En tiempos del califa Omar, había un viejo músico que amenizaba las
reuniones de hombres de buen gusto. Con su hermosa voz, incluso al ruiseñor
embriagaba.
Pero pasaba el tiempo y el halcón de su alma se transformaba en mosquito.
Su espalda se curvaba como la pared de una cántara. Su voz, que en otros
tiempos acariciaba las almas, empezaba a arañarlas y a aburrir a todo el mundo.
¿Hay en esta tierra alguna mujer hermosa que no haya sufrido al deteriorarse su
belleza? ¿Hay algún techo que no haya terminado por venirse abajo? Así cayó
nuestro hombre en la penuria y hasta el pan llegó a faltarle. Un día, dijo:
"¡Oh, Señor! Me has concedido una larga vida y me has colmado de tus
favores. Durante setenta años, no he dejado de rebelarme contra ti, pero tú
siempre me has ofrecido con qué subsistir. Hoy, ya no gano nada y soy huésped
tuyo. Por tanto, cantaré y lloraré por ti."
Tomó el camino del cementerio. Allí tocó el laúd y cantó, vertiendo
amargas lágrimas. Luego, el sueño se apoderó de él y, tomando su instrumento
como almohada, se durmió. Su cuerpo quedó liberado de las vicisitudes de este
mundo. Era tan feliz en su sueño que se decía:
"¡Ah! ¡Si pudiera quedarme aquí eternamente!"
Pues bien, en aquel mismo instante, el sueño se apoderó también de Omar,
el califa del Islam, que se dijo:
"No es desde luego hora de dormir, pero acaso haya una razón para esto."
Entonces, una voz de lo Desconocido se dirigió a él y le dijo:
"¡Oh, Omar! ¡Ve a socorrer a uno de mis servidores! Ese pobre está en este
momento en el cementerio. Ve a darle setecientos dinares. Y dile que recobre el
reposo del corazón. Ruégale que acepte esta suma y que vuelva a verte cuando
se haya agotado."
Al despertar, Omar puso la suma indicada en una bolsa y se trasladó al
cementerio. Al no encontrar allí sino a un anciano dormido, se dijo:
"Dios me ha hablado de un hombre puro, de un elegido. No puede ser este
viejo músico."
Y como un león cazando, dio varias veces la vuelta al cementerio. Viendo
que no había nadie, aparte el anciano, se dijo:
"Hay corazones iluminados en los más olvidados rincones."
Se acercó al músico y tosió para despertarlo.
El músico, al ver ante él al califa del Islam, quedó atemorizado y se puso a
temblar pero Omar le dijo:
"¡Oh, anciano! No tengas miedo. Te traigo una buena noticia de parte de
Dios. Él te ha considerado digno de sus favores. Aquí hay algún dinero. Gástalo y
vuelve a verme."
A estas palabras, el anciano se puso a llorar y, tirando su instrumento al
suelo, lo rompió diciendo:
"¡Tú eras el velo entre Dios y yo!"
Omar le dijo:
"Son tus lágrimas las que te han despertado. Es bueno recordar el pasado.
Pero para ti, en adelante, el pasado y el futuro son velos. Tú te has arrepentido
de tu pasado y debes ahora arrepentirte de tu arrepentimiento."
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