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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 23 Abr - 6:21

    En cuanto pueda termino el Canta a América.
    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 24 Abr - 5:43

    Lo siento esto va más lento de lo deseable. A Lluvia se lo he comunicado ya. Debo tener un nuevo brote de LUPUS O SÍNDROME ANTIFOSFOLIPIDO ( ya no sé lo que es). Y a mis problemas físicos se suma una lentitud mental bastante preocupante. Pero quiero seguir. Y ahora más que nunca. Perdonarme , por tanto, si voy despacio. Gracias.

    CANTOS DEL PEREGRINO

    CANTO PRIMERO

    LA AMÉRICA (Cont.)

    Quedad, vieja Inglaterra: ha mucho los Leopardos

    encrespan la melena sin levantar la sien;

    que, al procurar el pueblo de Alfredos y Ricardos

    el pueblo de las cifras y mercaderes ven.



    Quedad, mundo europeo; ennoblecido padre

    de tiempos que a perderse con el presente van:

    quedad, mientras la mano de América, mi madre,

    recoge vuestros hijos y les ofrece el pan.



    ¿Qué importa? ¡eh! ¿ qué importa? Si no vienes de guerra,

    nosotros te daremos donde segar la mies;

    para que nazcan pueblos tenemos, sí, más tierra

    que espacio para estrellas sobre los cielos ves.



    Tus hijos en nosotros encontrarán hermanos,

    el sable se ha tirado después de combatir;

    venid y cultivemos con fraternales manos,

    la prometida tierra del bello porvenir.



    América no puede ser libre todavía,

    porque su herencia ha sido bastarda oscuridad;

    no tema, no; mañana cuando despunte el día,

    fijado sus destinos, verás la libertad.



    América que se alza sobre columna de oro,

    América la joya del universo es:

    la miro y me envanezco; y al contemplarla lloro...

    ¡Sus montes a mis ojos, sus mares a mis pies.



    América es el arca que el porvenir humano

    contiene misteriosa y un día se abrirá;

    entonces el Eterno levantará en su mano

    la herencia de los hombres que prometida está.



    La libertad, el genio, la paz, la poesía

    en tronos de alabastro levantarán la sien;

    y lleno de esperanzas, como la luz del día,

    el corazón del hombre palpitará también.



    No son dorados sueños de mi alma americana;

    son leyes que promulga para los pueblos Dios,

    escritas en las cosas donde la mente humana

    estudia y desenvuelve profética la voz.



    "Los Andes cuya frente se junta con el cielo,

    "mientras sus plantas de oro dentro del mundo están;

    "su cóndor, que se duerme sobre el eterno hielo

    "mientras chispea y brama la fragua del volcán.



    "Las mantas del desierto sin fin, sin horizontes,

    "donde discurre el potro sin freno ni señor;

    "los vientos sin estorbo, los ríos y los montes

    "inmensos, solitarios, sin hielo ni calor.(*)



    "Las vírgenes llanuras, el oro, los diamantes

    "bullendo en el arena de arroyos de cristal;

    "los perfumados bosques, y por doquier gigantes, 

    "con sienes de esmeralda y entrañas de metal.



    "Quince años de batallas por montes y por llanos,

    "un mundo despertando al trueno del cañón;

    "quince años de victorias hasta lavar sus manos

    "en sangre de opresores los nietos de Colón.



    "Veinte años lamentables de fratricida guerra

    "para acabar la herencia del español así;

    "generaciones nuevas que al saludar su tierra

    "la traen las esperanzas y porvenir en sí.



    "De la caduca Europa la hidrópica colmena

    "que se deshace al peso de su miseria  ya,

    "y en bandos se abalanzan sus hijos al arena

    " que compasiva y rica la América les da". (cont.)


    (*) Con yelos y calor ( Ed. de 1847)


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Abr - 11:22

    Creo que no tenemos prisa, así que te cuidas, eso lo primero.

    Sigo, también lentita, no creas que eres tu solo.



    Al sol

    Por que pasas ¡Oh, Rey de los astros!
    de las puertas que te abre el oriente;
    Por qué deja más tarde tu frente
    del ocaso los bordes también.
    Dos momentos no más eres bello
    a los ojos del ánima mía:
    El momento en que anuncias el día,
    y el momento en que velas tu sien.

    Esa lluvia de llamas que viertes
    en tu vasta y radiante carrera,
    dá sublime esplendor a la esfera
    más no al alba ilusiones de amor.
    Al mirarte en el cenit, mi alma
    se concentra ofendida y vacila,
    como tiembla la herida pupila
    a tu rojo y ardiente calor.

    En la luz hay misterios divinos
    que no alcanzan las almas de hielo;
    tú los tienes, lumbrera del cielo,
    foco eterno de vida y de luz.

    ¡Gloria al bello momento en que asomas
    sobre cuna de nácar y rosas!
    Gloria ¡Oh sol! cuando débil te embozas
    entre velos de leve capúz…!

    Desde el cielo a este mísero mundo
    todo el orbe respira alegría,
    cuando pintas las rosas del día
    de la aurora en la cándida tez.
    Cual despliegan las flores su broche,
    abre el alma sus cálices, pura,
    y en amor y esperanza y ventura
    se armoniza y suspira a la vez.

    De la aurora las lágrimas brillan;
    olas de ámbar y amor se esparraman;
    y, a la par de las aves, te aclaman
    bosque y prados, montañas y mar.

    Allí copias la vida del hombre
    cuando empieza sus horas del mundo,
    cuando todo es etéreo y fecundo,
    cuando es dulce hasta el mismo llorar.

    ¡Gloria, Gloria, tesoro del cielo,
    cuando llegas también al ocaso,
    y con lento fatídico paso
    vas diciendo a los hombres adios!
    Cuando cerca a tu pálida frente
    las estrellas asoman prolijas,
    como en torno a su padre las hijas
    cuando su alma se vuela hasta Dios!

    Nada muere a los ojos del hombre
    sin robar a su pecho un suspiro;
    y al bajar de tu esplendido giro
    viertes ¡Ay! melancólico amor.
    Quien, ¿mirando tu lumbre postrera;
    no ha llorado una vez en su vida,
    al influjo de pena escondida,
    sin poder definir su dolor?

    Dios, la patria, destino, y amada
    son recuerdos constantes del alma,
    en las horas de paz y de calma
    en que tocas del cielo el confin.
    Y en el alma el amor se dilata
    con más dulce verdad en su esencia,
    porque toda es amor la existencia,
    cuando piensa un momento en su fin.

    Y en la tumba de ocaso cayendo
    tu opulenta magnífica frente,
    para luego llegar al oriente
    de otra nueva y lejana región,
    representas la vida del hombre
    descendiendo a la muerte del suelo,
    y a la vez remontando su vuelo
    fugitiva a otra nueva mansión.

    Gloria ¿Oh, sol! cuando pintas el alba
    con un tenue carmín de tu rayo!
    Gloria ¿Oh sol! al llegar en desmayo
    a la tumba de ocaso también!
    Dos momentos sublime te muestras
    a los ojos del ánima mía;
    el momento en que anuncias el día,
    y el momento en que guardas tu sien.




    Última edición por Lluvia Abril el Dom 26 Abr - 5:57, editado 1 vez


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    Mensaje por cecilia gargantini Vie 24 Abr - 12:20

    Cuidate, querido amigo Pascual, que igual seguimos leyendo.
    Besitossssssssss miles, queridos Lluvia y Pascual
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 25 Abr - 8:47

    CANTOS DEL PEREGRINO.-

    CANTO PRIMERO.-

    LA AMÉRICA.-

    Son estos los bellos

    eternos emblemas,

    las ricas diademas

    que tienen escrito

    con lumbre esplendente,

    que en pos del presente,

    de América oscuro,

    vendrá en lo futuro

    la aurora risueña

    de la libertad.


    En ellas traslucen

    altivos, prolijos

    los huérfanos hijos

    del Inca, los días

    que Dios les reserva

    de gloria y de amores,

    así que den flores

    las ricas, veladas

    semillas doradas

    de la libertad.


    Figuras tan bellas

    irritan la mente

    del pueblo, y en ellas

    se crea impaciente

    celestes visiones

    que tras las edades

    y tras las pasiones,

    serán realidades

    que afirmen el trono

    de la libertad.¨



    Tuyo es el porvenir, reina del mundo,

    inmenso cual tus motes y tus mares,

    y de esperanzas y de luz fecundo

    cual tu cielo y tus bellos luminares.


    Alza la sien orlada con tu gloria,

    y verás tras las ondas del océano

    que el mundo de los reyes y la historia

    cabe entero en el hueco de tu mano.


    Tuya es la paz del mundo venidera,

    cuando del genio la defiende el brazo:

    y clava para siempre su bandera

    en la cúspide azul del Chimborazo.


    Tuya también la dulce poesía,

    virgen como tus ríos cristalinos,

    así que lejos de la noche umbría

    alcen las aves sus celestres trinos.


    Cantará por tus selvas inspirado

    el joven trovador; y conmovido

    abriendo el Inca su sepulcro helado

    su sombra se alzará con el sonido.


    Y los héroes de Mayo que en la cima

    duermen del Ande con su nieve presos,

    al oír los nombres de Ayacucho y Lima

    pondrán de pie sus entumidos huesos.


    Tuya es del porvenir la poesía,

    que del sol a la arena de tus mares,

    todo está misterioso todavía,

    virgen al corazón y a los cantares.


    Aun tus bosques, tus ríos y tus seres

    no han sorprendido al ojo del poeta,

    ni el bello original de tus mujeres

    ha encontrado una tinta en la paleta.


    Más brotarán una inspirada frente

    los jardines de América encantada,

    que alumbre el sol ecuatorial ardiente,

    o la luna del Plata desmayada.


    Cantará de su madre la hermosura,

    hoy con las cataratas en concierto;

    mañana de una selva en la espesura

    con el susurro de la brisa incierto.


    ¡Ah! quién me diera renacer la vida

    en esos días de mis sueños de oro,

    y escuchar con el alma enternecida

    de tus poetas el excelso coro!


    Mas ¡eh! no importa. Los escucha; siente

    su voz mi corazón; y yo, mendigo

    de patria y libertad en tu presente,

    madre del porvenir, yo te bendigo.


    Bendita mil veces la sangre que un día

    la selva y el prado y el monte teñía,

    luchando tus hijos y el viejo león;


    bendita la selva y el llano y el viento

    que oyeron del Andes crujir el cimiento,

    al trueno continuo del rudo cañón.


    Benditos aquellos que un mundo nos dieron

    y en medio al combate sin vida cayeron

    los charcos de sangre posando la sien.


    Por ellos alzamos soberbia la frente,

    por ellos decimos; "es nuestro el presente

    y nuestros los siglos que vienen también."


    Por eso bendito quien dice orgulloso:

    "Nací bajo el cielo de América hermoso

    y siento al decirlo la sangre latir."


    ¿No veis ? ¿ No parece que el Andes se empina

    por ver impaciente si el alba ilumina

    los tiempos hermosos que está por venir?


    Vendrán, y el infelice

    procipto PEREGRINO alza su mano,

    descubierta la frente,

    y de en medio a las ondas del océano,

    olvidando el presente,

    madre de lo futuro, te bendice."


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 26 Abr - 5:58

    Bien, con esto doy por concluida mi contribución a José Mármol, autor argentino del siglo XIX que me era totalmente desconocido. Estamos a expensas de la que haga Lluvia, con la cual nuestro recorrido por el mismo ha sido mucho más detallada y meticulosa.
    Aclaro ya - aunque creo que antes lo dije- que nos salimos un poco - o bastante- del concepto mantenido sobre POESÍA SOCIAL, para entrar en POESÍA ÉPICA O EPOPÉYICA. Pero nos planteamos, Lluvia y yo, hacer un recorrido introductor historiográfico a la poesía social latinoamericana. Creo que ambos desconocíamos los recovecos y dificultades que entrañaba. Pero aquí estamos, vivitos y coleando.
    Yo me voy a ir a Poesía místico religiosa. Posiblemente esté allí un par de semanas. Con un  autor que me era desconocido. Totalmente desconocido. Y pese a mi nada ambiguo escepticismo religioso he de reconocer que lo encontrado es una joya: Un manuscrito bellísimo y con una poesía que es una auténtica exquisitez. Quien lo lea nos dirá si es verdad o no lo que estoy diciendo.
    De momento, en esta sección, hasta luego.


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Dom 26 Abr - 6:10, editado 1 vez


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Abr - 6:00



    Canto del poeta

    I
    En mi barca de poeta
    con mi lira y mi querida,
    surco alegre de la vida
    el inmenso y turbio mar.
    Y, la vela desplegada,
    y con el mástil mi corona,
    si por mí ninguno abona,
    yo por mí sabré abonar.

    Vuela, vuela,
    mi barquilla,
    no hay orilla
    que tocar;
    que en tu rumbo
    tan incierto,
    es tu puerto todo el mar.

    II

    Si me encuentra algún pirata
    y a mi rumbo presto vira,
    yo me río, y en mi lira
    suena un canto sin afán.

    Que al puñal que me amenaza
    la alma mía no se inquieta,
    pues si matan al poeta,
    la canción no matarán.
    Vuela, y todo
    desafía,
    barca mía,
    sin temer;
    Que lo humano
    no se avanza
    donde alcanza tu poder.

    III

    Cuando recio brama el viento
    y la ruda mar se empina,
    mi cabeza se reclina
    en los hombros de mi bien.

    Y, al arrullo de las ondas,
    yo me aduermo en su regazo,
    mientras forma con su brazo
    la corona de mi sien.
    Corre, barco,
    descuidado,
    que a tu lado
    va el amor;
    Que este niño
    allí se encanta,
    donde canta
    el trovador.

    IV

    Si altas naves al hallarme
    alzan fuerte su bandera,
    “id con Dios, que es más velera
    mi barquilla“ digo yo;
    “De oro y seda son las vuestras,
    mis banderas son de flores;
    sois más ricas en honores
    pero no más libres, no”.
    Vuela, vuela,
    barca activa,
    con altiva
    Vanidad;
    Que en tu humilde
    popa airosa
    va la hermosa
    Libertad.

    V

    Cuando en medio de las olas
    se deshaga mi barquilla,
    mi corona irá a la orilla
    mientras yo a la Eternidad.
    Y banderas y altas naves
    cuando ya nadie recuerde,
    mi corona siempre verde
    vivirá en la humanidad.
    Sigue, sigue,
    barca bella,
    yo tu estrella
    sé alumbrar.
    Yo, que si eres
    sumergida,
    nueva vida te he de dar.

    VI

    En mi barca de poeta
    con mi lira y mi querida,
    surco alegre de la vida
    el inmenso y turbio mar.
    Vuela, vuela,
    mi barquilla,
    que en tu rumbo no hay orilla
    y es tu puerto todo el mar.


    Ilusión

    Todo eres tú:- los cielos sin colores,
    tibia la brisa, sin su luz el día,
    turbios los ríos, sin olor las flores,
    donde no encuentro la adorada mía.

    Todo eres tú:-sin fuerza la memoria,
    mi vida es una vida sin pasado,
    que no tiene más flores, más historia,
    que el solo nombre de mi bien amado.

