Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua 06.12.24 10:03

    EL EXTRANJERO




    La Pascua llego y, mejor que todas las señales, las alegres multitudes lo anunciaban. $olo y melancólico, me aparto de la multitud. Pienso en el hijo del Hombre, que nació y vivió en la indigencia y después murió crucificado. Pienso en aquel Fuego Divino que el Espíritu encendió en una pequeña aldea y que sobrevivió a los siglos y puso su marca en todas las civilizaciones.
    En el parque desierto, un hombre, también solo, pa¬recía estar esperándome. Se sentó a mi lado y comenzó a dibujar en la arena figuras misteriosas. Sus vestimentas eran modestas, mas de su presencia emanaba una grandeza inex¬presable.
    -¿El señor es, tal vez, extranjero? -le pregunté con simpatía.
    -Yo soy extranjero en esta ciudad y en todas las ciu¬dades.
    -Pero en días festivos, el extranjero olvida la amargura del exilio y se deja consolar por el afecto de los corazones abiertos.
    -Yó soy más extranjero aún, en estos días, que en otro cualquiera. -Y dirigió al cielo una mirada soñadora, como si estuviera buscando en el más allá, una patria desconocida.
    Lo observé nuevamente y le dije:
    -Me parece que el señor necesita ayuda, ¿no aceptaría la mía?
    -Sí, necesito ayuda, pero mi necesidad no es de dinero -me respondió.
    -¿Y que es lo que usted necesita?
    -Necesito un abrigo. Necesito un lugar donde descansar mi cabeza.
    -Pero, si acepta mi dinero, podrá alojarse en un hotel.
    -Ya fui a todos los hoteles y ninguno me aceptó. Ya golpeé todas las puertas sin hallar un amigo.
    -Venga entonces conmigo. Pasará la noche en mi casa.
    -Mil veces llamé á tu puerta pero jamás me abriste. Y ahora, si supieras quién soy, no me invitarías.
    -Y, ¿quienes el señor?
    -Yo soy quien derriba lo que los siglos establecieron. Soy el huracán que arranca las raíces secas. Soy quien trae al mundo la justicia y la piedad.
    Dijo eso y se levantó. Era de gran estatura y su voz, profunda como la noche, evocaba el sonido de la tempestad. Después, su rostro se iluminó. Extendió sus brazos y vi en sus manos rastros de heridas. Me arrojé a sus pies bal¬buceando:
    -Jesús, el Nazareno.
    Y le oí decir:
    -El mundo celebra en mi nombre las tradiciones que los siglos tejieron a mi alrededor. Pero yo permanezco extran¬jero, recorriendo el universo y atravesando los siglos sin encontrar, entre los pueblos, quien comprenda mi verdad. Los zorros tienen sus madrigueras y las aves del cielo tienen nidos, mas el Hijo del Hombre no tiene un lugar donde recli¬nar su cabeza.
    Cuando levanté mis ojos, nada vi sino una columna de incienso. Y oí el eco de una canción llegarme desde la eter¬nidad.






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    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 08.12.24 14:48

    L O S
    S I E T E
    E G O S



    En la hora más silente de la noche, mientras estaba yo acostado y dormitando, mis
    siete egos sentáronse en rueda a conversar en susurros, en estos términos:

    Primer Ego: -He vivido aquí, en este loco, todos estos años, y no he hecho otra cosa
    que renovar sus penas de día y reavivar su tristeza de noche. No puedo soportar más
    mi destino, y me rebelo.

    Segundo Ego: -Hermano, es mejor tu destino que el mío, pues me ha tocado ser el
    ego alegre de este loco. Río cuando está alegre y canto sus horas de dicha, y con pies
    alados danzo sus más alegres pensamientos. Soy yo quien se rebela contra tan fatigante
    existencia.
    Tercer Ego: - ¿Y de mi qué decís, el ego aguijoneado por el amor, la tea llameante de
    salvaje pasión y fantásticos deseos? Es el ego enfermo de amor el que debe rebelarse
    contra este loco.

    Cuarto Ego: -El más miserable de todos vosotros soy yo, pues sólo me tocó en suerte
    el odio y las ansias destructivas. Yo, el ego tormentoso, el que nació en las negras
    cuevas del infierno, soy el que tiene más derecho a protestar por servir a este loco.

    Quinto Ego: -No; yo soy, el ego pensante, el ego de la imaginación, el que sufre
    hambre y sed, el condenado a vagar sin descanso en busca de lo desconocido y de lo
    increado ... soy yo, y no vosotros, quien tiene más derecho a rebelarse.

    Sexto Ego: -Y yo, el ego que trabaja, el agobiado trabajador que con pacientes manos
    y ansiosa mirada va modelando los días en imágenes y va dando a los elementos sin
    forma contornos nuevos y eternos... Soy yo, el solitario, el que más motivos tiene para
    rebelarse contra este inquieto loco.

    Séptimo Ego: - ¡Qué extraño que todos os rebeléis contra este hombre por tener a
    cada uno de vosotros una misión prescrita de antemano! ¡Ah! ¡Cómo quisiera ser uno
    de vosotros, un ego con un propósito y un destino marcado! Pero no; no tengo un
    propósito fijo: soy el ego que no hace nada; el que se sienta en el mudo y vacío
    espacio que no es espacio y en el tiempo que no es tiempo, mientras vosotros os
    afanáis recreándoos en la vida. Decidme, vecinos, ¿quién debe rebelarse: vosotros o yo?

    Al terminar de hablar el Séptimo Ego, los otros seis lo miraron con lástima, pero no
    dijeron nada más; y al hacerse la noche más profunda, uno tras otro se fueron a dormir,
    llenos de una nueva y feliz resignación.
    Sólo el Séptimo Ego permaneció despierto, mirando y atisbando a la Nada, que está
    detrás de todas las cosas.





    cont
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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 09.12.24 8:40

    ENTRE LAS RUINAS



    La luna desplegó su diáfano velo sobre los Jardines de la Ciudad del Sol 6
    y el silencio
    cubrió a todos los seres. Los palacios derrumbados miraban amenazadoramente, como
    monstruos despectivos.
    A esa hora dos fantasmas, como vapor que emerge de las aguas del lago, se sentaron
    sobre una columna de mármol, examinando la escena, que parecía mágica. Uno de ellos
    levantó la cabeza y, con una voz que retumbó en ecos, dijo:
    -Estos son los restos de los templos que construí para ti, mi amor, y estas las piedras
    de un palacio que levanté para tu alegría. No queda nada más que hable a las-naciones
    de la gloria a la que dediqué mi vida y de la pompa por la que exploté al débil.
    "Amor mío, piensa y reflexiona acerca de los hechos que finalmente vencieron sobre mi
    ciudad y en torno del Tiempo que destruyó mis esfuerzos.
    "El olvido ya borró el imperio que establecí: de él sólo quedan los átomos de amor que
    creó tu belleza y los efectos de la belleza que animó tu amor.
    "Erigí un templo en Jerusalén; los sacerdotes lo santificaron, pero el tiempo lo destruyó.
    Sin embargo, Dios consagró el altar que, para el amor, construí en mi corazón; allí se
    mantiene a salvo de los poderes de la destrucción.
    "Los hombres dijeron de mí: ¿... Qué rey sabio?; los ángeles, en cambio: ¡... Qué
    insignificante es su sabiduría! Pero los ángeles se alegraron cuando te encontré, amor
    mío, y cantaron para ti el cántico de Amor y deseo; sin embargo, los hombres no
    oyeron mi himno...
    "Los días de mi reino eran barrera que impedía que comprendieran al Amor y la belleza
    de la vida, pero cuando te vi. despertó el Amor y derribó esas barreras; entonces
    lamenté la vida que había perdido pensando que todo lo que existía bajo el sol era
    vanidad.
    "Cuando el Amor me iluminó, me volví humilde, tanto ante las tribus que habían
    temido mi poder militar como ante mi propio pueblo.
    "Pero cuando llegó la muerte, enterró mis armas mortíferas en la tierra y condujo mi
    amor hacia Dios.
    Y el otro fantasma dijo:
    -Tal como la flor adquiere vida y perfume aromático che la tierra, el alma saca sabiduría
    y fuerza de la debilidad y los errores de la materia.
    Entonces, ambos, fundidos en uno, se fueron diciendo:



    La Eternidad sóla salva al Amor,
    Porque el Amor es como la Eternidad.




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    Mensaje por Maria Lua 10.12.24 11:51

    El fez y la independencia



    He leído recientemente un artículo de un erudito que protestaba acerca de la
    conducta de la tripulación de un vapor francés, en el que viajó desde Siria a Egipto.
    Se quejaba de que le hubieran hecho quitar, o mejor dicho, de que hubieran
    intentado hacerle quitar el fez mientras comía en su mesa.
    Todos sabemos que los occidentales consideran que es buena educación comer con la
    cabeza descubierta. La protesta de nuestro erudito me sorprendió, porque enfatiza el
    apego de los orientales a ciertos actos simbólicos que, en su opinión, embellecen la
    vida diaria. Me chocó tanto como la vez en que un príncipe hindú rechazó mi
    invitación de ir a la ópera de Milán.
    -Si me hubiera invitado a visitar el infierno del Dante -me dijo-, hubiera aceptado la
    invitación con placer; pero no a la ópera. No puedo sentarme en un lugar donde se
    me obliga a quitarme el turbante y donde se me prohibe fumar.
    Me complace que un oriental demuestre apego aunque sea a una sombra de la
    sombra de sus costumbres y tradiciones. Sin embargo, hay que considerar algunas
    verdades desagradables.
    Si nuestro amigo erudito, quien se sintió agraviado por tener que quitarse el fez en
    un barco europeo, hubiera considerado la fabricación europea de su noble tocado, le
    hubiera resultado más sencillo quitárselo.
    Sería mejor que tan independiente demanda de derechos se afirmara primeramente
    en la cultura e industria nacionales. Nuestro erudito podría haber recordado que sus
    antepasados sirios solían viajar a Egipto en barcos sirios, usando prendas hiladas,
    tejidas y confeccionadas por manos sirias. Sería mejor que él, también, usara ropas
    hechas en su país y navegara en un barco hecho y comandado por sirios.
    La falla de nuestro erudito es haber protestado por los resultados, haciendo caso
    omiso de las causas. Este es el comportamiento de la mayoría de los orientales, que
    insisten
    en ser orientales sólo en los asuntos pequeños y fútiles, y alardean de cosas -ni
    pequeñas ni fútiles- que han aceptado de los occidentales.
    A nuestro erudito y a todo el clan de los que usan fez, déjenme decirles: "Haced
    vuestro fez en vuestro propio taller; decidid luego lo que os gusta hacer con él
    cuando navegáis en un barco, o escaláis una montaña, o entráis en una cueva."
    Pongo al cielo por testigo de que no escribo esto para iniciar discusión alguna sobre
    si el fez debe o no ser usado para cualquier ocasión. Tiene otros objetivos diferentes
    que
    la discusión acerca de la permanencia de un fez cualquiera sobre cualquier cabeza
    que corone cualquier trémulo cuerpo.



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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 12.12.24 9:27

    CANCIÓN DE AMOR


    Cierta vez, un poeta, escribió una hermosa canción de amor. E hizo muchas copias y las envió a sus amigos y conocidos; hombres y mujeres y, también, a una joven que había visto, tan sólo una vez y que vivía más allá de las montañas. Y, cuando pasaron dos o tres días, vino un mensajero de parte de la joven, trayendo una carta. Y la carta decía:


    "Déjame decirte que estoy profundamente conmovida por la canción de amor que escribiste para mí. Ven pronto y habla con mis padres para tratar los preparativos de la boda". Y el poeta respondió, diciendo en su carta:


    "Amiga mía, la canción que le envié no era sino una canción de amor brotada del corazón de un poeta, cantada por todo hombre y a toda cualquier mujer. Y ella le escribió a su vez, diciendo: "¡Hipócrita y mentiroso! ¡Desde hoy, hasta el día en que me entierren, odiaré a todos los poetas por su causa!



    ****************





    LAGRIMAS Y RISAS


    Una noche, a orillas del Nilo, una hiena se encontró con un cocodrilo. Ambos se detuvieron y se saludaron. La hiena dijo: -¿Cómo vas pasando el día, Señor? -Muy mal -respondió el cocodrilo -. A veces, en mi dolor y tristeza, lloro. Y entonces las criaturas dicen: "Son lágrimas de cocodrilo". Y eso me hiere mucho más de lo que podría contar. Entonces la hiena dijo: -Hablas de tu dolor y de tu tristeza, pero, piensa por un momento en mí. Contemplo la belleza del mundo, sus maravillas y sus milagros y, llena de alegría, río, como ríen los días. Y los pobladores de la selva dicen: "No es sino la risa de una hiena".




    ****************


    En la escalinata del templo



    Ayer tarde, en la escalinata de mármol del templo vi a una mujer sentada entre dos
    hombres. Una de las mejillas de la mujer estaba pálida, y la otra, sonrojada.


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    Mensaje por Maria Lua 14.12.24 9:25

    LOS GIGANTES




    Quien escribe con tinta no es como el que escribe con sangre del corazón.
    Y el silencio que produce el tedio es diferente del silencio que nace del dolor.
    Busqué refugio en el silencio porque los oídos de la Humanidad se cerraron al susurro de los débiles y sólo escuchan el tumulto del abismo. Y es más prudente para el débil callar frente a las fuerzas tempestuosas de la vida; aquellas que tienen cañones por voz y bombas por palabras. Vivimos una época cuyos hechos más pequeños son más grandiosos que los más grandes del pasado. Los valores y los problemas que monopolizan corazones y pensamientos están en penumbras. Los antiguos sueños se desvanecen como bruma y son sustituidos por gigantes que caminan como tempestades, se mueven como el mar y respiran como vol¬canes.
    Y, ¿cuál será el destino del mundo, cuando los gigantes finalicen su guerra?
    ¿Volverá el campesino a sembrar semillas donde la muerte sembró esqueletos?
    ¿Llevará el pastor su rebaño hacia las praderas donde la sangre regó la tierra?
    ¿Se inclinará el creyente en templos donde los demo¬nios danzaron? ¿Declamará el poeta sus poemas frente a las estrellas ofuscadas por el fragor de las batallas? y ¿cantará el cantor sus canciones en la quietud perturbada por tantos horrores?
    ¿Se sentará la madre al lado de la cuna de su niño para arrullarlo sin temores del mañana?
    ¿Se encontrarán los enamorados a cambiar besos donde los enemigos cambiaron golpes?
    ¿Volverá la primavera a cubrir con flores las heridas de la tierra?
    Y, ¿qué será de nuestra patria? ¿Cuál de los gigantes dominará aquellas colinas y aquellas praderas que nos dieron vida y nos transformaron en hombres y mujeres?
    ¿Continuará el Oriente siendo disputado por lobos y cerdos, o caminará como la tempestad hasta la guarida del león y el nido de las águilas?
    Y, ¿se levantará nuevamente la aurora sobre las cumbres del Líbano?
    Siempre que estoy solo le hago preguntas a mi alma. Pero el alma es como el Destino, no habla.
    ¿Quién de vosotros no se preocupa del futuro del mundo y sus habitantes una vez que los gigantes se hayan saciado de lágrimas de viudas y huérfanos?
    Soy de los que creen en la ley de la evolución y el pro¬greso. A mi entender esta ley alcanza tanto a lo material como a lo inmaterial. Lleva de lo bueno a lo mejor, no sola mente a las criaturas físicas sino también a las religiones y a los gobiernos. Sólo hay retrocesos y decadencias apa¬rentes.
    La ley de la evolución tiene infinitas ramificaciones pero una sola raíz. Sus manifestaciones son, a veces, duras e injustas y oscuras, provocando la rebeldía de las mentes limitadas y de los corazones frágiles. Pero su esencia es, siempre, justa y luminosa. Se ocupa de derechos superio¬res a los del indiviudo y sus objetivos son superiores a los de la comunidad. Su voz, mezcla de horror y suavidad, con¬tiene el gemir de los flagelados y la angustia de los que sufren.
    Alrededor de mí hay muchos enanos que .miran,. desde lejos, la lucha de los gigantes y oyen sus gritos de júbilo y rabia, mientras croan como ranas diciendo:
    -El mundo volvió a sus orígenes. Lo que las genera¬ciones edificaron por la ciencia y por el arte, el hombre lo demolió por egoísmo y ambición. Vivimos nuevamente como trogloditas. Y sólo nos diferencian de ellos nuestras máquinas y las estratagemas que inventamos para destruir.
    Los que así hablan, son los que miden la conciencia del mundo con la vara de sus propias conciencias y analizan las aspiraciones de la Humanidad por la necesidad de su supervivencia individual, como si el sol, existiera solamente para calentarlos y el mar para sus baños.
    De las entrañas de la vida, más allá de la materia, de las profundidades del universo donde los secretos son guarda¬dos, surgirán los gigantes como una tempestad, y ascende rán como nubes y chocarán como montañas y lucharán para resolver un problema de la Tierra, que solamente la guerra puede resolver.
    Los hombres, sus conocimientos, su amor y su odio, su desesperación y su dolor, son apenas mecanismos que los gigantes emplean con miras a un objetivo superior que debe ser alcanzado.
    La sangre derramada se transformará en ríos de elixir y las lágrimas lloradas brotarán como flores y las almas asesinadas se reunirán y aparecerán por detrás del horizonte como una nueva aurora.
    Y la primavera retornará. Pero aquél que desea alcanzar la primavera sin pasar por el invierno jamás lo logrará.


