Madrid, Espasa-Calpe, 1997, págs. 399 y 413.
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