    ¿Me amas? ¡Oh, soy feliz! pero, ángel mío,
    a mi felicidad falta una cosa:
    Vamos a orillas de mi patrio río
    a respirar su brisa deliciosa.

    Sin Buenos Aires, a mi labio toca
    siempre la miel mezclada con veneno;
    Ven a mi patria, ven, y mi alma loca
    rebose de placer dentro de mi seno.

    ¡Oh, sí, tú vienes ya! ¡Qué hermoso río!
    estas son de mi patria las orillas;
    Míralas con placer, encanto mío;
    Y…ven ahora…pronto…en mis rodillas.

    Así…tiende a la espalda tus lánguidos cabellos,
    inclíname tu rostro teñido de rubor;
    tus ojos en los míos para cambiar con ellos
    inmaculados rayos del fuego del amor.

    Consiente que mis brazos estrechen tu cintura;
    Reclina aquí en mis hombros tu alabastrina sien…
    Al río ha enamorado tu angélica figura,
    y besa con recato tu delicado pie.

    El sol acaba-¡mira!- de sepultar su frente
    ¿Qué cielo hay más hermoso que el que nos cubre aquí?
    Mira ese azul tan limpio, tan terso; solamente
    ¡Habrá en el alma tuya tranquilidad así!

    ¿No sientes un aliento purísimo de aromas
    que te dilata el alma, qué espíritu te dá?
    Son brisas que nos llegan de las floridas lomas
    y las zahumadas islas que baña el Paraná.

    Si bajo de estos cielos tan límpidos y hermosos
    no se alza entre sus nubes el trono del Señor,
    bien pueden al menos alzarse majestuosos
    el trono de la Gloria, y el templo del amor.

    Repíteme al oído…¡despacio!- que no sienta
    el adormido río los ecos de tu voz;
    repíteme, alma mía, que tu alma se alimenta
    con el amor que puso dentro de mi seno Dios.

    ¡Mi amor! Deja-se vuela fugaz hasta las olas
    el velo que cubría tu pudorosa sien;
    las brisas se lo lleven, y que mis manos solas
    te cubran y te guarden, mi enamorado bien!


    En la tumba
    de un niño montevideano, en 1847


    No miro sino lágrimas y duelo,
    y a rogar por su patria se fue al cielo.


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    pero no detener la primavera".

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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 27 Abr - 13:45

    A rosas

    El 25 de Mayo de 1843.

    “Al triunfo, la agonía siguió del moribundo,
    Al viva del combate, de servidumbre el ay!
    …………………………………………..
    Yo sé que vendrá un tiempo para la patria mía
    de paz y de ventura, de gloria y hermandad.”
                                                   
                                      Juan Carlos Gómez.

    I

    ¡Miradlo, sí, miradlo! ¿No veis en el oriente
    tiñéndose los cielos con oro y arrebol?
    Alzad, americanos, la coronada frente,
    ya viene a nuestros cielos el venerado sol.

    El sol de los recuerdos, el sol del Chimborazo,
    que nuestros viejos padres desde la tumba ven:
    Aquellos que la enseña de Mayo, con su brazo
    clavaron de los Andes en la nevada sien.

    ¡Veneración! Las olas del Plata proclaman,
    y al Ecuador el eco dilátase veloz;
    Los hijos de los héroes ¡ veneración! exclaman,
    y abiertos los sepulcros responden a su voz.

    II

    ¡Sus hijos! ¿Por qué huyeron de sus paternos lares
    cual hojas que se lleva sin rumbo el huracán?
    ¡Por qué corren proscritos, sin patria y sin hogares,
    a tierras extranjeras a mendigar el pan?

    Y, al asomar de Mayo las luces divinales
    ¿Por qué ya no se escucha la salva del cañón,
    los ¡Vivas! de los libres, los cánticos triunfales,
    y el ruido de las ondas del patrio pabellón?

    La cuna de los libres, la emperatriz del Plata
    ¿Por qué está de rodillas sin victorearte ¡Oh sol!?
    ¿Por qué, como otros días, sus ecos no dilata
    cuando los cielos tiñes con oro y arrebol?

    III

    Embosa, ¡Oh, sol de Mayo! tus rayos en la esfera,
    que hay manchas en el suelo donde tu luz brilló.
    Suspende, sí, suspende tu espléndida carrera,
    no es esa  Buenos Aires de tu gloria, no.

    La luz de los recuerdos con que a mis ojos brillas,
    para evitar su mengua, sepúltala ¡Por Dios!
    La emperatriz del Plata te espera de rodillas
    ahogada entre gemidos su dolorida voz!

    Un hombre ha renegado de tu homenaje eterno,
    robando de tus hijos la herencia de laurel:
    Salvaje de la Pampa que vomitó el infierno
    para vengar acaso su maldición con él.

    IV

    ¡Ah, Rosas! No se puede reverenciar a Mayo
    sin arrojarte eterna , terrible maldición;
    sin demandar de hinojos un justiciero rayo
    que súbito y ardiente te parta el corazón.

    Levanta tu cabeza del lodazal sangriento
    que has hecho de la patria que te guardaba en sí;
    contempla lo que viene cruzando el firmamento
    y dinos de sus glorias lo que te debe a ti.

    La mancha que en suelo no borrarán los años
    porque la tierra en sangre la convertiste ya,
    contempla, y un instante responde sin engaños
    quién la arrojó, y gozando de contemplarla está!

    V

    Contempla lo que viene cruzando el firmamento
    con rayos que indelebles en la memoria están,
    y dinos si conservan memoria de tu aliento
    los inmortales campos de Salta y Tucumán.

    Si el sello de tu planta se mirará en los Andes,
    o acaso en Chacabuco, o en Maipú, o en Junin;
    O, si marcando hazañas más célebres y grandes,
    habremos de encontrarlo por Ayacucho, en fin.

    Enséñanos siquiera la herida que te abruma
    pero que hermosa y noble sobre tu pecho está,
    y dinos que lidiando la vistes en Ayuma,
    o acaso en Vilcapujio, Toráta, o Moquegua.

    VI

    ¡Ah, Rosas! Nada hiciste por el eterno y santo
    sublime juramento que Mayo pronunció,
    por eso vilipendias y lo abominas tanto,
    y hasta en sus tiernos hijos tu maldición cayó!

    Cuando de bayonetas se despeñó un torrente
    bordando de victorias el mundo de Colon,
    salvaje, tú dormías tranquilo solamente
    sin entre-abrir tus ojos al trueno del cañon.

    Y cuando tus hermanos al pie del Chimborazo
    sus altaneras sienes vestían de laurel,
    al viento la melena, jugando con tu lazo,
    por la desierta Pampa llevabas tu corcel.

    VII

    ¡Ah! Nada te debemos los argentinos, nada,
    sino miseria, sangre, desolación sin fin,
    Jamás en las batallas se divisó tu espada,
    pero mostraste pronto la espada de Caín!

    Cuando a tu patria viste debilitado el brazo
    dejaste satisfecho la sombra del ombú,
    y, al viento la melena, jugando con tu lazo,
    las hordas sublevaste salvajes como tú.

    Y tu primera proeza, tu primitivo fallo
    fue abrir con tu cuchillo su virgen corazón,
    y atar ante tus hordas al pie de tu caballo
    sus códigos, sus palmas y el rico pabellón.

    VIII

    Tan solo sangre y cráneos tus ojos anhelaron,
    y sangre, sangre a ríos se derramó do quier,
    y de partidos cráneos los campos se cuajaron
    donde alcanzó la mano de tu brutal poder.

    ¿Qué sed hay en tu alma? ¿Qué hiel en cada fibra?
    ¿Qué espíritu o demonio su inspiración te dá
    cuando en tu rudo labio tu pensamiento vibra,
    y en pos de la palabra la puñalada vá?

    ¿Qué fiera en tus entrañas alimentó tu vida
    nutriéndote las venas su ponzoñosa hiel?
    ¿Qué atmósfera aspiraste? ¿Qué fuente maldecida
    para bautismo tuyo  te preparó Luzbel?

    IX

    ¿Qué ser velado tienes que te resguarda el paso,
    para poder buscarlo con el puñal en pos?
    ¿Cuál es de las estrellas la que te alumbra, acaso,
    para pedir sobre ella la maldición de Dios?

    ¿En qué hora sientes miedo dentro de tu férreo pecho,
    para evocar visiones que su pavor te dén?
    ¿En qué hora te adormeces tranquilo sobre el lecho,
    para llamar los muertos a sacudir tu sien?

    Prestadme, tempestades, vuestro rugir violento
    cuando revienta el trueno bramando el aquilón;
    Cascadas y torrentes, prestadme vuestro acento
    para arrojarle eterna tremenda MALDICIÓN…

    X

    Cuando a los pueblos postra la bárbara inclemencia
    de un déspota que abriga sangriento frenesí,
    el corazón rechaza la bíblica indulgencia;
    de tigres nada dijo la voz del Sinaí.

    El bueno de los buenos, desde su trono santo
    la renegada frente maldijo de Luzbel;
    La humanidad, entonces, cuando la vejan tanto
    también tiene derecho de maldecir como él.

    ¡Sí, Rosas, te maldigo! Jamás dentro de mis venas
    la hiel de la venganza mis horas agitó:
    Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas;
    pero como argentino las de mi patria, NO.

    XI

    Por ti esa Buenos Aires que alzaba y oprimía
    sobre su espalda un mundo, bajo su pie un león,
    hoy, débil y postrada, no puede en su agonía
    ni domeñar siquiera tu bárbara ambición.

    Por ti esa Buenos Aires más crímenes ha visto
    que hay vientos en la Pampa y arenas en el mar;
    Pues, de los hombres harto, para ofender a Cristo
    tu imagen colocaste sobre el sagrado altar.

    Por ti sus buenos hijos, acongojado el pecho,
    la frente doblegamos bajo glacial dolor,
    y hasta en la tierra extraña que nos ofrece un techo
    nos viene persiguiendo, salvaje, tu rencor…!

    XII

    Mas ¡Ay! de la tormenta los enlutados velos
    se cambian en celajes de nácar y zafir,
    y el sol de los recuerdos nos grita de los cielos,
    que en pos de la desgracia nos viene el porvenir.

    HAY MÁS ALLÁ, es el lema de su divina frente
    grabado por la mano purísima de Dios,
    y el Chimborazo al verlo lucir en el oriente:
    HAY MÁ ALLÁ, responde con su gigante voz.

    Al espirar los héroes, HAY MÁS ALLÁ exclamaron,
    su acento conmoviendo de América el confín;
    y , al trueno de los bronces, HAY MÁS ALLÁ  gritaron
    los campos de Ayacucho, de Maipú, y de Junin…!

    XIII

    Si, Rosas, vilipendia con tu mirar siniestro
    el sol de las victorias que iluminando está:
    Disfruta del presente, que el porvenir es nuestro,
    y entonces ni tus huesos la América tendrá.

    Sí, Rosas, vendrá un día terrible de venganza
    que temblará en el pecho tu espíritu infernal:
    Cuando tu trono tumben los botes de la lanza,
    o el corazón te rasgue la punta del puñal.

    Como revienta el Etna tremendo de repente,
    reventarán los pueblos que oprime tu ambición;
    Y, cual vomita nubes de su ceniza hirviente,
    vomitarán los pueblos el humo del cañón.

    XIV

    Entonces, sol de Mayo, los días inmortales
    sobre mi libre patria recordarán en ti;
    y te dirán entonces los cánticos triunfales,
    que es esa Buenos Aires la de tu gloria, sí.

    Entonces desde el Plata sin negra pesadumbre
    te mirarán tus hijos latiendo el corazón,
    pues opulenta entonces reflejará tu lumbre
    en códigos y palmas y noble pabellón.

    Y al extenderse hermoso tu brillantino manto,
    ni esclavos, ni tiranos con mengua cubrirá;
    Que entonces de ese Rosas que te abomina tanto,
    ni el polvo de sus huesos la América tendrá.



    En la lápida
       del
    Señor D. Florencio Varela


    Asesinado por orden de Manuel Oribe, en la noche del 20 de Marzo de 1848



    Muerto a la libertad nació a la historia,
    y es su sepulcro el templo de su gloria.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 30 Abr - 4:45

    Desencanto

    A Carlos
    Río de Janeiro Noviembre de 1844


    I

    Al bronco son de súbita tormenta
    colúmpiase el terráqueo pavimento;
    y el ronco trueno con fragor revienta,
    y estalla el rayo y se desata el viento.

    Y, cuanto más el huracán da paso
    al trueno, al rayo y a la nube errante,
    el Atlas y los Andes y el Caúcaso
    tiemblan sobre sus bases de diamante.

    Mas, lanza del cenit luces la frente
    del astro Rey que el universo dora,
    y la paz desde el trono de la aurora
    vuelve hasta los confines de Occidente.

    Pasa la tempestad, pasan las olas;
    pasan los días del nevoso invierno,
    y renacen jacintos y amapolas,
    bajo otro sol vivificante y tierno.

    Cortamos con afán pasto que enerva
    en un sepulcro venerada rosa;
    pero pasa el dolor, crece la hierba,
    y el rosal muere en la desierta losa.
    …………………………………

    Todo pasa ¡Gran Dios! todo trasmuda
    desde el grano de polvo hasta el cometa,
    y solamente su dolor no muda
    el corazón del que nació poeta!

    El canto del poeta es la armonía
    que del cisne la fábula revela:
    Que comienza su canto en la agonía,
    y del dolor, cantando, se consuela.

    Su suerte es cual la suerte de la aroma;
    en su árbol espinoso suspendida,
    que solamente con amor se toma
    si al pie del árbol se encontró caída.

    Su fugitivo brillo es el que inflama
    lámpara que desvista la pupila,
    que de la lumbre que su sien derrama
    nace la sombra que a su planta oscila.


    Ángel en proscripción sobre la tierra
    camina peregrino entre profanos,
    y dentro el corazón recuerdo encierra
    de otro ser, de otro amor, de otros hermanos.

    Tibias reminiscencias de otra vida
    animada de Dios con los alientos,
    que antes de ser de lo alto desprendida
    vagaba en los celestes pavimentos.

    Recuerdo de una dulce melodía
    que vibra en sus oídos hechicera:
    Recuerdo de la luz de un claro día:
    Recuerdo de una eterna primavera.

    Por eso un mundo su memoria crea,
    íntimo, santo, espiritual y puro,
    donde su mente con valor campea
    lejos del bajo lodazal impuro.

    Mezcla de sombra y luz, sueña la gloria,
    sueña mundos de dichas y de amores,
    y luego al despertar toca la escoria
    de este prosaico mundo de dolores.

    Mundo estéril en sí- grano de arena
    perdido en los desiertos del vacío,
    y que un montón de insectos acolmena,
    grandes por su insensato desvarío.

    Parodias de poder que alzan las manos
    para medir la mente del poeta…
    ¡Sacrílega intención!...¡atrás profanos…!
    De rodillas callad…es el profeta.

    Es la palabra del Señor caída:
    La que oyó el Sinaí sobre su cumbre:
    La que tocó la sien adormecida
    de Abraham bajo mísera techumbre:

    Es la palabra del calvario Santo
    la que en el labio del poeta espira,
    cuando en medio a la noche entona el canto
    al blando son de la amorosa lira.