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    Mensaje por Maria Lua 15.12.24 10:27

    EL SER NACIONAL




    Una nación, es una comunidad de individuos que se diferencian en su carácter, tendencias y opiniones, pero que están unidos por una red moral, más fuerte que sus divergencias.
    Tal vez, la unidad religiosa constituya un hilo de esta red. Con todo, las divergencias religiosas no perjudican a la unidad nacional sino cuando esta unidad estaba previa¬mente debilitada, como en ciertos países orientales.
    Tal vez la unidad de lengua sea fundamental para la realización de la unidad nacional. Existen, todavía, mu-chos pueblos que hablan la misma lengua, pero, divergen continuamente en su política, administración e ideología. Tal vez la unidad de raza sea también esencial. Pero la Historia cita muchos ejemplos de pueblos que, descendiendo de la misma simiente, han luchado unos contra otros, hasta su mutua destrucción.
    Los intereses materiales, tal vez sean un elemento de unidad. Pero, ¿en cuántos países los intereses materiales sólo han servido para generar competencia y luchas internas?
    ¿Cuál es, entonces, el fundamento esencial de la unidad nacional? ¿Cuál es el suelo en que crece el árbol de la nación? Tengo a este respecto, ideas propias, que ciertos pensa¬dores hallan extrañas porque sus orígenes y consecuencias no son palpables.
    He aquí lo que pienso:
    Cada pueblo tiene una personalidad característica, así como cada individuo la tiene a su vez. Y, aunque la persona¬lidad nacional tome sus componentes de los individuos, así como el árbol forma su sustancia con el agua, la tierra, el calor y la luz, esa personalidad general, es diferente e inde¬pendiente de las personalidades individuales, y tiene vida y voluntad propias.
    Y, así como encuentro difícil determinar la época en que se forma la personalidad de cada individuo, así encuentro de difícil determinar la época en que se forma la personalidad nacional. Pienso, sin embargo, que la personalidad egipcia, por ejemplo, se formó, por lo menos quinientos años antes de la aparición de la Primera Dinastía en las márgenes del Nilo. Esa personalidad produjo las manifestaciones artísti¬cas, religiosas y sociales de la historia egipcia. Y lo que digo de Egipto, se aplica a Asiria, Persia, Grecia, Roma, Arabia y las naciones modernas.
    Dije que la personalidad nacional tiene una vida especial. Sí, y tiene también, un tiempo de vida limitado que no puede ser trascendido, exactamente como en el caso de todos los seres vivos. El individuo se desenvuelve pasando por la in¬fancia, por la juventud, por la madurez, por la vejez; y asi también se desarrolla la nación: pasando por la aurora velada por el sueño, por el mediodía iluminado por el esplendor del sol, por la tarde marcada por el tedio, con la noche en¬vuelta por el cansancio, por un sueño profundo...
    La entidad griega, despertó en el siglo X antes de Cristo y caminó con fuerza y majestad en el siglo V y se había agotado al llegar la era cristiana. Se entregó, entonces, para siempre, al sueño de la eternidad.
    La entidad árabe tomó conciencia de sí misma en el siglo III antes del islam. Con el Profeta Mahoma, se levantó como un gigante y caminó como un temporal, derrumbando todos los obstáculos. Y, cuando alcanzó la época de los Abássidas, se sentó en un trono apoyado en muchas bases; desde la india hasta Andalucía. Y, llegó al atardecer cuando la perso¬nalidad mongólica esta creciendo y extendiéndose de Oriente a Occidente. ¿Será el sueño de la entidad árabe un sueño liviano y despertará de nuevo para exteriorizar lo que perma¬necía escondido como lo hizo la entidad Romana, cuando volvió, en el Renacimiento Italiano, y completó en Venecia, Florencia y Milán, lo que había sido interrumpido por los pueblos teutónicos al comienzo de la Edad Media?
    Y la más llamativa de las entidades nacionales es la francesa. Vivió dos mil años y aún continúa joven y radiante. Y posee hoy una mente más penetrante y una visión más amplia y un arte y una ciencia más ricas que en cualquier otra época pasada, demostrando que hay entidades nacio¬nales que tienen vida más larga que otras. La entidad egipcia vivió tres mil años. La entidad griega sólo vivió mil años. Las causas de esta desigualdad quizá sean las mismas que de¬terminan la duración de la vida individual.
    ¿Qué sucede con las entidades nacionales después que desempeñaron su papel en el teatro de la existencia? ¿Se desvanecen frente al paso de los días y las noches?
    En mi opinión, las entidades inmateriales se transfor¬man y no desaparecen. Y, como los seres materiales, adquie¬ren nuevas formas, pero su esencia sobrevive para siempre. El alma de las naciones duerme, como duermen las flores: cuando sus semillas caen al suelo su perfume _asciende al mundo de la eternidad. Para mí, el perfume, en la flor y en la nación, es su verdad absoluta, su real esencia. Y el perfume de Tebas y Babel y Nínive y Atenas y Bagdad, está hoy en el éter que envuelve la tierra. Y, quizás, esté también en lo más profundo de nuestras almas. Todos nosotros, individuos y naciones, somos los herederos de todas las entidades na¬cionales que ya existieron sobre la superficie de la tierra.
    Esa herencia etérea, no adquiere, sin embargo, formas palpables en los individuos, hasta que no se perfeccione la nación a la que pertenecen esos individuos, y adquiera una vida y una voluntad propias.



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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 16.12.24 15:17

    LA TEMPESTAD
    Primera Parte

    Yussef El Fakhri, tenía treinta años cuando abandonó la sociedad yendo a vivir a una solitaria ermita, cercana al Vallé de kadisha, en el norte del Libano.
    Los pobladores de las aldeas vecinas, discutían los mo¬tivos de su decisión. Algunos decían que perteneció a una rica y noble familia y que, al ser traicionado por la mujer que amaba, buscó consuelo en la soledad. Otros decían que era un poeta que, harto de la vida bulliciosa de la ciudad, desertó de ella buscando el sitio apropiado para meditar y, entregarse a la inspiración. Muchos otros, afirmaban que era un místico que se contentaba con el mundo espiritual. Otros, decían que, simplemente, era un loco.
    Ninguna de esas opiniones me conformaba, pues sé que los secretos de las almas están más allá de nuestras suposi¬ciones y deducciones. Y deseaba encontrarme con aquel hombre y conversar con él. Dos veces traté de acercarme y sólo recibí palabras frías y altivas.
    La primera vez que lo encontré, Yussef estaba paseando por los Cedros del Líbano, me acerqué y lo saludé amis¬tosamente, mas él, tan sólo movió la cabeza y se alejó sin hablarme.
    La segunda vez, lo encontré parado en medio de un pequeño viñedo vecino a un monasterio, y, nuevamente, me acerqué a él, lo saludé y le dije:
    -Dicen los aldeanos que aquél monasterio fue cons¬truido por una congregación siria del Siglo XIV, ¿sabe usted algo de su historia?
    Y él me respondió, fríamente:
    -No sé quién construyó ese monasterio, ni tengo inte¬rés en saberlo -y mientras se volvía de espaldas, agregó-: ¿Por qué no preguntas a tus abuelos, que son más viejos que
    yo y conocen de estos valles y de su historia, más que yo? -Después se alejó.
    Dos años más tarde, el misterio continuaba intacto, pero la curiosidad por conocer la verdad acerca de la vida de ese hombre extraño, se había apoderado de mi mente y de mis sueños.

    Segunda Parte

    En un día de otoño, vagando por las colinas adyacentes a la ermita de Yussef El Fakhri, fui sorprendido por un fuerte viento, seguido de espesa lluvia. La tempestad me empujaba de un lado hacia otro y me bamboleaba como un barco sin timón en un mar bravío.
    Y me dije: "Esta es mi oportunidad para visitar a Yussef, la tempestad será mi justificación para entrar y mis ropas-mo¬jadas, una buena razón para quedarme un tiempo en su er¬mita". Y dirigí mis pasos hacia la morada de Yussef El Fahri. Me hallaba en una situación angustiosa, cuando por fin, alcancé la ermita. Cuando llamé, el hombre que yo estaba tan ansioso por ver, salió a recibirme. Llevaba en sus manos un avecilla herida y temblorosa. Lo saludé, diciendo:
    -Por favor, discúlpeme por presentarme en este estado, pero la tempestad me sorprendió lejos de mi casa.
    El, me miró con severidad diciéndome:
    -Hay muchas grutas por estos lugares en que podrías haberte refugiado -sin embargo, apartándose, me hizo entrar. Yo lo contemplaba, mientras el acariciaba el avecilla, con una ternura tal como jamás había visto en mi vida y quedé sorprendido; la compasión y la aspereza convivían en aquel hombre.
    El pesado silencio nos había cubierto. El se hallaba molesto con mi presencia y yo deseaba quedarme. Final¬mente Yussef dijo:
    -La tormenta ya se ha calmado, por otra parte a ella no le agrada comer carne pasada. ¿Por qué huyes de ella? Con un toque de humor, respondí:
    -La tempestad puede no gustar de comidas muy saladas o muy ácidas pero sin duda le agradan las comidas frías y tiernas, y sin duda se sentiría satisfecha de engullirme si me atrapa de nuevo.
    El rostro del eremita se puso serio al decir:
    -Si la tempestad te engulle, te conferirá un gran honor que no mereces.
    -Sí, señor -asentí-, huí de la tempestad paró no recibir un honor inmerecido.
    Yussef dio vuelta la cara tratando de ocultar su sonrisa y luego me acercó un banco de madera y me invitó a sentarme y a secar mi ropa en la estufa.
    Agradecido, me senté. El se acomodo frente a mí, en un banco de piedra labrada y, humedeciendo sus dedos en un ungüento, comenzó a frotar con él, la cabecita del ave y su ala quebrada. Sin levantar los ojos, me dijo:
    -El vendaval arrojó a este pobre pájaro contra las rocas, dejándolo medio muerto... Ojalá los temporales quebraran las alas de los hombres y rompieran sus cabezas. Pero los hombres fueron amasados con miedo y cobardía, apenas olfatean la tormenta, se ocultan asustados...
    Contesté, con deseo de alentar la conversación:
    -Sí, el pájaro y el hombre tienen esencias diferentes. El hombre vive a la sombra de leyes y tradiciones inventadas por él y las aves, según las leyes universales que hacen girar los mundos.
    Sus ojos brillaron y sus brazos se abrieron como si hu¬biera encontrado, en mí, un discípulo de rápida compren¬sión. Despues dijo:
    -Muy bien, muy bien. Si crees en lo que dices, abandona a los hombres y vive como las aves, la ley del cielo y de la tierra.
    -Claro está que creo en lo que digo -respondí.
    Levantó, entonces, su mano y con su tono anterior expresó:
    -Creer es una cosa y vivir conforme a las creencias es otra. Muchos hablan con la voz profunda del mar mientras viven como pantanos. Muchos alzan su cabeza por encima de las montañas mientras sus almas permanecen en las tinieblas de sus grutas.
    Yussef se levantó y acomodó el pajarito, sobre un paño doblado, junto a la ventana. Arrojó después un montón de ramas secas al fuego diciendo:
    -Quítate las botas y sécate los pies, pues la humedad es peligrosa para la salud. Seca bien tus ropas y ponte cómodo. La ya prolongada hospitalidad de Yussef, mantuvo viva mi esperanza de conocer la historia de su exilio voluntario. Me aproximé al fuego y el vapor comenzó a brotar de mis ropas mojadas. Mientras tanto, el eremita, de pie en la puerta, contemplaba el cielo ceniciento.
    Busqué ávidamente una forma de extraer de él una res¬puesta a mi inquietud; finalmente pregunté:
    -¿Hace mucho que has venido a este sitio?
    -Vine a este lugar -contestó sin mirarme- cuando la tierra era informe y vacía, y las tinieblas floraban sobre la profundidad del abismo, cuando el Espíritu de Dios se re¬flejaba sobre la superficie de las aguas...
    Quedé espantado tras esas palabras. Luchando por reunir mis pensamientos me dije: " ¡Qué hombre extraño! ¡Y qué difícil el camino que lleva, a su realidad! Pero me acercaré con cautela, con astucia y. con paciencia, hasta que su reti¬cencia se transforme en comunicación y comprenda su extrañeza.

    Tercera Parte

    La noche extendió su manto negro sobre aquellos valles. La lluvia se hizo torrencial y el viento aullaba cada vez más fuerte. Parecía que el diluvio bíblico se repetía para extin guir la vida y lavar a la tierra de Dios de la impureza humana.
    Y la furia de los elementos pareció serenar el corazón de Yussef y su agresividad desapareció. Se volvió, encendió dos velas y acercó una botella de vino y una bandeja con pan, queso, aceitunas, miel y frutas secas. Se sentó cerca mío y dijo amablemente:
    -Son todas mis provisiones. Hazme el favor, hermano mío, de compartirlas conmigo.
    Cenamos sin hablar, acompañados por los sonidos del viento y la lluvia.
    Después de levantar la mesa, retiró de la estufa una ca¬fetera de bronce y sirvió ,dos tazas del aromático líquido acercando, luego, una caja de exquisitos cigarros.
    Tomé una taza y un cigarro, dudando de lo que estaba viendo. Y él, como si leyera mis pensamientos, sonrió di¬ciendo:
    -Te asombra encontrar vino y cigarros y café en esta ermita; tal vez te extraña hallar comida. No te censuro. Muchos imaginan que nuestro alejamiento de la sociedad supone el alejamiento de los placeres naturales y simples de la existencia.
    -Así es. Imaginamos a los eremitas sustentándose, apenas, con hierbas y agua.
    -No abandoné el mundo para encontrar a Dios -dijo-, pues lo encontraba en la casa de mis padres y en todo sitio. Me aparté de los hombres porque yo era una rueda que giraba hacia la derecha entre ruedas que giraban hacia la izquierda. Dejé la civilización porque me di cuenta de que era un árbol viejo y carcomido, cuyas flores eran la codicia y el engaño y, cuyos frutos son la infelicidad y el desaso¬siego. Algunos reformadores intentaron transformarla, pero nada consiguieron y acabaron perseguidos y derrotados. -Se inclinó sobre la estufa y, como sabiendo el efecto que sus palabras me causaban, bajó la voz diciendo: -No, no busqué la soledad para orar y dedicarme al ascetismo, pues la oración, que es el canto del alma, alcanza los oídos de Dios aún mezclada con el tumulto de las multitudes. Y el ascetismo, que es la humillación del cuerpo y la inmola¬ción de sus deseos, es algo que no condice con mi religión. Dios creó los cuerpos para que fueran templos de las almas. Debemos cuidar de esos templos para que sean dignos de la divinidad que mora en ellos. No, hermano mío, no busqué la soledad para orar o castigarme, sino para huir de los hom¬bres, de sus leyes, de sus tradiciones y de su bullicio. Busqué la soledad porque me cansé de los que confunden amabili¬dad con debilidad, tolerancia con cobardía y altivez con orgullo. Busqué la soledad porque me cansé de luchar con los adinerados que piensan que el sol y la luna y las estrellas se levantan desde sus cofres y se ponen en sus bolsillos. Busqué la soledad porque me cansé de los políticos que arrojan a los ojos del pueblo polvos dorados y a sus oídos falsas promesas. Me cansé de los sacerdotes que aconsejan a otros y no se aconsejan a sí mismos; y exigen a otros lo que no se exigen a sí mismos.
    "Busqué las montañas deshabitadas porque en ellas está el despertar de la primavera, y los deseos del verano; las canciones del otoño y la fuerza del invierno. Vine a esta ermita para descubrir los secretos del universo y aproximarme al trono de Dios.
    Yussef calló y lanzó un suspiro, como si se hubiera alivia¬do de una pesada carga. En sus ojos brillaban mágicos rayos de una luz extraña y, sobre su rostro reflejos de grandeza, voluntad y determinación.
    Pasaron algunos minutos. Yo me hallaba feliz por haber descubierto el secreto que tanto tiempo ocupó mi mente. -Tienes razón en todo lo que me has dicho -le dije- y es correcto tu diagnóstico de los males sociales; pero lo que no me parece correcto es que, como buen médico, te apartes del enfermo antes de curarlo o antes de que muera. Este mundo desesperado requiere tu atención. Y, ¿es justo y caritativo que te alejes negándole tu auxilio?
    El me enfrentó pensativo, y respondió:
    -Desde el principio del mundo, los médicos han tratado de salvar los hombres de sus males; algunos. usaron bisturíes y otros medicinas; pero todos murieron desesperados sin conse¬guir nada y la enfermedad se extendió implacablemente. Y estos enfermos malvados matan a sus médicos y, después de cerrarles los ojos, dicen: "Eran realmente grandes médicos." No, mi querido amigo, nadie cambiará a los hombres. El más hábil de los agricultores no obtendría cosecha alguna en el invierno.
    -Pero el invierno de la Humanidad pasará -le dije enton¬ces-. Luego vendrá la Primavera, con sus flores y canciones. Y el respondió, con una sonrisa:
    -¿Crees que Dios dividió la Eternidad en Estaciones como las estaciones del año? ¿Vendrá, de aquí a un millar de millones de años, una generación de hombres que vivirá por el espíritu y la verdad, y hallará su felicidad en la luz del día y en la quietud de la noche? ¿Vendrá, todo esto alguna vez...? Esos son sueños lejanos. Y esta ermita no es una morada de sueños...
    -Respeto tus convicciones y tu soledad -le dije-. Pero también sé que esta infeliz nación perdió, con tu alejamiento, un hombre dotado, capaz de despertarla y guiarla.
    -Esta nación es como las demás naciones -dijo él¬Todos los hombres son iguales y sólo difieren en cosas sin importancia. Lo que se considera progreso, en Occidente, es apenas otra sombra de la ilusión y, la hipocresía, aunque trate bien a algunos, no deja por eso de ser hipocresía. Y la impos¬tura permanece impostura aun cuando se vista de seda y habite un palacio. Y el fraude y la codicia no cambian su naturaleza aunque aprendan a medir distancias y a pesar elementos. Ni los crímenes se transforman en virtudes cami-nando en fábricas y rascacielos... La eterna Esclavitud a enseñanzas y costumbres y supersticiones, permanecerá escla¬vitud, aunque pinte su rostro y disfrace su voz. La Esclavitud permanece Esclavitud aunque se intitule Libertad.
    "No, hermano mío, el Occidente no es mejor que el Oriente, ni el Oriente inferior al Occidente y la diferencia que existe entre ellos no es mayor que la que existe entre el tigre y el león. Hay una ley que he hallado tras las apariencias de la sociedad, que reparte miserias, infelicidad, ceguera e igno¬rancia, sin distinguir entre pueblo y pueblo, entre raza y raza...
    -¿Entonces, todo es vanidad? -exclamé-. ¿La civiliza¬ción y todo lo que hay en ella, nada es, sino vanidad?
    -Sí -dijo él con rapidez-, la civilización y todo lo que hay en ella, nada es sino vanidad... Los inventos y los descu¬brimientos sólo son para diversión y confort del cuerpo. La conquista de la distancia y la victoria sobre los mares sólo son falsos frutos que no satisfacen al alma, ni alimentan el corazón ni elevan el espíritu, pues están lejos de la Naturaleza. Y aquellas teorías y estructuras que los hombres llaman arte y ciencia, no son nada, sino cadenas y grilletes dorados, que arrastran pesadamente alegrándose con sus reflejos brillantes y sus tintineantes sonidos. Todo eso no es sino una jaula cuyos barrotes los hombres comenzaron a forjar hace siglos, inconcientes de que construían la cárcel en que quedarían aprisionados. Sí, fútiles son los hechos de los hombres y vanos sus propósitos.. Todo es vanidad sobre la tierra.-Y agregó luego: -Entre todas las cosas de la vida, sólo hay una, una sola que el espíritu anhela y desea fervientemente. Una sola, deslumbrante, que merece todo nuestro amor y toda nuestra dedicación.
    -¿Qué? -le pregunté; y esperé, ansioso, por saber qué era eso, maravilloso y único.
    Yussef me contempló un instante, luego cerró los ojos, cruzó sus brazos y con el rostro iluminado y la voz serena y sincera, respondió:
    -El despertar espiritual. El despertar en las profundida¬des del corazón de un poder irresistible y magnífico que des¬ciende, de pronto, sobre la conciencia del hombre y abre sus ojos, y le hace ver la Vida en medio de una lluvia brillante, de una música profunda, rodeada de un círculo de luz dorada y, al hombre de pie, entre el cielo y la tierra como un pilar de belleza. Es una llama que, repentinamente asciende devasta¬dora, dentro del espíritu y quema y purifica el corazón y lo eleva rnás allá de la tierra y lo hace flotar en el espacio ilimi¬tado.
    "Es una fuerza que se aloja en el corazón del hombre y se rebela contra todos los obstáculos.
    "Es la mano misteriosa que arrancó los velos de mis ojos cuando vivía en medio de la sociedad, en el seno de mi fami¬lia, con mis amigos... Muchas veces, hablando conmigo mismo, me preguntaba: "¿Qué es el Universo, por qué soy diferente de aquellos que me miran, qué son esos rostros, qué representan para mí, por qué vivo con ellos? ¿Soy un extran¬jero en medio de ellos o son ellos los extranjeros en esta tierra formada por la Vida que me confió sus claves?-Y después de un corto silencio, agregó:-Eso fue lo que me aconteció hace cuatro años, cuando dejé el mundo y busqué esta soledad para vivir despierto y encontrar la paz.
    Caminó luego ¿hasta la puerta y, contemplando la oscu¬ridad dijo, como hablando a la tormenta:
    -Es el despertar espiritual. Y quien lo siente no puede expresarlo con palabras y quien no lo siente, jamás podrá conocerlo por palabras.

    Cuarta Parte

    Pasó una larga hora. Yussef El Fakhri, caminaba, con laros pasos por la sala, deteniéndose de a ratos, a contem¬plar' -los cielos cenicientos. Yo permanecía en silencio, reflexionando sobre la extraña armonía entre alegrías y tristezas que había en su solitaria vida.
    Pasó un tiempo más, y luego se acercó a mí diciendo:
    -Voy ahora a caminar con la tempestad noche adentro para sentir de cerca la expresión de la Naturaleza. Es una costumbre que me deleita en otoño y en invierno. Allí tienes los cigarros y el vino y, allá la cafetera. Pasa aquí la noche como si fuera tu casa.-Se envolvió en un manto negro y agregó, sonriendo:-Haz el favor de cerrar la puerta mañana, cuando te vayas, para que no entren los intrusos, pues yo pasaré el día entre los Cedros Sagrados.-Y se dirigió a la puerta llevando un largo cayado, diciendo:-Si la tempestad te sorprendiera otra vez, no dudes en refugiarte en esta ermita. Aunque espero que aprendas a amar la tempestad en vez de temerla. Buenas noches, hermano mío.
    Abrió la puerta y salió, con la cabeza erguida, hacia la oscuridad. Fui hasta el umbral para ver qué dirección había tomado, pero ya había desaparecido, sólo se oyó, por un momento, el ruido de sus pasos sobre las piedrecillas del valle.

    Quinta Parte

    Después de una noche pasada en medio de profundos pensamientos, llegó la mañana. Había pasado la tempestad, el cielo estaba claro, y las montañas y las campiñas reflejaban los rayos del sol. Al volver a la ciudad sentí aquel despertar espiritual del que habló Yussef. Sentí estremecer todas las fibras de mi ser por un temblor que era visible y, cuando me calmé, todo era belleza y perfección a mi alrededor. Después de haber estado cerca de algunas personas y haber oído sus voces y observado sus actos, me detuve y me dije:
    -Sí, el despertar espiritual es lo esencial, lo fundamental en -la vida del hombre y la única finalidad de su existencia.
    Nunca más vi a Yussef El Fakhri, pues, a causa de mis esfuerzos por atender los males de la civilización, la Vida me expulsó del Norte del Líbano durante aquel mismo otoño y tuve que vivir en el exilio de un país lejano, que también tenía sus tempestades... Y llevar una vida de eremita en ese país extranjero es una especie de locura gloriosa, pues su sociedad también está enferma...


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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 17.12.24 9:21

    LA HECHICERA

    ¿Hacia dónde me llevas, oh, hechicera?
    ¿Hasta cuándo te seguiré por este camino escarpado, cubierto de espinas, que serpentea entre las piedras y lleva mis pies á la cumbre y a mi alma conduce al abismo?
    Seguiré la orla de tu vestido. Te seguiré como un niño sigue a su madre, olvidado de mis sueños, absorbido por tu belleza, distraído por las sombras que flotan sobre mi cabe¬za, atraído por la fuerza misteriosa que se esconde en tu cuerpo.
    Detente un instante y déjame contemplar. tu rostro. Mírame un momento; quizá descubra en tus ojos los secre¬tós de tu corazón y, en tus facciones, los enigmas de tu alma.
    Detente un instante, oh, hada. Estoy cansado de andar y mi alma teme a los peligros del camino. Detente. Ya alcan¬zamos la encrucijada donde la vida y la muerte se encueníran.
    Y no daré un paso más hasta que mi alma no descubra las intenciones de tu alma y mi corazón discierna los secretos de tu corazón.
    Oye, ¡oh, hada hechicera!
    Yo era hasta ayer, un pájaro libre que se movía entre los arroyos y flotaba en el espacio y, al atardecer se posaba en los árboles y contemplaba los palacios y los templos de la ciudad y las nubes coloridas que el sol construyó en el crepúsculo y destruyó en el ocaso.
    Yo era como el pensamiento, que recorre, solo, las tierras de Oriente y Occidente, alegre con las bellezas y las delicias de la vida y sondeando los secretos y misterios de la exis¬tencia.
    Yo era como un sueño: caminaba en las tinieblas de la noche y entraba por las ventanas en las alcobas de las vírgenes adormecidas y jugaba con sus sentimientos. Después pasaba por los lechos de los jóvenes yexcitaba sus deseos. Y me sentaba cerca de los viejos y analizaba sus pensamientos. Hoy, habiéndome encontrado, oh, hechicera, y habiendo absorbido el veneno de tus besos, me he transformado en prisionero que carga sus cadenas sin rumbo conocido. Y me transformé en borracho que clama por el vino que robó su voluntad y besa la mano que le dio bofetadas.
    Detente un instante, oh, hechicera, ya recuperé mis fuerzas y quebré las cadenas que aprisionaban mis pies y derramé la copa en que bebía el veneno que me deleitaba. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Qué camino quieres que cami¬nemos?
    Reconquisté mi libertad.
    ¿Me aceptarías como compañero libre, que mira el sol con párpados firmes y toma el fuego con dedos que no temen?
    Abrí nuevamente mis alas. ¿Me aceptas, como amigo, que pasa los días entre montañas como el águila y, las noches durmiendo en el desierto como un león?
    ¿Te satisfarás con el amor de un hombre para quien el amor es un comensal y no un dueño?
    ¿Aceptarás la pasión de un corazón que desea, mas no se entrega: y que quema, mas no se derrite?
    ¿Aceptarás un amigo que no esclaviza ni se deja esclavizar? He aquí, entonces, mi mano; tómala en tus hermosas manos. He aquí mi cuerpo, apriétalo con tus brazos suaves. He aquí mi boca, bésala largamente, profundamente, silen¬ciosamente.



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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 18.12.24 15:49

    E L
    R E Y
    S A B I O



    Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con
    tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.
    Había también un el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que
    bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de
    la ciudad.
    Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete
    gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:
    -Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.
    A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran
    chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.
    Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:
    -El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos
    permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.
    Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y
    cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran
    chambelán, para que también bebiera.
    Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran
    chambelán habían recobrado la razón.




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    Mensaje por Maria Lua 19.12.24 17:15

    LA GUERRA

    Una noche, hubo fiesta en palacio, y un hombre llegó a postrarse ante el príncipe; todos los invitados se quedaron mirando al recién llegado, y vieron que le faltaba un ojo, y que la cuenca vacía sangraba. Y el príncipe le preguntó a aquel hombre: -¿Qué te ha sucedido? - ¡Oh príncipe! -respondió el hombre-, mi profesión es ser ladrón, y esta noche, como no hay luna, fui a robar la tienda del cambista, pero mientras subía y entraba por la ventana cometí un error, y entré en la tienda del tejedor, y en la oscuridad tropecé con el telar del tejedor, y perdí un ojo. Y ahora, ¡oh príncipe! suplico justicia contra el tejedor.

    El príncipe mandó traer al tejedor y, al llegar éste al palacio, el soberano decretó que le vaciaran un ojo. - ¡Oh príncipe! -dijo el tejedor-, el decreto es justo. No me quejo de que me hayan sacado un ojo. Sin embargo, ¡ay de mí!, necesitaba yo los dos ojos para ver los dos lados de la tela que hago. Pero tengo un vecino de oficio zapatero, que tiene los dos ojos sanos, y en su trabajo no necesita los dos ojos... El príncipe entonces, envió por el zapatero. Y éste acudió, y le sacaron un ojo. ¡Y se hizo justicia!


    ( de El Loco)




    EL ESPANTAPÁJAROS -


    Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo- dije en día a un espantapájaros. -La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa- me dijo. Tras un minuto de reflexión, le dije: -Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha. -Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla -me dijo. Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado. Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo. Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero.