    Cuando la tempestad bate sus alas
    y se apaga la luz de las estrellas,
    oscureciendo las etéreas salas
    del hacedor las veneradas huellas;

    Cuando la luna pálida desliza
    un rayo de su luz sobre las olas,
    o al través de las hojas sublimiza
    el negro mármol de las tumbas solas;

    Cuando al nacer el sol canta las flores,
    o al mirar la mujer, su mente inquieta
    canta su corazón y sus amores,
    de rodillas callad…es el profeta.

    Su palabra es de Dios, si amor, profundo…
    ¡Silencio! ¿Qué? ¿La humanidad suspira?
    No… es la grita bacanal del mundo…
    Atrás la inspiración…,atrás la lira…
    …………………………………

    II

    Apaga, mi Carlos,
    la vívida llama
    que en tu ánima inflama
    aquel que cuida
    la sangre en la vida,
    la aroma en la flor,
    el joven y verde
    retoño de palma
    que crece en tu alma,
    sus raíces hundiendo,
    y, apenas creciendo,
    empaña su sombra
    tu pálida tez..
    Arráncalo, amigo,
    de lo hondo del seno,
    que son de veneno
    sus raíces malditas,
    a par que benditas
    las flores que brota
    para otro después.


    III

    Poeta! ¿Aquí? Sobre la yerma arena
    dó la sombra del Andes se dilata
    ¡Oh, Carlos, por piedad: Aquí no suena,
    sinó el silbo del plomo que nos mata!

    En los bosques de América mi madre,
    no sonará en un siglo el arpa de oro;
    la lanza y el cañón y el triste lloro
    saludarán del Inca el regio Padre.

    Más allá del río y de la sierra:
    Más allá de los llanos de la Pampa,
    donde cuajos de sangre el callo estampa
    el adiestrado potro en torpe guerra;

    Más allá de matar, el pensamiento
    no en la región de la América se escucha.
    Un siglo hay que lidiar; y de la lucha
    que conmueve del Andes el cimiento.

    Otros siglos saldrán. Sobre las olas
    y los montes de América y sus galas,
    el ángel del futuro abre sus alas,
    y en las etéreas cavidades solas

    Le canta el porvenir. Cuando las pliegue
    reposará en la sien del Chimborazo,
    Y al mundo de Colon tendido el brazo,
    bendecirá feliz.-Entonces llegue

    a tus nietos la lira y la esperanza;
    Que el genio entonces si a la gloria aspira,
    las leves cuerdas de la blanda lira
    no cortarán los filos de la lanza.

    IV

    No cantes, Carlos mío, no cantes, y tu mano
    desprenda de la lira sus cuerdas al vibrar;
    Por compasión, no cantes- yo te amo como hermano,
    y al abrazarte quiero tus ojos sin llorar.

    Tus primitivos cantos, son puros y suaves
    como la luz del alba para anunciar el sol:
    Tus pensamientos, tristes, como las tiernas aves
    cuando a morir empieza del día el arrebol.

    No cantes, no; mi acento también era de amores-
    el trino de las aves, en mi primera edad-
    pero después mi labio se enmudeció a las flores,
    y hoy canto solamente la ronca tempestad.

    El astro de mi vida distante del ocaso
    se oscureció de nubes al irradiar mi sien;
    y en sempiterna noche, mi vida es el yerbaso
    que bate de las ondas el rápido vaivén.

    Si hubiera ido con ellos y con la hoz filosa,
    cuando a segar las mieses los labradores van,
    tendría alguna patria, tendría alguna choza
    y un rato de sosiego para comer mi pan.

    Oiría de mis padres los cándidos consejos,
    de los prendidos leños a la amarilla luz;
    y, cuando ya el mundo se despidieran, viejos,
    iría por las tardes a venerar su cruz.

    Y el sitio de su lecho, más tarde con mi esposa,
    del nuestro fuera sitio como heredado bien;
    y el mío ocuparía mi prole cariñosa,
    hasta llevar mis huesos junto a la cruz también.

    Pero ¡ay! la luz del alma tan solo alimentara,
    y vivo cual arista que lleva el aquilón;
    sintiendo, cual sarcasmo de mi fortuna rara,
    que si me falta suerte me sobra corazón.

    ¡Quién sabe si la copa que rebordó temprana
    me guarda todavía las heces de la hiel!
    ¡Quién sabe, si, quien sabe si llegaré mañana
    al pie de tus umbrales para dormir en él!

    Y en tanto que las playas del extranjero habito,
    ¿Qué pecho conmovido palpitará por mí?
    ¿Qué aliento por mi frente discurrirá bendito
    para apagar acaso mi sufrimiento así?

    ¿Cuál voz me pertenece? ¿Cuál alma me adivina?
    ¿En qué amoroso seno reclinaré mi sien?
    ¿Quién es la que su rostro sobre mi rostro inclina
    y me habla misteriosa de sus amores; quién?

    Ninguna ¡Ay! quién ama del pobre peregrino
    su pálido presente, su oscuro porvenir!
    ……………………………………..
    Si encuentra alguna rosa perdida en su camino
    la fiebre de su mano le secará el vivir.

    No cantes, caro amigo. De la sensible lira
    mis fibras se ablandaron al inspirado son;
    y el hálito del viento que por mi sien suspira
    conmueve y estremece mi herido corazón.

    Más joven que tu amigo no elevarás el canto;
    No aspirarás más joven el aura popular;
    y al descender los años habrás llorado tanto
    que se helará en tus ojos la lágrima al brotar.

    Y, tras los desengaños, el frío escepticismo
    te filtrará cual filtra la nieve por la flor,
    y dejará insensible dentro tu pecho mismo,
    como en la flor el ámbar tu fraternal amor.

    Y si ora te enamoras de la insensible piedra,
    del ave, de la hormiga, del huérfano alhelí,
    mañana de las tumbas arrancarás la yedra,
    indiferente el muerto y el vivo para ti.

    Y un día de ventura, más tarde será vago
    recuerdo que los velos del tiempo cubrirán;
    como al nadar un cisne por agitado lago
    sus huellas poco a poco desapareciendo ván.

    No cantes- vulgariza tu sien sobre los hombres,
    en medio al laberinto te mirarás feliz-
    pues con saber tan solo sus rostros y sus nombres
    no perderán tan pronto tus flores el mátiz.

    V

    Más si tu alma necesita
    romper los terrenos lazos,
    ven, dulce amigo, a mis brazos
    y conversemos los dos.

    Que unísonos confundiendo
    tu corazón con el mío,
    cuando el mundo nos dé hastío
    ¡Conversaremos de Dios!

    Y, al cesar nuestras palabras,
    tú te volverás al mundo;
    Yo me volveré al profundo
    arcano del corazón;

    De donde arranco, mi Carlos,
    pedazos de mi existencia,
    al sacar de la conciencia
    raíces de la inspiración.



































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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 30 Abr - 5:16

    Enhorabuena, Lluvia. Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 1 Mayo - 8:19


    Fantasía

    Y abrazados
    a sus almas confundieron
    en sus labios que sintieron
    deleitados.


    I

    -¡Adiós! Silencio y cautela...
    Si el cielo por todos vela,
    el infierno le hace guerra
    y la ventura destierra
    cuando el cielo nos la da...
    Teme a tu esposo, él está
    más que nunca envanecido,
    y de venganzas nutrido
    más venganzas ansiará...
    Bien lo sabes, ni la sangre...

    -Bien lo sé, su fanatismo
    lo arrebata de sí mismo...
    No temas; tiemblo y le temo,
    lo conozco y al extremo
    puede llegar si supiera...

    -¡Oh, Dios! Mirad, cual hoguera
    resplandece el firmamento...
    Suena el trueno, brama el viento...
    Es la noche una visión.
    Ya la lluvia se aproxima
    y el relámpago ilumina
    todo cuanto nos rodea...
    Id, por Dios, que no se os vea...
    Yo me ausento..., Elisa. ¡Adiós!

    -No; que mi alma va con vos.


    II

    Él se fue; y el pie ligero
    una joven deslizaba
    por la senda del jardín...
    El orbe todo temblaba,
    pues en todo presagiaba
    que ese ruido que escuchaba
    era su instante postrero,
    que el infierno en gozo fiero
    celebraba en un festín.

    De repente la oprime una mano.
    Tiembla Elisa, y al ver su tirano
    lanza un grito y procura fugar.

    -No te irás perjura, no,
    si él se escapa a mi venganza
    hasta ti mi brazo alcanza,
    yo te lo prometo... yo...
    Dilo pronto... di, ¿quién era?
    ¿Quién el que contigo aquí
    pasarle el pecho debí
    si tan villano no huyera?

    ¿Quién? ¡Vive el cielo! ¡¡¡Mi nombre,
    viviendo yo, ser deshecho
    y tal vez hasta en mi lecho
    profanado por un hombre!!!
    ¡Por un hombre! ¿Y tú, perjura,
    tú en sus brazos, mancillando
    al que vive se guardando...
    cual cristal o lumbre pura?

    ¿Tú de otro hombre?... ¡¡Maldición!!
    Vi a un relámpago su manto,
    de rebelde es todo cuanto
    viste y lleva su visión...

    ¿Y un rebelde mi rival?
    Al infierno lo conjuro...
    Por el Rey Carlos le juro
    no escapar a mi puñal.

    Y después, aún palpitando
    su rasgado corazón,
    has de apagar tu pasión
    su infame sangre tragando.

    -Monstruo horrible del infierno,
    ¡¡¡calla o rasga entre mi pecho
    un corazón que tú has hecho
    bronce duro siendo tierno!!!
    Rómpelo, pues te aborrece...

    Ese rayo que aparece
    no hace más mal a la tierra
    que cuanto tu pecho encierra
    y, pestilente, tu boca
    lanza a torrentes y toca
    con su aliento destructor...
    Tus palabras son puñales
    que me ultiman infernales;
    ese que traes en el cinto
    préstamelo, por favor,
    y verás que al punto tinto
    te lo volveré, impostor.

    -Y así burlas mi furor...
    Debes morir a mi mano
    y, en vez de implorar favor,
    quieres más tu fin cercano.
    ¿O pretendes con su muerte
    darle vida a quien tu suerte
    ha convertido en umbría,
    siendo más clara que el día?

    Incauta, aleve, perjura,
    no acrecientes la amargura
    de tu destino fatal.
    Puedo elevar mi puñal
    sobre tu pecho, y, cercano
    de herir, suspende mi mano
    con que nombres mi rival.
    Habla, ¿quién era?... Reviento.

    -Quien hasta su nombre el viento
    tiene miedo de escuchar,
    quien su espada al desvainar
    hace doblar la rodilla
    de los que al pie de su silla
    tienen marqueses y condes,
    y a quien tú, duque, que escondes
    tanto orgullo entre tu seno,
    nunca podrás ver sereno
    sin...
    -Infame, de rodillas,
    que tu muerte se acercó.

    Y prendido del rubio cabello
    la mecía con ira brutal.

    -De rodillas... nómbralo,
    y antes de lucir el día
    juntos en la tumba fría
    esta mi mano os pondrá.
    Nómbralo y...
    -El buscará
    en los cielos a su Elisa...
    Mas antes, con fiera risa,
    clave en tu pecho un puñal...

    -¿Su puñal? Antes el mío...

    Y a sus plantas tendida, en su pecho,
    por tres veces clavó su puñal...

    -Oye su nombre, tirano...
    Era mi padre... y tu hermano.







    Alcira


    No cuando asoma, engalanado, Apolo
    por las doradas puertas del oriente,
    ni cuando en el cenit, más refulgente,
    luce sus rayos de uno al otro polo,
    es tan hermoso, tan luciente y bello,
    cual es de Alcira el brillador cabello.

    Ni de las flores la que el aire alienta,
    más cándida, más pura que la nieve
    cuando en los Andes, fugitiva y leve,
    se desliza veloz y ufana ostenta
    su brillantez lozana y cristalina,
    puede igualar su tez alabastrina.

    Ni más de admiración se extasia el alma
    cuando al nacer, del Plata adormecido,
    el astro de la noche el vasto fluido
    surca con majestad y noble calma,
    como al mirar en la hija del oriente
    la dignidad altiva de su frente.

    Ni aquel lucero que, en el norte fijo,
    de guía sirve al triste caminante,
    ni el otro que en el sur, siempre brillante,
    tiene su trono de oro más prefijo,
    podrán lucir si la inocente Alcira
    con sus divinos ojos tierna mira.

    Dos labios que cual rosa purpurina,
    ni envidia tienen al carmín más rojo,
    ni a los corales que, del mar despojo,
    lleva en su seno la onda cristalina,
    guardan risueños, puros e inocentes,
    los más hermosos nacarados dientes.

    Su garganta los dioses celestiales
    con sus divinas manos la tornearon;
    su pecho los amores lo formaron
    para turbar la calma a los mortales;
    pues si se agita en inocente juego,
    dos globos de marfil palpitan luego.

    De sus hombros, por Venus redondeados
    y del frescor de rosas revestidos,
    se deslizan simétricos, pulidos,
    sus brazos de alabastro matizados:
    que para embelesar al ojo humano
    suspenden la más linda y breve mano.

    A su esférico talle deleitoso
    las gracias y el amor han dibujado,
    y las gracias y amor han retratado
    de Venus, en Alcira, el talle airoso:
    que prestándose blando al movimiento
    embriaga de deleite el pensamiento.


    II

    ¡Peregrina beldad! ¡Oh, si pudiera
    mi leve acento conmoverte un día!
    ¡Si un día grata mi fortuna impía
    tu virgen pecho palpitar hiciera,
         ah, como soplo vano
    huyera entonce mi destino insano...!

    Bajo formas tan bellas, no es posible
    que el perfume de un ángel no te aliente...
    Como en un cristal leve y transparente,
    juega en tus ojos el pudor sensible...
         Un no sé qué de cielo
    derramas sin saberlo por el suelo...

    Consérvate beldad. Deja al humano
    que te contemple cual a flor extraña;
    que él, ¡ay!, jamás en su ambición tamaña
    osará marchitarte con su mano...
         Consérvate, y en calma,
    cual astro del amor, alumbra al alma.

    (12 de febrero de 1839)



    Al pasar la retreta por las inmediaciones de mi prisión

    Cese, cese por Dios, la melodía,
    metal sonoro que mezcláis al viento,
    si era ella en otro tiempo grato aliento,
    hoy despedaza cruel el alma mía.

    Era mi dicha cuando ver solía
    dulce a mi Julia en virginal contento,
    seguir sus tonos con el dulce acento
    que al mismo amor absorto suspendía.

    Mas hoy me despedaza recordando
    tan dulces horas de pesar ajenas,
    horas que huyeron para mí volando.

    Cese, pues, y el sonar con que enajenas,
    no aparezca ya más entrelazando
    sus tonos y el crujir de mis cadenas.

    (6 de abril de 1839)



    Brindis

    Así cual se deslizan en el prado
    las aguas del arroyo blandamente
    y halagadas del aire dulcemente
    embellecen su curso sosegado:
    así pasen tus días, tierna amiga,
    y cual mi afecto la fortuna os siga.



    Bueno, con esta autobiografía de José Mármol, tomada de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes,
    doy por concluido este trabajo,y ha sido un placer poder colaborar en él.