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    y en ese vuelo y en ese sueño
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    y tren de tus ilusiones."
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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 20.12.24 16:19

    ENTRE NOCHE Y DÍA

    Calla, corazón mío. Pues el espacio no escucha tu voz.
    Cállate, pues el éter, cargado de lamentaciones y gemidos, no llevará tu canción y la procesión de tinieblas no se detiene frente a tus sueños.
    Cállate, corazón mío. Cállate hasta que llegue el día. Pues quien aguarda el día con paciencia, lo hallará. Y quien ama la luz, será amado por la luz.
    Calla, corazón mío, y óyeme.
    Vi, en sueños, un ruiseñor cantando sobre el cráter de un volcán vomitando lava.
    Y vi un lirio alzarse erecto por encima de la nieve. Y vi un hada danzando entre las tumbas.
    Y vi un niño jugando con cráneos y riendo.
    Vi todas esas imágenes en sueños y, al despertar miré a mi alrededor. Y vi el volcán en actividad, pero no vi al rui¬señor, ni lo oí.
    Y vi al cielo derramando nieve sobre los campos y los valles enterrando bajo sus blancas mortajas los cuerpos de los lirios.
    Y vi hileras de tumbas con sus lápidas erectas frente al silencio de los siglos; pero, en medio de ellas, nadie danzaba ni rezaba.
    Y vi un montículo de cráneos, pero nadie reía allí, tan sólo el viento.
    En mi despertar sólo vi tristezas y llantos. ¿Adónde fueron las alegrías del sueño? ¿Y su esplendor y sus imáge¬nes? ¿Y cómo puede soportar el alma hasta que el sueño le devuelva la sombra de sus esperanzas y aspiraciones?
    Presta atención, corazón mío, a lo que estoy diciendo. Ayer mi alma era un árbol fuerte y sus raíces penetraban profundamente la tierra y sus ramas alcanzaban el cielo.
    Y mi alma floreció en primavera y dio sus frutos en vera¬no. Y, cuando llegó el otoño, recogí los frutos en bandejas de plata y coloqué las bandejas en los caminos públicos y los transeúntes los tomaban, los comían y seguían su camino.
    Al finalizar el otoño, miré mis bandejas y sólo vi en ellas un fruto, que dejaran los transeúntes. Lo tomé, lo comí, y lo encontré amargo como la hiel, ácido como uva verde. Y le dije a mi alma:
    "¡Ay de mí! Puse maldición en la boca de las personas y odio en sus estómagos. ¿Qué hiciste, alma mía, con la dulzura que tus raíces sorbieron de lo profundo de la tierra y qué, con el perfume que tus ramas bebieron de la luz del sol?"
    Después, arranqué el árbol de mi alma, por más fuerte y añoso que fuera.
    Lo arranqué, con sus raíces de la tierra donde había brotado y crecido; lo arranqué de su propio pasado y lo despojé del recuerdo de mil primaveras y de mil otoños.
    Después, planté el árbol de mi alma en una nueva tierra. Lo planté en un campo distante, apartado de los caminos del tiempo. Y lo cuidé, diciendo: "Las vigilias nos aproximan a las estrellas." Y lo regué con mi sangre y mis lágrimas diciendo: "En la sangre hay sabor y en las lágrimas dulzura." Y, cuando volvió la primavera, mi alma floreció de nuevo. Y en el verano dio sus frutos.
    Y cuando llegó el otoño, recogí los frutos maduros en bandejas de oro y coloqué las bandejas en la encrucijada de las calles. Y muchos transeúntes pasaron, pero ninguno extendió su mano para tomar uno.
    Tomé, entonces un fruto y lo comí. Y era dulce como la miel y sabroso como elixir y más suave que el vino de Babilo¬nia y más perfumado que aliento de un jazmín. Grité enton¬ces:
    "Los hombres no quieren la Bendición en sus bocas, ni la Verdad en sus corazones, porque la Bendición es hija de las lágrimas y la Verdad es hija de la sangre.¬
    Y regresé. Y me senté a la sombra del árbol de mi alma en un campo apartado del camino de los hombres.
    Cállate, corazón mío, cállate hasta que llegue el día. Cállate, pues el espacio está repleto del olor de los cadá-veres y no absorberá tu aliento.
    Oye, corazón mío, mis palabras.
    Ayer, mi pensamiento era un velero que oscilaba de uno a otro lado con las olas y se movía a placer de los vientos, de una a otra playa.
    Y el velero de mi pensamiento carecía de todo. Tan sólo poseía siete frascos llenos de tintas de siete colores distintos, como el arco iris.
    Un día, harto de viajar por los mares, decidí volver, con el velero de mi pensamiento, a la tierra donde nací.
    Y comencé a pintar mi velero con color amarillo como el sol y verde como el corazón de la primavera; azul como el techo del cielo y rojo como el horizonte en llamas y dibujé sobre las velas y el timón formas fantasiosas que atraían la mirada y encantaban la imaginación. Y, al terminar mi traba¬jo, mi velero semejaba la visión de un profeta vagando eritre dos infinitos: el mar y el cielo. Entré, entonces, en el puerto de mi tierra y, todo el pueblo salió a mi encuentro con alelu¬yas y regocijo y me condujeron a la ciudad, al son de trompe¬tas y tambores.
    Hicieron todo esto, porque el exterior de mi velero era colorido y atrayente, pero nadie entró en el interior del vele¬ro de mi pensamiento.
    Y ninguno prebió qué había traído de otros puertos en mi velero.
    Y nadie supo que lo había traído vacío, al puerto. Entonces, me dije a mí mismo: "A todos engañé. Y con siete fraseos de colores, ilusioné sus ojos y su imaginación. Un año después me embarqué, nuevamente, en mi velero. Visité las islas de Oriente y allí recogí mirra, sándalo y ámbar.
    Y fui a las islas de Occidente donde recogí polvo de oro; marfil, esmeraldas y todas las demás piedras preciosas.
    Y fui a las islas del Norte y en ellas cargué sedas y borda¬dos.
    Y a las islas del Sur, de donde traje las espadas y los escudos más perfectos y toda variedad de armas.
    Llené el velero de mi pensamiento con todas las cosas valiosas y llamativas de la tierra. Y retorné al puerto de mi patria, pensando: "Ahora mi pueblo me glorificará con razón y me recibirá con regocijo merecido."
    Mas, cuando llegué al puerto, nadie salió a mi encuentro. Y recorrí las calles de la ciudad sin que nadie me prestara atención.
    Y hablé en las plazas públicas enumerando los tesoros que había traído. Pero la gente me miraba con desprecio o se burlaba de mí, y seguía su camino.
    Volví al puerto, triste y perplejo y, cuando vi mi barco, me di cuenta de algo que no había percibido antes y excla¬mé entonces: "Las olas del mar borraron la pintura del casco de mi velero. El parece ahora un esqueleto. El calor del sol y los vientos y la espuma del mar, borraron los dibujos colo¬ridos de sus velas y ellas parecen, ahora, harapos de color ceniza."
    Había reunido los tesoros del mundo y, con ellos en mi barco, volví a mi pueblo; pero él renegó de mí, pues sus ojos sólo vieron las apariencias.
    En aquel momento, dejé el velero de mi pensamiento y fui a la ciudad de los muertos y me senté en medio de las tumbas pintadas de blanco, a meditar sobre sus secretos.
    Cállate, corazón mío, hasta que llegue el día.
    Cállate, pues la tempestad se ríe de tus profundidades y las grutas del valle no repetirán el eco de las vibraciones de tus cuerdas.
    Cállate, corazón mío, hasta que llegue el día. Quien espe¬ra por el día con paciencia, será abrazado con cariño por la aurora.
    He aquí que el día llega, habla, corazón mío, si es que puedes.
    He aquí la procesión del día, corazón mío. ¿Habrá dejado el silencio de la noche alguna canción en tus profundidades, para acoger al día?
    Las bandadas de palomas y ruiseñores, esbozan, volando de un lugar a otro, los cantos del valle. ¿Habrán dejado los temores de la noche, bastante fuerza en tus alas como para que puedas volar?
    Los pastores llevan sus rebaños a los verdes campos. ¿Habrán los fantasmas de la noche, dejado bastante energía en tus piernas como para continuar tu camino?
    Muchachos y muchachas caminan despacio rumbo a los viñedos. ¿Por qué no te levantas y caminas con ellos? Levántate, corazón mío. Levántate y camina con el día, pues la noche ya se fue y con ella los temores.
    Levántate, corazón mío, y eleva en tu voz una canción. Quien no participa de las canciones del día se incluye entre los hijos de la noche.




    pag.16


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    Mensaje por Maria Lua 21.12.24 9:56

    EL SEPULTURERO

    En el terrible silencio de la noche, luego que las estrellas y la Luna desaparecieron tras el inmenso velo de oscuras nubes, caminé, solo y atemorizado, por el Valle de las sombras de la Muerte.
    Al llegar la medianoche cuando los espectros comenzaron a salir de sus escondrijos, oí pasos pesados que se aproxima¬ban a mí. Volví la cabeza y vi un fantasma gigantesco que me contemplaba.
    -¿Qué quieres de mí? -grité asustado.
    La sombra clavó en mí sus ojos, incandescentes como antorchas; y respondió enigmáticamente: -No quiero nada y quiero todo.
    -Déjame en paz y prosigue tu camino -exclamé.
    -Mi camino es tu camino -respondió sonriendo-. Ando mientras andas y me detengo cuando te detienes.
    -Vine aquí en busca de soledad, no la perturbes -dije.
    -Yo soy la soledad. ¿Por qué me temes? -me contestó.
    -No te temo -respondí.
    -¿Por qué, entonces, tiemblas como avecilla con frío? -dijo.
    -El viento agita mis ropas. No tengo miedo -respondí.
    Soltó una carcajada estruendosa como un vendaval.
    -Tu miedo es doble -dijo-, pues me temes y temes tener miedo. Y tratas de esconder tu miedo tras un velo más frágil que una telaraña. Me diviertes y me irritas al mismo tiempo.
    Dicho esto, se sentó en una piedra. Me senté yo también, de mal grado, y contemplé sus trazos altivos. Después de unos instantes, que parecieron mil años, me miró con ironía y me preguntó:
    -¿Cuál es tu nombre?
    -Mi nombre es Abdala, que quiere decir Siervo de Dios.
    -¡Cuántos se dicen siervos de Dios! -exclamó, riendo¬Y sólo sirven de pesares para Dios. ¿Por qué no te llamas "señor de diablos" y agregas un mal a las desgracias de los demonios?
    -Mi nombre es Abdala. Me gusta y me fue dado por mi padre cuando nací. No lo cambiaré por ningún otro.
    -La infelicidad de los hijos está en lo que reciben de sus padres -dijo-. Quien no renuncia al legado de sus padres y abuelos, será esclavo de los muertos hasta que se vuelva a su vez un muerto.
    Incliné la cabeza y medité. Y me pareció haber tenido sueños en que oí palabras similares.
    -¿Cuál es tu profesión? -volvió a interrogarme.
    -Soy poeta y escritor -respondí-. Tengo opiniones sobre la vida y las comunico a los hombres.
    - ¡Qué profesión obsoleta y superada! -dijo-. Ni beneficia ni perjudica a los hombres.
    -¿Y cómo emplearé mis días y mis noches en beneficiar a los hombres? -pregunté.
    -Hazte sepulturero -respondió-, para librar a los vivos de los cadáveres que se amontonan alrededor de sus casas y templos y tribunales.
    -No he visto cadáveres abandonados en esos sitios -ob¬servé.
    -Tú miras con ojos velados por la ilusión -contestó-. Al ver a los hombres agitarse en la tempestad, piensas que viven, cuando en realidad están muertos desde el mismo día en que nacieron. Mas no hubo quien los enterrara y quedaron sobre la tierra exhalando pudrición.
    El miedo comenzaba a abandonarme.
    -¿Y cómo distinguiré los vivos de los muertos si todos se agitan en la tempestad? -pregunté.
    -El muerto se agita en la tempestad, mas el vivo camina con ella y sólo se detiene cuando ella se detiene -respondió. Se reclinó sobre su brazo y vi sus músculos poderosos, retorcidos como las raíces de un roble. Después me preguntó:
    -¿Eres casado?
    -Sí, respondí, y mi mujer es muy hermosa y yo estoy muy enamorado de ella.
    -¡Cuántos crímenes y maldades has cometido...! -obje¬tó-. El casamiento es la sumisión del hombre a la fuerza del hábito. Si quieres ser libre, divórciate y vive sin lazos.
    -Es que tengo tres hijos -respondí-, y el más pequeño apenas si pronuncia una palabra. ¿Qué haré con ellos?
    -Enséñales a cavar tumbas y déjalos en paz consigo mismos -respondió.
    -No soporto vivir solo -dije entonces-. Estoy habituado a gozar de la vida con mi mujer y con mis hijos. Si los aban¬donara la felicidad me abandonaría.
    -El hombre que vive con su mujer y sus hijos –dijo- ¬habita una negra infelicidad pintada de blanco. Si crees indis¬pensable casarte, cásate con un hada.
    -Las hadas no existen -respondí, sorprendido-. ¿Por qué me engañas?
    -¡Cómo eres de tonto! -dijo-. Sólo las hadas existen realmente. Y fuera del mundo de las hadas es donde existen las dudas y el equívoco. .
    -¿Y las hadas, son hermosas? -pregunté.
    -Su belleza no se esfuma y su gracia es eterna -respondió.
    -Muéstrame una de ellas para que pueda creerte -le dije.
    -Si pudieras ver y tocar a las hadas -respondió-, no te aconsejaría que te casaras con una de ellas.
    -¿Y qué utilidad tendría, para un hombre, una esposa que no puede ver ni tocar?
    -La utilidad no sería para un hombre sino para todos -respondió-. Pues con tal casamiento desaparecerían, poco a poco las criaturas que se agitan en la tempestad y no andan con ella.
    Y después de un momento me preguntó.,
    -¿Y cuál es tu religión?
    -Creo en Dios y honro a sus profetas -respondí-. Amo a la virtud y anhelo la vida eterna.
    -Esas son fórmulas que las generaciones pasadas vienen repitiendo desde siempre -dijo- y la imitación depositó en tus labios. En realidad, tú sólo crees en ti mismo y sólo te honras a ti mismo y sólo anhelas tu propia inmortalidad. Desde el principio, el hombre adora su propio ego poniéndole diversos nombres, de acuerdo a sus inclinaciones y aspiracio¬nes, llamándole Baal, Júpiter o Dios.-Y rompió a reír con sorna, diciendo:-Lo más extraño, es que sólo adoran sus egos, aquellos cuyos egos son cadáveres descompuestos.
    Medité un minuto sobre estas terribles palabras, más extrañas que la vida, más terribles que la muerte y más profundas que la verdad. Y sentí el deseo incontrolable de descubrir el secreto de este ser extraordinario. Y lo interrogué:
    -Si crees en Dios, te conjuro en su nombre. Dime, ¿quién eres tú? ¿Tienes una religión o un Dios?
    -Mi nombre es el Dios Loco -me respondió entonces¬_. Nací en todo tiempo y en todo lugar. Yo soy rni propio dios. Y no soy sabio, pues la sabiduría es la debilidad de los débi les. Yo soy fuerte y la Tierra se sacude a mi paso y, cuando me detengo, la procesión de las estrellas se detiene conmigo. Me burlo de los hombres... y acompaño a los genios de la noche. De ellos y de las hadas aprendí los secretos de la existencia y la no existencia. Soy un loco.
    -Y, ¿qué haces en estos montes escarpados? -pregunté.
    -Maldigo al sol por la mañana y a la Humanidad al mediodía. Por la tarde me burlo de la Naturaleza y, al llegar la noche, me arrodillo delante de mí mismo y me adoro. Me alimento de cuerpos humanos y bebo su sangre para saciar mi sed y, con sus últimos suspiros perfumo mi aliento. Como el tiempo y el mar, jamás duermo ni descanso. Y tú, no te engañes, tú eres mi hermano y vives como yo vivo. ¡Vuelve de nuevo a tu tierra y continúa adorándote a ti mismo entre los muertos en vida!
    Se levantó, cruzó sus brazos y, mirándome a los ojos, agregó:
    -¡Hasta la vista! Ya me voy hacia donde se reúnen colo¬sos y gigantes -y se perdió entre las tinieblas.
    Yo, tambaleante, me desplomé, como narcotizado. Duda¬ba de lo que habían escuchado mis oídos y de lo que habían visto mis ojos. Había sufrido con sus verdades. Me levanté y vagué el resto de la noche perdido en melancólicas medita¬ciones.
    Al día siguiente me separé de mi mujer y me casé con un hada. Después, entregué, a cada uno de mis hijos, una pala y les dije:
    -Partan. Y cada vez que vean un muerto, entiérrenlo. Y busqué una pala para mí mismo y me dije:
    -Cava, profundamente, ahora y siempre, cada tumba de cada muerto en vida que encuentres en tu camino.
    Y, desde aquel día, he estado sepultando cadáveres, pero son muy numerosos los muertos en vida, y no tengo ayuda y éstoy muy solo...



    pag. 18


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    Mensaje por Maria Lua 22.12.24 12:59