    Autobiografía de José Mármol
    Por
    Teodosio Fernández (ed. lit.)




    POESÍA SOCIAL I (En la primera páqgina hay un índice de autores) - Página 19 Marmol_jose




    Yo nací, amigo mío, el 4 de diciembre de 1818 en esta tierra que, por ironía de lo que había de ser más tarde, se llamó Buenos Aires.
    Ese año debió de ser de seca y ese día de vigilia pues nací enfermizo y con una propensión a comer bien que no se me ha quitado todavía; y debió ser año de quiebras, pues he vivido siempre en una completa bancarrota.
    Mis estudios primarios los hice en el bajo y no en lo de Sánchez donde me mandaba mi madre, porque siempre tuve una aversión irresistible a los maestros de escuela, y una vocación ardiente a jugar con las olas del mar, indicación misteriosa de mi destino futuro.
    Como no sabía leer, a los 10 años se me tomaron maestros en mi casa; pero a uno lo echó mi padre a pescozones porque se puso a enamorar a mi hermana mayor, y a otro lo emborrachaba yo todos los días con vino de Mendoza que robaba de la despensa de mi casa.
    El resultado fue que a los 13 años yo seguía a mi madre a Montevideo, sabiendo apenas la Cartilla. Allí empecé a ser un poco más aplicado y tres años después yo era de los mejores estudiantes de Geografía y Matemáticas; pero cuando estaba más adelantado y querido de mi maestro se dio un día la maldita casualidad de que éste me encontrara sentado en la falda de su mujer, lo que me obligó por prudencia a saltar una ventana, romperme el brazo izquierdo y no volver a la academia y no volver a mi primera maestra de ojos negros y 22 años.
    En fin, llegó el año 35, y muerta mi madre, y mi padre en el Brasil, pasé huérfano a mi patria a los 17 años de vida: un cambio casi milagroso se obró en mí, y amando los estudios, yo mismo me procuré la entrada en la Universidad el año 36, empezando por el curso de Filosofía. Vivía solo y aislado, sostenido escasamente con la pensión que me pasaba mi padre, que después de haber obtenido las charreteras de coronel en la guerra de la Independencia, vivía pobre como mil otros.
    En mis dos exámenes de filosofía y mi primer año de derecho adquirí la clasificación de sobresaliente, que, como usted sabe, es la más alta según nuestro reglamento universitario.
    Ya estamos en el año 38. A esta época ya sabe usted que gran parte de la juventud estaba en Montevideo trabajando contra Rosas. Yo no podía ser indiferente a las calamidades de mi patria que ya veía tan claras e impulsado por esa fiebre de libertad que ha marcado después todos los actos de mi vida, yo también escribía cartas a Montevideo y pedía diarios para hacerlos leer a cuantos podía. Bajo la activa policía de Buenos Aires no tardó en conocerse, tomáronme cartas y bienes, y héteme aquí en la cárcel en abril de 1839 con dos barras de grillos, en un bien cerrado calabozo.
    En él fue, amigo mío, donde hice los primeros versos de mi vida, escritos en la pared con palitos de yerba carbonizados en la luz.
    He aquí la última estrofa de un apostrofe a Rosas:

    Muestra a mis ojos espantosa muerte,
    mis miembros todos en cadenas pon.
    Bárbaro, ¡nunca matarás el alma
    ni pondrás grillos a mi mente, no!



    Desde de 23 días salí de la cárcel, y en la imposibilidad de salir de Buenos Aires, continué mis estudios, teniendo la ciudad por cárcel.
    Pero en los primeros días de octubre del año 40, ya la cosa pasaba de broma; fueron a mi casa a buscarme para cortarme una cabeza que yo quería conservar todavía y me oculté y permanecí hasta noviembre en casa del cónsul americano. El 20 de ese mes emigré para Montevideo. Lo demás ya usted lo sabe. Hemos sido hermanos de destierro, de desgracias, de ideas, de afecciones muchas veces y muchas veces de bolsa. Así pues, ¿qué puedo decirle que usted no sepa tan bien como yo mismo?
    Ya está usted complacido; ahora haga lo que le dé la gana, menos ponerme la edad que no tengo, sino unos 5 o 6 años menos, como le dije en mi anterior, y mucho hablar de las desgracias para hacer creer que son el origen de las canas y de alguna que otra arruga que ya va apareciendo.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 9 Mayo - 5:28

    Bien, mi querida amiga. Enseguida continuamos este apasionnte camino.

    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 9 Mayo - 10:03

    JOSÉ EUSEBIO CARO IBAÑEZ.-

    - OCAÑA, COLOMBIA, 1817.
    - SANTA MARTA, COLOMBIA, 1853.


    EL POBRE.-


    ¡El pobre! Al pobre menosprecia el mundo.

    El pobre vive mendigando el pan;

    Falsa piedad o ceño furibundo,

    Cual un favor le dan.


    La gloria al pobre le deniega un nombre,

    El poder le deniega su esplendor,

    La noche el sueño, su amistad el hombre,

    La mujer el amor.


    ¡Oh verdes bosques, círculo del polo,

    Montes, desiertos donde el rico va!

    ¡Mar insondable, eterno, inmenso y solo!

    El pobre no os verá.


    ¡Ah! en los ojos del pobre brota el lloro,

    Y no enternece un solo corazón;

    Que las lágrimas sólo en copa de oro

    Merecen compasión.


    ¡Vedle! su pie la tierra triste pisa;

    Todo en él nos revela el padecer:

    Ojos sin luz, y labios sin sonrisa.

    Y vida sin placer.


    Y empero el pobre tiene una esperanza

    Que vale más que el mundo y mundos dos;

    inmenso bien que el oro vil no alcanza

    El pobre tiene a Dios.

    (Enero de 1840)


    - - - - ooo  O ooo - - - - -


    EN BOCA DEL ÚLTIMO INCA.-


    Ya de los blancoes el cañón huyendo,

    hoy a la falda del Pichincha vine,

    como el sol vago, como el sol ardiente,

    como el sol libre.


    ¡ Padre sol, oye! por el polvo yace

    de Manco (1) el trono; profanadas gimen

    tus santas aras : yo te ensalzo solo,

    solo, más libre.


    ¡ Padre sol, oye! sobre mí la marca

    de lo esclavos señalar no quise

    a las naciones; a matarme vengo,

    a morir libre.


    Hoy podrás verme desde el mar lejano,

    cuando comiences en ocaso a hundirte

    sobre la cima del volcán tus himnos

    cantando libre.


    Mañana solo, cuando ya de nuevo

    por el oriente tu corona brille,

    tu primer rayo dorará mi tumba,

    mi tumba libre.


    Sobre ella el cóndor bajará del cielo.

    Sobre ella el cóndor que en las cumbres vive

    pondrá sus huevos y armará su nido,

    ignoto y libre.

    (Enero de 1835)

    (1) Manco.- Manco Capac. El primer INCA. Realidad o ficción - invención que se adjudica muchas veces al Inca Garcilaso-. Sea como fuere figura fuertemente agarrada a la historia libertadora de los pueblos de América del Sur, no habiendo ni un sólo poeta que no ensalce su figura. Este poema de una gran belleza y expresividad lírica ( apoyada en le reiteración de la palabra libre de los versos finales de cada estrofa) usa además un contexto mitológico. En la leyenda, El sol, crea al primer Inca en las aguas del Lago Titicaca. El cóndor, además representa la regeneración tanto física y espiritual que hay tras la libertad.

    Insisto: un bellísimo poema.  


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 9 Mayo - 11:56

    JOSÉ EUSEBI0 CARO IBAÑEZ.-


    EN ALTA MAR.-


    ¡Céfiro! ¡rápido lánzate! ¡rápido empújame y vivo!

    Más redondas mis velas pon: del proscrito a los lados

    Haz que tus silbos susurren dulces y dulces suspiren,

    Haz que pronto del patrio suelo se aleje mi barco.


    ¡Mar eterno! por fin te miro, te oigo, te tengo,

    antes de verte hoy, te había ya adivinado.

    Hoy entorno mío tu cerco por fin desenvuelves

    ¡Centro fatal! maravilla en que centro siempre yo hago.


    ¡Ah! que esta gran maravilla conmigo forma armonía.

    Yo, proscrito, prófugo, pobre, infeliz, desterrado,

    Lejos voy a morir del caro techo paterno,

    Lejos, ¡ay! de aquellas prendas que amé, que me amaron.


    Tanto infortunio sólo debe llorarse en tu seno;

    Quien de su amor arrancado y de patria y de hogar y de hermanos


    Solo en el mundo se mira, debe, primero que muera,

    Darte su adiós, y, por última vez, contemplarte océano.


    Yo por la tarde así, y en pie de mi nave en la popa,

    Abro los ojos, miro, sólo tú y el espacio


    Miro al sol que, rojo, ya medio hundido en tus aguas,

    Tiende, rozando tus crespas olas, el último rayo


    Y un pensamiento de luz entonces llena mi mente:

    Pienso que tú, tan largo, y tan ancho, y tan hondo, y tan vasto


    Eres con toda tu mole, tus playas, tu inmenso horizontes


    Solo una gota de agua, que rueda de Dios en la mano.


    Luego, cuando en hosca noche, al son de la lluvia,

    Poco a poco me voy durmiendo, en mi patria pensando,

    Sueño correr en el campo do niño corrí tantas veces,

    Ver a mi madre que llora a su hijo; llevarme a sus brazos...


    Y oigo junto entonces bramar tu voz incesante.

    Oigo bramar tu voz, de muerte vago presagio,

    Oigo las lonas que crujen, siento el barco que vuela.

    Dejo entonces mis dulces sueños y a morir me preparo.


    ¡Oh, morir en el mar! ¡morir terrible y solemne

    Digno del hombre! Por tumba el abismo, el cielo por palio.

    Nadie que sepa dónde nuestro cadáver se halla!

    Que eche encima el mar sus olas y el tiempo sus años.

    (1838)



    En Wikipedia, breve reseña, se dice que este poema es "un poema lírico por excelencia".
    Gabriel Ángel Páez Téllez  afirma que " en la obra de Caro descansa la poesía colombiana... El más lírico de los poetas colombianos y uno de los poetas mayores de Latinoamérica".

    Pero seguro que Lluvia completará toda esta información con rigurosidad y pulcritud.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 10 Mayo - 6:53

    Bien, pues aquí estoy e intentaré hacerlo lo mejor posible.

    Comenzamos con su biografía y trayectoria



    José Eusebio Caro Ibañez. (Ocaña1, 5 de marzo de 1817 — † Santa Marta, 28 de enero de 1853). Fue un poeta y escritor de la generación posterior a la Independencia de Colombia. También fue ideólogo y fundador del Partido Conservador Colombiano, viajó a EE.UU. en 1850, regresó a Colombia en 1853 y murió en Santa Marta.

    Trayectoria política

    Ocupó cargos subalternos en los ministerios de Hacienda y de Relaciones Exteriores.

    En 1836, fundó con José Joaquín Ortiz el semanario La Estrella Nacional, y publicó sus primeras poesías y ensayos, comprometidos con la realidad social y política del país. Al estallar la guerra civil se unió a las tropas del general Pedro Alcántara Herrán y regresó a su tierra natal, el 20 de enero de 1841.

    En 1848, fue ministro encargado de Hacienda. En 1849, redactó con Mariano Ospina Rodríguez la primera declaración del Partido Conservador y publicó el semanario La Civilización, que se caracterizó por la oposición al gobierno de José Hilario López. Varios editoriales en contra del gobierno le ocasionaron una condena a prisión que Caro logró evitar huyendo del país a través de los Llanos Orientales. Viajo a Nueva York, donde permaneció dos años.

    Las comunicaciones por ese entonces eran lentas y no fue posible que su obra poética tuviera el despliegue que merecía. Como periodista redactó El Granadino, fundó La Estrella Nacional, con José Joaquín Ortiz y fue colaborador de El Amigo del Pueblo, El Águila de Júpiter, El Conservador, La República y El Nacional. En todos estos periódicos siempre sobresalió por su pluma ágil, sobria y vigorosa.

    Caro fue un crítico y ensayista profundo, con un amplio conocimiento del lenguaje que le permitió ser castizo y exigente en el uso de las palabras. En su obra poética fue extraordinario cantor del amor, la melancolía y la patria. Sobresalió como autor de una poesía rítmica, hermosa, llena de grandes ideas, hecha con romanticismo puro.

    Los temas de sus poesías fueron variados, dentro de una propuesta romántica; con sabor a ausencias y lejanía, suspirantes y pletóricos de lamentaciones.

    Son célebres “Héctor”, “Una lágrima de felicidad”, “El pobre”, “Estar contigo”, “En boca del último inca”, “El hacha del proscrito”, “Despedida de la Patria”, “La Hamaca del destierro”, “El alta mar” (poema lírico por excelencia) y “La libertad y el socialismo”.

    Los temas recurrentes de su obra fueron Dios, la mujer, la muerte y la naturaleza, a los cuales supo arrancar nuevas sonoridades y combinaciones con temas afines, hasta erigirlos en símbolos. Pero José Eusebio Caro no sólo fue poeta y filósofo, sino también hombre de ciencia.

    En cuanto a lo político, sus artículos en El Granadino y La Civilización son ejemplo de la mejor literatura política del siglo XIX en Colombia, acerba y despiadada.

    Fue la causante de que su vida entera fuera una tragedia política, pero fue la mejor prosa que escribió.

    Las poesías en Caro fueron recopiladas y publicadas en Irlanda, en 1857. En 1885, fueron reeditadas en Madrid, con lo cual comenzó a tener el alcance universal que merecía. Pero quizás el mayor tributo que se le ha ofrecido a este poeta, para la interpretación de su obra, fue el estudio “La poesías de José Eusebio Caro”, que el Instituto Caro y Cuervo publicó en 1966.

    A raíz de sus críticas políticas, usando para ello su prosa mordaz, Caro debió permanecer en Nueva York desde 1850 hasta finales de 1852. Al regresar a Colombia lo hizo a través de Argentina, el 28 de enero de 1853, a los 36 años.

    Familia
    El 3 de febrero de 1843 contrajo matrimonio en Bogotá con Blasina Tobar Pinzón, unión que trajo al mundo al humanista y estadista Miguel Antonio Caro, presidente de Colombia en 1892, y Margarita Caro Tobar, primera dama de la nación en el mandato del presidente Carlos Holguín Mallarino (1888-1892).

    Legado
    En honor a su nombre, en Ocaña, la casa donde él nació y se crió, se localiza uno de los colegios importantes del oriente colombiano, que en el año 2011 cumplió 100 años de funcionamiento. Otro colegio , el más grande de Cúcuta se ubica en el centro de la ciudad , llevando el nombre completo de INEM José Eusebio Caro.En Barranquilla, también se localiza una institución con el nombre de este gran personaje, la cual lleva 59 años de historía por la cual José Eusebio Caro fue desempeñando su forma de actuar los cuales colegios representativos de ocaña, cucuta y Barranquilla en honor llevan su nombre historial JOSE EUSEBIO CARO.

    Obras
    Entre las obras más destacadas de Jose Eusebio Caro se encuentran:


    "Desesperación" "Mi juventud" "Después de 20 años" "Aparición" "Presentimiento" "El pobre" "En unas bodas" Heilen s.

    "Capa rota" "Sin miedo" "Con las mangas cortas" "Estar contigo"




    Su bibliografía


    José Eusebio Caro


    Poeta, periodista y político santandereano (Ocaña, mayo 5 de 1817 - Santa Marta, enero 28 de 1853). Tres aspectos interesantes en la personalidad y obra de José Eusebio Caro son el poeta, el político y polemista, y el pensador. Una de las grandes virtudes del poeta fue su capacidad para introducir en sus versos de corte romántico, la reflexión.
    Hay en ellos una ambivalencia lírico-fllosófica que sorprende. Demostró ser un gran filósofo en sus composiciones en verso y en sus ensayos en prosa. Pero en él la fllosofía nace más del corazón que de la inteligencia.
    Caro estudió en el Colegio de San Bartolomé, donde también cursó jurisprudencia, aunque nunca llegó a doctorarse por su precoz ingreso en las controversias políticas de la época. Ocupó cargos subalternos en el Ministerio de Hacienda y en el Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1836 fundó, con José Joaquín Ortiz y otros, el semanario La Estrella Nacional, en el cual publicó sus primeras poesías y ensayos comprometidos con la realidad social y política del País. En 1840 se alistó en las fuerzas del gobierno para luchar por dos años en la guerra civil que se desató en aquella época debido a querellas políticas.
    Durante el mismo tiempo redactó su periódico El Granadino, de filiación conservadora, el cual sobrevivió hasta 1845; allí publicó artículos que desataron polémica en los círculos políticos por los ataques ideológicos que hacía a los liberales. En 1843 fue diputado al Congreso por el partido conservador. En 1848 fue ministro encargado de Hacienda. En 1849 publicó, con Mariano Ospina Rodríguez, el semanario La Civilización, el cual sostuvieron hasta 1851. Esta publicación se caracterizó por la oposición al gobierno de entonces, en cabeza de José Hilario López.
    Pero fue realmente el ataque que hizo, en términos apasionados y desmedidos, contra el gobernador de Cundinamarca, el que le ocasionó una condena a prisión. Caro se enteró a tiempo y huyó del país en 1850, a través de los Llanos Orientales. Una vez fuera, viajó a Nueva York, donde permaneció dos años. José Eusebio Caro perteneció a la generación posterior a la Independencia. Las comunicaciones por ese entonces eran lentas y no fue posible que su obra poética tuviera el despliegue que merecía, a nivel nacional y de América.
    Ello es mucho más lamentable si se considera que Caro fue uno de los primeros románticos que tuvo América Latina durante el siglo XIX. Por eso no se entiende que durante años hubiera sido tan poco conocido y que su obra hubiera sido publicada mucho después de su muerte. Caro fue orador, prosista, periodista, crítico, polemista, ensayista, poeta y pensador. Sobresalió en la prosa por el gran estilo literario que cultivó y la agudeza filosófica con la que enfocaba los temas. La carta "Sobre la frivolidad", se puede tomar como una muestra de ello.
    Como periodista, redactó El Granadino, fundó La Estrella Nacional con José Joaquín Ortiz y La Civilización con Mariano Ospina, y fue colaborador de El Amigo del Pueblo, El Águila de Júpiter, El Conservador, La República y El Nacional. En todos estos periódicos siempre sobresalió por su pluma ágil, sobria, vigorosa y polémica, atravesada por la actividad política. Caro fue un crítico y ensayista profundo, con un amplio conocimiento del lenguaje que le permitía ser castizo y exigente en el uso de las palabras.
    En su obra poética fue extraordinario cantor del amor, la melancolía y la patria. Sobresalió como autor de una poesía rítmica, hermosa, llena de grandes ideas, hecha con romanticismo puro; en su obra se aprecia algo del estilo neoclásico que le antecedió, y se prevé el futuro modernismo. Así lo prueban los metros endecasílabos que usó en algunos de sus poemas, los cuales serían una de las características de este movimiento; por eso Caro ha sido visto como el precursor de la lírica modernista.
    Un ejemplo para corroborar esto último sería el poema "Estar contigo". Caro fue hombre apasionado y reflexivo, y su poesía participa de estos atributos. Ella enfoca, desde el punto de vista trascendental, grandes problemas humanos, pero sabe revestir la expresión de imágenes vivas y atrevidas que le quitan a su poesía todo aire de abstracción mental. Tras lo etéreo, está presente la emoción real y sentida. Si el fondo de su pensamiento puede pecar de frío, la expresión es siempre cálida y apasionada.
    Los temas de su poesía fueron variados, dentro de una propuesta romántica. Dejó poemas tiernos, íntimos y amorosos; poemas con sabor a ausencia y lejanía, suspirantes y pletóricos de lamentaciones. Son célebres "Héctor", "Una lágrima de felicidad", "El pobre", "Estar contigo", "En boca del último inca". "El hacha del proscrito", "Despedida de la Patria", "La hamaca del destierro", "Proposición de matrimonio y bendición nupcial", "El alta mar" (su poema lírico por excelencia), y "La libertad y el socialismo" (una muestra de poesía política dictada ante todo por el filósofo y no por el poeta).
    Los temas recurrentes de su obra fueron Dios, la mujer, la muerte y la naturaleza, a los cuales supo arrancar nuevas sonoridades y combinaciones con temas afines, hasta erigirlos en símbolos. Recibió la influencia de Lord Byron, a quien reconoció en sus escritos y públicamente como su maestro. Pero José Eusebio Caro no sólo fue poeta y filósofo, sino también hombre de ciencia, si se toman como tales sus estudios sobre la naturaleza, que dejó incompletos.
    En cuanto al político, sus artículos en El Granadino y La Civilización son ejemplo de la mejor literatura política del siglo pasado, acerba y despiadada. Ella fue la causante de que su vida entera fuera una tragedia política, pero fue la mejor prosa que escribió. El filósofo estuvo en él desde muy temprana edad. A los 20 años comenzó a escribir su obra Filosofa del cristianismo, pero sólo compuso algunos capítulos en los que se nota una marcada influencia del positivismo, irradiado a partir de las teorías de Augusto Comte y del utilitarismo planteado por Jeremías Bentham.
    Su esfuerzo en este campo se dirigió a integrar el cristianismo con la ciencia, donde prevalecía el sincretismo entre progreso y religión. Pero esta visión científica alrededor de la religión, tomó un giro contrario pocos años después. Se considera que en tal decisión influyó su padre, Francisco Javier Caro, y su amigo José Joaquín Ortiz. Su actitud desde entonces fue mística y conservadora, se volvió el vocero de la reacción católica al estilo de Balmes y De Maistre.
    Además de sus obras ensayísticas, sus tesis socio-políticas fueron expuestas en dos importantes ensayos denominados "Carta al señor José Rafael Mosquera sobre los principios generales de organización social que conviene adoptar en la nueva Constitución de la República", publicado en El Granadino en 1842. El segundo ensayo, más moderado en el título, fue "El partido conservador y su nombre", publicado en La Civilización en 1847.
    También merece mencionarse entre sus artículos políticos de largo título, el denominado "Carta al doctor Joaquín Mosquera, sobre el principio utilitario enseñado como teoría moral en nuestros colegios, y sobre la relación que hay entre las doctrinas y las costumbres", en el cual ya era evidente el giro ideológico que había tomado, pues se constituyó en la refutación de las tesis utilitaristas de Bentham, las mismas que antes había tratado de conciliar con la religión.
    El cambio ideológico sufrido por Caro se observa ante todo en los fragmentos que dejó de la obra Ciencia social, la cual interrumpió debido al inesperado viaje a Estados Unidos. Se observa en este texto el gran saber enciclopédico y la mente organizada que tenía. El pensador se hace presente con todo su bagaje cultural para defender los valores políticos y religiosos que heredó y asimiló a través de su familia. Las poesías de Caro fueron recopiladas y publicadas en Bogotá, ~ en 1857, por su amigo José Joaquín Ortiz.
    En 1885 fueron reeditadas en Madrid, con lo cual comenzó a tener el alcance universal que merecía. Sus poemas diseminados en periódicos nunca habían tenido la difusión deseada. Pero finalmente en 1883, los redactores de El Tradicionista, periódico fundado por su hijo Miguel Antonio, quien sería después vicepresidente de la República, se dieron a la tarea de ordenar la producción de Caro y la titularon Obras escogidas en prosa y verso.
    Esta recopilación se volvió a editar de nuevo en 1951, como un homenaje de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, pero con el título Antología, versos y prosas. A su vez, el Ministerio de Educación, a través de su Extensión Cultural, publicó en 1953 el Epistolario del poeta y en 1954, sus Escrítos filosóficos. Estas ediciones estuvieron bajo la supervisión de Simón Aljure Chalela. Pasaron casi cien años para que la obra de Caro tomara la forma de libro y dejara de ser condenada a los archivos periodísticos de consulta restringida.
    Pero quizás el mayor tributo que se le ha ofrecido a este poeta, para la interpretación de su obra, fue el estudio titulado La poesía de José Eusebio Caro, del profesor puertorriqueño José Luis Martín, que el Instituto Caro y Cuervo publicó en 1966. A raíz de sus agresiones políticas, usando para ello su prosa mordaz, Caro debió permanecer en Nueva York desde 1850 hasta fines de 1852. A1 regresar al país, lo hizo a través de Santa Marta y la fiebre amarilla lo mató, el 28 de enero de 1853, cuando apenas contaba con 36 años de edad. Caro escribió, además, La necesidad de expansión, La cuestión moral, Historia del 7 de marzo de 1849, Escritos históricos y políticos, Opúsculos y filosofía del del cristianismo (inconclusa)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 10 Mayo - 8:30

    EL HUÉRFANO SOBRE EL CADÁVER

    I
    Este tu cuerpo es, pues, ¡oh padre mío!
    ¡Padre! Ya no respondes. ¿Qué te has hecho?
    ¿Eres acaso el cuerpo inmóvil, frío,
    Que yace aquí sobre este aciago lecho?

    ¡Oh, no! que hablabas, y este cuerpo calla,
    Calla y nunca hablará: tu lengua muerta
    Fija, trabada al paladar se halla,
    Y la vida en tus ojos no despierta.

    Al recibir mis últimos abrazos
    Ayer de amor tu corazón latía,
    Y me estrechaban con afán tus brazos,
    Y una lágrima en tu ojo se veía.

    Y hora a tu ojos lágrimas no asoman,
    Y hora en tu pecho ni un latido siento,
    Y hora tus brazos yertos se desploman
    Cuando enlazarlos a mi cuello intento.

    ¡Oh! ya no volverán nunca a abrazarme
    ¡Oh padre mío! de mi infancia amigo,
    Nunca ya volverás a consolarme,
    Nunca a llorar ya volverás conmigo.

    Y este cuerpo infeliz, manos de extraños
    A hundirlo van en olvidado suelo:
    Y sobre él volverán sin fin los años,
    Y sobre él lucirá sin fin el cielo.

    II
    Y para mí las risas y alegrías,
    Y las horas de amor, de luz, de oro
    Vieron su fin; y desde hoy los días
    Van a empezar de soledad y lloro.

    De hoy más, bajo el hogar del extranjero,
    Sin ti me sentaré solo a la mesa:
    Y, como tú te fuiste, si yo muero,
    Nadie a llorar irá sobre mi huesa.

    Y un ser sobre la tierra que me ame
    Como me amaste tú, buscaré en vano...
    ¡Ah! ¿qué me importa que haya quien me llame
    Alguna vez amigo, esposo, hermano?

    Sin el amor, ¿de amor qué son los nombres?
    No logran engañar ni al que los dijo.
    ¡Ay! no veré de nuevo entre los hombres
    Al que de veras me llamaba hijo.

    Tú, tú me amaste, y sólo tu supiste
    De amar mi sed, mi sed de ser amado;
    Y a mí tu inmenso corazón abriste,
    Y en él entré, y en él quedé saciado.

    Y hora te vas... ¡ah! ya te fuiste... y nunca,
    ¡Oh! nunca... ¡No! vuelve otra vez siquiera.
    Vuelve; que ya mi vida siento trunca,
    Y espera en ti mi amor que en nada espera.


    EL CIPRÉS

    Árbol sagrado, que la oscura frente,
    Inmóvil, majestuoso,
    Sobre el sepulcro humilde y silencioso,
    Despliegas hacia el cielo tristemente;
    Tú, sí, tú solamente
    Al tiempo en que se duerme el rey del mundo
    Tras las altas montañas de occidente,
    Me ves triste vagando
    Entre las negras tumbas,
    Con los ojos en llanto humedecidos
    Mi orfandad y miseria lamentando.
    Y cuando ya de la apacible luna
    La luz de perla en tu verdor se acoge,
    Solo tu tronco escucha mis gemidos,
    Sólo tu pie mis lágrimas recoge.

    ¡Ay! hubo un tiempo en que feliz y ufano
    Al seno paternal me abandonaba;
    Hubo, sí, día en que con blanda mano
    Una madre amorosa
    De mi niñez las lágrimas secaba...
    Y hoy, huérfano, del mundo desechado,
    Aquí en mi patria misma
    Solitario viajero,
    Desde lejos contemplo acongojado
    Sobre los techos de mi hogar primero
    El humo blanquear del extranjero...,
    Entre el bullicio de los pueblos busco
    Mis tiernos padres para mí perdidos;
    Vanamente... ¡los rostros de los hombres
    Me son desconocidos!
    Y sus manes, empero, noche y día
    Presentes a mis ojos afligidos
    Vienen a resonar en mis oídos.
    ¡Sí, funeral ciprés! Cuando la noche
    Con su callada sombra te rodea,
    Cuando escondido el solitario búho
    En tus oscuros ramos aletea;
    La sombra de mi padre por tus hojas
    Vagando me parece,
    Que a velar por los días de su hijo
    Del reino de los muertos se aparece.

    Y sí el viento sacude impetuoso
    Tu elevada cabeza,
    Y a su furor con susurrar medroso
    Responde pavoroso;
    En los tristes silbidos
    Que en torno de ti giran,
    A los paternos manes
    Escucho que dulcísimos suspiran.
    Árbol augusto de la muerte ¡nunca
    Tus verdores abata el bóreas ronco!
    ¡Nunca enemiga, venenosa sierpe
    Se enrosque en torno de tu pardo tronco!
    ¡Jamás el rayo ardiente
    Abrase tu alta frente!
    ¡Siempre inmoble y sereno
    Por las cóncavas nubes
    Oigas rodar el impotente trueno!
    Vive, sí, vive; y cuando ya mis ojos
    Cerrar el dedo de la muerte quiera,
    Cuando esconderse mire en occidente
    Al sol por vez postrera,
    Moriré sosegado
    A tu tronco abrazado.
    Tú mi sepulcro ampararás piadoso
    De las roncas tormentas;
    Y mi ceniza entonces agradecida,
    En restaurantes jugos convertida,
    Por tus delgadas venas penetrando,
    Te hará reverdecer, te dará la vida.
    Quizá sabiendo el infeliz destino
    Que oprimió mi existencia desastrada,
    Sobre mi pobre tumba abandonada
    Una lágrima suelte el peregrino.