    VIERNES SANTO




    Hoy, y en cada Viernes Santo, el hombre despierta de su profundo sueño y se pone de pie ante la sombra de las edades, y, con los ojos llenos de lágrimas mira hacia el Gólgota con¬ templando a Jesús el Nazareno clavado en su cruz... Pero cuando el sol se pone y anochece, vuelve a ponerse de rodillas para adorar a sus ídolos cotidianos, levantados en todos los rincones de su vida.
    Hoy, las almas de los cristianos 'en alas del recuerdo, vuelan hasta Jerusalén. Allá, se aglomeran en multitudes golpeándose el pecho, para contemplar al Crucificado con su corona de espinas, extendiendo los brazos hacia el infinito y penetrando el velo de la Muerte para alcanzar la profundidad de la Vida...
    Pero, cuando el telón de la noche desciende sobre el esce¬nario del día, dando por finalizado el breve drama, los cristia¬nos vuelven y, en grupos, se pierden entre las sombras del olvido, hundiéndose en la ignorancia y la indolencia.
    En este mismo día de cada año, los filósofos dejan sus grutas tenebrosas, los pensadores abandonan sus frías celdas y los poetas se alejan de sus torres de marfil y todos, en el Monte del Calvario, escuchan reverentemente las palabras de aquel hombre, joven aún, diciendo: "Perdónalos Padre, pues no saben lo que hacen."
    Mas, apenas las tinieblas del silencio apagan las voces de la luz, los filósofos, los pensadores y los poetas regresan a la estrechez de sus preocupaciones y se sumergen en las páginas de su vana literatura.
    Las mujeres que pierden el tiempo con los esplendores de la vida, abandonan el confort de sus mullidos cojines para ver a la mujer, triste y angustiada que se acerca a la cruz y allí se queda como una pequeña plantita desamparada frente a la tempestad devastadora y, cuando se aproximan a ella, escu¬chan su profundo lamento, su penoso llanto...
    Los jóvenes, que se dejan llevar por la corriente de la vida sin saber adonde van, se detienen hoy, por un instante, para contemplar a Magdalena lavar con sus lágrimas la sangre que mancha los pies del hombre erguido entre el cielo y la tierra. Pero, cuando se cansan del espectáculo, desvían los ojos y retornan a la corriente entre carcajadas, para ser arrastrados nuevamente.
    En este mismo día, cada año, la Humanidad se despierta con el despertar de la primavera y se echa a llorar frente al Nazareno sufriente, mas luego, cierra los ojos y retorna a su profundo sueño. Pero la primavera permanecerá despierta, sonriente y festiva hasta que llegue el verano, con sus dora¬dos ropajes.
    La Humanidad es una plañidera que se deleita en lamen¬tarse por los héroes muertos. Si fuera hombre, se regocij4ría por sus grandezas y por sus glorias.
    La Humanidad ve a Jesús naciendo y viviendo como un pobre, humillado como un débil, y tiene piedad de El, pues fue crucificado como un criminal... Todo lo que la Humani¬dad tiene para ofrecerle son lágrimas y lamentos. Durante siglos la Humanidad viene adorando la debilidad en la persona del Señor. Los hombres no comprenden el verdadero sentido de la fuerza.
    Jesús, no vivió una vida de miedo ni murió sufriendo y quejándose. El vivió como un rebelde, fue crucificado como un revolucionario y murió con un heroísmo que atemorizó a sus torturadores.
    Jesús, no fue un ave con alas rotas, sino una tempestad que rompe con su fuerza todas las alas torcidas.
    Jesús no'vino del más allá para hacer del dolor un símbo¬lo de la vida, sino para hacer de la vida el símbolo de la verdad y la libertad.
    Jesús, no tuvo miedo de sus perseguidores ni sufrió frente a sus asesinos. El, era libre, valiente y osado. Desafiaba a tira¬nos y déspotas y opresores. Y cuando veía pústulas infecta¬das, las punzaba. Y acallaba la voz del Mal, destruía la False¬dad y ahogaba la Traición.
    Jesús no vino desde el círculo de la luz para destruir hogares y construir sobre sus ruinas conventos y monasterios. El, vino a esta tierra para insuflar un espíritu nuevo, que destruye con su poder, las monarquías construidas sobre huesos y calaveras humanas. El vino para demoler los palacios majestuosos construidos sobre las tumbas de los débiles y derrumbar los ídolos asentados sobre los cuerpos de los mise¬rables.
    El vino para hacer del corazón un templo, del alma un altar y del espíritu un sacerdote.
    Esa era la misión de Jesús y esas las enseñanzas por cuya causa fue crucificado. Y si la Humanidad fuera sensata, ella se alzaría hoy, y cantaría, vigorosa, el canto del triunfo y la victoria.
    Oh, Jesús crucificado, que contemplas, triste desde el Gólgota, la procesión de los siglos y oyes el clamor de las naciones y comprendes los sueños de la Eternidad. ¡Tú eres, en la cruz, más glorioso y digno que mil reyes en mil tronos de mil imperios!
    ¡Tú eres, en la agonía de lá muerte, más poderoso que mil generaciones en mil guerras!
    Y en tu tristeza, más alegre que la primavera con sus flores...
    Y en tus dolores, más sereno que los ángeles del cielo.
    Y cautivo, en manos de tus verdugos, eres más libre que la luz del sol y más firme que una montaña.
    Y tu corona de espinas, es más esplendorosa y brillante que la corona de Brahma...
    Y el clavo que atraviesa tu mano, es más imponente que el cetro de Júpiter.
    Y las gotas de sangre que se deslizan en tus pies, más resplandecientes que el collar de Venus.
    Perdona la debilidad de los que Te lamentan hoy, pues ellos no saben lamentarse por sí mismos...
    Perdónalos, pues no saben que conquistaste a la muerte con la muerte y diste vida a la muerte...
    Perdónalos, pues no saben ellos que todo día es tu día...



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    Mensaje por Maria Lua 23.12.24 9:08

    EL POETA DE BAALBECK



    1. En la ciudad de Baalbeck, Año 112 a.C.




    El Emir estaba sentado en su trono de oro, rodeado de lámparas brillantes y turíferos ricamente trabajados. El incienso perfumaba todo el palacio. A la derecha del Emir se
    sentaban los altos dignatarios civiles, a la izquierda, los sacer¬dotes, y, de pie, inmóviles, estaban los guardias y los esclavos, semejando estatuas de bronce.
    Después que los cantores entonaron sus himnos, un ancia¬no Visir se prosternó frente al soberano y, con voz trémula a causa de la edad dijo:
    -Oh, grande y generoso Príncipe, ayer llegó a nuestra ciudad un sabio proveniente de la india. Predica doctrinas extrañas de las que amas oímos hablar, como la de la trans¬migración de las amas. Dice, él, que las almas encarnan, generación tras generación, en cuerpos diferentes hasta alcanzar la perfección y elevarse hasta el nivel de los dioses. Y pide ser presentado ante ti, para exponer sus ideas.
    El Emir meneó la cabeza y sonriendo dijo:
    -De la india nos llegan muchas cosas extrañas y maravi¬llosas. Invita a ese sabio para que podamos oír sus palabras de sabiduría.
    Apenas pronunciadas estas palabras, un hombre de cierta edad, moreno, imponente, de grandes ojos y facciones serenas, entró en el recinto con paso digno y se detuvo frente al Emir.
    Después de inclinarse y pedir permiso para hablar, levantó la cabeza y comenzó a exponer su doctrina. Sostuvo que las almas pasan de un cuerpo a otro evolucionando por la expe-riencia obtenida en cada existencia, impulsadas por la búsque¬da de un esplendor que las estimula y las hace crecer en amor.
    Luego, se demoró explicando la forma en que las almas encarnan en uno y otro cuerpo y cómo expían en cada vida, los errores y crímenes cometidos en la anterior, como si cose-charan en un país lo que sembraron en otro.
    Observando que la conferencia se prolongaba más de lo esperado y que el rostro del Emir mostraba señales de cansan¬cio, el viejo Visir sugirió al sabio hindú que dejase su exposi¬ción para continuarla en otra oportunidad.
    Entonces, el visitante abandonó su discurso y tomó asien¬to entre los dignatarios civiles, cerrando ligeramente los ojos, como cansado de contemplar los abismos de la vida.
    Después de un profundo silencio, semejante al éxtasis de un profeta, el Emir, miró a derecha e izquierda como buscan¬do a alguien, y luego preguntó:
    -¿Dónde se enclientra nuestro poeta? Hace muchos días que no lo vemos. ¿Qué le ha ocurrido que no concurre a nuestras reuniones?
    -Yo lo vi hace una semana sentado en el pórtico del templo de Ishtar -respondió un sacerdote-, mirando con ojos tristes hacia el infinito, más allá del crepúsculo, como si contemplase uno de sus poemas flotando sobre las nubes.
    Y un gran dignatario agregó:
    -Y yo lo vi ayer parado a la sombra de los álamos y los cipreses. Lo saludé, mas no me prestó atención y permaneció como sumergido en el mar profundo de sus pensamientos y meditaciones.
    Y el Gran Eunuco completó:
    -Y yo lo vi, hoy, en el jardín del palacio, con el rostro pálido y abatido, suspirando profundamente y con los ojos llenos de lágrimas.
    -Buscad inmediatamente a quien tanto nos preocupa con su ausencia -ordenó entonces el Emir.
    Obedeciendo la orden, guardias y esclavos, salieron del recinto en busca del poeta. Mientras tanto, el Emir y sus dig¬natarios,'que permanecían reunidos aguardando su retorno, parecían sentir, en sus espíritus, la presencia invisible del poeta.
    Poco después regresó el Gran Eunuco quien cayó total¬mente extendido a los pies del Emir cual pájaro herido por la flecha de un cazador. El Emir, al verlo, exclamó:
    -¿Qué ha ocurrido? ¿Qué tienes que decir?
    El Gran Eunuco levantó entonces, la cabeza y, con voz triste y temblorosa dijo:
    -Hemos encontrado al poeta, muerto, en el jardín del palacio.
    Oyendo esto, el Emir se levantó apesadumbrado y avan¬zó, apresurado, en dirección al jardín. Todos los dignatarios lo seguían.
    Al final del parque, bajo los almendros, la luz amarillenta de las antorchas mostraba a los ojos de los presentes, un cuerpo inanimado, extendido sobre la gramilla como una rosa marchita.
    -Mirad como está, abrazado a su lira -dijo un cortesa¬no-. ¡Parecen dos amantes que juraron morir juntos!
    -Aún tiene los ojos abiertos -agregó otro- como los tuvo en vida, clavados en el corazón del espacio, contemplan¬do los invisibles movimientos de un dios desconocido en medio de los lejanos planetas.
    Finalmente,,el Sumo Sacerdote se dirigió al Emir:
    -Lo sepultaremos mañana con las honras de un gran poeta, a la sombra del templo de Ishtar. Convocaremos a todo el pueblo para la procesión fúnebre; los jóvenes cantarán sus poemas y las vírgenes derramarán flores sobre su tumba.
    Él Emir, sin quitar los ojos del rostro del poeta, ya pálido por el frío de la muerte, moviendo la cabeza con pesar dijo:
    -Nosotros, menospreciamos esta alma pura mientras vivía e inundaba el universo con los frutos de su inspiración y esparcía en el aire la fragancia magnífica de su espíritu. Si no le rendimos homenaje ahora, seremos escarnecidos y ridiculizados por los dioses y por las ninfas de valles y pra¬deras.
    "Lo enterraremos en este mismo sitio donde exhaló su último suspiro, con la lira amada entre sus brazos. Y, si alguno entre vosotros quiere rendirle homenaje, que al regresar a su casa, cuente a sus hijos, que el Emir fue la causa de la muerte del poeta, pues no le prestó debida asis¬tencia, dejándolo morir solo y abandonado.-Después, miran¬do alrededor de sí, preguntó:-¿Dónde está el sabio llegado de la India?
    Y el sabio se adelantó, diciendo:
    -¡Heme aquí, oh, Gran Príncipe!
    -Dime, oh, sabio -preguntó el Emir-, ¿acaso los dioses me harán volver a este mundo como Príncipe y traerán también al poeta muerto, como poeta? ¿Mi espíritu, reencar nará en el cuerpo del hijo de un gran rey y, el alma del poeta será conducida hacia el cuerpo de otro genio? ¿La ley sagra¬da, lo retornará para que, frente a la eternidad, componga nuevamente sus versos honrando a la vida? ¿Retornará, él, para que yo pueda cubrirlo de honores y rendirle los tributos que él merece y alegrar su corazón y su vida?
    Y el sabio respondió:
    -Todo lo que las almas anhelan, las almas lo alcanzarán, pues la ley que nos devuelve el esplendor de la primavera después del invierno, también te devolverá Príncipe glorioso y lo devolverá gran poeta.
    Se animó, entonces, el rostro del Emir y su alma se vivifi¬có. Y se encaminó hacia el palacio, recordando y meditando las palabras del sabio hindú: "Todo lo que las almas anhelan, las almas lo alcanzarán."

    2. En la ciudad de El Caíro, Año 1912 d.C.

    Se alzó la luna llena derramando sus reflejos de plata sobre la ciudad. El Príncipe contemplaba, desde el balcón de su palacio, el límpido cielo. Meditaba acerca de los siglos que habían pasado sobre aquellas márgenes del Nilo, interpre¬taba los hechos de reyes y conquistadores o imaginaba la procesión de pueblos desde las pirámides hasta el palacio de Abedine.
    Como el círculo de sus pensamientos se había ampliado tanto ue ya tocaba el círculo de sus propios sueños, miró hacia el compañero que tenía a su lado y le dijo:
    -Mi alma tiene sed, recítame un poema.
    Y el compañero comenzó a declamar los versos de un poema pre-islámico. Pero, antes que avanzara mucho en el recitado, el Príncipe lo interrumpió:
    -Declama algo más reciente, más moderno...
    Su compañero comenzó, entonces, a declamar los versos de un poeta Hadramout. Pero, nuevamente lo interrumpió el Príncipe:
    -Deseo algo más reciente, mucho más reciente.
    El recitante levantó la cabeza y puso su mano en ella, como tratando de ayudarse a recordar poemas de autores contemporáneos. Repentinamente, su rostro se iluminó, y sus ojos se tornaron más vivos y se puso a entonar unos versos románticos, con un ritmo doliente lleno de encanto. El Príncipe, como si manos invisibles lo hubieran elevado hacia el cielo preguntó:
    -¿De quién son esos versos?
    -Del poeta de Baalbeck -dijo el poeta.
    -Del poeta de Baalbeck -repitió el Príncipe; y el nombre vibró en sus oídos y llegó a su alma, despertando en ella a los fantasmas de antiguos recuerdos, dibujando frente a los ojos de su corazón, en la niebla del tiempo, el cuadro de un joven muerto, abrazado a su lira y rodeado de altos dignatarios de una corte.
    Y como los sueños que son disipados por la luz del despertar, así huyó de los ojos del Príncipe la visión que contemplaba. Se puso de pie junto con el recitador y, mientras caminaban, repetía para sí las palabras de Mahoma: "Estabas muerto y El te resucitó. Y El te retornará a la muerte nueva¬mente y nuevamente a la vida. Sólo entonces retornarás a El." Se volvió hacia su compañero y le dijo:
    -Tenemos suerte de tener al poeta de Baalbeck en nuestro país. Y es nuestro mayor deber darle nuestro home¬naje y prestarle nuestra ayuda.
    Y luego de unos instantes, presididos por el respeto y el silencio, el Príncipe agregó:
    -El poeta es un ave de extraño comportamiento. Des¬tiende desde su cielo para cantar entre nosotros y, si no lo honramos, él extenderá sus alas y alzará vuelo hacia su patria.
    Y, cuando terminó la noche y el firmamento se quitó su vestido adornado con estrellas para ponerse otro, tejido con los rayos de luz de la aurora, el alma del Príncipe flotaba embelesada por los misterios de la vida.