    DESESPERACIÓN

    El sepulcro me aguarda: en vano, en vano
    Lucho y relucho al borde del abismo;
    Que en mi afligido corazón se enclava
    La dura mano del fatal destino.
    Cubierto ya de tempestad oscura,
    Muéstrase el cielo; y ronco en su mugido
    El trueno que amenaza mi cabeza,
    Rueda en los senos del excelso Olimpo...

    ¡Piedad, buen Dios! Arroja de tu mano
    La cuchilla sangrienta de exterminio;
    Mi ruego escucha; no el clamor desoigas
    Con que demanda tu favor tu hijo.
    Y si a tus ojos criminal parezco,
    Si digno soy del celestial castigo,
    Si escrita está mi próxima ruina
    Del porvenir sobre el eterno libro;
    Harto carcomen mi existencia infausta
    Mi propia angustia y mi tenaz martirio.

    ¡Ay de mí! Placentera la inocencia,
    Del sueño un tiempo susurrando el himno,
    Mi cuna remeció; la amable infancia,
    De la mano llevándome cogido,
    A los prados guió mis tiernos pasos,
    Y entre las flores retozó conmigo...
    Y hoy, en la aurora de mis verdes días,
    Cuando la copa del placer propicio
    Brinda el amor; cuando la voz de guerra,
    El pecho salta de impaciente brío,
    Sólo en mi alma con afán excava
    El infortunio su hondo precipicio,
    Bramando dentro cual borrasca ronca,
    De las pasiones los contrarios gritos.

    ¿Qué espero ya? ¿Por qué vacilo? ¿Acaso
    Más allá de la tumba mi destino
    También me oprimirá? ¿También la muerte
    Traerá la espina del pesar consigo?
    ¡No! en la callada eternidad no sopla
    El huracán del reino de los vivos;
    Sus dilatadas soledades nunca
    Barrió el dolor con fúnebres vestidos.
    ¡Oh! ¡Escóndame en sus senos! ¡La honda llaga
    De mi insanable corazón, alivio
    Sólo allí encontrará; sólo su inmensa
    Concavidad me servirá de asilo.
    ¿Qué busco ya en la tierra? ¿Del sepulcro
    Ha vuelto acaso mi primer amigo?
    ¿Sus acentos de paz y de consuelo
    Otra vez sonarán en mis oídos?
    ¿Derramará, cual en mejores años,
    Aun sobre mí su celestial rocío...?
    ¡Nunca!... mas ¡ay! que su paterna sombra
    Ante mis ojos muéstrase, lo mismo
    Que cual lo vi del moribundo labio
    Soltar mi nombre en su postrer suspiro.

    Mi padre... ¡Sí! cuando trasmonta y se hunde
    En occidente el astro de los siglos,
    Y triste suena por los altos cielos
    La fatal hora en que nació el suicidio,
    Mi padre se presenta... Sí... mi padre...
    Del sol sentado en el inmenso disco,
    Yo, yo lo veo... sus amantes brazos
    Alarga tierno a su infelice hijo.
    Ya vuelo a ellos... ¡Ay! deja tan sólo,
    Deja que llore en el sepulcro mío;
    Que cuando cubra mis cenizas, nadie
    Sobre mi losa lanzará un gemido.






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    Mensaje por cecilia gargantini Dom 10 Mayo - 20:39

    Grcias Lluvia y Pascual!!!!!!!!!!!!!! Sigo leyendo, sigo aprendiendo.
    Besitosssssssss miles para cada uno
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 11 Mayo - 4:49

    Con tu voz, Cecilia, esto se hace más llevadero. Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 11 Mayo - 4:50

    Gracias a tí, querida Ceci, por venir y acompañarnos en este camino, muy interesante por cierto.

    Besitos, y seguimos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 11 Mayo - 4:53

    Criticas hacia el autor

    Se ha dicho que, como pensador que era, desarrollaba primero su pensamiento en prosa para ponerlo en verso después: ello no parece compatible con la calidad y el vigor de un lírico romántico del tono de José Eusebio Caro, calidad y vigor que prevalecen en su poesía, pese a la irregularidad y la aspereza de muchos de sus versos

    La lírica de Caro pulsa varias cuerdas por la que desparrama su nerviosa e inquieta personalidad. Los denuestos contra el general López; el sentimentalismo de “La sonrisa de una mujer”, “Una lágrima de felicidad”, “Estar contigo” donde ensaya el eneasílabo francés; las descripciones naturistas de “En alta mar” , por ejemplo, donde imita la métrica grecolatina y da rienda suelta a su imaginación; el intimismo político y romántico de “La hamaca del desterrado”, “Adiós a la patria”, de gran rigor formal y clasicista, son las distintas facetas del arte poético de Caro que mezcla romanticismo y clasicismo de manera bastante arbitraria: a un poema plenamente romántico le sigue uno neoclásico y a la inversa.

    Caro carecía, si no lo despreciaba, de sentido musical, y pese a ello ensayó numerosas formas y combinaciones extrañas como el hexámetro clásico y el endecasílabo; si por un lado enriquecía la lengua poética, por otro endurecía los ritmos de forma chocante, rechinante casi. Solitario y huraño, Caro partía siempre en el poema de sí mismo; por debajo de sus aventuras políticas y sus ingerencia en numerosos asuntos, palpitaba una personalidad propia siempre pura que queda al margen de la broza circunstancial.

    Critica realizada por Francisco Arias Solis




    En torno al verso de José Eusebio Caro se ha dicho que es un verso duro, donde no hay imágenes millonarias, cimentado en lo matemático y lo rotundo. Rafael Pombo afirmaba: "Cada verso de Caro es una idea". Otros críticos apuntan que los versos del poeta son "tan duros que producen la impresión de haber sido forjados por un martillo". En realidad, en Caro no hay lugar para lo lacrimógeno. El sepulcralismo no existen con esos tonos grises y desgarradores.
    José Eusebio Caro se inscribe dentro de una doble vía: el romanticismocastellano y el francés. Básicamente el poeta fundador del primer romanticismo es un lírico sostenido con un estrato filosófico.



    MI JUVENTUD

    Infancia, infancia, que mi pecho un tiempo
    Alimentabas con tu fresca brisa,
    ¿Por qué no tornas más? ¿Por qué a mis ojos
    Se oscureció de la esperanza el día?
    ¡Ah! semejante a las virgíneas nieblas
    Que de los montes el azul cobijan
    En la mañana cándida, tu velo
    Fragante de ámbar sobre mí tendías.
    Y hora entre sombras a mi vaga mente
    Tu sueño aéreo rápido se pinta;
    Lánzome a él; y el ala de los tiempos
    Más, más lo esconde a mi anhelante vista.
    Y, ciego, insano, con mortal angustia,
    En balde me sacudo; de mi vida
    El sol funéreo a su zenit ya llega,
    Su ojo de sangre ya encendido brilla.
    ¿Lo veis? ¿Lo veis? De lo alto de los cielos
    Con ígneo nudo la garganta mía,
    Cine y abrasa; y con furor vibrando
    Su lanza de oro sobre mí la hinca.

    ¡Oh! ¡Basta ya! ¡No más...! Mi flaca mano
    A las hinchadas fauces negrecidas
    Llevo, y la aparto ardiendo; en vez de sangre
    Fuego corre en mis venas, y pompillas
    Brota la lengua mil. ¿Dó está la copa,
    La usada copa, que por la alta orilla
    La leche derramando a borbotones,
    Mis secos labios refrescar solía?
    ¿Dónde el marmóreo baño, de palmeras
    Oscuras entoldado, al que yo iba
    A hacer bullir de murmurante lluvia
    Hasta mis pies las perfumadas linfas?
    ¿Dó el agrio caldo que al mantel de nieve
    Manaba allí de la entreabierta piña?
    ¿No valerme podrán? ¡Ah! con mi infancia
    Risa, cantares, juguetonas triscas,
    Todo abismose; no podrán valerme,
    No aplacarán las furias que me agitan.

    ¡Nadie jamás ya lo podrá...! Mi padre,
    Mi padre sólo mi dolor oiría...
    El, sólo él... como en mejores años
    Cuando acallaba las angustias mías,
    Y, ciego, y pobre, y desvalido, y triste,
    Mi amargo llanto consolar sabía.
    El... mi padre... también... ya para siempre
    También huyó con mi niñez tranquila;
    Y, en su lugar, desconocidos sueños
    Mi ardiente edad, mi juventud enfrían.
    Hoy... sólo yo lo sé... cual si durmiera
    Del tigre en la caverna, todavía
    Con sangre salpicada, yo en las horas
    Calladas de la noche, con no vista.

    Congoja y repentino sobresalto,
    Despiértome temblando: adoloridas
    Mis cansadas espaldas erizarse
    Sienten el lecho, con horror, de espinas;
    Entre el silencio de las densas sombras,
    De alguno que callado se aproxima
    Oigo los sordos pasos; y, apartando
    De mi pecho las ropas que lo abrigan,
    De una mano fatal que no conozco
    Los fríos huesos sobre mí se estiran.
    Yo tiemblo y callo... El corazón me hielan
    Sus dedos de esqueleto... mis mejillas
    Baña sudor mortal... todo encogido
    No oso mover mis palpitantes fibras...
    ¡Y esta es mi juventud! ¡La edad es esta
    Que yo cantando a recibir salía!
    ¡Estos los brazos son de tierna esposa!
    ¡Estos sus besos de placer y vida!
    ¡Buen Dios, Dios de piedad! ¿cuál fue mi crimen
    Para que así con tu furor me oprimas?
    ¿Cuál, cuál ha sido? Y, si tus santas leyes
    Acaso hollé; si tu tremenda ira
    Provoqué insano; ¿ya expiación bastante
    No ofrece el curso de mis negros días?
    ¿Qué más demandas? Triste, abandonado,
    Llorando a solas sobre mi honda herida,
    ¿Harto no padecí, sin ver siquiera
    Para enjugar mis lágrimas, la orilla
    De un manto alzar, sin que una voz oyese
    Que se doliera de la suerte mía?
    ¡Duélete tú...! ¡Perdón! ¡De ti lo espero!
    ¡Perdón...! ¡Mas ay! que de mi yerma vida
    Inmóvil brilla en el confín profundo
    Lívida mancha; el huracán ya silba
    Con sordo zumbo; de rojiza arena
    Rodar se ven dispersas nubecillas...

    Ya van creciendo, ya... su ardiente soplo
    Hiere y enturbia mi espantada vista.
    ¡Llegó mi hora! Ya bamboleando
    Bajo mis pies, que al gran vaivén vacilan,
    El desierto en furiosos remolinos
    Todo entero revuélvese y agita...
    ¡Qué hacer...! Yo huyo... ¡Cielos! A mi espalda,
    ¿Qué miro alzarse...? Pálida, sombría,
    Gigantesco fantasma, de su seno
    Detrás de mí la eternidad vomita.
    ¡Ay! que sin ojos... ¡Harto te conozco,
    Padre, tremenda sombra! Mis desdichas
    Vienes a terminar... Sí, ya lo entiendo:
    Yo de tu boca con la boca mía
    Recogí el ¡ay! postrero; yo tus ojos
    Moribundo cerré; yo tu ceniza
    En la tumba escondí: la sacra deuda
    Hoy a pagarme vienes... ¡Ay! ¿suspiras...?
    ¿No me ves? ¿No me ves? ¡Triste! ya es justo
    Que en tus paternos brazos me recibas:
    Ábrelos, ¡ay! ¡esa será mi tumba,
    La tumba, sí, que al cielo yo pedía!

    Enero, 1835.


    DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

    I

    Salud, ¡oh sombra de mi viejo amigo!
    Tras largos días de lejana ausencia,
    Vuelve a buscarte aquel tu pobre hijo
    Que amaste tanto y que te amó de veras.

    Sí; yo a buscarte vuelvo, padre mío,
    A orar a Dios por ti sobre tu huesa,
    Y a bendecirte porque me has cumplido
    La postrera y mejor de tus promesas.

    La noche tras la cual más no te he visto,
    Tarde, lloviendo, la ciudad desierta,
    Ya a morir ibas; solo yo contigo,
    De tu lecho lloraba a la testera;

    Y meditaba entonces, aunque niño,
    Que en dos iba a partirse mi existencia:
    Atrás la luz, mi infancia y un amigo;
    Delante, el mundo, solo y en tinieblas.

    Y, vuelto a ti de espaldas, distraído,
    Pronto olvidé que alguno allí me oyera,
    Y ronco sollocé con grandes gritos,
    Y a mi inmensa aflicción di larga suelta.

    Súbito al lado escucho un leve ruido,
    A verte voy con una horrible idea:
    ¡Ya! Mas sentado y fúlgido te miro,
    Con los ojos en mí cual si me vieras;

    Y dulce, y triste, y serio a un tiempo mismo:
    «José, no llores más. Aunque yo muera,
    Morir no es perecer. Tu padre he sido,
    Imposible que siempre no lo sea».

    Y vi tus brazos hacia mí tendidos,
    Y al punto obedecí la muda seña;
    Y desahogué mi seno comprimido,
    En tu seno escondida mi cabeza.

    ¡Ay! largo espacio así permanecimos:
    Tus brazos me estrechaban ya sin fuerza...
    ¡Y me encontré con tu cadáver tibio,
    Que al otro día me ocultó la tierra!

    II

    De entonce acá, veinte años se han corrido:
    Nadie en el mundo ya de ti se acuerda...
    Uno o más, presente siempre y vivo
    En su memoria y corazón te lleva.

    Y empero ¡en cuánto aturdidor bullicio
    Mi vida ha estado desde entonces envuelta!
    Fusil al hombro, y sable y daga al cinto,
    De mi infancia he dejado las riberas:

    Y negros bosques, y anchurosos ríos,
    Y verdes llanos y azuladas sierras
    He visto, y luego el mar inmenso he visto,
    Y vi su soledad y su grandeza:

    Y en lid campal, entre humo, y polvo y ruido,
    Y entre hombres, y caballos y banderas,
    Los valientes caer, de muerte heridos,
    He visto a mí derecha y a mi izquierda.

    Y luego a pueblos fui grandes y ricos,
    Y vi sus monumentos y sus fiestas,
    Bailé sus danzas y bebí sus vinos,
    Y en el seno dormí de sus bellezas:

    Y en calabozos fétidos y fríos
    He dormido también entre cadenas;
    Y desnudo, y hambriento, y fugitivo,
    He vagado también de selva en selva.

    Y en medio de placeres y peligros,
    De fatigas, de glorias, de miserias,
    Tu voz, tu imagen siempre fue conmigo,
    En íntima y tenaz reminiscencia.

    Y un pensamiento extraño me ha venido,
    Que ni sé si me aflige o me consuela:
    Y es que vives aún, ¡oh padre mío!
    Y andas con otro nombre por la tierra.

    Que estás resucitado y trasfundido;
    Que en otro ser te mueves, hablas, piensas;
    Que ese soy yo; que somos uno mismo;
    Que tu existencia ha entrado en mi existencia.

    Febrero, 1840.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 11 Mayo - 7:14

    Bien, Lluvia, lo cierto es que estamos indagando terrenos poéticos poco explorados. Y es de agradecer que salgan a la luz trabajos como este. Tu labor impecable. No quiero cargarte de excesiva responsabilidad. Pero dentro de un rato voy al hospital. Me infiltrarán en la rodilla derecha. Y mañana es cuando me hacen  la colonoscopia. Pese a todo  estoy contigo. Si te cansas me lo dices. Y haré lo que pueda. Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 11 Mayo - 8:28

    Por favor, haz lo que tengas que hacer y no te preocupes. Esperaba abrieras camino, lo has hecho, así que ahora dedícate a tu salud. Quizás tardemos un poco más, pero aquí estoy.
    Un beso y venga, al taller(broma)

    Un beso y gracias por todo, amigo Pascual.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 11 Mayo - 12:54

    La infiltración bien. Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 11 Mayo - 13:53

    Pues me alegro mucho. Y ya queda menos ¡Ánimo, doctor!
    Besos


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 12 Mayo - 4:50

    CARO FILÓSOFO

    La filosofía de José Eusebio Caro se inscribe en el marco general de los orígenes del romanticismo europeo. De Rousseau recoge el culto al individuo y la libertad del espíritu humano, y de Goethe la libertad estilística y la exaltación del sentimiento. Formado en un hogar cristiano, el concepto de Dios y de la familia, hacen parte de sus grandes preocupaciones.



    Veamos lo que José Eusebio Caro entendía por poesía: “Desterrada la ficción, quedaría la verdadera, la poesía de los sentimientos y de la historia; quedarían las glorias de la virtud y las armonías de la naturaleza. Esas glorias y armonías nunca faltarían, ni en el corazón que las sintiese, ni en una voz que las cantase. La poesía así quedaría reducida a su elemento esencial, que es la poesía lírica, la oda. La poesía es el canto del hombre y nada más. En ese canto hay dos cosas: la voz y el sentimiento; las dos cosas juntas son la poesía. La voz sin el sentimiento expresado, es sólo música; el sentimiento sin la voz, es sólo pasión.

    Jaime García Maffla, poeta y crítico literario, señala que el gran lírico Rubén Darío recibió la influencia de José Eusebio Caro, trayendo como ejemplo de este aserto el poema “Estar contigo” algunas de cuyas estrofas fueron prácticamente calcadas por Darío. Y como aporte de Caro a la poesía latinoamericana y universal, Maffla indica que: “…está el novedoso uso del eneasílabo, con el cual Caro es precursor de uno de los metros más utilizados por el futuro modernismo, así como en “Alta mar” emplea el hexámetro, también de difícil adaptación a la lengua española. En el uso de estos metros se revela el Caro preocupado por los problemas técnicos de la poesía –rasgo no ya romántico sino moderno – el meditador en el arte del verso, quien dejara un ensayo de retórica y poética”.

    A manera de ejemplo, veamos los siguientes poemas:





    DESALIENTO

    Acabaron mis sueños de gloria,
    Acabaron mis sueños de amor,
    Resta sólo su triste memoria,
    Y mi mente perdió su esplendor.

    Al salir de mi tímida infancia
    A encontrar mi primer juventud,
    ¡Cuál corría con tierna ignorancia
    ¡A embriagarme de amor y virtud!

    ¡Y ese amor que buscaba es mentira!
    ¡La virtud una amarga irrisión!
    ¡Los suspiros que daba mi lira!
    ¡No movieron ningún corazón!

    Dulces sueños de amor y de gloria
    Si es posible olvidar cuanto fue,
    ¡Ah! ¡cerrad de mi vida la historia
    Cual se abrió, con virtud y con fe!

    (Enero 20 de 1840)



    A OCAÑA

    Aquí nací: bajo este hermoso cielo
    Por vez primera vi la luz del sol;
    Aquí vivieron mis abuelos todos... 1
    ¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña! ¡adiós!

    ¡Ocaña! ¡Ocaña! ¡dulce, hermoso clima!
    ¡Tierra encantada de placer, de amor!
    Ufano estoy de que mi patria seas...
    ¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña! ¡adiós!

    Mi padre aquí de boca de mi madre
    El dulce sí por vez primera oyó,
    Aquí de amor él a sus pies lloraba...
    ¡Adiós, Ocaña! ¡adiós, Ocaña!, ¡adiós!

    Y yo también aquí pensé... ¡silencio!
    Olvidemos tan plácida ilusión;
    Y aunque mi pecho deba desgarrarse,
    ¡Adiós, Ocaña; para siempre adiós!

    Octubre, 1841.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 12 Mayo - 6:19

    Sin que Lluvia haya concluido con el autor anterior comenzamos con el nuevo. Se verá que siempre empiezo yo. Una deferencia que ella tiene conmigo. Y además, de manera magnánima y desprendida, luego ella asume la mayor parte de la carga. Ya hemos quedado en no darnos las gracias entre nosotros - ni por cortesía-. Al parecer estamos bien con lo que estamos haciendo : aprendemos además de intentar transmitir.

    Sé que más de algún lector se habrá preguntado la relación de las últimas exposiciones con el titulo que encabeza esta presentación. Y la verdad: sí, si tiene que ver. Sin lugar a dudas muchos de estos autores podrían encuadrarse dentro del  ROMANTICISMO. Y sí hacemos caso a la teoría que suscribe la idea de ROMANTICISMOS INTERIOR (anglo-francés) y ROMANTICISMO EXTERIOR (hispanoamericano) aunque con una misma raíz, este segundo tendría un mayor compromiso con los social ( romanticismo social) con defensa de  valores independentistas, nacionalistas - lo diferente frente a lo común- lo marginal frente a lo establecido). Hablaremos de ello - creo que es una propuesta interesante- después de hacerlo de los dos o tres autores que nos quedan  ( JOSÉ HERNÁNDEZ; JOSÉ MARTÍ...)

    El que viene a continuación quizás no sea tan conocido. Volveremos a hacerlo como un juego. Yo expondré un poema ( en dos partes). Omito el nombre del poema y el nombre del autor. Lluvia seguirá a su ritmo. Si en 8 0 10 días nadie dice el nombre lo completaremos nosotros.

    Gracias.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 12 Mayo - 6:42

    "V... A... LA...P


    ¡Tierra! grita a la prora el navegante

    y confusa y distante,

    una línea indecisa

    entre bruma y ondas se divisa.

    Poco a poco del seno

    destacándose va del horizonte,

    sobre el éter sereno

    la cumbre azul de un monte;

    y así como el bajel se va acercando,

    va extendiéndose el cerro

    y una formas extrañas va tomando;

    formas que he visto cuando

    soñaba con la dicha en mi destierro.


    Ya la vista columbra

    las riberas bordadas de palmeras,

    y una brisa cargada con la esencia

    de violetas silvestres y azahares,

    en mi memoria alumbra

    el recuerdo feliz de mi inocencia,

    cuando pobre de años y pesares

    y rico de ilusiones y alegría,

    bajo las palmas retozar solía

    oyendo el arrullar de las palomas

    bebiendo la luz y respirando aromas.


    Hay algo en esos rayos brilladores

    que juegan por la atmósfera azulada,

    que me hablan de ternuras y de mores

    de una dicha pasada

    y el viento al suspirar entre las cuerdas

    parece que me dices "¿no te acuerdas?"...


    Ese cielo, ese mar, esos cocales,

    ese monte que dora

    el sol de las regiones tropicales...

    ¡Luz! ¡Luz al fin!... - las reconozco ahora:

    Son ellos, son los mismos de mi infancia,

    y esas playas que al sol del mediodía

    brillan en la distancia.

    ¡Oh inefable alegría,

    son las riberas de la patria mía!


    Ya muerde el fondo de la mar hirviente

    del ancla el férreo diente;

    ya se acercan los botes desplegando

    el aire puro y blando

    la enseña tricolor del pueblo mío

    ¡a tierra! ¡a tierra! ¡o la emoción me ahoga,

    o se adueña de mí el desvarío!


    Llevado en alas de mi ardiente anhelo,

    me lanzo presuroso al barquichuelo

    que a las riberas del hogar me invita.

    Todo es grata armonía; los suspiros

    de la onda de zafir que el remo agita;

    de las marinas aves

    los caprichosos giros;

    y las notas suaves, y el timbre lisonjero

    y la magia que toma

    hasta en labios del tosco marinero

    el dulce son de mi nativo idioma.


    ¡Volad, volad veloces

    ondas, aves y voces!

    id a la tierra donde el alma tengo

    y decidle que vengo

    a reposar, cansado caminante,

    del hogar a la sombra un solo instante;

    decidle que en mi anhelo, en mi delirio

    por llegar a la orilla, el pecho siente dulcísimo martirio;

    decidle, en fin, que mientras estuvo ausente

    ni un día, ni un instante hela olvidado,

    y llevadle este beso que os confío,

    tributo adelantado

    que desde el fondo de mi ser le envío. CONT.3


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Mar 12 Mayo - 9:26, editado 1 vez


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 12 Mayo - 9:18

    Bien, pues continuo con la poesía de José Eusebio Caro e iré intercalando, si te parece, compañero y guía.


    APARICIÓN

    Mi lámpara nocturna está apagada;
    Solo estoy en silencio y en tinieblas;
    Ningún reloj, ningún rumor se escucha
    Por la ciudad que inmensa me rodea.

    ¡Oh noche! entre tus sombras lo presente,
    El porvenir, el mundo, la materia,
    Ayer, mañana, la ambición, la carne,
    El curso de la vida que nos lleva,

    El sudor por el pan de cada día,
    La envidia cuyo diente nos asecha,
    De los falsos amigos la perfidia,
    Del triunfante enemigo la insolencia;

    Todo desaparece: sordo, ciego,
    Muerto, el hombre entre el hombre se concentra;
    Y en gloria y soledad ante sí misma
    Súbito el alma humana se presenta.

    ¡Sí! gloriosa y solitaria el alma,
    La posesión sintiendo de sus fuerzas,
    Lánzase libre al invisible mundo
    Que sus nobles instintos le revela.

    En vano ensancho más y más los ojos,
    En vano los oídos tengo alerta;
    Sólo escucho el zumbido del silencio,
    Sólo miro espesarse las tinieblas.

    Del fondo, empero, de silencio y sombras
    Siento venirme claridad incierta,
    Y las voces volver de lo pasado,
    Y la feliz edad de la inocencia.

    Vuelven mis olvidadas ilusiones,
    Mis recuerdos de infancia, mis creencias;
    Vuelvo a soñar lo que jamás he hallado,
    Lo que en vano busqué sobre la tierra.

    Vuelvo a ver lo que amé, cual lo veía
    Cuando el amor sentí por vez primera,
    Con los colores mágicos que huyeron
    Ante la odiosa luz de la experiencia.

    ¡Oh amistad! ¡oh virtud! ¡oh dulces nombres!
    Vuestra noción la mente lleva impresa
    Desde el nacer; y el corazón ansioso
    Por convertirla en realidad se esfuerza.

    Vuelvo mi padre a ver: su faz augusta,
    A un tiempo mismo afectuosa y seria,
    A presentarse torna ante mis ojos
    Radiante de virtud e inteligencia.

    ¡Ay! al mirarla así, prorrumpo en llanto.
    Que es de mi vida la incurable pena
    El no poder vivificar la tumba,
    Y conseguir que lo que fue no sea.

    Sangre debo llorar, llorar mis ojos,
    Al pensar de mi padre en la existencia,
    En aquella existencia tormentosa
    Que no halló más descanso que en la huesa.

    Para la dicha y la amistad nacido,
    Vivió de desengaños y dolencias;
    Y murió pobre, atribulado y ciego,
    Del cuerpo y de la edad aún en la fuerza.

    Hoy pudiera vivir cual otros viven;
    Hoy, después de tres lustros, si viviera,
    Sobre su vasta frente empezarían
    Sus negros rizos a argentarse apenas.


    PRESENTIMIENTO

    Calla entre un mar de oscuridad el mundo;
    Calla; y sobre él el sueño se resbala:
    Y, como el ronco hervor del moribundo
    Que el ¡ay! postrero en largo afán exhala,
    Oyese lejos el rumor profundo
    Que hace al abrir la tempestad su ala:
    Sordo rodando ya se acerca el trueno...
    ¡Oh! ¿por qué tiembla de pavor mi seno?

    ¡Ah! ¡yo no sé...! De las borrascas mías
    Tal vez no tarde el fin... de nuevo el fuerte
    Sacudón siento que sentí otros días,
    Cuando el amigo que me dio la suerte,
    Mi mano asiendo con sus manos frías,
    Vi que me dio su bendición de muerte.
    Y hoy... cuando ya yo lo olvidaba... el mismo
    Presagio suena en mi interior abismo.

    No hay duda, no... del rumoroso suelo,
    Alguno va a salir... alguno en breve
    Verá entreabrirse el suspirado cielo,
    Verá el gran ser que el universo mueve.
    ¡Ah! ya lo entiendo: yo en vehemente vuelo
    Soy quien lanzarse para siempre debe...
    ¡Ay! cierta voz. ¡El padre! un tiempo dijo,
    ¡Y él sucumbió! La voz dama ¡El hijo!

    ¡Y yo sucumbiré! La helada vida
    Debo, pues, dejar... ¡Ah! ¡yo pensaba,
    Sí, yo pensaba que la cruda herida
    Que ha de postrarme no tan cerca estaba!
    ¡No tanto, no! Más ¡qué! ¿Yo la partida
    Que del dolor mi corazón destraba
    Debo acaso llorar? ¿Acaso encierra
    Con nuestros huesos nuestro amor la tierra?

    ¡Vivir! ¡vivir!... ¿Y para qué? ¿Tan sólo
    Para vagar por entre esquiva gente,
    Y, en mi vejez, desamparado y solo,
    Irme llorando con nublada frente
    De las ciudades al abierto polo
    A ver el sol hundirse en occidente?

    ¿Y para esto vivir? ¡Oh! ¡no! ¡muramos,
    Y al otro borde del sepulcro vamos!

    ¡Oh padre mío! ¿no es verdad...? Apenas,
    Apenas diere el temeroso salto,
    Libre mi pecho de hórridas cadenas,
    Latirá sin congoja y sobresalto.
    ¡Ah! ¡cómo he de abrazarte! Yo mis penas
    Te contaré llorando; y tú en el alto
    Cielo dirás, cruzándolo conmigo:
    «¿Lloras? ¿no estás con tu primer amigo?»


    EN UNAS BODAS

    ¡Venturoso el que en sus penas
    De una amante ve la mano
    Que lo arrulle y lo consuele
    Y enjugar sepa su llanto!
    ¡Ay del triste que la vida
    Pasa solo, abandonado,
    Sin cariño, sin consuelo!
    ¡Ay del pobre solitario!

    ¡Venturosos los que juntos
    De la luna al quieto rayo
    Mecen la cuna de un niño,
    Himnos de amor murmurando!
    ¡Ay del triste que en los montes
    Sin un viviente a su lado
    Contempla al sol que se hunde!
    ¡Ay del pobre solitario!

    ¡Dichosos, sí, los que esperan
    Que de un hijo el dedo blando
    En el lecho de la muerte
    Cierre sus ojos cansados!

    ¡Ay del que, en la hora postrera,
    Los brazos al cielo alzando,
    Llame a un amigo... y espire!
    ¡Ay del pobre solitario!