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    Mensaje por Maria Lua 24.12.24 10:23

    EL CONFLICTO

    Raquel despertó a medianoche, abrió sus ojos y los fijó en el techo de su cuarto por unos instantes. Oía una voz más suave que los murmullos de la vida y más lúgubre que la invitación del Abismo, más tierna que el susurro de un par de alas... Ella vibró esperanzada, con alegría y tristeza, con amor a la vida y con deseos de morir. Raquel cerró sus ojos, suspiró profundamente y dijo con voz entrecortada:
    -La madrugada alcanzó los confines del valle, debemos ir en dirección al sol para encontrarlo.
    El sacerdote se aproximó a su lecho y tomó su mano; la halló fría como la nieve. Y, cuando aturdido, buscó su cora¬zón, lo encontró inmóvil y silencioso. El sacerdote inclinó la cabeza desesperado. Sus labios temblaron, como querien¬do pronunciar una palabra divina que sería repetida por las sombras de la noche en aquellos valles solitarios y agrestes.
    Después de cruzarle los brazos sobre el pecho, el Padre miró hacia un hombre sentado en el rincón más oscuro del cuarto y, con voz bondadosa y tierna le dijo:
    -Su amada ha penetrado en el gran círculo de luz. Ven, hermano mío, arrodillémonos y oremos.
    El pobre esposo levantó la cabeza, sus ojos se abrieron como contemplando lo invisible y su semblante se transfor¬mó como si hubiera hallado comprensión en el fantasma de un Dios desconocido. Reunió sus últimas fuerzas, se dirigió, reverente, hacia el lecho de su esposa y se arrodilló al lado del sacerdote, que oraba y lloraba haciéndose la señal de la cruz.
    Pasado un tiempo, el sacerdote colocó la mano sobre el hombro del marido herido por el dolor y le dijo, suavemen¬te: "Ve, hermano mío, a recostarte en el cuarto contiguo, pues necesitas descansar.
    Y el esposo se levantó, obediente, y se encaminó al otro cuarto, extendió su cuerpo cansado en una cama estrecha y, en pocos minutos, navegaba en el mar del sueño como una criatura que busca refugio en los brazos de la madre amorosa.
    El sacerdote permaneció de pie, como una estatua, en medio del cuarto. Un extraño conflicto se había apoderado de su alma. Miraba con ojos llenos de lágrimas, ora hacia el cuerpo helado de la mujer, ora, a través de la cortina entre¬abierta, hacia el esposo, entregado a la seducción del sueño. Una hora más larga que la eternidad había transcurrido, y el sacerdote continuaba de pie, entre las dos almas separadas. Una, soñaba como los campos sueñan con la primavera después de la tragedia del invierno, la otra, descansaba eter-namente. Entonces, se acercó al lecho de la muerta y se arrodilló, como en adoración frente a un altar. Tomó su mano fría, la llevó hasta sus labios temblorosos y miró lar¬gamente el rostro cubierto por la palidez de la muerte. Y, con voz tranquila como la noche, profunda como el mar y trémula como las esperanzas de los hombres, dijo:
    -Raquel, Raquel, hermana de mi alma, ¡óyeme! ¡Ahora, por fin, puedo hablar! La Muerte abrió mis labios y puedo revelarte mi secreto. El dolor desató mi lengua y puedo, ahora, contarte mi sufrimiento. ¡Oye el grito de mi alma, oh, puro espíritu, que aleteas entre la tierra y el infinito! Oye al oven que, cuando volvías de los campos, se escondía entre Is árboles por miedo a la belleza de tu rostro. Oye al sacer¬dote dedicado a Dios, él te llama ahora, sin recelo, pues ya partiste hacia la Ciudad del Señor.
    Y, habiendo abierto, así, su corazón, el sacerdote se incli¬nó y le dió tres largos besos sobre la frente, los ojos y el cuello, desbordante de amor y dolor, expresando su secreto amor y toda la angustia de muchos años. Después, buscó un oscuro rincón y se desplomó en el suelo, en tremenda agonía, como las hojas que en otoño se desprenden de los árboles; como si el frío rostro de la muerta hubiera despertado, dentro suyo, el arrepentimiento. Enseguida se compuso. Se arrodilló y murmuró suavemente, con el rostro escondido entre las manos:
    -¡Dios, perdona mi pecado, perdona mi flaqueza, oh, Señor! Yo no podía ocultar, por más tiempo, aquello que ya sabías. Por siete años guardé, escondidos en mi corazón los más íntimos secretos, hasta que el velo de la Muerte los reve¬ló. Ayúdame, oh, Dios, a apagar ese recuerdo y perdona mi debilidad.
    Sin mirar el cadáver, él continuó llorando y lamentándo¬se, hasta que llegó la aurora y lanzó su rosado velo sobre esas escenas terrestres, revelando el conflicto entre la Religión y el Amor, entre la Vida y la Muerte.



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    Mensaje por Maria Lua 25.12.24 19:58

    EL POETA

    Soy ajeno a este mundo, y hay en mi exilio una severa soledad y una dolorosa tristeza.
    Estoy solo, pero en mi soledad contemplo un país desco¬nocido y encantador, y esta visión llena mis sueños de espec¬tros de una tierra grande y lejana que mis ojos nunca han visto.
    Soy un extraño entre mi gente y no tengo amigos. Cuando veo una persona me digo a mí mismo, "¿Quién es él, y de qué manera lo conozco, y por qué está aquí,. y qué ley me -ha unido a él?"
    Soy un extraño a mí mismo, y cuando oigo hablar en mi propia lengua, mis oídos se asombran de mi voz; veo a mi ser interior sonriendo, llorando, desafiando y temiendo; y mi existencia se 'pregunta sobre mi sustancia mientras mi alma interroga a mi corazón; pero yo permanezco ajeno, sumergido en un silencio tremendo.
    Mis pensamientos son extraños a mi cuerpo, y al colocar¬me delante del espejo, veo algo en mi rostro que mi alma no ve, y encuentro en mis ojos lo que mi ser interior no encuentra.
    Cuando camino con los ojos vacíos por las calles de la clamorosa ciudad, los niños me siguen, gritando: "Aquí hay un ciego. Démosle un bastón para que encuentre su camino." Cuando huyo de ellos, me encuentro con un grupo de donce¬llas que aferran los bordes de mis ropas diciendo: "Es sordo como una tapia; llenemos sus oídos con la música del amor.¬Y cuando me escapo de ellas, una multitud de viejos me seña¬la con dedos temblorosos diciendo: "Es un demente que enloqueció en el mundo de los genios y los espíritus."
    Soy un extraño en este mundo; recorrí el Universo de punta a punta, pero no pude encontrar un lugar donde apo¬sentar mi cabeza; ni conocí a ningún humano con el que pudiera confrontarme, ni a un individuo que pudiera escuchar mis pensamientos.
    Cuando abro mis insomnes ojos al amanecer, me encuen¬tro aprisionado en una oscura cueva de cuyo techo cuelgan insectos y por cuyo suelo se arrastran las víboras.
    Cuando salgo a encontrar la luz, la sombra de mi cuerpo me sigue, pero la sombra de mi espíritu me precede y me guía hacia un lugar desconocido buscando cosas más allá de mi entendimiento, y asiendo objetos que no tienen sentido para mí. Cuando la marea se nivela, regreso y me acuesto sobre mi lecho, hecho de suaves plumas, y rodeado de espinas, y con¬templo y siento los molestos y alegres deseos, y percibo con mis sentidos dolorosas y gozosas esperanzas.
    A medianoche los fantasmas de los siglos pasados y los espíritus de la olvidada civilización entran por las grietas de la cueva a visitarme. Los contemplo y ellos me miran fijamen¬te; les hablo y me contestan sonrientes. Luego trato de asirlos, pero se escurren entre mis dedos y desaparecen como la bruma que flota sobre el hago.
    Soy un extraño en este mundo, y no hay nadie en el Uni¬verso que entienda mi lenguaje.
    Fantasmas de recuerdos fantásticos cobran forma súbita¬mente en mi mente, y mis ojos producen raras imágenes y tristes pesadillas. Camino por las desiertas praderas, observan¬do los arroyos correr rápidamente, hacia arriba y arriba, desde las profundidades del valle hasta la cima de la monta¬ña; observo a los árboles desnudos florecer y dar frutos; y derramar sus hojas en un instante, y luego veo las ramas caer y convertirse en manchadas serpientes. Veo a los pájaros revo¬loteando en lo alto, cantando y lamentándose; luego se detie-nen y abren sus alas y se vuelven desnudas doncellas de larga cabellera, que me miran detrás de ojos pintarrajeados y lánguidos, y me sonríen con melosos labios sensuales, y alar¬gan sus perfumadas manos hacia mí. Luego ascienden y desaparecen de mi vista como fantasmas, dejando tras de sí el resonante eco de su sarcástica y burlona risa.
    Soy un extraño en este mundo... Soy un poeta que com¬pone lo que la vida escribe en prosa, y que escribe en prosa lo que la vida compone.
    Por esta razón soy un extraño, y permaneceré un extraño hasta que las blancas y amistosas alas de la Muerte me lleven a mi hogar en mi hermoso país. Allí, donde reinan la luz y la paz y el entendimiento, esperaré a los otros extraños que serán rescatados por la amistosa trampa del tiempo de este mundo estrecho y oscuro.



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    Mensaje por Maria Lua 26.12.24 15:02

    LA LIBRETA DEL DIABLO

    1

    Selman Effendi, es un hombre de treinta y cinco años de edad, cuerpo delgado, trajes elegantes, medias de seda y brillantes zapatos. Fuma cigarros caros y su mano suave y delicada carga un fino bastón incrustado con piedras precio¬sas y adornos de oro.
    Selman come en los restaurantes más caros, se codea con la aristocracia y, en su magnífico carruaje tirado por caballos de pura sangre, se pasea por las calles habitadas por la clase alta.
    La fortuna de Selman Effendi, no fue heredada dé su padre, el cual (que su alma descanse en paz) era un hombre pobre. Tampoco la acumuló por medio de la perspicacia y continuas actividades en el mundo de los negocios. Pues él, está lleno de prejuicios y detesta el trabajo, considerándolo degradante en cualquiera de sus formas.
    Una vez se lo oyó decir: "Mi cuerpo y mi temperamento no están hechos para el trabajo, el trabajo está hecho para los que tienen la mente pesada y el cuerpo torpe."
    ¿Cómo es, entonces, que Selman acumuló su riqueza? ¿A través de qué magia, el barro en sus manos se transforma¬ba en oro y plata?
    Este es uno de los secretos que contiene la Libreta de hojas de plata y que Azrael, el Angel de la Muerte, nos reveló a nosotros y que, ahora, nosotros revelamos.
    Hace cinco años, Selman Effendi desposó a Faheema, viuda de Butros Namaán, comerciante famoso por su hones¬tidad, perseverancia y dedicación al trabajo.
    Faheema tenía, entonces, cuarenta y cinco años de edad física y solamente dieciséis dulces años de edad mental y emotiva. Aún ahora, tiñe sus cabellos y, usando cosméticos, trata de parecer joven y hermosa. Sin embargo no logra ver a su joven marido hasta después de medianoche. Y difícilmente consigue algo, excepto miradas despreciativas y palabras duras, de quien está muy ocupado y entretenido en gastar la fortuna que su primer esposo ganara con sudor y esfuerzo.

    2

    Adib Effendi, es un joven de veintisiete años, nariz grande y ojos pequeños, manos sucias y rostro no muy limpio, ropa remendada y mal arreglada, con manchas de grasa y café.
    La apariencia desagradable de Adib no es debida a su pobreza, sino a su preocupación por cuestiones espirituales y teológicas. Y se lo ha oído, con frecuencia, citar la sentencia de Amin El Jundy: "La mente no puede dedicarse a dos cosas al mismo tiempo", según la cual un hombre no puede dedi¬carse, a la vez, a cuidar su persona y atender asuntos del inte¬lecto.
    Adib habla sin cesar y en cualquier sitio emite juicios acerca de cosas y personas. Después de investigarlo, hemos descubierto que concurrió dos años a una escuela de Beirut para estudiar Retórica; escribe poemas, ensayos y artículos que jamás llegaron a publicarse, lo cual justifica, diciendo que los lectores árabes son ignorantes y que la prensa está dege¬nerada.
    Ultimamente, Adib Effendi, se ocupa en estudios sobre filosofía antigua y moderna. Admira a Sócrates y a Nietzsche y saborea los dichos de San Agustín tanto como los de Voltaire y Rousseau. En una fiesta de casamiento, lo hemos oído discutiendo acerca de Hamlet; mas su conversación era un monólogo, ya que los demás preferían cantar y beber.
    En otra ocasión, en un funeral, el tema de su conversa¬ción eran los poemas de amor de Ben Al Farid y la "vinolo¬gía" de Abinauaas, mientras, alrededor de él, la familia del muerto lloraba y gemía apesadumbrada.
    Muchas veces nos hemos preguntado: ¿Por qué existe Adib Effendi? y ¿por qué pasa inútilmente sus días y sus noches en medio de libros viejos y manuscritos gastados? ¿No sería mejor que comprara un asno y se convirtiera en un salu¬dable y útil transportista?
    Este es otro de los secretos contenidos en la Libreta de hojas de plata y que nos fuera revelado por Belcebú y que nosotros ahora revelamos.
    Hace tres años, Adib Effendi compuso un poema en honor de Su Excelencia, el Obispo Joseph Shamoun y lo declamó en la residencia de Habib Bey Seluam. Después de lo cual, el Obispo se acercó a Adib y, poniendo una mano sobre su hombro, dijo sonriendo:
    - ¡Bravo, hijo mío! ¡Dios te bendiga! No tengo dudas acerca de tu inteligencia, algún día serás uno dé los hombres más grandes de Oriente.

    3

    Farid Bey Davis es un hombre de cuarenta años, alto, de cabeza pequeña y calva. Camina con paso pomposo y balan¬ceándose, inflando el pecho y estirando el cuello como un' camello. Y, cuando habla a los gritos y pomposamente, quien no lo conoce, lo toma por un Ministro de Estado ocupado en dirigir un Imperio y gobernar a su pueblo.
    Pero, Farid, sólo se ocupa de concurrir a fiestas y reunio¬nes y hablar de las glorias de sus antepasados. Se deleita en citar frases de conquistadores, como Napoleón y Antar y su pasión, aunque no sepa usarlas, es coleccionar armas.
    Uno de los proverbios que cita frecuentemente es aquel que dice: "Los hombres nacieron para ser servidos." O sino: "El pueblo es como una mula; sólo obedece a quien sabe montarla." Y también repite: "La pluma es para los débiles y las armas para los fuertes."
    Pero, ¿qué es lo que induce a Farid a elogiar a sus ante¬cesores y a proceder de esa forma?
    Esto también es un secreto contenido en la Libreta de hojas de plata y que nos fue revelado por Satanael y que, ahora, nosotros revelamos:
    En la tercera década del siglo XIX, el Emir Bashiz, Gran Gobernador del Monte Líbano, pasaba con su comitiva, a través de los valles libaneses, por la aldea en que vivía Mansour Davis, abuelo de Farid. El día era excesivamente caluroso y el Emir bajó del caballo y ordenó a sus hombres que desmontaran para descansar a la sombra de un roble.
    Mansour Davis, informado de la presencia del Emir, llamó a sus vecinos y la buena noticia se esparció por toda la aldea. 'Y fueron todos al encuentro del Emir cargados de cestos con uvas y miel, higos y vino, conducidos por Mansour.
    Cuando llegaron al sitio en que descansaba la comitiva, Mansour, se adelantó y, arrodillándose frente al Emir, besó el borde de sus ropajes. Después, se levantó y degolló un carnero y exclamó:
    - ¡Todo esto para vuestra generosidad, oh, Príncipe y Protector de nuestras vidas!
    Y el Emir, agradecido y satisfecho de tamaña hospitali¬dad dijo a Mansour:
    -De hoy en adelante, serás el jefe de esta aldea bajo mi protección. Y durante doce meses este poblado estará libre de impuestos.
    Y aquella noche, después que hubo partido el Emir, los aldeanos se reunieron en casa del "Shaik" Mansour Davis y juraron lealtad a la recién nominada autoridad.
    ¡Dios tenga piedad de sus almas!