    ¡Oh, ¡venturosos aquellos
    Que entre el eterno descanso
    Sientan verter en su tumba
    Lágrimas, flores y ramos!

    ¡Ay del triste que, durmiendo
    En un túmulo ignorado,
    Ni un solo suspiro escuche!
    ¡Ay del pobre solitario!

    Marzo, 1835.

    CAPA ROTA

    Como no tengo siquiera un cuarto
    Que, al sacudirla, suene en mi bolsa,
    Y nadie presta sino al que paga,
    Y nadie fía sino al que compra;
    No hay una aguja, no hay una hebra,
    Con que mi capa rota yo cosa;
    Y capa nueva, sólo en el cielo.
    Así sigamos con capa rota.

    Desde el instante que el primer roto
    Salió a las calles con mi persona,
    Sólo los chicos a mí se acercan,
    A abrir con palos brecha más honda.
    Con cada hora la brecha crece,
    Y huye un amigo con cada hora.
    ¡Ah! el hombre todo es su vestido.
    ¡Y yo soy todo mi capa rota!

    Ah, pobre capa! cuánto despego
    Inspira a todos tu vista odiosa!
    Mas si con ceño todos te miran,
    Aun con más ceño te miran todas!
    Entre mi alma, ¿de qué me sirve
    Que altas potencias de amar esconda?
    Quien, ame, ame con capa nueva;
    ¿Qué mujer ama a un capa-rota?

    Por ti, pues, triste, esquivado y solo,
    Corro al sepulcro, que cerca asoma;
    Y empero, si otra mujer me diesen,
    Yo no querría darte por otra.
    Tú de mi padre la capa eras
    Y aún verle creo que en ti se emboza.
    ¡Oh! ¡nunca odiarte podrá su hijo!
    Sígueme siempre, pues, capa rota.


    A FRANCISCO JAVIER CARO

    Humilde peregrino,
    Apenas con pie incierto
    La senda del desierto
    Yo comenzaba a hollar;
    Seguirme es tu destino,
    Gritó mi suerte fiera;
    Yo dije: ¡Espera! ¡espera!
    ¡Déjame antes llorar!

    Con ella la montaña
    Subiendo de la vida,
    Y el ánima rendida
    Ya próximo a exhalar;
    Descubrí tu cabaña,
    Y a mi fiel compañera
    Clamé entonces: ¡Espera!
    ¡Déjame respirar!

    Y tú, Javier, me oíste:
    Bajo tu pobre techo
    Me dejaste en tu lecho
    La frente reclinar.
    Y yo clamaba triste
    Con voces lastimera
    A la desgracia: ¡Espera!
    ¡Déjame descansar!

    De allí con dura mano
    Por siempre la alejaste,
    Por siempre le cerraste
    La puerta del hogar;
    Mas ella aún, a su hermano,
    Oyó exclamar: ¡Espera!
    ¡Déjame descansar!

    De entonces yo contigo
    A la amistad levanto
    El templo sacrosanto
    Que hospedará su altar:
    Hoy pongo, dulce amigo,
    La piedra postrimera:
    ¡Oh muerte! ¡espera! ¡espera!
    ¡Déjale coronar!

    Delante de mí ahora
    Miro tu noble diestra
    El fin de la palestra
    De la niñez tocar:
    Y mi lira sonora
    Celebra tu carrera.
    ¡Oh sepultura! ¡espera!
    ¡Déjamela cantar!

    ¡Ah! cuando ya sucumba
    El pobre peregrino,
    Y el cetro del destino
    Nos haya de apartar;
    Del fondo de mi tumba
    Oirás clamar: ¡Espera!
    ¡Oh eternidad! ¡siquiera
    Déjamele abrazar!

    Diciembre 3, 1834.


    A ANTONIO JOSÉ CARO

    ¡Antonio, dulce amigo,
    En cuya cuna un tiempo
    Hemos lanzado juntos
    Nuestros ayes primeros;

    Tú, cuyo acento blando
    Ha serenado luego
    De mi frente sombría
    El ominoso ceño!

    Oye: si cual yo lloras;
    Si también en tu pecho
    Imprimió la desgracia
    Su penetrante sello,

    Ven conmigo a los montes;
    Y, lejos de los pueblos,
    Ignorados y solos,
    Nuestra suerte lloremos.

    Allí, cuando las sombras
    Se tiendan por el suelo
    Y de la tarde ahuyenten
    Los últimos reflejos,

    Tal vez, a un tiempo heridos
    Del brazo del Eterno,
    A buscar nuestros padres
    Volaremos al cielo.




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 12 Mayo - 9:21

    José Eusebio Caro

    A JENNY

    De otro clima hermosa flor,
    Brillas hoy en este suelo
    Cual fugaz visión del cielo,
    Cual fugaz sueño de amor.

    Tu presencia inspira paz;
    Del sol eres un destello,
    Y el querubín de Dios más bello
    Retratado está en tu faz.
    Son tus nombres, Jenny, dos:
    Uno que es perecedero,
    Y otro eterno y verdadero
    Que secreto guarda Dios.

    ¡Oh! tu lánguido mirar
    Y tu lánguida sonrisa
    Son más dulces que la brisa
    Que el azul pliega del mar.

    Y esa mágica expresión,
    Que da vida a tu hermosura,
    Me recuerda una ventura
    Que soñó mi corazón.

    ¡Ah! si tras tanto penar,
    En la dicha aún esperara,
    A ti fuera a quien yo amara,
    Si otra vez pudiera amar.

    Enero 24, 1840

    EN EL CUMPLEAÑOS DE LA SEÑORA MERCEDES NARIÑO

    ¿Por qué, por qué afanosos
    Deudos y amigos en tu hogar paterno, En himnos sonorosos,
    Piden con pecho tierno
    Que prolongue tus años el Eterno?

    ¿Vienen ellos acaso
    A recordar tu juventud perdida,
    Y el dilatado paso
    Que, lenta y no sentida,
    Ha dado hacia su término tu vida?

    ¿O bien las amarguras
    Que con furor cerráronte las vías
    De todas tus venturas,
    Y anublaron impías
    La clara aurora de tus bellos días?

    ¡Ay! ¡verdad fue! tú viste,
    Bajo el disfraz de libertad, alzarse
    Como fantasma triste
    La maldad; ensalzarse
    La ambición, y entre ruinas coronarse.

    Y al que con noble frente
    Atajó entonces el ímpetu y la saña
    Del rápido torrente;
    El que con tanta hazaña
    Burló las iras y el poder de España..

    El ínclito guerrero
    Que arrostró siempre de la aciaga suerte
    El ceño adusto y fiero;
    El que con brazo fuerte
    Salvó su patria, y despreció la muerte...

    También, ¡a y! en tus brazos
    Lanzar le viste el postrimer aliento,
    Y al soltarse los lazos
    Culpar con triste acento
    A la tierra que vio su nacimiento.

    Sí: por ti pasó tanto,
    Tanto sufriste; mas el tiempo llega
    En que enjugues el llanto
    Ardiente que te anega,
    Que no el Supremo su favor te niega

    Hoy en tu hogar tranquilo
    Cercar te miras de tu prole amada,
    Que a ti, su dulce asilo,
    Acude alborozada,
    Y en tu seno se duerme sosegada.

    Ellos.., tus tiernos hijos...
    Que en ti miran su sola protectora;
    Que en ti los ojos fijos,
    Por ti la bienhechora
    Piedad del cielo su inocencia implora;

    Día vendrá que rienda
    Soltando al genio que bajó del cielo,
    De virtud por la senda
    Con incesante anhelo
    Los pasos sigan de su heroico abuelo.

    Noviembre 24, 1834.


    EPITAFIO PARA JUAN CLÍMACO ORDÓÑEZ CARO

    Un ángel era... Dios mostrólo un día
    Al mundo, y luego lo volvió a ocultar...
    Y nadie supo lo que sido habría,
    Ni cuánto amor oculto en él cabía,
    Ni cuánta luz era capaz de dar.

    1839.

    EPITAFIO PARA PEDRO TOBAR

    Escrito en piedra, en gótico letrero,
    Mi epitafio no busques, pasajero,
    Aquí, de un cementerio en el rincón...
    De mis padres y hermana el corazón
    Es mi solo epitafio verdadero.

    Noviembre 5, 1839.


    EPITAFIO PARA MIGUEL TOBAR, HIJO

    Miras mi nombre y sigues, pasajero,
    Miguel Tobar... ¿Quién fue? ¿Qué te interesa?
    Mas si después hallares de camino
    Una mujer que llora de continuo...
    Esa llora por mí... ¡mi madre es esa!

    Octubre 29, 1839.

    A LA MUERTE DEL MISMO

    ¿Quién no te llorará, flor del desierto?
    Olor fugaz que al mundo no llegó,
    Alma de amor que a nadie odiar supiste
    ¡Brisa del mar, emanación de Dios!

    Sólo una vez en instantáneo abrazo
    Latir sentí tu joven corazón;
    Mas tal latido reveló tu alma,
    Y fui tu amigo desde entonces yo.

    Tan dulce fue, tan triste fue tu muerte
    Como el postrer reverberar del sol,
    Cuando, en el mar, la frente raudo alumbra
    Del marinero que le dice adiós.

    Si en otra forma existes todavía,
    Y en esa forma al mundo vienes hoy,
    Yo te he visto en la lágrima preciosa
    Que tu hermana, al nombrarte, derramó.

    Agosto 20, 1839.

















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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 12 Mayo - 11:40

    Bueno, vengo a dejar la biografía de nuestro poeta misterioso, por si las pistas ayudan a descubrir de quien estamos hablando, mejor dicho, escribiendo.

    Biografía


    Poeta que nace en Caracas el 30 de enero de 1846, cuando Venezuela comienza a vivir la etapa agitada de su republicanismo. Hijo de Juan Antonio y de Gregoria , cuyo hogar por tradición y convicción fue liberal y civilista, lo que le habría de traer problemas en esa Venezuela enfrascada en permanentes disputas de carácter político.
    La época que corre paralela a su infancia se identifica con la violencia que sacude al país. Desde el punto de vista literario, cuando nace P. B, ya el romanticismo se ha impuesto en América. Los poetas venezolanos toman como modelos los románticos franceses y españoles, pero aún no se había producido un poeta romántico de carácter universal.
    Cuando este autor tenía 15 años, en 1861, su familia decide emigrar para evadirse de los peligros de la guerra. Se dirigen a Puerto Rico donde encuentran refugio. Allí el futuro poeta ayuda a su padre a regentar un plantel educativo y se dedica a aprender idiomas. Pronto llega a dominar el inglés, el alemán, el francés, el italiano, elportugués, el griego y el latín. Esta afición a las lenguas extranjeras le va a permitir en años posteriores traducir con maestría poetas de otras nacionalidades como Edgar Allan Poe y Heinrich Heine.
    Tras el fin de la Guerra Federal, en 1864, su familia regresa a Venezuela. Ese mismo año, … sufre el primer golpe doloroso de su vida, muere su padre y el poeta debe velar por su familia.
    Muy pronto la guerra civil vuelve a hacer su aparición en el país. Esta vez el nuevo caudillo es Antonio Guzmán Blanco quien se impone y comienza el despotismo ilustrado que va a durar siete años. J.A, se opone al dictador y tiene que expatriarse voluntariamente a partir de 1870. Fija su residencia en Nueva York. Allí va a ocuparse en diversas actividades pero también va a escribir lo más importante de su obra poética. Para ganarse el sustento se ve obligado a trabajar en una fábrica de perfumes en la Compañía "Lahman y Kemp". Redacta propaganda comercial en varios idiomas y viaja por las principales regiones de Norteamérica. Desempeñando este trabajo, tuvo la oportunidad de conocer, en viajes de negocios, varios continentes: Europa, Asia y África, con lo cual adquirió una concepción más amplia de la cultura.
    Estando en Nueva York recibe la noticia de la muerte de su madre, lo que va a significar un rudo golpe para el poeta. En 1876 las circunstancias políticas abren las puertas de Venezuela a P. B. El presidente Francisco Linares Alcántara propicia un clima de tolerancia política y el poeta regresa. Durante la travesía, en el barco que lo conducía a Puerto Cabello, un mundo de recuerdos lo invade: la infancia, la patria, el dolor por la madre muerta, le producen la inspiración necesaria para escribir el poema Vuelta a la Patria.
    En 1877 regresa a Nueva york y recoge todos los poemas que ha escrito hasta el momento en un volumen que tituló Estrofas, son cuarenta poemas donde está incluido Vuelta a la Patria.
    En 1879 contrae matrimonio con la norteamericana Amanda Schoonmaker, que le dará una hija, Flor, a pesar de no ser una pareja especialmente feliz. El poeta se centrará en su hija. Es tanta la alegría que ese mismo año publica su segundo libro de poesías originales: Ritmos, conjunto de 35 poemas, en donde aparece El canto al Niágara una de sus más celebradas composiciones. En 1883 muere su hija Flor en forma inesperada. Conmovido por ese inmeso dolor escribe el poema Flor y además el poema Gloria in Excelsis.
    Paulatinamente cae en las drogas y el alcohol, por lo que su salud pronto se resiente. En 1888 enferma gravemente y es recluido en un hospital donde permanece un año. En 1889 es llamado a Venezuela para colaborar en el gobierno de Raimundo Andueza Palacio, será este su último retorno al país.
    Este viaja a Amberes, pero enferma y se ve obligado a regresar desde Curazao. El 4 de octubre de 1892 muere en La Guaira. En 1903 se trasladaron sus restos al Panteón Nacional, en donde se le rindieron honores fúnebres.
    Obras[editar]
    La obra poética original de … está representada por dos Poemarios: Estrofas (1877) y Ritmos (1880). Sus traducciones de mayor importancia son El cancionero (1885) del alemán Henrique Heine, y El cuervo (1887) del norteamericano Edgar Allan Poe.1
    En sus libros originales, Estrofas y Ritmos, reúne poemas escritos en diversos lugares. En ambas obras, la huella de un poeta intimista, sincero que no imita a los maestros del Romanticismo europeo, sino que extrae los temas de su propia peripecia vital. Su poesía, perdurable por ello, y por el fino e ilustrado espíritu de su creador, se encuentra relacionada de inmediato con algunos de los grandes aconteceres de una existencia errante y dolorosa, y con los fines que según la concepción romántica debía cumplir el poeta.
    El Canto al Niágara (1880), considerado por su prologuista José Martí como la obra maestra de este autor, fue compuesto como el poema de Heredia, a vista de las imponentes cataratas. El poema obedece al sentimiento del romántico por la naturaleza y a su identificación con algunos espectáculos naturales de gran belleza. El poeta… va más allá. El torrente y su catarata le hacen imaginar que en ellos está oculto un genio a quien el poeta puede interrogar acerca de los misterios de la vida y de la muerte. A las preguntas que formula, el eco responde sombríamente dando a entender que nada existe más allá de esta existencia efímera.

    Poemas

    Vuelta a la Patria (1876-77)
    Estrofas (1877)
    Ritmos (1880)
    El canto al Niágara (1882), prólogo de José Martí
    Flor 1883

    Traducciones

    El cancionero (1885) del alemán Heinrich Heine
    El cuervo (1887) de Edgar Allan Poe




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