    Son muchos más los secretos contenidos en la Libreta de hojas de plata para poder enumerarlos a todos. Los demo¬nios nos revelan algunos casi todos los días y, éstos, los reve¬laremos antes de que el Angel de la Muerte nos envuelva con sus alas y nos conduzca al infinito.
    Por ser ya la medianoche y por estar nuestros ojos ya cansados, permitid que nos entreguemos al descanso y, quizás, el maravilloso velo de los sueños transporte nuestras almas a un mundo más honesto que éste.


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    Mensaje por Maria Lua 28.12.24 10:04

    LA AMADA

    En este cuarto, quieto y solitario, ayer se sentó la amada de mi corazón.
    Sobre estos suaves cojines de color rojo apoyó su hermosa cabeza y en esta copa de cristal bebió su vino, mezclado con una gota de esencia de rosas.
    Todo esto era ayer y el ayer es un sueño que no regresará jamás. Hoy, la mujer que amó mi corazón se fue a una tierra distante, desierta y fría, llamada tierra de la soledad y del olvido.
    Las huellas de los dedos de la mujer que amó mi corazón aún están visibles en el cristal del espejo; el perfume de su aliento se detiene en los pliegues de mi ropa y el eco de su voz se repite en los rincones de la casa. Pero la mujer, ella misma -la mujer que amó mi corazón- se alejó hacia una tierra distante, llamada tierra del abandono y del olvido. Mañana abriré las ventanas y las ráfagas de viento entrarán y llevarán, para siempre, todo lo que aquella hermosa hechicera dejó en este sitio: el perfume de su aliento, la sombra de su alma, el eco de su voz, las huellas de sus dedos en el cristal del espejo...
    El retrato de la mujer que amó mi corazón, continúa al lado del lecho. Las cartas de amor que me escribió aún permanecen en la caja de plata incrustada en coral. Y la trenza de sus cabellos de oro, que me envió como recuerdo, se conserva envuelta en seda y perfumada en almizcle e incienso. Todos esos recuerdos permanecerán en su sitio hasta la aurora y, cuando la aurora llegue, abriré las ventanas para que entre el viento y las arrastre hacia las tinieblas de la nada, donde mora una quietud sin palabras.
    La mujer que amó mi corazón es semejante a las mujeres que amaron vuestros corazones, oh, jóvenes. Y es una criatura extraña. Para tallarla, usaron los dioses la modestia de la palo¬ma y la mutabilidad de la serpiente; la vanidad del pavo real y la ferocidad del lobo; la belleza de la rosa blanca y el terror de una noche oscura y un puñado de cenizas.
    Conocí a la mujer que amó mi corazón desde la infancia y corría tras ella por los campos.
    La conocí en la juventud y contemplaba la sombra de su rostro en los libros. Reconocía las curvas de su cuer-so en las nubes del cielo y oía su voz en el murmullo de los arroyos.
    Y la conocí en la madurez. Y conversaba con ella y le hablaba de los dolores de mi corazón y de los secretos de mi alma.
    Todo esto, era ayer; y el ayer es un sueño que jamás regresará. Hoy, aquella mujer se fue hacia una tierra distante, fría y desierta, llamada tierra de la soledad y del olvido.


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    Mensaje por Maria Lua 29.12.24 10:11

    A M B I C I Ó N


    Una vez sentáronse a la mesa de una taberna tres hombres. Uno de ellos era tejedor, el
    otro carpintero, y el tercero sepulturero.
    -Hoy vendí una fina mortaja de lino en dos monedas de oro -dijo el tejedor-. Por
    tanto, bebamos todo el vino que nos plazca.
    -Y yo -dijo el carpintero-, vendí mi mejor ataúd. Además del vino, que nos traigan un
    suculento asado.
    -Yo sólo cavé una tumba -dijo el sepulturero-, pero mi amo me pagó el doble. Que
    nos traigan también pasteles de miel.
    Y durante toda aquella noche hubo gran movimiento en la taberna, pues los tres amigos
    a menudo pedían más vino, carne y pasteles. Y estaban muy contentos.
    Y el tabernero se frotaba las manos, sonriendo a su mujer, pues los huéspedes gastaban
    espléndidamente.
    Al salir los tres amigos de la taberna la luna ya estaba en lo alto; iban caminando los
    tres felices cantando y gritando. El tabernero y su mujer parados a la puerta de la
    taberna, miraron complacidos a sus huéspedes.
    - ¡Ah! - ¡qué caballeros tan generosos y alegres! -exclamó la mujer-. Ojalá que nos
    trajeran suerte y todos los días fueran así; nuestro hijo no tendría que trabajar de
    tabernero, ni tendría que afanarse tanto: podríamos darle una buena educación, para
    que fuera sacerdote.




    *******************


    El nuevo placer


    Anoche inventé un nuevo placer. y me disponía a probarlo por vez primera cuando un
    ángel y un demonio llegaron presurosos a mi casa. Ambos se encontraron en mi puerta
    y disputaron acerca de mi placer recién creado; uno de los dos gritaba:
    -¡Es un pecado!
    Y el otro, en igual tono aseguraba: - ¡Es una virtud!





    ****************





    El Dios Bueno y el Dios Malo




    El Dios Bueno y el Dios Malo se entrevistaron en la cima de la montaña.
    -Buenos días, hermano -dijo el Dios Bueno. El Dios Malo no contestó el saludo.
    Y el Dios Bueno prosiguió: -Estás hoy de mal humor.
    -Si -dijo el Dios Malo-, porque últimamente me confunden contigo, me llaman por tu
    nombre y me tratan como si fuera tú, y esto me desagrada mucho.
    --Pues has de saber que también a mi me han llamado por tu nombre -dijo el Dios
    Bueno.
    Al oír esto, el Dios Malo siguió su camino, y se fue maldiciendo la estupidez de los
    hombres.














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    Mensaje por Maria Lua 30.12.24 15:47

    La ciudad bendita



    Era yo muy joven cuando me dijeron que en cierta ciudad todos sus habitantes vivían
    con apego a las Escrituras.
    Y me dije: "Buscaré esa ciudad y la santidad que en ella se encuentra". Y aquella ciudad
    quedaba muy lejos de mi patria. Reuní gran cantidad de provisiones para el viaje, y
    emprendí el camino. Tras cuarenta días de andar divisé a lo lejos la ciudad, y al día
    siguiente entré en ella.
    Pero, ¡oh sorpresa! vi que todos los habitantes de esa ciudad sólo tenían un ojo y una
    mano. Me asombró mucho aquello, y me dije: "¿Por qué tendrán los habitantes de esta
    santa ciudad sólo un ojo, y sólo una mano?"
    121 De 525 - 22 de febrero de 2006 - Obras de GIBRÁN KHALIL GIBRÁN - Recopilación
    Luego, vi que también ellos se asombraban, pues les maravillaba que yo tuviera dos
    manos y dos ojos. Y como hablaban entre sí y comentaban mi aspecto, les pregunté:
    -¿Es esta la Ciudad Bendita, en la que todos viven con apego a las Escrituras?
    -Sí, esta es la Ciudad, Bendita -me contestaron. Y añadí-; ¿Qué desgracia os ha
    ocurrido, y qué sucedió a vuestros ojos derechos y a vuestras manos derechas?
    Toda la gente parecía conmovida.
    -Ven; y observa por ti mismo -me dijeron.
    Me llevaron al templo, que estaba en el corazón de la ciudad. Y en el templo vi una
    gran cantidad de manos y ojos, todos secos.
    -¡Dios mío! -pregunté-, ¿qué inhumano conquistador ha cometido esta crueldad con
    vosotros?
    Y hubo un murmullo entre los habitantes. Uno de los más ancianos dio un paso al
    frente, y me dijo:
    -Esto lo hicimos nosotros mismos: Dios nos ha convertido en conquistadores del mal
    que había en nosotros.
    Y me condujo hasta un altar enorme; todos nos siguieron. Y aquel anciano me mostró
    una inscripción grabada encima del altar. Leí: "Si tu ojo derecho peca, arráncalo y
    apártalo de ti; porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu
    cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha peca, córtatela y apártala de ti,
    porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea
    arrojado al infierno".
    Entonces comprendí: Y me volví hacia el pueblo congregado, y grité: "¿No hay entre
    vosotros ningún hombre, ninguna mujer con dos ojos y dos manos?"
    Me contestaron: "No; nadie; sólo quienes son aún demasiado jóvenes para leer las
    Escrituras y comprender su mandamiento".
    Y al salir del templo inmediatamente abandoné aquella Ciudad Bendita, pues no era yo
    demasiado joven, y sí sabía leer las Escrituras.








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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 01.01.25 13:40

    L A S
    T R E S
    H O R M I G A S

    Tres hormigas se encontraron en la nariz de un hombre que estaba tendido, durmiendo
    al sol. Y después de saludarse cada hormiga a la manera y usanza de su propia tribu,
    se detuvieron allí, a conversar.
    -Estas colinas y estas llanuras -dijo la primera hormiga- son las más áridas que he visto
    en mi vida; he buscado todo el día algún grano, y no he encontrado nada.
    -Yo tampoco he encontrado nada -comentó la segunda hormiga- aunque he visitado
    todos los escondrijos. Esta es, supongo, la que llama mi gente la blanda tierra móvil
    donde no crece nada.
    -Amigas mías -dijo la tercera hormiga, alzando la cabeza-, estamos paradas ahora en la
    nariz de la Suprema Hormiga, la poderosa e infinita Hormiga, cuyo cuerpo es tan
    grande que no podemos verlo, cuya sombra es tan vasta que no podemos abarcar,
    cuya voz es tan potente que no podemos oírla; y esta Hormiga es omnipresente.
    Al terminar la tercera hormiga de decir esto, las otras dos se miraron, y rieron.
    En ese momento el hombre se movió, y en su sueño alzó la mano para rascarse la
    nariz, y aplastó a las tres hormigas.



    ********************



    E L
    S E P U L T U R E R O


    Una vez, mientras yo estaba enterrando a uno de mis egos, se acercó a mí el
    sepulturero, para decirme:
    -De todos los que vienen aquí a enterrar a sus egos muertos, sólo tú me eres
    simpático.
    -Me halagas mucho -le repliqué-; pero, ¿por qué te inspiro tanta simpatía?
    -Porque todos llegan aquí llorando -me contestó el sepulturero-, y se van llorando; sólo
    tú llegas riendo, y te marchas riendo, cada vez.






    *********************


    L A S
    D O S
    J A U L A S


    En el jardín de mi padre hay dos jaulas. En una está encerrado un león, que los
    esclavos de mi padre trajeron del desierto de Ninavah; en la otra vive un gorrión que
    no canta. Al amanecer, todos los días, el gorrión le dice al león: -Buenos días, hermano
    prisionero






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    Mensaje por Maria Lua 04.01.25 9:56

    Porque cuando trabajáis con amor estáis en armonía con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.

    ¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer la tela con hilos sacados de vuestro corazón, es como si vuestro ser más amado tuviera que vestirse con esa tela.

    Es construir una casa con cariño, como si vuestro ser más amado hubiese de morar en ella.

    Es sembrar con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro ser más amado hubiera de comer su fruto.

    Es impregnar todas las cosas que efectuáis con el aliento de vuestro propio espíritu. Y saber que todos los muertos benditos se alzan frente a vosotros y os miran.


    *********************


    Desde lo más profundo de mi corazón, un ave subió
    y voló hacia el cielo.

    Cada vez más alto subía, pero cada vez más grande
    crecía.

    Al principio no era sino una golondrina, luego
    una paloma, después un águila, más tarde tan enorme
    como una nube de primavera, y, por último, llenó
    los estrellados cielos.

    Desde mi corazón, un ave voló hacia el cielo. Y creció
    más grande conforme volaba. Pero no abandonó mi
    corazón.


    ***********************




    Cuando estéis contentos, mirad en el fondo de vuestro corazón y encontraréis que es solamente lo que, os produjo dolor, lo que os da alegría. Cuando estéis tristes, mirad de nuevo en vuestro corazón y veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite.

    Algunos de vosotros decís: “La alegría es superior al dolor” y otros: “No, el dolor es más grande.”

    Pero yo os digo que son inseparables. Vienen juntos y, cuando uno de ellos se sienta con vosotros a vuestra mesa, recordad que el otro está durmiendo en vuestro lecho.

    En verdad, estáis suspensos, como fiel de balanza, entre vuestra alegría y vuestro dolor.

    Sólo cuando vacíos estáis quietos y equilibrados.


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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 06.01.25 10:27

    La noche y el loco




    Soy como tú, ¡oh Noche!, oscuro y desnudo; camino por la flameante senda que está
    por encima de mis sueños diurnos, y siempre que mi planta toca la tierra brota de ella
    un roble.
    -No; no eres como yo, ¡oh Loco!, pues aún te vuelves a ver cuán grande es la huella
    de tus pasos en la arena.
    -Soy como tú, ¡oh Noche!, silente y profundo, y en el corazón de mi soledad yace una
    diosa en trabajo de parto; y en el ser que de ella está naciendo el Cielo toca al
    infierno.
    -No; no eres como yo, ¡oh Loco!, pues te estremeces aún antes de sentir el dolor, y el
    canto del abismo te aterroriza.
    -Soy como tú, ¡oh Noche!, salvaje y terrible; pues mis oídos perciben los gritos de
    naciones conquistadas y suspiros de olvidadas tierras.
    -No; no eres como yo, ¡oh Loco!, pues aún consideras a tu pequeño ego un
    compañero, y no puedes ser amigo de tu monstruoso ego.
    -Soy como tú, ¡oh Noche!, cruel y terrible, pues mi pecho está alumbrado por barcos
    que arden en el mar, y mis labios están húmedos de sangre de guerreros degollados.
    -No; no eres como yo, ¡oh Loco!, pues aún está en tí el anhelo de encontrar a tu alma
    gemela, y no has llegado a ser ley para ti mismo.
    -Soy como tú, ¡oh Noche!, gozoso y alegre; pues quien mora en mi sombra está ahora
    ebrio de vino virgen, y quien me sigue va pecando con regocijo.
    -No; no eres como yo, ¡oh Loco!, pues tu alma está envuelta en el velo de los siete
    pliegues, y no llevas en la mano el corazón.
    -Soy como tú, ¡oh Noche!, paciente y apasionado; pues en mi pecho están enterrados
    mil amantes muertos, envueltos en sudarios de marchitos besos.
    Loco, ¿de veras piensas que eres como yo? ¿Te pareces a mí? ¿Puedes cabalgar en la
    tempestad como un potro salvaje, y asir el relámpago cual si fuera una espada?
    -Sí; como tú, ¡oh Noche!, como tú, soy poderoso y alto, y mi trono se asienta sobre
    montañas de dioses caídos; y también ante mí desfilan los días para besar la orla de mi
    vestimenta, sin atreverse a mirarme al rostro.
    -¿Piensas que eres como yo, tú, el hijo de mi más oscuro corazón? ¿Puedes pensar mis
    indómitos pensamientos y hablar mi vasto lenguaje?
    -Sí; somos hermanos gemelos, ¡oh Noche!; pues tú revelas el espacio, y yo revelo mi
    alma.






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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 13.01.25 9:08

    Gibran Khalil Gibran y la poesía como filosofía




    Siham El Khoury Caviedes





    El filósofo más famoso de Líbano decía ser todo menos un filósofo. Eso aprendí en mi primer intento por acercarme a la literatura del país de mi papá. Gibran Khalil Gibran (1883-1931) respondía con alegría a los títulos de artista y poeta, pero cualquier alusión remota a alguna disciplina académica lo hacía morder un limón imaginario. Siempre dejó claro que no le interesaba publicar discursos ni tratados, y tampoco quería que se tomara su obra como una explicación impuesta sobre el mundo. Prefería conversar y pintar; escribir versos, aforismos, parábolas y canciones. Por eso el célebre escultor Auguste Rodin se refería a él como “el William Blake del siglo XX”, otro filósofo no-filósofo, otro profeta no-profeta.

    El joven Gibran, que migró a los Estados Unidos con tan sólo once años, nunca imaginó que, para 1912, ya sería conocido en el panorama intelectual y literario árabe como uno de los grandes poetas al frente de una nueva sensibilidad. Aunque, en realidad, Gibran escribió muy pocos poemas, prácticamente todos ellos en árabe y con un estilo lírico que mezclaba la filosofía oriental, la mística sufí, la casida (una forma clásica de la prosodia árabe que predominó por más de catorce siglos), la mitología griega, la literatura europea moderna, las alabanzas maronitas y las canciones festivas de su pueblo originario. Varias de estas influencias formaban parte del paisaje acústico y artístico de Bsharri, su pequeña aldea natal en uno de los puntos más altos de Líbano, acunada entre montes, maleza y edificios de piedra clara que resonaban cinco veces al día con cantos y rezos para musulmanes y maronitas.

    El resto de su inspiración lo alcanzó más tarde, en las galerías de Boston y las universidades de París, a las que nunca habría podido asistir sin la fe y el financiamiento de Mary Haskell, el gran amor de su vida, además de la principal impulsora de su obra. Los centros artísticos de su tiempo le dieron la bienvenida, pero nunca borraron por completo su condición de extranjero y exiliado. Así se describe a sí mismo en La tempestad, donde Gibran se asume a la vez poeta y peregrino, no por su manejo de la lengua, sino por su voluntad de unirse a lo que él llama el canto del mundo, una melodía queda y extraña que se sorprende de encontrar también en su propia alma y que convierte todo lo que le rodea en posibilidad y enigma. Esta definición no es tan distante de la de su contemporáneo Pièrre Reverdy, quien veía la poesía como una forma de experimentar y descubrir las relaciones precisas, aunque no evidentes, que conforman nuestra realidad. Quién mejor que un foráneo para ver lo cotidiano con nuevos ojos.

    ocos saben que esta intención ya estaba presente en las primeras pinturas de Gibran. Su obra visual no es tan conocida hoy en día como sus libros, pero se le consideraba un gran pintor en esa época; tanto, que Carl Jung, Rabindranath Tagore y W. B. Beats posaron con gusto para que Gibran los retratara. Este poeta tenía una aguda conciencia del poder conceptual y simbólico de la imagen. Quienes acudían a las exposiciones de Gibran se sorprendían de ver, por ejemplo, los cuerpos humanos que cubrían con su propia desnudez desde las montañas hasta los manantiales. Las personas simulaban ríos, rayos, piedras, nubes. ¿Por qué? En cada ocasión, Gibran respondía lo mismo: sólo así se sentía capaz de mostrar la vida y dignidad que él percibía en la naturaleza. He ahí el corazón de toda su obra, literaria y pictórica: la humanidad del paisaje y la humanidad como un paisaje.

    Ayman El-Desouky, un experto en la literatura árabe, describe la pintura de Gibran como una “psicografía”, esto es, una liberación del pensamiento, una forma de concebir el mundo codificada en ícono. Propongo que veamos la psicografía como una habilidad para pintar nuestra forma de pensar y, al mismo tiempo, aprender a pensar como pintamos: dejándonos llevar por una fuerza interior que muchas veces nos ofrece asombro sin explicaciones, y que se nutre de una curiosidad sincera por las líneas que delimitan el mundo.

    Gibran nunca se basó en teorías metafísicas, sino en percepciones íntimas. Le interesaba explorar nuestra relación con Dios, la naturaleza y nuestra propia conciencia, así como todas las formas posibles de libertad. Por eso mismo desconfiaba de los gobiernos y nacionalismos. Su postura se resume en un pequeño apartado de Arena y espuma: “El gobierno es un acuerdo entre tú y yo. Tú y yo estamos, con frecuencia, equivocados”. Gibran creía en una sociedad justa y flexible, donde se honrara tanto la individualidad como aquella ley atemporal que determina que siempre dependeremos unos de otros. Admitía que la humanidad es una empresa colectiva donde el destino de una persona es el destino de todas, pero también creía que cada quien posee un sendero social y espiritual propio. De ahí que su comprensión de la palabra “poeta” esté en sintonía con una de sus figuras ficcionales más famosas: “el precursor”, inicialmente llamado “el solitario”, quien crea desde una postura de rebelde y paria.



    cont.


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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 14.01.25 13:45

    ***

    El mismo ánimo anarquista lo motivó a huir de los confines y mandamientos de las instituciones religiosas. Se negaba a ir a la iglesia o practicar formalmente cualquier culto, pese a la clara devoción de su familia maronita y a su propia fascinación por los mitos religiosos, especialmente los cristianos. Gibran comenzó a ver a Dios menos como un juez y más como una fuerza, una manifestación del deseo que permea la vida en la tierra. Escuchó atentamente al vínculo entre la pasión, la tentación y el demonio; decidió que no estaba de acuerdo; que si el querer y lo sagrado nos mueven, entonces querer es sagrado. Simple. “Creo que Dios es sencillo”, le escribió a Mary en una de sus innumerables cartas. El Dios de Gibran tiene sentido del humor, un gusto por el juego y probablemente también una rinitis alérgica a las fórmulas teológicas impuestas. Acercarnos a ese Dios debe ser una exploración disfrutable, gentil, no una vía de obediencia.

    Podríamos pensar que Dios sólo “es sencillo” para la gente iluminada, pero Gibran nunca buscó mitificar su papel de escritor. Nunca se hizo pasar por sabio, ni iluminado, ni siquiera por filósofo. Solía describir sus propias manos como torpes y modestas. Y esto fue revolucionario en el contexto árabe, donde la poesía era considerada la manifestación artística más “elevada”, el mayor legado cultural después del Corán, debido a la riqueza de su tradición. Desde ese punto de vista, podríamos decir que la aportación más radical de Gibran fue cambiar la noción de la poesía a una expresión del alma. Veamos algunos ejemplos:


    El amor no posee ni es poseído,
    porque el amor es suficiente para el amor.
    Cuando amen, no deben decir: “Dios está en mi corazón”, sino
    “Yo estoy en el corazón de Dios”.

    (en El profeta)



    Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.
    Hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
    Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni son conscientes de la virtud de dar.
    Dan como el mirto da su fragancia en el valle.
    Se dice a menudo: “Daré, pero sólo a quien lo merezca”. Eso no es lo que dicen los árboles en sus huertos ni los rebaños en sus praderas.
    Ellos dan para vivir, porque guardar es perecer.

    (en El profeta)



    Hablamos aquí de un hombre impresionado por el concepto del arte como una forma desinteresada de la generosidad. “Me gustaría abrir mi pecho”, le escribió una vez a Mary, “sacarme el corazón y sostenerlo en las manos a la vista de todos: una persona no tiene deseo mayor que revelarse a sí misma y ser comprendida por el prójimo. […] Nadie puede vivir a solas con la belleza que percibe”.

    Hemos llegado a la semilla, al punto de partida de su obra más famosa, El profeta. En este libro, un hombre responde a las preguntas más apremiantes del pueblo de Orfalís mientras espera el barco que lo devolverá a su tierra natal. Se trata de “Almustafá, el elegido, el amado, que era un amanecer de su propio día”, una mezcla de Jesús y Mahoma, pero al estilo del Zaratustra de Nietzsche. Y su voz es la de aquella divinidad que, Gibran estaba seguro, debía habitar en nuestras entrañas. Por eso Almustafá sueña con un trabajo donde el cariño sea visible; donde se construya, se teja y se siembre como si todas las casas, las telas y los granos fueran para un ser amado. Porque, de alguna forma, siempre lo son. Creía también que la alegría y la tristeza se servían en la misma copa, de modo que toda bendición tenía el potencial de herir y toda pena cavaba un espacio más para la felicidad futura. El pesar y la dicha, para Gibran, van de la mano, como la vida y la muerte, el espacio y el tiempo, el cuerpo y el alma, la materia y la forma, el dolor y el placer, la pasión y el pensamiento; en resumen, las personas y Dios.

    Cualquier escuela le llamaría a esto “filosofía”, pero Gibran prefería llamarlo “arte”, “pintura”, “poesía”, “carta”, cualquier cosa que apuntara como un dedo humilde hacia lo que rebasa nuestro lenguaje coloquial, pero insiste en interpelarnos de todas maneras. A veces le llamaba locura, como cuando confesó: “Algo debe de estar ocurriéndome, Mary. Veo a las personas y sé que sus almas son buenas”. Otras veces, decía tener una mera idea que compartir por correspondencia, como: “Si aprendo a valorar la grandeza del prójimo, seré capaz de ver la mía”. Lo cierto es que Gibran dedicó su vida a reconsiderar lo que entendemos por natural, divino o profano. Ansiaba transformar nuestro conocimiento sobre nosotros mismos, así como nuestra relación con los demás y con la tierra. Tras su muerte, le heredó a Mary Haskell sus libros, cuadros, objetos de arte y manuscritos. A sus lectores, decidió dejarnos una propuesta, una invitación: el deseo sincero de que seamos capaces de vivir lo que hay de sagrado en cada instante.




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    Khalil Gibran (1883-1931) - Página 34 Empty Re: Khalil Gibran (1883-1931)

    Mensaje por Maria Lua 15.01.25 11:13




    Los Dogón


    Cuentan que en la Segunda Guerra Mundial, un aviador Inglés se estrelló cerca de Tombuctú, y fue auxiliado por los Dogón, comerciantes de Caravana. Tras casi un año de camino, en el que se detuvieron en infinidad de poblados, a veces para comerciar, a veces solo para reencontrarse con gentes queridas, la Caravana llevó al inglés hasta El Cairo. Desde allí volvió a Inglaterra.

    Años después, volvió a Tombuctú, reencontrándose con los beduinos. Tras los saludos de rigor, comenzó a contar las “maravillas” de la civilización:

    – Recuerdo lo que tardamos en llegar a El Cairo. ¿Todavía seguís haciendo la misma ruta?, preguntó.

    Cuando le contestaron afirmativamente, prosiguió:

    – Pues con los medios de transporte actuales, el camino que hacéis en un año, nosotros lo hacemos en pocos días.

    El Jefe Dogón quedó pensativo. Se hizo el silencio. Tras unos minutos, el beduino preguntó al inglés:

    – Y, ¿qué hacéis el resto del año?




    ********************


    Desde lo más profundo de mi corazón, un ave subió
    y voló hacia el cielo.

    Cada vez más alto subía, pero cada vez más grande
    crecía.

    Al principio no era sino una golondrina, luego
    una paloma, después un águila, más tarde tan enorme
    como una nube de primavera, y, por último, llenó
    los estrellados cielos.

    Desde mi corazón, un ave voló hacia el cielo. Y creció
    más grande conforme volaba. Pero no abandonó mi
    corazón.

    ♦ ♦ ♦

    ¡Oh, mi fe, mi sabiduría agreste y fuerte! ¿Cómo
    volaría a tu altura y vería contigo el yo más grande
    del hombre grabado sobre el cielo?

    ¿Cómo convertiría este mar de mi interior en neblina
    para moverme contigo en el inconmensurable espacio?

    ¿Cómo puede un prisionero en el templo contemplar
    sus cúpulas doradas?

    ¿Cómo se estirará el corazón de la fruta para envolver
    también la fruta?



    ♦ ♦ ♦




    ¡Oh, mi fe! Estoy encadenado tras estas cadenas
    de plata y ébano, y no puedo volar contigo.

    Desde mi corazón subes hacia el cielo y es mi corazón
    el que te agarra, y yo estaré contento.



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    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua 15.01.25 11:23

    « Cuando el amor os llame, seguidlo.

    Y cuando su camino sea duro y difícil,

    y cuando sus alas os envuelvan, entregaos.

    Aunque la espada entre ellas escondida os hiera.

    Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños tal como el viento norte devasta los jardines.

    Porque, así como el amor os corona así os crucifica.

    Así como os acrece, así os poda.

    Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

    Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.

    Os desgarra para desnudaros.

    Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.

    Os pulveriza hasta volveros blancos.

    Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.

    Y os asigna luego a su fuego sagrado para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

    Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

    Pero si, en vuestro miedo, buscáis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales, hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.

    El amor no da más a sí mismo, no toma nada más que de sí mismo.

    El amor no posee ni es poseído.

    Porque el amor es suficiente para el amor.

    Cuando améis no debés decir: “Dios está en mi corazón”, sino más bien: “Yo estoy en el corazón de Dios”.

    Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él, si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

    El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.

    Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:

    Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.

    Saber del dolor de la demasiada ternura.

    Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor.

    Y sangrar voluntaria y alegremente.

    Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.

    Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar.

    Volver al hogar con gratitud en el atardecer.

    Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.”

    El Matrimonio:

    “Nacisteis juntos y juntos para siempre.

    Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.

    Sí; estaréis juntos en la memoria silenciosa de Dios.

    Pero dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros.

    Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura.

    Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.

    Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.

    Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.

    Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.

    Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga,

    porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.

    Y estad juntos, pero no demasiado juntos,

    porque los pilares del templo están aparte.

    Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.”


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    Mensaje por Maria Lua 16.01.25 8:33

    Arena y Espuma

    El Amor y la Muerte son nuestra alfa y nuestra omega. Nuestro camino y nuestra Meta. Un medio y un fin. El Amor nos construye y aunque el desamor nos apaga - y a veces nos mata- nos permite renacer con nuevas posibilidades y grandes lecciones. El amor, en definitiva, nos permite sentir (o recordar) que formamos parte de algo, y el sentido de pertenencia es una necesidad humana primordial. Y hablo de amor y pienso en el romántico, por supuesto, pero también pienso en el amor de dos hermanas, o de una madre y su hija (y por supuesto el de un padre…), y en la amistad.

    Cuando el amor llega a nuestra vida - en cualquiera de sus maravillosas y múltiples manifestaciones- todo cambia. Y para mejor, y si sabemos hacerlo bien, para siempre (uno nunca vuelve a ser el mismo o la misma después de ciertos encuentros…) Y qué decir, cuando la muerte llega a nuestra vida: lo cambia todo por completo. Y también para siempre. Es imposible volver a ser el mismo, la misma, después de ciertas pérdidas, porque cuando se va alguien a quien queríamos, también se va una parte de nosotros. Y entonces, cuando estás intentando reconstruirte de este último gran cambio, el que trae la muerte, cuando el dolor parece instalarse, un día te das cuenta de que existe un antídoto:

    El Amor. Recordar con amor a la persona que se fue, lo compartido, lo vivido, nos salva una vez más, y nos cura. Y una vez más, el cuento vuelve a empezar: el alfa y el omega. El camino y la meta. Porque definitivamente, sólo el amor y la muerte cambian todas las cosas…


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    Mensaje por Maria Lua 17.01.25 9:37

    Me dejaste y seguiste tu camino.
    Creí que estaría triste sin ti y que pondría en mi corazón solamente tu imagen labrada en una canción de oro.
    Pero, ay, mala suerte mía, el tiempo es breve.

    La juventud se marchita año tras año; los días de primavera son fugaces; las frágiles flores se mueren para nada, y el sabio me advierte que la vida es sólo una gota de rocío en la hoja de un loto.
    ¿Habré de olvidarme de todo esto para quedarme contemplando a la que me ha vuelto la espalda?
    Esto sería duro y necio, pues el tiempo es breve.

    Venid, pues, noches de lluvia mías, con vuestros pies pequeños; sonríe, dorado otoño mío; ven, atolondrado abril, que lanzas besos por doquier.
    ¡Ven tú, y tú, y tú también!
    Amores míos, sabéis que somos mortales. ¿Es sensato destrozarse el corazón por una que se lleva el suyo lejos? Pues el tiempo es breve.

    Es dulce sentarse en un rincón y escribir en verso que eres todo mi mundo.
    Es heroico abrazarse al dolor y decidir no ser consolado.
    Pero un nuevo rostro se asoma a mi puerta y levanta sus ojos a los míos.
    No puedo sino secarme las lágrimas y cambiar el aire de mi canción.
    Pues el tiempo es breve.






    ***
    Rabindranath Tagore (Calcuta, 1861-1941)
    Versión de Enrique López Castellón





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